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Camus, el libertino por Euridice

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Notas del capitulo:

Hola, al fin puedo actualizar!!! les pido mil disculpas por tanto retraso, odio dejar mis fics abandonados, pero estuve con un proyecto de la universidad que me enloqueció.

Les aviso que este capítulo me quedó un poco largo y tiene mucho diálogo. Espero que no se haga pesado.

Un aire de paz inmensa rodeaba al santuario esa mañana de martes en la cual los caballeros dorados entrenaban, excepto Milo que aún se sentía algo indispuesto, y Camus que se había despertado con una resaca demoníaca. En medio del entrenamiento, un sagaz Shaka había ideado un perfecto plan para, junto con Aioros, recorrer Rodorio en busca de hechiceras y así poder desentrañar el misterioso comportamiento del onceavo guardián. Al mismo tiempo, un muy celoso Afrodita y un preocupado trío de caballeros dorados escuchaban cómo Deathmask, quien entrenaba animadamente con Shura a pesar de no haber dormido, se jactaba de la orgía en la cual la noche anterior él y el aguador habían participado, y de cómo pasó la noche en el bosque con tres bellas mujeres danzando como vino al mundo. Los gemelos y Aioria ya estaban resignados, pensaron que el daño que habían hecho era ya irreversible, e imploraban a su diosa que la próxima persona en ser seducida por Camus fuera Milo, así al menos habrían sentido que de algo sirvió el elíxir.

                                              

******************************

 

Mientras tanto en el Olimpo, todo se encontraba en una aparente calma; Dionisio dormía profundamente en su habitación, cuando de pronto el estruendo de truenos y rayos lo sobresaltó, y gritos que hacían resonar todo el palacio lo despertaron súbitamente.

 

-  ¡¡¡¡¡DIONISIO!!!!! ¡¡¡¡¡DIONISIOOOOOOOOOO!!!!!!

 

-  Ya voy…ya voy…- decía el borracho dios, despertando de su letargo tras haber ido de juerga con sus bacantes y un impúdico joven la noche anterior.

 

-  ¡¡¡¡DIONISIO!!!! ¡¡¡¡DEJA DE HARAGANEAR!!!!!- exclamaba a los gritos Zeus.

 

-  ¿Qué sucede Zeus?- preguntaba el dios bostezando.

 

-  ¡¡EL ÁNFORA!! ¡¡EL ÁNFORA!! ¡¡LA NECESITO!!

 

-  ¿Cuál ánfora?- preguntaba Dionisio, quien no razonaba aún por el sueño que tenía.

 

-  ¡¡¡La que contiene el Télos bakcheia!!! ¡¡¡La necesito urgentemente!!!

 

-  ¿Para qué? Le dejé una buena cantidad del vino en la bodega…

 

-  Es que…bueno…je je…se acabó.- dijo Zeus nervioso.

 

-  ¡¿QUÉ?! ¡¿Cómo pudo acabar con toda una cava en un fin de semana?!

 

-  Eso no importa, ¡sólo dame la maldita ánfora!- exigió el mayor de los dioses.

 

-  Se…señor Zeus…¿cómo decirlo? Hay un pequeño problema con el ánfora.

 

-  ¿Cuál problema?

 

-  Bueno…yo…quiero decir que…se…se perdió.- respondió Dionisio sin poder disimular su temor ante la respuesta de Zeus a esas palabras.

 

-  ¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!!- exclamó Zeus en un grito que hizo temblar a Dionisio y a todo el Olimpo.

 

-  Es que…yo…las bacantes…el bosque….

 

-  ¡¿Me estás diciendo que fuiste de juerga por ahí y perdiste el ánfora con MI vino afrodisíaco?!

 

-  No se preocupe señor Zeus, puedo prepararlo de nuevo.- agregó Dionisio, intentando calmar al encolerizado dios.

 

-  ¡¡¡Pero lo necesito A-H-O-R-A!!! ¡¡Ganimedes despertará en cualquier momento y debo tenerlo a mi merced!!- remarcó Zeus furioso.

 

-  Qui…quizás mis bacantes lo hayan guardado…

 

-  ¿Y ahora dices que mi elíxir está en manos de unas burdas mortales?

 

-  No se alarme…

 

-  ¡¡¿¿QUE NO ME ALARME??!! Te diré una sola cosa Dionisio, más vale que encuentres esa ánfora o juro que permanecerás el resto de tus días en el inframundo. Te doy una semana para que ese elíxir esté nuevamente en el Olimpo,¡¡y pobre de ti si llego a enterarme de que está en las manos equivocadas!!- exclamó Zeus aún más furioso, y se fue de la habitación dando un fuerte portazo.

 

-  ¡Por todos los dioses! ¿Cómo pude ser tan torpe? Debo encontrar a las bacantes y preguntarles por esa ánfora. Tan solo espero que no la hayan bebido toda…- dijo Dionisio lamentándose de su penosa situación, y luego se sentó a meditar un plan de acción para recuperar el elíxir.

