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Simplemente mi Bocchan por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Los personajes de Kuroshitsuji sin propiedad de Yana Toboso-sama. 


Mi Facebook por si gustan agregarme. 


¡A leer!

Simplemente mi Bocchan


Capitulo 10: Un paso hacia la verdad


Sentía su cuerpo sumamente pesado y adolorido incapaz de moverse si quiera, su respiración era algo agitada, pero cada que inhalaba y exhalaba un agudo dolor se hacía presente… «Tal vez tenga rota una que otra costilla» pensó con resignación. Concentrándose en escuchar lo que lo rodeaba, se sorprendió al solo oír un sonido de cadenas y una débil queja, ¿lejos o cerca? No lo sabía, aun se encontraba demasiado aturdido como para ponerse a analizar más allá de ese débil sonido, por lo que se dejo caer en la inconsciencia nuevamente.


Despertó al sentir como el agua helada lo cubría por completo, empapándolo de pies a cabeza, haciendo que su platinado cabello se pegara a su frente, finalmente Undertaker abrió los ojos con dificultad, intentando adaptar su cansada vista a la poca luz del lugar para ver lo que le rodeaba, percatándose que se encontraba en una fría y húmeda celda ¿Minutos, horas o días? ¿Cuánto tiempo había pasado? Tal vez más del que esperaba a juzgar por el dolor que sentía en sus muñecas y tobillos,  debido a los gruesos grilletes que le mantenían inmóvil a la pared.


Aquellos grilletes que apresaban sus muñecas sobre su cabeza lograban que un agudo dolor le obligara a emitir un leve quejido, en el momento de querer mover sus brazos en busca de una posición menos incomoda. Intentaría mover sus pies si fuera capaz de sentirlos, pero a juzgar por la sangre seca bajo ellos dudaba que lo pudiese hacer.


¿Cómo había llegado ahí? Era lo principal que tenía que descubrir.


Por más que intentara rememorar los sucesos ocurridos, nada venía a su mente, como si aquellos hubiesen sido extraídos con el único objetivo de confundirlo… solo tenía presente el recuerdo de Claude y él en su tienda… besándose ¿y después?  


Sus ojos se abrieron sorpresivamente, como si algo en su cabeza hubiese hecho “clic”, que importaba que estuviese encadenado a una maldita pared con una jodida imitación de ángel, que todo lo que hacía era exclamar que si esto o aquello era impuro. Absolutamente todo pasaba a segundo plano ahora, porque si él estaba ahí ¿Dónde demonios estaba Claude?


Claude es fuerte, serio calculador… y alguien de temer.


No lo creía débil.


No necesitaba protegerlo como si fuese una damisela en peligro.


No moriría… ¿verdad?


Claude estaba bien ¿cierto?


Por más que intentara auto-convencerse de que el moreno estaba bien algo en su interior le decía lo contrario, pero por más que desease salir y correr en su búsqueda le era imposible debido a la situación, aun así confiaba plenamente en él, tampoco es como si esperara a que le fuera a rescatar, ya que Undertaker era el shinigami legendario. Una leyenda entre los suyos y los demonios, por lo que esbozo una sutil sonrisa con prepotencia.


—Veo que ya despertaste… Adrian Crevan-san —se escucho la voz socarrona de una mujer seguida de un suave taconeo haciendo eco en todo el lugar.


Lentamente levanto la vista, observando con desprecio al ángel que tenia frente a él «Ángela» siseo con desprecio ensanchando la sonrisa de aquel ser, que le miraba de forma divertida.


—Oh, no me mires así por favor —puso una expresión de fingida tristeza, logrando una cierta repulsión en Undertaker—, ¿sabes? Me sorprende que sigas vivo, ahora veo por qué te llaman el shinigami legendario… pero debo reconocer que eres alguien de temer, aunque —hizo una pausa desviando la mirada hacia la izquierda—, no puedo decir lo mismo de él.


Con esfuerzo el mayor giro el rostro topándose con la imagen de William encadenado en la pared, tal y como estaba él, su rostro mostro incredulidad al reparar en las enormes heridas del azabache, las cuales estaba seguro que si no eran tratadas pronto moriría, en esas circunstancias no importaba si eras dios de la muerte ya que si eras lastimado con las armas de los ángeles morirías.


—¡Oh! No te preocupes Adrian-san, él aun no morirá —soltó una risilla, admirando el cuerpo del nombrado temblar, tal vez de rabia o impotencia, podría jurar que ambos; no podía negar que aquella expresión le era gratificante… tal vez demasiado. Ángela miro de soslayo a William antes de agregar—: al menos no antes de su juicio por traición, el cual será dentro de dos días.


