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Estoy a tu lado por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

¡Oh Dioses, Misa-chan actualizó! ¡Se va a acabar el mundo! 

Okay ya, me dejo de mis payasadas que no le hacen gracia a nadie T-T

Chicoooos, lamento este que creo viene siendo mi más grande retraso, de nuevo no tengo ninguna excusa válida así que no los molestaré intentando justificarme ;-; 

Por alguna razón la extensión de mis capítulos es algo que ya no puedo controlar xD Pero me negué a mí misma a recortar un capítulo otra vez, así que ahora lo dejé a como antes lo había planeado, aunque ahora dudo que pueda escribir un capítulo más largo que éste xD. Bueno, espero que por lo menos eso compence la espera ;).

[Capítulo 10 ─ El fin justifica los medios]

«Podríamos decir que en el amor, el dolor es proporcional a la belleza de la historia que se ha vivido»
─”Perdona si te llamo amor”, Federico Moccia

 

«Viernes, Mayo 30»

«Impel Down r13; Facultad de Psicología»

El último timbre del día sonó y los alumnos comenzaron a guardar todas sus cosas antes incluso de que el profesor dijera que podían retirarse, aunque ya acostumbrado a ello sólo dejó la tiza en su lugar y caminó al escritorio para tomar su maletín—. Y no olviden que la próxima semana será el examen, estudien. —Todos dejaron escapar una exclamación de disgusto y el profesor sonrió complacido antes de salir, seguido un par de segundos después por los alumnos. 

Perona se colocó su mochila y caminó hasta situarse junto al asiento de su amigo, que en ese momento terminó de guardar sus libros y se puso de pie.

—No sabes cómo te odio en éste momento —dijo ella una vez comenzaron a caminar hacia la salida del aula.

—¿Y ahora qué hice? —preguntó Sabo, confundido.

—No te hagas el que no sabes, cerebrito. Tú y tu maldito promedio perfecto no tendrán que presentar los exámenes finales.

El rubio sonrió de lado y negó con la cabeza—. No es nada seguro, Perona.

—¡Oh, por favor! Modestia aparte Sabo, eres el favorito de todos los jodidos profesores y tienes un registro impecable, sería un milagro que tuvieras que presentar algún examen y lo sabes.

El chico sólo rió por lo bajo ante el comentario, a lo que ella respondió fulminándolo con la mirada. Se detuvieron en el punto donde los pasillos se cruzaban.

—Igual puedo ayudarte a estudiar si así lo quieres.

—Oh, lo harás así tenga que amarrarte a la silla de tu escritorio, no me dejarás morir sola.

Sabo rodó los ojos con diversión, se despidió de su amiga y tomó el pasillo contrario a ella. Normalmente los viernes no se quedaba a trabajar en la biblioteca, pero como la semana anterior había faltado unos días por sus problemas emocionales los estaba reponiendo, por lo que todos los días se había quedado a ayudar aunque no tuviera nada que hacer. Nunca se aburría, en realidad, ya fuera porque tomaba un libro para leer o porque su mente se ponía a divagar acerca de lo que se le ocurriera, aunque de una u otra manera siempre terminaba dándole vueltas a los recuerdos que ése lugar albergaba, buenos recuerdos que esperaba poder repetir en un futuro no muy lejano.

Cuando estaba a un par de pasillos antes de llegar a la biblioteca la puerta de un aula que él acababa de pasar se abrió y alguien lo tomó del brazo para jalarlo al interior aprovechando el factor sorpresa. Para cuando Sabo pudo reaccionar se encontró acorralado entre una de las paredes del aula ─eso se estaba volviendo algo demasiado frecuente para su gusto, pasó por su cabeza por un segundo─ y un chico que él no conocía, pero que recordaba haber visto en un par de ocasiones acompañando a Shachi. Llevaba un gorro que ponía «Penguin» con el que cubría sus ojos, y no pudo evitar compararlo con la manera en que Killer utilizaba su flequillo para taparse media cara.

Desvió la mirada para no pensar en ello, y fue cuando se dio cuenta de que el chico que lo había emboscado sostenía el cuello de su camiseta en lo que él reconocía como una forma amenazante y agresiva.

—Eh, ¿se te ofrece algo? —preguntó dubitativo.

—¿Qué fue lo que le hiciste? —masculló el chico entre dientes como toda respuesta.

—Aah… perdona pero no entiendo a lo que te refieres, ¿qué le hice a quién?

—¡A Shachi, por supuesto! —exclamó Penguin como si fuera lo más obvio del mundo—. ¿Qué fue lo que le hiciste para que se comporte así?

Sabo elevó una ceja, confundido. ¿Que si qué le había hecho él a Shachi? ¡Pero si Shachi fue quien le robó un beso, luego intentó hacerlo de nuevo y para rematar insultó a Killer! Además, al chico no lo había visto desde su encuentro, una semana atrás.

—Disculpa, pero yo no le he hecho nada a Shachi.

—¿Y cómo explicas su extraño comportamiento? Shachi no es de los que pasa por sobre los sentimientos de los demás, él es amable, generoso y gentil. ¡Cambió desde que te conoció!

El rubio frunció un poco el ceño, tenía la ligera impresión de que ése chico le tenía un rencor que iba más allá del simple hecho de creer que el cambio de Shachi se debía a él, podía sentir el peso de su mirada aun debajo del gorro, como si quisiera atravesarlo con ella y así deshacerse de él. Lo sujetó de las muñecas y le forzó a que soltara su camisa.

—Si tan preocupado estás por Shachi, ¿por qué no vas y le preguntas a él qué es lo que le sucede? Aquí no vas a conseguir nada.

—Yo sé lo que le sucede, ¡lo hace por ti! —insistió, soltándose de su agarre con brusquedad a pesar de que él no estaba aplicando demasiada fuerza—. Sólo quiero que sea otra vez como era cuando no te conocía.

Sabo captó la tristeza que se escondía tras esas palabras y no pudo sino sentirse mal por él; el chico estaba desesperado y él podía notarlo, pero no podía ayudarle a cumplir lo que quería—. Yo no puedo hacer que vuelva a ser el de antes porque no le pedí que cambiara ni lo forcé a ello, yo no tengo la culpa de que lo haya hecho.

Penguin dio dos pasos atrás, casi como si se estuviera tambaleando para caer al suelo, y apretó los puños a los costados de su cuerpo. Agachó la cabeza, y el mayor sintió el impulso de querer reconfortarlo al ver esa pose tan derrotada, incluso comenzó a levantar su brazo como si fuera a posar la mano en su hombro, pero se detuvo a medio camino. El chico no necesitaba su lástima, y aunque en realidad le gustaría ayudarlo lo único que haría sería que se sintiera peor, ya bastante tenía como para que él lo ayudara a hundirse todavía más, no había nada que pudiera hacer por él.

