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Simplemente mi Bocchan por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Hola! yo aqui de nuevo :3 perdonen la tardanza, es que este capítulo me costo mucho escribirlo kukuku pero finalmente lo logre wiii y se lo quiero dedicar a: Ali Phantomhive/ Lily Carlos/ yume michaelis/ Issei :3 por dejarme siempre tan lindos rw 

Oh! les quiero comunicar que cree una pagina de facebook :D por si gustan acosarme n.n hablarme o matarme (claro que si hacen lo último jamás sabrán el final de mis fics muajajaja) aparezco como Haruka Eastwood *que original yo ¿verdad? -aunque me sorprendió saber que soy la única loca que se llama así XD* 

https://www.facebook.com/profile.php?id=100003132106537 (les dejo el link :3 )

Ahora sí las dejo leer kukuku :D

Capitulo 7: Este es el adiós

 

Un silencio sepulcral comenzó a reinar en la habitación del conde, formando así un ambiente tenso y hasta cierto punto sofocante, que hacía que cierto azulino quisiera salir de ahí cuanto antes, pero pese a su deseo, sabía que no podía hacer eso, le debía muchas explicaciones a aquel demonio que le escrutaba con la mirada. Ciel evadía la mirada de desaprobación que sabía le dedicaba Sebastián, no era necesario ser un maldito genio para saber que le fulminaba con la misma por acostarse con Elizabeth. Pero de hecho ni el mismo se lo creía, de no ser porque vio a la chica a un lado suyo completamente desnuda y con expresión de satisfacción, no se lo hubiese creído por más que alguien se lo afirmara, entonces ¿Cómo paso? Mejor dicho ¿por qué? si la sola idea de hacerlo era aberrante, en parte por tratarse de su prima.

Tras sus propias palabras el ambiente rápidamente se empezó a tornar pesado he incomodo, pero eso era evidente, es decir: quien se tomaría como si nada cuando la persona que amas te dice que se acostó con su prima y no sabe ni como ¿le matas? ¿Le golpeas? ¿Le dejas o le perdonas? Con cierto pánico Ciel contemplo que de un momento a otro como aquella fulminante mirada se relajo. Simplemente aquel demonio suspiro y se dejo caer sobre la cama con un gesto cansino, ¿acaso no le importaba en lo absoluto lo que le había dicho el menor? ¿Lo dejaría pasar? ¿Por qué hacerlo? Siendo él un demonio, un ser posesivo y sádico simplemente ¡¿no diría nada?! Mejor dicho ¿Por qué no se había abalanzado contra él?

Su maldita actitud pacifista le cabreaba pero también hacía que su culpa se incrementara.  Tal vez hubiera preferido que le gritara, que se enojara o que se fuera del cuarto fúrico pretendiendo hacerle la ley del hielo por el resto de su vida. Pero su mutismo y aquella tranquilidad solo lo hacía sentirse como una bazofia, al menos eso era lo que sentía Ciel, por muchas razones.

Pese  a que el conde siempre se mostraba como alguien serio cuyo carácter no daba pauta a cometer equivocaciones de ninguna índole en su vida, sentía que con Sebastián solamente cometía error tras error y en vez de arreglar las cosas, solo terminaba por empeorarlas. El primordial error o fallo fue por nunca haber sido claro con lo que sentía, pero tampoco es como si pudiera dejar de lado ese enorme orgullo y altanería que lo caracterizaba, es decir, era parte de lo que representaba ser Ciel Phantomhive. Ya sea para bien o para mal fue criado con la ideología que dos hombres era impropio, mejor dicho aberrante y desaprobado por la sociedad, pero pese a todo él estaba enamorado de uno. Hasta cierto punto era algo cierto, ya que resultaba que ese alguien era no solo un hombre sino que también un demonio. Entonces, ¿cómo diablos lidiar contra lo que en un principio creíste ser? No le quedaba de otra que sobrellevarlo.

Por su parte Sebastián se sentía enojado y frustrado, porque como demonio era posesivo y hasta cierto punto ambicioso, por lo que se había jurado que absolutamente nadie tocaría lo que por derecho es suyo en su totalidad, y Ciel era completamente de él, desde su cuerpo hasta su alma. Pero su triste verdad resultaba ser otra, y es que su joven amo se entrego por voluntad propia a esa chiquilla odiosa. Nadie le obligo a nada, el fue y se acostó con ella, nadie le amenazo, no tenía que sacar información… ¡Lo hizo por placer! Y eso era lo que más le molestaba. Un instinto asesino comenzó a invadirlo, anhelaba terminar con la vida de aquella rubia de la forma más sádica que conocía, y no era para menos.

