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2070, la extinción por Iori Yagami CCH

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Notas del fanfic:

Espero lo lean, acepto comentarios y sugerencias.

-¿Cuántas bajas?- Habló un hombre maduro mientras caminaba hacia la gran computadora, el joven delante suyo negó como pidiendo equivocarse aunque más que nadie sabía que lo estaba haciendo.

-Ha aumentado el 25% de lo que fue ayer, señor-.

El hombre chasqueó la boca y cerró los ojos, no quería hacerlo, pero era lo mejor: La extinción de la raza humana era inminente, en las pantallas de cada televisor, de los grandes edificios, de cada computadora o celular, apareció la imagen de aquel hombre, era el capitán del consejo intergaláctico de la Tierra, y era hora de que hablará con los pobladores de la Tierra de este nuevo problema que aunque no quisiera, sería inminente.

-Durante años…-Empezó a hablar- Hemos sido creador de cosas, destructor de otras, hemos innovado lo que creíamos imposible, hemos llegado a Marte, hemos tenido contacto extraterrestre, hemos inventado cosas que los ojos de hace décadas creían imposible, los autos voladores ya no son una mentira, hemos podido crear congeladores artificiales de vida, hemos hecho robots como prótesis, la innovación de la medicina,  tenemos todo lo que hemos soñado, pero ¿Cuánto no hemos dejado atrás? Más de la mitad de nuestras especies que había en el año 2014 han desaparecido, las plagas han aumentado,  las enfermedades también y la escases de recursos de igual manera, el planeta está en quiebra desde hace media década, las muertes aumentan, el agua ya no es suficiente, ahora necesitamos que una máquina lo haga por nosotros, y cada garrafón de agua cuesta entre 100 y 150 dólares para el sostén de esta máquina, los menos afortunados no han tenido suerte y han muerto, y peor aún… los gases nocivos que hemos estado produciendo por el incremento de acciones humanas como la fábrica, la quema de combustible, de pólvora, el derrumbe de más de 80% de nuestros proveedores de oxígeno, los árboles, han causado un aumento de gases nocivos que han afectado a nuestra humanidad de manera terrible, las mujeres han quedado en un estado de esterilidad. Me temo que la extinción de la humanidad se ha hecho inminente,  pues ahora, todos moriremos de viejos o de alguna enfermedad provocada por factores que estoy seguro, ahora lamentan.  Sólo queda rezar por nuestras almas y esperar la muerte, sentados, pues no hay más que se pueda hacer.

Las calles vacías de la ciudad murmuraban, algunos sollozos y gritos de desesperación, pues ahora era la realidad. ¿Cuántas veces nos lo advirtieron?

El capitán limpió las lágrimas de sus ojos, cuando un científico, el Señor Yamada entró por la puerta con una sonrisa, “Eureka, Eureka, lo he encontrado, he podido hacer algo que estoy seguro salvará a la humanidad” La voz de aquel hombre energética de felicidad hizo voltear a todos, el capitán se acercó y le dijo:

-¿De qué hablas, acaso no has oído lo que dije hace unos segundos? La extinción de la raza humana es inminente.

-No lo es- Dijo aquel hombre japonés acomodándose las gafas y sonriendo a aquel hombre incrédulo- Mira, lo he conseguido. Tráelo,  John.

Un castaño llegó después con un azabache en una silla de ruedas, en su brazo figuraba la “P.  7432-C-AP”, su mirada perdida, una mirada cálida de ojos azules que miraban hacia la nada, era un chico que había estado desde pequeño dentro de aquel laboratorio, y ahora era expuesto como la salvación del mundo, su nombre ¿Qué importaba? Incluso el no recordaba tener uno, y el contacto humano jamás fue una opción. Sabía hablar, caminar, comer, todo… pero no sabía cómo demostrar sus sentimientos, había tenido contacto humano, pero nunca había existido alguien que estuviera a su lado un “amigo”.

-He hecho lo inimaginable-. Murmuró mientras acercaban a aquel muchacho indiferente.

