Los pasillos de Hogwarts estaban desiertos a esa hora. Todos estarían aprovechando para tomar el escaso sol de octubre. Pronto llegaría el invierno y con él aquel frío helador que les obligaba a recluirse ante las chimeneas de las salas comunes.
Severus caminaba por ellos en silencio, con todos sus sentidos alerta. Apenas si salía de la Sala de los Menesteres, aquella habitación en la que los malditos gryffindors no podían encontrarle. Había descubierto la sala el año anterior en los últimos días de curso y la había aprovechado pero bien. Pero llevaba más de un mes allí recluido y necesitaba despejarse. Aprovechando que tenía hambre -algo raro en él-, decidió darse un paseo hasta las cocinas en busca de alimento. “Vamos Severus, ¿qué posibilidades hay de encontrártelos justo ahora?”
Ese fue su pensamiento, tan inocente... justo antes de que una cabellera negra pasará ante sus narices. Cuando los ojos azul cielo de Sirius Black le encontraron se maldijo a si mismo y a todas sus generaciones antes de cambiar de dirección rápidamente, caminando hacia el patio. “¡¿Qué posibilidades?! Claro, olvidaba que soy la persona con más mala suerte de la historia”
La hierva del patio empezaba coger un color amarillento y el sol apenas calentaba. Al salir, Severus trato de caminar hacia los slytherin que estaban algo más alejados. Quizás Lucius estuviera entre ellos y se librara de Black... pero él no tenía tanta suerte...
James Potter estaba delante de él, cortándole el paso. “¡Me cago en la puta madre de Merlín!”
-¿Ibas a alguna parte nenita?
La voz de Sirius recorrió el patio y la mayoría de los estudiantes prestaron atención. Sabían lo que pasaría. Snape, Sirius y James. Cuando esos tres se encontraban siempre había diversión. Después de todo, ¿cuándo no era divertido ver humillado a un slytherin?
-¿Qué me decís chicos?-siguió con su monólogo, mirando a la gente del patio- ¿Quién apuesta a que “Sevy” lleva bragas?
Se oyeron algunas risas a su alrededor. Sirius siempre había sabido dar donde más duele... y todos lo sabían. A pesar de todo, James no se rió... Snape estaba a su lado y se dio cuanta de que apenas le llegaba al hombro. ¿En serio siempre había sido tan bajito?
Severus gruñó para si mismo, encarando a Black. Estaba realmente harto de ese maldito cabrón. ¿Qué coño tenía en contra suya? Si su familia eran unos cabrones que le tenían amagado que fuera a darle por culo a su hermano o algo. Que con el historial de incesto que tenían seguro los dos lo gozaban de lo lindo.
-¿Buscando alguien que comparta tus gustos en ropa interior Black?
James parpadeó y contuvo la sonrisa que quería dejar escapar... le había hecho gracia. Sirius le miró furioso mientras oía las risitas a su alrededor. Nadie se burlaba de Sirius Black. Nadie.
-Veamos que tan gracioso eres...-susurró al tiempo que miraba a James.
Al ver la mirada que le lanzaba su amigo suspiro imperceptiblemente y movió su varita. Al instante la ropa del slytherin desapareció, dejando solo con unos boxes negros... y su corazón dio un vuelco... aquella piel pálida... El cuerpo de Snape era pequeño y delgado... frágil. Sacudió su cabeza, intentando despejarse de esos pensamientos.
Las risas no se hicieron esperar... Snape trato de taparse con sus brazos, mas por frío que por vergüenza. Pero al parecer Sirius no había terminado. Con un movimiento fluido de varita los boxes se convirtieron en unas bragas de encaje en rojo y dorado. Las carcajadas explotaron... y la cabeza de James también... por que ver a Snape con aquellas braguitas, tapándose, sonrojado... aquello era malo para su corazón.
La visión apenas duro un segundo, pues la cabellera plata de Lucius Malfoy se interpuso entre ambos. El slytherin mayor se quito la capa y se la colocó sobre los hombros a Snape. Al mismo tiempo Lily y Remus llegaron mirando el alborto.
-¡¡Sirius!!-gritó el licántropo.
Y cuando parecía que Lily iba a hablar el cabello de Severus se alboroto y sus ojos los miraron como si fuera a a matarlos en ese mismo momento.
-¡¡Me tenéis harto malditos hijos de puta!!
Al tiempo que su grito llegaba a los oídos de todos, una explosión de magia salió del slytherin y de pronto James y Sirius se encontraron volando por los aires y dando con sus huesos contra la pared de piedra del castillo.
-¡Severus!-gritó entonces Lily.
Antes de que Severus pudiera mirar siquiera a la pelirroja los brazos de Lucius le envolvieron y lo alzaron sin mucho problema, llevándole rápidamente a las mazmorras.