Los ojos de Sebastián comenzaron a cambiar dejando ver su mirada felina de una tonalidad rosa fluorescente y su aura demoniaca comenzó a salir a flote, logrando estremecer al menor que se encontraba a unos metros de distancia.

—¿Porqué hizo eso? —inquirió tratando de sonar relajado, mientras se incorporaba en la cama, estaba hastiado de que Ciel se quedara callado.

Pese a todos sus esfuerzos por intentar sonar relajado su voz salió como un grito eufórico y ronco asustando al menor quien simplemente apretaba con fuerza la sabana que le cubría. Sus ojos eran cubiertos por su flequillo en una evidente y silenciosa señal de arrepentimiento. Aun así ambas figuras se mantenían en completa calma compartiendo las mismas dudas ¿qué debo decir ahora? Y ¿Cómo debo reaccionar? Se preguntaban por igual.

—Ya te lo he dicho ¡maldición!...  —mascullo frustrado, comenzando a deslizar sus dedos por su cabello rápidamente, por no saber cómo continuar— yo solo… —no logro terminar su frase debido a que fue estampado con fuerza y cierta brusquedad contra la pared, logrando sacarle un gemido de dolor.

—A sido un niño muy malo en mi ausencia bocchan —aseguro con un tono de voz entre enfadado y lascivo delineando sus labios con su húmeda y larga lengua.

Con su mano izquierda aprisiono las muñecas de Ciel sobre su cabeza, ejerciendo una fuerte presión, que comenzaba a lastimar al conde, quien mantenía los ojos completamente abiertos de la impresión. Con su mano libre prácticamente arranco la sabana que cubría aquel frágil cuerpo, y sin la más mínima delicadeza tomo el rostro de Ciel, sujetándolo de la barbilla obligando a encararlo. Aquellos orbes escarlata se clavaron con prepotencia sobre los zafiros, dejándole observar como su mirada se volvía felina y adquiría ese tono rosáceo, que denotaba rabia.

—S-Sebastián… —siseo su nombre.

—Creo que tendré que castigarle por su mal comportamiento —mordió fuertemente el cuello de Ciel como si de un vampiro se tratase dejando una visible marca que pronto se pondría morada.

Observo el pánico en aquellos enormes zafiros, que solo lo hizo enaltecer para mirarle con prepotencia. Aquel pequeño cuerpo temblaba a la expectativa de lo que el mayor le pudiese hacer, incapaz de articular palabra alguna debido al shock que sentía por el reciente trato tan poco sutil.

Entre abrió la boca, con la clara idea de protestar por aquel trato tan brusco, quería gritar y golear a ese demonio de pacotilla que de un momento a otro le trataba como a una cualquiera, como si no existiese un contrato de por medio que le obligaba a respetarlo y sobre todo obedecerlo. Pero justo antes de que de sus labios se escuchara sonido alguno estos fueron apresados en un fogoso beso. Asaltaba sus sentidos arrasando con su boca, inundando de adrenalina su cuerpo con solo un beso en donde comenzó deslizando su lengua en su pequeña y húmeda cavidad.

Su lengua comenzó a juguetear con la suya de forma salvaje, entrelazándose frenéticamente, tanto que el pequeño conde era incapaz de seguir el ritmo. Sentía como recorría sus mejillas, su paladar para volver a entrelazarla con la suya. Sin duda era un beso demoledor que le deja sin el más mínimo atisbo de aíre en sus pulmones.

Ciel sintió como su labio inferior era apresado y succionado por los de Sebastián, a la vez que era mordido y lamido de manera sensual, al separarse supo que la intensidad de aquel ósculo había sido tanta que su labio se partió, puesto que el hilillo de saliva que los conectaba se encontraba entremezclado con un ligero rastro de sangre. De una forma u otra todo aquello comenzaba a excitarle, pero jamás lo reconocería, no era necesario que lo hiciera, pues el demonio se daba cuenta de las reacciones de su joven amo.

Pese a que Ciel quería aparentar renuencia en cuanto a seguir con ese tipo de trato tan vulgar y con falta de delicadeza, su mirada mostraba una inmensa lujuria. Un calor sin igual se apoderaba de su cuerpo, hasta llegar a su entrepierna, provocando que una nueva erección se hiciera presente en él.

Sebastián sonrió complacido y con prepotencia. Apretó el agarre que ejercía sobre las muñecas de Ciel. Con su pierna separo las del menor, comenzando a masturbarlo con rudeza, logrando sacar sonoros gemidos de parte del menor al mismo ritmo en el que movía su mano de arriba abajo. Volvió a besarlo con brusquedad, admirando como su pequeño niño quería negarse mientras cerraba fuertemente los ojos.

