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Simplemente mi Bocchan por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Los personajes de "Kuroshitsuji" son propiedad de Yana toboso-sama XD y los extraños mios jajaja emme ok primero que nada, lamento la demora :3 espero y sepan perdonar a esta dulce escritora que los ama n.n 

Y pues en el fic encontraran palabras o nombres extraños, así que voy a dar una breve explicasion de ellos :3 y entenderan el porque los escogi XD

*Esto es parte de la gerarquía de ángeles* 

Serafín: ángeles que se encuentran en el más alto plano celestial.

Tronos: llevan un registro de las acciones de todos los tiempos o karmas. Constructores del orden universal.

Dominaciones: se encuentran en el limite de lo finito y lo infinito. rigen dominios de conciencia expandida(?

Protestades: ellos cuidan los planetas, los ordenes cosmicos y el balance entre la materia y la virtud. Su mision es cuidar el reino de dios en cada uno de sus aspectos bla bla bla ._. 

Arcangeles: son entes espirituales de gran poder que guian a grandes grupos de personas y ejercitos. 

Jeliel: Dios que socorre y esencia que aporta amor y sabiduria (aja)

Zafie: Mensajero de Dios.

Raziel: Guardian de los secretos 

(estos dos tienen un papel dentro de la historia de acuerdo al significado de su nombre :3 ) 

*En cuanto a demonios ._. aun no me meto con la jerarquia solo tome el nombre de algunos* 

Alastor: Ejecutor de las deciciones de Lucifer. 

Lucifer: El emperador

Astaroth: Rey del infierno

Percefone: Reina del inframundo

Abadón: pues unos decian que era un demonio y otros que era un ángel y pues en la historia es un hibrido de estos dos XD  

Ya, perdon si les aburri XD ahora sip a leer!! :3

Simplemente mi Bocchan

Capitulo 8: Nuestro pasado

En algún lugar de lo que se podría considerar el paraíso o comúnmente llamado “cielo”, se encontraba una enorme edificación neogótica, labrada en mármol y piedra caliza, de un tono  completamente blanco, denotando la pureza que representaba del lugar. El cual se alzaba a lo lejos de aquel bosque, entre un hermoso paraje verde, lleno de flores; aquel sutil aroma a tierra mojada se podía percibir por todo el lugar combinado con la esencia de las innumerables flores, cuya variedad era de sorprender. Aquel aire limpio, puro y fresco te inundaba el olfato, llenándote de paz y tranquilidad. Un sutil calor relajante y un suave viento que delicadamente mueve las hojas de los arboles al compas del canto de las aves.

Se dirigía hacia aquel sitió un hombre de cabello grisáceo con destellos azulados, el cual ocultaba sus ojos verdes, de una tonalidad esmeralda. Su vestimenta constaba de un pantalón de vestir blanco y una camisa del mismo tono. Entro al castillo a paso firme y camino por los amplios pasillos alfombrados, perfectamente iluminados, hasta lo que parecía ser el salón principal.  Entro sigilosamente posando aquella penetrante mirada en el hombre vestido con un traje blanco, el cual dormía plácidamente en un mullido sofá café con un libro de pasta roja cubriendo su rostro, aun así se podía apreciar su fino cabello plateado.

—Su eminencia Jeliel, lamento interrumpirle pero hay un pequeño problema —anuncio con voz temerosa el ángel, haciendo una reverencia hacia el peli plata que seguía tan apacible recostado en el sofá—. Témome que no he logrado traer buenas noticias a su eminencia, os ruego y pueda perdonarme.

—¿Qué fue lo que paso Zafiel? —inquirió hastiado quitándose el libro que cubría su rostro y en un acto de enfado lo arrojo violentamente contra el suelo, mientras se reincorporaba hasta quedar sentado en aquel sillón—. Exijo una explicación ahora —ordeno tajantemente, con un tono escalofriante, aterrorizando al oji verde quien sentía su cuerpo temblar, mientras su frente se perlaba en sudor.

—Su eminencia os ruego el permiso de que su humilde ciervo le explique —musito levemente sin mover ni un músculo, a la espera de la respuesta, la cual no tardo en llegar, debía actuar con cautela, debido al carácter tan voluble que siempre había tenido Jeliel.

—Habla —ordeno aquel ángel de intimidante mirada purpura, aquellos perturbadores ojos le fulminaban de tal manera que sentía como si cientos de agujas se clavaran en su persona, robándole el aliento— ¿Qué esperas? —volvió a inquirir aun más amenazante que antes para que el peli gris hablara, el cual se quedo momentáneamente inmóvil por el miedo.

