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Aúlla conmigo por sombra_larga

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Notas del capitulo:

Creo que ya estoy empezando a actualizar un porquito mas seguido. Asi que por favor aganme saber que siguen ahi.

Tenemos aqui un poco mas de Maxwell, que creo que lo tenia un poco abandonado al pobre.

espero que lo disfruten:D

*Maxwell*


Respiro varias veces, armándome de valor, con desespero veo la luna llena en todo su esplendor a través del enorme ventanal.


Un discreto, pero claro calor recorre mi cuerpo, incomodo me desabrocho algunos botones de la camisa negra, a pesar de los helados vientos, gotas de sudor recorren mi espalda, el celo está haciendo estragos con mi cuerpo, aunque ya debería estar más que acostumbrado, tener que esperar todo un mes antes de poder “hacerlo” causa que todo el deseo se acumule en una sola noche.


Sin pensármelo más entro precipitadamente a mi cuarto, él está ahí, sus ojos miel me miran profundamente, su rostro se mantiene serio, me tiende una mano que yo no dudo en aceptar, nervioso bajo la mirada mientras él me atrae a su cuerpo que descansa sobre el colchón, recargo mis rodillas sobre él, alrededor de sus caderas.


Sus dedos en mi barbilla me obligan a alzar la mirada, acerca su boca a solo unos centímetros de la mía. Acaricia mi  barba que me he olvidado de rasurar, avergonzado me sonrojo.


-lo siento, yo…- el me silencia con su pulgar contra mis labios.


-no me importa Maxwell- tiemblo ante su voz- no te avergüences- cada luna llena es lo mismo, pero él siempre sabe confortarme.


-pero…no es como la piel de una mujer o doncel- me estremezco ante la mano que baja por mi cadera- es la de un hombre-


-y eso es lo que eres- con lentitud desabrocha los botones de mi camisa, acariciando a su paso cada porción de piel- al igual que yo-


Paso una mano por su tonificado pecho salpicado con vello castaño, su lengua acaricia mi pezón, lo mordisquea, enredo mis manos en su cabello.


-tómame Hugo- suplico restregándome contra su erección, que desnuda se unta contra la tela de mis pantalones.


-Maxwell- gime contra mi pecho, sus manos viajan a mi pantalón, lo desabrochan con habilidad bajándolos, acepto sus dedos en mi boca, los lamo asegurándome de mojarlos bien.


-aaah- jadeo con dolor al sentir su dedo entrar, recibo el ardor ya conocido aferrándome a su cuello, recorro con la mano su erección, disfruto oírlo gemir, aprieto su glande, masajeándola con el pulgar.


El arremete metiendo tres dedos, expandiendo, lubricando, preparándome para él.


-aaaaahh, ya Hu-hugo- con decisión me coloco cobre su pene goteante, dejándome caer encima de él, cierro los ojos intentando absorber el dolor.


-dios Max, necesito moverme- suplica meneando sus caderas, empiezo a saltar, rebotando contra su regazo, sintiendo las descargas de placer subir por mi columna, nuestros cuerpos sudados resbalan, ataco su boca gimiendo al sentir sus manos estrujar mis nalgas, nuestras lenguas se unen, un hilillo de saliva resbala por mi babilla cuando me separo en busca de aire.


Enredo mis manos en sus cabellos castaños, el hunde su cara contra mi cuello, su barba raspa, entierro su pene lo más que puedo.


-aaaah aaah aha n-noo ah- con esfuerzo intento retener mi orgasmo cuando el jala mi pene que rebota contra su pecho, no puedo más- aaahh Hugo ¡Hugo!-


Descargas de semen salen disparadas, a la vez que siento su semilla caliente inundarme hasta lo más profundo de mi ser. 


Exhaustos nos dejamos caer, acaricio su cabeza que descansa sobre mi pecho, sé que esta es solo la primera ronda, pero ambos necesitamos un respiro.


-te estaba esperando- refunfuña Hugo mirándome con sus suspicaces ojos miel- tardaste mucho en venir- perezoso le acaricio su mejilla morena.


-mis padres se reconciliaron al fin- digo alegre, no sé cuánto más podría haber aguantado la tensión.


-eso es bueno ¿no?- me sonrojo cuando su mano  roza mi vello púbico- eres tan tierno- ríe con una brillante sonrisa- mi ratoncito-


-¡no me llames así!- chillo enojado, solo mi madre tiene derecho a llamarme por ese apodo, el solo ríe aún más.


-¿Qué es lo que te preocupa?- me pregunta ya serio, incomodo me recuesto de lado quedando frente a él.


-Godric- respondo simplemente-¿no han tenido noticias de él?-


Hugo niega con la cabeza.


