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Simplemente mi Bocchan por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Fic de Sabastian x Ciel nwn 

Hola!!

Aquí de nuevo molestando XD espero que este capítulo sea de su agrado y me regalen un rw :3 

Oh y se lo quiero dedicar a la señorita Ciel Phantomhive (por soportarme cada que hablamos XD ), Ali Phantomhive y yume michaelis (Por regalarme siempre tan lindos rw) jiji 

Sin más preámbulos a leer!! nwn

Capítulo 4: Nuestras emociones

El silencio se hacía presente en la habitación donde se encontraba la rubia y el conde, era un silencio por demás incomodo comenzando a tornarse exasperante, pero no pareciera que alguno de los presentes quisiera terminar con él, simplemente se limitaban a verse fijamente como si quisieran animar al contrario para hablar; por su parte Elizabeth esperaba a que Ciel le contara por que tanto misterio en torno a Sebastián y su extraño comportamiento afectuoso de la nada, que si bien no le molestaba le intrigaba.

El joven conde mantenía un semblante sereno mientras dudaba de como comenzar su historia, sabía que no podía decirle a su prima que su mayordomo era un demonio, ni que hizo un contrato con este por venganza cuando lo humillaron ¿o sí?... ¡No! Claro que no. Eso en definitiva era un secreto, por lo que debería idear otra cosa rápidamente. Mucho menos que comenzaba a sentir algo por este, ya que en primera le creería loco, incluso el mismo comenzaba a dudar de su propia cordura, algo que no sabía explicar, y eso lo atormentaba internamente logrando que en su mente se llevara una caótica lucha interna para establecer sus alocadas emociones; pues bien aun no tenía claro hasta qué punto podía confiar en su escandalosa prima.

Con gran pesadez Ciel finalmente rompió el silencio mientras que entre sus manos tomaba la taza de té al tiempo que miraba fijamente aquel liquido moverse levemente ante el delicado movimiento de sus manos. Su semblante siempre sereno notaba un poco de nerviosismo, incluso vergüenza, aun así la rubia no dijo absolutamente nada, ya que tenía curiosidad y al mismo tiempo se encontraba preocupada por su amado primo. Aun así le miraba nerviosa alternando su vista entre la taza que este apretaba con fiereza y sus ojos cual zafiro, para después posarlos sobre su propia taza de té.

—Elizabeth… ha-hace unos días comencé a notar un comportamiento un tanto extraño por parte de Sebastián hacia mi persona; estaba torpe y distante, creo que tu también lo notaste cuando llegaste ¿o me equivoco? —Largo un gran suspiro; su rostro formo una extraña mueca indescifrable antes de continuar—. Así que me propuse saber que le pasaba, bien pude haberle preguntado pero no me atrevía por lo que entre en su habitación en donde encontré su diario y lo leí…

Tras estas últimas palabras su rostro se ensombreció mientras sus pequeñas manos apretaban fuertemente aquella taza de té. Su cuerpo temblaba de impotencia y enojo contra el mismo. ¿qué es lo que me pasa? Se preguntaba sin obtener respuesta alguna de sus emociones, por primera vez se sentía perdido y desorientado. Suspiro mientras le daba un sorbo al té observándolo extrañado; lo dejo pasar quedándose en silencio.

—¿Ciel qué pasa? —pregunto con extrañeza la rubia al ver la actitud de su prometido, intentando sonar comprensiva a cualquier cosa que le fuera a decir—. ¿Qué fue lo que leíste en el diario de Sebastián-san? —le miraba con demasiada intriga y un deje de curiosidad en su mirada.

Haciendo uso de todo su autocontrol para dejar de lado su orgullo por unos instantes, lo cual no era nada fácil y menos si se trataba de Elizabeth, sentía que lo que le contaría a la rubia provocaría que le mirara como si fuera alguien débil, alguien que es perturbado con solo unas cuantas palabras. Pero no eran en sí aquellas palabras, sino de quien provenían.