 

*************************

 

Luego del entrenamiento, y con la excusa de comprar provisiones, Aioros y Shaka emprendieron su búsqueda de hechiceras; preguntaron a unos pueblerinos quienes amablemente los guiaron hacia una pequeña y solitaria casa en la periferia de Rodorio, donde vivía la más poderosa hechicera del lugar: Casandra. Los dos santos no perdieron el tiempo y una vez allí golpearon la puerta, siendo atendidos por una mujer de cabello cano y aspecto ruin. Luego de una larga insistencia de la mujer por leerles las líneas de la mano a los jóvenes dorados, a lo cual estos se negaron rotundamente, preguntaron si tres santos de Atenea habían pagado por algún elíxir o afrodisíaco, a lo cual la mujer respondió negativamente; luego a pedido de Aioros les dio la dirección de otras hechiceras que se dedicaban a preparar brebajes de todo tipo y los dos jóvenes preguntaron a todas ellas, recibiendo también una rotunda negativa. Pero lo más llamativo de todo fueron las palabras de la última hechicera a la cual visitaron, una anciana de aspecto aterrador llamada Ágata; la mujer, quien había sufrido frente a Shaka y Aioros un extraño delirio místico, les hizo una advertencia sobre el hechizo de un dios impúdico que enloquecería a quien hubiera probado su elíxir, a menos que el afectado encontrara al amor verdadero.

 

Ambos caballeros, a pesar de regresar al santuario bastante decepcionados ante su fracaso, no podían dejar de asociar esa advertencia recibida por la hechicera con el aguador, y una sensación de desasosiego los embargó al pensar que Camus quizás estaba bajo el hechizo de algún dios tramposo y que enloquecería. Empero, los dos caballeros no iban a rendirse tan fácilmente; ambos estaban convencidos de que quizás alguna de esas mujeres sí había preparado una pócima la cual era responsable del comportamiento de Camus, y que era probable que quien fuera que la preparó estaba encubriendo a los gemelos y a Aioria, a pedido de ellos, claro estaba, para que nadie los descubra. Por tanto, Aioros se comprometió a aprovecharse de una peculiaridad que su pareja tenía: hablar dormido; Saga solía hacerlo muy a menudo y en esos momentos hasta confesaba sus secretillos, como cuando le dijo a Aioros que había sido él y no Kanon quien había bebido todo el vino del salón patriarcal una tarde. Esa noche el arquero se aprovecharía y le preguntaría al mayor de los gemelos si adquirió algún elíxir o afrodisíaco, y si se lo dieron de beber al aguador; estaba convencido de que, en su profundo sueño, Saga hablaría y así lo sabría todo.

 

**************************

 

Milo había despertado esa mañana con una gran duda que ocupaba su mente: en la madrugada había recibido un tierno y cálido trato de ¿Camus?;  recordaba que el aguador lo arropaba y besaba su cabello con sincera dulzura, pero no lograba darse cuenta de si había sucedido en verdad o si no era más que un sueño; uno muy hermoso. “Seguramente lo soñé” pensó al recordar que el de la onceava casa ni se había aparecido cuando él regresaba de su misión y se encontraba débil; le hubiera gustado que Camus le hiciera compañía, pero él no estaba allí, y Milo se sintió de repente muy triste. Al mediodía, Aioria fue al octavo templo para visitar a su amigo y se alegró al ver que su piel había recuperado su tono saludable y que sus náuseas habían cesado; el leonino se ofreció a prepararle una saludable comida a Milo, quien aceptó gustosamente, ya que había recuperado el apetito. Luego de una charla banal sobre el entrenamiento de esa mañana, Aioria muy a su pesar sintió que debía quizás poner en advertencia a su amigo sobre la conducta de su amado.

 

-  Milo, ¿qué harías si, de un día para otro, Camus fuera diferente?

 

-  ¿De qué hablas?

 

-  Bueno, siempre lo conociste como una persona fría, poco demostrativa y muy reservada, ¿qué tal si de repente se volviera…distinto?

 

-  Nunca lo había pensado, pero si se volviera más afectuoso y abierto, supongo que me gustaría.- contestó el escorpiano algo extrañado por la pregunta de su camarada.

 

-  ¿Y si se volviera no solo afectuoso, sino seductor y avasallante?

 

-  ¿De qué rayos hablas Aioria? ¿Camus?, ¿avasallante y seductor?- dijo incrédulo y rió casi a carcajadas- Ni aunque estuviera bajo un encantamiento de Afrodita se comportaría de esa forma…

 

-  Pero… ¿y si sucediera?, ¿qué tal si estuviera bajo los efectos de algún elíxir tan potente que lo hiciera olvidar su rígido autocontrol?- insistió el de la quinta casa.

 

-  Aioria, estás leyenda fantasía, la magia no existe.- se mofó el de escorpio.

 

-  ¿Pero qué tal si…?- quiso agregar Aioria, cuando fue interrumpido por un tremendo escándalo que provenía del exterior.

