Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Bright Days por wearkagain

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Muy buenas noches! Aquí bebes os traigo el siguiente capítulo de esta historia el cual, como dice el titulo, cuenta como se conocieron nuestros dos principales personajes. Espero os agrade y agraezco como siempre sus comentarios, mil y dos gracias.

(Todos los personajes de One Piece pertenecen a Eiichiro Oda)

¡A leer!

Il Giorno Che Ci Siamo Incontrati.

 

Junio de 1999, Parque Distrital.

 

-Venga Zoro, no estés de mal humor –Replico la mujer elegante mientras acomodaba su falda larga de color beige y agarraba la mano de su primer y único hijo.

-No quiero –Reprocho el menor, cruzándose de brazos y encaminándose de nuevo al auto donde se encontraban sus guardaespaldas. Su madre aun así lo agarro fuertemente sin demasiada “violencia” y lo arrastro por el césped, hasta que se exaspero.

-Zoro, hasta ahora tienes cinco años y te pareces a tu padre –Dijo soltando a su hijo y alzándolo entre sus brazos, para luego cargarlo hasta una banca central donde tomaron asiento, en aquel parque infantil había una gran cantidad de zonas verdes y los cerezos florecían  cayendo sobre las cabezas de los visitantes. La mujer de cabellos oscuros se recogió el pelo con unos palillos chicos y acomodo su camiseta blanca de seda, un perfecto clima. Miro a tientas a su hijo, encontrándolo cruzado de brazos haciendo un puchero y sentado a su lado, suspiro resignada; en todo el mundo se había casado y tenido un hijo con un rabietas, terco y orgulloso, y su hijo había nacido con ello.

-No son genes, es porque le imita –Se murmuro sonriéndole a su pequeño y acariciando aquellos cabellos verdes; sin duda alguna, era la vivida imagen de su padre y querido esposo –Zoro –Le llamo.

-¿Sí? –Le miro con esos ojos casi dorados, Zoro había nacido con un toque más brilloso que los de su padre.

-¿Por qué no vas a jugar al parque? –Miro el parque, un montón de niños jugaban en los columpios, sube y bajas, en los castillos de juguete, los toboganes, y otras cosas, incluyendo a un grupo jugando a las atrapadas.

-No quiero –Escucho decir de su hijo.

-¿Por qué no quieres? –Le acaricio la espalda.

-Porque todos son unos inmaduros –Se sorprendió, ¡Su hijo apenas tenía cinco años y decía tales cosas!

-Zoro, eres un niño, no quiero que tu etapa de infancia se arruine con esos pensamientos, que de seguro lo has escuchado de tu padre –Lo vio tensarse –Sé que te escabulles tras las puertas o los closets en las que se reúne con sus subordinados.

-¡¿Cómo... cómo lo sabes?! –Lo vio tartamudear.

-No lo sabía –Suspiro y su hijo se tapó el rostro con sus pequeñas manos ocultando su sonrojo –Instinto de madre –Río por lo bajo –Aun así, -Prosiguió –eres mi pequeño bebe y quiero verte jugar, en casa no juegas, solo vas detrás de Mihawk o Shanks a ver que hacen, no juegas con nadie.

-Cuando van mis primas…

-Tampoco juegas, las persigues porque te molestan –Se burló de su pequeñajo haciéndole sonrojar nuevamente –Zoro, hazlo por mí, ve a jugar… haz un amigo por lo menos –Le incito empujándole por la espalda y bajándolo de la banca. Observo  a su pequeñajo caminar a paso lento y patear una roca en el camino, estaba molesto, pero ella no dejaría que su bebe no quemara con rapidez su etapa de niñez, debía de ser feliz.

A veces odiaba el hecho de haberse enamorado de un yakuza y ser vigilada, custodiada y protegida, agregando en el momento en el que quedó embarazada, su esposo se había vuelto un lunático haciendo que incluso algunos escoltas la acompañaran al baño ¡Ella era una mujer, no una porcelana! Y ahora con su hijo, heredero y progenitor, todo era incluso más difícil y su marido era más sobreprotector; pero el amor era así, y como ella, su hijo también llegaría a enamorarse de alguien sin importar su estirpe.

