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Dos idiotas y sus gatos por Amor Rudo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes de Magi: The Labiryinth of Magic no nos pertenecen, son de su autor respectivo.

Pareja: Sinbad x Alibaba (SinAli).

—Disculpe, joven. Creo que este es su gato. —Fue la primera frase que había logrado escuchar del vecino a quien tanto había estado observando desde que había llegado al barrio. Debía ser una señal de los dioses. —No estoy seguro si es gato o gata, pero mi Judal parece muy encariñado con él. Los encontré durmiendo en mi cama.

Miró disimuladamente la figura de Sinbad reposando bajo el marco de su puerta ¡De su propia puerta! Oh, por dios. El vecino del que tanto se había estado fijando durante tanto tiempo... estaba ahí, hablándole desde la puerta de su casa, DE SU PROPIA CASA ¿Acaso estaba soñando? Y lo peor de todo. Su gato. Dios santo, Aladdin, ¿Cómo se atrevió a meterse en la cama de la persona que tanto le hacía latir el corazón? Seguro Sinbad ha de haberse molestado. Sería mejor pedir disculpas rápidamente. Se apresuró a contestar, tragando saliva como pudo.

—¿E-en serio? ¿En su cama? ¡Oh, no. Aladdin! ¿Pero qué has hecho? —dijo Alibaba, recibiéndolo de los brazos de Sinbad, con cuidado. No quería tocar esas manos sagradas. Si lo hacía, estallaría en vergüenza—. Lo siento tanto, de verdad. Mi gato tiene sólo 2 meses y ahora últimamente ha estado más inquieto que de costumbre.

—¿Es macho? —preguntó algo confundido y luego le sonrió al muchacho—. Disculpa, creí que era hembra. Es un felino muy bello

—S-sí —contestó nervioso—. Es macho, su nombre es Aladdin. Lo recogí de la calle cuando regresaba de la universidad. No pude resistirme y lo adopté. —Le acarició con el rostro y el felino reaccionó con un maullido de regocijo.

—Es muy lindo, nunca había visto un gato con el pelaje azul —comentó y luego miró fijamente al otro— ¿Te mudaste hace poco, cierto?

Alibaba le miró fijamente, percatándose de que su vecino había estado algo pendiente de él. Pero no era de darle tanta importancia, de todas formas todo el mundo sabía que él era nuevo por esos lugares.

—Sí, así es. Tuve que venir aquí por motivos de traslado del trabajo de mi padre. Al principio me sentía solo y perdido, pero este gato me ha ayudado mucho a adaptarme en este nuevo sitio. —Le sonrió.

—Ya veo. Siento no haberte hablado antes. Trabajo demasiado y se me pasó. Soy Sinbad, por cierto —Curvó los labios gentilmente al muchacho. Se veía muy tierno y feliz acariciando a su minino azul. Pudo ver como Judal avanzaba dentro de la casa y se ponía a los pies del otro, maullando.

—No, no. No debe preocuparse. Lamento además que mi gato malcriado lo haya molestado y haya interrumpido en sus quehaceres —Miró a Aladdin con desaprobación, a lo que el gato le devolvió la mirada con un maullido, sobándose en sus pies —Su gato es muy lindo también. Su pelaje se ve suave y bien cuidado. A pesar de que sea un hombre ocupado, veo que se preocupa mucho de sus mascotas.

 —No me molestó para nada. Tu gato es muy bueno, a comparación de Judal. Ya estoy acostumbrado a encontrármelo durmiendo en mi cama —Trató de tomar al felino negro entre sus manos y lo único que recibió fue un manotazo y un siseo del animal—. Gato maligno... —murmuró, dejando al animal y volvió a ver al muchacho frente a él—. ¿Tu nombre era...? 

—Es algo agresivo puedo ver —Rio levemente—. Pero con Aladdin se ve bastante amigable. —Vio cuando Judal apoyó la pata sobre la cara de Aladdin—. Ah, sí. Mi nombre es Alibaba Saluja. —Se presentó con nervios.

—Es extraño. Judal nunca demuestra afecto por ninguna persona u otro animal. Aladdin debe ser especial —Se rio al ver a su mascota del mal dándole golpecitos al gatito azul en la cabeza, queriendo jugar—. Bien, Alibaba. Cualquier cosa que necesites, sólo dímela. Vivo aquí al lado y espero que tengas un buen día —diciendo esto. Tomó a su gato, lo suficientemente rápido para que éste no volviera a intentar arañarlo, dispuesto a irse.

—Ah, sí... de acuerdo... —dijo con cierta tristeza.

La verdad, estaba muy feliz de que por fin haya tenido la oportunidad de entablar una conversación con su vecino, a quien lo había visto tan lejano e inalcanzable desde un comienzo. Muchas veces había pensado en cómo acercársele y conversar con él. Pero esos pensamientos solo lograron quedarse en el olvido junto a su valentía. Sin embargo, ahora que Sinbad se iba, sentía que algo debía hacer. No quería quedarse en ese vacío de nunca haber intentado nada por acercarse a una persona, por lo que reuniendo sus fuerzas suficientes, dijo:

—Mi gato Aladdin... probablemente se sienta muy solo. ¿Podría ser que... deje a Aladdin jugar con su gato una próxima vez? Digo, solo si quiere y pues... no sé... yo... —De acuerdo, era lo peor en tratar de conversar con él, ni siquiera sabía cómo reunir las palabras, ordenarlas y decirlas para simplemente pedirle verse una próxima vez.

El otro miró a Judal maullando enojado entre sus brazos y luego oyó lo que el muchacho le preguntaba. No pudo evitar sonreír divertido ante la propuesta.

—No creo que podamos evitar que se vuelvan a ver, parece que se han hecho amigos. Así que claro, Aladdin puede jugar con Judal todo lo que quiera —El gato negro se escabulló entre sus manos y corrió nuevamente hasta el pequeño gatito azul—. Parece que no quieren esperar hasta la próxima vez.

Los labios de Alibaba se expandieron en una sonrisa ante la respuesta de Sinbad y sintió una felicidad enorme embaucarle el cuerpo. No sabía por qué, pero le hacía sentir bien en cierto modo. Luego vio cuando los gatos comenzaron a jugar entre ellos, rodando por el pasto y persiguiéndose mutuamente. Se sentía contento de ver a su querida mascota hacer un amigo por primera vez. De pronto, se quedó mirando a Sinbad, preguntándose si él no tendría algo que hacer ahora.

—¿No está ocupado? Si gusta, puede dejarme a mí con los gatos y si quiere... regresa después. —Honestamente no quería que se fuera, pero sabía no podía ser desconsiderado con una persona ocupada.

 —¿Me estás echando?

—¿Eh? N-no... Es sólo que... me dijo hace un momento que era una persona ocupada y... —Trastabilló con sus propias palabras, estaba demasiado nervioso como para decirle algo cuerdo e inteligente. Sólo decía cualquier cosa que se le venía a la cabeza.

 Sinbad rio un poco ante el nerviosismo del muchacho. Quizá era desconsiderado, pero se veía tierno balbuceando sin llegar a decir nada.

—Tendría que estar revisando unos papeles, pero realmente no tengo ganas. ¿Te molesta si también me quedo?

—C-claro... si quiere puede... —No se pudo quitar el sonrojo que pintó su rostro hasta en las orejas, cosa que lo dejaba en demasiada evidencia. El corazón le latía muy fuerte... es que, dios, era Sinbad, el vecino que hace tanto tiempo había estado mirando.

