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¿Esto es amor? por girlutena

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Notas del capitulo:

Bueeeeno!!! *-*

otro capitulo jeje *-*!!!

 

si desean pueden leer escuchando a Ane Brun - Rubber and Soul 

  https://www.youtube.com/watch?v=7zQub4V_Ts4

Si creo que...es una cancion muy triste, pero valio la pena, me ayudo a escribir este capitulo

espero que les guste *-* 

 

 

 

 

 

Habían pasado casi una hora desde que Yokosawa fue internado en emergencia, donde ningún enfermero les decia nada, esperando al doctor que atendía el parto, pero este tampoco salía y en todo ese tiempo Kirishima tan solo se mantenía de pie, dando vueltas en círculos en todo el pasillo, recordando las imágenes del trágico parto de su esposa.

 

Shon se acercó lentamente con dos vasos llenos de un líquido negro, dejando que el aroma al café amargo se expandiera como pólvora en todo el lugar.

Kirishima dejó caer su cuerpo como peso muerto en la silla metálica, recibiendo con una sonrisa cansada en su adormecido rostro, cubrió su rostro con una de sus manos, intentando despejarse con el líquido amargo, sintiéndolo recorrer por su garganta.

 

Después de mantenerse en silencio, la puerta de emergencia se abrió, dejando que los zapatos del galeno se escucharan retumbar por todo el pasillo.

Kirishima se puso de pie tan rápido como lo hizo Maito, esperando que el doctor se acercara a ellos, manteniendo una mirada indescifrable.

 

-¿¡Cómo están doctor!? –El doctor se pudo dar cuenta de lo exaltado que se encontraba el castaño. El medico empezó a mostrar una leve sonrisa, dejando que los varones pudieran respirar mucho mejor.

 

-El parto duro un poco más de lo esperado, tuvimos que proceder a hacer una cesaría, en estos momentos Yokosawa-san está descansando. Y el bebé nació saludable, como se esperaba, en estos momentos lo están pasando a la incubadora.

 

-¿Podemos verlos?

 

-Ahora estamos pasando a Yokosawa a una habitación, pueden ir a ver al bebé en la sala de incubación. Nuevamente, felicidades.

 

Maito coloco suavemente su mano sobre el hombre del castaño, mostrándole una suave sonrisa, intentando transmitirle su seguridad y su calma. Kirishima le devolvió otra sonrisa, sintiéndose cada vez más abatido, pero no tardó en recibir el fuerte abrazo del único doncel.

 

El sol ya había empezado a ocultarse, dejando que el la suave luz iluminara la habitación tan blanca, se podía escuchar el sonido del cardiógrafo, con pasos suaves y calmados se acercó hasta la camilla donde descansaba el doncel.

Sus cabellos azabaches se encontraban desordenados sobre la almohada, su rostro pálido, había recobrado un poco de color, dejando notar sus mejillas suavemente sonrosadas, mientras que su respiración era suave y calmada.

 

Se sentó en una de las sillas metálicas, dándose el valor suficiente para acariciar los sedosos cabellos azabaches, para acariciar suavemente su frente, sus mejillas, sus labios, empezando a sentir como su corazón empezaba a dolerle dentro del pecho, intento retener todos los recuerdos, todas las imágenes, todos esos gritos.

 

Había empezado a sentir demasiada nostalgia y miedo, recordando el día en que su ex esposa dio a luz a Hiyori. Las mismas imágenes que se repetían en sus sueños, se le vinieron a la mente. Ella apretando con fuerza su mano para que la niña saliera de su lugar de seguridad, sonriendo con lágrimas en sus ojos, aceptó a la niña en sus brazos besándole una pequeña mata de cabello castaño y sonriéndole a él.

Sintió como su cuerpo caía hasta una silla de metal, aún sin soltar la mano del moreno, cubrió su rostro en el pecho del menor, intentando retener sus lágrimas, pero todo fue en vano.

No quería pensar que todos esos meses lejos del moreno y de su hijo hubiese creado una gruesa brecha entre su amor, sin darse cuenta hizo más fuerte el agarre, de su mano contra la delicada tela que cubría el cuerpo del moreno.

 

Se podía moverse, sentía todo su cuerpo cansado, quiso abrir los ojos, pero lo único que pudo hacer, fue quedarse quieto y escuchar unos suaves murmullos, que poco a poco se iban siendo más audibles, ya no sentía dolor, ya no sentía miedo, era como si todo lo que llevaba sobre sus hombros hubiese desaparecido.

 

Como flashes fotográficos, recordó su embarazo, su vientre hinchado, sin percibir el momento en el que le vino a la mente el rostro del varón, del que estuvo enamorado desde su época universitaria, donde él casi dio toda su vida por su mejor amigo y su amor no correspondido, cayendo en la depresión y en una rutina que poco a poco iba consumiéndolo. Recordó haber llorado en silencio y escondido en su habitación, volviéndose un doncel amargado y huraño.