—Te odio… ¡maldito demonio! —soltó con veneno cada palabra, haciendo que Sebastián detuviera todo movimiento por unos segundos en donde le contemplo con minuciosidad.

Tomo su rostro obligando a mirarle a los ojos.

—Vuelva a decir que me odia y me alejare de su vida para siempre —dictamino con seriedad. Enorgulleciéndose al contemplar como el azulino le evadía la mirada volteando el rostro.

Por un lado el moreno tenía una gran disyuntiva, quería detenerse, ya que no deseaba lastimar a Ciel, pero por otro lado aun se sentía furioso por lo que había hecho, lo cual le obligaba a seguir adelante con su “castigo” hacía él. En cuestión de segundos todo pensamiento racional le abandono, volteo al menor obligándole a darle la espalda, levanto sus caderas y en un rápido movimiento lo penetro sin moderación y mucho menos lo preparo, comenzando un fuerte vaivén de caderas, que embestían sin consideración alguna al conde que se retorcía de dolor arqueando la espalda.

—¡Ah!~… Sebastián duele… s-sácalo —exclamo el pequeño como pudo, dejando salir las traicioneras lagrimas que se resbalaban por sus mejillas. Provocando que las embestidas fueran más vertiginosas— por favor… sácalo. Sebastián que lo saques de una maldita vez ¡que duele estúpido demonio!

—S-Si no doliera entonces no sería un castigo… ¿no lo cree así bocchan? —sonrió secarronamente mientras le penetraba con ahínco, sin importarle aquel hilo de sangre que se resbalaba por la pierna de Ciel.

—Estúpido Sebastián… ¡ah! Ahí~ —pese al dolor que sentía en su entrada, no pudo evitar gemir de placer cuando el moreno golpeo ese punto exacto de su anatomía que le hacía delirar de placer.

No le importaron los múltiples insultos que su amo vocifero en su contra, ya que estaba más que complacido al notar como el conde se acostumbraba a la repentina intromisión comenzando a mover sus caderas al ritmo frenético del vaivén. Sebastián volvió a masturbar a Ciel, esta vez con más sutileza, sin dejar de lado su erótica tarea de penetrar al conde, ya que solo hicieron falta un par de embestidas más y ambos se volvieron a venir en un sonoro grito pronunciando el nombre del contrario, Ciel sobre la mano de su demonio y este dentro de él.

Agotado el pequeño estuvo a punto de caer al suelo de rodillas, de no ser por su mayordomo que le sujeto a tiempo delicadamente y lo recostó en la cama. Observaba como su agitada respiración se comenzaba a tranquilizar mientras acariciaba sus largos mechones azulados, los cueles curiosamente le habían crecido al momento de liberar su poder.  

—Ya esta perdonado bocchan —afirmo entre risillas socarronas y con un deje de malicia en su voz, que fue perfectamente entendible para el joven conde, mientras se daba el atrevimiento de depositar un casto beso en la frente de este.

Ciel, simplemente se dejo mimar por su demonio, pese a todo sabía que no podría odiarlo, porque lo amaba más que a nada. Le abrazo suavemente escondiendo su rostro en el pecho del mayor mientras aspiraba su embriagador aroma, noto el colgante que este poseía.

—Mmm Sebastián que es ese dije que traes, nunca antes te lo había visto —con sus pequeñas manitas acerco el dije jalando un poco al demonio quien complaciente le dejo verlo «E&A» poníaen el reverso del mismo ¿Qué significa E&A? —pregunto con la curiosidad digna de un infante.

—Son las iniciales de mi nombre y el de mi hermana —respondió con melancolía abrazando fuertemente a Ciel, ocultando su mirada tras su cabello.

El mayor soltó un gran suspiro, ya que el tema de su hermana aun le pesaba, si bien el no la amaba de manera romántica aun así sentía más que aprecio por ella al ser parte de su familia y uno de los pocos seres en los que llego a confiar a lo largo de su demoniaca existencia. Definitivamente aquella diablesa había significado mucho en su vida, más no era nada de lo que intuía Ciel.

—Ya veo… —dijo como si nada, logrando percibir el tono con el que el azabache hablo, ya que no quería incomodarlo, pero repentinamente aquel recuerdo llego a su mente, obligando a separarse abruptamente del abrazo que compartía con Sebastián— ¡Ah! tu maldito demonio embustero, te atreves a castigarme a mi Ciel Phantomhive, mientras tú tienes una prometida que resulta ser tu hermana Alessia —grito sin pensar en lo que vendría después— dices que me amas pero te vas a casar… ¡Mentiroso, traidor! —los ojos del conde se mostraban severos ante sus palabras.