-no, el rastro se pierde en el bosque negro, muy pocos soldados saben andar por ese lugar y los pocos temen adentrarse- suspira resignado, hago una mueca, sé que si por el fuera se adentraría el solo en el bosque-no soy tan estúpido- se defiende ante mi mirada.


-eso quisiera pensar- mascullo- ¿Quién te detuvo?-


-tu hermana- susurra escondiendo su cara en mi estómago.


Una risita sale de mi boca al imaginar a la implacable Charlotte arrastrarlo de vuelta.


Con cariño acaricio el cabello corto castaño, recordando como llegue a esto, esa vez, ese beso que inicio todo.


Flash back


Ese año, a inicios de verano mi padre había decidido tomarse un descanso para viajar a la manada del sur, donde en ese entonces residía mi tío Nico junto con nuestros dos primos.


En ese tiempo yo solo tenía trece años, al ser el tercer hijo me sentía un poco alejado de la familia, no compartir el mismo gusto con mi padre y hermano por los juegos bruscos no ayudaba.


Solo podía ver cómo incluso mi hermana Charlotte se volvía el orgullo de mi padre, al demostrar interés por la caza y el ejército. Por otro lado Milan, al ser el único doncel compartía un vínculo especial con nuestra madre,  yo me resguarde en los libros, volviéndome ajeno a cualquier tema familiar.


Ese verano se volvió un infierno.


Fue todo un camino de andar corriendo, entre tierra, pasto, bichos y agua que aún no terminaba de descongelarse, que tuvieran que parar por mi causa no ayudaba, mis problemas respiratorios seguían presentes.


Fue tres semanas después que al fin llegamos a las heladas tierras del sur.


“estas muy flacucho” ese fue lo primero que me dijo mi tío Nico, a la vez que me abrazaba y me estrujaba entre sus brazos” ¡Lucian! ¿Qué acaso no sabes alimentar a tus hijos? ” Regaño a mi padre al mismo tiempo en el que estrujaba de igual manera a mi madre “pobre mi zorrito, sigues casado con ese inútil lobo malo”


“¿Dónde están mis sobrinos? Trajimos regalos” había dicho mi madre sonriendo ante las ocurrencias de Nico.


“Katy nos espera en el comedor” contesto tío Nico a la vez que se arreglaba su eterno flequillo rojo”Hugo debe estar en alguna parte del bosque, ese mocoso” masculló “parece más un animalillo salvaje que mi hijo”


Aburrido de oír las peleas de mi padre y mi tío Nico, había salido de la residencia, con libro de contrabando bajo el brazo busque algún lugar tranquilo donde leer.


Lo encontré a tan solo unos metros, una banca oculta entre las ramas de los pinos bañados por la nieve que caían en tímidos copos del cielo.


Gustoso me senté en ella, me ajusté la gruesa capa de lana, algunos rayos de sol lograban atravesar las ramas calentando mi cuerpo agradablemente.


Pase por lo menos una hora leyendo en total calma, antes de que alguien cayera sobre mí.


Si, literalmente cayera desde un árbol hasta mi persona.


Solo me dio tiempo de gritar mientras la sombra me aplastaba sobre el suelo cubierto de nieve.


Y fue ahí cuando lo vi, vi esos ojos miel.


Y lo odie en ese momento.


A solo unos centímetros de mi cara se hallaba mi preciado y único libro, con algunas páginas rotas y mojas por la nieve.


El solo me respondió con una sonrisa.


-resbale- esa fue toda su respuesta-mi nombre es Hugo, creo que eres bonito-


En ese momento mi estómago pudo sentir por primera vez esas mariposas revolotear.


-¡eres un idiota!- grite sonrojado, el me respondió con otra resplandeciente sonrisa.


 


 


 


Después de ese encuentro caí resfriado en cama, al parecer la poca nieve que había logrado colarse entre mi ropa fue suficiente para atraer otro ataque de tos y fiebre.


Nico había regañado a mi primo, pero mis padres le habían restado importancia alegando que en realidad era muy enfermizo.


Mi mirada de odio fue interceptada por Hugo que solo bajo la cabeza avergonzado.


-mañana vengo temprano a verte- la voz de mi madre resonó por la habitación mientras me acomodaba el paño fresco en la frente- que descanses mi ratoncito- me sonroje ante el apodo, pero solo susurre un “buenas noches”- le pediré a Nico algunos libros- dijo guiñándome un ojo.


-gracias mamá- me dio un beso en cachete.


Espere hasta que mi madre saliera de la habitación para soplar a la vela y dejar en total oscuridad la habitación,  con algo de trabajo me acomode en la cama intentando conciliar el sueño.


