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El príncipe de la cursilería y el Duque no me importa por NotBeatrix

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Edgar es el clásico chico con él no te metías porque acababas perdiendo.

Desde pequeño él era el más callado de la escuela y no porque quería aparentar ser misterioso sino porque sufría de tartamudez. Para llegar a ser respetado tuvo que patear culos e intimidar otros niños con el fin de dejarlo tranquilo y eso que Edgar era un flacucho, perdón, todavía lo es.

 

 

Me comencé a enamorar de él, en el campamento “Como en casa”. Tenía trece y el quince; arreglábamos todas las provisiones que íbamos a necesitar porque si se nos olvidaba algo teníamos que entrar a territorio peligroso y yo no quería volver a la casa.

 

-E…eres un gor…gordo flo…flojo-me dijo Edgar pasándome una bolsa de dulces.

- Si lo soy, pero al menos yo puedo hablar bien-respondí e inmediatamente me arrepentí por cómo frunció el entrecejo y cerro los puños preparándose para pelear. En mi caso desafortunadamente era un pésimo peleador debía calmar a Edgar, no debía arruinarle el día.

Agarre una caja de chocolates, eran sus favoritos, me lo puse como escudo y grite.

-¡Ofrenda de paz! ¡Ofrenda de paz! ¡Acéptala camarada!

El relajo los puños viéndome unos segundos para luego mirar la cima de la tienda de campaña.

-ma…ma…marica.-tomo los chocolates de mis manos y los lanzo dentro de la tienda donde estaban las frazadas hizo una especie de mueca de lado e intento hablar. Yo sabía lo que me iba a decir así que me le adelante.

-¿Porque hice todo esto?- dije sentándome en el pasto dándole una sonrisa a mi amigo. Edgar asintió  bajando  la mirada con una expresión de tristeza. .-Eres mi amigo esa es una gran razón para hacerlo- Todo por lo que pasaba, su próximo ingreso a un orfanato, era por culpa de su padre que estaba en la cárcel.

Palme al suelo invitándolo a sentarse a mi lado, el levanto una ceja  con aire arisco. Volví a palmear el suelo, Edgar suspiro derrotado tomando asiento.

-Todavía no encuentran a tu tío.- logre comunicarle, aun teníamos la esperanza que lo reclamara, era una idea estúpida pero eso no nos detenía de pensarla.

Tomo aire para poder decir su respuesta.

-No- jugaba con los hilos sueltos de su manga tratando de sacarlos.-A…aun no.

Yo no quería que me separaran de él, no cuando ya éramos los mejores amigos (según yo porque Edgar recién acepto mi compañía). Le puse una mano al hombro, contaba conmigo en lo que necesitara.

 

-Ritchie, cariño, podrías venir por favor-me llamo mi mama desde la cocina.

-¡Ya voy ma!-intente abrazar a Edgar antes de irme pero él se quitó sabiendo de mis intenciones, reí avergonzado de mí mismo mientras el entraba a la tienda encerrándose del mundo y de mí.

-Ritchie.-repitiendo el mismo tono.

-Ya-conteste largamente como los chicos del coro alargando una nota, excepto que mi voz no era melodiosa, con la pubertad mi voz sonaba horrible.

Corrí hasta la cocina. Observe como mi mamá sacaba galletas con malvavisco y chocolate del horno con sumo cuidado las puso sobre la rejilla que estaba en la mesa dejándolas enfriar.

-¡Que rico! ¡Mis favoritas! ¡Gracias, ma!

-Espera que se enfríen, luego las llevas a la tienda.-mamá  coloco todos los utensilios sucios al fregadero preparándose para lavarlos.-Si sucede cualquier cosa me llamas por el celular o entras a la casa, ¿Entendiste?

-Si ma

-No quiero que nada malo les pase.

- Mamá  estamos en el patio de la casa, no creo que nos pase nada.-dije bajando los hombros viendo a mama lavando un recipiente.

-Siempre hay que ser precavido, cualquier loco puede entrar en la casa.-en su rostro había seriedad asi que no le debatí lo exagerada que era.

-Y pensar que hubiera ido con los chicos de la escuela al campamento “O” aunque hubiera sido aburrido, sin Edgar no daba ganas de ir.-abrí el refrigerador que estaba a mi derecha para tomar un soda, la puse en mi mejilla refrescándome con el frio de la lata.

-Cariño, como se encuentra Edgar -  mamá  agarro el mantel de su mandil para secarse las manos posando sus ojos en los míos.-Ese niño ha pasado por mucho, su padre encerrado en la cárcel y su madre escapándose con su amante, como le arruinan la salud emocional del muchacho.

Se tomó un momento para pensar en lo siguiente que iba a decir.

-Ritchie, hazle saber que estas para apoyarlo. Que cuenta contigo.-ella camino hasta la mesa recogiendo las galletas de la rejilla para ponerlas en un plato que estaba a su lado. Me sonrió extendiéndome el plato.-Siempre será bienvenido, aquí.

Recibí el plato con un nudo en la garganta.

-No quiero que se vaya.-pelee por no llorar, no tuve éxito.

Mi mamá solo calló, acercándose a mí dándome un fuerte abrazo.    

