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¿Esto es amor? por girlutena

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Notas del capitulo:

u.u Kirishima puede ser un poco borde >..<...pero es buena gente u.u

El pelinegro ingresó a su pequeño departamento, siendo recibido por un maullido, un gato de color negro, al igual que él, se arrodillo para cargarlo en sus brazos, acariciándole su pequeña cabeza, por detrás de sus orejas.


Coloco el plato con el alimento del animal, mientras él abría la comida que había comprado en la tienda de 24 horas.


El silencio invadía su desolada vida, pensaba que no necesitaba nada más que todo aquello, lo sabía, no quería nada de ello, enterró su rostro, nuevamente frustrado entre sus manos y tan solo esa noche, se dijo, Tan solo esta noche se dejaría caer, mañana lo olvidaría.


 


La niña entró como un tornado al departamento donde vivía con su padre, sin decir nada, dejó la caja de dulces sobre la mesa, que le había comprado su padre, y se quedó ahí, de pie mirando la nada, sus ojos empezaron a moverse inconscientes, hasta llegar a un pequeño altar, con una foto de una bella mujer. Caminó despacio dejándose caer de rodillas, acaricio con delicadeza la pequeña foto sin notar que su padre se hallaba detrás de ella.


El varón se apoyo en el umbral de puerta, mientras que con una mirada entristecida veía la escena de su hija, la imagen de su esposa sonriendole, le llegó como un flash en su cerebro, para luego ser borradas por las lágrimas de aquel doncel.


 


-No puedo extrañar algo que nunca tuve, papá. -Aquel hombre no podía negar que le dolía ver como su pequeña niña, se encargaba de todo, madurando antes de tiempo. -No necesito a una nueva madre.


-Hiyo, solo deseo lo mejor para ti.


-Pero de qué te sirve casarte con alguien a quien no amas y no vas a amar. -El hombre suspiro abatido, sabía que su hija se había encaprichado y cuando ella no quería algo, no lo quería y punto.


-Sabes que, dejemos ese tema por ahora. ¿Qué te parece si vemos una película? -La niña sonrió dejando que sus ojos brillaran por si solos, sintiéndose culpable por no ponerle un límite.


 


 


 


La mañana había llegado y con ella, el invierno se hacía presente, la primera nevada empezaba calando los corazones de los infelices.


Las personas saliendo a sus trabajos con más prisa de la necesaria, los niños abrigados hasta el último cabello de sus cabezas.


Aún era temprano para que el metro empezara a llenarse lo suficiente, llegó hasta el final de la fila, sentándose en unos de los puestos vacíos, apoyo su cabeza en la ventana, dejando que sus ojos carbones se perdieron en los enormes edificios y en las pequeñas personas que se encontraban en el suelo, una mujer mayor se sentó a su lado, no pudo evitar ver sus manos envejecidas y desnudas, quitándose sus guantes se los dio, recibiendo una sonrisa triste por parte de la anciana, cerró sus ojos pensando en que aquel invierno había empezado con demasiada fuerza.


 


La voz del locutor sonó alto y fuerte, indicando que su estación ya había llegado, se puso de pie y salió del sótano, dejando que el helado viento chocara contra su rostro.


 


-¡Hiyo, ya me voy!


-¡Trabaja duro, to-san! -La niña se trepo en los brazos de su padre, dándole un fuerte beso en su mejilla.


-Tú también, mi niña.


-¿Llegaras temprano hoy?


-Haré lo que pueda, en todo caso, si algo pasa llamare a tus abuelos. -La niña afirmo con su cabeza, despidiendo a su padre con la mano, ingreso a su casa para también vestirse para su última semana de clases.


 


 


Dio un fuerte suspiro ingresando al elevador, tan solo tenía que pasar su asistencia y rápidamente pondría de excusa de que tendría que ir a hacerle seguimiento a las ventas.


Tuvo suerte de llegar antes que él, no, antes que ellos, encontrándose con sus dos ayudantes, escuchó como era saludado abiertamente, mientras que él tan solo les mostro una delgada sonrisa, para luego seguir hasta su sitio.


 


-Disculpe Yokosawa-san. Las ventas del manga se están vendiendo muy bien.


-Sí. Hemmi, ya regreso. Iré a darles seguimiento. -Aquel joven varón le vio salir con dirección al elevador pero tampoco dijo nada.