—Sólo… mantente lejos de él —dijo el menor, y aunque sus palabras en otras circunstancias podrían sonar autoritarias o desafiantes, ahora sólo eran un débil pedido. Eran su última esperanza.

—Si te sirve de algo, yo no lo buscaré.

Penguin hizo un leve y casi imperceptible asentimiento, accediendo. Sabo esperó un momento, pero el chico no volvió a hablar ni se movió, y sintiendo que sobraba ahí se agachó para tomar su mochila del suelo y caminó hacia la puerta del aula. Cuando la abrió dudo un par de segundos antes de volver a girarse hacia su acompañante—. Oye… de verdad pienso que deberías hablar con Shachi. Tal vez él no sepa lo preocupado que estás, sería bueno que se lo digas. —Penguin no cambió su posición, y él se limitó a abandonar el aula y cerrar la puerta tras de sí.

Penguin escuchó el chasquido de la puerta al cerrarse, pero mantuvo su posición por un momento más, casi como si estuviera deseando convertirse en una inmóvil estatua de piedra, antes de caminar arrastrando los pies hasta el escritorio más cercano a él, donde se derrumbó en el asiento y enterró el rostro en la madera de la mesa. ¿Y ahora qué iba a hacer? ¿Cómo lograría que Shachi volviera a ser el de antes? Su amigo no lo escuchaba, no quería hablar acerca del tema, últimamente estaba tan cambiado y distante que ya casi ni podía reconocerlo. ¿Cómo conseguiría obtener de regreso… al castaño del que se había enamorado? 

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

Nami se plantó en la entrada de la cocina, con la mano apoyada en la pared a su lado, y observó con algo de tristeza al chico rubio que se encontraba frente a la estufa preparando alguna de sus deliciosas recetas.

Ese día su hermana Nojiko regresaría a casa, ella estudiaba fuera y era su temporada de vacaciones así que les haría una visita de unas cuantas semanas, y sus padres querían darle un buen recibimiento así que ella le había pedido a su amigo que le ayudara a preparar una buena comida para su llegada. Sanji era amigo de la familia desde que ambos eran tan sólo unos niños de preescolar, prácticamente era para ella como el hermano mayor que nunca tuvo, así que sus padres no tuvieron ningún problema en que él se les uniera también.

De igual forma le había pedido su ayuda con la esperanza de que eso pudiera ayudar al chico a despejar un poco su mente. Ya iban casi dos semanas desde que su relación con Zoro terminara y su semblante no había cambiado mucho desde entonces, seguía apagado y débil, y por más que intentara hacer creer a los demás que estaba a la perfección ella sabía que la tristeza no lo abandonaría pronto. La cocina le ayudaba, dejaba a su mente vagar en otros lados, alejarse un poco de la angustia que acosaba a su corazón y distraerse en algo que le exigiera toda su atención. Pero no le regresaba la felicidad a sus ojos.

Nami no podía sino sentir cierta ira dirigida hacia el peli verde, por ser el culpable de haber derrumbado de esa forma la alegre expresión del rostro del rubio, y aunque Zoro también era su amigo no podía evitar inclinar la balanza hacia Sanji, hacia el que la había protegido de todo desde que era una pequeña niña indefensa.

—Fue error de los dos, en realidad.

La peli naranja casi dio un respingo al escuchar la voz de su amigo rompiendo con el silencio del lugar, mientras el chico seguía dándole la espalda, concentrado en lo que fuera que estaba cocinando—. ¿Sanji-kun? —preguntó dubitativa, pensando en que tal vez aquello sólo había sido obra de su imaginación. Sin embargo, el rubio volvió a hablar sin cambiar su postura.

—Sé que ves a Zoro como el malo de la historia y el culpable de todo esto, pero no es justo. Nuestra relación no falló sólo por él, yo noté que las cosas iban mal y no dije nada hasta que ya era demasiado tarde, me callé todo pensando ilusamente que las cosas se arreglarían solas con el tiempo, guardé silencio por miedo a enfrentarlo y que todo terminara como lo hizo. Así que los dos tenemos la culpa, Zoro no es el malo aquí, sólo es alguien que cometió errores, al igual que yo.

—Él te lastimó, Sanji-kun —insistió Nami.

—Sí, pero yo dejé que lo hiciera.

La chica guardó silencio después de eso. Entendía lo que su amigo quería explicarle, lo más probable era que tuviera razón, pero aun así le era algo difícil sólo aceptar aquello. La verdad era que ella no podía comprender cómo Sanji seguía defendiendo a Zoro después de cómo habían terminado las cosas, cualquier otra persona podría haberlo maldecido frente a medio mundo y haber dicho hasta de lo que se iba a morir, pero no él.

Esbozó una pequeña y triste sonrisa; Sanji seguía amándolo después de todo, aunque eso hiciera que el dolor fuera aún más intenso. Se adentró en la cocina y se recargó en la encimera con las manos sobre la superficie, observando las hábiles manos del cocinero moviéndose con agilidad hasta que todo estuvo listo y la estufa apagada. Entonces bajó la mirada hacia el suelo, y con una voz baja y un tanto insegura preguntó:

—¿Lo perdonarías?

Sanji se congeló en su lugar, tenso de pies a cabeza—. ¿Di-disculpa? —preguntó titubeante, a pesar de que había escuchado bien la pregunta de su amiga.

Nami dio un paso al frente, seria y un poco más segura que antes—. Si Zoro te pidiera perdón e intentara arreglar las cosas entre ustedes, ¿lo perdonarías?

El chico evitó mirarla directo a la cara, comenzando a recoger todo lo que había quedado en la cocina—. Prefiero no vivir de suposiciones y falsas esperanzas, Nami-san, es mejor concentrarse en el presente y lo que es.

La peli naranja lo detuvo sujetándolo por un brazo cuando intentó pasar a su lado. No lo iba dejar ir ahora—. ¿Lo harías?

Sanji contuvo la respiración. ¿Perdonar a Zoro? ¿Acaso era posible siquiera que el chico intentara arreglar el asunto? ¿Y si eso pasara, qué haría él? ¿Podría dejar de lado todo lo que había ocurrido y darle otra oportunidad? ¿Dejaría que su corazón, que aún amaba a Zoro, lo guiara de vuelta hacia él? ¿U obedecería a su cerebro, que le gritaba que era una muy mala idea regresar a la boca del lobo?

Bajó la cabeza, dejando que el fleco le cubriera ambos ojos como una triste sombra envolviéndolos.

—...No lo sé.

Nami aflojó un poco la expresión de su rostro y soltó al chico, dando un paso hacia atrás. Aun así, Sanji no se movió ni un ápice.

—Lo amo, Nami-san, pero no sé si podría volver a confiar en ése sentimiento. Después de todo, es el que me ha traído hasta este punto.

