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Estoy a tu lado por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

¡¡Chicoooooossss!!! Les pido un millón de disculpas, ahora sí me pase de #"$"#$ con el retraso, y lo peor es que ni siquiera creo que valga la pena ;-; Para rematar ni siquiera es un capítulo demasiado largo, ya pueden todos ahorcarme. 

Este cap es más como de transición y relax (por lo mismo de que es de transición casi no tenía muy bien planeado lo que escribí aquí, un factor más para haber tardado demasiado). 

Pero bueno, hoy es mi primer día de vacaciones y qué mejor manera de celebrarlo, que actualizando por fin. Espero que por lo menos les guste. 

¡NO DEJEN DE LEER LAS NOTAS FINALES! Hay un anuncio muy importante :D

Muchísimas gracias a todos los que participaron en la dinámica que propuse en el capítulo anterior. Les mando saludos y muchos besos hasta Venezuela, Argentina, Guatemala, España, y mi querido México :D <3

[Capítulo 14 ─ Un poco de tranquilidad, para variar]

«Cuando no hablas, hay muchas cosas que terminan sin ser dichas» ─Catherine Gilbert Murdock

«Domingo, Junio 1»

«Hospital General Sabaody − 7:33 p.m.»

Marco caminaba de un lado a otro por el pasillo, tallando las manos en los costados de su pantalón con ansiedad, tratando de reprimir las ganas de irrumpir en la habitación. Quería entrar, entrar y verlo con sus propios ojos, para que su corazón pudiera volver a latir con vida.

Sabo, que estaba sentado en la banca, sólo observaba al hombre dar vueltas por todos lados, exudando ansiedad y nerviosismo. Podía comprenderlo, pues Marco lo único que sabía era que Ace había despertado, pero hasta el momento no lo había visto. En cuanto él se recuperó del shock y la emoción inicial, salió al pasillo y le pidió al hombre que llamara a la enfermera. Seguro que primero Marco se asustó por su apuro y las lágrimas que agolpaban sus ojos, pero en cuanto dijo un simple «despertó» no dudó en salir corriendo por alguien y volver lo más rápido posible.

Ahora estaban ambos fuera de la habitación, esperando a que terminaran de revisar al chico para asegurarse de que no habría ningún problema. No les habían avisado a los demás aún, primero querían escuchar cómo se encontraba Ace antes de ir a ilusionar a todos, sólo por si acaso. 

En el mismo instante en que la puerta de la habitación se abrió, Sabo se levantó de un salto de su asiento y Marco dejó de moverse, como si de repente se hubiera convertido en una estatua. La Doctora Kureha salió y cerró tras ella, para después girarse hacia ellos, que la observaban con apremio.

—Sus signos vitales se encuentran estables, sus reflejos responden adecuadamente y no parece presentar secuelas por el Traumatismo Encéfalo Craneano, aun así lo mantendremos en observación para estar seguros de que todo está en orden pero, por ahora, está fuera de peligro.

Ambos respiraron con alivio, como si sus almas acabaran de regresar a sus cuerpos después de un largo viaje lejos de ahí. Por fin, la pesadilla había terminado.

—¿Podemos pasar a verlo? —preguntó Marco, ansioso.

—No es recomendable, ahora necesita dormir, las últimas horas no han sido con exactitud un descanso para él. —Kureha observó con más detenimiento a los hombres frente a ella; ambos llevaban unas ligeras ojeras apenas marcadas, sus ojos se notaban un poco irritados, y estaban más pálidos de lo que deberían. El agotamiento en ellos casi llegaba a ser palpable—. Deberían hacer lo mismo. Vayan a casa esta noche, él estará bien. Volveré a revisarlo en la mañana, después de eso podrán verlo —informó, dándole un rápido vistazo al expediente que llevaba en manos.

—Entendemos. Muchas gracias, Doctora —dijo Sabo, con una suave sonrisa y una dulce calma inundando sus ojos, como no había pasado desde lo que ahora parecía haber sido una eternidad.

—Sólo hago mi trabajo. Ahora, si me disculpan —hizo un asentimiento hacia ambos y después se alejó por el pasillo.

Marco se dejó caer en una de las bancas y enterró el rostro en sus manos, suspirando—. No puedo creer que por fin haya terminado —comentó, sonriendo ampliamente—. Maldición, muero por verlo.

Sabo palmeó su hombro—. Te comprendo, pero ella tiene razón; todo el mundo aquí necesita descansar. Será mejor que nos vayamos, volveremos mañana.

—Dudo que pueda dormir mucho, en realidad —contestó, aunque no parecía muy molesto por ese hecho—, estaré toda la noche pensando en él.

El menor sonrió, comprensivo—. Estás completamente enamorado de mi hermano, ¿verdad?

Marco levantó la mirada hacia él, un poco sorprendido por el comentario. Creía que eso ya había quedado claro, pero la verdad era que no podía culpar al chico si no terminaba de creerle—. Lo amo con locura —contestó, con una suave sonrisa en los labios.

Sabo asintió en silencio. Él no dudaba de ello, no lo había hecho en ningún momento en realidad, y fue por eso mismo que se mostró tan incrédulo cuando supo que había terminado con Ace. Sus razones tendría, y aunque no las sabía tampoco iba a exigírselas, no era a él a quien le tocaba juzgarle.

Retiró la mano del hombro del otro con una última palmada e hizo un ademán con la cabeza hacia el pasillo—. Deberíamos ir a decirles la noticia a los demás.

Marco asintió. Se puso de pie, se talló el rostro con las manos y le envió una última mirada a la puerta de la habitación, como si pudiera ver a través de ella al chico que estaba en el interior. Soltó un suspiro y comenzó a caminar junto al menor.

Si lo pensaba bien, quizá era mejor así. Él no tenía idea de cómo reaccionaría Ace cuando intentara hablar con él, pero podía prever que no sería una forma tranquila y agradable, y en ese momento lo que el pecoso menos necesitaba era alterarse de esa forma. Que descansara, y cuando fuera el momento intentaría acercarse a él.