 


El moderno elevador se empezaba a demorar en subir, necesitaba salir de ahí antes de verlos, no pensaba poder aguantar ni un segundo más ahí de pie.


Las puertas se abrieron y por un segundo pensó que iba a hacer aplastado por todos ellos, pudo reconocerlo, con sus cabellos azabaches, se escondió por detrás del muro y prefirió bajar las escaleras, sin importarle que se encontraba en el noveno piso.


Su corazón dolía, había pasado casi toda su vida a lado de aquel varón, amándolo, amándolo por él, por los dos, pero al parecer aquel amor no era el mismo.


 


-Kirishima-san. Buenos días. -El castaño regreso a su mundo, después de que la puerta del ascensor se cerrara, escuchó la voz de aquel personaje, al costado se podía ver a un joven doncel, algo abochornado, talvez por el calor de aquel pequeño lugar, pero viéndose tan enamorados.


 


-Buenos días Takano-san. -Tan solo sonrió para complacer a sus trabajadores, sintiéndose algo extraño al saludar a la pareja.


-Quiero presentarle a nuestro nuevo editor, Onodera Ritsu.


 


El mayor soltó una sonrisa varonil, haciendo sonrojar al menor, las puertas del ascensor se abrieron unos minutos, dejando bajar a los trabajadores, haciendo que su clara mirada se posara sobre un cuerpo que él recordaba, sin querer, muy bien. De pronto, sin siquiera notar su presencia se alejó de su campo de visión, Sin querer darle importancia siguió hasta su piso.


 


-Kirishima-san, el reporte del manga Ka-san ya está listo ¿Puede revisarlo, para luego bajarlo a edición? -El castaño acepto el cd con una sonrisa, mostrando su anillo de compromiso, ya que sabía que muchas mujeres así como donceles, intentaban llevárselo al altar.


 


-Ya regreso, iré a entregarlo. -No dijo nada, sabía que era extraño que fuera él, el que hiciera eso, pero quería estar seguro de haberlo visto.


Sus subordinados se quedaron extrañados, al verlo ir al piso de abajo, ya que mayormente lo mandaban por fax o algún mandaban a algún  encargado


 


-Kirishima-san. -Takano recibió el cd en sus manos y Kirishima se dio cuenta del gesto de dolencia que colocó en su rostro al preguntarle el nombre del editor. -Takafumi Yokosawa. -El castaño sonrió,   más por deber que por desear, tal parece que aquel arrogante doncel le estaba persiguiendo. -Pero en estos momentos no está. ¿Desea que cuando llegue vaya a verlo?


 


-No. -El pelinegro se asustó al oír el repentino cambio de humor del mayor, haciendo que el castaño cambiara su postura. -Quiero decir, no es mucho problema, no se preocupe. Bueno me retiro.


El castaño sobó sus dedos sobre sus ojos, cuando las puertas del ascensor se cerraron, apoyó su peso en la pared, con sus ojos cerrados, recordando el rostro lloroso de aquel doncel, ahora lo entendía, había recibido un amor no correspondido.


 


 


-¡onii-chan! -El doncel se detuvo en la puerta de la librería Morimo Books, viendo asombrado como la pequeña castaña corría hacia él con una sonrisa en su rostro, tuvo que hacer de toda su fuerza para no caer contra el asfalto y con la niña en brazos. -¿Ya te olvidaste de mí?


 


-Claro que no, solo... me tomaste desprevenido Hiyo-chan. ¿Qué haces aquí? -El moreno colocó a la niña en el piso, mirándole con esos ojos tan grandes y castaños.


 


-Como estamos en exámenes, salimos temprano y quise dar una vuelta ¿y tú?


-Yo... vengo a ver cómo va la venta de unos mangas.


-¿Usted trabaja en Marukawa shoten? ¡Mi papá también trabaja ahí!


 


Yokosawa pudo ver como los ojos de la pequeña empezaron a brillar, se dejó hacer, dejando que la pequeña le acompañara en su trabajo, el encargado de ventas siempre había sido amable, sonriendo para todo.


-Muchas gracias por su duro trabajo.


-Es todo un placer Yokosawa-san. -La pequeña, algo celosa le tomó de la mano fuertemente para alejarlo de aquel varón.


Ninguno de los dos dijo nada, el varón sonrió al ver a la niña y muy posiblemente el doncel no se había dado cuenta de nada.


 


-Nee, onii-chan, ¿Regresaras a tu trabajo?. -El doncel asintió levemente, mirando a la pequeña. -¿Puedo acompañarte a ver a mi papá?