Ella observó, entristecida, a su amigo caminando con esa expresión que no podía considerarse ni siquiera una sombra de lo que había sido tiempo atrás.

“Zoro… si vas a hacer algo date prisa, antes de que lo pierdas para siempre”.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

Ace observó la fachada del edificio del otro lado de la calle y suspiró con pesadez.

"¿Qué demonios se supone que estoy haciendo aquí?" se preguntó con pesar. De verdad, el hecho de haber terminado justo en ese lugar al caminar sin rumbo fijo por las calles de la ciudad no ayudaba mucho a mejorar su estado de ánimo.

Ya había pasado una semana. Toda una maldita semana en la que los minutos parecían horas, en la que los momentos de silencio eran invadidos por los murmullos de recuerdos, en la que su mente lo traicionaba al dormir y dejarle soñar que eso nunca había pasado. Una jodida semana en la que no había escuchado siquiera el rumor de la voz del rubio ni visto a su sombra. El hombre no lo había buscado, ni llamado ni mucho menos pretendido, y eso sólo empeoraba las cosas. "¿Se habrá olvidado ya de mí? ¿Tan rápido?".

En ése momento la puerta principal del edificio se abrió dándole paso a la razón de su insomnio durante los últimos días. Ace se apresuró a esconderse detrás de uno de los postes de electricidad que se encontraban en la acera en un intento por que Marco no notara que estaba ahí, aunque en realidad no pareció haber sido muy necesario pues el hombre iba totalmente inmerso en la conversación que mantenía por teléfono con quien fuera que estuviera del otro lado de la línea. Él no pudo evitar sentir un molesto tirón en su ya de por sí dañado corazón al ver la sonrisa en el rostro del rubio, un gesto suave y definido que no se borraba aun cuando hablaba. Por la forma en que movía los labios, Portgas pudo deducir que era una plática bastante animada.

El policía se detuvo junto a la puerta del piloto de su auto, que estaba aparcado junto a la acera ─el hombre nunca utilizaba el estacionamiento del edificio, por eso de si llegaba a presentarse alguna emergencia de trabajo y tuviera que salir de ahí en menos de un segundo─ y se mantuvo ahí por un par de minutos más hasta por fin cortar la llamada, y sin borrar aquella sonrisa de su rostro se adentró en el coche.

Ace salió de su escondite ─que en realidad no le había servido de nada, si el hombre hubiera decidido voltear bien podría haberlo descubierto pues el dichoso poste no cubría mucho más de la mitad de su cuerpo, pero claro no lo había hecho y él no sabía si catalogar ese hecho como bueno o malo─ al ver que el vehículo comenzaba a alejarse por la calle en dirección contraria a donde él estaba. No pudo evitar llevar su mano a la altura de su pecho y estrujar su camiseta, tratando de disipar un poco esa asfixiante sensación de vacío que ya podía reconocer instalándose y propagándose por todo su interior.

Así que Marco no sólo ya lo había olvidado, sino que era más que feliz sin él en su vida. "Tal vez… ya me había convertido en nada más que un estorbo para él".

La dolorosa realidad volvió a caerle encima como un chorro de agua helada, con todo y la cubeta golpeando su cabeza. Si lo pensaba bien, aquello tenía bastante sentido, es decir, el mayor en realidad no le había dado una razón o justificación válida para terminar su relación más allá del simple hecho de querer que se acabara. Quizá se había cansado del mocoso y había preferido buscar a alguien más calificado para formalizar algo.

Ace sabía que en realidad eso no encajaba en nada con la personalidad del Marco que él conocía, pero vamos, aquél hombre le había declarado su amor cientos de veces y prometido estar a su lado por siempre otras tantas, y no había titubeado ni un poco al momento de mandar todo aquello a la mierda. Así que él ya no sabía qué pensar al respecto, si alguna vez realmente lo quiso o si desde el principio todo fue nada más que una farsa. En ese momento se sentía demasiado agredido y dañado por dentro como para rememorar todas aquellas ocasiones en que el rubio le demostró su afecto no sólo con palabras, sino con acciones, con su compañía y su apoyo, con su amor incondicional en los momentos difíciles. Eso no podía haber sido sólo teatro, ¿verdad? Que alguien por favor le dijera que todo eso había sido más que real, porque él estaba a punto de perder la cabeza.

Sin darse cuenta ya había comenzado a alejarse del lugar con un caminado débil y sin energía, casi arrastrando los pies por el suelo mientras su cabeza giraba una y otra vez sin detenerse, perturbándolo.

Después de unas cuantas cuadras ya había pasado de la dolorosa depresión a la rabia incontenible. ¿Por qué diablos él tenía que estar sufriendo en un estado deplorable, sin poder dormir ni concentrarse en nada, mientras el muy maldito de su ex novio estaba feliz de la vida siguiendo adelante como si nada hubiera pasado? Como… como si lo suyo en realidad nunca hubiera existido.

Ace paró en seco. Oh no, no señor. Él no iba a regresar esa tarde a su casa para hacerse bolita en su cama bajo las mantas, mientras los recuerdos invadían su mente y torturaban su corazón, como había estado haciendo durante la última semana. Claro que no, eso ya había terminado, él no iba a seguir sufriendo por alguien que decidió no era lo suficientemente bueno para seguir con él. ¿Marco lo había dejado de lado? ¡Pues bien, dos podían jugar a lo mismo!

Sacó su celular ─en el que se había visto en la necesidad de gastar una parte de sus ahorros para poder comprarlo, pues el anterior quedó por completo inservible después de hacerse añicos contra la pared─ del bolsillo de su pantalón y sin perder tiempo buscó entre la lista de contactos hasta dar con el que necesitaba y presionó la tecla para llamar.

—Eh, Bascud… sí, oye ¿estás libre esta noche?

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

«9:34 p.m.»

Aparcó el coche ─recién salido del taller mecánico el día anterior─ en el espacio disponible más cercano del lugar al que se dirigían—. Bien, hay que divertirnos —dijo el azabache desde el asiento del copiloto, de una manera que a su acompañante le pareció como si estuviera hablando consigo mismo en lugar de con él, descolocándose el cinturón y haciendo amago de abrir la puerta, pero apenas con la manija en mano el castaño se adelantó a tomarlo por la otra muñeca, deteniéndolo—. ¿Qué sucede? —preguntó observándolo con una ceja alzada.

—¿Estás seguro de querer hacer esto, Ace? —El nombrado apretó los labios ante el cuestionamiento y él alcanzó a notarlo. Entendía, en cierta parte, que su amigo estaba dolido, o tal vez destrozado sería un mejor término, que la herida era muy profunda y que por más que intentara no podía sacárselo de la cabeza, que el vacío era insoportable y que estaba desesperado por encontrar una vía de escape. Lo sabía porque él mismo se había sentido así tiempo atrás, porque él ya había pasado por la misma agonía y entendía lo que era desear con el alma que todo eso desapareciera. Pero esa no era la forma correcta de hacerlo, al menos a él no le parecía así y si de verdad conocía a Ace como él pensaba conocerlo sabía que el chico sólo estaba actuando por mero impulso y despecho, y que después se maldeciría a sí mismo por haber actuado de forma tan inconsciente.