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La tensión en el ambiente era tal que casi podía llegar a tocarse. La mesa que ocupaban todos en la cafetería estaba sumida en un pesado silencio, que ninguno de los presentes se creía capaz de romper. Los ánimos habían decaído bastante desde unas horas atrás, cuando el corazón de Ace estuvo bastante cerca de no volver a latir, y las dudas comenzaban a asaltarlos a todos. Hasta entonces se habían hecho a la idea de que en cualquier momento el chico despertaría, que sólo era cuestión de esperar el tiempo suficiente, pero ¿y si eso en realidad no pasaba? ¿Qué si ese momento jamás llegaba? ¿Cómo podían estar seguros ahora de que las cosas estarían bien, si nada parecía indicar que sería así?

Se les notaba a todos, en cada uno de ellos la esperanza iba abandonando sus ojos, las inseguridades crecían y el miedo se propagaba con cada segundo que corría, con cada movimiento en las manecillas del reloj. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que todos terminaran por derrumbarse? ¿Quién sería el último en caer? ¿Qué sucedería después de eso?

Nadie quería pensarlo. No había respuesta que quisieran escuchar y, sin embargo, eran esas mismas preguntas las que invadían los pensamientos de los ahí reunidos.

Luffy, desde que lo habían convencido de ir a ese lugar después de que lograra tranquilizarse un poco y parar de llorar, no decía ni una sola palabra. No había luz en sus ojos, ni expresión en su rostro. Se limitaba a respirar sin saberlo, apoyando la cabeza en el hombro de su novio, mientras que su mente se encontraba en algún lugar muy lejos de ahí. Law a su vez le acercaba a él con un brazo sobre sus hombros. De vez en cuando frotaba su mano en el brazo del menor, o plantaba un beso sobre su cabeza, pero el chico no parecía notarlo. Y él sentía que moría por dentro. El dolor de Luffy se convertía en el suyo propio, y era peor saber que no podía hacer nada para siquiera apaciguarlo. Tan sólo podía estar ahí y abrazarlo, esperando que con eso su interior se calmara un poco, que supiera que no estaba solo en esto.

La cosa con Zoro y Sanji no era muy diferente. Mientras que el primero estaba intentando exteriorizar su lado más fuerte, el segundo sabía que en realidad por dentro debía tener un huracán de sentimientos destruyendo todo. Sentado a su lado, lo único que le quedaba era tomar su mano, esperando que eso le ayudara aunque fuera en lo más mínimo. A juzgar por las ligeras caricias del pulgar del mayor sobre su piel, sabía que Zoro se lo agradecía.

Bascud estaba ansioso. Su rodilla subía y bajaba por debajo de la mesa, su talón ni siquiera llegaba a tocar el suelo cuando ya estaba arriba otra vez. Apoyaba la barbilla en medio de sus manos, que se sostenían con los codos sobre la mesa, mientras que frente a él se encontraba su vaso de café, ya frío y sin apenas haber sido tocado. Las vendas en sus nudillos delataban que había perdido el control antes, y si las cosas seguían así no tardaría mucho en perderlo de nuevo.

Y los demás iban por el mismo camino.

Fue por eso mismo que, cuando Sabo atravesó las puertas de la cafetería acompañado de Marco, Perona se puso en pie de inmediato. Sabía que ellos no se separarían de la habitación de Ace, así que algo debía de haber sucedido. Al notar su reacción, quienes la acompañaban en la mesa dirigieron sus miradas hacia el mismo lugar. Más de uno sintió cómo el corazón se le paralizaba. Luffy también se puso de pie en cuanto los vio, y por supuesto Law hizo lo mismo. Los demás les siguieron.

Sabo observó alrededor. Además de la mesa donde estaban los chicos, había otras pocas ocupadas, en su mayoría por personas que se les notaba la preocupación a primera vista. Él no quería perturbar a otros que tenían sus propios problemas. Con un gesto de mano le indicó a Marco que lo esperara en la puerta, y se acercó a la mesa.

—¿Qué sucedió? —preguntó Luffy atropelladamente en cuanto estuvo cerca.

—Vengan, hay que hablar afuera —indicó Sabo, haciendo un ademán con la cabeza para que lo siguieran antes de caminar hacia la puerta de nuevo, donde esperaba Marco.

Luffy fue tras él sin dudarlo, acompañado de Law. Los restantes se miraron unos a otros con un toque de incertidumbre antes de seguirlos también. Caminaron en silencio por los solitarios pasillos del hospital, que a pesar de estar relucientes tenían cierto aire lúgubre, hasta llegar a los jardines. Una vez algo alejados de la puerta y de cualquier persona que pudiera haber alrededor, Sabo se detuvo, provocando que sus acompañantes también lo hicieran, y se dio la vuelta hacia ellos.

Entonces, la seria expresión en el rostro del rubio se deformó en una suave y alegre sonrisa, que le daba cierto brillo especial a sus ojos.

Es increíble la manera en que una pequeña acción, o el más mínimo gesto, pueden arrebatar todo el peso a un corazón angustiado, sin siquiera necesidad de palabras, sobre todo si viene de la persona indicada.

No hace falta mencionar que por un momento reinó la euforia en el ambiente. Hubo unos cuantos gritos de júbilo, saltos de felicidad, abrazos, sonrisas y hasta unas pocas lágrimas. En el caso de Luffy fue todo al mismo tiempo, como en paquete.

Incluso Nojiko, que en realidad no conocía a Ace, sintió que un gran alivio combinado con felicidad inundaba su pecho, porque ahora su hermana estaría tranquila y alegre de nuevo. De hecho, en ese momento la pelinaranja sonreía todo lo que sus labios le permitían, mientras prácticamente se colgaba del cuello de Sanji en medio de su eufórico abrazo. Ella misma, sin pensarlo demasiado, abrazó con entusiasmo a Bascud, que estaba cerca y desbordaba alegría por cada uno de los poros de su cuerpo. El chico la apretó entre sus brazos de inmediato, y llegó a levantarla un poco del suelo gracias al impulso. Por un momento se sintió como si estuvieran de nuevo en la pista de baile de aquél bar, divirtiéndose sólo ellos dos, sin pensar en preocupaciones. Se separaron aún con los brazos alrededor del otro, ebrios de todas las intensas emociones que se sentían alrededor. Entonces sus cerebros parecieron reaccionar y, un tanto avergonzados, ambos retrocedieron un paso, desviando la mirada y esperando que el contrario no alcanzara a notar ese leve tono carmín en sus mejillas. Pero sonreían, sin ser capaces de reprimirlo, y ambos lo sabían.