—Te he de confesar que ingenuamente creí que él sentía algo por mí, y no me equivoque; él me odia, yo para Sebastián simplemente soy un chiquillo malcriado, mimado y orgulloso al cual sirve por pasar el rato y no solo eso, el tiene una prometida y pronto se… pronto se casara —mientras decía esto último sentía una fuerte opresión en su pecho y una pesadez enorme en el cuerpo.

—¿Por qué me afecta tanto esto? Si Sebastián es simplemente un mayordomo… —se había estado preguntando mentalmente una y otra vez sin poder encontrar una respuesta lógica a sus emociones. Estaba a punto de ser traicionado por unas gruesas lágrimas que amenazan con salir de esos hermosos ojos azul zafiro. Elizabeth parecía no impresionarse en lo más mínimo ante lo que le decía Ciel, es como si ella ya lo supiese desde antes, simplemente bajo su mirada y dio un gran suspiro cansino y con hastió en su voz continuo.

—Y tu ¿Qué sientes por Sebastián? – pregunto en un tono tan frió que sorprendió en sobremanera al joven Conde. Ya que la oji verde no solía hablarle de esa forma y mucho menos mantener esa expresión vacía y sin vida en su rostro.

—Yo… yo no lo sé – titubeo, pues bien, si no amaba a su demonio si sabía que sentía algo por él, solamente que no sabía que era ni como poder expresarlo, al meditarlo un poco una sensación de asco hacia sí mismo lo invadió, se le revolvió el estoma sintiendo que en cualquier momento devolvería. Pero esa sensación no era precisamente causada por sus pensamientos, sin embargo ante la situación no los supo diferenciar; como acto reflejo se tapo la boca con la mano y su rostro palideció.

Ciel medito el motivo de su asco, dos hombres es antinatural más aun si uno de ellos es un poderoso demonio. La imagen del moreno sonriéndole, tocándole y haciéndole suyo le aterro, no porque no lo deseara, al contrario, intento por escasos segundos imaginar el cómo sería ser tocado por él, por que comenzaba a excitarse. Se imagino aquellos sensuales y roncos jadeos sobre su oído murmurando su nombre mientras le embestía con fuerza, sus manos tocando cada parte de su cuerpo con esmero... ¿Pero qué rayos estaba pensando? Todo aquello era desagradable, el lo era por imaginarlo, por pensarlo, por desearlo… ¡No! Ciel Phantomhive no deseaba a ese incompetente demonio, simplemente era una pieza más de su juego, un peón que era libre de usar a su antojo ¿solo eso? Si, solo eso, no había más… ¿o tal vez si? ¡No! Definitivamente no podía haber más, simplemente no podía.

Al darse cuenta del estado de su primo Lizzy se acerco lentamente hasta él y lo abrazo sorprendiendo al menor en demasía, ya que por breves instante se asusto de su comportamiento, creyendo que caería inconsciente o en shock. Su cuerpo temblaba y su mirada parecía perdida.

—Ciel —susurro quedamente en el oído de este, repagando aquel pequeño y frágil cuerpo contra el suyo—, mi amado Ciel, déjame sacar por completo de tus pensamientos a Sebastián —dijo en un tono seductor sobre el oído del menor, que dejo más que sorprendido al conde y con la boca abierta ante tan provocativa insinuación.

Por un momento su malestar se le olvido ante lo dicho por la rubia, no pudo contener su sorpresa y sus ojos se abrieron completamente y la miraron seriamente de manera desaprobatoria ¿cómo se atrevía a insinuarle algo así a él? Sus ojos se clavaron en ella como queriéndole dar pauta a que respondiera que simplemente se trataba de una broma de pésimo gusto. De ser así simplemente lo olvidaría y actuaria como si nunca hubiera pasado, pero la blonda no lo negaba, al contrario le veía ¿sensualmente?

—¡¿Pero qué rayos estas insinuándome Elizabeth?! – refuto molesto, con intenciones de irse, pero al parecer algo lo retenía ahí.

