Es el año 2500. El mundo ha vivido demasiadas cosas, ha pasado mucho tiempo. Muchas personas han muerto, las grandes potencias han caído y con ellas sus edificaciones volviéndose polvo.
Habían pasado tres siglos de guerras, muertes, ambición, egoísmo y agresividad. La raza humana iba empeorando día con día. Las tierras se iban agrietando con el mismo maltrato de las personas, el color verde que representaba la vida y predominaba en este mundo iba convirtiéndose en un gris triste, un color de grava y concreto. La tierra moría con lentitud, dejaba de respirar lentamente.
Sin embargo, a pesar del transcurso del tiempo y del estado del planeta, las personas no fueron mejores y eso ocasionó grandes consecuencias…
En el año 2350 el mundo llego a su límite y se levantó contra ellos en un grito de desesperación. La madre tierra hablo; sus cimientos temblaron, los ríos se desbordaron, los huracanes arrasaron y los volcanes hicieron erupción.
Con aquella catástrofe sobrenatural, nuevos gases se crearon y pequeñas partículas invadieron por completo el medio ambiente.
Aún más pequeñas que las moléculas de polvo. Era la voluntad de la Tierra. Aquellas podrían, con solo ser respiradas, crear una nueva especie. Una donde las personas no eran humanos y los animales salvajes no eran animales del todo.
Mitad hombre, mitad animal.
Cambiaformas
Ese fue el nombre que les dieron.
Diez de cada millón de recién nacidos tendrían el gen salvaje, no importando que fueran humanos o animales, esta nueva especie sería bendecida con dones de la naturaleza, los cuales utilizarían para mantener la paz en el mundo, crear una brecha capaz de salvar a la tierra.
Sin embargo, los humanos sintieron que este cambio era más una amenaza que una salvación, la nueva especie no era un mejor camino, si no que era el rumbo hacia su extinción.
Desde entonces el llanto de un recién nacido pasó de ser un símbolo de alegría a un grito de alerta hacia su destrucción.
Así lo vieron ellos. Debían protegerse.
Comenzaron la caza de los Cambiaformas, los orillaron a mantenerse escondidos, entre las sombras, ocultando su verdadera naturaleza.
La familia real fue la pionera en ésta práctica, después de todo, su reino era el que se encontraba en peligro.
Los Kim.
Un rey orgulloso, precedido de su siempre sumisa reina fue lo necesario para dar inicio a la matanza. Su descendencia continuó la práctica, haciendo que en sus tierras no hubiera ningún rastro de aquellos seres.
La caza de Cambiaformas se convirtió en un legado hacia sus generaciones futuras para evitar la extinción humana, les enseñaron a odiarlos, a repudiarlos y matarlos.
Hasta un 23 de septiembre, un día en que todo cambió.
Un nuevo heredero nacería, los abuelos y la afortunada pareja estaban felices preparando los arreglos del nacimiento. Sería el niño más afortunado, un príncipe querido y un bebé amado por su familia y su pueblo.
Eso era lo planeado para el futuro gobernante del reino.
La luna se situó en lo más alto del cielo, alumbrando todo el castillo, las nubes se dispersaron dejando paso a las estrellas. La reina Sun Young había empezado con sus contracciones, su frente estaba sudada por el esfuerzo, los médicos se aseguraban de que nada fuera mal con el parto.
El castillo estaba inundado con nerviosismo. El padre tenía ansiedad que descargaba mientras apretaba sus manos.
Ese 23 de septiembre, cuando el reloj marco las 2 de la mañana, un llanto sonó en la habitación de Sun Young.
El bebé era un varón.
El rey Jinki entró mirando como un bulto envuelto en sábanas blancas era llevado hasta una cuna. Una sonrisa cruzó por completo su rostro y miró a su esposa la cual yacía exhausta, se acercó con cautela hasta la cuna y vió al bebé. Su bebé. Sus ojos cerraditos y su piel blanca como la nieve, delgados cabellos de color rojo quemado y un pequeño puchero en forma de corazón. Jinki se perdió en aquel hermoso bebé, sus ojos empezaron aguarse por la dicha de tenerlo.
Todo en él era perfecto.
De repente, aquella hermosa naricita respingada aun rosada por el llanto, tomó un ligero color negro, el ceño de Jinki se frunció confundido, miró atento y algo horrorizado como la piel limpia de su bebé empezaba sacar pelo de color rojizo, sus ojos se expandieron al tiempo que las puntas de las orejas de su bebé comenzaron a transformarse en pico con un pelaje negro.
—Su majestad ¿Sucede algo malo? —Una enfermera había visto las expresiones de rey y cuando ésta se acercaba, Jinki giró con brusquedad y la miró con el corazón saliendo de su pecho.
—No —sus manos temblaron en los barrotes de la cuna— claro que no, es solo que estoy muy feliz, nuestro bebé es hermoso. —sus palabras salieron seguras a pesar de que su cuerpo estaba en completa alerta, intento forzar una resplandeciente sonrisa para calmar a los presentes.
—Entonces solo deje… —Jinki se interpuso.
—¿Podrían dejarnos a solas? — Estaba completamente claro que eso no era una petición, sino una orden. La enfermera abrió los ojos un poco asustada pero asintió.
—Claro. Volveremos después.
Los demás miembros que los acompañaban abandonaron la habitación dejando a Sun Young recostada en la cama, esperó a que el lugar quedara completamente vacío y entonces camino rápidamente hasta la puerta tirando los tres seguros. Jinki volvió hasta la cuna y miró como aquel niño que antes era un bello bebé ahora se había transformado en un diminuto animal, el bebé estaba acurrucado con su esponjosa cola entre sus patitas traseras. El pelaje de su estomagó subía y bajaba con lentitud.
—Jinki, amor. ¿Qué sucede? —la voz cansada de su esposa llegó a los oídos del rey, Sun Young estaba preocupada, el rey giró para encarar a la madre de la criatura. Las lágrimas en su rostro alertaron a la mujer. No eran lágrimas de felicidad —¿Cariño?
—Él es… —sus labios no eran capaces de poder pronunciar esa palabra— es… uno de ellos. —Los hermosos ojos de la reina se expandieron con incredulidad, Sun Young llevó las manos a su boca gritando contra sus dedos.
Un 23 de septiembre.
Más de un siglo después de la existencia de la molécula en el reino. Por primera vez, entre los Kim, nació uncambiaforma.