—Si no quieres acompañarme puedes irte, Bascud, ya buscaré la forma de regresar a casa más tarde, pero yo voy a entrar ahí, voy a divertirme como nunca y a olvidarme de él cueste lo que cueste. —Dicho esto se soltó del agarre en su muñeca y salió del auto con un poco de brusquedad.

Bascud observó por unos segundos la puerta que su amigo acababa de cerrar. Al final parecía que no iba a poder detenerlo, pero tampoco estaba dispuesto a abandonarlo ahí para que hiciera cualquier otra estupidez aparte de la que ya tenía pensada—. Sólo espero que no te arrepientas después, amigo —susurró al aire para acto seguido soltar un suspiro derrotado, salir del coche e ir tras el chico.

Ninguno de los dos se dio cuenta, mientras entraban al lugar, del par de ojos que los observaban desde dentro de un coche aparcado al otro lado de la calle, mucho menos de la sonrisa sádica que se instaló en los labios del hombre antes de tomar su móvil y hacer una llamada—. Lo tengo.

El local era un bar bastante oscuro, con unas cuantas luces de colores colocadas en el techo que giraban hacia todas direcciones, alumbrando a la masa de cuerpos que bailaban apretujados en la pista, contoneando sus cuerpos en pos de la música estridente que retumbaba contra todas las paredes del lugar y dejaba algo aturdido a quien fuera que no estuviera acostumbrado a tal volumen. El castaño se apresuró a alcanzar a su amigo, antes de que este se perdiera en medio de la maraña de gente, y ya juntos se dirigieron primero hasta la barra de bebidas, sentándose en dos de los bancos vacíos. El barman se acercó a ellos y ambos pidieron sus tragos, nada fuerte para comenzar. Bascud intentó hablar una vez más con el azabache, pero este no le hizo caso y se dedicó a pasear su mirada por todo el lugar mientras se tomaba su cerveza. Resignado, el chico dejó de intentar llamar su atención, pues ya era más que claro que no conseguiría hacer entrar en razón al otro.

Por un rato Ace se dedicó, aparte de rechazar cortésmente las invitaciones de algunas lindas señoritas, a analizar con su mirada a todos los chicos que pudo en la pista de baile, era un poco complicado dado que había personas tan pegadas que era difícil distinguir dónde acababa uno y comenzaba otro, pero tuvo la buena suerte de chocar con un par de ellos que se veían bastante bien, desgraciadamente ya parecían tener acompañante para esa noche. Sin estar dispuesto a rendirse se dio la vuelta en su asiento y pidió un tequila, tomaría un trago más y después iría hacia la pista, tal vez ya ahí se topara con alguien que valiera la pena. Observó con interés, mientras esperaba, cómo el joven que atendía esa noche preparaba la bebida de alguien más, sus brazos en tensión resaltaban los músculos que se escondían bajo esa camisa blanca, sus ágiles y rápidas manos podrían ser bastante provechosas para algunas otras cosas...

—Hey, ¿vienes solo?

Portgas salió de sus divagaciones mentales y giró el rostro hacia su izquierda. Había un chico, de tal vez pasando los veinte, inclinado un poco hacia él sosteniéndose con el antebrazo sobre la superficie para los tragos, mirándolo con un par de ojos chocolate brillando depredadores. En un rápido vistazo pudo apreciar que él no estaba nada mal, ese castaño no tenía nada que envidiarles a los modelos de las revistas que a Nami tanto le gustaba comprar. Tomó el vaso que en algún momento había sido colocado frente a él y le dio un pequeño trago.

—¿Qué te hace pensar que estoy interesado en la compañía de un hombre? —preguntó con una aparente curiosidad.

—Bueno, en el poco tiempo que llevas aquí has rechazado a tres damas muy hermosas, y justo ahora mirabas a nuestro barman aquí presente como si fueras a lanzarte sobre él —comentó su nuevo acompañante, acercándose un poco más hacia él.

—Oh, así que has estado observándome —dijo con una sonrisa ladeada y una voz coqueta, ahora él inclinándose levemente hacia el otro, acercando sus rostros como si quisiera que hablaran de una forma más íntima.

—Desde que entraste al lugar —confirmó el chico, desviando los ojos hacia sus labios, y él pudo distinguir cómo parecía relamerse los propios ante la vista.

Ace sonrió incorporándose de nuevo, apuró por su garganta lo que quedaba de su bebida y se giró en su asiento para después volver a dirigirse hacia él—. ¿Quieres bailar?

—Será un placer. —El chico se levantó de su banco y le tomó de la mano para llevárselo a la pista de baile en medio todo el candente ambiente, para esa hora ya había más de sólo un par de parejas que parecían estar a punto de sacarse la ropa sin importarles los demás. Se deslizaron entre las personas hasta un lugar lo suficiente espacioso para ambos y comenzaron a bailar al ritmo de la acelerada música, pegando sus cuerpos, sonriéndose con coquetería y dejando que sus manos viajaran libres por los brazos y el torso del otro, explorando sobre la ropa mientras seguían contoneándose cada vez más provocativos, aumentando el calor de sus cuerpos y las ansias de un contacto aún mayor. Ace permitió que el chico lo sujetara de la cintura y terminara de acortar la poca distancia que quedaba entre ellos, le dejó que se inclinara sobre él para salvar los pocos centímetros de diferencia y besar uno de los costados de su mandíbula, deslizando sus labios hasta su oído donde le susurró con voz grave y excitada que salieran de la pista para encontrar un lugar más privado. Y Ace asintió, dejando que lo sacara de ahí y lo llevara a uno de los pasillos cercanos a la puerta trasera, esos oscuros y un poco alejados de todo el bullicio que llevaban hacia el baño del lugar.

Bascud le dedicó una última mirada preocupada a su amigo al verlo alejarse de la barra con aquél chico. Hasta un momento atrás había estado pensando en sacar a bailar él mismo al azabache, quizá si lograba que se divirtiera lo suficiente no tendría la necesidad de buscar a algún acompañante para pasar un buen rato. Ahora el plan se le había arruinado. Suspiró con frustración y le dio el último trago a su cerveza antes de pedir otra. Un asunto muy diferente sería si el chico de verdad quisiera pasar una buena noche con alguien, si en realidad deseara estar ahí para ligar, pero él sabía que no era así, que todo ése asunto era nada más por el dolor de haber quedado atrás, como si quisiera pagarle a Marco lo que le estaba haciendo con la misma moneda. Él no quería que su amigo se hundiera más de lo que ya estaba en ése oscuro abismo de desamor y soledad, pero no había forma de que lo escuchara. Y era aún más frustrante, porque sentía que el que ahora consideraba como su mejor amigo estaba cometiendo los mismos errores que él alguna vez cometió, esos que sólo le aumentaron de tamaño el hoyo negro en su corazón que succionaba todo a su paso y dejaba todavía más destrucción que antes, y él no podía hacer nada para evitarlo.