—Bien sabes que es lo que te estoy diciendo Ciel —paso su lengua por sus labios de manera sugerente, y una sonrisa bizarra se dibujo en los labios de Lizzy; en sus ojos apareció una mirada llena de lujuria. Era como si hubiesen cambiado a su prometida por una mujer completamente diferente.

El Conde la miraba con detenimiento, si bien la rubia le llamaba la atención no sentía nada por ella, se le hacía muy guapa y hasta cierto punto tierna, tal vez en el pasado le llego a quererla,  e incluso le regalo uno que otro pensamiento, pero ahora ya no era así. El rostro del menor denotaba cansancio y fastidio, se le hacía molesto tener que aclararle lo obvio a su prima, pero ante todo era un caballero y no quería lastimarla o herirle sus sentimientos.

—Yo no te amo Elizabeth y lo sabes —la encaro y de manera prepotente y cansina poso sus zafiros sobre la chica, pero no pudo continuar ya que sus labios fueron sellados en un pasional beso con su prima, quien traviesamente bajo sus manos hasta la entrepierna de Ciel y comenzó a masajear su aún dormido miembro.

El un principio el conde tenía toda la intención y convicción de rechazar a la chica, porque lo que estaba haciendo no era correcto ¡Su prima le devoraba los labios de manera agresiva! No la amaba, ni siquiera se sentía atraído por ella ¿entonces por qué? Simplemente no lo sabía, por lo que poso sus manos sobre sus hombros queriéndola apartar, pero antes de hacerlo su mente se nublo por una fracción de segundo. De un momento a otro comenzó a corresponder las caricias de la rubia, sintiendo como un calor sofocante invadía todo su cuerpo, despertando un inusual cosquilleo en su vientre que bajaba poco a poco hasta su entrepierna, por lo cual ansiaba más de aquello.

—Sé que lo deseas tanto como yo —dijo en un susurro apenas entendible mientras su respiración se agitaba a cada segundo, comenzando a lamer el lóbulo de la oreja de su prometido.

La blonda sentía su corazón palpitar desenfrenadamente al tiempo que sus labios volvían a unirse con los de Ciel, quien comenzaba a disfrutar del contacto ajeno. Su beso era torpe por ambas parte, que ansiosamente querían corresponder aquel ritmo frenético que poco a poco comenzaba a apoderarse de ellos. Ciel sabía que estaba mal, pero no podía detenerse, era como si su cuerpo se moviera por sí solo. ¿Cómo era posible aquello?

—Aaah Elizabeth —articulo entre jadeos el Conde, quien simplemente se dejaba llevar ante la lujuria de su acompañante, si bien no la amaba al menos pasaría un buen rato con ella; o eso quería creer.

—L-i-z-z-y —susurro sensualmente la niña mientras mordía el cuello de Ciel quien la aparto bruscamente por unos instantes para mirarla fijamente relamiéndose los labios.

—Aquí no Lizzy —sonrió con picardía y sensualidad provocando un sonrojo en la rubia—,  mejor vayamos a mi habitación.

Al tiempo que decía esto tomaba a su prima de la mano, levantándola con un poco de brusquedad y la llevaba por los pasillos de la mansión a paso rápido, ya que poco falto para que comenzaran a correr de las ansias y ganas que sentían ambos. Una vez a dentro Ciel se dejo llevar por la pasión del momento y arrojo a la chica contra la cama de forma violenta.

Se posiciono sobre ella y comenzó a devorarle los labios, aquellos delgados y perfectos labios que de un momento a otro anhelo probar con desespero; sentía la necesidad de poseerlos al igual que su cuerpo. Sus manos recorrían sin pudor alguno a la chica que gemía de placer ante aquel delicioso contacto. Con gran impaciencia se despojaron de la ropa como si de eso dependiera su vida.

Desde los pasillos se podía escuchar perfectamente bien los gritos de placer de la rubia y los gemidos del Conde los cuales no se esforzaron en ocultar, pese a que en la mansión aun se encontraban los sirvientes, mismos que para la hora que  era deberían estar dormidos y de no ser así tampoco les importaría.