—Alba no cumplió la misión de asesinar a la hija menor de Lucifer, debido a que… —se quedo meditando unos segundos en como proseguir, sentía su garganta seca; era como si las palabras se negasen a expresar lo que pensaba, o simplemente no tenía idea de cómo decirle a Jeliel de una manera más sutil, para evitar el enfado de su superior— solo que… —tartamudeo un poco al notar el desespero del otro. Por instantes anhelo poder salir de ahí corriendo a todo lo que sus piernas daban, pero eso sería peor que quedarse y explicarle la situación.

«Cálmate» se repetía una y otra vez mentalmente.

—¿Debido a qué? —dijo cansinamente levantándose de su asiento y caminando alrededor del ángel, posando su mirada sobre él como si quisiera asesinarle—. No quieras jugar con mi paciencia Zafiel, porque si bien soy en extremo paciente, tú logras que llegue a mis límites.

—Su eminencia —susurro por el temor infringido del mayor, pero aún así continuo en un hilo de voz, apenas audible—, Alba clavo la daga que vuestra eminencia oso entregarle para matar a la diablesa, pero la susodicha no murió en el acto y termino con la vida de  uno de los nuestro. La hija del anterior gobernante del inframundo uso su último poder para despertar al niño, el cual fue llevado por el rey del inframundo al mismo.

La furia del Serafín de nombre Jeliel fue tanta ante lo que escuchaba, que tomo al ángel del cuello y lo arrojo contra el piso de manera violenta y salvaje, tal y como lo había hecho minutos antes con su libro, ansiaba golpearle hasta cansarse por su incompetencia, pero claramente eso sería una pérdida de tiempo, logrando que por segundo la idea de “exterminar” lo inservible se cruzara por su mente.  Rápidamente toda idea fue descartada, ya que aun podría usarle un poco más.

Suspiro cansinamente mientras deslizaba sus finos dedos enguantados por su cabello, para acomodárselo detrás de la oreja. En un movimiento elegante se dio la vuelta ignorando al inútil de Zafiel y se dirigió a la amplia mesa de caoba, que se encontraba en el salón y prosiguió a escribir una nota, misma que le entrego al oji verde, que se levantaba del suelo con dificultad intentando no poner una mueca de dolor, comenzó a sacudir sus ropas bajo la molesta mirada de Jeliel.

—Llévale esto a Raziel, espera su respuesta y regresas ¿Me entendiste? —el ángel solo asintió levemente tomando la nota y saliendo del lugar rápidamente.

Por la mente del peli plata múltiples pensamientos se hacían presentes, tales como: «Si el hijo de Rachel esta en el infierno, eso solo puede significar que el maldito de Lucifer lo utilizara para encerrarnos en el paraíso como hace más de dos mil años» «Solo me queda esperar a Raziel»

—¡No entiendo que están haciendo las malditas protestades y los dominaciones! —grito al aire como si alguien le fuese a responder.

Se alboroto un poco el cabello antes de volverse a sentar en su cómodo y mullido sofá. No podía negar que toda esa situación lo estresaba demasiado, debido a que si las legiones de demonios decidieran atacarlos estarían claramente en desventaja, por eso es que necesitaban con tanta desesperación a ese chiquillo que vendría siendo como su carta del triunfo. Repentinamente sus ojos se abrieron de la impresión por el golpe mental que se dio, «aun quedaban ellos» se dijo mientras que en sus labios se dibujaba una sonrisa perturbadora. Aquellos seres que hasta ahora se habían considerado neutrales dejarían de serlo, solo tenía que comprobar con los tronos la clase de interacción que habían mantenido hasta ahora con los demonios. En estos momentos no estaba para traiciones y si existía una posibilidad por muy mínima que fuera, él la descubriría y erradicaría a los sospechosos.  

La palabra “hermano” resonaba una y otra vez en la cabeza de Ciel, tamborileando dentro de su cabeza evitando que todo pensamiento lógico se hiciera presente en ese momento. No podía creer que el antiguo rey del inframundo se refiriera a su padre. Es decir, eso era imposible porque Vincent Phantomhive era humano, y hasta donde sabía él era su padre biológico. Pero aun más perturbador que eso era el hecho de que si Lucifer no le estaba tomando el pelo con lo de “hermano”, por qué eso convertía al mismo Lucifer en ¡¿tío?!… por lo que Sebastián seria su primo… ¡Imposible! Sencillamente imposible, eso no le podía estar pasando a él. ¡No había posibilidad de que fueran familia! Y todo eso era ¡Una grandísima estupidez!