Sonrío y busco entre su bolso un libro, comenzado su lectura matutina.

//    //    //    //

Zoro siguió pateando la pequeña piedra con sus pies, hasta que esta choco con un zapatito de color rosa. Levanto su rostro molesto, encontrándose con una niña de cabellos rubios recogido en dos bolitas un tanto extrañas. La chica le miro igualmente para luego sonreírle y salir corriendo tras unas niñas.

Se desesperó, ¿De verdad debía de estar allí?

Dejo la piedra allí y se encamino hasta uno de los castillos de juguete, vio a varios niños subir allí y bajar por el tobogán, para luego hacer lo mismo repetidas veces. Por alguna razón le llamo la atención, así que se dispuso a subir por las cuerdas rebasando a uno que otro niño, se sintió orgulloso e inflo su pecho al llegar a la cima. “Ahora a buscar el tobogán” Pensó y tomo un camino, el derecho, por el que suponía encontraría el dichoso tobogán. Más fue su impresión al llegar a unas barandillas en los que unos chicos un tanto mayores que él pasaban colgando de sus manos.

-¡Ves, es demasiado fácil! –Dijo un chico soltándose de una de ellas y cayendo al suelo como si fuese un gato, Zoro abrió su boca sorprendido.

-Pero… y ¿Sí me caigo? –Observo a la chiquilla, ¡Era la rubia! Los miro desde su posición y los chicos mayores la molestaban empujándola y llamándola cobarde -¡No…No soy una cobarde! –Profirió.

-Entonces hazlo, a ver si no eres una miedosa –Inquirió otro chico empujándola; la chica se encamino hasta donde se encontraban las cuerdas subiéndolas y adentrándose al castillo. Y luego Zoro se dio cuenta, ¡Al otro lado estaba el tobogán! Se dispuso a girarse, cuando chocó contra alguien, cayendo nuevamente de rabo.

-¡Hey fíjate por donde vas! –Le grito, dándose cuenta de que era la rubita.

-Lo…Lo siento –Dijo la pequeña apenada, ya que el grito del menor le había asustado. Zoro bufo y la chica se hizo a un lado encaminándose a las barandillas.

-¡Vamos! ¡Hazlo! –Exclamaban los dos mayores, el peliverde observo como la chica tragaba saliva y restregaba sus manos sobre su falda rosa. “Está asustada”, se sorprendió al verla decidida colocando sus manos sobre una de las barandillas. Y fue entonces cuando la vio lanzarse al aire y quedar colgada de ellas.

-¡Oye…! –Se quedó callado, los brazos de ella temblaban y su rostro estaba a punto de estallar en lágrimas.

-¡Vamos! ¡Muévete! ¡Es solo una nena miedosa! –Zoro se molestó al verles fingir estar llorando  y hacer pucheros, apretó los puños, ¡Era solo una niña! Miro directamente a la chica y su boca callo de sorpresa, la niña había logrado llevar otra de sus manos a la barandilla contigua, haciendo la fuerza posible por no soltarse. Zoro apretó con más fuerza los puños observándola como lograba poner ambas manos en la segunda barandilla, “Venga vamos” la animaba mentalmente, pero todo fue en vano; la rubia al intentar alcanzar la tercera, su mano se había resbalado y había caído al suelo. Ella grito y comenzó a llorar, Zoro se agacho desde su lugar observándola. Todo su peso había caído en uno de sus costados.

-¡Débil! ¡Llorona! ¡Hija de papi! –Canturreaban los mayores, Zoro sintió su sangre hervir y busco furtivamente la mirada de alguno de los padres cercanos allí, pero nada. Todos estaban absortos en sus cosas e ignoraban el hecho de que la niña llorase -¡Buaa! Pareces una bruja llorando, ¡fea!

-¡Cállate idiota mal nacido! –Le grito, llamando la atención de ambos. Trago saliva, pero no se arrepintió.

-¿Tu que nos ves enano?

-¿Acaso quieres que te lancemos a patadas?

-Cállense imbéciles –Le grito –Solo se aprovechan de ella porque es más pequeña que ustedes, son una vergüenza y unos tarados –Los dejo en silencio, para luego ser insultado.