Por otra parte, cuando Luffy se decidió por desenterrar el rostro del pecho de Law, éste mismo deslizó sus pulgares con suavidad por las mejillas del menor, borrando así el camino que las lágrimas habían marcado al deslizarse por su piel. No era la primera vez que lo hacía en el transcurso de ese último par de días, pero en esa ocasión una tranquila y sutil sonrisa adornaba sus labios. Las lágrimas de felicidad de Luffy eran las únicas que podían causarle tanto alivio a su corazón, y las únicas que él podría alguna vez aceptar verlas inundando sus hermosos ojos oscuros.

—¿Podemos verlo? —le preguntó Luffy a Sabo una vez que se había recuperado de su llanto.

El rubio sonrió; ya le parecía que su hermanito se estaba tardando en lanzarle la pregunta—. Aún no, la Doctora dijo que debemos dejarlo descansar esta noche. Mañana podremos verlo.

Perona se colocó frente a él, pero en lugar de abrazarlo, como Sabo esperaba, le dio un puñetazo en el brazo, como acostumbraba hacer cuando estaba molesta.

—¡Auch! ¿Y eso por qué fue?

—Por tu maldita cara de funeral, ¡pensamos que algo grave había sucedido! —exclamó la chica, cruzándose de brazos. Detrás de ella Sabo pudo ver a Kid rodando los ojos con diversión, lo que a él le arrebató una sonrisa también.

—Lo lamento, pero no quería que hicieran un escándalo allá dentro y sabía que no se contendrían, así que quería sacarlos de allí.

—Creo que fue una buena idea —comentó Zoro, agradeciendo mentalmente que Nami por fin soltara a su novio. El rubio se acercó a él con una suave sonrisa y le rodeó la cintura con un brazo, a lo que correspondió abrazándolo por los hombros, aprovechando para brindarle un rápido beso en los labios.

Perona bufó—. Supongo que sí —dijo a regañadientes. Y Kid intentó tragarse la risa, pero no le salió del todo bien pues alcanzó a escucharse un poco, así que recibió un leve golpe bajo las costillas por parte de la de cabello rosado. En su mente, Sabo se preguntó por qué ellos aún no habían hecho oficial lo suyo, era bastante obvio para todos.

—Entonces, ¿ahora qué? —preguntó Bascud, y Sabo se alegró bastante de notar la emoción desbordando en su voz.

—Ahora todo el mundo debe volver a sus casas y descansar. Ace estará bien, y no podemos verlo hasta mañana así que no tiene caso que nos quedemos aquí. Además, estoy seguro de que todos estamos exhaustos. Venga, salgamos de aquí.

Hubo unos asentimientos en respuesta y después todos se dirigieron al sendero exterior que rodeaba los jardines hasta el estacionamiento. Sabo se quedó un momento donde estaba, y tomó la oportunidad para sacar su celular y enviar un mensaje.

—Así que… —Sanji aprovechó que iba abrazado de su novio para caminar más lento que los demás y así quedar un poco apartados del grupo, lo que les permitiría hablar con tranquilidad—, ¿cómo te sientes?

Zoro soltó el aire—. Bien. Tranquilo, de hecho. Es un poco extraño, ¿sabes? Desde el principio pensé en que no había manera de que Ace no saliera de esta, pero… no es hasta que ha terminado, que puedes sentir que todo estará bien en realidad.

—Te entiendo. Pero, eh —el rubio haló del abrazo para detener al otro, colocándose frente a él con una tranquila sonrisa surcando sus labios—, todo está bien ahora, ¿no?

—Por supuesto —contestó el mayor, rodeando el torso del cocinero con ambos brazos y atrayéndolo un poco más hacia sí, regresándole la sonrisa—. Todo está perfecto.

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El auto se detuvo junto a la acera, que era iluminada únicamente por los pocos faroles que estaban distribuidos a lo largo de la calle. Law se deslizó en el asiento hasta estar junto a la puerta—. Gracias por traerme, Sabo-ya —dijo al momento de abrirla.

—No hay ningún problema —contestó el aludido, sonriendo con amabilidad. Desde que les había dado la noticia del despertar de Ace, el gesto casi no podía borrarse de su rostro por más de un par de segundos—. Nos vemos después.

El de ojos grises asintió y salió del vehículo. Luffy, que iba junto a él en el asiento trasero, también se deslizó fuera y cerró la puerta al salir. Caminaron juntos hasta la entrada, deteniéndose frente a la puerta principal.

—Gracias por haber venido, Law, tu compañía fue… bueno, me ayudó mucho.

Law sonrió, dio un paso más cerca y deslizó la mano sobre su cabeza con suavidad, descolocándole el sombrero y dejando que quedara colgando desde el cordón, para acariciar su cabello—. No necesitas agradecerlo, no es como si yo hubiera podido dejar que afrontaras algo como esto tú solo. Para eso estoy aquí, ¿no? —Luffy sonrió, de esa forma en que durante los últimos días él casi había olvidado que era posible, y se abrazó a su torso, apoyando la frente a la altura de su clavícula—. ¿Estarás bien? —preguntó mientras sus propios brazos se envolvían alrededor del pequeño.

—Por supuesto. Ahora con Ace fuera de peligro estoy mucho más tranquilo. Aunque quiero verlo —agregó al final, haciendo un pucherito de insatisfacción.

Riendo en su interior, Law le besó la frente en un gesto de consuelo—. Mañana podrás hacerlo, te acompañaré si así lo quieres.

Luffy asintió en señal de que definitivamente quería que lo acompañara. Se puso de puntitas, y Law sabía que estaba intentando alcanzar sus labios, para la verdad era que el chico apenas y lograba llegar a su barbilla.

—A veces no estoy seguro de si me gusta que seas tan alto —reclamó, volviendo a hacer un puchero. Law pensó que debía de estarlo haciendo apropósito, porque Luffy sabía muy bien lo que esos pucheros le causaban.