—¿C-Cómo es que sabe eso bocchan? —tartamudeo un poco al preguntar, ya que estaba más que confundido, mientras miraba al menor abrir los ojos sorprendiéndose por lo que había dicho. ¿Cómo es que se había enterado de todo aquello si había estado inconsciente?

Realmente no importaba el cómo es que se había enterado, sino que simplemente ya lo sabía, por lo que ahora se preguntaba ¿cómo explicaría que estaba comprometido con su hermana? Aunque la verdad es que ya no lo estaba; no era como hubiese querido terminar con su compromiso, tan solo paso. Por su parte Ciel no sabía cómo explicar que se inmiscuyo en su cuarto y se puso a hurgar  para saber que pasaba con su demonio, no tenía más remedio que decir la verdad.

—Yo entre a tu cuarto y leí tu diario —explico con aquel tono autoritario y orgulloso que tanto le caracterizaba, mientras volteaba la mirada para evitar encontrarse con aquellos ojos escarlata que tanto le gustaban, sentía que en cualquier momento el mayor le diría algo, pero se sorprendió al sentir aquella tibia mano acariciando su cabello mientras el rostro de Sebastián estaba en su nuca inhalando su aroma; escucho una leve risilla que le molesto en demasía— ¿de qué te ríes idiota? —refunfuño encarando al demonio y frunciendo el ceño.

—Estabas celoso… —comento con algo de asombro en su voz, contemplando como las mejillas de su niño se sonrosaban— como me hubiera gustado ver su expresión en esos momentos —sin poder evitarlo comenzó a carcajearse, mientras la cara del conde se ponía roja como un tomate.

—¡Eres un maldito!

Sebastián se sentó recargándose en la cabecera de la cama para continuar mientras su semblante cambiaba a uno más serio, dispuesto a dar una explicación, pese a que no se la había pedido directamente.

—Hace mas de mil años mi padre me comprometió o mejor dicho nos comprometió a mi hermana y a mí para mantener la pureza del linaje real —se hizo una pausa por demás incomoda antes de que continuara, fijando su vista en un punto lejano de la habitación— pero ella murió hoy… al parecer mi padre la envió a buscarme, pero la hirieron gravemente y la fuerza que le quedaba la uso para despertar los poderes del hijo de ambos mundos.

—Lo siento, no lo sabía —suspiro pesadamente mientras depositaba un beso en los labios del demonio y le abrazaba tiernamente— por cierto… ¿Quién es ese hijo de ambos mundos que mencionas?

—Tú —se levanto de la cama comenzando a vestirse— y debemos marcharnos rápido porque te estarán buscando —se detuvo unos instantes antes de posar su vista sobre la ventana por unos segundos.

—Sera mejor que te expliques, maldito demonio —farfullo molesto.

—Por ahora no hay tiempo para explicaciones —suspiro—, debemos irnos antes de que lleguen, ya habrá tiempo para explicaciones —le miro fríamente para comenzar a  vestir al joven Conde con su traje azul, quien por primera vez se había callado ante lo que le indicaba su demonio, sin rechistar.

—Eres un maldito —murmuro para sí.

—Lo sé —sonrío con prepotencia al tiempo que acababa de vestirle— espérame en su estudio, iré por los demás para darles las últimas indicaciones —Ciel le miro intrigado, aun así no dijo nada ya que su tono de voz era por demás autoritario, provocando un ligero escalofrió en el peli azul el cual nunca le había visto de esa manera, pareciera estar preocupado y molesto a la vez.

Aun faltaban un par de horas para que amaneciera y Ciel se encontraba sentado en la amplia silla de su estudio, recargando completamente su espalda en el respaldo, se permitió cerrar los ojos y relajarse un poco en espera de Sebastián quien le había indicado que le esperara ahí. Coloco una clara expresión de enfado al percatarse de que nunca le dijo a dónde irían, ni por qué exactamente tendría que marcharse de su propio hogar.

—Maldito Sebastián, ¿Cómo se atreve a darme órdenes a mi Ciel Phantomhive? —refunfuñaba más que molesto.

Acababa de cerrar sus ojos dispuesto a relajarse, cuando la puerta de su estudio fue abierta estrepitosamente dando paso a sus demás sirvientes acompañados de Sebastián, los cuales mantenían una expresión de asombro, mientras le escrutaban con la mirada como si estuviesen viendo a un fantasma. De un momento a otro Meyrin, Finny y Bard se abalanzaron contra él en un posesivo abrazo sofocante.

—Sera mejor que se comporten —se escucho la tétrica voz de Sebastián logrando que todos se separan de su bocchan y se pusieran en fila frente a él.

—Joven amo… —hablo Tanaka con un deje de asombro en su voz— ¿cómo es que…?