Su rostro palideció al instante, y como no hacerlo si de la nada resulta que Lucifer es parte de tu familia. Primero lo del supuesto hijo de no sé qué, que resultaba ser él, lo peor es que ni por enterado de la maldita situación. Después se desmaya y despierta en el infierno y ahora esto… ¿qué seguía? ¿Ositos de colores montados en nubes?

Ante lo dicho por el moreno Sebastián abrió los ojos sumamente sorprendido, era como si su cerebro aun no procesara la información, de hecho aun no lo hacía pero dudar no era una opción, ya que su padre nunca fue alguien bromista y no empezaría ahora ¿o sí? Tan solo no lo podía creer, puesto que no tenía ni idea que hubiese existido mas familia, pero rápidamente fue sacado de sus pensamientos por un peli azul bastante exaltado, el cual se levanto de golpe y mirando fijamente a Lucifer finalmente hablo.

—¿Qué diablos está pasando aquí? ¡Exijo una maldita explicación ya! —grito el menor sorprendiendo a los demonios que por unos momentos le miraron sorprendidos por su actitud, puesto que cualquiera se hubiese inmutado o cohibido ante la situación, porque ¡tenía al rey del inframundo enfrente y al mismo Lucifer!— ¡¿Por qué diablos me trajeron a este lugar y como es que me parezco a tu hermano?!

—Bocchan —le hablo en un tono severo y desaprobatorio que por instantes impacto al menor—, si no quiere ser asesinado por mi padre será mejor que se calme —el moreno musito esto último mientras sujetaba a un enfurecido Ciel por el brazo, obligándolo a sentarse nuevamente en el mullido sillón.

—Tú no me vas a ordenar que hacer maldito demonio —replico cabreado zafándose del agarre—. No me importa si es Lucifer, Satanás o quien sea, exijo una maldita explicación ¡Ahora!

El demonio mayor le miraba atento, su actitud le parecía en extremo curiosa y familiar, pero ante tal rabieta no pudo evitar carcajearse antes de hablarle—: tienes exactamente el mismo carácter que mi hermano Vincent, nombre con el que tú lo llamabas; ese carácter orgulloso, altivo  y autoritario que salía a flote cuando quería algo.

—Padre, será mejor que dejes de darle tantas vueltas al asunto y comiences a explicar todo —le miro fastidiado Sebastián, debido a que toda aquella tediosa situación llena de secretos que hasta ahora se le hacían tediosos—, por eso es que hemos venido.

El demonio mayor se recargo en el brazo del sillón apoyando su cabeza sobre su puño cerrado, mientras que con la otra mano acariciaba suavemente la tela del vestido que permanecía a su lado. Suspirando cansinamente antes de empezar.

—Antes que nada debo aclarar ciertas cosas. Primero… por las venas de este joven corre la sangre de un demonio de la más alta estirpe ya que su padre era mi hermano menor, Astaroth o Vincent, nombre que adopto cuando conoció a tu madre —miró fijamente a Ciel como si de un gesto de desaprobación se tratase, analizando meticulosamente cada movimiento del menor—.  Él renuncio a todos  los derechos que le correspondían como el menor. Se dedico a vagar entre este mundo y el humano, mientras yo me ocupaba del trono del inframundo, al igual que tu Emerick, yo detestaba la idea de casarme por lo que Astaroth y yo llegamos a un acuerdo, el tendría una bella esposa… nuestra hermana, pero debido a que conoció a Rachel el acuerdo se rompió; así que años atrás nuestra Perséfone se convirtió en mi mujer.

Los rostros tanto de Ciel como Sebastián denotaban asombro, pero más que nada duda, pese a que Lucifer prácticamente no había explicado casi nada.

—¿Entonces mi padre es un demonio? —inquirió Ciel un poco confundido mientras ladeaba la cabeza, el cual ya estaba más tranquilo; aun así sus ojos seguían completamente abiertos ante las palabras del demonio mayor—. Pero si mi padre es un demonio como dice… entonces mi madre ¿Qué es? —su azulina mirada se clavo en los ojos escarlata de Lucifer quien había guardado silencio por unos momentos.

—Padre, me estoy cansando de todo esto, ¿así que podría explicar como es debido? —esta vez el que hablo fue Sebastián quien cansinamente observaba a su padre, aun así su mirada demostraba curiosidad e intriga, ya que jamás se espero que su bocchan fuera un hibrido.