 

Intentó que sus sentidos volvieran en sí, pero lo único que consiguió fue escuchar un suave murmullo, y como si todo se despertara nuevamente, como si sus sentimientos muertes, volviesen a revivir, la imagen de aquel varón que sin proponérselo le vino a la mente.  Recordó sus ojos color miel, al igual que esos cabellos castaños y aquella sonrisa, una sonrisa arrogante, aquella noche en la que se entregó al varón, aún estaba demasiada fresca, sus caricias, sus manos, sus besos, su voz, todo en él provocaba una especie de estremecimiento.

 

Aún lo amaba y sabía que era un tonto por negar todo eso.

 

-Te amo, hija. –Fue lo único que escucho de aquel varón, aquella voz que sonaba tan cansada, pero aun así llegaba a estremecerle.

 

 

Poco a poco fue abriendo sus ojos oscuros, viendo el techo tan blanco de aquella habitación, sintiendo la suave tela sobre su cuerpo, la suave luz del atardecer se podía reflejar en la ventana abierta, el sonido de los pequeños animales le hacía sentir demasiado relajado.

Sus ojos de un color azul oscuro se fijaron en la espalda ancha del varón que yacía de pie, sin verlo, quiso alzar su mano y acariciarlo, quiso decir su nombre, quiso llorar, quiso gritarle, quería besarlo, quería ser amado.

 

Sin darse cuenta fue soltando una pequeña lágrima por su mejilla, cuando vio aquellos ojos que tanto lo habían enamorado, se veían ahora opacos, su hermoso rostro lleno de ojeras y de aquel hombre arrogante ya no había nada.

 

Kirishima se aceró lentamente a él, acariciando suavemente su fría mejilla, sonriéndole suavemente, mientras que el varón cerraba lentamente sus ojos, sintiendo como sus lágrimas deseaban salir, las del doncel salían sin ser notadas por su dueño.

 

Tan solo un beso, un pequeño y casto beso, que Zen intento transmitirle todo su perdón, todo su amor, el moreno vio como el varón caía de rodillas, cubriendo su rostro en las sábanas, llorando todo lo que llevaba en su interior, dejando salir todo su miedo, todo lo que había ocultado por mucho tiempo, por muchos años.

Pero el llanto del varón aumento, cuando sintió la suave y cálida caricia, que le podía dar la mano del doncel acariciando su cabeza.

 

-Perdóname… Onegai, perdóname. Estuve tanto tiempo cegado que cuando tuve el amor frente a mí… no pude darme cuenta de nada. –El doncel tuvo que prestar atención a las palabras entrecortadas del castaño, sintió como la mano de Kirishima había atrapado las suyas, sin permitirle limpiar sus lágrimas.

 

Pasó delicadamente sus dedos sobre la mojada mejilla del castaño, secando sus lágrimas derramadas, sintiendo como su corazón empezaba a perdonar, él necesitaba ser curado y la única persona que podía hacerlo, era aquella que estaba de rodillas al frente suyo.

Alzó suavemente el rostro del mayor y sin percibir el dolor en su vientre le dio un pequeño beso, sintiéndolo salado por el conjunto de lágrimas que ahora también escapaban de sus cuencas oscuras.

 

Kirishima había colocado su cabeza sobre el pecho del doncel, pasando sus brazos alrededor del menor, con miedo de que todo aquello fuera tan solo un sueño, empezando a sentirse sumamente tranquilo y relajado al sentir las suaves caricias sobre sus cabellos.

Escucharon como la puerta se abrió suavemente, haciendo que la pareja se separara, pero el varón no soltó la mano del menor.

 

La silueta de la enfermera se dejó ver, traía consigo una pequeña cuna de cristal, dejando ver al pequeño que se removía dentro de ella, buscando el calor de su madre.

-Felicidades Yokosawa-san. Tiene un hijo muy hermoso. –El moreno no tuvo que pedir, rápidamente la enfermera depósito suavemente al pequeño que ya había empezado a hacer suaves gemidos, pero calmándose rápidamente al escuchar los suaves latidos del corazónde su madre. –Debe darle de comer. ¿Necesita ayuda? –La enfermera colocó suavemente al niño sobre el pecho desnudo del doncel, para salir rápida y silenciosamente de la habitación.

 

El pequeño niño se había quedado quietecito, escuchando los suaves latidos de su madre, sintiendo sus cálidas caricias sobre su pequeño cuerpecito.

El pequeño prendió su pequeña boquita sobre el pezón del doncel, empezando a succionar su primera comida de su vida.

