Hace algún tiempo, cuando solo era un muchacho, conocí a la persona más hermosa en toda mi vida. Su belleza rivalizaba con su fuerza y valentía. La persona de la que te hablo, por muy extrañas y graciosas circunstancias, fue en ese entonces mi prometido.
Sí, ahora te preguntaras si no me he equivocado al escoger mis palabras, pero no, mi hermoso prometido era eso: un chico. Es curioso que ahora cuando evoco a sus recuerdos, me dé cuenta de lo tonto que fui, y claramente la palabra preferida para usar conmigo fue y sigue siendo la adecuada para mi persona.
Un debilucho. La verdad, a pesar de los años y con todo lo ocurrido en mi vida, aun sienta que esa palabra me calza a la perfección. Tú mismo me has dicho eso cuando nos conocimos, ¿verdad? Pero bueno, te estaba contando sobre él.
El mundo donde él pertenecía es completamente diferente al nuestro. No, de nuevo, no bromeo, él es de otro mundo, donde las princesas y dragones aún existen, donde la magia reina. Sé que te ha de parecer absurdo mi relato, pero es verdad. Tanto como es mi amor sincero por aquel príncipe caprichoso.
Justo antes de regresar a mi hogar, la tierra, él y yo decidimos dar un último paseo por las hermosas praderas de aquel mundo. Desgraciadamente, ni él ni yo sabíamos que sería la última vez. Pensábamos inocentemente, que las cosas dichas por Shinou solo eran bromas de mal gusto de parte del ex monarca, pero no fue así.
Descansábamos cerca de un gran árbol, él parecía meditar mientras contemplaba el cielo, como si de una forma u otra supiera lo que iba a ocurrir, o al menos lo presentía. Yo no dije nada, me limité a mirarlo, a grabar en mi retina cada pequeño detalle, por minúsculo que fuera, de él. Cada día me era imposible no mirarle, y cada día sentía esa necesidad de besarle, pero como te dije antes, fui y aun soy solo un henachoko.
— ¿Sabes? —Comenzó a hablar para mi sorpresa— Si llegas a partir para no regresar, de una u otra manera, yo iría contigo.
—Pero yo no me iré. —Le respondí con una media sonrisa, porque la realidad era que yo temía eso tanto como él.
—Incluso si no me amas y eso signifique permanecer contigo como tu amigo, aun así, yo iría por ti.
— ¿Y si me dejaras de amar? —Pregunté con temor— ¿no te arrepentirías después?
Fue entonces que su mirada esmeralda se cruzó con la mía por primera vez desde que comenzamos a hablar. Él sonrió, su sonrisa era tan cálida y te transmitía tanto…
Entonces dijo algo que hasta el día de hoy las llevo grabada a fuego en mi memoria.
—No importa cuánto tiempo pase, ni cuantas veces reencarne, ni si debo esperar una eternidad para verte Yuuri; yo te esperare por siempre. Te amo, y eso no cambiara jamás. Incluso si llegas a odiarme, te amare, si solo eres un amigo, aun así, sin importarme el dolor de mi alma, te seguiré amando. Debe sonarte algo tonto decir todo esto pero… es lo que yo creo y siento.
Bueno, ¿cómo no besarle torpemente después de aquel discurso? Él se sorprendió tanto que terminamos con los labios mordidos y un buen golpe en la frente. Y mientras él me miraba molesto y todo sonrojado, yo solo reía nerviosamente, tratando de explicarle a ese chico tan hermoso porque nuestro primer beso fue tan accidentado.
Lo bese una segunda vez en nuestra habitación, una vez más en el cuarto de baño mientras recorría tímidamente su cuerpo y le bese una vez más —para sorpresa de los presentes—, antes de partir.
Fue entonces, cuando traté de regresar que tristemente me di cuenta de la realidad: Jamás regresaría… con él.
— ¿Y qué paso entonces? —preguntó curioso mi interlocutor.