 —Seguro Ja'far se molestará conmigo. Seguro lo has visto más que yo. Tiene cabello blanco y pecas, suele venir a buscar las cosas que me olvido —Debía admitir que no le agradaba los regaño de su subordinado, pero tenía ganas de pasar un rato con Alibaba. No todos los días tenía un vecino nuevo y menos uno que se viera tan interesante como ese muchacho.

—Ah, sí. Creo haberlo visto unas cuantas veces.

Mentira, como se la pasaba mirando hacia la casa de su vecino, lo veía entrar y salir diariamente de su casa. Se preguntaba incluso quién podría ser. A veces se sentía inseguro al querer averiguarlo. Temía pensar que se tratara de alguien con quien tuviera... no, no, debía calmarse. Le picaba la curiosidad saber quién era. Tal vez era su amigo, o alguien. Sin embargo, sus sentimientos eran algo contradictorios, ya que tampoco quería saberlo.

 —¿No planeas invitarme algo o nos quedaremos aquí? —Tal vez su pregunta había sido descortés, pero no supo qué más decir. Alibaba se había quedado pensativo por un momento y parecía que no planeaba decirle nada más. ¿Acaso había dicho algo que le molestó?

El joven oyó la voz de Sinbad sacarlo de su trance. Pero qué estúpido y desconsiderado era. Obviamente no podía dejarlo a la deriva en la entrada de su casa. ¿Qué clase de vecino era?

—Oh, no. Discúlpeme. Yo... lo siento, sí, por supuesto que sí, pase. ¡Ah! Pero cerré la puerta, necesito la llave... espere... ¿Dónde la puse? —Las manos le temblaban y la cara la tenía completamente roja. Ojalá la tierra se la tragase en ese momento. Ni siquiera podía encontrar la  llave correcta para la cerradura. "¿Cómo puedo ser tan tonto?" Se dijo. Incluso cuando la encontró, la llave no entraba. Claro, la estaba poniendo al revés... esto iba de mal en peor. Por otro lado, esta situación era un verdadero espectáculo a los ojos de Sinbad. Los nervios y su torpeza lucían tan adorables en él. No pudo evitar sonreír y agradecerle cuando le dejó pasar.

—¿No deberíamos entrar a los gatos también?

—Bueno, estos últimos días, Aladdin ha aprendido a salir a jugar al jardín y luego volver por su cuenta. Normalmente regresa cuando tiene hambre o va al baño. Le dejo una ventana entreabierta y regresa solo. —Abrió la ventana principal que da hacia el jardín de la entrada principal.

 —Parece muy independiente para ser tan pequeño —Miró a su alrededor, apreciando la casa del joven. Se veía confortable, aunque era más chica que la suya propia. Alibaba se volvió a acercar a donde estaba y notó que no sabía bien de qué hablar con él, ya que no lo conocía. Debería comenzar indagar —. Entonces, ¿te mudaste aquí por trabajo?

—A decir verdad, sí. Aladdin es un pequeño gato que acostumbra a hacer las cosas por sí solo, aun cuando es apenas un bebé. Me sorprendió el hecho de que aprendiera cosas tan rápido. Es muy hábil. —Rio, al recordarlo como un pequeño gatito bebé que conoció —. Y sí. Como le dije, mi padre fue trasladado hace poco. Fue ascendido y eso nos permitió tener más comodidades que en nuestro anterior hogar... —Decidió llegar hasta ahí, no quería aburrir a Sinbad con largas historias aburridas—. ¿Desea algo para beber? —preguntó. 

 —Claro, un café o lo que tengas —Se sentó en la mesa de la sala, mientras Alibaba iba a preparar algo. Observó nuevamente el lugar. Entonces el muchacho vivía con su padre. ¿Qué diría éste si lo viera ahí conversando con su hijo? No se había percatado antes de algún adulto con ese chico, sólo lo había visto una o dos veces entrando a esa casa. Su trabajo siempre lo mantenía muy distraído

—Así que vives con tu padre. Creí que estabas solo, a él no lo he visto.

Alibaba se dispuso a preparar café y colocó el agua a hervir. Estaba tenso y nervioso, pero quería con todo su corazón, no ser un verdadero torpe esta vez.

—Mi padre pasa muy poco en casa —confesó, sacando las tazas del mueble—. Trabaja muy duro. Hay días en las que no regresa —Decir eso le dolió un poco. La ausencia de su padre en este último tiempo había vuelto su relación muy distante con la de él —. Ya van tres días que no lo veo. Algunas veces me llama para saber cómo estoy, me envía dinero, me dice que no volverá y que no me preocupe. Es imposible no preocuparse, pero eso es decisión de él. La última vez había estado una semana sin volver. —De pronto salió de sus cavilaciones—. Oh, lo siento. Debe ser aburrido lo que le estoy contando. —Se rascó la nuca con algo de pena. No quería dar lástima tampoco.

—En absoluto. No me parece para nada aburrido. Debe ser muy duro para ti estar tanto tiempo solo, ya veo por qué Aladdin es tan importante para ti —Sintió un poco de pena por Alibaba y también se vio a sí mismo en él. Se había quedado sin sus padres muy joven e incluso ahora, seguía estando bastante solo—. ¿Y tu madre? 

 —Mi madre... lleva medio año fallecida. Murió a causa de una enfermedad intrahospitalaria. Desde entonces mi padre cambió y me relación con él también. Las cosas se habían desmoronado. Estábamos al borde de la ruina y mi padre casi pierde su empleo. Pero de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, logró salir adelante. No digo que sea algo malo, sin embargo, fue bastante rápido. Con esfuerzo, fue ascendido y nos trasladamos, dejando la antigua casa con todos los recuerdos que teníamos por mi madre.

Sinbad abrió los ojos sorprendido y el corazón se le estrujó un poco, sintiéndose culpable por traer esos recuerdos nostálgicos.

—Disculpa, lamento oír eso. Perdona por preguntar. Soy un tonto. Sin embargo me alegro de que ver que están llevando bien las cosas ahora. Seguramente tu madre esté muy orgullosa de ti.

—No, no. Por favor, no diga eso. Usted no lo sabía y no me molesta decirle en lo absoluto. Son cosas que ya pasaron, que son parte de la vida... y tarde o temprano tendría que afrontarlo —. Suspiró. La voz se le oía un tanto quebradiza, pero se volteó justo a tiempo cuando el pitido de la tetera comenzó a sonar—. Es duro, pero se aprende a vivir con ello.

 —Sí, lo sé muy bien —Miró la mesa un segundo, mientras los recuerdos comenzaban a invadir su mente—. ¿Sabes? Mi mamá también murió de una enfermedad cuando yo era joven, creo que tenía 14 años más o menos. Mi papá había desaparecido en la guerra, así que tuve que aprender a vivir solo de joven. Tuve un buen tutor, de todas formas, aunque era un tipo raro y le gustaba mucho viajar por distintos lugares. Disculpa, creo que ahora yo soy el que te aburre con historias.

—Entiendo. —Se sorprendió al oír la historia de Sinbad. De algún modo, sentía que ambos eran iguales. Estaban solos. Sin embargo, Alibaba sabía que aún tenía a su padre. Tal vez no como quisiera, pero aún tenía tiempo de estar junto a él—. D-debió ser muy duro para usted. No me aburre en lo absoluto, estoy feliz que confíe en mí para contarme estas cosas. —Al preparar el café, le dio entrega de la taza sobre la mesa. Y puso un recipiente con azúcar en cubos para que se sirviera a su gusto—. Aquí tiene.   