—Maldita perra… —mascullo al observar como Ángela se marchaba de ahí.




—Será mejor que te calles si no quieres que te mate —siseo con enfado aquella gruesa y escalofriante voz, logrando que Grell se paralizara de miedo, dejo de oponer resistencia permitiendo que aquel extraño hombre le arrastrase a un callejón, rodeando su cintura con uno de sus brazos, por lo que solo podía cerrar con fuerza los ojos.  


¿Qué más podía pasarle? Aquel extraño sujeto lo estaba sometiendo y lo peor de todo es que no tenía la fuerza suficiente para defenderse, estaba demasiado cansado y adolorido. Su respiración se comenzó a tornar errática cuando escucho como un par de ángeles pasaban por ahí comentando que no debería estar lejos, creyendo que ese sería el fin, probablemente aquel extraño hombre lo entregaría y todo habría terminado, pero se sorprendió cuando lo aprisionaba más contra su cuerpo cubriéndole el rostro con un pañuelo en un intento por silenciarlo.


No lo podía creer, aquel hombre le había ayudado, pero ¿con que propósito? Y más importante aun ¿Quién era? Temeroso giro el rostro topándose con un par de orbes ambarinas que le miraban con cierto enfado, haciendo que un extraño escalofrío recorriera su espina dorsal por completo.


—C-Claude… —musito aun incrédulo.


Aquel era el mayordomo de los Trancy, lo había visto un par de veces junto a Undertaker y Sebastián, un tipo frío y calculador que creyó que primero lo mataría y torturaría antes de siquiera prestarle su ayuda, agradecía haberse equivocado y juzgarlo mal, ya que de otra forma estaría en esos momentos estaría siendo encadenado como si se tratase de una bestia salvaje.


Un poco más tranquilo relajo su cuerpo que hasta ese momento había mantenido tenso, su respiración se normalizo permitiéndose cerrar tranquilamente los ojos esperando que aquellos desagradables seres se marcharan de aquel lugar, para ponerse a seguir buscando a Undertaker, que seguramente habría escapado al notar las presencias hostiles que asechaban los alrededores, lo cual no era de extrañarse, lo malo es que de ser así sería toda una proeza dar con él.


—Eres demasiado molesto —farfullo el moreno con desgano una vez que volvieron a estar completamente solos y sin peligro de por medio—. Por tus estúpidos gritos y ataques de histeria casi nos descubren.


Grell frunció el ceño notoriamente al darse cuenta que aquel extraño y serio demonio no le estaba ayudando, tan solo era una “molestia” a la cual tenía que silenciar literalmente. Aunque era cierto ya que prácticamente se puso a gritar, pero eso no le daba el derecho de haberle dado el susto de muerte, al fin y al cabo no importaba lo que pudiera opinar el moreno, el debía encontrar a Undertaker para poder liberar.


Con una expresión decidida se levanto del suelo, sacudió sus ropas y miro a los ojos a aquel serio azabache que levanto una ceja expectante a lo que fuera a decir. Trago saliva intentando no atemorizarse por aquella fría mirada que era dirigida hacia su persona como si estuviera a punto de matarle; cualquier otro día le habría importado muy poco, pero no en ese momento cuando estaba herido y la seguridad del estricto de William podría estar en juego, cosa que jamás le diría o se ganaría unos buenos golpes por parte de Spears.


—¿Dónde está Undertaker-sama? —indago con un tono que parecía autoritario, todo lo contrario de como quería sonar en ese momento. Con torpeza abrió y cerró los labios para intentar explicarse al reparar en la notoria molestia del ambarino—. Yo… necesito saberlo —tartamudeo, sintiendo como la voz le temblaba—, unos ángeles se llevaron a William y nos acusan de traición… y él es el único que puede ayudarnos…


—¿Por qué tendría que decírtelo? —espeto cansino—. Sobre todo, ¿Qué te hace creer que yo sé donde esta?


Su voz arrogante y su semblante imperturbable lograron que Grell se volviera a tensar, no tenía idea de porque creía que ese maldito demonio de pacotilla podría indicarle algo referente al paradero de Undertaker, tan solo lo sabía. Aun así indicaba que ese odioso demonio no le diría nada aunque lo supiera.


El sol comenzaba a hacer su aparición, iluminando vagamente el callejón donde hasta ese momento se habían mantenido ocultos. Grell estaba a punto de gritarle a Claude todo lo idiota que era, sacar su guadaña y amenazarlo de ser necesario, cuando la poca luz le permitió observar las graves heridas que poseía, así como el pequeño charco de sangre que se estaba formando a sus pies.


—¿Qué te paso? —formulo de manera torpe incapaz de dejar de lado esa expresión de sorpresa que invadía su rostro.