El joven conde poseía a la chica con desenfreno, pero pese a que los cuerpos de ambos mostraban deseos carnales, mismos que eran perfectamente saciados sus miradas demostraban terror por fracciones de segundo, como si quisieran detener todo aquello, para después volver a reflejar esa lujuria en sus ojos. Lamentablemente ya era muy tarde; todo culmino con un feroz grito de ambos exclamando el nombre del contrario cuando ambos alcanzaron el orgasmo.

Ambos chicos cayeron rendidos en la cama y Elizabeth no tardo en dormirse entre aquellas finas sabanas de seda, tan cómodas y placenteras, su respiración se calmo rápidamente para entregarse a los brazos de Morfeo. Por otra parte Ciel no lograba conciliar el sueño, si anteriormente se sentía asqueado con la idea de sentir algo por su mayordomo, ahora sentía más que repulsión por su persona, por el acto tan “pecaminoso” que había llevado a cabo con Elizabeth, ¡se había acostado con su prima! pero no lo había disfrutado en lo más mínimo, en un principio ni siquiera lo pensó, prácticamente es como si su cuerpo se hubiera movido por si solo; se sentía arrepentido, sucio.

Aun no concebía la idea de cómo fue que ocurrió, en un principio se encontraba charlando con Elizabeth mientras bebían el Té y después…

—¿Qué hice? —exclamo aturdido, mientras con dificultad se incorporaba quedando sentado en la cama. Con horror giro el rostro observando a Elizabeth dormir plácidamente a su lado. Se sentía mareado y algo aturdido.

Habían pasado un par de horas, en las que se mantuvo sentado recargado en la cabecera de la cama, esperando a que se le pasara el gran mareo que sentía. Toda la cabeza le daba vueltas y sus recuerdos eran confusos, pese a que recién había ocurrido todo ¿cómo era posible aquello?... tal vez la rubia le había drogado, pero eso era imposible por lo que desecho la idea tan rápido como llego a él.

Seguía sin poder dormir, ya no tenía caso darle más vueltas al asunto, al fin y al cabo su realidad era que se acostó con su prima; con molestia se levanto de la cama y se cubrió con una sabana dirigiéndose al baño, lleno la tina con agua helada y se metió de golpe en ella dejando que la fría agua lo cubriera hasta la coronilla, la piel se le erizo por completo, temblaba de frio pero no le importaba en lo más mínimo. Todo lo que quería era borrar la huella de las caricias de la blonda, que todas esas sensaciones experimentadas desaparecieran de su cuerpo. Tomo la esponja y se comenzó a tallar con rudeza todo su cuerpo hasta que la piel le quedo completamente roja, pero aun así un deje de sensaciones y sus vagos recuerdos aun lo atormentaban.

Llevaba mucho tiempo en esa agua que ya ni sentía el frió de esta. Salió del baño tiritando y se vistió como pudo; toda la ropa le quedo completamente chueca pero eso era lo de menos, todo lo que quería hacer era salir de ahí lo más rápido posible. Miro el reloj y se percato de que eran apenas las 4 de la madrugada.

Todo lo que quería era ocupar su mente en algo, por lo que se dirigió a su estudio y comenzó el trabajo que no había podido terminar el día anterior por la llegada de su prometida; el tiempo pasaba más rápido de lo que creía. El sol comenzaba a salir, iluminando completamente su estudio con esos cálidos rayos de luz matutinos que por primera vez en su vida le llenaban de una inmensa calma, su mente comenzaba a despejarse y el sueño no tardo en hacerse presente.

Elizabeth se había despertado muy temprano por un intenso dolor cabeza y cuerpo. Con pereza se giro sobre la cama para notar como Ciel ya no se encontraba con ella, lo cual la lleno de una enorme tristeza, deseaba más que nada en el mundo que él le correspondiera, pero a pesar de todos sus intentos sabia que eso no sería posible. Tal vez la noche pasada se habían entregado como nunca antes, pero si bien sus cuerpos habían correspondido a tal acto sus emociones y sentimientos no estaban presentes, al menos no los del oji-azul.  Finalmente se había dado cuenta que no importaba lo que hiciera, Ciel jamás le correspondería.