Tras un largo y cansino suspiro por parte de Lucifer, quien recargo la cabeza en el sofá y mirando al techo dijo—: todo comenzó hace casi tres mil años cuando Astaroth y yo hicimos aquel pacto…

*

El demonio mayor de mirada escarlata paseaba fúrico por los inmensos pasillos del castillo, pareciendo león enjaulado a punto de asesinar al primer ser que se le apareciera en frente. Su aura negativa comenzaba a hacer su aparición y el suelo bajo sus pies comenzaba a cuartearse, el motivo era que tenía que comprometerse con Perséfone, su hermana menor y gemela de Astaroth, por orden de los del consejo, ya que era prudente que hubiese un heredero si el llegase a faltar. Más que molestarle el hecho de comprometerse con su hermana, le cabreaba que pensaran que podría morir por cualquier estupidez, más aún si dejaban de lado al idiota de su hermano, a quien los del consejo ni locos pensaban dejarle el título de emperador del inframundo por ser un vago despreocupado. Quería a la diablesa y era con el único ser que se mostraba amable, aun así existía una brecha enorme para que su supuesto afecto fuera más allá como para desearla.

—Hermano, ¿por qué la rabieta de niño pequeño?, la cual no es digna del rey del inframundo —sonrío con sorna el peli azul mientras miraba al azabache caminar de un lado a otro, sin prestarle atención.

—Si no quieres que te asesine, será mejor que me dejes tranquilo —bufo Lucifer mientras clavaba su escarlata mirada sobre su hermano—. Ahora que me doy cuenta ¿Cuándo has llegado? Creí que permanecerías más tiempo en el mundo humano.

El demonio azulino le miro incrédulo y burlón, ya que en ocasiones podría considerar a Lucifer como alguien despistado.

—Voy llegando, la verdad es que no hay mucho que ver en aquel lugar, por lo que suelo aburrirme —su rostro volvió a adquirir ese gesto serio y frió—. Sé que estas así por lo del compromiso, pero yo tengo una solución bastante practica —en su rostro se dibujo una pequeña sonrisa.

—Será mejor que no se trate de una broma, porque no estoy de humor.

—Yo nunca bromeo y lo sabes —refuto indignado Astaroth.

—Pues habla que no tengo todo tu maldito tiempo —el azabache arqueo una ceja en espera de lo que le diría el menor.

—Lo único que importa es que exista un sucesor para el trono ¿o me equivoco? —su mirada se clavo en aquella figura negra que le veía fijamente—, a diferencia de ti, yo no tengo ningún problema con el compromiso.

—¿Qué es lo que quieres a cambio Astaroth? —inquirió de manera fría y amenazante, mientras sus ojos se tornaban de un rosa felino y su aura demoniaca salía a flote.

—Nada… por ahora —dio media vuelta dispuesto a marcharse—, simplemente piénsalo.

—Sabes que no hay mucho que pensar.

—Entonces es un trato —afirmo sin voltear y prosiguió a marcharse.

*250 años más tarde*

—Su majestad —murmuro sumisamente una hermosa diablesa de largo cabello azulado y ojos castaños, casi rojizos, la cual portaba un hermoso vestido rojo—, he venido a decirle que el primer heredero está en camino —miro hacia abajo colocando su mano sobre su vientre mientras una fugaz sonrisa se dibujaba en su rostro… — su nombre será Emerick…

—Ya veo —expreso con un tono neutral—, es un buen nombre, el será un perfecto sucesor del inframundo. Supongo que ya le informaste de la noticia a este Astaroth —miro fijamente la esbelta figura de la peli azul, perfectamente delineada por el vestido con decorados en negro.

—Me temo decirle que no su majestad —su mirada se ensombreció, escondiendo sus ojos tras su flequillo—. Hace días que le noto distraído… más de lo habitual, siempre se encuentra en los límites entre este mundo y el de los ángeles.

—Yo hablare con él —suspiro hastiado el azabache poniéndose de pie—. Vete a descansar.

—Como ordene su majestad.

Dicho esto salió de ahí a descansar, ya que su semblante se notaba decaído, quizás por el embarazo o tal vez por la indiferencia de Astaroth. Por su parte Lucifer se dirigió al los limites, pero jamás creyó contemplar algo como eso… sus ojos se abrieron de la impresión al mirar un hermoso portón blanco tras el rio de sangre, del cual salía un ángel, pero lo que más le sorprendió no fue en si el portón, sino mas bien fue ver a su hermano abrazado a aquel ser de cabello rubio y hermosos ojos azul zafiro, quien le miraba embelesada para después fundirse en un dulce ósculo, mismo que duro varios minutos, como si el tiempo no existiese.