—No creí que fueras aun más idiota —espeto—. Es evidente que me hirieron.


—No me refería a eso —farfullo indignado, observando como el serio demonio avanzaba para salir del callejón dejándolo ahí, con la palabra en la boca.


Ansiaba gritarle y golpearlo como lo hacía Will con él cuando no le prestaba atención, incluso en ese momento sintió empatía por su supervisor y alababa su paciencia, prometiéndose ser más considerado cuando le quisiera decir algo. Llego el momento en que se canso de alegar, pidiendo un poco de atención del demonio que estaba más que claro que se mantenía reticente, y para su desgracia era más que evidente que tenía una vaga idea de donde carajos podía encontrar a Undertaker y sin más a quien recurrir termino siguiéndolo por lo que creyó fueron horas; agotadoras horas en donde creía que estaba a punto de desmayarse del dolor y cansancio aunado a la desesperación que le generaba aquel ambarino.


—¿Cuánto más piensas seguirme? —le miro con el ceño fruncido. Grave error en creer que ese extraño y escandaloso pelirrojo se cansaría de seguirlo en algún momento y se largaría.


Grell que había estado perdido en su mundo de pensamientos sin sentidos donde masacraba “literalmente” al engreído demonio para que le dijera todo lo que sabía, no se percato de que estaban en una parte que no había visto del bosque, era un lugar bastante lúgubre, tanto que su rostro mostro terror creyendo que Claude lo mataría y se lo comería para reponer sus fuerza.


Aquellos orbes ámbar le miraba con intensidad, imposibilitándolo para articular palabra alguna, su cuerpo se paralizo al tener al imponente demonio frente a él con esa actitud tan desafiante, aunado a esa desagradable sonrisa ladina que parecía burlarse de su persona. Pese a todo paso saliva con dificultad manteniendo su mirada en aquellos enigmáticos ojos ámbar.


—No me iré hasta saber donde se encuentra Undertaker-sama —declaro seguro de sí mismo, intentando no parecer débil ante aquel ser, lo cual resulto al escuchar un bufido de molestia por parte de Claude.


—Se lo han llevado…


—¿Eh?


—Los ángeles se lo llevaron… —repitió—, le acusan de alta traición.


Los ojos de Grell se abrieron en sobre manera al escuchar aquello, realmente es lo último que hubiera imaginado. Sentía que el suelo bajo sus pies temblaba haciéndole perder el equilibrio, ¿qué más podía hacer? Sabía perfectamente que con la ayuda de Sebastián no podría contar. A él también le buscaban por traición nadie en el mundo shinigami sería tan estúpido como para prestarle ayuda por muy mínimo que fuera, le costaba admitirlo pero en esos momentos no podía hacer absolutamente nada por William, su amado e impulsivo William…


Claude le miro en silencio durante unos segundos, tentado a decirle algo… no es que sintiera alguna clase de empatía por el extraño pelirrojo, no, nada de eso, más bien era que al ser un Dios de la muerte era probable que supiera a donde se llevaron a Adrian, de ser así podría utilizarlo.


Dudando unos cuantos segundos finalmente Claude se giro con enfado comenzando a caminar de nuevo, ya estaba cerca del lugar y no tenía tiempo que perder, tomo una gran bocanada de aíre estando seguro de que se arrepentiría después de lo que diría.


—¿Piensas quedarte ahí? —espeto el mayor con hastió. 


Grell le miro confuso unos segundos, observando como la figura del demonio se perdía entre los árboles, sin decir una palabra se levanto y comenzó a seguir a Claude, tal vez al final ese demonio no fuera tan… tan como lo imagino y le ayudaría.



Todo lo que sus ojos verdes veían estaba fuera de su imaginación, jamás pensó en ir a parar a ese lugar, si antes lo acusaban de alta traición sin motivos les acababa de dar uno muy bueno. No era para menos ya que al seguir a Claude este le condujo sin miramientos al infierno… no era gran cosa, solo estaba en el maldito infierno rodeado de cientos de demonios a los cuales se dedico a cazar el último siglo, solo esperaba que los demonios que llego a matar no tuvieran familia y quisieran cobrar venganza.


—Sígueme —ordenó el moreno sin detenerse, ni mirar atrás—. Si no quieres morir será mejor que te mantengas callado y no te separes —se quito su saco y se lo arrojo a la cabeza al shinigami, quien le miro confundido por aquella acción—, tu olor —dijo como si adivinara lo que estaba a punto de preguntar Grell y sin más siguió caminando.