—Parece que tu amigo te ha abandonado —comentó una voz femenina a su derecha.

El castaño casi dio un respingo y por mera suerte no escupió la bebida que aún quedaba en su boca. Estaba tan metido en sus pensamientos que no había notado a una bella muchacha, de cabello inusualmente azulado y un poco corto, sentada a en banquillo a su lado hasta que la chica le habló, ocasionando que casi se atragantara. Bascud la miró y no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa—. Sí, eso parece ¿no?

—Entonces... ¿tú también estás buscando la compañía de algún chico, o crees que pueda quedarme aquí? —preguntó ella con una media sonrisa al notar su reacción, cruzando los brazos sobre la barra y sosteniendo lo que parecía ser una margarita a medio tomar en una de sus manos.

Él no supo muy bien qué hacer, esa noche no iba ni por asomo en plan de ligarse alguna señorita ─de hecho hacía bastante tiempo que no iba en ése plan, desde que había decidido que el recuerdo de ella ya no le afectaba, que eso ya había quedado muy atrás y que después de todo ese tiempo se sentía listo para buscar algo estable en lugar de las ocasionales aventuras que llevaba teniendo desde algunos meses, porque sentía que lo que necesitaba ahora no era sólo una noche para desahogarse, sino alguien con quien poder hablar acerca de su día, o alguien que sólo le sonriera y lo abrazara después de algún entrenamiento demasiado cansado, alguien con quien sentirse a gusto y en calma, aunque hasta el momento no había tenido mucha suerte─ pero tal vez pudiera pasar un rato con ella, conversando y tomando unos tragos, pues en realidad, y aunque él no estaba para nada de acuerdo con lo que su amigo debía de estar haciendo en ese momento, reiteraba una vez más, no tenía nada qué hacer más que esperar a que Ace se desocupara o decidiera irse del lugar, porque eso sí, tal vez no había logrado detenerlo pero sí que le había hecho prometer, desde antes que entraran siquiera en el coche, que no se iría del bar con nadie más, que pasara lo que pasara e hiciera lo que hiciera al final de la noche ambos iban a salir juntos de ahí e irían a dormir a su departamento. Así que a él sólo le quedaba esperar, y con un poco de compañía tal vez podría por lo menos distraerse y dejar de despotricar contra el azabache.

—Creo que puedes quedarte aquí, por supuesto si es que así lo deseas —contestó por fin, dedicándole una sonrisa amigable a la chica.

—Genial. —Ella le regresó la sonrisa y dio un rápido sorbo a su bebida—. Soy Nojiko, por cierto —se presentó extendiéndole la mano. Él la tomó sin dudarlo.

—Bascud, es un gusto.

Hechas las presentaciones, la chica se inclinó un poco más cerca de él para poder hablar con más comodidad sin tener que levantar demasiado la voz por la música estridente que retumbaba hasta en el último rincón del bar. Él también se inclinó, formando así un ambiente un poco más íntimo entre ellos.

—Entonces, Bascud, ¿vienes mucho por aquí? —preguntó Nojiko, su voz imitando con burla a algún desafortunado que había intentado ligar con ella utilizando aquella frase tan trillada, o al menos eso fue lo que él pensó mientras soltaba una risa al ver la mueca exagerada, que supuestamente debería parecer seductora, adornando el bello rostro de la joven. Ella sonrió al escuchar su animada risa, complacida al haber logrado su propósito de esa noche. La verdad se había fijado en ese castaño casi desde que el chico se sentó a la barra, a un par de bancos de distancia, y se había percatado de cómo llevaba el ceño fruncido casi de forma permanente mientras intentaba llamar la atención del chico pecoso que lo acompañaba sin mucho éxito. Entonces ella había notado su atractivo rostro, y se preguntó sin poder dejar de observarlo cómo se vería si dejara de lado esa amarga expresión y sonriera un poco, y entonces se dio a sí misma la tarea de lograr que cambiara su expresión. Ya habiéndolo hecho, no pudo dejar de resaltar que así, con sus labios curveados hacia arriba y dejando ver su brillante y casi perfecta dentadura, los hoyuelos formados en sus mejillas por tal acción y el pequeño brillo de diversión asomándose por sus pupilas, se veía aún más atractivo de lo que le había parecido a primera vista.

El chico tomó un pequeño trago a su cerveza, sin poder borrar del todo la sonrisa que había aflorado en sus labios, y después volvió a concentrar toda su atención en ella—. Algunos fines de semana, dependiendo de mi humor —contestó encogiéndose de hombros—. ¿Y tú? ¿Es la primera vez que vienes? No te había visto antes por aquí, recordaría haber encontrado a tan bella señorita.

Ahora fue el turno de ella de soltar una pequeña risa divertida. Es decir, ¿de verdad estaban teniendo esa conversación? Muchos chicos habían intentado antes ligar con ella utilizando esas mismas frases, y en su momento sólo había podido pensar en la poca originalidad que todos ellos parecían tener, pero ahí sentada hablando con Bascud todo era diferente, y era diferente porque él no estaba intentando seducirla para llevársela a la cama, ella podía notarlo con facilidad, sino que lo hacía para sacarle una sonrisa, como ella misma había hecho con él.

—Llegué hoy a la ciudad, estudio fuera así que vine a visitar a mi familia durante las vacaciones. Logré convencer a mis padres de que me dejaran salir con un par de amigas esta noche, pero ellas ya se han perdido en la pista de baile con algún chico, así que ahora estoy aquí contigo.

—Bueno, salud por eso, y por que pases un increíble verano de regreso en Sabaody. —Bascud levantó un poco su botella en su dirección y ella correspondió el gesto con su propio vaso, el sonido tintineante de ambos objetos de cristal chocando levemente se hizo presente antes de que ambos tomaran un pequeño trago. Quién sabe, pensó Nojiko mientras sus ojos se desviaban a los labios del chico amoldándose alrededor de la boquilla de su cerveza, quizá el verano sí sea interesante después de todo.

o~o

Ace sintió la húmeda y tibia lengua del chico ─al que ni siquiera le había preguntado su nombre─ escabullirse con algo de agresividad dentro de su boca mientras presionaba aún más su cuerpo contra el suyo propio, pegándolo contra la pared del cubículo al que se metieran para tener un poco más de privacidad, podía sentir también sus manos impacientes recorrer los costados de su torso aún sobre la camiseta y su rodilla presionando un poco contra su entrepierna, y estaba comenzando a desesperarse. Pero no desesperarse en el sentido de estar a punto de arrancarle la ropa al chico y ofrecerle el culo para que se lo follara ya mismo y sin más ceremonia, sino más bien en el sentido desesperado de que nada de lo que el castaño hacía parecía animarlo ni un poco, su miembro estaba más dormido de lo que había estado antes de entrar en el dichoso bar. Y eso no era lo peor, no por supuesto que no, lo peor era, en definitiva, la molesta presión asfixiante que aplastaba su pecho y poco o nada tenía que ver con la falta de oxígeno por los besos compartidos.