Ella comprendía muy bien algo que el Conde aun parecía no entender y era que por más que renegaba el estaba enamorado de Sebastián, era una verdad innegable que hasta el más despistado y torpe se daría cuenta, ¡Solo él parecía no saberlo! y por lo visto sus sentimientos eran correspondidos, de otra forma no se explicarían los celos “disimulados o imperceptibles” que profeso el moreno hacia su amo, prácticamente le había enviado una mirada que decía “¡Si tocas a MI Ciel morirás!”. Solo faltaba que el conde se diera cuenta de lo que en verdad sentía pero sobre todo que lo aceptara.

Aun se sentía cansada pero sin una pizca de sueño en su ser, por lo que se levanto perezosamente de la cama y con una lentitud casa molesta comenzó a vestirse, cuando termino pudo ver el reloj y noto que ya eran casi las ocho, aún tardarían en llegar por ella. Salió del cuarto de Ciel y dio unos cuantos pasos cuando observo como Tanaka se dirigía a paso veloz al cuarto de su joven amo y su semblante se tornaba preocupado.

—Lady Elizabeth, en un momento el desayuno estará listo, únicamente deje ir a despertar al joven amo —dijo con una sonrisa tranquila reverenciando a la chica.

—El no está en el cuarto Tanaka-san. De hecho ahora iba a buscarlo —su tono de voz denotaba tristeza, su mirada ya no poseía ese singular brillo que tanto la caracterizaba—. Tal parece que lleva rato despierto.

—¿Cómo que el amo no está en su habitación? —dijo extrañado y bastante exaltado, dejando de lado la aparente tristeza de la rubia, ya que la prioridad era el Conde. Pero se preocupo aun más al saber que Sebastián no había pasado la noche ahí, todo indicaba que aun no regresaba.

—Acabo de ir a ver pero no se encontraba, a mí también me extraño.

Intento sonar serena y convincente ante todo, intentando ocultar el hecho de que había pasado la noche con Ciel. Evidentemente no podía darse el lujo que alguno de ellos se enterada de lo sucedido, al fin y al cabo lo que le había dicho aquel hombre era mentira y el azulino no correspondería sus sentimientos.

—No se preocupe, yo me encargo de buscar al joven amo, mientras tanto  puede bajar a desayunar —sonrió ligeramente transmitiéndole seguridad a la blonda.  

—¡Señorita Elizabeth! —se escucho el grito de Mayrin quien corría hacia donde se encontraba Tanaka y la chica. En un tono agitado prosiguió —han llegado por usted, su carruaje le espera afuera.

Ante esto Lizzy se sorprendió un poco pues le habían dicho que la recogerían a las once en punto y aun faltaba para eso, por lo que se limito a despedirse y pedir que la disculparan con Ciel por su partida antes de tiempo. Al salir de la mansión se monto en el carruaje, al parecer su padre viajaría de emergencia por cuestiones de trabajo, motivo por el que pasaron antes por ella.

Su visita a Ciel había resultado todo un fracaso, se arrepentía de lo que hizo y a la vez no; cuando aquel hombre le regalo “eso” dijo que el amor de su vida sería completamente suyo, más nunca se espero que esas palabras fueran literalmente, ella no solo quería el cuerpo del conde, puesto que lo que más anhelaba era ser amada como ella le amaba.  Camino a casa recordaba como lo había conocido…

~ * Flash back * ~

Elizabeth caminaba por las calles del centro acompañada de Paula, ya que la rubia quería regalarle algo a Ciel, debido a que últimamente lo notaba bastante molesto e incluso alterado. Pero al tener un carácter tan especial no sabía que regalarle al azulino, así que simplemente lo iría a visitar e intentaría alegrarlo, cosa que ya era costumbre.