Kirishima se había quedado en silencio, viendo de cerca aquella hermosa escena de madre e hijo, que presenciaba por primera vez. Sonrió suavemente al ver los cabellos azabaches de su hijo y como con sus pequeñas manitos intentaba agarrar el pecho de su doncel.

 

-¿Te duele mucho? –La voz del castaño sonó tan suave y calmada, que se le hacía mentira todo los meses que había pasado escondido de él. Negó lentamente, mostrando una sonrisa en su rostro.

 

 

El pequeño pelinegro se había quedado sumamente quieto, succionando suavemente el pezón del doncel, recibiendo los suaves murmullos de su papi.

Kirishima se había quedado sin respiración viendo embelesado como su doncel daba de comer a su pequeño hijo.

 

La puerta se abrió lentamente dejando ver a Maito seguido de Shon, mostrando unas sonrisas en sus rostros, trayendo en sus manos llenas de globos, de colores, peluches.

 

-¿Cómo está mi pequeño y hermoso sobrinito? –El peli plateado se acercó lentamente hasta la camilla para ver al pequeño durmiendo plácidamente, siendo acunado protectoramente por los brazos del doncel. El moreno le dio el pequeño a los brazos de su amigo, viéndole sonreír.

 

-Es igualito a Yoko-san. –Shon se acercó emocionado hasta su novio, acariciando los pequeños cabellos azabaches, sonriendo enternecido al ver al pequeño hacer un gracioso puchero con sus pequeños labios. – ¿Ya tiene nombre?

 

-Yurishi. –El moreno sonrió suavemente al ver a su pequeño niño en brazos de su amigo, para luego voltear su rostro y ver al castaño, sonriéndole suavemente.

 

Maito se acercó al castaño para poder entregarle al pequeño niño al padre, dejando que sus ojos color miel se iluminaran al ver a su pequeño niño en sus brazos, viendo como el pequeño abría lentamente sus ojos, mostrando su grandes ojos de color azul, muy parecido a su doncel, pero estos eran un poco más claros. El castaño acarició la pequeña cabecita de su hijo, el pequeño levanto su pequeño bracito, abriendo su manito agarrando el dedo de su padre, mostrándole su pequeña sonrisa desdentada.

 

El peli plateado se acercó al doncel, junto a su novio, para acariciar los cabellos azabaches. –Vendremos mañana. –El doncel asintió suavemente, recibiendo el abrazó cálido de Shon.

 

-¿Cómo esta Hiyo? –Él quien había estado en su propio mundo, con su pequeño en brazos, no se había dado cuenta que se habían quedado solos, nuevamente. Se acercó despacio, hasta volver a sentarse en la silla metálica, viendo a su pequeño dormir plácidamente.

 

-Ella está emocionada. No puede esperar a venir a conocerlo. –El menor tan solo se había quedado, viendo como los ojos del varón volvían a mostrar ese hermoso brillo.

 

-¿Piensas… piensan quedarse? –Los ojos color miel del mayor le dedicaron una tensa mirada, como si intentara percibir algo de más.

 

-Pues… -Pero no pudo decir nada más ya que llego la misma enfermera para llevarse al pequeño, cuando el sol se ocultó, Kirishima salió de la habitación dejando al moreno durmiendo, después de que la enfermera se llevara al bebé a los cuneros.

 

Había regresado a la habitación del hotel, para terminar tumbándose sobre la cama, colocó su brazo sobre su rostro, dejando que las lágrimas se resbalaran por sus mejillas, sintiendo un nudo en su pecho, sintiendo demasiadas emociones colarse por todo su cuerpo, sintiéndose cansado y frustrado.

 

 

Habían pasado dos días desde que había dado a luz, a su pequeño retoño, no podía despegar su mirada de aquellos ojos tan grandes y vivaces, sintiéndose feliz al verlo sonreírle.

Yokosawa tenía a su pequeño en brazos cuando la puerta de la habitación se abrió rápidamente, los ojos del moreno se posaron sobre el cuerpo de la pequeña niña que ingresó rápidamente a la habitación.

Sin poder evitar sentir una extraña sensación, sonrió abiertamente al ver los castaños ojos de la pequeña que no dudo en trepar a la camilla, para darle un fuerte abrazo y un sonoro beso en su mejilla.

 

-Onii-chan, te extrañe mucho. –La niña se dejó acurrucar en los brazos del doncel, viendo con sus ojos al pequeño que le miraba detenidamente. –Es hermoso. –Llevo un dedo, dejando que el pequeño lo tomara para apretarlo suavemente entre su pequeña manito.

 

-¿Quieres cargarlo? –Los ojos de la niña empezaron a brillar, asintiendo emocionada, sintiendo el pequeño y cálido cuerpecito del bebe sobre sus brazos, llevo con cuidado su mano, para apoyarla debajo de la cabeza del morenito, empezando a mostrar una hermosa sonrisa.

