Shizuo se sentía molesto y agotado mientras caminaba por la calles de Ikebukuro. Había pedido permiso a su jefe para terminar su jornada laboral más temprano. La razón de eso era nada más ni nada menos que por la pulga. Orihara Izaya.
Hacía más de una semana que el informante no se dignaba a aparecerse en la cuidad, en otros tiempos a Shizuo no le habría importado-se habría alegrado-pero dado el caso de que habían empezado a salir hace casi 1 año. Era normal que se preocupara por su pareja.
No era la primera vez que Izaya se desaparecía en busca de nueva información sobre "Sus hermosos humanos", pero por lo regular no tardaba más de 3 días y siempre procuraba hacerle una llamada diciéndole que aún estaba vivo y que lo extrañaba, así es, el gran informante; su pulga, podía ser muy meloso cuando llevaban muchos tiempo sin verse.
Suspiro y cambio su rumbo hacía la primera tienda que encontrara abierta, necesitaba abastecer la alacena. Entró al establecimiento sin sorprenderse de la poca gente que se encontraba dentro. Tomo una sesta y recordó con gracia que Izaya solía quejarse de comprar en lugares donde no tuvieran un carrito en el cual él pudiera subirse mientras Shizuo lo impulsaba. Negando con la cabeza se acercó a una repisa y escogió lo primero que encontró, por inercia tomo los alimentos preferidos de la pulga.
Normalmente era la pulga quien hacía la despensa o lo acompañaba a él. No cabía duda de que lo echaba de menos.
Después de comprar fue al apartamento y posteriormente a la cocina donde guardo lo que no necesitaba para la preparación de una sopa cacera caliente. Últimamente el clima era frio y lluvioso, ideal para quedarse en casa y descansar toda la noche.
Empiezo a parecer una de esas chicas estúpidas de mangas shojo.
-¿Shizu-chan?-escucho una suave y cansada voz.
Giro su rostro a la entrada y vio parado a la pulga.
Estaba vestido de negro-como normalmente-sus pantalones ajustados; playera negra en V; zapatos obscuros y su característico abrigo negro. Pero eso no fue lo que más le llamo la atención a Shizuo, quitando el hecho de que llevaba una bolsa con sushi ruso y leche. Izaya estaba empapado y con el rostro sonrojado. No se había dado cuenta que mientras cocinaba y se perdía en sus pensamientos afuera llovía a cantaros.
Su primer impulso fue correr a donde estaba Izaya y abrazarlo, lo había extrañado tanto, su pequeño y delgado cuerpo se estremeció en sus brazos mientras le correspondía para luego estornudar. Shizuo se sorprendió y se separo lo suficiente para verle el rostro el cual seguía envuelto en un tono carmesí y no precisamente en el que a el rubio le gustaba verlo. Por inercia llevo su mano a la frente del menor, ardía.
-Lo siento-murmuro el pelinegro.
-¡¿De qué demonios hablas?!, Estas todo empapado y lo más seguro es que pesques un resfriado.
Suspiro. De todas las personas de las cuales se pudo haber enamorado, ¿por qué, en el nombre de dios, se tuvo que enamorar de Izaya?.
-En todo caso, ¿Qué es lo que sientes?.
Izaya pareció dudar antes de dar una respuesta.
-Por no estar con Shizu-chan una semana y no avisarte-el rubio frunció el ceño pero antes de que pudiera contestar Izaya hablo apresuradamente-por eso te he traído sushi y algo de leche, para disculparme-Izaya se aparto del abrazo y empezó a buscar desesperadamente la leche pero se vio interrumpido con otro estornudo.
Shizuo apretó los dientes disgustado.
-Idiota-el pelinegro soltó la bolsa y lo miro-¿solo por eso te has mojado?-los ojos rojizos se abrieron como platos.
-¿Estás molesto conmigo?
-No. Estaba preocupado por tí y ahora lo estoy más-lo miro severamente y volvió a hablar-estas mojado y tienes fiebre, quítate la ropa te preparare un baño.
El pelinegro sorprendido obedeció y empezó a desvestirse, mientras Shizuo se dirigía al baño a preparar el agua caliente. Una vez bañado él guardaespaldas se encargo de vestirlo abrigadamente, darle sopa de comer y por si fuera poco lo llevo cargando a la cama mientras no se lo acababa en regaños por ser tan descuidado a lo que él informante se defendía diciendo que él no era un humano cualquiera y que siempre tendría 21, el hombre de los eternos 21.
No cabía duda de que Izaya era alguien muy peculiar y una pulga apestosa (según Shizuo), pero tampoco estaba en duda de que él, el monstruo de Ikebukuro estaba enamorado de la pulga, SU pulga.