Entre el bullicio de la gente perdió de vista a la castaña y se adentro en un callejón, creyendo que por ahí saldría nuevamente a la plaza, pero aquel lugar parecía más bien un laberinto. Cuando intento regresar por donde vino se asusto al verse completamente pérdida, no faltaba mucho para que anocheciera y había escuchado de secuestros de jóvenes por esa zona, motivo que la alerto aun más.

Intento calmarse mientras buscaba el camino hacia la plaza central, pero conforme avanzaba comenzó a escuchar ruidos muy extraños. Rápidamente ya se encontraba corriendo sin rumbo fijo por aquellas calles vacías y tétricas, pero un gato se le atravesó en el camino y al intentar esquivarlo cayó al suelo golpeándose fuertemente la cabeza. De entre las sombras salió un misterioso hombre encapuchado que sigilosamente se acerco a Elizabeth y la tomo en brazos, frente a una atenta mirada amatista.

—¿Estás seguro que ella es la indicada? Podemos buscar a otro co… —inquirió el oji amatista a su acompañante, quien empezó a caminar entre los callejones.

—Si —espeto sin más, interrumpiendo al chico, logrando un suspiro en el otro quien simplemente le siguió en silencio.

 

Cuando Elizabeth abrió los ojos noto que se encontraba en una extraña tienda, que al parecer era de perfumes, puesto a que una exquisita fragancia inundo sus fosas nasales. Se movió un poco de aquel sillón rojo, reincorporándose a la vez que sujetaba su cabeza, la cual le dolía un poco.

—Veo que ya despertaste ¿cómo te sientes? —pregunto amablemente un pelinegro de ojos amatistas y piel tan blanca que hacia un perfecto contraste con su cabello, el cual estaba sentado a un lado de ella—. ¿Aun te duele la cabeza?

Un ligero sonrojo surco las mejillas de la chica, mientras negaba lentamente, haciendo referencia a que ya no le dolía absolutamente nada, pero cuando intento ponerse de pie un punzante dolor se hizo presente en su abdomen, obligándola a tambalearse. El chico al verla rápidamente la sostuvo de la cintura obligándola a recostarse de nuevo.

—Te diste un gran golpe, podemos avisarle a tu familia que estas aquí para que te recojan —anuncio un peli plateado de hermosos ojos ámbar, el cual traía un poco de té y galletas.

—Muchas gracias…

—¡Oh! Es verdad, no nos hemos presentado, mi nombre es Yuki y el enojón de allá —dijo señalando al peli plateado—, es Takumi. Un placer conocerte ¿y tú eres…?

—Elizabeth… de nuevo, muchas gracias por ayudarme Yuki-san y Takumi-san.

—Tsk —bufo Takumi marchándose de ahí, hacia dentro del lugar sin decir nada.

—No le hagas caso, siempre es así —sonrió amablemente Yuki, para posar su mirada analítica sobre la blonda—, te he estado observando y pareces triste ¿te ocurre algo?

Elizabeth se lo pensó un poco antes de contestar, por alguna extraña razón aquellos dos hombres le transmitían mucha confianza, por lo que le conto sobre Ciel y que lo que más deseaba era tenerlo, más nunca especifico el cómo, por lo que el moreno le vio divertido y le ofreció dos frasquitos, diciéndole que cuando viera a su prometido le diera el contenido del frasco azul y ella se tomara el contenido del rosa, así su prometido seria todo suyo.

Felizmente Elizabeth acepto, y entre charlas amenas paso una hora, tiempo en el que llego Paula a recogerla con una enorme cara de alivio al ver a su joven ama sana y salva. Mientras ambos chicos la despedían en la puerta del pequeño local de perfumes, una vez que el carruaje partió el oji ámbar miro fijamente al moreno.

—¿Qué fue lo que le diste?

—Un poderoso afrodisiaco, ella quería diversión y por “su favor” me parecía buena idea cumplir su deseo —susurro entre risas para después besar pasionalmente al moreno, quien simplemente se dejo hacer—. ¿Cuánto tiempo debo esperar para tenerlo conmigo?  