 

Ambos caballeros salieron al pórtico del octavo templo para saber de qué se trataba, y vieron que en las escalinatas que conectan la casa de sagitario con la salida de la casa de escorpio, estaba Afrodita corriendo enfurecido detrás de Deathmask, lanzándole sus rosas, las cuales el canceriano esquivaba con gran habilidad mientras se encargaba de proteger a una chica de cabello negro, quien no era nada más ni nada menos que Dione, la bacante de Dionisio. Al parecer, el italiano se había escabullido con ella en el templo de Afrodita para “tomar prestado” unas rosas no venenosas para la joven; sin embargo, justo cuando le dio el ramo a la chica el pisciano los sorprendió y presa del cólera, los persiguió a lo largo de las casas subyacentes a la suya atacándolos con sus rosas, y causando un revuelo que conmocionó a todos los guardianes que se encontraban resguardando sus templos. El peli celeste ya había estado acumulando rabia desde que Deathmask alardeó sobre la orgía en el entrenamiento, y fue peor aún cuando este comentó que agasajaría a una chica con un plato de pasta.

 

-  ¡¡Qué descaro tienes, Deathmask!! ¡¡Meterte en mi templo sin mi autorización y profanar mi jardín para darle mis rosas a esta zorra!!- exclamó el sueco con ira y algo de angustia.

 

-  Pues seré una zorra, pero tengo un par de atributos que tú pagarías por tener…- contestó la chica con una venenosa lengua mientras sujetaba con las manos sus grandes senos.

 

-  ¡Por favor, perra! Como si yo quisiera tener ese par de globos flácidos…- respondió el pisciano.

 

-  Serán globos flácidos, pero puedo sujetarlos cuando guste para enloquecer al italiano, algo que nunca podrás hacer con tu planicie, ¡mariposa!

 

-  ¡¡No discutiré más con una golfa horriblemente maquillada y con pésimo gusto para vestir!!- agregó Afrodita- ¡¡Me las pagarás Deathmask!!- y le lanzó una rosa sangrienta, que si no fuera por los hábiles reflejos del canceriano, su corazón hubiera sido atravesado.

 

-  ¡¡Aquí el único descarado eres tú, Afrodita!! , ¿crees que no me enteré lo que hiciste con Radamanthys??

 

-  ¿¡Y desde cuándo te importó tanto lo que yo hago cuando estoy solo!? ¡¡Estuviste llevando vida de soltero mientras tenías una relación conmigo!!- agregó el sueco, dejando boquiabiertos a los presentes que se encontraban muy atentos al culebrón que se había armado- ¡¡Y encima ahora le preparas comida italiana a una cualquiera y robas MIS rosas para dárselas!!

 

-  ¡¡No te preparé pasta porque decías que los carbohidratos engordan y tú querías mantenerte en forma!!- agregó Deathmask.

 

-  ¡¡No es cierto!!

 

-  ¡¡Sí lo es!!

 

-  ¡¡¡BASTA!!!- exclamó Shion, quien salió del salón patriarcal al sentir los turbados cosmos del caballero de cáncer y piscis- ¡¡A sus templos todos, de inmediato!! Y en cuanto a ustedes- dijo señalando a Deathmask y Afrodita- ¡¡¡resuelvan sus asuntos en sus casas!!!- y se fue bastante enojado de allí.

 

-  Yo me voy de aquí...ustedes están locos.- dijo la bacante y pidió permiso a los guardianes de las casas restantes para volver al pueblo.

 

Todos los caballeros regresaron a sus templos, mientras que Afrodita y Deathmask fueron a la cuarta casa para limar sus asperezas en privado, como debían. El canceriano se disculpó por robar rosas del jardín de piscis, actitud que dejó a Afrodita muy emocionado; como era de esperarse, se reconciliaron y luego de besarse acaloradamente fueron a la cama, donde Deathmask agasajó a su peli celeste como siempre lo hizo. Después de un festival de caricias y atenciones el italiano preparó la entrada del pisciano para luego embestirlo con pasión, arrancándole gemidos de satisfacción a Afrodita. Los dos se entregaron a ese carnal deseo que los tenía prisioneros desde que se conocieron, gemían al unísono y llegaron al clímax para luego aferrarse en un deseado abrazo. Deathmask comprendió que no había nadie como el caballero de piscis; ni la mujer más sexy podría satisfacerlo de la forma que el sueco lo hacía, y Afrodita recordó por qué amaba tanto a ese pervertido italiano.

 

************************

 

Mientras todo ese revuelo ocurría entre las casas de sagitario y escorpio, en el templo de la vasija su guardián no dejaba de dar vueltas como león enjaulado pensando cómo podría conquistar al hermoso escorpión; estuvo casi dos horas rebanándose los sesos en idear una forma de atraerlo para compartir una fogosa noche a su lado, hasta que se le ocurrió algo perfecto: tal como siempre lo habían hecho desde la adolescencia, lo invitaría a cenar y a ver una película. Pero no era suficiente con eso, Camus quería darle a esa noche un toque especial, irresistible, candente; fue por eso que llamó a la primera persona que se le cruzó por la mente cuando de sexo se trataba: Deathmask. Fue así que el italiano, aprovechando que se dirigía junto a Afrodita a la última casa, le llevó al aguador un traje que él guardaba para esas noches “especiales” con el pisciano; cada vez que el de cáncer usaba ese traje y le bailaba seductoramente, no había forma de que el sueco se resistiera y sucumbía a sus deseos carnales. A Camus le pareció una idea genial, así que en cuanto terminó de acicalar su casa, llenar su habitación con aceites y velas aromáticas para agasajar a Milo, y preparar una deliciosa cena, corrió al octavo templo para invitar a su adorado bicho. Era ya de tarde cuando el caballero de acuario se encontró atravesando la entrada de la octava casa y encendió su cosmos para anunciarle a Milo que allí se encontraba; una vez adentro se encontró con el bello escorpiano, quien se encontraba algo contrariado con Camus y no dudó en hacérselo saber.