 

El pequeño empezó a arrugar su ceño, dejando escapar un gracioso puchero, la niña le entregó el bebé al doncel, viendo como este arrullaba suavemente a su hermanito.

Poco a poco, sin darse cuenta mostró una triste sonrisa, imaginando una familia que nunca tuvo, una madre que nunca conoció, unas caricias que nunca recibió, hasta que al final encontró a alguien, a alguien que deseaba en su vida, esta persona era alejada.

 

-¿Qué pasa, Hiyo-chan?

 

-Onii-chan, yo soy mala. –El doncel se estremeció al escuchar el quejido de la pequeña, vio como la menor llevaba sus manos para cubrir su rostro lloroso, llevo delicadamente su mano para acariciar su mejilla.

 

-¿Por qué dices eso, mi amor?

 

-Soy egoísta, porque yo también quiero sentir lo que siente mi hermanito. Yo quiero sentir las caricias de una madre. –El doncel sintió un nudo en su pecho, sintiendo como sus ojos volvían a crear lágrimas, atrajo suavemente a la niña, hacia su pecho, acariciando suavemente su espalda, para repartir suaves besos en sus cabellos castaños.

 

-Talvez tu no seas mi oka-san, pero quiero que seas mi papi. –La voz de la niña sonó tan dolida y entrecortada, siendo distorsionada por la tela de la ropa del moreno, mientras que sus manos lo apresaban fuertemente.

Sin saber que detrás de la puerta, el varón les estaba oyendo, cubriendo su rostro desbastado contra su brazo.

 

 

Hiyo había salido detrás de la enfermera, cuando había llegado para llevar al pequeño a los cuneros, dejando al doncel sumido en sus pensamientos.

Había cerrado lentamente sus ojos, escuchando como la puerta era abierta suavemente, dejando que la habitación se llenara de ese aroma tan varonil, tan excitante, tan de él. Escuchó como sus pasos se detenían suavemente y él abrió lentamente sus ojos, viéndolo de pie, al costado suyo, con la mirada gacha.

 

-¿Tenemos que hablar? –Su voz había sonado sumamente calmada, viendo como la cabeza del mayor asentía lentamente, viendo sus hombros algo tenso del mayor, suavemente se acomodó mejor en la camilla, viendo como el castaño se sentaba en la silla metálica.

 

-Yo sé que es tarde, pero yo… -El castaño se detuvo al sentir los finos dedos del doncel sobre sus labios.

 

-Sé que lo lamentas, estos días, he estado intentado evitarte, igual como he estado haciendo todos estos meses, intentando olvidarte; pero me he dado cuenta que no puedo, te amo… los amo demasiado, pero; tampoco puedo volver.

He hecho grandes amigos, tengo un trabajo que me gusta y una casa que me encanta, yo aún te amo, pero no puedo obligarte a dejar todo por mí. –El menor había mantenido su voz tan calmada, pero solo Kirishima podía notar su nerviosismo.

 

-Tú no podrías obligarme a nada, Yokosawa, sin darme cuenta caí rendido a ti, todo este tiempo que pase buscándote, casi me volví loco, te necesitaba, te necesito, te necesitamos. Y si es necesario dejar todo nuestro pasado atrás, para tener una familia con la que todos soñamos, estoy dispuesto a dejar todo atrás.

 

-Pero… Hiyo.

 

-Hiyo te ama, Hiyo quiere que seas su oto-chan, quiere tener la familia que le arrebataron cuando nació y yo te necesito para poder seguir cuerdo, no me importa si tengo que conseguir un nuevo trabajo.

 

El moren cerró lentamente sus ojos al sentir la cálida caricia de la mano del varón sobre su mejilla, dejando que sus lágrimas salieran, sintiendo rápidamente los fuertes brazos del castaño, rodeando su cuerpo, sintiéndolo estremecer, escuchando sus suaves sollozos, sintiendo sus suaves caricias.

Terminó por quedarse dormido entre sus brazos, se aferró fuertemente a aquellos brazos, a aquel aroma, durmiendo tranquilamente, sin ninguna pesadilla, sin ningún sueño, tan solo durmiendo tranquilamente.

 

Kirishima se había quedado acostado en la camilla, abrazando fuertemente al doncel, besando sus cabellos azabaches, escuchándole respirar suavemente, cerró lentamente sus ojos, sonriendo levemente, recordando la cálida sonrisa de su esposa.

De aquella mujer que una vez amó y la muerte se la arrebató, sonrió tristemente al recordar sus últimas palabras, antes de cerrar sus ojos.

Sé feliz

Notas finales:

T_T y que les parecio??? *-*???? T_T

 

espero sus reviews!!!!! *-*


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