Por primera vez Grell se limito a obedecer y seguir en silencio a Claude, quien era reverenciado por varios demonios que pasaban a su lado, sin percatarse de su presencia, lo cual agradeció. Fue hasta ese momento que entendió del todo porque le había arrojado su saco, estaba consciente de que cada criatura tenía un olor particular y de no ser por aquella prenda estaba más que seguro que varios de esos demonios ya se abrían arrojados a matarlo.


Siguió caminando muy de cerca a Claude por varios minutos, hasta que a la lejanía pudo observar un enorme castillo, logrando hacerse una idea de a donde es que le estaban conduciendo…




El demonio le besaba posesivamente, aquellos delgados labios, saboreándolos y deleitándose del dulce sabor que estos tenían, dejando al pequeño conde sin aire con cada demandante beso que le robaba, para finalmente liberarlos momentáneamente. Complacido con la expresión y los pequeños jadeos del azulino bajo a su cuello donde dejaba un rastro de saliva a su paso, seguido de visibles marcas de propiedad en la blanca piel del niño, lo que provocaban pequeños gemiditos por parte del conde, el cual no se explicaba “¿Cómo diablos era que se estaba dejando?” aquel tipo le causaba un inmenso asco y repulsión, pero su cuerpo no reaccionaba en lo más mínimo. Un mareo se apodero de su cuerpo, haciéndolo soltar un fuerte jadeo, logrando que el estado de Ciel fuera interpretado como “excitación”, lo que provocaba al demonio un deseo por poseer aquel frágil cuerpo de la manera más impúdica y salvaje que conocía, cosa que no le negaría, dejándole probar mas de esa “deliciosa sensación” con sus caricias.


Rápidamente sus manos viajaron por el suave cuerpo desnudo del conde, deteniéndose en sus rosados pezones, los cuales acariciaba bruscamente, pellizcándolos y jalándolos cada cierto tiempo, haciendo gritar al menor. Él castaño llevo sus besos hasta el pecho del conde donde comenzó a lamer de una manera bastante hábil, bajando por su vientre. Le satisfacía observar al pequeño que se sujetaba fuertemente de las sabanas, mientras en su rostro se dibujaba un hermoso sonrojo.


—Detente… maldito bastardo —ordenó con dificultad el menor, soltando pequeños gemidos involuntarios que lograban asquearlo más de la cuenta.


—Tienes un sabor tan delicioso —susurro deslizando su lengua por sus labios. Sus ojos cambiaron de color debido a la excitación del momento, aunque era un tono bastante extraño, el cual era muy diferente al de los demonios, cosa que no paso desapercibido para Ciel, quien se sentía como su marioneta—. Solo relájate lindura.  


Abaddona comenzó a acariciar lentamente el miembro del Phantomhive por sobre la delgada tela de las sabanas, mientras lentamente la deslizaba para dejar por completo al descubierto aquella exquisita piel tan suave al tacto. Tan inmerso estaba en sus acciones que no noto aquella presencia que desprendía un aura negra hasta que los cristales de su ventana se rompieron estrepitosamente, dejando ver a Sebastián sobre la rama del árbol que estaba justamente afuera.


—Su… su m-majestad… —tartamudeo ante la imponente presencia del moreno que lo miraba con odio, al tiempo que extendía sus negras alas acercándose hasta el castaño, en un movimiento grácil— p-permítame explicarle —rogó más que aterrorizado. 


Pero Sebastián le ignoro y dirigió su mirada hacia su bocchan que respiraba completamente agitado, con su cuerpo cubierto por una ligera capa de sudor haciendo que sus azulados cabellos se pegaran a su frente, enmarcando su angelical rostro completamente sonrosado, haciéndolo ver totalmente apetecible e indefenso, haciéndolo rabiar ya que el único que podía verle de aquella forma era él y solo él. Sus ojos adquirieron aquella tonalidad rosa fluorescente mientras se adentraba en la habitación donde lo único que se escuchaba era la respiración de Ciel seguida por su taconeo, firme y gallardo a cada paso dado.


—No necesito explicación Abaddona… demonio del suicidio —musito tétricamente mientras se paraba frente a Abaddona el cual sudaba y temblaba por el miedo, dando torpemente un paso hacia atrás con la intención de escapar, pero para su desgracia tropezó cayendo junto a la cama.


Podía escuchar el acelerado palpitar de su corazón, mientras sus ojos se abrían desmesuradamente al posar su mirada sobre el moreno, el cual le rodeo con su aura demoniaca en cuestión de segundos, donde de un momento a otro dejo de ver y escuchar, lo siguiente que supo fue el inmenso dolor que le inundo, era como si varas de metal le atravesaran, y su piel era quemada al contacto con esta, pero por más que gritara, y luchara por liberarse era inútil; sintió que pasaron días de esa escalofriante tortura, en donde por más que rogara que parase nada sucedía.