—Como se te metió la idea de que fuera una humana tienes que esperar tres meses más de lo habitual —respondió restándole importancia a lo que Yuki simplemente sonrió ladinamente

~ * Fin Flash back * ~

Cuando se hubo marchado Elizabeth, Tanaka empezó a buscar a su joven amo con algo de preocupación a quien encontró dormido plácidamente en la silla de su estudio con la ventana abierta tras de él. Sonrió soltando un suspiro de tranquilidad al verle dormir tan plácidamente y sin preocupaciones.

Entro a la oficina procurando no hacer ruido para no despertar al pequeño y fue directamente a cerrar la ventana tras de él, debido a que el clima estaba bastante helado esa mañana, pero cuando volteo a ver detenidamente a Ciel sus ojos se abrieron por completo al verlo; el niño estaba sudando frió, su respiración era muy agitada y sus mejillas permanecían con un evidente sonrojo. Al tocar la frente de Ciel Tanaka se dio cuenta que el Conde estaba ardiendo en fiebre. Por lo que no dudo en cargarlo y llevarlo hasta su habitación, recostándolo con sumo cuidado, para salir de ahí y llamar al médico.

Ya era de noche y el pequeño niño no mostraba mejoría alguna, por el contrario su fiebre había aumentado. El doctor que había ido a verle, le receto antibióticos asegurando que con eso estaría bien y que no había amenaza de que le diera un ataque de asma, pero aun no había resultado alguno, solo empeoraba a cada hora. Para sorpresa de su mayordomo que lo había estado cuidando este tiempo el niño entre abrió los ojos y solamente preguntaba por Sebastián. – Tanaka quiero ver a Sebastián; trae a Sebastián por favor – decía Ciel entre lamentos.

Por alguna extraña razón todos en la mansión Phantomhive se preguntaban dónde estaba Sebastián, ya que no lo habían visto desde la noche anterior cuando llevo el té al joven amo y a la señorita Elizabeth, ordenándoles que por nada del mundo le fueran a molestar a menos que el conde los llamara, por lo que se quedaron plácidamente dormidos, ya que el azulino no los había llamado.

El último en caer en los brazos de Morfeo fue Tanaka, quien había escuchado ruidos extraños alrededor de las doce, por lo que salió del cuarto de servicio y fue directamente a la estancia donde había estado los chicos, pero solo vio las tazas de té tiradas, por lo que se dispuso a limpiar, pero volvió a escuchar aquellos ruidos que parecían más bien gritos. Camino con sigilo hasta el cuarto del conde, donde abrió los ojos completamente al percatarse de que se trataban “dichos ruiditos”, pero simplemente se limito a regresar al cuarto de servicio e intentar dormir. Estaba más que seguro que su joven amo no solicitaría su presencia esa noche, sino hasta la mañana.

Ya estaba amaneciendo nuevamente, la mañana era más fría que de costumbre y Ciel estaba aún peor que el día anterior, al parecer estaba inconsciente, su piel estaba completamente pálida y su cuerpo estaba frio, inerte… pareciera que estaba muerto. A su lado se encontraba Meyrin dormida quien se había ofrecido la noche anterior a cuidarlo, para que Tanaka descansara un poco.

“La vida es tan fugaz, un leve suspiro nos indica que aún estamos aquí y de la nada dejamos de sentir, de amar y nos volvemos parte del viento, parte del olvido… “

Pov Sebastián

No note cuando me quede profundamente dormido, pero al despertar el seguía a mi lado abrazándome protectoramente, como si fuera a desaparecer en cualquier segundo. Claude, el demonio con el que horas antes me había acostado seguía ahí dormido como si nada más le importase, el maldito se había dado el lujo de dormir. Mientras yo me siento despreciable por lo que hice, mejor dicho por lo que le estoy haciéndole a Ciel, pero más que nada a Claude, el fue mi más grande amigo, consejero y un ser realmente importante en mi vida, he de admitir que cuando se fue de mi lado la pase realmente mal, pero el hecho de que yo le tenga este aprecio no significa que lo ame ni mucho menos que le corresponda. Yo jamás amare a esta araña como él a mí. Siempre ha sido y seguirá siendo ante mis ojos un amigo, solo eso.