—¿No? —preguntó el de los ojos grises con cierto toque de interés en su voz. Deslizó una mano por el cuello del menor y la otra por su cabeza con suavidad mientras se inclinaba para salvar los centímetros que aún los separaban hasta quedar a la altura de su rostro y respirar el mismo aire al tiempo que sus narices se rozaban—. ¿Y así? —dijo en un bajo murmullo en el mismo momento que comenzaba a dejar pequeños y ligeros besos sobre la boca de su novio.

—Hmm… aún no lo sé —contestó Luffy, mirándolo con inocencia. Law formó una sonrisa ladeada. Él podía ver detrás de esa fachada en el rostro de su pequeño, podía percibir ese brillo detrás de sus ojos que poco o nada tenía de inocente.

Colocó ambas manos en los laterales de la cabeza del menor y volvió a besarlo, deslizándose con parsimonia entre sus labios, presionando contra ellos para asegurarse de abarcarlos por completo. Luffy se sujetó de los costados de su camiseta y haló de ellos para acercarlo todavía más, inclinando su cabeza para un mejor ángulo. Trafalgar le mordió el labio inferior, en seguida deslizó su lengua sobre él y el pequeño dejó escapar un leve jadeo en respuesta. Esto era algo que Law amaba de Luffy ─una de las tantas cosas de su lista─; él ni siquiera había profundizado el gesto y ya podía sentir su corazón agitándose, y sabía a la perfección que su novio estaría igual, que con un simple beso como ese ya estaba perdiendo el aliento. Amaba la forma en que Luffy no necesitaba mucho más que esto para derretirse entre sus brazos.

—¿Qué tal ahora?

Luffy le dedicó una deslumbrante sonrisa, con las mejillas algo arreboladas y los labios un poco húmedos por la reciente acción, y se le colgó del cuello con ambos brazos—. Me convenciste.

Él le regresó la sonrisa, y como si quisiera confirmar lo dicho el menor volvió a sus labios para tomarlos una vez más. Law no tardó en rodearle la cintura y apegarlo a él cuanto fuera posible, mientras sus labios se acariciaban y deslizaban unos sobre otros con cariño y un leve toque de necesidad.

Con el hecho de que su reconciliación después de su gran discusión ─que en realidad ninguno de los dos quería recordar─ estaba bastante reciente aún, ambos tenían este inexplicable deseo de sentir de su pareja todo lo que fuera humanamente posible y en cada oportunidad que tuvieran, sentimiento que había sido interrumpido de repente por lo sucedido con Ace y que ahora que las cosas estaban tranquilas volvía con lo que parecía ser incluso más fuerza que antes. Law se preguntaba si en verdad algún día dejaría de necesitar sentir a Luffy cerca de él. Algo en su interior le decía que no, que eso jamás pasaría. No era que le molestara, en absoluto.

—Creo… que ya debo irme… —dijo Luffy, contradiciéndose a sí mismo pues sus manos aún se encontraban firmes alrededor del cuello de su novio y su boca seguía buscando la del mayor, provocando que hablara entre besos—, Sabo… está esperándome…

—Sí… eso creo… —Law tampoco parecía muy dispuesto a dejarlo ir, sus brazos casi que apretaban más el cuerpo de su pequeño con cada segundo que pasaba.

Finalmente, un par de minutos ─y muchos besos, suaves jadeos y suspiros sobre los labios del otro─ después, Luffy se separó del mayor, aflojando el abrazo en su cuello y volviendo a colocar los talones en el suelo.

—¿Sabes? Sanji dijo que no necesitaba ir a trabajar mañana, pero no creo que a Ace le moleste demasiado si no paso todo el día con él, podríamos ir a mi casa y… tener un tiempo a solas —dijo, mirándolo con una chispa de deseo encendida en las profundidades de sus ojos. Law decidió entonces que en definitiva estaba pervirtiendo demasiado la inocencia de su pequeño. Y eso le encantaba.

—Me parece una gran idea.

Luffy sonrió y se acercó lo suficiente para plantarle un beso en la mejilla (porque sabía que besarlo en los labios no era una buena idea si realmente quería irse a casa esa noche) para después despedirse de él y comenzar a caminar de regreso al coche.

Sabo había observado un poco de la interacción de los chicos ─sólo un poco, porque no quería ser demasiado metiche y además debía respetar su privacidad como pareja─ mientras esperaba a que Luffy regresara, y por un momento llegó a pensar que Law terminaría arrastrando a su hermanito dentro de la casa para poder tenerlo a su gusto, hasta que la vibración en su bolsillo distrajo su atención.

Bueno, para ser justos su atención ya se encontraba enfocada en el aparato, lo de observar a su hermano en su escena romántica era la verdadera distracción mientras esperaba a que llegara su respuesta, por lo que cuando su celular comenzó a vibrar él lo sacó de su bolsillo y abrió la conversación en un segundo.

«(7:50 p.m.) De: Sabo

Ace despertó, la Doctora dice que necesita reponerse de sus heridas, pero que estará bien»

«(8:03 p.m) De: Killer

¿De verdad? Me alegra saberlo, dale mis saludos cuando lo veas, dile que es un cabrón con suerte y que no debería dar más sustos como éste.»

«(8:20 p.m.) De: Sabo

Lo haré.

PD: Te amo, gracias por estar al pendiente.»

«(8:22 p.m.) De: Killer

No necesitas agradecer, aunque me habría gustado apoyarte mejor. Yo también te amo.»

«(8:23 p.m.) De: Sabo

No te preocupes, fue más que suficiente.»

Dos segundos después de enviar el último mensaje la puerta del copiloto se abrió y Luffy entró en el vehículo.

—¿Listo? —preguntó el rubio, mirándolo con una sonrisita pícara.

Luffy rió—. Shishishi, sí. —Asintió, y Sabo encendió el motor y tomó camino hacia su casa.

Law esperó frente a la puerta hasta que el coche se alejó por la calle y él no pudo verlo más, entonces entró a la casa. Sabía que Chopper se quedaría a dormir en lo de su amigo esa noche también, así que sin algo más que le entretuviera se dispuso a subir las escaleras directo a su cuarto.

—Law.