En un nuevo intento por sentir algo agradable, lo que fuera, rodeó el cuello del chico con sus brazos, casi colgándose de él, y se restregó contra su cadera tratando de conseguir alguna reacción propia. Pudo escuchar el jadeo ahogado de su acompañante, pero él no sintió nada, nada que no fuera un profundo y doloroso vacío abriéndose paso desde el lugar donde debería estar su corazón. El otro llevó sus manos hasta su trasero y le estrujo las nalgas para aumentar aún más la fricción que él había comenzado, y de repente Ace tuvo ganas de apartarlo y echar a correr lejos de ahí.

¿Qué se suponía que estaba haciendo con ese chico del cual no conocía ni su nombre? Ese chico que no conseguía hacerlo estremecer, ni jadear ni gemir ante sus descaradas caricias, ése que no le robaba el aliento con tan sólo esbozar una sonrisa ladeada y coqueta, que no lograba encender su cuerpo con tan sólo rozarle la piel con la yema de los dedos ni hacerlo enloquecer de deseo con un arrebatador beso. Porque algo no estaba bien, no encajaban las piezas, le faltaba más. Le faltaban un par de brillantes ojos observándolo con intensidad, como si quisieran hundirse hasta lo más profundo de su alma; un par de manos fuertes sujetando su cintura con firmeza, como diciéndole que no lo soltaría jamás; le hacían falta unos labios rosados besándole con desbordante pasión y robándole hasta los suspiros del mañana.

"Ace, te amo…”

“Me vuelves loco, sólo tú puedes ponerme así, ¿te das cuenta?".

“No te dejaré ir jamás…”

La voz de Marco retumbó por su cabeza haciendo eco de los recuerdos, de las experiencias vividas, y él sólo pudo gimotear al escucharlo, mientras su acompañante bajaba a besar su cuello y escabullir sus manos debajo de su camisa, pensando que aquél sonido significaba que estaba disfrutando de sus atenciones.

"Por favor, por favor vete, sal de mi cabeza y déjame en paz" le rogó a la voz en su interior, desesperado y al borde de un colapso emocional. Pero la voz no se fue, siguió repitiendo todas esas frases de amor y promesas futuras que habían sido gritadas a los cuatro vientos o susurradas junto a su oído, su cabeza fue acribillada con imágenes de sus más pasionales y amorosos encuentros, aquellos en los que no podía ni respirar por sentir las caricias del hombre sobre su piel, donde no podía evitar perder el control de su cuerpo y su mente bajo sus besos, donde su cordura era arrojada hacia un lado muy lejos de ellos mientras se entregaban sin reservas ni miedos, donde él le había entregado hasta su alma confiando en que sabría cuidarla.

"Por favor, sólo déjame olvidar" volvió a suplicar para de nuevo ser ignorado. Marco besando sus labios con la intensidad de quien no puede estar un segundo más sin probar su elixir de la vida; Marco alzándolo hasta sentarlo en la encimera de la cocina, aquél día en que le llamó amor por primera vez; Marco arrastrándolo hasta su cama en medio de besos y recostándolo contra el colchón, sonriéndole con picardía y cariño combinados; Marco acorralándolo contra la pared de la ducha, dejando que el agua cayera sobre sus cuerpos; Marco jadeando en su oído, repitiéndole una y otra vez que lo amaba mientras hacían el amor.

—¡No, basta! —Empujó al chico para alejarlo de él y salió del cubículo con urgencia, tambaleándose un poco hasta llegar a los lavabos mientras se sujetaba la cabeza con una mano, tratando de suprimir todos esos recuerdos que no hacían más que derrumbarlo aún más, como si saltaran sobre los ya pulverizados pedazos de su corazón, restregándolos en el suelo para que no pudieran volver a ser recogidos.

—Oye, ¿qué sucede? —preguntó el castaño, claramente desconcertado ante su reacción, parado a unos pasos detrás de él.

Ace ni siquiera pudo voltear a mirarlo, sintiendo unas repulsivas ganas de vomitar ahí mismo con tan sólo escuchar su voz. Dios, ¿qué había estado a punto de hacer con ese chico? Se sostuvo del borde de los lavabos para no caer al suelo por el mareo que lo asaltó. No era culpa del alcohol, lo sabía, tenía una muy buena resistencia y además no había tomado tanto. No, esos efectos no eran más que obra de su abrumada mente.

—Yo... no puedo... necesito un poco de aire. —Sin decir más salió del baño, dejando al chico atrás, y caminó por el pasillo sujetándose de la pared hasta llegar a la puerta trasera del bar, que nadie vigilaba, y la abrió para toparse con la fresca brisa nocturna corriendo en el exterior. Se detuvo a un par de pasos después de cruzar la salida, respirando y tratando de llenar sus pulmones de oxígeno para despejar un poco su cabeza. Pero no se quedó ahí parado por mucho tiempo, comenzó a caminar por la desierta acera, apenas iluminada por las farolas de la calle, hasta meterse en el primer callejón que encontró a su paso y que en realidad no estaba muy lejos de donde había salido. Se adentró pateando con furia algunas cajas de cartón y un par de botes de basura, soltando maldiciones al aire e improperios nada bonitos, hasta que terminó dándose la vuelta y golpeando con sus puños la pared de ladrillo. Respiró entre jadeos, tratando de recuperar el ritmo normal de su respiración después de su pequeño desahogo y dejó caer su cabeza hacia adelante, por completo derrotado. ¿Por qué, con una mierda, no podía sacárselo de la cabeza, del corazón? ¿Por qué, después de todo el dolor que le causó, después de la manera en lo abandonó, después lo que había hecho, no podía dejar de amarlo con tanta intensidad? ¡¿Por qué, maldita sea?!

De repente Ace abrió los ojos hasta el límite, pero sin cambiar su posición. El susurro del viento acababa de alterarse y todas sus alarmas interiores se dispararon casi al mismo tiempo. Él esperó ahí, alerta y atento, tratando de descifrar lo que estaba pasando, enfocando sus sentidos en lo que sucedía a su alrededor. Entonces se precipitó hacia su lado izquierdo con fuerza, cayendo al suelo por el impulso, para que una décima de segundo después un tubo de fierro se estampara con violencia en la pared, justo en el punto donde antes había estado su cabeza.

