He pasado toda la mañana en la comodidad de la cama. Aunque sería más cómodo si no tuviera que compartirla. Al menos me dan de comer sin hacer mucho esfuerzo. No es tan malo este estilo de vida que llevo. Solo debo soportar que me hablen como si fuera… No sé… Un bebé, o algo por el estilo… Y que me tiren del pelo y las orejas. O que me vistan con ropas ridículas. Pero recibo mucho cariño, y esta gente con la que vivo juega mucho conmigo. Siempre soy el centro de atención.
Bostezo y me estiro.
“Va a llover”.
Me paso una mano por la cara, mientras intento despabilarme. He estado esperando este día por mucho tiempo. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que llovió.
— ¡Kanon!— me sobresalto al oír esa voz chillona llamándome.
“¿Por qué no fuiste a la escuela hoy? No estás enferma, debiste haber ido. No podré tener mi siesta matutina ahora”.
—Duermes mucho— se sienta sobre el colchón, y me abraza—. No debes dormir tanto o a la noche no podrás conciliar el sueño.
“¿Quieres apostar?”.
— ¡Vamos a jugar!
“No me apetece ahora”. Me libro de su agarre y me bajo de la cama, para ir hasta la ventana.
—Oh… Qué malo eres, Kanon— infla los cachetes.
“Solo necesito mi espacio”.
—Jo…— se pone de pie, para luego acercarse a mí. Entonces mira a través del cristal— No me gusta la lluvia. ¿Y a ti?— me pregunta.
“Me encanta”.
— ¿En serio?— me acaricia la cabeza.
“Sí. Me gusta empaparme”.
—Pero luego no te bañas.
“Sí que lo hago. Es solo que tu forma de tomar un baño y la mía son muy distintas”.
—Pero el agua de la lluvia y el del baño son iguales.
“No, no lo son”.
— ¡Sí que lo son!
“Quizá para ti lo sean. Pero para mí son muy diferentes”.
— ¿Por qué?— me mira confundida.
“Porque… ¡Ah!”.
— ¿Qué?
“Aquí está”.
— ¿Nnh? — miró a la ventana— Oh… Está lloviendo.
Las gotas comenzaron a pegar contra el cristal. Y con la lluvia ha llegado la visita que tanto había estado esperando. Con su mano derecha, le da suaves golpecitos al vidrio. Mi dueña lo mira asombrada, con sus inocentes e infantiles ojos brillantes. Él le sonríe y le indica que abra la ventana, cosa que ella no demora en hacer. Varias gotas caen al piso, mojándolo todo, incluido mi pelaje y la ropa de la niña.
—Muchas gracias por abrirme, señorita— le dice con una amplia sonrisa—. Espero no le moleste mi visita de imprevisto, es que hace mucho no veo a mi amigo.
— ¿Su amigo?— el rubio visitante, de traje extravagante y elegante al mismo tiempo, me mira— ¿Eh? ¿Kanon?
—El mismo. Nosotros hemos sido amigos por muchos, muchos años.
— ¿En serio?
—Así es. ¿Le molesta dejar ir al señor Kanon a dar un paseo conmigo?
— ¿Con esta lluvia?
—Pasear con la lluvia. Exacto.
—Hmm… Sí. Sí puede ir.
—Oh… Muchas gracias— me mira de nuevo—. ¿Vamos, Kanon?
Me toma entre sus brazos, sujetándome con fuerza y delicadeza, para luego saltar desde la ventana y caer al suelo. Mi dueña nos observa desde el primer piso; parece que le divierte esta situación. Típico de los niños.
—Me gusta mucho tu forma gatuna— se acerca con sus labios a los míos—. Pero así no puedes abrazarme.
Me deja en el suelo, y las nubes comienzan a rodearme. Es igual, siempre que nos encontramos hace lo mismo. Me da un cuerpo humano símil, muy parecido al que tenía cuando era uno. Incluso me da un traje negro, muy llamativo.
—Aún me parece curioso que hayas reencarnado en un gato— me dice.
—Lo mismo digo, señor lluvia.
—Ja, ja, ja… Te lo dije, ¿no es así?— me toma de las manos— Seré la lluvia para que, cada vez que caiga sobre ti, puedas sentir mis labios.
—Me lo recuerdas cada vez que nos encontramos— le revuelvo el cabello, haciendo que sus mejillas se sonrojen.
—Te extrañé, Kanon.
—Y yo a ti, Miku.
Cada vez que llueve, nos reencontramos.