Sebastián rodeo al demonio entre su aura, se podían escuchar sus desgarradores gritos, aclamando por ayuda al igual que suplicaban un perdón que Sebastián no estaba dispuesto a otorgarle por haberse atrevido a tocar lo que era suyo. Varios minutos transcurrieron hasta que un silencio inundo el lugar y Abaddona cayó al suelo muerto, pero su cuerpo no tenía ningún signo de tortura, solo su expresión reflejaba el dolor y sufrimiento…


—¿Sebastián? —musito dudoso el menor, ya que nunca lo había visto tan molesto, ni escalofriante, al grado que su mirada le paralizo por instantes, pero pronto todas esas sensación se alejaron de su cuerpo, el cual comenzaba a sentir como suyo nuevamente.


—Bocchan, ¿se encuentra bien? —su voz sonaba dulce y gentil, contrariado a su actitud de hace solo unos momentos.


Un poco dubitativo, el azabache se acerco lentamente a la cama, mientras se sentaba al lado del menor y con el dorso de la mano acaricio suavemente su mejilla, dedicándole una mirada de alivio. Esbozo aquella sonrisa ladina tan característica en él al ver a su niño.


—Estoy bien —susurro con desgano mientras apartaba la mano del moreno de su mejilla, evadiendo su mirada, aquellos orbes tan rojos como la sangre que se posaban sobre su figura de una manera posesiva y recelosa logrando que su corazón palpitara con desenfreno. «No cederé nuevamente ante él» se decía internamente el menor—. ¿Piensas llevarme? —indago sin emoción aparente.


—Todo lo que le dije no fue solo palabrería, bocchan ¿Qué tengo que hacer para demostrarle cuanto le amo? —comento pasando por alto la pregunta del joven conde. Hizo una leve pausa apoyando su cabeza contra el pecho de Ciel que mantenía su mirada esquiva—. Ni siquiera yo sé exactamente qué fue lo que se hizo aquella vez para detener todo el lio, pero lo que si se, es que yo jamás lo utilizare…


—¡No mientas maldito demonio! —grito eufórico al sentir un cumulo de sensaciones agruparse en su pecho, deseando ser liberadas, para luego calmarse y susurrar—: Todos mienten… incluso tu…


—Oh, acaso bocchan es incapaz de darse cuenta que lo que le digo es la verdad o simplemente no lo quiere reconocer —comento con prepotencia a la vez que le miraba molesto tumbándolo a la cama y plantándole un fogoso beso. Sebastián presionaba fuertemente sus labios contra los del menor como si en ese efímero contacto quisiera transmitirle todas y cada una de sus emociones, recorriendo con su lengua aquellos delgados belfos que tanto le encantaba probar—. Es un niño muy problemático —se separo y sonrió burlón al ver el sonrojo de Ciel, el cual teñía por completo sus mejillas de un hermoso carmín.


—Te odio —farfullo aun contra los belfos del demonio, mientras gentilmente pasaba sus brazos por el cuello del mayor para repetir aquel dulce acto de amor, cerrando ligeramente los ojos para disfrutar más de aquel cálido y adictivo beso. Pero repentinamente el azabache seso todo contacto, separándose de él abruptamente, sin miramientos jalo la sabana que cubría el cuerpo de Ciel para contemplar la desnuda figura de su pequeño amante— ¿Qué diablos crees que haces Sebastián? —intento cubrirse nuevamente con las sabanas, sintiéndose completamente avergonzado por las acciones del moreno.


—Bocchan —le miro frunciendo el ceño—, ¿me podría explicar donde está su ropa? No la veo por ningún lado —su aterciopelada voz, sonaba tétrica y una venita se dibujaba en su frente, por el enfado de que alguien más haya visto a SU Ciel completamente desnudo, arrepintiéndose en ese momento de haber matado tan rápidamente a Abaddona.


—Eh acaso… ¿estás celoso Sebastián? —se mofo el menor al ver la reacción de su demonio.


—¿Y qué pasaría si le dijera que si estoy celoso? —espeto apretando los puños—. Estoy completamente celoso por la sola idea de que alguien haya tocado lo que es mío —profirió con seriedad el mayor mientras toma al pequeño conde entre sus brazos presionándolo contra su pecho.


Ciel resoplo con fastidio colocando los ojos en blanco ante la exageración —según él— de Sebastián, ya que todo aquel asunto no había llegado a mayores.


