-¿Por qué debería morir yo? ─Me pregunté, pensando en el suicidio. Él maldito sólo me veía como una de sus antiguas novias, aun sabiendo que él fue el primero en muchas cosas para mí.
Estaba decidido, lo acabaría hoy, tanto sufrir y dudar para llegar siempre a la misma conclusión, cuando sabía que yo no era el del problema.
Él fue el que se me declaró, me dijo que me amaba, y aun cuando yo sentía que aquella palabra era demasiado fuerte para mí, acepté sus sentimientos, siendo alguien desesperado en tener una relación con cualquiera que se me confesara.
Ya había vivido muchas decepciones amorosas, y sólo quería saber cómo se sentía tener una relación seria, aunque fuera con un chico de su apariencia.
No era muy atractivo. Pero me convencí de que no sería una mala idea tener algo con él, sus palabras me cautivaban... A pesar de ser demasiado cursi para mí estilo.
Una parte de mí trataba de quererlo, de verlo como alguien apuesto, y de pensar que yo era diferente de otras chicas y chicos para él, pero todo era falso.
Sin embargo, fue lindo mientras duró, realmente pensé que lo quería, e incluso le llegué a decir que lo amaba, aun cuando sentía que esa palabra era muy pesada para mí.
Mis padres siempre me prohibían salir con chicos, pero yo no les hice caso. Aun cuando mi padre me descubrió y recibí muchos regaños por aquello, yo seguía con él, a su lado, con la misma sonrisa en mi rostro.
El día en que traté de ocultar mi teléfono mientras hablaba con él, mi padre lo descubrió.
Yo traté de que no leyera nada, y lo logré, pero mi celular fue la paga por mentirle... Hecho trizas, cayó al final de un hoyo, donde jamás pude llegar a recuperarlo.
Mi padre estaba furioso, mi familia alarmada, y yo sintiendo una gran vergüenza, con un profundo odio hacia alguien.
─ ¿A quién odio…? ¿¡A mi padre!? O… ¿a quién? ─Me preguntaba, con lágrimas brotando desenfrenadamente de mis ojos. Deseaba desaparecer del mundo... Sentía miedo y vergüenza darle la cara a mi familia, pero sobretodo a mi padre.
De pronto, sentí la necesidad de llamar a mi novio, y le conté lo ocurrido. Sin embargo, él sólo se rió despreocupadamente, haciendo un pequeño esfuerzo por tranquilizarme.
En ese momento, supe a quién odiaba, y el amor que creía sentir por él, desapareció.
Luego de eso, sin escribirle, sin llamarle, o de saber algo de él, comencé un nuevo año escolar. Mientras daba por entendido que había terminado con él, se lo mandé a decir con un amigo, sin decírselo personalmente a la cara, pues no quería verlo. Sin embargo, poco a poco me fui sintiendo culpable, cómo un cobarde por haber terminado de esa manera con él.
Hasta que decidí hablarle. Y nuevamente contando con la ayuda de mi mejor amigo, le pedí que le informara que deseaba comunicarme con él, pero lo que recibí como respuesta fue la gota que derramó el vaso, acabando con mi paciencia y amabilidad.
─ “No hablo con ninguno de mis ex” ─Fue lo único que respondió ese desgraciado… Provocando que lo odiara más que nada en el mundo, y sin poder evitarlo, derramé unas cuantas lágrimas frente a mi amigo.
─ Ese maldito sólo me ve como a uno más de sus parejas ─ Susurré con rabia.
Deseaba morir, no podía soportarlo más... Él me hizo creer que me amaba, y yo le otorgué muchas de mis primeras experiencias, a excepción mi pureza, eso jamás se lo entregaría. Sin embargo, el obtuvo parte de mi tiempo.
A pesar de que yo no lo amaba, lo acepté, y creí que algún día llegaría a quererlo, pero sólo llegué a sentir desesperación... Jamás debí estar con él.
─ Es mi culpa, sólo mi culpa ─Pensé, llorando. ─ Quiero morir…
─ No es tu culpa... Cálmate. ─Me decían mis amigos, intentando tranquilizarme.
De pronto, esas palabras me hicieron reflexionar. Era cierto, no era mi culpa... Fue él quien se aprovechó de mi desesperación para tenerme por completo... Y casi lo logra.
─ ¿Por qué debería morir yo, si toda la culpa es de él? ─Pensé, sacando conclusiones, dibujando una maquiavélica sonrisa en mi rostro, mientras calmadamente jugueteaba con mis cabellos.
─ Ya tengo la solución. ─ Le informé a mis amigos, riendo, con un brillo diferente en mis ojos. Esa persona amable y pacifista que solía ser ya no existía por el momento.
Me fui con tranquilidad a mi casa, como solía hacer todos los días.
Pero aquella noche, no me encontraba en mi cama como era de esperarse. No, esa noche escapé de mi casa, con un único objetivo en mi mente.
* * * *
Y allí me encontraba yo. Al lado de su cama, observándolo dormir plácidamente.
Le agradecí el haberme traído varia veces a su casa, pues gracias a eso ya sabía cómo acceder a ella.
Le observé por un rato. Ver su cara durmiente y relajada me enfermaba. Me sentía asqueado; deseaba que él sufriera como lo hice yo... Después de todo era su culpa.
Me acerqué lentamente hacia él, y tape su boca con un trapo viejo, para luego velozmente amarrarle los brazos y finalmente despertarlo.
─ ¡Hmm...! ─Exclamó él al verme a mitad de la noche, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, ya no podía emitir ninguna palabra.
─ Shh... No hagas ruido, no querrás que nos escuchen… ¿verdad? ─Le dije burlonamente, mientras le dedicaba una sonrisa maliciosa.
─ ¿Por qué debería morir yo? ─Le pregunte con una risa enfermiza. ─… Si todo es tu culpa, ¡¡ENTONCES MUERE TÚ!! ─Exclamé, incrustándole una daga en el estómago, para luego observarlo con mirada seria, que para cualquiera resultaría terrorífica.
Él me miraba adolorido, y con lágrimas en los ojos.
─ ¡Eso, eso...! ¡Llora…! ─ Le gritaba entre risas, apuñalándolo nuevamente.
─ ¡Llora, llora, llora…! ─Le repetía sin parar, mientras él sólo podía retorcerse de dolor. ─ Sufre como yo sufrí, perro desgraciado… ¡¡SUFRE!! ─Terminé por pronunciar, al darle la última apuñalada.
Él ya no se movía, solo gemía de sufrimiento, deseando poder pedir ayuda. Lo miré por un rato, admirando cómo poco a poco se desangraba.
Me di la vuelta y salí por la ventana, sintiendo una profunda satisfacción. Corrí tanto como pude hasta llegar a mi casa, para luego entrar de la misma forma que lo había hecho… Por el balcón.
Una vez en mi habitación, me quité con repulsión los guantes empapados de sangre y los oculté en una bolsa junto con el arma.
─ Qué asco… ─Expresé al ver mi ropa sucia.
Me la quité rápidamente y la lavé, intentando deshacerme de la evidencia de su ADN.
Luego me encargaría de lo demás, por ahora todo estaría oculto en un lugar donde nadie jamás las encontraría.
* * * *
Me duché relajadamente, para luego colocarme ropa limpia. Ya eran las 4 a.m, y debía ir a clases en unas pocas horas, así que aproveché de dormir un rato, para luego ir con la misma sonrisa de siempre al colegio, mientras en todos los periódicos aparecía la noticia del “trágico” asesinato.
─ Después de todo... Yo no debía morir ─Pensé, luego de esbozar una sonrisa mientras me dormía.
Fin.
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