 


En todo el camino a la editorial, la niña le había tomado la mano a Yokosawa, hablándole sobre sus amigas y sobre su escuela, el doncel se había dado cuenta que era una niña muy alegre e independiente y al parecer tenía un padre muy sobreprotector.


 


El pelinegro le sonreía con mucho cariño que los trabajadores se le quedaron mirando extraños, llegaron hasta el último piso y la niña se soltó de su mano.


 


-¡papá! -Kirishima, quien había estado sentado, perdido en sus pensamientos, vio cómo su hija se lanzaba sin esperar a sus brazos.


-Hiyo. ¿Pero qué haces aquí?


-Onii-chan me trajo. -La sonrisa de la pequeña alumbro el oscuro día que empezaba a asomarse en el varón. Cuando alzó su rostro para verlo, tan solo pudo ver sus cabellos negros perdiéndose por el pasillo.


-¿Tienes mucho trabajo? -La pequeña que se había sentado en las piernas del varón, sintiendo las suaves caricias sobre sus cabellos.


-No, mi niña, ya terminé.


-¡Entonces vamos a cenar! ¿Podemos invitar a onii-chan?


-No creo que quiera, además quiero pasar tiempo con mi niña. -Cuando el mayor levanto su rostro, para disculpar con el doncel, lo último que vio fue la espalda del moreno retirándose del lugar.


 


La pequeña hizo un leve puchero mientras veía a su padre guardar sus cosas para luego despedirse de sus subordinados, antes de que salieran del lugar uno de ellos los detuvo.


 


-Kirishima-san. ¿Podría entregarle esto a Yokosawa-san?


El castaño asintió levemente, mientras su hija saltaba de un lado a otro, feliz por volver a ver al doncel.


-¡onii-chan! -Al parecer la niña no se había dado cuenta del tenso ambiente que emanaba de aquel lugar, el varón ingreso al departamento, detrás de su pequeña, recordándolo bullicioso, en cambio ahora era todo lo contrario.


 


Los subordinados vieron a la castaña correr hasta la mesa de su jefe, extrañándose de la sonrisa sutil que mostraba el doncel para con la niña.


-¿onii-chan, nos acompañas a cenar?


-Lo siento, Hiyo, pero tengo mucho trabajo. -Sin querer Kirishima se dio de las ojeras que mantenía el doncel, su rostro cansado y abatido, regreso su mirada hasta la mesa de Masamune, viendo aun el cd sobre su mesa, notó que al igual que él, el resto de los trabajadores miraban la escena sumamente extrañados.


 


-Espero que haga un buen trabajo, Yokosawa-san. -Se dejó oír su fría voz, fuerte y molesta, el pelinegro subió su mirada, sin tener intenciones de verlo.


-No es necesario que lo diga. -Sus palabras casi escupidas, le quito rápidamente el folio que el varón mantenía en sus manos. -Será para la próxima vez, Hiyo-chan.


 


Kirishima se sintió molesto, por alguna extraña razón que no quería, ni deseaba saber, aquella sonrisa tan solo dedicada para el infante, le hacía sentirse molesto, no, estaba ansioso, tomó la mano de su hija, marcando su territorio de padre, siendo inconsciente de que con aquella pequeña acción lastimaba al doncel.


 


-Entonces nos vemos, onii-chan. -La voz de la pequeña sonó apagada y Kirishima se dio cuenta de que como aquellos ojos carbones volvieron a tornarse oscuros. Cuando estuvo dentro del ascensor, aun con las puertas abiertas, pudo ver como la silla de Takano empezaba a moverse, acercándose al doncel.


 


-Takafumi, esto lo mandó el departamento de arriba.


-Puedes dejarlo ahí. -Y ahí estaba nuevamente, aquel muro levantado para todos, Kirishima que esperaba que la puerta del ascensor se cerrase pudo notar como los hombros del doncel se tensaron al oír la voz de aquel pelinegro y negándose a levantarle la mirada.


 


Kirishima veía como su hija caminaba con la vista clavada en el pavimento, su mano sujetada por la del mayor, se empezaba a hacerse débil, quiso reír al verle hacer un leve puchero en su infantil rostro, indicando que había estado pensando.


 


-To-san ¿Por qué lloran los donceles? -La menor alzó su mirada y le miro con sus ojos tan expresivos y fijos en los de él.