—Me la quito con la escusa de que tenía que bajarme la fiebre —comienza a hacer pucheritos mientras presiona su rostro contra el pecho del mayor, percibiendo su embriagador aroma al tiempo que escuchaba atentamente el suave palpitar del corazón de Michaelis— pero no tengo la más mínima idea de en qué momento fue porque me desmaye…


*


El joven Conde forcejeaba por soltarse del agarre del demonio, el cual le miraba detenidamente, sus ojos se encontraron al tiempo que Ciel percibía la sutil y embriagante esencia del castaño, la cual le seducía, pero también le era un aroma tan nostálgico y familiar a la vez, lo cual hacia que se mareara y su cabeza le diera vueltas por las múltiples imágenes que aparecían en su mente… recuerdos de sus padres, los cuales le llenaban de pesar. Rápidamente dejo de forcejear ante aquel posesivo agarre que Abaddona mantenía sobre él.


—¿Qué pasa si no quiero soltarte? —canturreo el mayor.


Su mente quedo en blanco, por primera vez no sabía que responder, mejor dicho ¿quería que le soltara? Ya ni el mismo entendía que estaba pasando, por su mente un solo pensamiento le invadía “quiero desaparecer”. Su cuerpo se tornaba pesado, mientras aquellos fuertes brazos le rodeaban y esos ojos le miraban con un sesgo de lujuria. Parpadeo un par de veces, pero su vista se volvía borrosa, ya no distinguía ni siquiera la figura de aquel castaño que tenia a escasos centímetros de su rostro, todo a su alrededor se torno negro y ya no supo nada de sí mismo.


En cuanto el peli azul perdió el conocimiento el castaño lo llevo dentro de su mansión, donde suavemente lo deposito en la cama y comenzó a desnudarlo, deleitándose de la suave piel del conde, la cual recorría con lentitud con las yemas de sus dedos. Al terminar coloco lo que parecía una pequeña gema dorada sobre el pecho de Ciel y comenzó a recitar un extraño conjuro haciendo que la gema brillara sobre el pequeño, como si se fundiese con su figura, siendo parte del mismo; termino de recitar y la luz desapareció al igual que aquella piedrecilla dorada que momentos antes le había colocado. Rápidamente noto como el menor comenzaba a temblar y sus mejillas se teñían rápidamente de un intenso rojo por la fiebre al tiempo que su respiración se tornaba dificultosa.


—Veo que te va a costar trabajo asimilarla —comento saliendo de aquella habitación con una pequeña nota en la mano, misma que entrego a un mensajero de la muerte, el cual tenía una forma similar a la de un cuervo.


*


Sebastián y Ciel se dirigían al palacio de Lucifer, después de que el moreno interrogara al menor de lo que había sucedido y le colocara su ropa, la cual encontró en la habitación aledaña perfectamente acomodada sobre una amplia cama.


—Bocchan, es importante que comience a alimentarse como lo haría un demonio o las fiebres nunca cesaran, si continúa así su cuerpo progresivamente se debilitara y podría morir —esto último lo dijo seriamente, mientras recorrían aquellos amplios pasillos blancos del palacio.


—Alimentarme como demonio… ¿te refieres a…? —musito con un deje de asombro mientras sus ojos azules se abrían completamente ante la idea.


—Así es, usted debe empezar a alimentarse de almas, y entre más rápido lo haga será mejor para usted —hizo una pequeña pausa al ver la expresión del más joven, antes de agregar—: déjeme aclararle que no es necesario que vaya de cacería, ni realice contratos —soltó una ligera risilla burlona.


—Sebastián, será mejor que te expliques bien… maldito demonio inútil —un leve sonrojo tiño las mejillas del conde; cuando estaba a punto de seguir ofendiendo a su demonio por no explicarse adecuadamente una dulce voz femenina los interrumpió.


—Su majestad Emerick todo está debidamente preparado tal y como lo pidió —susurro una rubia, mientras hacia una reverencia, Sebastián simplemente asintió dejando salir una risilla pícara y una sonrisa ladina se dibujo en sus labios, al tiempo que le indicaba a la mujer con un movimiento de su mano que podía retirarse—. Con permiso —dijo antes de desaparecer con una reverencia frente a la atenta mirada del pequeño conde.


—¿Qué es lo que planeas? —cuestiono con un deje de desconfianza que se podía apreciar fácilmente en Ciel, sonrojándose ante la mirada libidinosa de Sebastián.


El azabache lo guio en silencio por el lugar hasta llegar a una amplia recamara, la cual tenía un tono azul celeste en las paredes, así como una enorme cama en el centro del cuarto y a su lados una mesita de noche, al fondo se encontraba un gran ropero de roble blanco y cerca de este se podía apreciar un enorme ventanal cerrado, y cubierto por unas finas cortinas de un azul celeste con decorados en blanco.