 —Gracias —Recibió la taza y bebió el café sin azúcar—. Nunca habló de estas cosas, ni con mis amigos. No me parece que sea necesario. Aunque ahora creo que me sentí un poco identificado contigo, Alibaba —Sonrió al chico un poco, decidido a que debía cambiar ese ambiente de tristeza—. Dejemos de hablar de esto. Cuéntame algo de ti. ¿Vas a la escuela o algo así? Lo siento, no sé tu edad, por eso pregunto.  

—Tengo 18 años. Actualmente voy a primer año de universidad. Estudio Economía. Por el momento no he tenido problema alguno, a decir verdad, me va bastante bien y espero siga siendo así. ¿Usted en qué trabaja? —Se atrevió a preguntar, con cierto nerviosismo.

—Qué interesante carrera —mencionó mientras bebía otro sorbo del café—. Soy abogado. Tengo un estudio propio. Me demanda mucho tiempo, entiendo a tu padre en ese sentido, a veces me tengo que quedar muchas horas trabajando. El hombre que viste, Ja'far, es mi subordinado. Siempre se encarga de las cosas que me olvido. Parece más una madre que mi compañero.

—Oh, ¿Así que es abogado? —preguntó con sorpresa—. Es una profesión bastante compleja. A decir verdad, la tenía en mi lista de opciones. Pero supuse no estaba hecho para algo así. —Rio algo avergonzado—. Ah, así que ese sujeto que veo a diario es un subordinado... —De pronto, sintió que dijo algo que no debía decir—. Digo... eh... 

 —¿A diario? —Lo miró algo confundido—. Admito que soy un poco distraído, pero no creo que tanto para que Ja'far venga siempre... Bueno, tal vez. ¿Quién creíste que era?

—Tal vez no a diario, pero sí muy seguido —Otra vez sintió que dijo algo que no debía—. Ah, pues creí que se trataba de su... no lo sé... pariente... algo... quizá... bueno no importa. —Se sobó la frente, algo nervioso. Era extraño para él, ya que, inconscientemente se molestaba un poco cada vez que oía ese nombre.

 —En realidad no tengo otros parientes, pero lo conozco hace mucho. Es casi como un hermano pequeño, aunque ahora se ha tenido que convertir en mi madre y me persigue cuando escapo del trabajo. —Alibaba se veía algo molesto de nuevo. Tal vez debería cambiar el tema. Al parecer su subordinado no le había caído bien. ¿Habían hablado o algo? Debería conversarlo con él después —. ¿Tú tienes otros familiares? 

—Pues... no. Es decir, la única persona más cercana a un familiar mío que he tenido, más que nada como una hermana para mí, ha sido Morgiana. Una amiga de infancia que conozco desde que tengo memoria. Ella fue una fiel compañera mía y muy buena amiga. La he extrañado mucho este último tiempo ya que ella está lejos, ella es de mi ciudad natal. —Miró hacia el suelo, recordándola con cierta nostalgia pero a la vez alegría de que aun estando lejos, sabía que los lazos que los unían eran fuertes y podrían verse de nuevo en algún tiempo no tan lejano.

 —Ah, ya veo. Esta jovencita vendría a ser como tu novia, ¿cierto?

Repentinamente, el muchacho se vio a sí mismo en una boda junto a ella. No, qué horror. No es como si Morgiana no le agradase como mujer. Era muy linda y atractiva, sin embargo, por alguna razón, nunca se había sentido atraído hacia las mujeres. Por más que lo intentaba, Morgiana no le llamaba la atención más allá de la amistad. Al principio, a su corta edad de 16 años se dio cuenta de eso. Y prontamente cayó en cuenta que él en realidad tenía cierta inclinación hacia los hombres. ¿Pero cómo lograría decirle eso a un vecino que apenas conocía? Incluso, mucho peor, ¿A la persona en la que se fijó desde la primera vez en que la vio? Jamás podría decirle algo así.

—No, no lo es... quizá, no es la persona indicada para mí —contestó algo afligido.

 —Oh, bueno, pero debes tener a alguien por ahí. Siempre solemos fijarnos en alguna persona aunque no nos demos cuenta —Miró directamente a los ojos del muchacho y sonrió, volviendo a recordar—. Cuando tenía tu edad, seguí viajando por mi cuenta e hice muchos amigos. También muchos amores. Ya encontrarás a alguien para ti. ¿O ya lo tienes?

El otro se sorprendió ante esa pregunta.

—No lo sé todavía, aun no estoy seguro. —Corrió la vista hacia un lado sonrojado, no podía mirarlo a la cara.

 —Seguro que es una persona muy afortunada si tú te has fijado en ella. Eres un chico muy atractivo, Alibaba —Después de decir eso, se dio cuenta que había sonado raro, pero era algo real. Quizá debería controlarse, aún no conocía del todo a ese chico, y no quería que le empezara a mirar con desconfianza.

Sin embargo, al contrario de lo que creyó Sinbad, el chico se sonrojó ante sus palabras. No lo conocía muy bien todavía, pero lo poco y nada que había logrado deducir, más allá de su apariencia física y su sonrisa radiante, fue su forma de ser. Le agradaba esa compañía tan grata que le brindaba, una especie de calor intenso que hacía que su piel le ardiera de una manera agradable. Se sentía bien a su lado. Por lo menos, se sentía enormemente afortunado de poder hablarle en ese mismo minuto. Sonrió. Se sentía feliz por eso. De que al menos, esa coincidente instancia le haya dado paso a poder acercarse a él de algún modo.

—Eso creo.

 —Disculpa mi atrevimiento, a veces hablo de más sin darme cuenta. No quería incomodarte —Trató de corregirse viendo la cara del otro. Notó que se había avergonzado y lo que menos quería era dejar una mala impresión con su nuevo vecino. Le estaba agradando mucho Alibaba y lo que menos deseaba en ese momento era quedar mal con el muchacho.

—¿Eh? Oh, no. No es eso, para nada. Lo que pasa es que no suelen decirme muy a menudo esa clase de cosas. Y me avergüenza un poco, pero me hace sentir bien de algún modo.

Comenzó a jugar con su cabello por los nervios. Se encogió de hombros por cohibirse y rió algo alterado. Algunas veces le molestaba su evidente nerviosismo, pensaba le hacía ver mal frente a otros, como si estuviera loco. 

 —¿En serio? Qué extraño. Tienes ojos lindos, aunque no eres muy alto, pero creo que todavía tienes tiempo para crecer. Me parece que yo seguí creciendo cuando pasé los veinte años, aunque esa altura tampoco te queda mal —. Apoyó el codo sobre la mesa y recargó el rostro sobre su mano, observando a Alibaba. Quizás estaba siendo un poco atrevido, pero le era interesante el nerviosismo que generaba en el muchacho cada vez que hablaba más. Era un chico muy divertido.

El sonrojo de Alibaba era tan notorio como un tomate maduro. ¿Cómo lograba hacerle sentir tantas emociones a la vez? Esa postura en la que se encontraba ahora le quedaba muy bien. Parecía un modelo profesional. Sus facciones eran suaves y masculinas, bastante llamativas para su gusto. Sumado además con esos halagos que le daba, lo enmudecía.