-¡¿Sí te crees tan grande, porque no cruzas el pasamanos enano de mierda?! –Zoro consumido por el enojo se levantó y agarro el primer tuvo, lanzándose y quedando colgando como la chiquilla. Inspiro aire escuchando las ofensas por parte de aquella basura humana, ignorándoles, prosiguió a imitar lo que la chica había hecho. Llevo una de sus manos al siguiente y luego el otro, así prosiguió hasta llegar al antepenúltimo, ¡Lo estaba logrando! ¡Les cerraría el pico a esos bastardos! Llevo su mano al siguiente cuando de repente sintió un jalón sobre su tobillo, haciéndole soltar y car de espalda contra el suelo.

Rezongo con molestia girándose sobre el suelo y encorvándose por el dolor, escucho unas risotadas y luego como alguien le agarraba del brazo.

-¿Te encuentras bien? –Era la voz de la rubia. Abrió sus ojos viendo como en el brazo de la menor, se situaba un moretón rojo muy brilloso. Logro sentarse agarrándose del pecho.

-Deberías de preguntarte eso a ti –Señalo con su mirada el moretón a lo cual la niña cerro sus ojos y negó.

-¡Oh pero que bello! ¡La parejita de imbéciles preguntando por sus golpes! Inútiles.

-Deberíamos de tomarles una foto para luego humillarles y decirle a todos sobre esto –Zoro abrió sus ojos incrédulo ¿Acaso esa era una manera de humillar? ¡Por favor!

-No… sabes que… -Ambos miraron al chico acercase a paso lento a ellos –Deberíamos de amarrarles en un árbol y a ver si sus padres se preocupan en buscarles, o si no que pasen la noche aquí… y un perro callejero se los coma –Río; Zoro se quedó en silencio notando como la rubia temblaba tras de él. Estaba a punto de levantarse y darle un golpe sobre su rostro.

-Metete con alguien de su tamaño o mejor dicho, con la misma mentalidad suya –Zoro y la rubia giraron su rostro encontrándose con un chico de su edad de cabello rubio con flequillo, ojos azules y piel clara, vistiendo unos pantalones cortos rojos, una camiseta blanca con estampilla y unos tenis rojos con negro.

-¿Otro idiota? Vete de aquí y no estorbes.

-Tú eres el que está estorbando –Los dos mayores gruñeron ante el comentario del menor ignorando a los otros dos y encaminándose a él. Pero se detuvieron en seco al ver una cantidad de pequeños observándolos desde atrás del rubio.

-¿Qué es esto, la convención de enanos?

-Este es un parque –Le aclaro ahora el peliverde –Aquí los únicos idiotas son ustedes.

-¡Cállate! –Recrimino uno de los chicos, recibiendo sobre su rostro una pelota -¡¿Pero qué?!

-¡Largo! –Gritaron los infantes comenzando a lanzarles pelotas de goma, piedras y una que otra muñeca. Los mayores salieron despavoridos que una multitud de chiquillos tras de ellos.

Zoro parpadeo ante lo que acababa de suceder, aquello había parecido de película.

-Conis, ¿Estas bien? –Respingo al notar al rubio acercarse a ellos y agarrar a la chica de la mano ayudándole a levantarse.

-Sí, estoy bien –Le sonrió –Gracias a él –Lo señalo a lo cual soló bufo y fijo su mirada a otro lado, encontrándose con uno de sus guardaespaldas observándole. ¿Desde cuándo estaba allí? ¡¿Por qué no se había dignado en ir a ayudarle?!

-Oye –Giro su rostro encontrándose con un extraño remolino.

-Espiral –Se le escapo.

-¡¿Qué?! –El chico lo pateo tirándolo un poco más lejos al suelo. Zoro se levantó enojado acercándose al rubio y agarrándolo de la camisa.

-¡No vuelvas a patearme!

-¡Tú te metiste primero conmigo! –Se fijó en su rostro, ¡Allí estaba el espiral! -¡No me mires! –Le empujo a pocos centímetros con un rubor sobre sus mejillas, estaba enojado.