 

-  Hola Milo.

 

-  Hola Camus, ¿no crees que llegas un poco tarde a saludarme?

 

-  ¿Por qué lo dices?

 

-  Deberías saberlo, ayer llegué de mi misión y tú no estabas allí para recibirme…- reprochó el caballero de escorpio cruzándose de brazos.

 

-  Lo siento, no quise fallarte, no pensé que llegarías más tarde de lo esperado y creí que podría recibirte y luego cumplir con el compromiso que tenía con Deathmask.

 

-  Pues mientras tú estabas con Deathmask, yo estaba bastante enfermo…

 

-  Lo sé, y lamento mucho no estar contigo en ese momento para cuidarte, cuando volví tú dormías y no quise despertarte.- Milo se sobresaltó un poco ante estas últimas palabras del acuariano, al parecer Camus sí había tenido ese dulce gesto con él mientras dormía; no fue un sueño.

 

-  Así que la noche con el cangrejo fue larga…- bufó Milo.

 

-  Tú sabes cómo es Deathmask; pero estoy aquí porque quiero compensarte por no haber estado ayer contigo…

 

-  Pues tendrá que ser algo muy bueno…

 

-  Alquilé una de esas películas de western que tanto te gustan, te preparé una cena, y algo especial para ti. Por favor, dime que vendrás…- rogó Camus haciendo trompita y poniendo ojos de pollito mojado, haciendo que Milo se enterneciera por dentro.

 

-  Está bien, a las nueve estaré allí.

 

-  ¡Genial! ¡Te espero!- exclamó Camus y se fue del octavo templo casi a los saltos de alegría, dejando muy extrañado a Milo.

 

 

Esa noche Milo vistió muy bien y fue hasta el onceavo templo para cenar con su adorado aguador y sacarse la duda de qué era eso tan especial que Camus había preparado para él; esperaba que fuera algo muy bueno, pues guardaba algo de enojo por el hecho de que Camus no lo hubiese esperado como siempre. Entró a la casa de acuario y se quedó estupefacto cuando vio que el caballero vestía un pantalón de jean ajustado y una elegante camisa negra, que estaba algo desabotonada para dejar entrever su pecho; definitivamente se veía súper sexy, pero no era el tipo de atuendo que el acuariano usaría. A la hora de cenar, Camus le sirvió al octavo guardián un plato de “pot au feu” que sabía delicioso; mientras degustaban el plato la charla fue principalmente sobre la misión de Milo, pues Camus planeaba guardar los temas más candentes para cuando ambos estuvieran viendo la película en el sillón, y Milo se acurrucara a su lado como lo había hecho la última vez que vieron películas juntos. Comieron el postre y Camus se sintió feliz al notar que la cena le había encantado a su amado; ya había logrado agasajar al escorpiano a través de la comida, ahora quería agasajarlo de otra forma.

Alquiló una película de western llamada “Muerte en Tombstone”, que para su sorpresa era muy buena, pues Camus no era admirador del género, a diferencia de Milo. Durante el filme, el caballero de acuario esperaba que su escorpión se acurrucara como aquella vez, pero sin embargo se quedó muy concentrado en la pantalla; por esto el peli turquesa, con disimulo pasó su brazo por los hombros de Milo y con suavidad acarició su brazo. Para su sorpresa, el de la octava casa parecía inmune a sus intentos de seducción, pues no lograba entender qué era lo que estaba ocurriendo y qué se suponía que su amado pretendía hacer, a pesar de sentir que sus nervios revolucionaban su vientre. Una vez que la película finalizó, ambos se quedaron sin saber qué hacer, pues Milo aún estaba anonadado por la actitud del francés, y éste no comprendía por qué el escorpiano no hacía un comentario chistoso al respecto siquiera.

 

 

Para intentar cortar el incómodo momento, el acuariano dijo a Milo con una sensualidad exuberante que era hora de mostrarle la sorpresa que le había preparado, por lo cual le pidió que cerrara los ojos y que no los abriera hasta que él le indicara. Con gran curiosidad, Milo esperaba ansioso al aguador, conteniendo sus impulsos de no abrir sus ojos, mientras que Camus se cambiaba de ropa en su habitación. Una vez que salió, le pidió a su adorado escorpión que abriera los ojos, y una vez que lo hizo, casi salta del sofá: el onceavo guardián tenía un disfraz de cowboy que consistía en el típico sombrero y botas, bandana roja, chaleco de cuero (sin camiseta abajo, por supuesto) y unas chaparreras también de cuero, debajo de las cuales no había nada más que los atrevidos bóxers apretados de color rojo que llevaba el aguador.

