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Bright Days por wearkagain

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Notas del capitulo:

¿Buenas? Primero que nada.. ¡LO SIENTO! Sí, lo sé. Demasiado tarde sin públicar algo sobre las dos historias. Perdón, perdón, pero no es momneto de decir excusas.

Aquí os traigo otro capítulo... un poco corto (De nuevo lo siento) de este fic. Espero os guste y no olvideis comentar. No importa si recibo alguno que otro "insulto", porque lo tengo bien merecido al olvidarme de publicar para ustedes.

(Todos los personajes de One Piece pertenecen a Eiichiro Oda)

Causes and Effects.

 

Escucho como su respiración le fallaba, y como su corazón retumbaba bajo su pecho. Estaba corriendo como alma que lleva al diablo, sentía como cada paso que daba parecieses que flotase; claro, debía de escapar antes que él le encontrara. Llego hasta una habitación donde no dudo adentrarse y encerrarse, pasando la llave. Flexiono sus piernas y respiro con dificultad; llevo una de sus manos a su rostro y sintió como nuevamente se abochornaba.

-Maldito marimo –Lo maldijo, golpeando la pared y recargándose en ella, para luego dejarse deslizar por la fría madera, hasta sentir como su trasero tocaba el suelo y desplomaba sus piernas.

¿Qué porque escapaba? Bueno, después de que su “querido” amigo, se le hubiese confesado y acercado de esa manera, dejándolo completamente indefenso. El muy vil, había mordido su cuello, sorprendiéndolo y por acción… lo había golpeado con la rodilla nuevamente en el pecho; haciéndole caer de bruces y así aprovechar para huir. Pero por lo visto, la casa le estaba haciendo una mala jugada. Con la remodelación que había hecho, él no podía asegurar en qué lado podría ubicar las escaleras, bajar a toda máquina y escapar de ese lugar, y volver a Francia junto a su abuelo. Llevo su mano a la nuca, donde instintivamente el peliverde le había propinado la mordida, ¡¿Se creía una bestia?!

Suspiro.

Esto no podía estarle pasando a él, ¿verdad?, sabía que Zoro le molestaba con aquello de casarse, ser pareja, vivir juntos y bueno, más cosas. Pero, eran niños, unos chavales, pequeñajos, había cierta inocencia allí. Incluso cuando el peliverde le decía a su padre que se casaría con él, el viejo se reía y palmeaba sus rodillas, enojando a Zoro por su falta de comprensión y su madre, ocultaba una risilla y jugueteaba con comentarios dulces, hablando que Zoro debía de cambiar su genio porque si no lo sacaría corriendo a él.

Pero ahora, todo era distinto. Tenían veintiún años, ya no debían de jugar con aquello. Y el jodido del marimo le había venido con esas.

-Maldito seas –Susurro cerrando sus ojos e inspirando aire.

-¿A quién maldices chiquillo? –Casi se le va el alma al ver una figura frente a sus ojos, y estaba para el colmo en toalla –Oh… te pareces a alguien que yo conozco –Comento divertido el hombre mientras secaba sus cabellos y se giraba por completo -¿Sanji? –El rubio parpadeo, ¿Quién carajos era ese hombre? -¿No me recuerdas?

-Eh… No –Se limitó a responder.

-Ya me parecía a mí –Se carcajeo el hombre dejando caer la toalla de su cabello, dejando al descubierto un tono de cabello marrón oscuro, llevaba en sus orejas dos aretes en formas circulares y su tez era morena, agregando que posaban ojeras bajo sus ojos –Soy Gin –Sanji abrió la boca de golpe.

-¡¿Gin?! ¡¿El fiel y leal hombre de Don Krieg?!

-El mismo –Río por lo bajo el moreno, sacando unas ropas de un casillero que estaba en las paredes.

-Pero… ¿Qué haces aquí? Tú… tú amenazaste a la familia Roronoa… se supone que… ¡Eres el enemigo!