-Tienes una ceja extraña –Lo apunto ganándose otra patada, claro que esta vez si la esquivo.

-¡Marimo!

-¡¿Huh?!

-Cabeza de ma-ri-mo –Zoro sintió una vena sobre su frente, levanto el puño preparándose para golpear al rubio en el rostro.

-¡Paren! –Miraron a la chica rubia ponerse en medio de ellos –Sanji, él me ayudo, por favor –Miro al rubio y este resoplo para luego dedicarle una gran sonrisa –Y tú-Le miro a él –Muchas gracias –Hizo una pequeña reverencia a lo cual  solo se rasco la cabeza asintiendo.

-Oye, marimo.

-¡Zoro! –Vio al chico parpadear.

-Ok, Zoro, gracias por ayudar a Conis.

-No fue nada… ceja de remolino.

-¡¿Qué?!... Sanji, Kuroashi Sanji –Le tendió la mano, a lo que el peliverde dudo, pero alargo el brazo dándose el apretón de manos.

-¡Bien! –Miraron a l grupo de niños acercase a ellos riéndose a carcajadas -¡Juguemos policías y ladrones! –Los demás niños gritaron alegres y se dirigieron al prado formándose en líneas. Zoro soltó la mano del rubio dándole la espalda y buscando a su madre con la mirada.

-Zoro –Se giró, el rubio seguía allí.

-¿Qué quieres?

-¿Quieres jugar? –Se sobresaltó ante la pregunta, ¿Jugar? –Estas arrugando tu cara, pareces un monstruo –Escucho la risilla del rubio. Le miro mal –Ven, juega con nosotros –El chico le estiro la mano, invitándole. De nuevo dudo, mirando hacia atrás, ya no estaba el guardaespaldas y ni idea donde estaba su madre, ¿Debía confiar? –Zoro –Volvió a mirar al rubio –Ven –Sin previo aviso le agarro de la mano arrastrándolo al montón de niños –Chicos, él es Zoro, ayudo a Conis y ahora juagara con nosotros –Exclamo Sanji haciendo que los demás le sonrieran y gritaran; Zoro se sintió incomodo, no estaba enseñado a estar rodeado de niños que no fuesen parte de su familia.

-Bien, yo seré el que escoja a los policías –Intervino un chico de cabello castaño alzando su mano.

-Entonces yo escogeré a los ladrones –Río la rubia alzando su mano un poco más apegado a su pecho. Zoro miro como los chicos formaban una línea y Sanji lo arrastraba poniéndolo a su lado, soltando su mano.

-Bien empecemos –Aclaro el chico castaño comenzando a escoger a los “policías”, el cual fue incluido el rubio.

-Entonces los demás somos ladrones –Cosquilleo la rubia.

-¡Comencemos! –Grito Sanji. Vio como los de su grupo se giraban y comenzaban a contar, mientras que los demás salían pitando de allí. Zoro se quedó en su lugar… ¿Ahora que hacía?

-¡Zoro ven! –Grito una chica de cabellos azulados, pero él no se inmuto.

-¡Diez! –Se giraron los chicos y observaron al peliverde. Zoro de la misma forma los observo. Los pequeños miraron a Sanji y este solo movió su mano a lo que ellos comenzaron a correr. El peliverde seguía sin entender hasta que sintió una mano sobre su hombro, Sanji estaba observándole con aquellos ojos azules.

-Te atrape –Murmuro.

-¿Ah?

-¿Nunca has jugado policía y ladrones? –Negó y el chico hizo una cara de sorpresa -¿Enserio? –Negó nuevamente –Oh por… a ver, yo soy policía –Se señaló –Y tú eres un ladrón –Lo señalo a él -¿Qué hacen los ladrones cuando la policía los busca?

-¿Escapar?

-Por eso, ¡Tenía que ocultarte! –Zoro abrió su boca, ¿De eso se trataba el juego? –Vaya que sí tienes una cabeza de marimo –El peliverde arrugo el ceño y se dispuso a irse de allí, pero nuevamente Sanji le agarraba de la mano -¿A dónde vas?

-Me voy.

-Pero te he atrapado, debes quedarte aquí, en la cárcel.