—¿Qué… qué hacemos aquí? —pregunto nervioso por la mirada de deseo que le dedicaba el moreno.


—Vaya, vaya, pero si le acabo de decir que debe alimentarse como se debe —esbozo una enorme sonrisa ladeada, mientras abrazaba al pequeño Phantomhive por la espalda, depositando besos en su cuello y nuca estremeciéndolo.


—Sí, ya me lo dijiste demonio idiota, pero yo creí que íbamos a la cocina, yo que se —dijo avergonzado el conde—, además ¿Qué diablos es este lugar?


—Es mi habitación —susurro como si nada contra los labios del menor dándole un dulce beso —usted es mi “pareja” por lo que es normal que durmamos juntos —cargo dulcemente a Ciel, el cual seguía asombrado por el termino con el que el azabache se refirió a su relación; cuando logro salir de su ensoñación pudo percatarse que se encontraba en el baño de la habitación y su demonio con mirada de gula por querer “devorarlo” comenzaba a desvestirle.


—¡Que rayos! —grito al sentir las tibias y tersas manos del mayor sobre su cuerpo, estremeciéndolo—. ¿Pero qué diablos haces?


—Nada que usted no desee —su mirada se lleno de lujuria.


El moreno le rodeo sensualmente por la cintura, atrayendo al menor hacia él, inhalando su dulce aroma.


—Siempre he querido tomar una ducha con usted bocchan —masculló en tono picaresco mientras besaba sensualmente su cuello, deslizando sus manos por aquella tersa espalda, hasta llegar a sus glúteos los cuales acaricio y apretujo mientras le despojaba del resto de su ropa—. ¿Me dejaría?


Ciel tan solo asintió con la cabeza en un sutil movimiento a lo que el moreno le propuso, sentía su cuerpo extraño, deseoso. Comenzó a jadear ante la idea, que de un momento a otro, tanto le excito; su mirada se encontró con la de Sebastián quien ocasionalmente le depositaba dulces besos húmedos en sus hombros y cuello. Presionando sus labios contra los suyos en un tierno ósculo que a cada segundo iba subiendo de intensidad haciéndose más demandante, con su lengua el mayor pidió permiso para profundizar aquel sensual contacto, el cual no tardo en llegar; deslizo su lengua por toda la boquita de Ciel, grabándose cada centímetro de esta, invitando a danzar a la aun torpe lengua del menor en un baile lujurioso, donde se entrelazaban, recorriendo la boca del contrario con esmero, separándose cada cierto tiempo donde un delgado hilo de saliva aun los conectaba, antes de volver a unir sus belfos fogoso ósculo que los dejaba sin aliento.


El menor no se quedaba atrás, colocando ambas manos en el pecho del moreno, las deslizaba de manera sensual abriendo uno a uno los botones de la camisa de Sebastián, rozando sutilmente el pecho del azabache, provocándole un ligero estremecimiento, el cual le erizaba la piel. Acaricio desde sus hombros, hasta llegar a su vientre, donde se detuvo unos instantes, despojando al oji rojo de la camisa; las manos de Sebastián comenzaron a masturbar rudamente el miembro del Conde sacándole agudos gemidos de placer. El vapor del agua caliente de la tina inundaba el lugar, dándoles una sensación placentera e incrementando aun más el libido que les embargaba logrando que el calor de sus cuerpos aumentara de manera rápida. Frenéticamente quitaron toda prenda que aun tenían, mientras dulcemente Sebastián depositaba besos en la espalda del menor.


Estando completamente desnudos procedieron a sumergirse en el agua caliente, el mayor se sentó recargando su espalda en el bode de la tina; en un rápido movimiento Ciel quedo sentado sobre él con las piernas en los costados del moreno. Podía sentir a la perfección el imponente miembro de su demonio el cual se rosaba deliciosamente contra el suyo, el cual comenzaba a doler.


—Ngh… Sebastián h-hazme tuyo —pidió entre jadeos el azulino, extasiado por las caricias del mayor, siendo invadido segundos después por un enorme sonrojo que le obligo a mantener la mirada gacha, debido a la vergüenza que le provoca decir esas palabras.


Deseaba que el falo del moreno lo penetrara de una sola estocada, llenándolo de placer, por lo que tímidamente lo tomo con ambas manitas y comenzó un ligero sube y baja, el cual sacaba sonoros gemidos de Sebastián, debido a que aquella exquisita sensación de las manos de su amante aumentaba por el agua, más aun al sentir como sus testículos eran masajeados.


