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El Ciervo Dorado por Seeu neko

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Notas del capitulo:

Aqui esta el siguiente capítulo, espero que lo disfruteis tanto como yo lo hice escribiéndolo.

La biblioteca era siempre el mejor lugar para pensar... y para esconderse. Llevaba bastante tiempo alejándose de Sirius. Su amigo estaba más que insoportable aquel año... y de forma increíble James parecía pensar igual, porque también se alejaba del canino cada vez que este empezaba de nuevo con el tema de Snape.


Hablando de cierta serpiente... estaba justo delante de él, con un libro abierto sobre la mesa y la mirada perdida sobre éste. Claramente no estaba leyendo, pues sus ojos no se movían... además parecía perdido.


Con decisión el castaño se levantó y caminó a la mesa del Slytherin, sentándose a su lado. Le vio sobresaltarse y al mirarle pudo ver la sorpresa y también -aunque escondido en esas profundidades ónices- el miedo. Se sintió mal consigo mismo... por nunca haberle ayudado...


 


-Espera-le pidió cuando trato de irse-, por favor, quiero hablar contigo...-colocó su mano sobre el hombro del pelinegro, suavemente.


-¿Qué quieres?-la voz de Severus sonaba aterrada y miraba a todos lados... y Remus entendió porque...


-No están aquí... ni James ni Sirius... de verdad-tomó la mano del otro con suavidad y la apretó, atrayendo su atención.


-¿Entonces que quieres? ¿Tu también vienes a burlarte?-preguntó con rencor-Creía que te iba mas eso de mirar y no hacer nada.


 


El licántropo hizo una mueca antes de bajar la mirada, apenado. Siempre lo había sabido... pero que te echen en cara las cosas que has hecho mal siempre es duro.


 


-Justo de eso quería hablarte...Snape yo... lo siento-alzo los ojos, encontrándose con los negros y sorprendidos del otro-. Seguramente no vas a creerme y no te culpo, quizás me mandes a la mierda después de esto... pero necesito decirte lo mucho que lo siento... siento no haber hecho nunca nada para ayudarte, siento haber participado en el acoso que esos dos te hacen, aunque no haya sido como ellos... mi silencio forma parte también de ese acoso... y me siento terriblemente mal por ello... antes de que te vayas quiero... quiero que sepas que a partir de ahora no será así... si necesitas algo... lo que sea... puedes contar conmigo. Se que te sonara de lo más raro... porque eres un slytherin y yo un griffindor, pero aquí tienes un amigo, si lo quieres.


 


Incredulidad es una palabra muy pequeña para describir lo que sentía Severus en ese momento. En su interior algo le gritaba que mandara al carajo a ese idiota... pero sus ojos... esos ojos dorados. Le miraban de una forma tan... dulce. Le recordaba a como lo miraba su madre.


Sintiendo un nudo en la garganta bajo la mirada y se mordió el labio. No iba a llorar... no delante de un Merodeador... no de nuevo.


 


-Severus...-susurró entonces el gryffindor-, por favor... confía en mí. No quiero hacerte daño.


 


 


La serpiente le miró, con el cuerpo temblando... y se inclinó hacia delante, apoyando su frente en el hombro del castaño, mientras dejaba salir algunas lágrimas...


 


“Débil...”, se recriminó a si mismo... antes de que la mano de Remus le acariciara la cabeza. “Pero... es agradable”


 


-Lupin-susurró el slytherin mientras apretaba los puños-, si esto es una maldita broma o si me haces sufrir lo mas mínimo... te juro por lo único que me importa en este mundo que haré que te arrepientas el resto de tu vida...


 


El licántropo entendió perfectamente la razón de su amenaza. Tenía miedo. Así que alzo su rostro y le regalo una sonrisa, antes de colocarle bien el cabello, la ternu-ra reflejándose en sus ojos ambarinos.


 


-Te juro que eso no pasará Severus... y llámame Remus.


-... Remus...


 


 


 


 


 


Solo habían pasado un par de semanas desde aquella nueva y extraña amistad. Y aunque al principio la serpiente estaba algo tensa, pronto pudieron relacionarse sin problemas. Descubrieron -con sorpresa- que eran muy parecidos en ciertos sentidos. A ambos les encantaba leer y estudiar. Tenían una curiosidad y un ansia de aprender poco frecuente en gente de su edad, por lo que no era raro verlos juntos en alguna mesa de la biblioteca, estudiando, leyendo o simplemente haciéndose mutua compañía.