-Supongo que porque nunca obtienen lo que quieren. –La menor arrugo su ceño y cruzo sus cortos brazos sobre su pecho, poniéndolo algo nervioso. -Pero ¿Por qué lo preguntas?


-Pues, porque cuando conocí a onii-chan, estaba llorando. Nunca me dijo el "por qué" pero hoy lo ví muy triste. -Y sí, no había sido su imaginación, como él quiso creer en un principio, no quiso pensar en ello. -Tú trabajas con él, ¿sabes algo?


-Lo único que sé, es que dicen que es muy duro con sus subordinados.


 


-Debe sentirse muy solo. -Nunca había visto a Hiyori, entristecerse tanto por una persona que y apenas conocía su nombre, volvió a clavar su miraba en el pavimento y de ahí no dijo nada más.


 


 


Los días habían pasado y ninguno de los dos se habían vuelto a ver, el doncel por su parte, se encontraba enfrascado en su trabajo y por parte del varón, que cada mañana llegaba al trabajo con su ceño fruncido, pero eso no quitaba el hecho de que cada día que llegaba a su casa, su pequeña hija le preguntara alguna cosa del "oso" como había escuchado que le llamaban.


 


Después de una semana de haber estado recordando los ojos del doncel, sin poder evitar compararlos con los de su difunta esposa, empezó a desesperarse, siendo consciente de la presencia de aquel moreno. El viernes, había empezado gris como los anteriores a ese, todos se encontraban ansiosos porque terminara el día laboral y poder darse una larga siesta. Hiyori le había hecho prometer que le diría al doncel que vaya a cenar a casa, pero él no tenía ninguna intención de decírselo, por más que, aquellos ojos carbones le llamaran demasiado la atención.


 


-¡Esperen, por favor! -Escuchó un grito a lo lejos del ascensor, rápidamente Kirishima colocó su maletín para impedir que la puerta se cerrase, dejando entrar un aroma a girasoles, el doncel que había entrado era mucho más bajito que él, apenas y le llegaba un poco más abajo del hombro, sus cabellos azabaches iban cubiertos por una gorra de lana, dejando ver sus mejillas enrojecidas por el frío, sus brazos agarraban fuertemente un gran puñado de papeles y no pudo evitar ver sus delicadas y finas manos desnudas, aquel delgado cuerpo, tan solo abrigado por una capa de ropa delgada. Y sin darse cuenta cometió el primer error de todo eso.


 


Le tomó delicadamente una de las manos del menor, dándose cuenta del frio que emanaban de estas, pero aun así manteniendo una suavidad, nunca pensó que el doncel que se sobresaltará tanto, dejando caer los papeles, los dos se agacharon a recogerlos y ahí pudo verlo, era él mismo doncel, huraño, con sus mejillas enrojecidas por el llanto que había mantenido minutos antes o simplemente por el hecho de haber corrido, se dio cuenta que esos hermosos ojos no eran negros, como en un principio creyó, sino de un color grisáceo.


 


-Lo siento mucho. -El varón intento detenerlo, por primera vez quiso saber un poco más de él, no le gustaba saber el motivo de sus lágrimas y por primera vez se dio cuenta del hermoso rostro del menor.


-No hay problema. -En ese instante la puerta se abrió y el doncel salió con toda la prisa que mantenía, dejando al varón aun en el suelo y con el resto de papeles.


 


-¡Maldición! -Nadie se atrevía a interrumpirle, el doncel mantenía su ceño fruncido como todos los días, pero ahora se encontraba desordenando su .ordenado- escritorio buscando algo. De pronto, asustando a la mayoría, se puso de pie y sin decir nada a nadie subió hasta el último piso de aquel hombre que no deseaba volver a ver.


 


-Yokosawa-san. Buenos días. -Un doncel se acercó a él, con una sonrisa en su rostro, sin inmutarse por su aura negra que emanaba del recién llegado.


 


-¿Dónde se encuentra Kirishima-san?


-Vaya, así que el "oso" viene a buscarme. -El doncel intento tranquilizarse al escuchar la voz del varón y no hacer mucho alboroto. Acercándose lentamente al escritorio del mayor.


 


-Devuélvame los documentos que recogió.


-No lo sé ¿Y qué me das a cambio? –El doncel, pudo notar aquella arrogancia en el varón, verlo sentado cómodamente en su silla reclinable, cruzado de brazos como si no tuviera nada más importante que hacer, que estarlo fastidiando.