Sin quererlo pensé en ese muchacho, Hugo era su nombre, mi primo, que hasta ese momento solo lo conocía de nombre.


Alto y larguirucho, con mandíbula fuerte, la piel morena, ojos miel con espesas pestañas, la pelusilla que amenazaba con convertirse en una espesa barba, el cabello castaño y ondulado.


Viera por donde lo viera no le encontraba parecido con tío Nico, cuando se lo comenté a mi padre el me respondió con una sonrisa nostálgica “él es la copia de su padre, la vida es cruel hijo, tu tío Nico es alguien valiente”


Su padre, tío Arthur había muerto mucho antes de que yo naciera, lo único que yo sabía de él es que era muy cercano a mis padres y que murió cuando Hugo tenía solo dos años.


Un ataque de tos hizo que me levantara, algo mareado por la fiebre busque a tientas la jarra de agua que se encontraba en la mesita de noche, estaba vacía.


No quedándome de otra me envolví lo más que pude en el cobertor y me puse las botas,  salí al pasillo tambaleándome con jarra en mano.


La casa en donde residía tío Nico era la casa de sus padres, donde el paso toda su infancia,  se la heredaron ya que sus hermanos se habían dispersados en varias aldeas quedando la casa abandonada.


No era tan grande como el castillo, pero si lo suficiente como para tener nueve habitaciones, cada una con su propio baño.


Baje con cuidado las escaleras, las cocinas quedaban en el primer piso.


Estaba a punto de llegar cuando lo escuche, el llanto de un doncel, cauteloso me acerque a la puerta de madera.


El llanto se oía aún más fuerte.


Intentando de no hacer ruido empuje la pesada puerta de madera asomándome por la ranura.


Era tío Nico. Sentado en la pequeña mesa de madera dándome la espalda.


Tenía la cara enterrada en los brazos, y su espalda se estremecía con cada sollozo, murmuraba frases inentendibles.


En la mesa había una botella de vino derramada y en el suelo otras dos estaban tiradas, completamente vacías.


No sabía qué hacer.


Estaba a punto de entrar cuando la larguirucha figura de Hugo apareció, se acercó a su madre y le puso una de sus grandes manos en la espalda acariciándola con delicadeza.


-mamá- la gruesa voz de Hugo rompió el pulcro silencio, di un brinquito cuando Nico alzo la cabeza precipitadamente, con los ojos hinchados y rojos enterró la cabeza  en el estómago de su hijo enroscando sus brazos en la cadera de Hugo.


-¡Arthur, viniste!- gritaba entre hipidos Nico-¡te extraño tanto Arthur!- los sollozos nuevamente comenzaron-¿¡porque me dejaste Arthur?! ¡Prometiste regresar! ¡Te amo tanto!- las palabras salían tan cargadas de dolor y tristeza.


-mamá soy Hugo- me sorprendió oír la voz de Hugo, su tono era duro, pero desde ahí podía ver su quijada temblar-papá está muerto-


-¡no, no es cierto!- atónito vi como la mano de Nico se estampaba contra la mejilla de Hugo- ¡Arthur no te vayas, no me dejes atrás!- suplicaba mi tío aferrándose al cuerpo de mi primo.


-ven, tienes que acostarte- susurro mi primo, pasando un brazo por la cintura de Nico, el doncel se levantó con trabajo, tambaleándose y llorando.


-lo siento tanto Arthur, ya no puedo más- Hugo sostuvo su cuerpo mientras lo guiaba hacia la puerta.


Venían hacia mí, en mi desesperación tire la jarra de metal que hizo eco por todo el pasillo.


-¿Quién está ahí?- me quede tieso, mire para todos lados buscando una salida, pero estaba en un pasillo, aunque intentara correr lo más seguro es que terminara tropezando, con resignación termine de abrir la puerta.


-¿lo escuchaste todo?- esa fue lo primero en salir de su boca, sentí la cara arder, avergonzado baje la mirada.


-lo vi todo-


Un silencio abarco todo, cuando me atreví a alzar la mirada vi que tío Nico se había dormido.


Hugo me lanzo una última mirada antes de tomar a su madre en brazos y comenzar a caminar.


-sígueme- fue lo único que dijo.


Cabizbajo y sintiéndome lo peor del mundo le obedecí, observé su espalda y pude notar que en realidad era fuerte, bajo la delgada camisa de algodón se entreveían unos marcados músculos.


Estaba seguro de que mis padres no sabían nada de esto, de otra manera ya hubieran intervenido.


Llegamos a la que supuse era la habitación de Nico, los vestidos atrevidos en el piso me los confirmaron.