Severus le pedía ayuda al prefecto con alguna que otra asignatura -como Cuidado de Criaturas Mágicas o Runas Antiguas-, además de que el licántropo le enseñaba también algún que otro secreto del enorme castillo. Por su parte, Remus, adoraba que el slytherin le leyera en voz alta alguna novela muggle. También que le hablara sobre la tecnología de la gente sin magia... era tan fascinante.


Los que no opinaban que aquello era fascinante eran los demás habitantes de Hogwarts. Si bien el director y los profesores -aunque sorprendidos- estaban encantados con aquella amistad, los alumnos no podían estar más en desacuerdo. Por varias razones muy lógicas -según ellos- aunque de lógicas tenían lo que Lucius de humilde, ósea, nada.


La primera era la evidentísima razón de la casa a la que cada uno correspondía. ¡Una serpiente y un león! Totalmente impensable. La segunda, era que desde que Remus consideraba a Severus su amigo, se interponía entre él y Black, que parecía odiar al pelinegro más que nunca, es más, le acusaba de haber embrujado a Lupin, cosa de la que mismo licántropo se reía. El otro par de merodeadores tenían distintas reacciones. Peter se mantenía pegado a Sirius y le apoyaba, pero cuando estaba solo esquivaba a los dos nuevos amigos, incapaz de hacerles frente. Por su lado, James, tenía varios sentimientos encontrados. Para empezar, estaba feliz de que Sirius ya no pudiera hacerle nada a Snape. También se alegraba de que Remus viera las cosas como el, ya que Sirius parecía no importarle en absoluto lo que el licántropo pensaba, solo quería alejarlo del slytherin y al no encontrar apoyo en Cornamenta, se limitó a no hacerle mucho caso, así que tener a Remus de amigo incondicional -cuando no estaba con Severus ya que el pelinegro a él no lo quería ni ver- era una gran ventaja ante su nueva soledad... y aquello llevaba a el último sentimiento. Celos.  Unos intensos y horribles celos que lo recorrían cuando veía al porcionista junto a su amigo licántropo. ¿Por qué era capaz de confiar en Remus y a el prácticamente lo había mandado a la mierda cuando quiso ayudarle? Era cierto que Remus nunca había participado en las bromas pero... Maldita sea, ¿por qué no le daba una oportunidad de reparar sus errores? Pero no, cada vez que se acercaba a ambos la serpiente se iba, dejándole con Remus.


Y allí erradicaba la razón fundamental de los alumnos en odiar aquella amistad. Se había acabado la diversión de humillar a Snape. Y eso significaba un descenso del  60% de la diversión anual.


 


Pero todas aquellas razones a ellos dos poco le importaban. Estaban bien tal y como estaban. Y aunque había algún que otro rumor sobre su extraña relación corriendo por ahí, Remus veía a Severus como a un hermano al que cuidar y para el porcionista, Lupin era un amigo, un gran amigo, pero solo eso. No podían verse como nada más.


Otro medio-integrante de aquel “grupo” -si considerábamos a James parte indirecta de éste- era Malfoy. Como mejor amigo del porcionista, como él se consideraba, veía en aquella amistad lado negativo y positivo. Que ya no se metieran con Severus era una gran ventaja... el lado malo era que el y Lupin no se llevaban especialmente bien por lo que en más de una ocasión se había sentido como un padre que llevaba la custodia compartida de su hijo, que en este caso era Severus. Se lo iban pasando como un testigo en una carrera de relevos, lo que a Snape no le gustaba en absoluto. Por desgracia cada vez que intentaba convencer a Remus de que se intentara llevar bien con Lucius este le decía que lo haría si él también intentaba llevarse bien con James, ya que estaban en la misma situación. A lo que Snape, obviamente, se negaba rotundamente.


 


Y así trascurrían los días, uno tras otro... hasta que llegó Halloween.


 


 


Los preparativos para ese año tenían emocionados a todos los alumnos superiores al tercer curso. ¡Habría una fiesta de disfraces! Pocas veces podían celebrar hasta tarde saltándose el toque de queda. Pero en aquella ocasión tenían permiso. Además de lo más emocionante... el baile de disfraces significaba que nadie sabría -a excepción de los amigos cercanos- quien era quien y eso significaba una cosa: misterio. Al no saber la identidad de cada persona podrían hablar entre casas sin saberlo... además de -quizás- algún romance de una sola noche.


Las chicas suspiraban al pensarlo. Un misterioso caballero enmascarado del que no sabrían el nombre, las tomaría entre sus brazos para bailar, las besarían y tal vez -a las más atrevidas- les depararía una noche de pasión.