 

-  ¿Q…?- apenas pudo decir Milo.

 

-  Este cowboy está listo para montar su caballo- dijo Camus mientras revoleaba una soga y movía sus caderas sensualmente.

 

-  Pe…pero…- apenas pudo decir el escorpiano, y se levantó del sofá. Luego retrocedió unos pasos, pero cuando intentaba obtener explicaciones, Camus lo sentó en una silla, para luego sentarse a horcajadas sobre él.

 

-  Eres el mejor corcel del santuario, el semental más hermoso… - le dijo al oído.

 

-  Camus, ¿qué te pasa?

 

-  Vamos, siempre te gustó jugar a los indios y los vaqueros, juega conmigo, te gustará. Por cierto, ¿sabes por qué montar a caballo puede ser tan placentero?

 

-  N…no sé, n…nunca monté a caballo…- dijo Milo con evidente nerviosismo.

 

-  Te lo mostraré…- dijo y empezó a realizar un vaivén sobre las piernas del escorpiano, acercando su pelvis hacia la entrepierna de su amado, para frotar su miembro contra el suyo.

 

 

Milo estaba, por primera vez, aterrado por la conducta arrasadora del aguador, intentaba pensar en cosas aburridas para olvidar el creciente calor que corría por su pelvis. El onceavo guardián continuaba moviendo sus caderas hacia adelante y atrás dando gemidos suaves, debido a que su palpitante miembro estaba ya erguido y deseoso de atenciones. No obstante, Milo se sentía acosado e intentaba zafarse, por lo cual comenzó un forcejeo que hizo que ambos cayeran de la silla, provocándole al pobre escorpiano un fuerte golpe en la cabeza.

 

-  ¡AY!- exclamó frotándose donde se golpeó.

 

-  ¡Lo siento mucho!, déjame calmar tu dolor…- dijo Camus y besó la cabeza de Milo, para luego besar su cuello con desesperación.

 

-  Camus…Camus para, por favor…

 

-  Pero dame un beso…- insistía el acuariano y Milo luchaba por escaparse, hasta que por fin pudo incorporarse y ponerse de pie.

 

-  Debes calmarte, me golpeé la cabeza…y estoy cansado, necesito ir a mi casa.

 

-  ¿No quieres descansar conmigo?- preguntó Camus.

 

-  Camus…

 

-  ¿No te gustó la cena? ¿Ni la película? Fue…fue mi sorpresa, ¿verdad? Dime qué no te gustó, Milo…- insistía el acuariano con cierta congoja en su pecho que amenazaba con salir de allí en forma de lágrimas.

 

-  No, no es eso, me encantó la cena, y la película, pero…no…no estoy acostumbrado a esto. Yo…creo…creo que es mejor que me vaya…- dijo Milo y se despidió para luego volver a su templo, dejando a Camus muy angustiado por lo ocurrido, pues él solo quería darle una placentera sorpresa a su bichito y por su torpeza, había salido mal.

 

 

Milo salió de la onceava casa a paso acelerado, como si huyera de un titán; cuando llegó a su templo, con el corazón a punto de estallar por sus intensos latidos, provocados no solo por la huída sino también por la “sorpresa” de Camus, se encerró en el baño y se refrescó el rostro. Luego de cepillarse los dientes y desvestirse, se fue a la cama tratando de pensar qué diablos había pasado en la casa de acuario hacía instantes nada más.  ¿Desde cuándo Camus vestía tan sexy?, ¿de dónde sacó esa loca idea de disfrazarse y tomar la iniciativa?, pensó que el alcohol pudo haberlo afectado, pero había bebido muy poco, por lo cual no había otra explicación lógica para ese comportamiento. Claro que Milo amaba al francés, pero que de pronto fuera tan agresivo en materia sexual lo estremeció, pues la sola idea de pensar que Camus solo querría una noche de sexo salvaje, y no una relación, era algo angustiante para el griego; él no podría soportar ser tomado como alguien pasajero, al menos no en la vida de Camus. Él ansiaba compartir su vida con el aguador, pues todos esos años de amistad se habían transformado en amor, y sabía que si tenía solo sexo con él, saldría muy lastimado, y para peor tal vez perdiera su valiosa amistad.

Por su parte, Camus se sentía un verdadero idiota; siempre creyó que a Milo le agradaba estar junto a él, pero quizás ya no era así. Una lágrima rodó por su mejilla al pensar que tal vez el octavo guardián no querría volver a verlo luego de tan humillante situación; él sólo quería darle una sorpresa, jamás le haría daño, pero sintió que el griego estaba atemorizado. Su pena calmó cuando razonó las cosas en frío y pensó que quizás había ido demasiado rápido.