Ciel arqueo una ceja sin entender a que se refería el abuelo Tanaka, simplemente le miro como indicando que se explicara, pero en ese momento la voz de un Sebastián impaciente y algo molesto se volvió a escuchar en el estudio.

—Será mejor que escuchen atentamente, porque no lo repetiré dos veces —todos asintieron con algo de miedo— Me llevare a Ciel lejos de aquí, la cuestión es que nadie puede saber que sigue vivo…

Todos los presentes abrieron los ojos sorprendidos, primero porque Sebastián había llamado a su joven amo por su nombre, y este no dijo absolutamente nada por aquello y lo segundo: ¿Cómo es que se lo llevara y nadie puede saber que sigue vivo? Estaban a punto de preguntar cuando la voz de Tanaka les interrumpió.

—Si un demonio como usted nos está pidiendo esto debe de haber un buen motivo ¿o me equivoco Sebastián-san?

—¡Demonio! —exclamaron sorprendidos los otros tres, mientras que Ciel le veía con asombro al igual que Sebastián.

—Veo que no se le escapa nada Tanaka-san —le dijo Sebastián con su habitual sonrisa, mientras los demás permanecían en silencio— tal parece que sabe más de lo que dice ¿o me equivoco? —vio la suave negación con la cabeza que hizo el hombre antes de continuar—. En ese caso, esto facilita las cosas, necesito que preparen todo para el funeral de Bocchan, el cual se realizara hoy mismo, nadie además de ustedes puede saber que está vivo ¡¿entendieron?!

—¡Si! —gritaron a coro antes de salir del estudio de Ciel.

Una vez solos el pequeño conde fulmino a su demonio con la mirada.

—Necesito que me expliques qué diablos estas planeando maldito demonio.

—Ya habrá tiempo para las explicaciones bocchan…

Eran aproximadamente las tres de la tarde cuando los familiares más cercanos al joven conde se encontraban en el cementerio, despidiéndose por última vez de aquel pequeño y orgulloso niño. Casi todos dejaban salir lagrimas silenciosas a acepción de Elizabeth, quien no soporto más comenzó a llorar fuertemente repitiendo el nombre del que fue su prometido, intentando ser consolada por su hermano, quien la abrazaba protectoramente.

Aquella mañana recibieron la llamada de Tanaka anunciando el deceso del joven  Phantomhive debido a una fuerte gripe que se complico. Sebastián permanecía en silencio observando cómo era enterrado Ciel y junto a él se encontraba Claude y Undertaker, quien fue el que proporciono aquel cuerpo que sustituiría al del conde.

El joven Trancy observaba toda la escena con el ceño fruncido, debido a que su deseo de obtener a Ciel se había esfumado, por lo que su amado Claude anulo el contrato que tenía con él. Afortunadamente Hannah decidió quedarse a su lado hasta que él así lo deseara.

Repentinamente los sollozos de la rubia cesaron, dando paso a pequeños gimoteos, se limpio las lágrimas y se acerco hasta la tumba de Ciel depositando una rosa blanca que tanto gustaban al conde. Parecía tener la mirada ida, por lo que no noto como Sebastián le fulminaba con aquellos orbes escarlatas.

—Ciel —susurro Elizabeth antes de desmayarse.

A pesar de que Sebastián hubiese querido dejarla caer, su ética de mayordomo perfecto le obligo a auxiliarla y sujetarla en brazos, en ese momento sin querer su mano rozo su vientre, logrando percatarse de algo que hubiese preferido no saber nunca.

Su rostro palideció, estaba a punto de matar a esa chiquilla escandalosa de no ser porque Claude poso su mano sobre su hombro, apretándolo con fuerza evitando que cometiera una locura. Levanto la vista observando como el Marques llegaba junto a él para llevarse a su hija, mientras agradecía que le hubiese ayudado.

En ese momento Sebastián se encamino directo a la mansión, ya que debían irse cuanto antes, sin embargo era seguido por cierto azabache y peli plateado de cerca.

—Mayordomo-kun ¿por qué de repente esta tan de mal humor? Hi hi hi —pregunto con su clásica voz divertida, recibiendo una mirada fulminante de Claude.

—Sebastián ¿se puede saber qué rayos te pasa? —se acerco al aludido que comenzaba a liberar su aura demoniaca—. Casi asesinas a esa chiquilla.

Aquella mirada escarlata se poso sobre los dos individuos que le acompañaban y haciendo uso de todo su poder de autocontrol, intento calmarse para hablar.