Por unos instantes el azabache estuvo a punto de interrumpir aquella desconcertante y sorpresiva escena, pero se detuvo al mirar como su hermano se aferraba a esa frágil silueta, mientras susurraba un dulce “te amo” el cual era tiernamente correspondido junto a un pasional beso que los unía frágilmente…

En un principio creyó que su hermano había encontrado un nuevo pasatiempo el cual era jugar con un ángel. Acción de la cual también saldría beneficiado ya que podría obtener información gratis, pero ese «te amo» sonó tan real, tan sincero que le costaba creerlo. Astaroth rey del infierno estaba “verdaderamente enamorado” y de un ángel ¡Un ángel!

—Te amo… no me dejes —susurro entre lagrimas la rubia mientras sus zafiros se cristalizaban— p-por favor no me digas que ya no podre verte, no puedo olvidarte, ya no te puedo sacar de mi mente y aria hasta lo imposible por permanecer a tu lado… necesito tus besos… —musito con desespero antes de volver a presionar sus delgados belfos contra los del demonio.

Los frágiles brazos de ella rodearon la cintura de Astaroth, aferrándose a él como si de eso dependiera su vida, mientras su cuerpo temblaba levemente. Sus sollozos eran cada vez más audibles, los cuales eran apaciguados con suaves caricias en la espalda de ella, seguidos de tiernos besos sobre su rubia cabellera.

—Yo también te amo —le calmo y sonrió tiernamente para el ángel, dedicándole una cálida mirada—. Sorprendentemente me he enamorado por primera vez… y de un ángel… la más poderosa y hermosa serafín que existe, mas no me arrepiento de ello, simplemente no podemos estar juntos —la abrazo protectoramente apoyando su cabeza sobre su hombro—, el estar cerca podría provocar una guerra… y podía perderte… me muero si te pierdo.

—Si es por ti no me importa morir —refuto ella con seguridad.

—Rachel, no hay manera…

—Si la hay… escápate idiota —se escucho la gruesa y aterciopelada voz de Lucifer quien parecía burlarse de su hermano por no haber pensado en la opción más “lógica”. Rodo los ojos en cuanto le voltearon a ver, mientras se acercaba a paso felino hasta las dos inertes figuras, que se congelaron momentáneamente ante aquella presencia tan imponente y atemorizante. Rápidamente el demonio y el ángel se pusieron en guardia esperando lo peor del moreno— Astaroth, mi idiota hermano, si lo que dices es cierto será mejor que te escapes con ella, total —sonrió con sorna—: dice que aria hasta lo imposible por estar a tu lado, ¿así que cual es el problema? —en su tono de voz se podía percibir un claro enfado, pero más que nada era como si con sus palabras retara el “amor” que decían tenerse.

—Tú eres el idiota Lucifer… ¡Sabes mejor que nadie lo que pasara si hacemos eso! —grito exaltado el peli azul.

—Y soy yo el que te está diciendo que te largues o te matare por traición y me importa una mierda que seas mi hermano.

—¿Por qué haces esto? —cuestiono la rubia tomando del brazo al azulino para que se tranquilizara— tu deberías odiar a seres como nosotros.

—Lo mismo digo querida —miro fijamente a ambos—. Parece que no solo hay sexo entre ustedes —comenzó a reír con burla al observar el sonrojo en ambos—. Yo me haré cargo de lo demás y seré completamente responsable de las consecuencias que esta estúpida decisión pueda provocar, así que antes de que me arrepienta será mejor que se larguen, a un lugar que no sea ninguno de estos dos…

—El mundo humano —musito Astaroth, quien rápidamente clavo su mirada en aquellos orbes azules esperando una aprobación de la locura que estaban a punto de cometer. Y sin esperarlo recibió un dulce beso mientras en un susurro decía “si” presionando fuertemente sus labios.

Ambos tanto ángel como demonio se marcharon en ese mismo momento al mundo humano. Estaban sorprendidos por la repentina acción del azabache, por lo que preferían irse de ahí antes de que se arrepintiera y les acusara ante el consejo del inframundo por traición. De ser así Astaroth sabía que le condenarían a permanecer en el último nivel del abismo donde le torturarían día y noche sin descanso, mientras que a su amada Rachel la apresarían y torturarían para sacarle información. Tan solo rogaban que todo aquello no fuera una trampa.

Lucifer se quedo vagando unas horas por los jardines de rosas negras, no tenía ni la más remota idea de porque había hecho esa estupidez. Tendría que rendirles cuentas a los ministros infernales, al gran general, al capitán general y al teniente. Quienes en un par de siglos empezarían a joderle la vida queriendo saber dónde demonios estaba el rey infernal. Genial y ¿qué les diría? Que dejo que se largara con el enemigo… debería pensar en algo y rápido, tan solo suspiro hastiado y  regreso al castillo. Dirigiéndose a paso lento hasta la habitación de Perséfone, ella era a la única a quien le debía una pronta explicación.