Se detuvo a la mitad del camino al escuchar esa grave voz llamarlo desde abajo. Tomó una profunda respiración antes de darse vuelta.

—¿Sí?

—¿Dónde estuviste todo el fin de semana? —preguntó Vergo con ese tono altivo que hacía parecer que todo lo que decía era una reprimenda. Aunque quizá sí lo fuera, Law no podría estar seguro.

—¿Por qué tendría que darte explicaciones de lo que hago?

—No seas impertinente. Te guste o no, soy tu padre, y mientras vivas en ésta casa obedecerás mis reglas —contestó el mayor con su voz firme y autoritaria. Parado como estaba al pie de la escalera, con la espalda recta y la cabeza arriba, parecía mucho más alto e imponente que Law, incluso si el chico se encontraba algunos peldaños por encima de él.

Trafalgar apretó la mandíbula. Vergo tenía razón en una cosa: él no le gustaba.

—Estuve en el hospital, ¿de acuerdo? —dijo a regañadientes. Aún si no estaba de acuerdo en dejarse mangonear por el hombre tampoco quería meterse en problemas ahora, porque sabía que si ellos terminaban envueltos en una pelea aunque pudiera defenderse mejor que en años anteriores, Vergo le haría bastante daño, y lo último que necesitaba ahora era que Chopper volviera a casa al día siguiente y lo encontrara con un ojo morado y la nariz rota, porque entonces el pequeño entraría en pánico. Además, era sólo informarle dónde había estado, todos los adolescentes debían rendirle cuentas a sus padres de vez en cuando, aunque desde un tiempo atrás él había dejado de ver a Vergo como su padre.

—¿Y qué negocios tenías ahí? —insistió el mayor.

Law se tragó un gruñido—. Atacaron al hermano de Luffy y quedó gravemente herido, así que fui al hospital a acompañar a mi novio mientras esperaban que saliera de peligro, ¿algún problema con eso?

Vergo guardó silencio por unos desconcertantes minutos, para después simplemente darse la vuelta y decir—: La próxima vez que planees dormir fuera de casa, avísame primero. —Y se alejó caminando por el pasillo junto a la escalera.

El chico de ojos grises bufó por lo bajo y retomó el camino a su habitación. Mientras tanto, Vergo entró en su despacho ─que era la última habitación antes de llegar al patio─ y aseguró la puerta. Caminó hacia el escritorio y sacó del bolsillo de su camisa una pequeña llave que usó para abrir el último cajón.

Dentro había unas cuantas carpetas, algunos papeles, un teléfono celular desechable y una pistola. Tomó el móvil y volvió a cerrar el cajón. El aparato no tenía ningún contacto guardado, pero eso no era ningún problema, tan sólo presionó unos cuantos números que se sabía de memoria y pulsó el botón de llamar. Mientras esperaba a que le contestaran del otro lado, del mismo bolsillo sacó una pequeña fotografía y se quedó observándola por un momento. En ella se podía apreciar a un joven alto y moreno, un chico rubio y otro con un sombrero de paja, ingresando en el hospital general de Sabaody esa misma mañana.

—Soy yo. Llamo para confirmar información.

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Cuando Sabo estacionó el coche junto a la acera frente a su casa, supo que algo no estaba como debería.

—Luffy… ¿dejaste las luces encendidas en la mañana?

El menor, que miraba por la ventanilla a su lado al igual que el rubio, negó con la cabeza—. No.

—Eso supuse.

El cielo ya se encontraba oscuro y salpicado de estrellas, por lo que era fácil detectar que las cortinas del primer piso estaban iluminadas por la luz del interior.

Sabo se inclinó hacia la parte trasera del coche y de bajo el asiento sacó una llave Stillson.

—Voy a entrar Luffy, quédate aquí. Si no vuelvo en diez minutos, llama a la policía.

—Pero…

—Quédate aquí —repitió el rubio, autoritario como pocas veces era.

Luffy hizo un leve asentimiento en acuerdo, y entonces Sabo bajó del vehículo. Conforme observaba a su hermano acercarse a la casa, su corazón se aceleraba cada vez más. Sabo llegó a la puerta y la abrió con lentitud, cuidadoso, revelando el interior inmediato de su hogar. Todo estaba tranquilo. Aferró la llave entre sus manos y entró. Luffy observó la hora en su celular, para estar seguro de cuando transcurrieran los diez minutos.

Menos de tres minutos después se alcanzaron a escuchar unos cuantos golpes secos desde el interior de la casa. Luffy salió del coche, pero se quedó parado en la acera junto a él. No volvió a escuchar nada, ni tampoco podía captar ningún movimiento a través de las cortinas. No podía ver nada, en realidad, ni siquiera sombras. Tragó duro y estrujó el aparato en su mano. Odiaba esperar, todo era demasiado confuso cuando estaba angustiado y no podía enterarse de nada. Casi podía escuchar dentro de su cabeza el retumbar de su corazón.

Pasados un poco más de siete minutos, comenzó a cuestionarse si no debería llamar a la policía sin esperar más tiempo. Sabo había dicho diez, pero en realidad no se necesitaba ni siquiera un minuto para hacerle daño a alguien. Él lo sabía a la perfección. Su hermano podría estar herido de gravedad ahí dentro y él no tenía forma de saberlo. Ya había tenido suficiente con Ace, no quería pasar por lo mismo otra vez.

Ocho minutos.

Desobedeciendo a Sabo, Luffy comenzó a acercarse a la casa. Pero a medio camino se detuvo, pues alcanzó a percibir algo de movimiento en el interior. Una milésima de segundo después, su hermano apareció en el umbral de la puerta haciendo un gesto de manos indicando que podía acercarse. Luffy corrió hacia él. El chico rubio tenía el labio inferior partido, pero sonreía ampliamente, casi como si fuera un trofeo.

—¿Qué diablos sucedió? ¿Estás bien? —preguntó atropelladamente cuando se detuvo frente a él.

—Ah, sí, no es nada. —Sabo se encogió de hombros restándole importancia—. Más importante que eso, Luffy, hay alguien a quien le gustaría verte.

El menor alzó una ceja, confundido—. ¿Quién?

—Vamos, te mostraré.