Mientras tanto el conde maldecía por lo bajo encaminándose a su jardín de rosas, ya que lo más probable es que no lo volviese a ver, tenía tantas dudas en mente y su “maldito mayordomo” simplemente le evadía cada que intentaba cuestionarlo sobre lo que estaba pasando. Suspiro con hastió encaminándose hasta un gran árbol, sentándose en la sombra de este, cerró los ojos. Una tranquilidad abrumadora se apodero del lugar y un leve viento comenzó a mover delicadamente los arboles, mientras él se sumergía en un profundo sueño.

Un silencio incomodo flotaba en el aire, como si algo o alguien se aproximara, un escalofrió recorrió la espina dorsal del menor al tiempo que erizaba su piel por completo y un sudor frio comenzaba a cubrir su ya pálido cuerpo. Sintió un leve mareo, e intento inútilmente abrir los ojos, ya que a lo lejos escuchaba un ligero taconeo acercarse más y más a donde se encontraba.

Su respiración comenzó a tornarse pausada, su cuerpo permanecía inmóvil, por más que deseara abrir los ojos y ver quien se acercaba el no reaccionaba, sintió desmayarse cuando una cálida mano se pose sobre su hombro. Finalmente consiguió abrir los ojos, todo lo que observaba era bastante borroso, lo único que podía era distinguir una enorme sonrisa frente a su rostro.

—Ya es hora —musito aquella suave y aterciopelada voz que parecía adormecerle, pero por más que intentaba acordarse donde la había escuchado no conseguía acordarse.

—Se… —no pudo articular palabra alguna, sentía desvanecerse en cualquier momento.

Estaba jadeando y un inmenso sonrojo se apodero de su rostro, la fiebre había regresado más fuerte que antes, aun así todo lo que quería era llamar a Sebastián. A punto de caer en la inconsciencia, creyó escuchar la voz del azabache llamándolo y una figura negra acercarse hacia donde estaban ellos antes de caer desmayado.

—Sera mejor que le sueltes si no quieres morir —hablo Undertaker con voz de ultratumba, empuñando su guadaña cerca del cuello de aquel demonio que sostenía en brazos al conde.

Claude observaba a aquel ser de cabello castaño y ojos verdes, quien parecía aterrorizado al sentir como aquel shinigami estaba a punto de matarlo. Su expresión simplemente le pareció divertida, giro su rostro contemplando como Sebastián se acercaba lentamente, así que rápidamente dedujo que no era una amenaza, por lo que con señas logro que Undertaker le dejara. Lo cual le agradeció con la mirada.

—Veo que te agrada el conde Phantomhive Adrian.

—Hi hi hi puede que así sea Clau —estallo en carcajadas al observar el tremendo sonrojo que se hizo presente en la expresión del demonio.

Sebastián simplemente ignoro a aquellos dos y se acerco hasta el demonio, tomando en brazos a su joven amo.

—Bocchan… Bocchan, resista —exclamo con preocupación ya que no sabía por qué su amo se desmayo. Acaricio suavemente su mejilla con el dorso de la mano, notando la fuerte fiebre. Dejo salir un suspiro y observo al castaño con detenimiento—. ¿A qué has venido?

—Emerick-sama he venido por usted —hizo una pausa lenta mientras reverenciaba al moreno, ante la atenta mirada de los otros dos—, por orden de su padre, el cual desea que regrese al inframundo lo antes posible junto con la señorita Alessia y el encargo —haciendo referencia a Ciel.

—Si lo sé —le extendió la mano con una pequeña maleta para que se la llevara mientras cargaba al conde— vámonos.

El moreno volteo a ver a Claude quien era abrazado por Undertaker, como si todo aquello fuera de lo más normal. Tan solo arqueo una ceja, logrando que el ambarino se sonrojara aun más y evadiera la mirada, mientras el sepulturero reía divertido.

—Tal vez nos volvamos a ver pronto mayordomo-kun —meneo su mano en forma de despedida.

—Hasta pronto Michaelis.

—Si, algún día de estos vendré para conocer a sus hijos —bromeo Sebastián.

—Hi hi hi será un placer y espero también poder conocer a sus hijos.

—¡Adrian! —le golpeo un sonrojado y cabreado Claude que comenzaba a dejar salir su aura demoniaca, dispuesto a matar a aquel shinigami por injuriarlo.

Por su parte Sebastián decidió ignorarlos comenzando a caminar ante la atenta mirada del demonio de cabello castaño, quien esperaba a la señorita Alessia. Por lo que le extraño que el moreno se adelantara, como si no pretendiera esperarla, por lo que se decidió a preguntar.

—Emerick-sama ¿y la señorita…? —fue interrumpido por un molesto gruñido de parte del moreno antes de acabar su frase.

—He dicho que nos vamos ¿Qué no me escuchas? —espeto en un tono prepotente y con un deje de enfado.