 


Al otro día Camus decidió entrenar solo, en un lugar apartado del coliseo, pues sentía algo de vergüenza y no quería enfrentarse a la mirada de Milo esa mañana; pensaba que también él se sentiría incómodo después de lo ocurrido la noche anterior, así que lo mejor sería darle espacio. Milo fue al coliseo y se alivió al ver que Camus no se encontraba allí, pues se sentiría muy incómodo; la mañana transcurrió como de costumbre, y luego de entrenar con Shaka regresó a su casa para darse una relajante ducha, pero no contaba con que tendría una visita inesperada. Camus volvía de su entrenamiento y cruzó hasta la casa de libra; al llegar a escorpio meditó mucho sobre qué debía hacer cuando entrara allí, pero luego recordó que quizás Milo aún estaría entrenando y sin pensarlo más ingresó al templo, sin encender su cosmos. Sintió ruido de agua que provenía del baño, y de repente una lucha interna lo azotó: ¿seguir su camino y hacer como si nada, o espiar a su amado escorpión?

 

 

Por más ridículo que pareciera, a pesar de que ambos caballeros se conocían desde la infancia y habían compartido muchísimas misiones, además de noches juntos jugando algún videojuego o disfrutando una película, nunca se habían visto desnudos, ni siquiera en ropa interior. Una profunda curiosidad invadió al aguador, pues se moría por saber cómo se vería Milo sin ropa; su lado curioso y travieso lo llevaron a desobedecer sus rígidas normas de conducta y autocontrol, por lo cual a paso sigiloso Camus se metió en el baño de la octava casa. Allí estaba Milo bajo la ducha, con el cabello mojado, pegado a su espalda; a través de la cortina de la ducha se vislumbraba su musculosa espalda y sus bien formadas nalgas, y el acuariano sintió que observaba a un Adonis. Su deseo lo tomó por completo, era ya muy tarde para detenerse, así que sin pensarlo, y en total silencio, metió sus manos en el espacio que quedaba entre la cortina y la pared para enjabonar el abdomen del escorpiano. Milo se estremeció al sentir que alguien lo tocaba con tanta confianza, por lo cual fue rápido y atacó con su aguja escarlata sin ver siquiera quién era que lo enjabonaba, hasta que el grito de dolor lo hizo reaccionar.

 

-  ¡Camus! Tú…¡discúlpame! No creí que fueras tú.- dijo con pena y cerró la herida que le había causado- ¿Qué haces aquí?

 

-  Yo…yo…¡¡¡olvídalo!!! – exclamó resignado y se fue de allí, muy avergonzado.

 

 

Ya en su casa, el aguador se sentía aún más tonto que la noche anterior; ¿por qué reaccionaba así frente a Milo?, ¿por qué su amigo, ahora deseado joven, le provocaba ese tipo de conductas?, ¿por qué no se controlaba como solía hacerlo antes? Algo le sucedía, algo muy extraño, pero lo más desconcertante de todo era que no encontraba explicación lógica a ese asunto. Su amor por Milo no era algo nuevo, desde antes de las batallas contra los caballeros de bronce ese sentimiento por su amigo había aflorado en su corazón, pues el escorpiano estaba en sus pensamientos cada vez que apoyaba su cabeza en la almohada cuando iba a dormir y anhelaba tenerlo a su lado haciéndole bromas durante sus solitarios días en Siberia. Pero ¿por qué ahora su sangre parecía estar a punto de ebullición cuando lo veía, y por qué sentía ese irrefrenable impulso de estrecharlo entre sus brazos para no dejarlo ir jamás?  Su cabeza estaba tan llena de preguntas como la de su escorpiano, pues éste estaba aún más impactado que la noche anterior; ¿desde cuándo el reservado caballero de acuario tenía la osadía de meterse en la ducha y enjabonarlo?, ¿desde cuándo se atrevía a verlo desnudo? Todo era por demás increíble, y el intuitivo escorpión ya estaba convencido que algo le ocurría a Camus, llegó a pensar incluso que la persona que había actuado de esa manera era un impostor, pero le resultaba extraño que nadie más lo hubiera notado.

 

 

Camus aún se sentía desesperado y sin saber qué hacer para remediar sus dos bochornosos episodios frente a Milo; decidió que era hora de buscar consejo, y para eso acudió a su vecino, el caballero de piscis. Fue así que luego de una ducha y un almuerzo ligero, fue hasta la doceava casa, encontrándose a un Afrodita que despertaba junto a Deathmask recién a esas horas, al parecer la noche había sido candente para ellos.

 

-  Camus, ¿qué necesitas?- preguntó Afrodita.

 

-  Bueno, tengo un problema y pensé que tal vez tú me podrías dar un consejo- explicó, mientras ambos tomaban asiento, al igual que Deathmask.

 

-  ¿Sobre qué?

 

-  Bien, me sucede algo con Milo…quiero decir, creo que estoy enamorado de él, pero no sé cómo acercármele.

 

-  Pero si eres su amigo, ¿qué mejor forma de acercarte a él que esa?- dijo el pisciano.

 

-  Pues, es que…algo extraño me está pasando. Cuando lo veo, no puedo controlarme, y termino haciendo el ridículo…

 

-  No te preocupes, a todos nos pasa alguna vez.- agregó Deathmask.