-Hacer el trabajo que usted debería hacer. Devuélvamelos. –El doncel alargó su brazo, esperando que el varón se dignara en entregarle su folio, pero fue en vano.


-Aun no oigo un "por favor" -El pelinegro arrugo su ceño, mordiéndose la lengua para no soltar ninguna grosería.


 


-Usted es un ser sumamente arrogante.


-Y tú eres más que un doncel sin gracia. -Todos los trabajadores se detuvieron de sus quehaceres y algunos donceles soltaron unos jadeos sorprendidos. En ese momento Kirishima deseo haber mordido la lengua antes de soltar aquello sin pensar, vio como esas dos gemas grisáceas se volvieron opacas, haciendo que su mandíbula empezara a tensarse.


Quiso acercársele y pedirle disculpas; sentía la mirada de todas las personas encima de ellos dos, pero el doncel tan solo apretó sus puños.


 


Kirishima vio como el doncel salía del departamento sin decir ni una palabra más y aun con su rostro molesto. Tan solo pensaba darle una lección, pero nunca imagino que el menor saliera de esa forma y lo peor es que nunca pensó sentir esa opresión en su pecho al verlo salir tan airado.


 


 


Cuando se hizo la hora del almuerzo, todos salieron del departamento, dejando a Yokosawa sumido en su trabajo, sin darse cuenta que sus manos tipiaban rápidamente y sin notar que era observado por unos ojos miel. Kirishima había bajado unos minutos antes por un café, siendo consiente de querer pasar para ver cómo se encontraba el moreno.


 


-¡Maldición! ¡Maldito Kirishima! -Golpeó su laptop, frustrado de que nada lo podría salir bien, escondió su cabeza en sus brazos, apoyando su frente en la fría madera de su mesa, no quería llorar, se había prometido no volver a llorar.


 


-¿Kirishima-san? -El varón espabiló al ver al pequeño doncel Kisa Shouta detrás de él, aquel doncel rondaba casi los treinta, pero parecía casi un niño, tan pequeño y menudo, sus ojos emanando simple curiosidad. -¿Desea hablar con Yokosawa-san?


 


-No... Yo solo quería saber si... –Sus palabras fueron cortadas, por una fuerte maldición que había soltado Takafumi, los dos pares de ojos se voltearon a verle, que al parecer se había golpeado el dedo con el engrapador.


 


-Todos estamos preocupados por él, está muy distraído, últimamente no ha salido a almorzar y se queda hasta muy tarde trabajando, Takano-san, tampoco hace nada, después de que antes eran tan unidos. La atmosfera se ha vuelto muy extraña, muy a pesar de que todo el día ha estado maldiciéndolo a usted, Kirishima-san.


-Ya veo, muchas gracias, Kisa, sigue haciendo un buen trabajo. -El doncel se sonrojo al ver la sonrisa del varón, pero lo dejo pasar, el varón ingreso al ascensor y después de eso no supo más de él.


 


Las luces de los pasillo ya estaban apagadas y tan solo se podía observar una sutil luz blanca salir de una pequeña mesa, el pequeño reloj sonaba, sus ojos negros se posaron sobre el aparato que yacía en la pared, marcando las once de la noche, pasó sus dedos sobre sus agotados ojos, suspiro cansado y paso su vista sobre la mesa de Takano, removió sus cabellos azabaches y empezó a guardar sus cosas.


Se despidió con una leve sonrisa, del señor de seguridad, cubriéndose con su bufanda y sintiendo como el aire frío chocaba contra su rostro, traspasando las finas telas de su ropa.


 


Llego a su casa, viendo a su gato ya viejo, durmiendo sobre el sofá, levanto su pequeña cabeza, dirigiéndole una mirada y un leve gruñido, para luego dejarla caer sobre sus patas.


Se metió a la ducha, sintiendo el agua caliente sobre su cuerpo, des estresando sus hombros, le soltó un fuerte golpe sobre los azulejos de la ducha, dejando salir toda su frustración.


 


Pasó suavemente la toalla por su mudillo cuerpo, dejando que las gotas frías de sus cabellos, cayera sobre el largo de su espalda.