—Si mi señor —musito el peli-café con una reverencia, mientras unas enormes alas negras salían de su espalda, similares a las de un murciélago.

En ese instante sin tomar su apariencia demoniaca Sebastián fue cubierto por un plumaje negro, dentro del cual se podían apreciar sus enormes alas. Caminaron a paso lento hacia el bosque donde apareció una imponente puerta negra de doble hoja ante ellos, cuyo decorado eran cráneos que parecían tener vida, los cuales se lamentaban produciendo sonidos escalofriantes, era como si deseasen escapar de ahí. Dos figuras vestidas con una túnica negra permanecían a sus costados, cada una portaba una guadaña en su esquelética mano. Las afiladas hojas de estas bloqueaban la entrada a la puerta al inframundo cuando ambos dieron unos pasos al frente, dispuestos a traspasar la puerta. Los ojos del azabache se tornaron de un rosa felino, mirando fijamente a las dos imponentes figuras que habían permanecido inertes, poco a poco fueron cediendo el paso hacia adentro de la puerta, donde todo era una oscuridad absoluta,

El suave taconeo de ambos demonios se dejo de escuchar en cuanto la puerta se cerró, al igual que la respiración del contrario, Sebastián apretó mas contra si la frágil silueta que contenía entre brazos y siguió caminando sin importarle en lo más mínimo su acompañante el cual le seguía muy de cerca.

Unos metros más adelante pudieron observar una luz de un tono carmesí y un calor abrazador los inundo en su totalidad, siguieron caminando a lo que supuestamente era la salida y lo que vieron los impresiono bastante. El infierno era completamente diferente, aquel cielo que siempre tenía un tono grisáceo ahora era de un intenso rojo carmesí, se podían distinguir dos enormes tornados envueltos  por el fuego en los costados del reino. El espeso y tétrico bosque ahora ardía en unas extrañas llamas negras que parecían nunca apagarse.

En el centro se podía apreciar un enorme rio de lava donde diversos demonios gritaban por sus vidas mientras eran lentamente consumidos por el fuego, otros tantos se encontraban aterrorizados atacándose entre sí, hasta matarse. Se apreciaban de igual manera los asquerosos cadáveres tirados en el ardiente suelo mientras eran devorados salvajemente por los demonios que no estaban interesados en forcejear con otros por lo que pasaba. Un aroma por demás repugnante invadía todo el lugar combinado con azufre.

—¡¿Qué diablos está pasando aquí?! —grito fúrico el azabache ante lo que veía, como si alguien le fuese a responder, pero por lo visto el castaño se encontraba igual o más impresionado que él.

—Yo… yo no lo sé mi señor —tartamudeo frente a la exaltada figura de su rey que tenía enfrente—, cuando salí a su búsqueda todo parecía normal.

—Maldición —musito el azabache por lo bajo desplegando sus alas y emprendiendo el vuelo con Ciel en sus brazos, en dirección hacia el palacio de Lucifer, el cual parecía estar rodeado por una inmensa aura negra, lo cual hacia muy difícil acercarse. A unos cuantos metros de este se podía apreciar mejor la lúgubre arquitectura del lugar; su fachada era una perfecta mezcla entre lo gótico y lo barroco, de un color completamente negro, donde enormes gárgolas sobrevolaban sus alrededores cual centinelas.

Sebastián era seguido de cerca por el otro demonio de cabellos cafés, quien no había dicho ni una salo palabra hasta entonces, pero le intrigaba saber que era lo que pudo haber ocurrido para que todo el inframundo luciera así.

—¿Por qué todo luce de esta manera su majestad? —pregunto temeroso de que el moreno pudiese matarle por hacer una pregunta que tal vez considere estúpida.

—El infierno reacciona a los estados de ánimo de su gobernante, mejor dicho de quien ocupe el trono, la última vez que estuvo así fue tras la muerte de madre —respondió fríamente.

El otro demonio ya no emitió palabra alguna, estaba más que claro que Lucifer-sama mataría a todo aquel que se acercara a su presencia, por lo que cuando descendieron en la entrada un sudor frio recorría su cuerpo por el miedo ante lo que habría tras la puerta.

—Lárgate de aquí —ordeno el moreno tajantemente quitándole la pequeña maleta que llevaba consigo.

Una enorme sensación de alivio recorrió el cuerpo del oji café, quien hizo una reverencia agradecido y se alejo del lugar lo más rápido que sus alas le permitieron. Por otra parte Sebastián se adentro al castillo el cual estaba completamente vacío, pero no era de sorprender, el ambiente era tan pesado que era incluso difícil respirar, si no se tratase de él ya hubiese caído desmayado ante la presencia de aquel poder que inundaba el lugar.