—G-gracias... —Logró decir. No supo qué otra cosa responder. Intentó con todo su esfuerzo decir algo más. "Vamos, di algo inteligente". Se dijo a sí mismo. —Usted... usted también es bastante atractivo. —Bien, de todas las cosas, se le ocurrió decir algo demasiado atrevido. Ahora que lo tragara la tierra. Tal vez pensaría que era un maldito loco. Pero no perdía nada con decirle, ¿verdad?

 —¿Lo crees? —preguntó, arqueando las cejas, algo sorprendido por el comentario—. Muchos dicen que un abogado con el cabello largo no es muy profesional, pero creo que mi apariencia no influye en mi forma de trabajar. Siempre he usado el cabello así y no lo cambiaría por un par de comentarios sin sentido.

Alibaba se percató del asombro de Sinbad, tal vez no debió haberlo dicho. No quería que pensara mal de él.

—Siento decirle cosas extrañas... pero es lo que yo pienso. Yo también creo que la apariencia no es algo que deba influir en el trabajo. Es decir... mientras seas eficiente en lo que hagas, lo demás no importa. Además... —Dudó en si decirlo o no, pero de igual forma quiso hacerlo. —El cabello largo le... queda bien...

 —¿Te gusta? —Se llevó una mano a su cabello por inercia—. Hace mucho que lo llevo así, estoy muy acostumbrado. No creo que pueda cortármelo. ¿Crees que debería?

—¡No! —Alzó la mano de manera automática y luego se percató de su gesto—. Digo, no. No creo que debiera... se le ve bien así. Además, pienso que es muy valioso para usted tenerlo así.

 —A mi madre le gustaba mi cabello largo, supongo que eso evitar que me lo corte —admitió y luego sonrió nuevamente, mirando a Alibaba. Recibir un alago de ese pequeño muchacho le había alegrado. No era como si fuera una persona poco elogiada, de hecho normalmente recibía comentarios positivos de otras personas, pero ese chico le había dado una alegría especial. Además de que no podía dejar de mirarlo, su atención estaba puesta en cada reacción que el otro tenía. Estaba resultando una tarde muy interesante—. Bien, me lo dejaré así. Te haré caso. 

El joven asintió con la cabeza, sonriente. Se sintió feliz por eso. Al menos, supo en ese momento que Sinbad no se había tomado a mal sus comentarios. Sin embargo, de igual forma debía ser cuidadoso para no decir alguna tontería que dejara en evidencia su condición. Tal vez Sinbad podía ser homofóbico o algo así y tomarse a mal sus palabras. Por ello debía mantenerse al margen de lo que decía.

—Yo no sé si podría dejarme el cabello tan largo —dijo—. Lo he intentado un par de veces, pero siempre termino contándomelo por cualquier motivo. Tal vez no todos estamos para eso. Pero insisto en que a usted le luce bien.

 —Gracias, eres muy amable. —“Qué chico tan agradable” no pudo evitar pensar. Además de joven. Nunca tenía tiempo de compartir con personas así, estaba disfrutando mucho la conversación—. Es cuestión de costumbre. Cuando te empiezas a ver con el cabello largo te acostumbras, aunque yo siempre lo he tenido así. De vez en cuando es tedioso el tener que peinarlo y demás, pero creo que el costo lo vale. De todas formas, creo que a tu persona especial le gustarás así como eres.

—¿U-usted lo cree? —agachó su cabeza, sonrojado. ¿Cuántas veces se sonrojaría en el día por los elogios de Sinbad?

 

—Claro, ella ha de ser muy importante para ti, ¿verdad?

—¿Ella? —preguntó de pronto—. Ah, sí... ella... —repitió, desilusionado. Era evidente que Sinbad imaginaba que él estaba enamorado de una chica.

 —¿Eh? —Arqueó una ceja ante el comentario y expresión de Alibaba—. ¿Tiene algo de malo?

—No es nada... —contestó, decepcionado. Sabía que Sinbad era alguien inalcanzable. Seguro él tenía a alguien en su vida o algo así, una chica apuesta y bonita. Llegar a pensar en si quiera una oportunidad con él era algo tonto. Suspiró, no quería mostrarse patético frente a Sinbad.

 —Anda, dime —Trató de animarlo, sonriéndole para inspirarle confianza. El gesto triste en su rostro lo hizo sentir mal y hacerle surgir la necesidad de ayudarlo—. ¿Tienes algún problema con la chica que te gusta? Cuéntame. Podría ayudarte si me lo permites.

Por un momento Alibaba sintió que se asfixiaba dentro de un estanque lleno de agua ¡¿Explicarle cosas amorosas a la persona que le gustaba, y encima un hombre, un vecino al que acababa de conocer?! Sí, claro. ¿Qué podría decirle? "Hey, lo que pasa es que eres un vecino muy apuesto, me atraes físicamente. Me gustan los hombres y por eso me he fijado en ti. Todos los días te observo desde mi ventana como fiel acosador". No, muy mala idea hablarle sobre eso.

—Es que... es algo complicado —Trató de explicar.

 —Inténtalo. Puedo decir que tengo cierta experiencia en estos temas, podría darte algún consejo. ¿Ella va a tu universidad?

—Eh... yo... —No, mala idea. No podía, definitivamente no podía. ¿Pero qué pasaba si lo intentaba? No, no. Eso no. Definitivamente no. ¿Qué clase de idiota era? Como si fuera posible lograr algo con eso. —N-no, no va... —respondió, titubeante.

 —¿No? —preguntó extrañado, arqueando una ceja, acomodándose en el respaldo de la silla y llevando una mano a su rostro, pensativo —. ¿Entonces de dónde la conoces? Hace poco que vives aquí, así que no creo que conozcas a muchas personas.

—Vive... técnicamente donde yo vivo... pero, sólo la conozco de vista. Creo que es inalcanzable para mí. —No mentía en lo que decía, salvo el género al que se refería. Mientras no diera información más allá de su paradero e identidad, suponía todo estaría bien—. No es algo del cual deba preocuparme. Puede ser a lo que se le dice amor platónico... 

 —No digas eso. No hay nadie inalcanzable, si realmente le quieres, a menos que... ¿Es casada?

Esa pregunta tomó al muchacho desprevenido, ni él mismo lo sabía.

—Puede ser, no lo sé realmente...

 

—¿Nunca han hablado? —Rememoró lo que había dicho el muchacho—. ¿Vive donde tú vives? Significa que puedo conocerle. ¿Quién es? Dime, así podría ayudarte a conocerla tal vez.

El corazón podría salírsele del pecho en cualquier instante si seguía hablando demás. Tarde o temprano lo descubriría. No conocía a nadie en el barrio como para tomar referencia de alguien. Ni siquiera se fijaba en chicas, sino que, en los muchachos del barrio. Pero nunca nadie le había llamado tanto la atención como Sinbad. Un ser tan deslumbrante como las estrellas. Y echar a perder una posible amistad por decirle algo tan extraño como confesarle que se había fijado en él, no estaba dentro de sus prioridades. Tenía que inventar otra cosa para encubrir la verdad.

—Digamos que... sí y no... Además, la he visto poco, ya que, se nota ella vive muy ocupada. No creo que tenga tiempo para fijarse en alguien ahora. Ni siquiera sé si está comprometida...

—¿Dónde vive? Te puedo decir quién es. Conozco a pocas personas, pero creo que puedo identificarla -se tomó un tiempo para pesar si podía adivinar, ya que Alibaba parecía no estar dispuesto a decirle nada-. Sé que hay una mujer aquí enfrente, de cabello rosa, normalmente habla conmigo, pero nunca puedo recordar su nombre... ¿Es ella?