 

-  Ayer lo invité a cenar y a ver una película, lo acaricié y él no respondió, luego usé el traje que Deathmask me prestó…

 

-  ¿Qué traje que te prestó Deathmask?- preguntó el peli celeste, mirando con cierto enfado a su pareja.

 

-  Bueno Dita, tú sabes…je je…el traje de cowboy que tanto te gusta que yo use, creí que podría funcionar con Milo y Camus.

 

-  ¡Vaya consejo que das!- exclamó Afrodita.

 

-  Pero pensé que serviría, ¡no me digas que Milo no tiene cara de pervertido!- agregó Deathmask.

 

-  ¡Eso no significa que lo sea, gran torpe! Escucha, Camus, si quieres acercarte a Milo, debes tomar las cosas con más calma, con naturalidad.

 

-  ¿Qué podría hacer entonces?- preguntó Camus con curiosidad.

 

-  Lo de la cena estuvo muy bien, es una lástima que cierta persona te haya dado una idea tan ridícula- agregó el sueco mirando con enfado a su novio- ¿Por qué no lo invitas a beber unas cervezas, como amigos solamente?, y luego si él se muestra cómodo, tal vez puedas decirle lo que sientes.

 

-  ¡Es una buena idea! ¡Gracias Afrodita, eres buen consejero!

 

-  ¡Gracias! Espero que tengas más suerte esta vez.- agregó el de piscis y Camus regresó a su templo.

 

 

Una vez que supo qué hacer, con más ánimo y confianza en sí mismo el mago de los hielos fue por su amigo de escorpio, y al llegar a su casa esta vez sí encendió su cosmos y allí estaba Milo; se veía hermoso con ropa casual…pero no era momento de pensar en eso, Camus pensó que debía concentrarse en lo que iba a decir, así que volcó toda su energía en ello.

 

-  Hola Milo, escucha, quisiera disculparme por lo que pasó ayer, y por lo de esta mañana también.

         

-  Está bien, olvidémoslo.

 

-  Mira, quisiera invitarte a tomar unas cervezas en el bar de Rodorio esta noche, como en los viejos tiempos.

 

-  Suena bien, ¿pasas a las diez por aquí?- preguntó el de escorpio, esperanzado porque su amigo actuaba un poco más “normal”.

 

-  De acuerdo, vengo a las diez por ti. Nos vemos esta noche.- dijo Camus y volvió a su templo.

 

 

Camus se sintió con gran esperanza, tal vez ahora sí podría decirle a Milo lo que realmente sentía por él, y la mejor parte sería que no quedaría en ridículo; nada de disfraces, nada de manoseos y nada de abalanzarse como lobo hambriento sobre el caballero de escorpio. Simplemente trataría de actuar como siempre lo hizo, con naturalidad, tal como Afrodita lo aconsejó; unas horas antes del encuentro se esmeró en verse y oler muy bien, vistió la ropa juvenil y sexy que Afrodita le había ayudado a transformar y partió en busca de su preciado escorpión. Una vez que llegó a la octava casa, trató de contenerse al ver que Milo se veía muy sexy con un pantalón negro bastante justo y una remera rojo oscuro que dejaba ver sus trabajados bíceps; cruzaron las demás casas y emprendieron rumbo hacia el bar, riendo sobre sus propias anécdotas de su infancia en el santuario.

 

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Esa misma noche en la casa de sagitario, Saga caía rendido en la cama debido a su gran cansancio, no solamente físico sino además mental; toda la situación de Camus y el elíxir del desenfreno le causaban un gran estrés que perturbaba su descanso, y esa noche durmió temprano y profundamente. Esto fue maravilloso para Aioros, pues estaba convencido que siendo presa de ese pesado sueño, Saga hablaría más que nunca y revelaría todo lo que sucedía en verdad con Camus, sin recordar absolutamente nada al otro día. El arquero velaba el sueño del gemelo, y por momentos se enternecía al verlo dormido; parecía increíble que ese hermoso joven, cuyo rostro se veía tan apacible, hubiera tenido un lado maligno, ordenando su asesinato incluso. Fueron horas largas que el castaño sobrellevaba leyendo un libro, con su oído muy afinado para cuando Saga empezara su diálogo onírico; pasó una hora, dos, tres, pero nada, el gemelo no abría la boca. Optó por hablarle él, así que se acercó al oído de Saga y le susurró una pregunta cualquiera a modo de prueba, para ver si el gemelo respondía, pero…nada. Silencio absoluto; la insistencia prosiguió hasta que el mismo Aioros fue vencido  por Morfeo y se quedó dormido. El destino le había jugado una trampa que arruinó su plan: de todas las noches en las cuales Saga lo despertaba con su balbuceo entre sueños, justo la noche en la cual de veras necesitaba que el peli azul hablara, éste no decía ni un monosílabo.