-¿Cárcel? Pero no hay nada.

-Es imaginaria.

-No entiendo muy bien este juego.

-Me asegurare que lo entiendas –Le sonrió y Zoro solo levanto los hombros. Al poco rato varios de los chicos llegaban a su lado, declarándose atrapados o lo cual el juego finalizo y volvieron a comenzar –Yo quiero ser ladrón –Dijo Sanji ahora llevando el mando.

De nuevo los chicos fueron puestos en fila pero esta vez Sanji decidió iniciar escogiendo, llevándose a Zoro en su grupo. Ya listo todo, los policías tomaron su lugar dando la espalda y comenzando a contar. El peliverde de nuevo se quedó estático  a lo que fue jalado de la mano por el rubio correteando hasta un cúmulo de rocas gigantes  de juguete. Zoro siguió al rubio, o más bien era jalado por él, hasta quedarse sentados tras las rocas.

-Bien esperemos que no nos encuentren, pero si ellos nos encuentran, salimos corriendo –Le comento Sanji; Zoro solo asintió. Estuvieron por un rato en silencio, aunque no incomodo, Zoro estaba… tranquilo -¿Cuántos años tienes?

-Cinco –Respondió a la ligera.

-Yo tengo seis –Río burlón.

-Yo los cumpliré el once de noviembre.

-Aun así eres menor. Yo los cumplí el dos de marzo.

-Simplón.

-¿Y tus padres?

-Vine solo con mi madre.

-Oh, ¿es guapa?

-¿Por qué me preguntas eso? –Dijo en tono molesto.

-Solo decía.

-Claro que es guapa, es mi madre.

-Ya.

-¿Y tus padres?

-No, vine solo, abuelo está trabajando.

-¿Y tu madre? –El chico se alzó de hombros -¿Papá? –Nuevamente se alzó de hombros –Estoy aburrido.

-Igual yo. Pero pronto mis amigos nos encontraran –Comentó alegre; a lo cual Zoro recordó las palabras de su madre.

-Eh… ¿Sanji?

- ¿Sí?... ¿Sucede algo?

-Verás… ¿po…podrías ser mi amigo? –El rubio lo miro anonado a lo cual el peliverde bajo la mirada, eso había sido vergonzoso.

-Tonto, somos amigos ¿No? –Levanto su cabeza de golpe, observando al rubio –Sí alguien ayuda a mis amigos, es mi amigo –Sonrío.

-Entonces…

-Sí, somos amigos –Zoro suspiro aliviado -¿Por qué la pregunta?

-Mi madre me trajo para hacer… por lo menos un amigo –Sanji lo miro confuso.

-¿No tienes amigos?

-No de mi edad… mi familia.

-Que feo.

-No me importa.

-Bueno… prometo ser tu amigo siempre.

-¿Enserio? –Sonrío, después de mucho, se sentía feliz en ese parque.

-Claro, además eres un marimo.

-Y tu un espiral.

-No me llames así.

-Entonces no me digas marimo.

-Marimo.

-Espiral.

-Marimo.

-Cejas de sushi.

-¡Eso es nuevo! –Dijo molesto mirando a otro lado, pero luego soltando una carcajada.

-¡Escuche algo allí! –Ambos se miraron y Sanji movió su cabeza, comenzando a moverse con cuidado seguido del peliverde.

Al cabo de un tiempo los encontraron y los llevaron a la supuesta cárcel, tres horas duraron jugando diferentes juegos a los cuales Zoro no conocía, ganándose como compañero a Sanji, guiándole a todo lado. Luego todos los niños se fueron yendo junto con sus padres e incluso la rubia Conis, quien su padre la recogía y abrazaba por el moretón en su brazo. Quedando ambos niños solos sentados en el interior del castillo de juguete.

-Tengo hambre –Se quejó Zoro dejándose caer sobre el tubo en el que se encontraban sentados.

-Yo igual –Murmuro Sanji estirando sus piernas.

-Oh, ¿Debería de presentarte a mí madre? –Le miro.

-Sí quieres, pero ahora no soy tu único amigo.

-Sí pero… te lo pedí a ti, así que, solo tú eres mi amigo.