Antes de llegar al salón principal vio como aquellos hermosos ojos azul zafiro comenzaban a abrirse lentamente, posándose sobre su rostro, una sensación de alivio y calidez le inundo, mientras le contemplaba embelesado. Sonrío ladinamente antes de bajar al conde al suelo.

—¿Sebastián? —pregunto sorprendido el menor al ver a su mayordomo con unos ajustados pantalones de cuero negro y una camisa del mismo tono completamente abierta dejando ver su escultural pecho, acompañado de unas botas de tacón alto— por… ¿por qué vistes así? —un enorme sonrojo se apodero de su rostro ante la sensual imagen que el moreno le proporcionaba— ¿y dónde diablos estamos? —dijo mirando a su alrededor un tanto sorprendido.

—Veo que no le afecta en lo más mínimo el aura maligna que transmite el ambiente —musito quedamente, realmente estaba más que sorprendido ante la naturalidad del oji azul, pero simplemente volvió a relajar sus facciones—.  Estamos en el inframundo, infierno o como usted guste llamarlo y esto que ve es mi hogar —ronroneo seductoramente cerca de su oído con su aterciopelado tono de voz.

—¡¿Por qué diablos me trajiste al infierno maldito Sebastián?!

—Le dije que ya habría tiempo para respuestas y ese momento a llegado —miro la puerta frente a ellos señalándola—. Tras la puerta se encuentra mi padre y es quien nos explicara mejor, el me ha pedido que le traiga aquí bocchan.

—Tú… tú padre… —tartamudeo el Conde con asombro. Nunca creyó conocer al padre de su mayordomo, si bien Sebastián era de la realeza tenia la sospecha de que su padre seria Lucifer, pero pronto esa idea le pareció absurda.

—Lucifer es mi padre bocchan —esbozo una sonrisa ladina mientras tomaba la mano del menor haciéndolo avanzar hacia la habitación, la cual se abrió completamente dándoles paso a un gallardo demonio y a un petrificado conde.

Al abrirse la puerta caminaron hacia una inmensa habitación levemente iluminada con varios cirios que se encontraban alrededor de esta, en el fondo se podía apreciar una enorme figura cubierta por un aura completamente negra, la cual estaba sentada en un trono hecho de huesos que al parecer eran de humanos, y al costado de este se encontraba cerberos devorando los restos de lo que era un demonio. Ciel noto como una de las cabezas era acariciada por lo que parecía ser una mano que salía de entre el aura negra.

—Emerick al fin llegas —se escucho la fría y espeluznante voz de un hombre que retumbo por todo el lugar, haciendo un extraño eco mientras se apreciaba como la mano que momentos antes acariciaba la cabeza de cerberos se cerraba en puño golpeando fuertemente el trono de huesos.

—Padre, ¿podría calmarse? —musito Sebastián seriamente— el inframundo es un caos —trono los dedos y a su lado apareció una pequeña mesa en donde deposito la maleta que traía, abriéndola y ante la sorpresa de la imponente figura que se encontraba en el trono saco un hermoso vestido negro, quien al verlo se transformo en un apuesto caballero con una apariencia similar a la de Sebastián, solo que con varios años más —es todo lo que quedo de ella, esta vez me fue imposible hacer algo.

—Lo sé, un ángel… —susurro Lucifer levantándose y dirigiéndose a donde se encontraba el azabache con el hermoso vestido el cual tomo entre sus manos— esto no se va a quedar así, síganme —ordeno, a lo que el conde y el moreno simplemente obedecieron sin rechistar.

Los tres comenzaron a caminar silenciosamente guiados por aquel demonio quien no había vuelto a decir palabra alguna. Llegaron hasta un salón completamente blanco, donde sorprendentemente parecía todo normal, había dos grandes sillones negros encontrados, en medio de estos una mesita y cortinas del mismo tono, las cuales estaba recogidas, dejando entrar bastante luz al lugar.

Lucifer se sentó cómodamente en el sillón con las piernas cruzadas, colocando el vestido a un lado con delicadeza, mientras hacia un ademan para que sus acompañantes se sentaran.

—Veo que es la primera vez que vienes al infierno – sonrió ladinamente mientras miraba fijamente a Ciel, el cual se estremeció levemente— te pareces tanto a mi hermano… 

Continuara~

Notas finales:

¿Les gusto? :D ¿merezco rw? o me quieren matar por hacer la insinuacion de la pareja Under x Claude D: (aclaro que solo es una insinuacion _.. a menos que quieran algo más coff coff lemon coff...)

Espero que me dejen su sexis rw con sus dudas, quejas, sujerencias, tomatazos, sillazos, chocolates etc. sin más yo me despido y les deseo un excelente día/tarde/noche. 

Haruka Eastwood


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