—Yes, my lord —susurro contra el cuello del pequeño, bajando hasta el pecho donde comenzó a lamer en círculos los rosados pezones, mordisqueándolos un poco hasta dejarlos erectos, al tiempo que su mano derecha lo tomaba de la nuca, acercando más aquel frágil cuerpo. La mano izquierda del demonio acariciaba sensualmente las nalgas del menor, las apretaba con fuerza; gustaba de sacar gemiditos de los labios de Ciel, su Ciel, el cual grito al sentir el miembro de Sebastián penetrarlo de una sola estocada sin ninguna clase de preparación.


—¡¡Ah!! —su espalda se arqueo violentamente, al sentir la masculinidad del moreno llenarle por completo, la sensación que sentía era indescriptible… “delicioso” pensó mientras sus mejillas se teñían de carmín y besaba pasionalmente al azabache, comenzando a mover ligeramente sus caderas, comenzando a cabalgar sobre Sebastián indicando que estaba ansioso por continuar.


—Bocchan… —ronroneo con su aterciopelado, sensual y seductor tono de voz que te cautiva, estremece e incita a la más deliciosa perdición, llena de lujuria, que te inunda y envuelve en un instante de pasión desmesurado, mientras comenzaba a lamer el lóbulo de la oreja de su pequeña adoración. Aquella varonil voz que le llamaba con tanto recelo, a él y solo a él, mientras se fundían, uniéndose en ese desborde de anhelos contenidos, ahogando sus gemidos en los labios contrarios.


—¡Oh sí! Más duro…


Aquel delicioso vaivén de caderas fue aumentando, con el movimiento de Ciel quien se movía sutilmente en círculos, profundizando cada estocada del moreno, dando en aquel punto exacto que le encendía, deleitándose de las sensaciones, mientras su miembro era masturbado fuertemente y sus pezones estimulados por una hábil lengua. Irónicamente se sentía en el cielo…


 —S-Sebastián… me vengo —jadeaba el menor, aferrando fuertemente sus brazos al cuello del mayor.


—Yo igual… —gimió.


Solo hicieron basta un par de estocadas, para que el menor alcanzara el punto máximo de placer dejando salir su esencia, misma que se entremezclo con el agua; arqueando brutalmente la espalda, contrayendo todos y cada uno de los músculos de su cuerpo, apresando el falo del mayor, el cual se vino dentro de Ciel, llenándolo con su esencia.


—¡Ciel!


—¡Sebastián!


Gritaron al unísono cuando llegaron al delicioso orgasmo, permaneciendo unidos unos instantes más, en un cálido abrazo, sellando aquel acto de amor con un dulce y casto beso, mientras intentaban regular su agitada respiración.


—Bocchan, cierre los ojos y diga ¡ah! —pidió Sebastián con una sonrisa ladina (conteniendo una deje de burla) una vez que ambos se encontraban más relajados. A lo cual pacientemente espero la protesta o el golpe de parte del menor el cual nunca llego. Para su sorpresa el menor se limito a hacer lo que él le pedio, por lo que sonrió dulcemente y deposito un extraño “dulcecito” morado en la boquita de Ciel, el cual se comió, con una cara de “qué diablos me acabas de dar maldito demonio”—. Eso es un alma —comento como si nada.


—Creí que serian diferentes —masculló con curiosidad, mientras observaba el bien formado cuerpo del demonio junto a él, el cual estaba terminando de bañarlo.


—Todas las almas son diferentes bocchan, todo depende del ser a quien se la extraigas —le informo—, las de los demonios son como pelotitas color rojo, la de los humanos se asemejan a dulces, cambia el tono de acuerdo a la vida que llevaron; el alma de los ángeles es similar a un cristal… —explicaba pacientemente al tiempo que secaba y vestía a Ciel.


—Nunca creí que los demonios y los ángeles tuvieran alma —dijo sorprendido.


—Claro que tenemos, es algo así como un alma, ya que es lo que nos define, muchos le llamarían “maldad” en nosotros y en los ángeles “pureza” —se quedo pensativo un poco dedicándole una sonrisa al menor—. Bocchan es muy curioso, para serle sincero yo no me había preguntado todo eso.


—Eso es porque eres un demonio inútil —hizo una leve pausa—, ¿pero entonces como sería mi alma?


—Mmm pues como la de su hermano Abadón, creo recordar que se asemeja a una gema dorada, aunque su alma se perdió, hace unos siglos, Lucifer la custodiaba para evitar que callera en manos de los ángeles, pero un día desapareció…  —por unos instantes miro atento el semblante pensativo de Ciel, mientras caminaban fuera del baño, por lo que le abraso sorpresivamente por la espalda—, bocchan hay algo que tal vez le gustaría ver…


Continuara~

Notas finales:

Gracias por leer *^* 

Haruka Eastwood


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