La diablesa dormía plácidamente, hasta que escucho como tocaban un par de veces su puerta, fue que se removió entre las sabanas exclamando el esperado «Adelante» tan dulce y suave que tanto le caracterizaba.

Lucifer entro a paso felino viendo aquella frágil silueta entre las blancas sabanas de la cama, la cual le miraba extrañada y con un deje de curiosidad. El moreno prosiguió a sentarse al borde de la mullida cama. Repentinamente tomo entre sus brazos a la diablesa y le susurro al oído «Él jamás volverá, así que desde este preciso instante queda rotundamente prohibido mencionarlo siquiera... ¿Me entiendes?» tras estas palabras pudo sentir aquellos finos brazos aferrarse a su espalda mientras gruesas lagrimas silenciosas eran derramas por sus hermosos ojos. En un principio pretendía explicarle la situación pero no le vio el caso, al menos no ahora.

Los siglos pasaron rápidamente y Lucifer se hizo cargo del pequeño Emerick al cual trataba como a su hijo, al igual que Craig y Alessia. En un principio el consejo se alerto exigiendo una explicación real de los hechos. Hastiado de toda la situación Lucifer simplemente se invento que su hermano se arto y se largo a vivir al mundo humano y quien quisiera buscarlo recibiría un castigo de su parte. De esta manera poco convencional logro callar a esos ancianos de pacotilla que tanto le molestaban con el mismo tema.

Casi 500 años  habían transcurrido desde que Astaroth se marcho, el cual ocasionalmente mandaba un mensajero especial para informar a su hermano de su condición; lo cual a él no le importaba en lo más mínimo al moreno, a no ser por una carta proveniente del paraíso, la cual era enviada por la escoria más grande que pudiese recordar desde su existencia…

—Su majestad —llamo un demonio, quien al parecer lucia alarmado—, le ha llegado una carta, de parte de Arthur —el azabache extendió la mano e hizo una seña para que el sirviente se retirara, pero cuando leyó el contenido del sobre sus ojos se tornaron de un rosa felino por la furia, capaz de matar al primero que osara dirigirle la palabra.

 

Emperador del inframundo: Lucifer

Sabemos que tiene cautiva a su eminencia Rachel, por lo que le exigimos que la devuelva lo antes posible, de lo contrario hago constar que debe prepárese para las consecuencias que sus actos le han atribuido. Yo Arthur precisare que sus acciones no se queden impunes. Tiene setenta y dos horas para efectuar el acuerdo.

 

El aura del moreno provocaba que la edificación del palacio real  se estremeciera a su paso. ¿Cuál acuerdo? Se preguntaba colérico, si él no había dicho nada, pero sobre todo quién demonios era esa tan Rachel. Entonces recordó que ese era el nombre del serafín que se fugo con su hermano. Tenía que ser una jodida broma, es decir habían pasado quinientos años ¡Quinientos! Y apenas se dan cuenta que no estaba…

Furioso mando a llamar al mensajero de su hermano al que le entrego la carta que momentos antes le habían llevado, más que respuestas necesitaba encontrar una rápida solución, mas nunca se espero que su pequeño hermano llegara esa noche con su “esposa” y un joven de cabello rubio y ojos cafés casi rojizos al igual que Astaroth, el cual aparentaba tener casi la misma edad que Emerick.

—Majestad Lucifer, he venido hoy ante ti, porque todo este asunto es culpa mía —le miro fijamente el peli azul, poniendo una cara de arrepentimiento que solo logro enfurecer aun más a Lucifer.

—Y qué diablos es lo que pretendes hacer, ¡¿acaso piensas regresar a esta mujer?! —inquirió molesto, mientras se levantaba de su trono y caminaba hasta ellos amenazadoramente—. Sabes que aunque la devolvieras ellos querrán, mejor dicho ellos ya están a punto de iniciar una guerra.

—Su majestad —se atrevió a interrumpir el rubio muy seguro de sus palabras —permítame me presento, mi nombre es Abadón y como podrá apreciar ellos son mis padres —hizo una reverencia frente al moreno—. Me he tomado el atrevimiento de hablar ante usted, porque si bien no se puede detener la guerra yo puedo postergarla.

El moreno arqueo una ceja en señal para que prosiguiera, a lo que el rubio continúo por horas explicándole como lo haría, básicamente consistía en infiltración, una vez en el cielo procedería a sellar las salidas, logrando así debilitarlos. Evidentemente sus padres se opusieron y Lucifer no dijo nada, ya que todo aquello era una locura, la cual creía que no iba a funcionar. La noche del día siguiente como fue previsto, los ángeles se dispusieron a atacar, a pesar de que su supuesto mensaje decía que tenían setenta y dos horas, habían advertido a Alastor que los ángeles pretendían atacar, por lo que debería prepararse para su inminente ataque.