—No, no es ella... no creo que la conozca... —Desvió la mirada, al parecer, estaba comenzando a escasear mentiras que inventarle. —¿Quién demonios era la vecina de cabello rosado? Nunca en su vida la había visto de todas maneras.

 —Descríbemela, así quizá pueda decir si la conozco o no. ¿Cómo es físicamente? ¿Es bella?

—Es bastante atractiva. Tiene un aura radiante, como si vieras el amanecer en ella. Cada vez que la miro, podría derretirme con solo verla. Su cabello es largo y liso, muy bien cuidado y dedicada a lo que hace. Lo que he podido apreciar es que, a pesar de ser una persona ocupada, se preocupa mucho por sus seres queridos... —Estaba al límite. Era como describirlo a él, pero en versión femenina. Sin embargo, no sabía por cuanto tiempo lograría ocultar la verdad-.

—Vaya, parece que estás muy enamorado de esta personas. Sin embargo no recuerdo a una persona así viviendo por aquí, debería haberla visto. Quizá si me dices donde vive pueda estar más seguro. ¿Es de esta cuadra?

—Eh... no estoy muy seguro ya que...  siempre la veo caminando, supongo a trabajar, cuando voy camino a la universidad.

—Entonces yo tendría que haberla visto también, pero no puedo recordar a ninguna mujer así —. Su cabeza daba vueltas en el asunto, sin llegar a ninguna respuesta. Quizá se estaba interesando demasiado en este tema, pero la curiosidad le estaba obligando a seguir adelante. —¿Ni siquiera sabes su nombre?

—No lo recuerdo en este minuto. —Mintió. Estaba algo tenso y nervioso, las manos le sudaban.

 

—Anda, no seas tan tímido. Cuéntame. No tengas vergüenza —Entrecerró los ojos mirando al joven —. Siento que me estás ocultando algo.

—No creo que deba decirle… —dijo, agachando la mirada, mirando hacia el suelo.

—¿Eh? ¿Por qué no? ¿Tiene algo de malo o no confías en mí?

—No es eso... es sólo que es algo complicado entender. —En realidad, le era más lograr explicarlo.

 —Me duele un poco que no confíes en mí, Alibaba. Creí que nos estábamos llevando bien. Pero no te insistiré más si no me quieres contar.

—No es que no confíe en usted —aclaró, un tanto mal por no poder decirle la verdad—. A decir verdad, me da miedo —suspiró pesadamente, cerrando los ojos.

 —¿Miedo? —De nuevo la confusión lo inundó—. ¿Te da miedo lo que yo pueda pensar?

—Sí... —confesó.

 Sinbad guardó silencio un momento para pensar. Caviló sobre esas palabras y las anteriormente dichas. La reacción de Alibaba al preguntarle sobre si le gustaba una chica y la forma de contestar de éste, el miedo de decirle quién era, una vecina. Todas esas cosas lo estaban empezando a llevar hacia un camino distinto del que esperó en un principio. Miró con seriedad al joven delante de él.

—¿Acaso esta mujer que te gusta en realidad es un muchacho?

El chico no supo cómo reaccionar en ese momento. A pesar de que tarde o temprano Sinbad se enteraría de ello debido a su tan mal planeada vía de escape para esconder la verdad, de igual manera lo hacía querer ser partido por un rayo en ese momento. Estaba demasiado avergonzado, tanto, que apretó sus ojos con fuerza y se quedó estático en su sitio. No quería que al vecino a quien al fin había logrado conocer se quedara con una pésima impresión de él. Miró la cara seria de su vecino, aun en el momento más tenso y difícil, se veía maravilloso. ¿Cómo era que a estas alturas aun siguiera pensando cosas estúpidas? Eso le hizo sonrojarse aun más. Con toda la valentía que pudo reunir en ese momento, asintió con la cabeza, esperando esa desaprobación que tanto su padre le había dado desde el comienzo cuando supo sobre su orientación sexual y su posterior quiebre entre su relación padre e hijo.

 El otro no se movió un centímetro ante la confesión silenciosa de esa muchacho. Eso sólo confirmó una débil idea que surgió en su mente. Tenía un fuerte poder deductivo y casi nunca se equivocaba, al igual que ahora. Meditó un segundo y, aún sin cambiar su gesto, miró fijamente a Alibaba.

—¿Soy yo quien te gusta?

El mundo se le derrumbó en un pestañeo. ¿Cómo era posible que en una fracción de segundo pudiese suceder eso? De pronto sintió el aire escasear en sus pulmones. Tal vez porque en un momento dejó de respirar, quien sabe. Pero lo que sí era consciente, era que ahora ya no tenía salvación. Era su fin. Apoyó los codos sobre la mesa y escondió su rostro terriblemente extenuado entre ellos. Era todo, no era posible salirse de esta. Quería ser enterrado vivo y nunca más salir de ese hoyo. El calor inundaba sus mejillas de manera descomunal. Estaba temblando y no hallaba palabras adecuadas para contestarle. Su silencio delator era más que suficiente para darle una respuesta a Sinbad. Él, en su lugar, respiró hondo ante esa confirmación sin palabras. Se sintió culpable al ver al muchacho frente a él tan avergonzado, quizá no había sido bueno llegar tan lejos. Estiró una de sus manos, llegando a tocar el hombro de Alibaba y hablarle con una voz calmada.

—Tranquilo, no tienes por qué ponerte así. No me molestaré contigo.

Alibaba se sentía fatal, pequeño y descubierto; quería morirse ahí mismo. Un día glorioso y a la vez tormentoso. Dos pájaros de un tiro... primero, al poder acercarse al vecino que tanto observaba y le gustaba, para después confesársele. Pero qué desdicha más grande.

—Perdóneme... lo siento... —dijo entre sollozos —. Sé que debe ser desagradable para usted que de pronto una persona del mismo sexo le diga eso... yo no quería decirle... me conformaba  estando cerca suyo. Fui tan feliz cuando por fin pude hablar con usted... estaba dispuesto a mirarlo desde lejos y solo hacer que nada pasaba, yo... ahora... —Continuó llorando. Estaba demasiado asustado, como si hubiese expuesto su más grande secreto. Temía que Sinbad le destinara ese mismo rechazo que su padre le había dado ese último tiempo. Era como repetir aquella desastrosa escena cuando casi lo deshereda. De no ser por la intervención de su madre, él estaría viviendo en la calle.

 Sinbad soltó una leve risita ante las palabras del muchacho, pero se controló, no quería hacerlo sentir más mal de lo que ya estaba.

—¿Por qué habría de parecerme desagradable? No hay nada más bello que dos personas que se aman. No importa si éstos sean del mismo sexo, eso es lo de menos. Eso no es lo que me preocupa. Así que por favor no llores.

Por la vergüenza, Alibaba no era ni capaz de darle la cara. Incluso no podía parar de llorar por más que deseara no hacerlo. Pero esta situación había descarrilado una serie de eventos que habían llevado mucho tiempo enterrados dentro de su mente, quedándose estancado entre sus pensamientos y la realidad donde se encontraba.

—Lo siento... —continuó disculpándose con su voz apenas audible.

El hombre apretó los labios y se rascó la cabeza sin saber qué hacer. No quería ver al muchacho llorar. Realmente estaba muy compungido y eso era su culpa. Qué tonto había sido. Al parecer, Alibaba no escucharía palabras, así que se levantó, dirigiéndose al muchacho. Al estar sentado el otro, tuvo que agacharse un poco y lo abrazó fuerte. No le importaba haberlo conocido a penas ese día, no podía dejar a una persona llorando frente a él y por su culpa. Lo consolaría cuanto fuera necesario.