—Nada—respondí con una sonrisa—. Al principio, cuando me di cuenta de todo, una furia sin precedentes de apodero de mí. Creí que solo fue un peón más en el juego de aquel ex rey, que sin importar todo lo que yo hice, fue importante para él y por esa razón me alejó de él.
Estaba tan enfurecido que golpeé a mi mejor amigo, a quien culpe por muchos años de mis desgracias. Me desquite con todo el mundo. Y cada día era insoportable. No escucharle, no sentir una vez más sus labios contra los míos y no mirar nuevamente esa sonrisa que solo era dedicada a mí.
Recurrí a todo, y nada dio resultado. Pero cuando habían pasado ya dos años y yo ya estaba por cumplir los diecinueve fue que me enteré de algo que me rompió por completo cualquier esperanza y cualquier razón para vivir: Unos días después de mi partida, él desapareció.
Aquel conocido como el Maou de la tierra lo supo desde el inicio y jamás dijo nada por temor a mi reacción, sin embargo, cuando lo encontraron, decidió que lo mejor era que me enterara.
— ¿Él llegó por ti? —preguntó inocentemente el muchachito sentado a mi lado.
Miré al cielo y traté de controlar el llanto para poder continuar.
—Murió—dije al fin—.
El chiquillo parecía a punto de llorar y yo no sabía qué hacer para evitar aquello.
—No deberías de llorar—le dije— por alguien a quien no conoces.
Sus ojos cristalinos me miraron con infinito dolor y, mientras dejaba salir una lágrima tras otra dijo: —Pero tú dijiste…que…que era una historia con un final feliz. Y tú no eres feliz porque él no está. Si murió, ¿cómo puede ser una historia feliz?
Tenía razón, pero no en todo.
—Bueno, es que la historia aún no termina.
— ¿Y qué paso entonces? ¿Él realmente no murió? —preguntó esperanzado.
Sonreí antes de continuar relatando.
—Sí, si murió. —Respondí con una infinita tristeza en mi voz, cosa que solo hizo llorar al pequeño. —Y mi vida cambió por completo. Tu dijiste que cada vez que me veías parecía un sujeto terrorífico y sin amigos. La verdad es que sí. Las personas cada día se iban alejando de mí, y para mí era lo mejor.
Incluso me llegue a molestar tanto con mi madre cuando dijo que debería dejar el pasado atrás. Sé que ella no se refería a que debía olvidarlo, pero lo sentí así. ¿Cómo podría olvidarlo? ¿Cómo olvidar a la persona que más me ha amado en el mundo? Simplemente era imposible. Sin embargo, cada día cuando sentía que no podía más, sentía de una u otra manera su presencia.
Como si de verdad él hubiera llegado conmigo.
Detuve mi relato al darme cuenta que el chico me veía detenidamente con tristeza.
— ¿Pasa algo? —Él solo negó. —Puedes decírmelo. —Sonreí.
—Es que…es que usted me gusta. —Me dijo entre hipidos—Pero yo… yo jamás seré como esa persona. ¡Usted aun lo ama!
Vi como escondió su cabellera rubia entre sus piernas y seguía sollozando.
—Sí—contesté—, aun lo amo, pero ¿sabes algo? Hace unos días, cuando sentí que mi vida al cumplir treinta años no valía para nada, y que las únicas personas que me han querido se han alejado de mí, llegó un niño demasiado encantador, con un carácter demasiado maduro y a la vez, todo un príncipe caprichoso. Tomó mi mano y me dijo que no llorará, que todo saldría bien. Creo que si he esperado un largo tiempo ya, puedo esperar un poco más.
Me miró algo confundido y yo solo le sonreí.
—Te amo Wólfram. —El pequeño rubio alzó su cabeza sorprendido de mis palabras. —Y no importa cuánto tiempo pase, ni cuantas veces renazcas, yo te encontraré y te seguiré amando justo como la primera vez.
Hubo algo en su mirada que parecía estar asustado de mis palabras, pero, sonrió.
—Eres un henachoko.
Asentí. La verdad lo era, por suerte, él siempre estará ahí para cuidar de mí.
I´ll always love you.