-Como se sabe-Habló el señor Yamada- las mujeres, sin excepción han quedado en un índice de esterilidad y ahora, ninguna puede concebir, hemos tratado estos últimos quince años lograrlo pero la última mujer en dar a luz, aquel 31 de diciembre del  año 55, murió. Pero nos hemos quedado con el último hijo de ella nacido en un laboratorio. Durante años, estuvimos investigando y experimentando y por fin, ha dado frutos. Este chico que está delante de usted… es capaz de dar a luz. Ninguna mujer puede y menos ahora que son viejas y las chicas de la edad de este chico ya están contaminadas. Sin embargo, aún tenemos esperanza, aún podemos salvar a nuestra especie con la concepción de una mujer sana que no esté expuesta a los gases nocivos. Sólo entonces, seremos capaces de florecer.

Los argumentos de Yamada eran convincentes y hasta cierto punto verdaderos,  pero había un problema no todos estaban de acuerdo.

Un hombre infiltrado, había salido sin que nadie se diera cuenta, entonces subió a uno de los autos estacionados de mala manera y se apresuró a ir a un lugar… que nadie esperaría.

-Debe ser secreto. Me he enterado que los Sunts quieren que la extinción sea inminente, pues así ellos habitarán el planeta Tierra y los haría el imperio intergaláctico más poderoso que jamás haya conocido el Universo.

-¡No, eso no puede ser!-. Aquel alienígena de dedos alargados y orejas puntiagudas había aventado unos libros al escuchar lo que aquel espía decía.

-Es verdad mi señor, el proyecto de lo que llaman imposible, ha superado nuestras expectativas.

Los hombros de aquel alienígena  subían y bajaban con violencia, los demás de su misma raza le miraban.

-Mátenlo, ¡Maten a ese experimento! ¡Nuestros planes no cambiaran por nada! No me importa que tengan que hacer, pero a ese humano lo quiero muerto.

Al anochecer, debido a la disminución de calor, los gases bajaban, y a veces caían como lluvias ácidas, aquella noche, se trasladaría a la joven esperanza a un lugar seguro, después de buscar el espermatozoide y el ADN perfecto, los cruzarían. Pero eso llevaría tiempo. La ciencia ya podía hacerlo desde el año 2030, pero debían buscar al perfecto de perfectos.

Tenía puesta una máscara transparente para no contaminarse con el aire tóxico, un abrigo, una camisa de cuello largo negra, unos jeans y unas  botas, no estaba acostumbrado a otra ropa pues siempre había estado en un lugar limpio y esterilizado.

-P.  7432-C-AP –Dijo el profesor Yamada refiriéndose a aquel joven sin nombre- Es hora de que cumplas tu misión, un soldado de grado mayor te llevará a un lugar seguro.

El joven asintió sin mostrar afecto alguno, en ese momento un pelirrojo llegó con una ligera sonrisa saludando al doctor Yamada y después mirando a aquel chico. Su piel era blanca. Eso indicaba que no había sido expuesto a los rayos del Sol. Unos ojos azul zafiro increíblemente hermosos, una boca pequeña y labios delgados, unas pestañas rizadas y complexión delgada. Era sencillamente hermoso, el joven pelirrojo le sonrió e hizo un saludo con la mano, al cual el azabache sólo asintió con la cabeza.

-Señor  Makoto, es usted. Por favor, trate de no llamar la atención… Esto es de vida o muerte, el futuro de la humanidad depende de esto.

El pelirrojo asintió ante las palabras del hombre, así que después ayudó al menor a subir a aquella nave común y corriente, escoltada en secreto por otras, y les hizo un ademán con la mano.

En cuanto empezó a subir la nave, miró al chiquillo que estaba a su lado con la cabeza inclinada y con una sonrisa le dijo:

-Vaya problema en el que te han dejado ¿verdad? ¿Cómo te llamas?

El azabache sin mirarlo, respondió con voz suave y casi muda ““P.  7432-C-AP”. El pelirrojo se rió divertido, y otra vez le miró diciendo:

-En serio, ¿Cuál es tu nombre? Yo soy Makoto Saito, soy general del ejército japonés, y ya que tu eres japonés, por eso debo cuidarte, eres tesoro nacional…

-No tengo ningún nombre como el que tú dices entonces….-

Aquello hizo sorprender al general Saito, pero lo que más le sorprendió fue esa falta de expresividad y de tristeza, fue como si se hubiese encargado de decirle la hora, como si nada, como si fuese cualquier cosa.

 

Próximo Capitulo: Caos

 

 

 


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