Desgraciadamente para Rachel y Astaroth, Abadón escapo y se infiltro en el paraíso, ya que al ser mitad ángel no necesitaba del permiso de uno para ingresar, lamentablemente perdió la vida días después debido a las múltiples heridas provocadas por los arcángeles que le atacaron, afortunadamente pudo lograr su cometido, del cual escapo por “suerte”. Tan solo mil años fue todo lo que se postergo lo inevitable. La última batalla ángeles contra demonios cobro innumerables vidas, tanto de ángeles como demonio, de entre las cuales estuvo Perséfone y Craig, tras esto Jeliel, el segundo al mando después de Arthur y Lucifer crearon un pacto de supuesta “Paz”.

*

—Tras el jodido acuerdo de paz, lo cual fue una grandísima estupidez que ellos no respetaron, han estado invadiendo las fronteras del inframundo e intentando purificar el terreno para su conveniencia —gruño el demonio mayor con un sesgo de claro enfado— pero hace cuatro años se enteraron que existía otro ser igual a Abadón. Un año después lo encontraron cuando en un intento por protegerle “Vincent” y Rachel sellaron tus poderes logrando debilitarse, gracias a eso mi hermano fue asesinado junto con esa mujer y el niño desapareció, desde entonces lo han estado buscando en un intento de realizar lo mismo que ocurrió ara unos mil cuatrocientos años.

—¡Entonces toda esta estupidez es para volver a postergar una estúpida guerra! —grito Ciel mas que enfadado levantándose abruptamente del sillón— saben que, no cuenten conmigo, suficiente tuve con saber que esos malditos fueron los que mataron a mis padres, ¡yo no me voy a prestar para este estúpido propósito! Y tu Sebastián si todo lo que querías era utilizarme no había necesidad de montar todo aquel estúpido espectáculo de palabrería —Ciel emanaba una poderosa aura, pero esta era tanto pura como demoniaca, era tan fuerte que los cristales de la habitación se rompieron.

—Vaya, vaya, que niño tan curioso y temperamental —se mofo el demonio mayor, ignorando la rabieta y sus recientes palabras.

—¡Bocchan! grito Sebastián con un tono claramente desaprobatorio, sujetándolo del brazo, en un burdo intento por calmarlo.

—No me toques maldito demonio… ¡te odio! —en ese momento unas lagrimas traicionaron al conde resbalando por su tersa piel, quien al darse cuenta de esto salió corriendo de aquel lugar, sin saber a dónde podría dirigirse. Tan solo se dedico a correr lo más rápido que sus piernas se lo permitieron hasta que llego a la entrada de una mansión, con un inmerso jardín de rosas blancas, donde se detuvo mientras aun seguía sollozando.

Desde la ventana de aquel lugar le miraba intrigado un demonio de largo cabello castaño atorado en una coleta baja y ojos color miel, el cual portaba un traje  completamente negro.

—Qué lindo niño tenemos aquí —deslizo su lengua por sus labios lascivamente  mientras contemplaba la frágil y encantadora silueta de Ciel, quien infantilmente se limpiaba las lagrimas con sus pequeñas manos junto a los rosales.

Jeliel se encontraba de pie en el centro de una enorme habitación completamente blanca, la cual no poseía ventanas, ni ningún mueble, aun así estaba perfectamente iluminada. Al frente de él se encontraban cuatro imponentes figuras que acababan de salir de lo que parecían cuatro estatuas doradas con alas, que se ubicaban en cada esquina del inmenso lugar.

—¿Qué es lo que buscas aquí Jeliel? —preguntaron a coro las cuatro voces.

El albino hizo una reverencia.

—Sagrados constructores del orden del universo, yo Jeliel me presento humildemente ante ustedes para pedir vuestra ayuda a su magnificencia —levanto la mirada posándola sobre los cuatro “Tronos”—. Los demonios buscan nuestra aniquilación, por lo que os ruego su consentimiento para acceder a los registros de todos los tiempos.

Murmullos inentendibles hicieron eco por todo el lugar, repentinamente las cuatro figuras desaparecieron susurrando un “adelante”. El albino oculto la sonrisa torcida que estuvo a punto de dibujarse en sus labios, para decir un “Gracias” y avanzar hacia la puerta de madera que apareció frente a él.