La ternura invadió mi pecho al ver la manera en que Hugo acostó a su madre, con delicadeza le quito el vestido negro corto de gruesa lana, sonrojado ante la desnudes baje la mirada, de reojo le observe ponerle una holgada bata verde antes de acostarle y arroparlo, le dio un beso en la frente antes de voltearse e incitarme a que le siguiese.


Caminamos en silencio, no sabía que decir por lo que solo obte por seguirle.


Salimos de la casa, la nieve blanca caía copiosamente, yo aun con el cobertor encima me lo ajuste aún más al cuerpo, la oscuridad solo era rota por algunos rayos de luna. Llegamos hasta el banco en donde nos habíamos conocido.


Él se sentó y palmeo a su lado. Titiritando de frio me senté junto a él.


Le vi sacer una botellita  forrada de piel, destaparla y tomar un largo trago, me la tendió, sin saber muy bien que hacer la acepte y le di un pequeño sorbo sintiendo el líquido ardiente bajar por mi garganta, al instante se la devolví tosiendo.


Él se rio- ¿tu primer trago?- ante mi mueca volvió a reír- no le digas a nadie, en especial a tus padres- pidió muy serio.


Le observé, mordí mis labios


-no lo hare, lo prometo- confundido vi como él ponía su mano en mi mejilla acariciándola.


-¿sabías que los lobos pueden morir de soledad?-por supuesto que lo sabía, asentí con la cabeza, nervioso por su mano que descendía a mis labios- mi madre es una buena persona Maxwell- me estremecí, era la primera vez que oía mi nombre salir de su boca- solo que sufre mucho-


-lo siento- susurre, no sabiendo muy bien que decir.


-no lo sientas, solo no se lo digas a nadie- pidió bajando la mirada- ni a mi hermana, no quisiera que se pusiera triste- aparte su mano de mí.


-¿hace cuánto que pasa eso?- pregunte inseguro de si me fuera a responder.


-desde que era cachorro-


-debe de ser duro cargar con eso tú solo- enrollo su mano en mi muñeca apretándola.


-es mi madre- respondió simplemente.


-aun así- replique frunciendo el ceño – déjame ayudarte, no quiero que estés triste- pedí sin pensar.


-¿Qué te hace pensar que estoy triste niño?- interrogo sonriendo.


-porque cualquiera se pondría triste- respondí-no soy un niño, tengo trece-


-bueno entonces no me sentiré tan mal con esto- susurro.


-¿con que…?-


Sus labios tocaron los míos, apenas un rozamiento, pero lo suficiente como para que mi corazón diera un brinco y sintiera lo dulce de sus labios combinado con los amargo del alcohol, asustado me separe con la cara ardiente y tapándome la boca.


-¡¿Qué haces?!- chille asustado.


-te bese- odie su maldita sonrisa.


-¡soy un niño!-


-tu dijiste que no eras un niño- replico en un puchero.


-¡eso no importa, soy un hombre!- mis chillidos rebotaron por todo el bosque.


-ya lose- su sonrisa resplandeció entre la oscuridad- eres adorable Maxwell-


Eso fue lo último que escuche ante de desmayarme por la fiebre.


*fin flashback*


-¿en qué piensas?- la gruesa voz de Hugo me saco de mis pensamientos, volviendo de mi letargo le mire.


-nada, recordando cómo nos conocimos- respondí-¿Por cuánto tiempo estuviste espiándome en ese árbol?- interrogue acurrucándome en su costado, posando una mano en su muslo, acariciando la piel cubierta por una capa de vellos.


-¡no te espiaba, tú fuiste el que se sentó bajo mi árbol!- replico tensándose ante mi toque, tímidamente baje la mano hasta su miembro dormido, acariciándolo-¿en qué momento te enamorarte de mí?- pregunte sonrojado, dejando atrás las caricias y escondiendo mi cara en su cuello.


-no lose, creo que cuando encontré a un ratoncito escondido tras la puerta- en un solo movimiento ya me tenía de piernas abiertas bajo el.


-¡no me digas así!-


-pero si eres mi adorable ratoncito Maxwell- canturreo bajando su cabeza hasta mi miembro ya más que despierto.


Tal vez yo no fuera valiente ni fuerte como mis hermanos y no tuviera el valor de decirle a todo el mundo que me encontraba enamorado de un hombre siendo yo varón. Pero tengo la certeza de que Hugo estará ahí siempre que yo lo necesite.


Jadee adolorido al sentir su pene entrar sin ningún previo.


 


 


Como odio a este idiota, eso fue lo último que pensé antes de perderme en la nebulosa de placer y pasión.

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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