Vio su cuerpo en el espejo entero que tenía en su habitación, viendo su cuerpo desnudo, no era distinto a los demás, excepto por su ceño fruncido, paso sus manos sobre su plano vientre, subiéndolas suavemente hacía su pecho, volvió su rostro al espejo, para aceptar que era un "doncel sin gracia", intento sacarse esas palabras absurdas de su cabeza, se acercó a su pequeña mesita de noche y tomó su celular, que empezaba a alumbrar una pequeña luz verde.


 


-Hiyo espera que vengas a cenar. Te espero a las seis. -El doncel arrugo su ceño y apagó su celular, se colocó su pijama y se cubro con las mantas, intentando calentar su alma.


Su cuerpo se sentía sumamente cansado, al parecer aquella nueva rutina no le estaba facilitando nada, pero al menos había estado dejando de pensar en su antiguo amor. Escuchó el maullido de Sorata, y sintió como su peso callo sobre sus piernas, descubrió su cabeza y sus ojos se fijaron sobre el reloj de su mesita.


 


-Maldita sea. -Sacó al gato de sus piernas y terminó de cambiarse rápidamente y sin siquiera desayunar, empezando a caminar rápidamente hacia la estación de tren, maldiciendo en todo momento, ya  que a esa hora, las nueve de la mañana,  el subterráneo ya se encontraba lleno, salió del lugar y empezó a correr hasta que llego al edificio.


 


-Yokosawa-san. La reunión empezó hace unos minutos. –Todos los trabajadores vieron como el doncel llegaba, con sus cabellos azabaches revueltos y con sus mejillas levemente sonrojadas, para luego volver a salir.


-maldita sea. -El doncel tomó una carpeta y se dirigió hasta el despacho de reuniones. Respiro profundamente e ingreso lentamente, evitando las miradas de los varones que repentinamente  habían detenido su conversación.


 


-Lamento la tardanza. -Tomó asiento al frente, pero alejado de Takano, pero igualmente que de Kirishima, pero aun así podía sentir la mirada de ambos varones encima de él. Intentó y actuó de la mejor manera que había podido hacerlo.


 


Después de estar tres horas discutiendo los informes de las ventas y que ninguno de los varones le reprochara algo sobre su -excelente- trabajo, la reunión terminó sin ningún contratiempo más, apoyó su espalda en el respaldo de la silla, cubriendo su rostro con su antebrazo, los dos varones habían salido dejándolo solo y él había estado tan agradecido por aquella -mísera- buena acción.


 


De pronto, nuevamente empezó a sentir su cuerpo pesado, su respiración empezó a hacer más agitada al igual que sus mejillas, que repentinamente empezaron a calentarse, pero no le tomó importancia y regresó a su escritorio.


No había pasado mucho tiempo desde que su mente volvió a dar vueltas, empezó a escuchar el ruido tan lejano, las voces de los demás se escuchaban como susurros y poco a poco el ambiente empezó a tornarse apagada y cuando el moreno levanto su rostro, nuevamente se vio solo, soltó otro suspiro cansado, cubrió su rostro con sus brazos y cerro con un solo golpe su laptop. Agradeció que fuera hora del almuerzo y que todos habían salido, cubrió su cabeza con ambas manos, con intenciones de dormir tan solo unos minutos.


 


 Cuando salieron de la sala de reuniones, ningún varón se atrevió a decir algo, llegaron hasta la zona de fumadores, mientras que cada uno tomaba un puesto en aquel pequeño pero cómodo lugar.


Kirishima sacó una lata de café de la máquina, entregándole una a Takano, mientras que este hacía lo mismo con el paquete de cigarros.


 


-¿Me vas a contar lo que está pasando?


-Yo… lo siento mucho. Creo que todo esto es mi culpa.


-Sabes que los problemas personales deben quedar fuera del trabajo.


-Lo sé y estoy seguro que Takafumi, también lo sabe. –El castaño intento no mostrar su molestia al oír decir el nombre del doncel.


 


-¿Esto no te parece demasiado problema? –Takano recibió el folio del castaño, sorprendido por el número de cifras mal puestas. –Si se lo hubiese entregado a Yokosawa-san, es esto lo que hubiese presentado hoy día.


 


-No… no creo que Takafumi lo haya hecho a propósito. –El moreno se encontraba revisando cada uno de los papeles, sin notar la molestia que se había asomado en el rostro del contrario.


-Bueno. Solo espero que nada de esto empeore. –El moreno levanto su rostro, despidiendo al castaño con un movimiento de cabeza.


 


 

Notas finales:

>--<!!!!!!!! 


espero sus comentarios *-*


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