Pero tras lo que acabamos de hacer entiendo que le provocare un dolor y sufrimiento incluso peor que el de hace dos siglos, no tengo el valor de voltear y verle a la cara. No soy cobarde, debido a que no huiré, simplemente por esta ocasión no sé cómo reaccionar, tan solo eso. Debía negarme a su estúpida propuesta y tomarla como la broma que era, tenía que haber dicho que no ¿tal difícil te era decir no Sebastián Michaelis?, ¡Ah! Pero tenía que aparecer tu maldito egoísmo que te lo impidió, como si te gritara ¡Acuéstate con Claude para desahogar que te rechazaron! solamente utilice a Augus para sacar de mis pensamientos a Ciel, pero fui realmente un estúpido, me doy asco de mi mismo.

Vaya rey que resulte ser…

Por primera vez en mi existencia siento que todo me está saliendo mal; y yo aquí como una mujer sinvergüenza, ¡Si Sebastián, te has comportado como toda una ramera! Admítelo… “una que intenta sacarse de la cabeza a un hombre con otro”; no logro comprender en qué momento me volví tan débil, yo siendo el rey del inframundo he llorado por amor sin siquiera pelear por él, he dejado de lado a la persona que me jactaba de amar, ¡que estúpido!, pensándolo bien ni siquiera ose enfrentarlo y decirle “Oye Ciel Phantomhive yo te amo y hare hasta lo imposible por tener tu amor” ¡NO! No y no, en cambio, me enojo y salgo huyendo ¡Me comporte peor que un patético humano!

Soy más que patético. ¡Sebastián Michaelis eres patético y un perfecto idiota!; pensé en el acto más grande de cobardía. Quise huir, ¡yo el rey del inframundo estuvo a punto de ir! pretendía huir, salir corriendo ¿A dónde? Solo sabía que lejos… ¡Genial! Realmente genial. Pretendía esconderme como un cobarde cualquiera. Intente que me mataran. ¿Donde quedo lo que soy? ¿Dónde está el Sebastián Michaelis que consigue lo que se propone? ¡Maldición! ¿En qué rayos me convertí?

¡Por Lucifer! ¿Emerick maldiciéndote internamente vas a solucionar algo? No verdad ¿entonces?  

Su propia conciencia no dejaba de recriminarle cada acto hasta ahora cometido, con un deje de pesadez se levanto de la cama y se arreglo para irse, sintiendo un punzante dolor en la cadera, volteo y fulmino con la mirada al moreno que abría perezosamente los ojos.

—Claude —exclamo con burla y prepotencia en su voz—, esto no se va a volver a repetir y te aconsejo que te mantengas alejado de mí y mi bocchan  si no quieres que te asesine.

—¿Algo más su majestad? —se mofo el oji ámbar antes de continuar hablando—. Sebastián, no tenia esas intenciones, mejor será irnos o tu “bocchan” se enojaran —dijo con sorna.

—Tsk maldito Claude —mascullo entre dientes mientras terminaba de arreglarse frente a la atenta mirada del moreno.

Después de un rato ambos demonios salieron de la pequeña cabaña para dirigirse a sus respectivas mansiones.  Sebastián corría por el bosque que estaba en las cercanías de la mansión; se detuvo abruptamente al sentir como el contrato con Ciel se debilitaba, mejor dicho, no es que el contrato se debilitara, era que su contratista estaba a punto de morir. ¿Pero por qué? ¿Qué paso? Su rostro palideció por unos instante y sus pupilas adquirieron un tono fluorescente, tenía que llegar a donde estaba Ciel, no entendía que pudo haber pasado en su ausencia, pero si su bocchan moría el jamás se lo perdonaría.

Continuara…

Notas finales:

Espero que les haya gustado ¿merezco rw? y cualquier duda, queja sujerencia la pueden dejar en un rw de igual manera los piedrazos, los besos o chocolates *¬*

Sin más yo me despido y les deseo un excelente día/tarde/noche.

Haruka Eastwood


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