—Por favor, ya no llores más. Te ves mejor cuando sonríes. Yo no estoy molesto, de verdad.

El calor de Sinbad envolvió cada fibra de su cuerpo, convirtiéndose en una sensación agradable y asfixiante a la vez. Sentir su aroma tan cerca de él y su cuerpo lo volvió loco. El corazón retumbaba en su pecho, pronto a escaparse. ¿Cómo podía ese calor radiante cubrirlo de paz y dolor? Era hermoso, pero también martirizador. Lo quemaba tanto por fuera como por dentro. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía sentir dos emociones tan contradictorias al mismo tiempo?

—¿N-no está molesto? —preguntó, tímido y aun quebrado.

 —Claro que no —contestó mientras se separaba un poco para sonreírle y mostrar que de verdad no estaba enojado para nada. Llevó sus manos a la cara de ese muchacho para limpiarle con suavidad las lágrimas que no dejaban de salirle—. Nunca podría molestarme porque una persona sienta afecto hacia mí, estoy muy alagado. Sólo no me gusta que llores, eso me hace sentir mal, porque creo que te estoy lastimando y eso es algo que no quiero.

Las lágrimas se escurrían por los ojos del joven por sí solas. No podía evitar esa tristeza que punzaba en su pecho. Evidentemente estaba siendo rechazado. ¿Y qué iba a esperar? ¿Una tarjeta de felicitaciones? ¿Un beso y un pasaje al Caribe? Por supuesto que no. Apenas lo conocía y él llegaba y le decía que le gustaba. Se sentía el ser humano más patético que pudo haber pisado esta tierra. Pero al menos supo, dentro de esa sonrisa sincera que Sinbad le mostraba, que de verdad no estaba molesto por eso. De algún modo le hacía feliz que su vecino no se haya mostrado como su padre, pero por el otro, tendría que aceptar que él era sólo alguien a quien jamás podría llegar a su altura. Tomó las manos de Sinbad contra sus mejillas y las sostuvo con firmeza. El otro se sorprendió ante ese gesto, a lo que Alibaba simplemente pidió.

—Por favor... sólo un poco. —El calor de sus manos eran sublimes y suaves, mucho mejor de lo que había imaginado.

Para Sinbad, la acción y esas palabras lo tomaron desprevenido. ¿Qué podía hacer? Ese chico ahí estaba tan destrozado que hacía que el corazón se le estrujara. ¿Qué le estaba rogando? ¿Un poco de qué? ¿Cariño, afecto, qué? No supo interpretarlo. Acercó su cara a la del muchacho y besó su frente, sin estar seguro si eso mejoraría o empeoraría las cosas.

—Cálmate, por favor. Creo que deberíamos hablar de esto.

La calidez de los labios de Sinbad sobre su frente electrocutó a Alibaba en todo su cuerpo. Fue una sensación anómala recorrerle la espina. Un nudo en la garganta sintió, algo que lo ahogaba y le hacía querer hacer algo que no debía. Respiró hondo e intentó controlarse. Se preguntó por un momento por qué lo había hecho. Por lástima, tal vez. Hablar las cosas no era una opción demasiado prestigiosa en la mente de Alibaba. Ya todo estaba hecho, y se mostraba tal cual era. Claro como el agua. No había nada más que decir ni añadir. Ya todo estaba dicho, no faltaba nada. Soltó las manos de Sinbad e intentó respirar con calma. Algunas lágrimas todavía abundaban por sus ojos, pero en menos cantidad que hace unos minutos atrás. No quería pensar, no quería moverse, no quería hace nada.

—¿Hablar de qué? —preguntó mirando hacia el suelo-.

 —De esto, claro —dijo mientras tomaba una silla y se acercaba, para poder sentarse frente a Alibaba. Suspiró tratando de pensar en cómo comenzar esa conversación. Su intensión no era hacer sentir peor a ese muchacho, pero había ciertas cosas que necesitaba confirmar —. ¿Estás seguro de lo que me dices? A lo que me refiero es que no me conoces. Puedo ser lo que no esperas y desilusionarte. Además que te llevo muchos años de diferencia. ¿Eso no te preocupa?

No es que la pregunta no tuviese fundamento para el joven, es que le extrañaba que Sinbad fuese bastante insistente en querer tener todas las respuestas. ¿Por qué lo preguntaba de todas formas? Bueno, ya que todo había sido dicho, no había mucho que perder con contestarle, dio un largo suspiro y prosiguió:

—Lo sé. Podría decirte en cierto modo que fue... algo así como... amor a primera vista. Ya se lo había dicho, una clase de amor platónico. Inalcanzable. Me había fijado en usted desde el primer día en que llegué, un día cuando yo ayudaba a sacar las cosas del camión de mudanzas. Usted salió de su casa y se subió a su auto, supongo que al trabajo —Sus mejillas se pusieron coloradas por la confesión —. Y puede ser verdad, no lo conozco. Pero ahora que se había dado la oportunidad de poder hablar con usted de la noche a la mañana por una simple coincidencia, estaba muy feliz por ello y... no sabía cómo tratar con usted. Y en el tema de la edad, pues... realmente no sé cuántos años tiene. Y aunque lo supiera, consideraría que mis sentimientos son más fuertes que una simple cifra. —Se sobó las manos sudorosas contra la tela de su pantalón.

—Tengo 29 años —Fueron sus palabras. Esperó un segundo para poder proseguir, sin estar seguro de cómo continuar la conversación y hacerle entender a ese muchacho que ese tipo de ilusiones no existen. El amor a primera vista no existe. Recordaba vagamente ese día del que le habló y el camión de mudanza. Estaba muy preocupado por un caso de su trabajo y casi no había prestado atención a nada, pero sí se acordaba de cierto cabello rubio —. Disculpa, pero yo no creo en el amor a primera vista. Como te dije, tengo edad suficiente para saber que esas cosas no existen. El amor se construye con el tiempo y no sólo en un instante. Ese romanticismo es algo irreal. Lamento tener que decirte esto, pero yo no siento algo así de fuerte por ti, ni creo que lo que realmente sientas por mí sea amor. Nosotros apenas nos conocemos.

Algo pareció haberse roto dentro de Alibaba al oír esas duras y frías palabras. Un sentimiento que lo abrumó y lentamente comenzó a estrujarle el pecho. No podía describirlo con claridad, pero sólo podía notar que le dolía. Y es verdad, probablemente lo que Sinbad decía era cierto, por su experiencia y sus años de diferencia, era evidente que su pensamiento iba a diferir del suyo propio. Sin embargo, sus sentimientos eran claros y aquellos eran los únicos innegables en ese aspecto.

— Puede que para usted no lo sea —dijo, tratando de calmar el nudo en la garganta que se le formó por la pena—. Pero para mí sí lo es, ya que este sentimiento de igual forma existe, lo siento aquí. No me puede decir que es irreal, porque usted no lo sabe. No podría decirle a ciencia cierta si es amor o no, pero esto es algo que yo mismo experimento. Por lo tanto, existe. ¿O qué? ¿Acaso lo dice porque no puede verlo? Usted nunca podrá ver nada más que su propia mente. ¿O es que acaso las emociones son irreales ya que son intangibles para usted? El amor se desenvuelve de manera distinta para todas las personas, al igual que el tiempo. Dígame si nunca ha conocido a alguna persona que inspire confianza de buenas a primeras, ¿Necesariamente esa confianza no existe porque a la persona no la conoce? —Intentó contenerse, no quería hablar demás. Pero ser reprochado de esa forma no era algo que encajara en su manera de ser.