—Tsk, fallé —masculló irritado, sacando el tubo del pequeño hoyo que había hecho en la pared y dejando que cayeran unos pocos escombros en el proceso. Después se giró hacia el chico que estaba en el suelo, quien observaba el daño en el muro con los ojos abiertos como platos, y le apuntó con el tubo—. La próxima vez no tendrás tanta suerte, marica.

Unas risas maliciosas se escucharon tras el musculoso hombre que acababa de atacarlo ─quien parecía ser el doble de grande de lo que él era─ y Ace observó, cada vez más alerta, cómo detrás de él aparecían cerca de seis hombres más, con casi la misma complexión exageradamente musculosa que el primero. "Oh vaya, esto no se ve bien". En realidad no era que le tuviera miedo a las masas de esteroides vivientes frente a él, sino que todos ellos estaban armados con tubos o bates de fierro, navajas e incluso cadenas, y él… bueno, él tenía sus puños, esperaba que eso fuera suficiente.

El primer hombre, que parecía ser el líder, volvió a atacar elevando el tubo sobre su propia cabeza y abalanzándose hacia él con la intensión de estampárselo en el rostro. Ace alcanzó a detenerlo con ambas manos, sintiendo cómo sus muñecas protestaban un poco por la repentina adición de tanto peso que tenían que soportar, y apretó los dientes. El hombre era fuerte, maldita sea, y él no estaba en su mejor condición en ése momento, pero no iba a dejárselos tan fácil. No tenía ni idea de por qué lo estaban agrediendo ─aunque el que haya utilizado el término marica para referirse a él le brindaba una pista─ pero no iba a dejar que los hijos de puta se salieran con la suya. Se inclinó hacia atrás apoyando la espalda en el húmedo suelo lo suficiente como para tener un mejor ángulo y propinarle a su atacante una patada en la entrepierna. El hombre soltó un gruñido gutural al momento que aflojaba la fuerza en su arma y se doblaba hacia adelante reaccionando al dolor, entonces Ace aprovechó para patearle el estómago, provocando que retrocediera un poco, y arrebatarle el tubo de las manos para acto seguido darle un buen golpe en la cabeza con él. El tipo cayó al suelo en medio de quejidos y con una herida sangrante en la frente, mientras que el pecoso apenas tuvo tiempo de ponerse en pie antes de que todos los demás se le acercaran en posición de ataque. “Oh bien, ahora sí comencemos con esto”. Se aferró a su nuevo objeto de lucha y esperó hasta que el siguiente hombre se abalanzó hacia él.

Eran fuertes, eso sí, pero no muy veloces ni muy listos, demasiada fuerza bruta y muy poca técnica, diría la instructora Hina si estuviera ahí, pero aun así él no podía confiarse ni descuidarse, lo superaban en número y parecían tener una resistencia de los mil demonios, para cuando mandaba a uno al suelo otro se ponía de pie y se le unía a los que todavía estaban relativamente ilesos. Ace había logrado esquivar golpes o heridas graves hasta el momento, pero sí le habían propiciado algunos cortes con las navajas y unos cuantos golpes que dejarían unos buenos moretones al día siguiente. Sin embargo, él poca importancia podía darle a eso por el momento, su corazón latía frenético dentro de su pecho y su respiración se volvía cada vez más agitada, la adrenalina corría por su cuerpo como una droga alterando sus sentidos, adormeciendo su capacidad de sentir dolor o cansancio, pero sin suprimirla por completo.

Logró detener el golpe de un bate sosteniendo con ambas manos su propio tubo frente a su rostro. Sus brazos protestaban por todo el esfuerzo de los últimos minutos, sus músculos punzando con cansancio bajo la fuerza aplicada por su adversario. Pero ya sólo quedaban cerca de tres tipos de pie, y no en mejores condiciones que él mismo. Sólo tenía que acabar con ellos, dejarlos fuera de combate para poder salir de ahí, regresar al bar para buscar a Bascud y largarse a su departamento por el resto de la noche. Ace superó la fuerza de su contrincante y logró arrojarlo lejos de él, pero entonces algo muy frío y duro rodeó su garganta y la apretó cortándole la respiración. Dejó caer su tubo al suelo mientras forcejeaba para librarse de esa asfixiante presión, llevando sus manos hasta la cadena con la que un tipo a su espalda estaba intentado ahorcarlo, pero lo único que lograba era que el apretado agarre empeorara. Su garganta se cerraba, sus pulmones se contraían dolorosamente, sus ojos giraban hacia todas direcciones y sus manos intentaban desesperadas librarse de esas infernales cadenas. En medio del forcejeo logró propinarle un muy fuerte cabezazo al hombre tras él, y apenas pudo captar su gruñido en respuesta antes de clavarle el codo en el pecho con toda la fuerza que le quedaba. El hombre aflojó sus manos lo suficiente para que él tomara una gran bocanada de aire y volviera a golpearlo para por fin mandarlo al suelo sin sus putas cadenas. Se tambaleó hasta sostenerse de la pared, retirándose la maldita cosa del cuello y respirando una y otra vez tratando de recuperar el oxígeno que le fue negado, y entonces lo sintió.

El primer golpe fue directo a su espalda, tan fuerte que lo mandó de cara al suelo pues no había recuperado ni la mitad de su fuerza después del último atentado. Y a ése le siguieron más, patadas, puñetazos, golpes mucho más fuertes que supuso eran del jodido bate. El intenso dolor punzante no tardó en esparcirse por cada rincón de su cuerpo, sus miembros ya no reaccionaban a lo que él les demandaba y sólo pudo quedarse ahí tumbado en el suelo, apretando la mandíbula para evitar que cualquier queja saliera de su boca, no pensaba darle a sus atacantes tal satisfacción, escuchando sus maliciosas risas.

Para cuando sentía su cuerpo como si fuera un peso muerto sobre el suelo húmedo ─ahora también por su propia sangre─ sus sentidos por completo aturdidos y su mente adormecida, los golpes cesaron. Por un momento creyó que ya se habrían cansado y lo habrían dejado ahí tirado, pero entonces un pie encajándose en su costado lo obligó a girarse hasta quedar apoyado sobre su adolorida espalda. Llegados a ese punto su vista no era muy buena, una sombra oscura bordeaba su ya de por sí borroso campo de visión, pero aun así a duras penas logró identificar frente a él lo que parecía ser la figura del primer hombre que lo atacó, con medio rostro cubierto de sangre y una cínica sonrisa instalada en sus labios mientras volvía a levantar su bendito tubo sobre su cabeza. 

—Williams te manda saludos.

“¿Williams?”. Entonces un nuevo y lacerante dolor se instaló en su cráneo, y todo se volvió oscuridad.