Sin borrar esa enorme sonrisa, Sabo lo acompañó al interior de la casa. Luffy seguía sin comprender su actitud, parecía demasiado entusiasmado por lo que fuera que lo había entretenido dentro del lugar durante ocho minutos ─ocho jodidos minutos en los que a él casi se le para el corazón─ y que además le había partido el labio inferior.

Entonces lo vio, y todo cobró sentido.

Parado a mitad de la sala se encontraba un hombre alto, vestido con unas botas y una gabardina negras, que llevaba una larga y algo alborotada melena del mismo color que le caía un poco más debajo de los hombros. Tenía en el rostro un extraño tatuaje que a simple vista parecían rombos conectados unos con otros.

Luffy se abalanzó hacia él.

—¡Papá!

Dragon lo recibió con los brazos abiertos. Él no solía ser muy expresivo, pero había pasado más de un año desde la última vez que vio a sus chicos, unos cuantos abrazos no lo matarían.

—¿Cuándo llegaste? —preguntó Luffy una vez dejó que su padre respirara de su efusivo abrazo.

—Acabo de llegar, hace menos de veinte minutos.

—Digamos que lo sorprendimos tanto como él a nosotros —intervino Sabo, pasándose la lengua sobre la herida del labio de forma inconsciente.

—Sigues siendo un debilucho. Tienes suerte de que haya sido sólo yo y no un verdadero asesino aquí dentro.

Sabo dudaba que un “verdadero asesino” tuviera más probabilidades de vencerlo que Dragon, pero no dijo nada.

Luffy, que hasta ese momento no había puesto atención a su alrededor, reparó en que una de las sillas del comedor se encontraba en el suelo, cerca de la herramienta que Sabo había llevado en manos cuando entró a la casa. Eso debió haber causado los golpes que escuchó. Conociendo a su padre, el hombre habría sorprendido al rubio de alguna u otra forma y ambos se habrían enfrascado en una lucha por toda la estancia hasta que Dragon se declarara vencedor. En ése aspecto no podía dejar de parecerse a Garp.

Sabo se dirigió a la cocina para comenzar a preparar la cena, lo que no le impedía participar en la conversación de los otros dos, que se sentaron a charlar en el comedor. Dragon les preguntó sobre la escuela, pero Luffy estaba más interesado en saber qué era lo que había hecho su padre en todo el tiempo que no lo habían visto.

El trabajo de Dragon era un tanto peculiar. En primer lugar, ni siquiera tenía un trabajo como tal, al menos no uno fijo. Iba a donde lo necesitaran ─a veces sin esperar invitación─ y hacía lo que mejor se le daba hacer: inmiscuirse en la vida y la mente de otras personas. Se dedicaba prácticamente a desenmascarar policías y políticos corruptos, como si fuera un agente no oficial de asuntos internos. Al igual que Garp, él tenía sus propios enemigos ganados por la misma razón.

La cena fue igual. Luffy, entusiasmado como estaba, no dejaba de hacerle preguntas al hombre. Aunque de vez en cuando sí hablaban un poco de lo que ellos mismos habían hecho durante ése tiempo.

Para cuando Sabo logró convencer a su hermano de que se fuera a la cama, cosa de unas dos horas después, el pequeño apenas y podía mantener los ojos abiertos y caminar con un pie delante del otro, por lo que el rubio no apartó la mirada de él mientras subía la escalera hasta que estuvo en el segundo piso, ya entonces pudo estar seguro de que llegaría en una pieza a su cama, así que se dispuso a lavar los platos sucios.

Dragon se recargó en la barra de la cocina con un vaso de agua en mano, y por un momento no se escuchó en el lugar más que el sonido del grifo abierto.

—¿Cómo está Ace?

—Mejor. Tendrá que guardar reposo por un tiempo, lo que seguro no le hará mucha gracia, pero se recuperará.

—Bien, no esperaba menos de él.

—Pero, ¿cómo…?

—Garp me llamó. Me contó lo que estaba sucediendo y, dado que él no puede estar aquí, no me pareció mal venir. Después de todo estoy libre ahora.

Sabo asintió—. Comprendo. —Y siguió lavando los platos en silencio.

Dragon comenzó a balancear su vaso frente a él, observando el movimiento del agua en el interior—. Hay algo que te inquieta, ¿no?

—No en realidad, es sólo que… aún no han atrapado al culpable. O culpables, más bien, porque no hay forma de que una sola persona haya podido hacerle tanto daño, no a Ace. Bueno, el asunto es que, estaba pensando, ¿y si quien haya sido no está satisfecho aún? Es decir, Ace no puede defenderse ahora, asesinarlo sería mucho más fácil que antes, ¿y si vuelve a intentarlo? ¿Si encuentra una forma de llegar hasta él?

 —Sabo —dijo el mayor, colocando una mano sobre el hombro del chico para tranquilizarlo—, yo me haré cargo del caso de Ace, también por eso estoy aquí. Ten por seguro que quien le haya hecho daño no podrá librarse de esto, ¿de acuerdo?

El rubio respiró profundo para en seguida soltar el aire en un suspiro—. De acuerdo.

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«Lunes, Junio 2»

«Hospital General Sabaody − 3:45 p.m.»

—Sabía que ese maldito tenía que estar involucrado —masculló Bascud, golpeando su rodilla con el puño.

—Deben de haber estado… muy seguros de que moriría ahí… como para ser tan estúpidos y… decirme quién los mandó —dijo Ace. Aún se le dificultaba un poco el hablar, cuando lo hacía la voz le salía ronca y su garganta se sentía rasposa, con un dolorcito molesto recorriéndola. Y tenía todo el cuello marcado, cortesía del idiota que intentó ahorcarlo con las putas cadenas.

—¿Crees que eso sea suficiente para arrestarlo?

—No lo sé, quizá no… pero yo ya di mi declaración, Dragon se encargará del resto —aseguró él. Después de todo, no había forma de que su padre perdiera el caso.

—Entonces, ¿no recuerdas nada después de eso? —preguntó el castaño con curiosidad.

—No. Debe haber sido cuando perdí la consciencia. Lo siguiente que recuerdo es… la voz de Sabo y… bueno, despertar aquí. Aunque… —Ace frunció el ceño.

—¿Qué?