 

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Mientras tanto en el bar, Milo y Camus charlaban amenamente, pero el acuariano parecía no encontrar el coraje para confesarle sus sentimientos a su amigo. No obstante, el de la octava casa parecía no notar nada extraño, e incluso daba la impresión de haber dejado atrás los eventos sucedidos en la mañana y la noche anterior. Llegó un punto en el cual los tópicos de conversación se agotaron y un incómodo silencio reinó entre los dos; el acuariano intentaba declararse, pero las palabras parecían no querer salir. Sintiendo que iba a cometer una locura, como abalanzarse sobre Milo para besarlo, se disculpó y fue al baño; frente al lavabo dio un profundo suspiro y se miró al espejo un buen rato diciéndose a sí mismo “no seas cobarde”.

Mientras Camus batallaba consigo mismo, Milo lo esperaba en la mesa del bar, mirando por la ventana; no notó que tres muchachas entraron y se sentaron en la mesa que estaba detrás de la suya. Su mente estaba tranquila en ese momento, pues estaba pasando un buen rato y se sentía feliz que su amigo no hubiera hecho ninguna locura hasta el momento; sin embargo, su tranquilidad terminaría pronto, cuando por casualidad pura escuchó la conversación de las tres jóvenes que estaban a sus espaldas.

 

-  Así que Deathmask se fue con el mariposón de piscis…

 

-  Sí, a decir verdad, no me esperaba que le gustaran los hombres.

 

-  Pero Dione, con apenas verlo podrías darte cuenta que ese tipo se acostaría hasta con una cabra.

 

-  ¡Ja ja ja!- rió la joven- tienes toda la razón. Pero sabes, me pregunto si su amigo, el caballero de acuario, querría pasar la noche conmigo.

 

“¿Caballero de acuario?”- pensó Milo, y trató de agudizar su oído para escuchar qué decían.

 

-  No te ilusiones, se acostó conmigo primero.- dijo Berenice, imponiendo respeto.

 

-  ¡Esa sí que fue una orgía!- exclamó Amalia.      

 

-  ¡Ah! ¡Cómo quisiera verlo de nuevo! ¡Camus de acuario es tan sensual! ¿Quién pensaría que el caballero de los hielos podía ser tan fogoso en la cama?- dijo Berenice dando suspiros.

 

 

En su mesa, el caballero de escorpio trataba de convencerse de que lo que acababa de oír fuera una equivocación, pero lejos estaba de serlo: “caballero de los hielos” “Camus de acuario”; cuando escuchó ese nombre sintió una aguda punzada en su vientre y un nudo en la garganta. Sólo había una persona con ese nombre y ese rango en todo el santuario, y escuchar que esas mujeres hablaban de que estuvo en una orgía era ya demasiada información para el caballero de escorpio, quien ahora entendía que la seductora actitud de su amado no se había limitado a él, sino a tres mujeres, y quién sabe a cuántas personas más. Se sintió invadido por una gran melancolía, y sintió que sus lágrimas estaban al borde de sus párpados listas para salir en cualquier momento; fue por eso que sin decir nada, se levantó de su asiento y se fue de allí tan rápido como pudo.

 

 

Camus por fin salió del baño dispuesto a confesar sus sentimientos al escorpiano, pero se quedó boquiabierto cuando vio que ya no estaba allí; lo buscó en el baño y no lo encontró, muy aprisa salió del bar, para encontrarse con que Milo tampoco estaba afuera del mismo. Era como una pesadilla: Milo había huido de él pero, ¿por qué?, parecía estar tan cómodo y feliz a su lado, pensó que quizás se sintió mal, pues recordaba que hacía unos pocos días Milo había estado indigesto, pero ¿por qué se fue sin decirle nada? Camus no sabía cómo reaccionar, buscó por las calles cercanas esperanzado en verlo por allí, pero no había rastros de él y no sentía su cosmos; volvió al santuario muy apenado, y al cruzar la octava casa vio que Milo tampoco estaba allí, lo cual lo dejó muy preocupado. Al llegar a su templo se acostó en la cama y quiso llorar, pero las lágrimas no aparecían, se aglomeraban en su pecho, presionando su corazón y dificultando su respiración.

 

 

En el octavo templo, Milo estaba abrazando sus rodillas en la oscuridad de su habitación; había apagado su cosmos para que Camus no notara su presencia, pues no quería verlo. El griego lloraba sin consuelo, pues jamás imaginó que el aguador se hubiera prestado para ir de juerga con Deathmask y, peor aún, que hubiera formado parte de una orgía con unas completas extrañas. ¿Quién era esa persona?, ¿qué había pasado con ese joven frío y de pocas palabras que creía conocer tan bien?, no reconocía a esa persona que él consideraba su amigo y alma gemela, parecía un cruel juego del destino. Quizás se había equivocado, el caballero de acuario no era la persona para él, tal vez se enamoró de la persona que no debía; sintió que todo este tiempo se engañó a sí mismo pensando que Camus tenía sentimientos por él. Con ese torbellino de pensamientos en su cabeza, lloró hasta que agotó sus lágrimas y se quedó dormido.

Notas finales:

Bueno hasta aquí por ahora, espero que haya sido de su agrado. Dejen sus reviews así me voy orientando sobre si la historia va bien o no.

 

Gracias por leer!!!


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