                                                            

 

Por la noche jugamos videojuegos un buen rato, hablamos (mayormente yo) sobre la serie de policías que pasaban los fines de semana acordando que lo veríamos mañana porque el agente Grant no murió como nos hizo ver el episodio anterior. Finalmente contamos historias de terror, primero fui yo; admitiré que las historias que conté eran aburridas y comiendo entre cada pausa me hacía ser un pésimo orador. Mientras Edgar todo lo contrario a pesar de su problema supo ser muy bueno contando “relatos de ultratumba”, se tomaba su tiempo para hablar en voz baja entre cada pausa tomaba una buena cantidad de aire volviendo a su historia.

El relato del tipo que mato a su padre para luego ser asesinado por su abuelo maldiciéndolo para siempre vagar con un cadáver, me había puesto un poco nervioso.

-¡Me estas jodiendo!-solté la galleta que iba a comer sintiendo un escalofrió recorriéndome por la espalda.

-No me dejaste ter…ter…-Edgar tomo otra bocanada de aire molesto por ser interrumpido.-se dice que ahora vaga por el mundo silbando -dio una pausa dramática- matando a la gente que se encuentre…

-llenando el saco de cadáveres que carga por siempre.

Edgar sabía muy bien como dejarme pesadillas con esa voz en un susurro aun entendible dio por terminada su historia.

-Li…listo, vo...voy a dor…mi…mir –regreso su tono de voz usual se descruzo la piernas bostezando para recostarse a dormir.

-Noches- desdoble la manta que estaba en la esquina de la tienda, me tape sin mucho cuidado porque todavía hacía calor a pesar de estar en otoño.

Me arrepentí de comer tanto. En un par de horas fui al baño haciendo el mínimo ruido para no despertarlo. Cuando regrese me encontré con la imagen de Edgar dormido con su rostro del lado donde yo dormía, me senté doblando ligeramente mi cabeza. Qué curioso él se abraza a sí mismo al dormir o tendrá frio.

Lo volví a tapar; su entrecejo se fruncía haciendo gestos de dolor, eso me preocupo bastante. Quise levantarlo sin embargo sus brazos rodearon más fuerte a su cuerpo disminuyendo  la expresión en su cara. Gracias a los adornos de jardín de mamá que tenían luces tenues pude ver cuán atractivo era el joven que descansaba a mi lado. Ese cabello rubio oscuro queriendo ensortijarse en rizos que Edgar trataba de aplanarlos entre sus dedos, avergonzado  de tener el cabello de una niña. Casi se parecía a los personajes griegos de las pinturas que están en los libros.

Como una rara actitud mía, quería pasar mi mano entre los cabellos de mi amigo. Negué con la cabeza por la estupidez que tenía en mente pero aun así lo hice.

Mejor dicho casi lo hice.

Escuche un silbido que me hizo respingarme en mi lugar. Me gire viendo por todos lados, temblando ante una sombra que se acercaba lentamente a la tienda. Se hacía más grande. Mi respiración se entrecorto, me temblaron las manos. Sacudí del hombro a Edgar para despertarlo, dio un gruñido abriendo un ojo. Yo puse un dedo entre mis labios haciendo el gesto de hacer silencio apuntando donde la sombra.

Para cuando el silbido se detuvo Edgar estaba levantado pasándome el celular que por mi nerviosismo no pude encontrar. Cuando oí que las pisadas que se escuchaban más cerca es cuando la criatura corrió alejándose, pero aun sabíamos que estaba ahí por la sombra que proyectaba, lejana, sin embargo amenazante. Marque el número de mamá con las manos sudorosas. Observé a mi compañero, tenia también miedo de lo que estuviera afuera.

-Mama, ayúdame - susurre antes que la criatura corriera hacia nosotros.

Grite lo más fuerte soltando el celular y aferrándome del hombro de Edgar  mientras él permaneció en silencio con terror.

Sentí un peso que cayó entre nosotros. En toda la noche, el dolor me acompañaría como recuerdo de la situación. Solté un quejido sintiendo el cuerpo encima de mí.

-¡Te encontré ardilla!- por la voz se hizo descubrir.  

Por la fábrica de la tienda y el peso de su cuerpo no podíamos ver al tío de Edgar, Jerome, fugitivo del asilo psiquiátrico con un cuadro de esquizofrenia bajo su brazo.

-¡Ti…tío!- intento estirar sus brazos para apartar el peso que tío Jerome ejercía sobre nosotros sin embargo el siendo más pesado no lo permitía -¡Sal T…Tío! ¡Qu…quítate!

Mi padre llego con una pistola pensando que era un ladrón o asesino, mamá detrás de la puerta reconoció quien era, calmando la situación. Edgar mantuvo tranquilo a su tío disculpándose por todo hasta que llegaron los sujetos de la clínica, que tuvieron que forcejear hasta que de nuevo mi amigo reprendió al adulto para dejarse inyectar.

En menos de un cinco minuto ya lo tenían subiendo en el carro con destino al edificio en blanco.

 

La primera vez que Edgar despertó sentimientos extraños en mí también fue la vez que creí que moriría con él.            

 


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