—Hay algo… un sueño, tal vez, en realidad es muy confuso. Mi madre estaba ahí, decía que me amaba y… que no debía rendirme, o eso creo. Pero, también hay otras cosas… que no puedo recordar bien. Ag, odio cuando todo está revuelto en mi cabeza —refunfuñó.

—¿Se puede soñar cuando estás en coma? —preguntó Bascud alzando una ceja.

—Pues eso parece. No es muy diferente a estar dormido, ¿no?

—Seguro, con la ligera diferencia de que podrías no haber despertado jamás. Minúsculo detalle sin importancia.

Ace rió por lo bajo. Aunque quisiera no podría soltarse a carcajadas, tenía todo el cuerpo adolorido y lleno de hematomas y la risa sólo conseguiría que se sintiera como si un camión le pasara por encima, otra vez. Tampoco ayudaba mucho el hecho de que Luffy, cuando fue a visitarlo, no se frenara demasiado al momento de darle un abrazo de oso ─de verdad, por un momento creyó que le había vuelto a romper las costillas.

—Como si fuera a dejar que unos tipos como esos me asesinaran.

—Más te vale que no, cabrón.

Una sonrisa se instaló en los maltratados labios del pecoso. Aún con su rostro lleno de golpes y algo inflamado, el gesto seguía teniendo el mismo sentido. Ace podría estar hecho una mierda, físicamente hablando, pero seguía siendo el mismo chico de siempre.

Cuando Bascud salió de la habitación, bastante rato después, lo hizo sólo porque una enfermera le indicó que debía revisar al paciente. No sabía si era su imaginación o no, pero creyó haber notado que la joven miraba a su amigo con ojos soñadores. No lo comprendió, porque, bueno, Ace en ése momento no tenía la mejor imagen que podía presentar, pero decidió no darle importancia. Se despidió del chico y prometió volver al día siguiente.

En el pasillo se encontró con Marco. El hombre estaba sentado en unas bancas que no eran las correspondientes a la habitación de Ace. De esa forma quedaba fuera de vista, el chico no podría verlo por la ventana ni por casualidad si abrían la puerta, no podría enterarse de que estaba ahí a menos de que alguien más se lo dijera. Bascud se quedó de pie frente a él, quizá por inercia. Quería entenderlo, pero la verdad era que no sabía por qué lado tomarlo.

—¿Cómo está? —preguntó Marco al notar su presencia.

—Mejor. No se comporta como si le hubieran dado una paliza, el muy idiota.

El rubio sonrió, aunque había cierto dejo de tristeza en el gesto—. No esperaba menos de él.

—¿No piensas pasar a verlo?

—No por el momento.

—¿Por qué? —preguntó con confusión—. Has estado aquí todo el tiempo, ¿y ni siquiera vas a intentar hablarle? ¿Así es como pretendes regresar con él?

Marco suspiró con pesadez y se inclinó hacia el frente, apoyando los codos sobre sus rodillas. Se veía cansado—. Acaba de pasar por un gran problema, ¿sabes? Yo sólo… no quiero que se altere ahora. Soy más que consciente de que no estará feliz de verme, prefiero no causarle tantos disgustos al mismo tiempo.

Bascud lo observó por un momento, analizando lo que podía ver de él, para después gruñir por lo bajo. Se dejó caer en el asiento de al lado—. No te comprendo. Si lo amas tanto, ¿por qué terminar con él? —Marco no contestó a esa pregunta—. Déjame adivinar: es complicado.

Una risa irónica atravesó los labios del rubio—. ¿Sabes qué es lo peor? Que no lo es. No es complicado en ningún sentido. Soy un imbécil, eso es todo.

—Bueno, el mundo está lleno de imbéciles. El propio Ace puede llegar a ser uno en ciertas ocasiones.

—Pero él no fue quien lo arruinó todo, ¿cierto? —replicó el mayor. Para él ese asunto estaba bastante claro. No hay mayor imbécil en el mundo, que el que deja ir por cuenta propia aquello que ama. Era obvio que él cumplía con los requisitos.

No había forma de contradecir ese comentario, así que Bascud prefirió no decir nada al respecto.

—Sobre lo de que dije antes —comenzó Marco, rompiendo con el momentáneo silencio que se había formado—, lo lamento. No tenía ningún derecho de decir que no te preocupas por Ace, mucho menos de culparte por lo que pasó. Creo que sólo estaba demasiado molesto conmigo y necesitaba una manera de sacarlo, y descargarme contigo fue lo único que se me ocurrió. Después de todo, tú estuviste ahí, tú lo ayudaste, yo no.

¿Sorprendido? Sí, un poco, en realidad no había esperado una disculpa ni nada parecido. Él no había pensado en disculparse—. Supongo que ambos dijimos muchas cosas hirientes en ése momento. —Marco asintió, y volvieron a quedarse callados por un rato.

—Sobre tu asunto con Ace… espero que puedas arreglarlo. —El rubio no pudo evitar observarlo con sorpresa, incluso alzó una ceja—. Lo digo en serio. Es mi amigo, y quiero que sea feliz. Por alguna razón, creo que eso sólo puede conseguirlo contigo.

—Creo que ya no estoy tan seguro de que sea así, pero gracias.

Bascud asintió, le dio una leve palmada en el hombro y se puso de pie—. Está bien que le des su espacio, pero no te alejes demasiado. Él no sabe que estás aquí, y cree que no te importa. Quizá lo que necesita es saber que se equivoca.

—Lo tomaré en cuenta.

El castaño hizo un gesto de despida y se alejó caminando con las manos enfundadas en los bolsillos de su pantalón.

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Besos, suaves besos, tranquilos y amorosos, repletos de cariño y de paz, de una comodidad que sólo podía conseguirse con esa persona especial. Y sonrisas, sonrisas de felicidad, de emoción, pequeñas risas que se escapaban entre un gesto y otro, en medio de ligeras caricias proporcionadas con anhelo y calidez, con una gloriosa sensación de estar completo, de sentirse vivo y de alcanzar el cielo. Un par de locos enamorados que acababan de demostrarse lo que sentían, eso eran ellos, y así eran felices, juntos.