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Bascud estaba pasando una noche de fábula. Nojiko era una chica increíble, era divertida y muy agradable, y ella tampoco se le insinuaba descaradamente mientras bailaban al ritmo de la estridente música. Su risa era casi melodiosa, suave y alegre deslizándose por sus oídos como si se tratara de una dulce sonata, y él era feliz por haber tenido la oportunidad de escucharla repetidas veces durante ese tiempo que llevaban divirtiéndose. Y aunque él no se atrevería a intentar seducirla ─podía notar que ella no era de las chicas de sólo una noche, además de que eso sería un completo desperdicio y él se consideraría el idiota más grande del mundo─ no podía dejar de admirar lo bella que era.

Entonces, mientras Nojiko giraba bajo su brazo alzado y reía con diversión, él alcanzó a captar una mata de pelo castaño que le resultó un poco familiar. Levantó la mirada hacia ese lugar y frunció el ceño; ese era el chico que se había llevado a Ace de la barra rato atrás, pero no era el pecoso contra quien en ese momento estaba restregando su cuerpo en medio de la pista de baile. Por un momento Bascud olvidó a su nueva amiga y se dedicó a examinar con sus ojos cada lugar del bar que pudo desde su sitio, pero no encontró ni rastro del azabache por ningún lado. ¿Dónde demonios se había metido Ace?

—Eh, ¿está todo bien? —preguntó Nojiko observándolo con preocupación al darse cuenta de su cambio de actitud.

—Ah… sí, sólo… discúlpame un momento —dijo dedicándole una pequeña sonrisa de disculpa antes de alejarse, abriéndose paso por el mar de gente amontonada hasta llegar a donde se encontraba ese chico. Lo tomó el hombro y lo obligó a girarse hacia él.

—¿Qué quieres? —preguntó mordaz, obviamente no muy contento por la interrupción. Detrás de él el muchacho con el que había estado bailando frunció el ceño, tal vez imaginando que era su novio o alguna tontería como esa.

—¿Mi amigo no estaba contigo hace rato? ¿Dónde está ahora?

—¿Tu amigo? —preguntó alzando una ceja.

—¡El chico pecoso de la barra! —exclamó Bascud, exasperado. Para ese momento Nojiko ya se había acercado a ellos sin que se diera cuenta y lo observaba aún más preocupada que antes al notar la urgencia con la que parecía estar buscando al chico.

—Ah, él —contestó en un tono despectivo y después se encogió de hombros—. No sé dónde está, estábamos en el baño cuando de repente comenzó a sentirse mal y dijo que necesitaba un poco de aire o algo así. Quizá bebió demasiado. El caso es que se fue, para cuando yo salí del baño él ya no estaba en el pasillo, no sé a dónde habrá ido. Ahora, si me disculpas. —Se dio la vuelta para continuar bailando con el apuesto muchacho, no dispuesto a perder un segundo ligue esa noche.

Bascud gruñó y se contuvo de soltarle un buen golpe, recordando que lo importante en ése momento era encontrar a su amigo. Se alejó de ahí dirigiéndose al corredor que guiaba al baño, suponiendo que en realidad el chico no estaría ahí pero sin querer descartar ninguna posibilidad. Efectivamente, Ace no estaba en ninguno de los cubículos. Volvió a salir, ya un poco nervioso por no poder encontrarlo, y se topó de frente con Nojiko, de quien se había olvidado hasta el momento.

—Quizá salió por un poco de aire, como dijo el chico —comentó ella, señalando hacia la puerta al final del pasillo. Bascud asintió en agradecimiento y fue hacia allá, pero al llegar al exterior sólo encontró la fresca noche y una calle desierta.

—Maldita sea Ace, ¿dónde te metiste? —masculló entre dientes, sacando el móvil del bolsillo de su pantalón.

—¿No crees que tal vez ya se haya ido? —preguntó ella, no sabiendo muy bien qué hacer para ayudar.

—No, prometió que nos iríamos juntos de aquí y créeme, él siempre cumple sus promesas. —Marcó el número de su amigo y se colocó el aparato en el oído mientras caminaba de un lado a otro, impaciente.

Entonces una pequeña y distante melodía comenzó a escucharse y Bascud volvió a fruncir el ceño, si mal no recordaba, ese era el timbre de llamada del celular de Portgas. Se dio la vuelta, aun sin colgar, y comenzó a caminar hacia donde creyó haber escuchado la cancioncita, que se iba aclarando cada vez más conforme avanzaba. En definitiva, ese era el celular de Ace. En dos grandes zancadas acortó la distancia que lo separaba del callejón de donde parecía provenir el sonido, y la imagen que lo recibió ahí lo dejó petrificado por un segundo.

—¡ACE! —Alarmado corrió hacia su amigo, que estaba tumbado en el suelo con la ropa desarreglada, sucia, rota y manchada de sangre en algunos puntos, el rostro magullado, el brazo izquierdo doblado en un extraño ángulo que no parecía ser muy cómodo, y un pequeño charco carmesí bajo su cabeza. Inconsciente. Bascud se arrodilló a su lado y lo primero que hizo fue comprobar que el chico todavía tenía pulso. Muy lento, pero lo tenía y eso significaba que estaba vivo. Por el momento.

Pudo escuchar a su espalda el jadeo ahogado de la chica al ver el estado del azabache, pero no le dio importancia y se apresuró a tomar su móvil de nuevo, esta vez marcando el número de emergencias.

—Emergencias, ¿en qué puedo ayudarlo? —contestó una voz monótona del otro lado.

—¡Necesito una ambulancia urgente, mi amigo se muere!

Mientras Bascud daba todos los datos de su ubicación para que mandaran la ayuda médica, Nojiko también se arrodilló en el suelo, sin atreverse a tocar el dañado cuerpo que estaba en el suelo por miedo a empeorar su estado. Observó horrorizada cada herida, cada golpe y cada mancha de sangre que surcaban el cuerpo del chico. Pero, ¿quién pudo haber hecho semejante atrocidad?

El castaño colgó el teléfono, y en lo que esperaban a que llegara la ambulancia observó con angustia el maltratado aspecto de su amigo, con un horrible miedo embargándolo al pensar en lo grave que estaba. Ace era fuerte, ¡era el chico más fuerte que había conocido en toda su puta vida, joder! Saldría de ésta, lo haría y después encontrarían a los malditos hijos de perra que le dejaron en tal estado y les patearían el culo. Él no iba a morir. Él no podía morir. ¿Verdad?

Continuará...

Notas finales:

Y eso fue todo por hoy, iré a esconderme en mi fortaleza donde sus ataques para matarme no me llegarán(?) 

Muchas gracias a todos por seguir leyendo, recuerden que siempre me gusta recibir sus reviews, ¡Pueden poner todo lo que piensen! Críticas, sugerencias, comentarios, opiniones o lo que se les venga a la cabeza. ¡Anímense! :D 

Muy bien, nos vemos la próxima (que espero no sea hasta dentro de un mes). Cuídense mucho y besos. 

Misa-chan


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