-Cálmate, cálmate –Dijo sacando una ropa interior y un esqueleto color verde oscuro -¿Podrías girarte? –Le pidió el mayor haciendo círculos con su dedo, a lo que Sanji se avergonzó, recordando que el tipo se encontraba solo en toalla. Acato la orden dándole la espalda y levantándose del suelo, acomodando sus ropas –Verás… cuando Don Krieg se volvió demente con la intención de volver por más… lo tuve que entregar … no podía seguir perdiendo a mis compañeros por sus sucias y perversas peticiones, así que al hacerlo, vine a pedirle perdón a la familia, arrepentirnos… Puedes girarte –El rubio lo hizo, encontrándoselo ya con pantalones puestos y pasando su esqueleto verde ocultando su torso.

-¿Pediste perdón? –Inquirió.

-Sí. Conociendo a esta familia, perseguirían hasta el fin del mundo a cualquiera… y no deseaba encontrarme nuevamente con Dracule Mihawk. Así que al hacerlo, dije que haría lo que fuese para recibir su perdón. Me hicieron entrenar a las afueras de la ciudad, para convertirme en un subordinado –Comento mientras se pasaba un chaleco sobre sus hombros y peinando su cabello.

-Vaya… te dieron una oportunidad.

-Sí, y he de servir a esta familia hasta el final de mis días –Sonrío el moreno agarrando un par de zapatos y sentándose en una banca –Ya ha pasado mucho tiempo, has crecido –Burló por lo bajo.

-Lo sé… tenía doce cuando te conocimos Zoro y yo.

-Hablando de eso… -Se puso uno de sus zapatos -¿Estabas maldiciendo al señor Roronoa? –Lo miro y Sanji sintió su rostro arder –Eso lo dice todo –Río terminando de colocar sus zapatos y levantándose –No preguntare la razón, pero que hayas entrado sin notar que alguien estaba usando las duchas me suena a que estas… ¿Escapando? –Se acercó hasta él acariciando sus cabellos, algo que impresiono a Sanji.

-No me convenzo… pero sí, tienes razón. Estoy escapando. Golpee al marimo –Aclaro al ver como Gin mantenía su mirada sobre él. Soltó una carcajada el mayor.

-No lo puedo creer. De seguro te estará buscando –Paso a su lado abriendo las puertas -¿Puedo hacer algo por mi salvador? –El oji azul le miro y amplio su sonrisa.

-Es verdad, aun me debes un favor.

-Debo de ser agradecido, me diste de comer en aquel momento… pude haber muerto–Se inclinó y volvió a levantarse con rapidez -¿A dónde?

-Necesito llegar a la entrada principal sin ser notado –Se le acerco y ambos salieron de ese lugar –A propósito, ¿Eso era un baño?

-Sí –Dijo el mayor caminando adelante y mirando a los costados, percatándose de que nadie les siguiera o descubriesen que algo raro pasaba entre ellos.

-Es demasiado grande.

-Bueno. Allí se duchan todos los subordinados, son duchas colectivas y con casilleros –Sanji asintió levemente. Caminaron por pocos pasillos y noto como pronto habían llegado a las escaleras que conectaban con la planta baja –Aquí es, solo sigue de largo y llegaras a la puerta principal, fue un gusto volver a verte –Dijo Gin palmeando su hombro y alejándose nuevamente por los pasillos de esa mansión.

El rubio resoplo y rebusco entre sus bolsillos su cajetilla de cigarros; la nicotina clamaba por colarse en su ser. Una vez puesto su pitillo en sus labios, busco la mechera, por fin encendiendo su preciada dosis de nicotina. Exhalo el humo llevándolo hasta su garganta y perdiéndose para luego salir por la comisura de su labio una fina línea de humo que se esparcía en el aire.

-No sabía que fumabas –Casi se atraganta con el propio humo, escupiendo su pitillo y mirando con terror, al peliverde que estaba frente a sus ojos, subiendo las escaleras.

Se giró sobre sus talones dispuesto a escapar, pero Zoro fue mucho más rápido. Agarrándolo de los codos y aprisionándolo contra la pared más cercana. Sanji, intento removerse pero el peliverde se había acercado, aplastándole el cuerpo contra el muro. Rechino los dientes y contuvo sus infinitas ganas de noquearlo o incluso, golpearlo en las partes bajas.