La habitación era cálida, ropa que en su momento había estorbado se encontraba esparcida por el suelo y una tenue luz alcanzaba a entrar a través de las cortinas, iluminándolos en su intimidad.

Law acarició el rostro de su novio con delicadeza, deslizando la yema de sus dedos por su mejilla y delineando sus labios, apreciando su deslumbrante sonrisa y el brillo de felicidad en sus ojos. Lo que venía después de poseer a su chico le gustaba igual o quizá más que el acto en sí, ese sentimiento de plenitud que lo embargaba, esa conexión que se formaba entre ellos mediante la expresión de sus cuerpos, eso que a pesar de toda su experiencia sólo había conseguido con él.

—Eres hermoso —susurró con sinceridad.

—¿A qué viene eso?

—¿Acaso no puedo decirle a mi novio que me parece hermoso?

Luffy rió y se impulsó para darle vuelta a la situación, quedando ahora él sobre el cuerpo desnudo del moreno, con la cobija cubriéndolos desde un poco más arriba de la cintura. Observó esos orbes grises por unos segundos, perdiéndose en sus tranquilas profundidades, hasta que se inclinó lo suficiente para besarlo de nuevo. Un suave y casto beso. Y después otro, y otro. No se cansaban y nunca lo harían, y eso era todo lo que necesitaban saber.

—Te amo.

Law esbozó una sonrisa ladeada—. Lo sé. —Un pucherito de reproche se abrió paso en los labios del menor. Rió y besó ese adorable gesto—. Yo igual te amo.

Luffy volvió a sonreír—. También lo sé.

Volvieron a besarse mientras sus piernas se entrelazaban, buscándose unas a otras. Luffy colocó las manos sobre el tatuaje en el pecho de su novio y Law, en cambio, se sostuvo de su cuello para acercarlo un poco más. El momento no podría ser más perfecto.

Entonces la puerta de la habitación de Luffy se abrió. Ambos se separaron, alarmados, y sólo atinaron a intentar cubrir mejor su desnudez. “Esto de los hermanos interrumpiendo se está convirtiendo en una mala costumbre” pensó Law por un momento. Pero quien se encontraba parado en la puerta no era ninguno de los hermanos mayores de Luffy. Era un hombre, uno al que de forma vaga recordaba haber visto en fotografías del álbum familiar que su novio le enseñó alguna vez.

—¡Papá! —exclamó el menor. Y él casi pudo haber tenido un paro cardíaco ahí mismo.

—Luffy —dijo el hombre, con una voz que, Law estuvo seguro, podría causarle escalofríos al peor asesino en serie de la historia. En ése momento lo miró a él, y casi pudo leer en sus ojos las palabras «No me importa quién eres, te asesinaré por robar la inocencia de mi hijo».

—Emm, él es Law —dijo Luffy, e incluso él parecía estar exudando nerviosismo—. Es mi novio.

—Señor —dijo el moreno con la voz más firme que pudo lograr. Esta era, sin duda, la peor y más vergonzosa primera impresión que alguien podría darle a su suegro.

El hombre se quedó callado por un momento, y Law se preguntó si estaría calculando la manera más segura de asesinarlo sin dejar testigos.

—En la sala, en dos minutos —dijo por fin.

Dragon le dedicó una última mirada al de ojos grises, una que bien pudo haberlo dejado enterrado seis metros bajo tierra, antes de salir de la habitación y volver a cerrar la puerta.

—¿Mencioné que mi padre llegó a casa ayer?

—Creo que olvidaste ese pequeño detalle.

Sólo una palabra pudo aparecer en la mente de Law en ése momento. “Mierda”.

Continuará...

Notas finales:

Yyyyy, hasta ahí el cap de hoy. 

¿Ya notaron cuántos reviews llevamos? ¡Estamos casi en 100! :D ¿Recuerdan lo que hice en HTH cuando llegamos a los 150? Bueno, estoy pensando hacer lo mismo aquí, ¡así que sigan enviando sus reviews! ^-^

Ahora, vamos a hacer un juego. Por primera vez pienso hacer una dinámica que incluya a las tres plataformas donde publico esta historia. Verán, el pasado 17 de Octubre, EATL cumplió un año desde que comencé a publicarlo en AY, y el 8 de Noviembre HTH cumplió su segundo aniversario, y como yo no estuve aquí para celebrarlo ni con una misera actualización, y aprovechando también que estamos cerca de fin de año, se me ocurrió hacer una especie de premios.

¿De qué va el asunto? Bueno, lo común. Yo les voy a dar 12 categorías, y ustedes van a votar por sus favoritos y que crean que merecen ganar. Pueden enviarme sus votos en un review, un mensaje privado o inbox por facebook, de cualquier forma que ustedes deseen hacerme llegar su opinión. Los ganadores los anunciaré en el próximo capítulo, que espero traer para año nuevo. El punto de esta actividad es divertirse, así que se pide respeto a todos los participantes. Sin insultos, o quedan fuera. Bueno, así está la cosa.

**Premios HTH y EATL**

Categorías:

1. La pareja más candente/erótica

2. El seme más sexy

3. El uke más violable(?)

4. El padre más sobreprotector

5. El mejor novio

6. El personaje secundario masculino más amado

7. El personaje secundario femenino más amado.

8. El/la mejor amigo/amiga de un protagonista.

9. Personaje más odiado.

10. La mejor pareja secundaria

11. La escena más romántica.

12. La escena más triste/dramática (o más rompecorazones, como gusten)

Aclarando, así como el nombre lo indica, las votaciones son considerando ambas historias, tanto en personajes como en escenas. Sólo pueden votar una vez en cada categoría, si intentan votar más veces sólo se tomará en cuenta la primera. Por supuesto, si participan no es obligatorio votar en todas las categorías, sólo en las que gusten.

Atención gente. Todo lo que es LawLu, ZoSan, MarAce y KillSa es PRINCIPAL. Lo que quiere decir que los otros personajes y las demás parejas (oficiales o no oficiales) son los secundarios. Fíjense bien en eso, porque si votan por alguien que en realidad no entra en la categoría, el voto será anulado.

Bueno, eso es todo por hoy. Muchas gracias por su atención. Nos vemos la próxima.

¡No se olviden de votar por sus favoritos!

Misa-chan


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