Al abrirla se encontró con un altar donde reposaba un inmenso libro, en un principio pensó en únicamente buscar a aquellos shinigamis que hayan tenido mayor contacto “amistoso” con demonios en los últimos siglos y eliminarlos, pero al estar ahí comenzó a indagar en la historia del antiguo enfrentamiento que se llevo cuando estaba al mando Arthur.

Al finalizar su búsqueda encontró tres nombres de shinigamis, los cuales estaban a punto de morir: Adrian Crevan, William T. Spears y Grell Sutcliff.

—Adrian… —ronroneo meloso Claude cerca del oído del sepulturero al sentir sus caricias sobre su pecho, y los múltiples besos que se repartían sobre su nuca.

—Hi hi hi veo que alguien está un poco ansioso —sonrío divertido al ver el sonrojo del moreno, y antes de que pudiera replicarle le giro para plantarle un apasionado beso.

Los labios de Undertaker asaltaron a los de Claude de manera candente, introduciendo su lengua para recorrer esa exquisita cavidad con maestría, deslizándola por el paladar y las mejillas hasta dar con la también experimentada lengua del moreno. Comenzando un sensual jugueteo en donde una traviesa competencia se inicio por ver quién tenía el control del beso.

Los gemidos de ambos eran ahogados entre el apasionado contacto. Sin separar sus labios Undertaker comenzó a acariciar el cuerpo del azabache, deslizando sus manos por la espalda de este dibujando eróticas figurillas imaginarias que le hacían estremecer, hasta bajarlas y apretar fuertemente sus redondas nalgas.

El ambarino dio un pequeño respingo que logro que se separan del pasional beso, momento que el shinigami aprovecho para degustar su cuello dejando visibles marcas de beso. Por su parte Claude comenzó a acariciar el pecho del sepulturero mientras lamia el lóbulo de su oreja, logrando sacar un sonoro gemido del peligris.

—Hi hi hi hoy tengo una arañita traviesa.

—Tal vez —respondió girando su rostro, en un cómico intento, según el shinigami, por evitar que apreciara su sonrojo que rápidamente se había apoderado de todo su rostro, haciendo que sintiera su rostro arder.

—¿Quieres jugar un rato? —pregunto seductor el mayor, logrando que su cálido aliento le erizara los bellos del cuerpo a Claude.

—Idiota —le miro regalándole una sonrisa sincera.

De un momento a otro los ojos de Claude se abrieron sorpresivamente y de sus labios comenzó a salir un pequeño hilillo de sangre. Undertaker había escuchado un sonido fuerte haciendo que por segundos desviara su vista de aquellos hermosos ojos ámbar para ver de dónde provenía el ruido. No vio nada, no escucho nada más, tan solo sintió como Claude se aferraba fuertemente a él para no caer; asustado lo miro y pudo apreciar la sangre que resbalaba de la comisura de sus labios, al bajar la mirada no vio nada, entonces lo acerco a su cuerpo observando su espalda.

Con horror vio como una lanza se había clavado justamente donde estaba su corazón, no lo pensó dos veces y la saco de su lugar, sosteniendo al moreno para que no se callera al suelo.

—Veo que el veneno está haciendo efecto —se escucho una voz chillona, que parecía le divertía la situación.

Un fuerte taconeo comenzó a hacer eco en el lugar. A Undertaker lo invadía la rabia hacia aquel ser que se había atrevido a dañar a quien más amaba, por lo que hizo aparecer su guadaña; se coloco sus lentes de shinigami y se puso en posición de pelea, adquiriendo una expresión seria.

—No tiene caso que pongas resistencia Adrian Crevan-san —se mofo mientras tronaba los dedos, haciendo que varios ángeles rodearan al shinigami legendario y al demonio que yacía en el suelo—. Se te acusa de traición, serás juzgado por el consejo y si tienes suerte serás asesinado.

—Wiru~ ¿Qué es esto…? Tengo miedo —lloriqueo el pelirrojo mientras se aferraba al brazo del moreno. Los cuales eran rodeados por varios ángeles.

—William T. Spears y Grell Sutcliff, se les acusa de alta traición. Serán juzgados y con suerte recibirán la pena de muerte —dictamino uno de los ángeles que portaba un traje blanco y un pergamino en la mano, el cual permanecía de pie frente a los acusados—. Atrápenlos.

Continuara~ 

Notas finales:

Buap XD espero que les haya gustado y me regalen un rw :3 jiji

oww y les dejo el link de mi FB por si alguien gusta agregarme para platicar, acosarme etc n.n https://www.facebook.com/profile.php?id=100003132106537

Sin más me despido y les deseo un excelente día/tarde/noche. 

Haruka Eastwood 


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