Para los chicos, en cambio, significaba una sola cosa. Sexo sin compromiso. Y aquello era fan-tás-ti-co. Ninguna chica al día siguiente que les pidieran una relación.


Para Severus sin embargo era una total y absoluta perdida de tiempo y si no fuera porque Remus y Lucius le habían prácticamente obligado a jurar que iría no se le ocurriría aparecer por allí. Según ambos chicos necesitaba divertirse. ¡Tonterías! Él no necesitaba tal cosa. Pero le resultaba gracioso que por una vez, esos dos tuvieran una opinión en común.


También era una total perdida de tiempo que sus amigos se pasaran hoooras y hoooras buscando el “Disfraz perfecto”. Ni que fueran un par de chicas adolescentes en su primer baile de fin de curso. ¡Y lo peor es que le metían a él de por medio! “¿Qué te parece esta túnica Severus?”, “¿y que tal de vampiro? ¿me pega?”, “¿y los ojos?¡¿los cambio de color?!” Estaba pensando seriamente en mandarlos al cuer- no.


Por suerte, cuando le preguntaban por su disfraz decía que ya estaba solucionado. Y lo estaba. Había sido durante una clase de pociones cuando le había llegado la idea y se quedaba con ella. Entre los ingredientes de la poción de aquel día se encontran- ban dos negras y perfectas escamas de dragón. Aun no sabía exactamente como lo- grar “ser un dragón” sin transformarse realmente en uno. Pero ya se lo ocurría algo.


Finalmente Remus se había decidido por un disfraz ambientado en las mascaras venecianas. Su vestimenta consistía en un traje de príncipe antiguo, con tonos ama- rronados y dorados a conjunto con su media-mascara veneciana, en la que una lagrima roja bajaba por su ojo izquierdo. Cambió su cabello por un rojo suave para que no le  reconocieran y Severus debía admitir que estaba arrebatador. Lucius, por su lado, llevaba una túnica blanca con detalles dorados y un hermoso par de alas a su espalda. Sobre su cabeza un halo mágico que lo seguía allí donde fuera. Sobre su rostro una media mascara plateada con detalles oro representando miles de plumas que no dejaban de caer desde la parte de arriba de la máscara,  por último cambio su cabello a un negro profundo y sus ojos se volvieron de un violeta oscuro. Nadie lo reconocería, al mismo pocionista le costaba creer que aquel ángel de profundos ojos era su amigo.


Remus le había comentado que Sirius vestía un traje de época antigua, en tonos azules. Parecía un noble caballero fantasma de cabellos dorados y ojos claros que ocultaba su rostro con una mascará nacarada, llena de detalles azules que represen- taban un cielo estrellado. Si le había dicho aquello era solo para que estuviera atento y no se acercara al animago perro. También le comentó sobre Peter, que había elegi- do un sencillo traje de vampiro, más sobre James no le había dicho absolutamente nada pues ni siquiera el licántropo sabía cual sería el disfraz de su amigo. El gryffindor guardaba celosamente el secreto de su disfraz, que no quería que nadie supiera.


 


Y así, entre túnicas, máscaras y disfraces pasaron los días, hasta que llego el tan esperado treinta y uno de octubre. Éste caía en sábado, por lo que Severus -mientras los demás adolescentes se levantaban temprano para su día de tratamiento de belleza- aprovechó para dormir lo que llevaba atrasado desde hacía días. De todas formas su disfraz ya estaba listo y no tenía mucho más de lo que preocuparse.


Se levantó poco antes del almuerzo y se encaminó al Gran Comedor notando que Lucius ya es estaba allí, hablando con uno de los chicos de su curso que el pocionista no conocía. Remus estaba con Potter, hablando en susurros mientras Black lo fulminaba con la mirada a él. ¿En serio ese chico no tenía una maldita vida? Ignorán- dolo completamente se dirigió a su mesa y se sentó junto al rubio.


 


-¿Tienes pareja para el baile Sev?-le preguntó en aquel momento su amigo, al cual dirigió una mala mirada.


-No y te advierto que si tratas de encasquetarme a alguien te dejo estéril a punta de maleficio.


 


El rubio soltó una carcajada de lo más aristocrática antes de sacudir la cabeza, tranquilizándolo. Lucius llevaba unos días intentando convencerle de que tratara de animar un poco su vida sexual. “O más bien empezar a tener una porque nada hay que animar”, pensó mientras rodaba los ojos. No le interesaba nada de eso en esos momentos. Además, tampoco había nadie que le interesará en ese aspecto... “mejor solo que mal acompañado”.


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