-No te muevas –Escucho la voz del moreno cerca de su oreja, estremeciéndolo y sonrojándole instintivamente.

-Ale… Aléjate de mí –Reprocho por lo bajo, sintiendo –Aunque no quisiera –el cuerpo enorme del peliverde tocando su espalda y por vergüenza… su trasero.

-No –Escucho la respuesta burlona por parte de él.

-¡Que te apartes! –Gruño al sentir como el cuerpo del moreno se apretaba más al suyo y ni modo de alejarse. Era extraño y confuso, se sentía cohibido y un tanto incomodo por el acercamiento.

-No –Su piel se puso de gallina. Zoro nuevamente se acercaba el hueco de su cuello inhalando su piel y depositando un suave beso sobre su nuca. Se estremeció y maldijo.

-Zo…Zoro –Tartamudeo su nombre. Sus piernas se sentían flaquear y su corazón volvía a retumbar como si quisiese salir volando de su pecho. El peliverde nuevamente deposito un casto beso y abrazo su cintura apretándolo más. Sanji al verse suelto, dejo caer sus manos contra la pared, buscando resistencia.

-Sanji –Escuchar su nombre por parte de él, nunca había sido tan… ¿Placentero? ¡No! Removió su rostro frustrado; estaba con la guardia baja, eso era ¿No? –Déjame amarte –Trago saliva.

-¿Por qué? –Pregunto en un susurro.

-Siempre te he querido a mi lado… volverte a ver, me hizo ver el que aun siento algo por ti –Murmuro en voz baja. Sanji por su parte sintió un apretujón dentro de él, uno que lo asfixiaba y hacía sentir miles de cosas cerca de su pecho.

-Ya no somos unos niños… ¡Es más serio! –Cerró sus ojos y apretó sus puños -¿Acaso no lo ves? Antes… Antes éramos críos y la vida era más fácil, ahora somos dos adultos, ¿No lo entiendes Zoro?

Sus palabras callaron, el peliverde lo había girado, dejándolos cara a cara. Se sorprendió al ver la seriedad en el rostro del moreno. Su rostro estaba ensombrecido y sus ojos no centellaban, en cambio mantenían un próspero color más oscuro. Lo miraba como si estuviese mosqueado.

-Lo entiendo idiota –Abrió sus ojos como platos –Por eso mismo aunque no lo quieras ahora, te amare. Como siempre lo fue desde que éramos unos niños –Zoro pego ambas frentes, no dejaría que el rubio no mirase otra cosa que no fuera él -¿Piensas que porque éramos niños todo era un juego? Pues te diré la verdad, pensé lo mismo. Cuando cumplimos los diez años deje de ser un inmaduro recordando que tu lugar era ser mi esposa, sí. Eso era un juego de niños. Pero solo la parte de esposa –Sanji iba a gesticular ciertas palabras, pero se vio envuelto por el silencio absoluto. Nada salía de sí, estaba pasmado y observaba aquellos ojos que nuevamente tomaban un brillo excepcional –Decía cosas sin pensar, pero solo eran palabras. Mis sentimientos con respecto a estar a tu lado y tú al mío siempre fue el mismo. Tú me evadías con gritos –Se río por lo bajo el peliverde –Supe que nunca me aburriría de ti.

-Zoro –Pronuncio su nombre sintiendo sus mejillas arder. Él le sonrío de lado, un gesto demasiado inusual –Que… maduro –Cosquilleo llevando su mirada a otro lado, estaba nervioso.

-Por eso… no me rendiré y te conquistare –Aquello lo descoloco y se obligó a mirar su rostro. Esperando notar un toque de diversión o burla. Pero nada, estaba serio y su mirada era de un hombre decidido. Su pecho palpito y luego agacho su mirada mostrando una sonrisa.

-Quiero verte intentándolo –Dijo. Sorprendiendo al peliverde y a sí mismo.

Notas finales:

Espero os haya gustado este capítulo y no olviden comentar. Gracias... Ok.

Besos y chao chao.


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