—El amor no es lo mismo que la confianza —contradijo—. Cuando conoces a una persona y confías en ella es sólo una simple sensación. Sin embargo, tienes razón en cierto sentido, ya que puede llegar a gustarte alguien que sólo has mirado una vez —Suspiró un poco, rascándose la cabeza. Se estaba yendo por las ramas del tema principal. Tenía que ser directo y acabar con esta situación. Sólo que no sabía qué decir ahora, en esta situación—. Bien. Yo te gusto. Lo puedo entender, ¿qué pretendes que pase ahora que lo sé?

—Pues gustar o no, sigue siendo una percepción personal. Sigue siendo un sentimiento latente y eso no cambiará. Punto —señaló algo parco. Pudo decir algo más, pero no se iba a poner explicar cosas con más detalle, era innecesario —. ¿Pretender? Yo no pretendí nada. Sólo quería que las cosas siguieran su curso. Para mí todo esto es de golpe y ni siquiera espero algo ahora que lo sabe. Al fin y al cabo lo único que me importaba era acercarme a usted.

“Que las cosas siguieran su curso, eh...” Repitió para sí mismo, pensativo. Su cabeza estaba comenzando a pensar una locura y eso no era bueno. El muchacho frente a él ya se veía más calmado, eso le alegró, pero aún parecía muy mortificado con la situación. Le había agradado ese chico, no le pareció una mala persona a simple vista, incluso hablando con él descubrió que era muy agradable. Su apariencia física y su forma de ser parecían ir de la mano, conformando una bella persona; pero eso era otra impresión. Ellos necesitaban conocerse más.

— Bien, Alibaba. ¿Te parece bien si dejamos que esto fluya?

—¿Eh? —preguntó sorprendido. ¿Dejar que qué? ¿Qué persona normal dejaría que las cosas fluyeran? Cualquier persona lo habría mandado a la mierda sin pensarlo dos veces. O bien, lo más común, ser rechazado a la primera para después nunca más saber de él. Sin embargo, esa pregunta sonaba algo sugerente, como alguna clase de "oportunidad" implícita. ¿Qué quiso decir realmente? Quizá lo estaba pensando demasiado, pero aun así... —¿A qué se refiere?

—Yo te he sido sincero, y realmente no siento lo mismo que tú. Pero me agradas —Sonrió a ese muchacho que lo miraba tan sorprendido y expectante. ¿Qué estaba haciendo? Él no era nadie para jugar con los sentimientos de las personas, ni quería infundirle falsas esperanzas. Era sólo un niño a comparación de él, pero había algo que lo impulsaba a considerarlo. La soledad, el verlo tan parecido a él mismo cuando era joven. No sabía. Sólo estaba seguro de que Alibaba le había agradado mucho —. Quizá si empezamos siendo amigos podamos conocernos mejor. Así tú también me conoces. Yo quiero seguir pasando tiempo contigo, si te parece bien. ¿Estás de acuerdo?

El rostro del muchacho pareció palidecer y los labios le temblaron. Prontamente un frío súbito lo invadió. Algo así como una especie de sentimiento de inquietud y desconcierto, pero a la vez de sorpresa y esperanza. Probablemente no por un tema sentimental o romántico, sino que, el sólo hecho de que, aun dada su condición sexual, de igual forma fue aceptado por Sinbad. ¿Ser amigos? ¿En serio? ¿De verdad todo esto estaba sucediendo? No supo por qué, pero sintió una clase de alegría incierta caldear su interior. No se lo esperaba realmente. Con sólo estar cerca de él, a pesar de estar totalmente convencido de que sería imposible llegar a algo más, de igual forma sería feliz. A duras penas, un tanto alocado y nervioso, asintió con la cabeza, sintiendo unas ganas de llorar nuevamente. No por tristeza, sino por alegría de haber sido aceptado tal cual era. Se sobó los párpados, no quería verse tan humillante frente a la persona que tanto admiraba y le gustaba, aun sin saber por qué.

—Quién sabe, quizá hasta termines conquistándome —Volvió a sonreírle al muchacho. Tal vez había sonado un poco en broma, pero no creía que fuera imposible. Quizá debería mencionarle a ese niño que a él le gustaban tanto los hombres como las mujeres, pero lo dejaría para otro momento. Tomó una de las manos de Alibaba y la llevó hasta sus labios. Besó sus nudillos con suavidad y lentitud, levantando la mirada para encontrarse con ese par de ojos llenos de sorpresa y confusión —. Por favor, ya no quiero verte llorar, ¿sí? —susurró, aun con los labios contra la mano del joven.

El otro quedó sin habla, sin aliento, sin nada que le pudiese dar un indicio de reacción rápida. Sólo estaba ahí, inmóvil, mientras el calor reinó todo su rostro y su ser. Una clase de energía que lo electrocutó sin piedad, dándole cuerda a su corazón a latir hasta poder llegar a derretirse. Lo observó, no supo por cuanto tiempo, pudieron haber sido años de haberlo querido. Los ojos de Sinbad le miraban con fijación, con intensidad. Algo vio en esas pupilas que lo obligó a ceder ante él, una clase de luz radiante como su mirada que lo inundó con ese calor suave y a la vez potente.

—Sí... —murmuró, con la voz caída y su respiración bajando con necesidad. No pudo evitar estremecerse ante ese roce, una sensación que lo indujo a vibrar su cuerpo. Era una sensación dolorosamente agradable.

Sinbad se alegró por esa respuesta. Enderezó su cuerpo, pero mantuvo la mano de Alibaba entre las suyas. Debía admitir que verlo le daba una emoción desconocida. Tal vez que sentía en su vida diaria lo había orillado a este tipo de cosas. Pero no era nada malo, ¿cierto? Sólo estaba teniendo una pequeña amistad con ese joven. Una muy especial amistad, si llegaba a ser. En ese momento, sintió un movimiento en la ventana. Las mascotas habían vuelto. Ambos gatitos saltaron por la ventana para entrar a la casa.

—Creo que no vamos a poder separar a esos dos, ¿no te parece?

La cálida temperatura de la mano de Sinbad en la del muchacho le brindaba una clase de paz. Un sentimiento de armonía que lo hizo dejar de estar tenso por un momento. En ese momento se olvidó de todo. La decepción de su padre, la muerte de su madre, el cambio de ciudad, el desconcierto ante lo desconocido, sentirse perdido en algo tan amplio como lo era aquella ciudad, e incluso, sus temores y preocupaciones por su condición sexual. Ese constante qué dirán que se apoderaba de su mente y no lo dejaba vivir con tranquilidad. Probablemente el hecho de haber estado día a día pendiente de esas cosas, y además por la falta de cariño era que estaba más sensible que de costumbre. Quizás necesitaba desahogarse con alguien para sacar todas esas penurias que lo carcomían por dentro. Y Sinbad había sido esa persona que había logrado quitarle parte de ese peso de encima y lo carcomía día a día. La soledad dejó de ser un obstáculo en su vida, ahora que sabía que tenía a una nueva persona dispuesta a estar con él. Apretó la mano de Sinbad, la cual era mucho más grande que la de él. Quizá era atrevido hacerlo, pero lo necesitaba. Apoyó su frente en ella y suavemente dijo.