-¿Eh?

-Vamos –Sin más Zoro salió del tuvo a lo que Sanji le agarró del brazo.

-Bajemos por el tobogán –Entonces Zoro se sobresaltó, claro el tobogán y hasta ahora recordaba. Siguió al rubio por detrás, observando como este se sentaba en el tobogán y bajaba deslizándose, hasta tocar el suelo. Zoro apretó los puños e hizo lo mismo, se impulsó y sintió su cuerpo deslizarse por el frio del tobogán llegando hasta el suelo. Su corazón dio un brinco y sonrió ampliamente. Era divertido -¿Dónde está tu madre?

Zoro la diviso en la misma banca, leyendo aquel libro. Estaba a punto de acabarlo.

-Allí –La señalo, se encamino a ella, pero noto que el rubio no le seguía. En cambio se había arrodillado junto a un rosal arrancando una flor y levantándose y caminando hasta donde se encontraba. Zoro parpadeo y siguió su camino hasta llegar  al lado de su madre.

-¡Oh pero mira quien ha vuelto! ¿Te has divertido mi bebe? –Consintió su madre sacando un pañuelo de su bolso y pasándolo por su mejilla.

-Madre… -Se quejó, pero no se apartó. Era su madre de todos modos.

-Oh, pero ¿Quién es este chico? –Miro de reojo al peliverde, mirando al rubio quien le tendía la flor.

-Para usted –Susurro Sanji, la mujer se sorprendió y recibió la flor oliéndola. Zoro los miro a ambos, no entendía –Soy amigo de Zoro, Sanji –Se presentó con una linda sonrisa.

-¿Amigo de Zoro? –Asintió y su madre le miro sorprendida -¿Hiciste un amigo?

-No, muchos amigos –Comento Sanji –Pero solo me pidió a mi ser su amigo –Le comentó haciendo que el peliverde se sonrojase.

-¿Hiciste muchos amigos Zoro? –Asintió mirando a otro lado -¡Que alegría!... Sanji, ¿Quisieras ir a visitar a Zoro a casa algún día? O cuando vengamos al parque, ¿Jugar con él?

-¡Claro! ¡Zoro es mi amigo! –El peliverde les miro y se sorprendió ante las palabras del rubio.

-¡Que alegría! Muchas gracias, Sanji –Dijo la pelinegra revolviendo la cabellera de ambos infantes –Zoro si deseas charla un poco más con Sanji, yo terminare de leer y luego volveremos a casa –El moreno solo se alzó de hombros caminando al prado seguido del rubio.

-Es verdad.

-¿Ah? –Se sentó y Sanji lo hizo a su lado.

-Tú mami es muy linda.

-Te lo dije –Dijo orgulloso –Oye Sanji, ¿Tu abuelo que hace?

-¿Ah? Es chef, es de los mejores, tenemos un restaurante enorme –Alargo sus pequeños brazos –Y siempre va gente muy importante a comer allí –Inflo su pecho.

-¿Importante?

-Claro, no es un restaurante corriente, ¡Es el mejor!

-Quisiera ir a comer allí.

-Debes de ser importante.

-¿Ah?

El rubio carcajeo.

-Broma, te invitare porque eres mi amigo.

-¿Seguro? –Exclamo con alegría.

-Sip, Oye.

-¿Sí?

-¿Qué hace tu papá Zoro?

-Ah… es yakuza –Dijo como sí nada.

-¡¿Qué es qué?! –Al momento el peliverde se dio cuenta de su fallo, callando la boca del rubio son su mano.

-Shhh, calla… no digas nada –Dijo alejando su mano y mirando a todos lados. Había metido la pata.

-Zoro…

-¿Sí? –Estaba arrepintiéndose, ¿Y sí ahora su amigo se alejaba por ese descubrimiento?

-¿Qué es un yakuza? 

Notas finales:

Espero os haya gustado y espero leerlas pronto y agradezco la gente que lee este fic y también Imperium. Como siempe, amo sus comentarios y criticas, ya que esto es para y por ustedes.

Sin más me despido.

¡No olviden comentar! Jo~

Besos y chao chao.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).