—Sí. —Se permitió sonreír, con tranquilidad. Miró a los gatos entrar a la casa por la ventana, jugueteando entre ellos. Se veían felices juntos. Soltó unas risillas por la escena. Era divertido y enternecedor.

—Mañana será tu turno de llevar a Aladdin a jugar con Judal, ¿Te parece bien? —Llevó su mano a la cabeza de Alibaba, acariciándolo con cariño y gracia. Quizás era un acto que sólo se hacía con un niño, pero a sus ojos aún seguían siéndolo.

Enseguida, el pequeño gatito azul se acercó a la pierna de Alibaba y se refregó contra ella. Al parecer el felino le tenía mucho afecto. Era una lástima que Judal no pudiera ser así de tierno con Sinbad de vez en cuando y sólo consiguiera rasguños de su parte.

—¿Estás cansado, pequeño? ¿O quieres cariño? —Alibaba se agachó tan pronto sintió el tacto de su gatito. Era realmente adorable. Lo quería tanto como si fuese su propio hijo. Acarició su largo pelaje azul mientras su mascota ronroneaba con agrado. —Sí, me parece bien. —contestó decididamente. Se sentía feliz de que, a pesar de lo sucedido, Sinbad continuó tratándolo como un igual y no como un bicho raro. Se sentía muy cómodo con él y el hecho de poder ir a verlo y ser amigos le parecía muy bien.

—Se nota que te adora —comentó respecto al gato —. Espero que a Judal se le pegue un poco la forma de ser de tu pequeño —. El felino negro lo miró con sus ojos rojos de una forma extraña, como si pudiera comprender lo que decía. Siempre era así. Quizás esta nueva amistad le viniera bien a ambos.

Alibaba rio ante la gracia del gato negro. Era como si viera alguna clase de desafío entre sus miradas

—Cada gato es un mundo —comentó —. Supongo el suyo tiene su propia forma de quererlo...

—En realidad no. Me odia. Siempre sospecho que busca alguna forma de matarme —. Alibaba creyó que estaba bromeando seguramente, pero él hablaba totalmente en serio. —¿Podría acariciar a Aladdin?

Alibaba lo miró con sorpresa ante su comentario, pero luego procedió a responder.

—Claro. —Tomó a Aladdin en brazos y lo acercó a Sinbad—. Le gusta que le hagan cariño, sobre todo detrás de las orejas.

Sinbad tomó al gatito entre sus manos y éste no se molestó, como lo haría su propia mascota. Cuando lo encontró en su cama y lo tomó, un rato atrás, el gatito tampoco se había molestado. Era demasiado bueno. Le acarició el lomo y las orejas, mientras el gato azul ronroneaba bajo su tacto

—Es adorable... —No pudo seguir hablando porque sintió esas malignas garras aferrarse a su pierna. Judal le había clavado las uñas con fervor y, no supo cómo, pero tuvo la sensación de que era por el gatito azul. Llevó una mano a su boca para mantener la compostura y no gritar del dolor, mientras dejaba al minino azul en el piso. Automáticamente, Judal dejó su pierna y corrió hacia Aladdin. Alibaba lo miraba confundido, mientras él se recomponía del repentino ataque—. Te lo dije.

—¿P-pero qué fue eso? —preguntó impresionado por ese repentino ataque del felino. Había visto claramente cómo las garras se enterraban poderosamente en la pierna de su vecino —. Oh, por Dios, ¿se encuentra bien? —. Se inclinó un poco preocupado para divisar algún rastro de heridas. Suponía debió de haber dolido bastante. Ese gato era muy salvaje.

—No te preocupes, ya estoy bien. Judal me tiene acostumbrado a esto —El muchacho se había agachado para averiguar si sus heridas eran profundas. Sólo había dolido un poco, pero esas garras no eran capaz de acabarlo, para desgracia de Judal. Llevó una de sus manos al rostro de Alibaba para que éste levantara la mirada hacia él—. Gracias de todas formas.

No, si Sinbad seguía así, definitivamente estallaría en miles de pedazos antes de alcanzar a decir algo. ¿Cómo un ínfimo roce de él era capaz de acabar con su aliento de un suspiro? Mucho más aun, al lograr contemplar esos profundos ojos color ámbar, tan radiantes y hermosos como los rayos del sol. Tan magnéticos e intensos. Una mirada que destinaba una claridad inexplicable, más allá de su propia belleza. Quedó mudo y aturdido por su semblante unos instantes, pero luego procedió a regresar a la realidad—. D-de nada...

—Bien, creo que ya es hora de irnos —Se levantó de su lugar mirando al gato negro y sintió que casi éste le decía que aún no se quería ir, pero ya era tarde. Ignoró a su problemática mascota, posando su vista en el muchacho frente a él—. Fue divertido estar contigo, Alibaba.

¿Tan rápido había pasado el tiempo? ¿O es que se le había olvidado el mundo en el que vivía? No se había dado cuenta de la hora. De pronto, de lo que era un sol tan brillante como los ojos de Sinbad, ahora era la oscuridad de la noche y la presencia de la luna. Le daba cierta tristeza que Sinbad se fuera, como si nuevamente sintiera esa soledad vacía avecinarse por encima de él, pero nada podría hacer para evitarlo. De todas formas Sinbad era un hombre adulto, muy ocupado y con un millar de responsabilidades de cumplir, a diferencia de él, que sólo era un muchacho joven con más tiempo libre.

—De acuerdo... —Obedeció con cierta pena—. Espero le vaya bien en todo. Nos veremos pronto, pasaré mañana entonces a dejar que Aladdin juegue con Judal. —Le sonrió sinceramente. Profundamente estaba comenzando a sentirse deprimido. Se iba a quedar solo otra vez. Suerte que su gato estuviera con él. De ser por eso, ni siquiera habría podido conocer a Sinbad. Ahora más que nunca, agradecía tenerlo. Sin embargo, tampoco había que estar deprimido. A pesar de todo, por otra parte, se sentía tranquilo. Las cosas habían resultado bien y podrían seguir viéndose de todas formas.

 

—Entonces nos veremos mañana. Vamos, Judal —Agitó la mano mientras se dirigía a la puerta y el gato le siguió. Había sido un día interesante, bastante movido. No la había pasado mal. Por una vez, la travesura de su mascota no había sido algo perjudicial. Se giró al muchacho y le sonrió para despedirse. No pudo evitar hacerlo, pero su mueca había sido la misma que solía poner al coquetear con alguna persona. Las reacciones de Alibaba le divertían mucho y se veía muy adorable al ponerse nervioso. Entrecerró los ojos mientras lo miraba fijamente, y sus labios se amoldaban en una expresión sensual. Incluso su voz parecía salir con esa misma intensión—. Que descanses, Alibaba.

Alibaba podría haber perdido el corazón en esa misma noche. Las estrellas podrían haber desaparecido del cielo, el sol pudiese haberse apagado o la luna podría haberse salido de la órbita, sin embargo, ese fuerte sentimiento seguiría palpitando en su corazón. Continuaría recorriendo sus venas, y ahora, más que nunca, lo quemaría por dentro. Esa mirada en Sinbad explicó todo. Algo que hasta él mismo logró comprender. Una nueva oportunidad. Recóndita y misteriosa, pero sugerente y quizá algo osada. No importaba de todas maneras. Dejaría que las cosas siguieran su rumbo, a ver qué sorpresa le deparaba el futuro.

Notas finales:

Esta historia consta de dos partes. La segunda será publicada próximamente. Gracias a los que leyeron.

Saludos.


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