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Estoy a tu lado por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

¡Hola chicos, he vuelto! <3

Lean las notas finales por favor :D.

Espero que les guste el capítulo, los dejo para que lean.

[Capítulo 19 ─ Aquello que ha de volver]

«Enamorarse y tener una relación son dos cosas distintas.» ─Keanu Reeves

Cuando Sanji terminó de lavarse los dientes, tomó la ropa que acababa de quitarse por vestirse con algo más cómodo para dormir y salió del baño, caminando por el pasillo hasta llegar a lo que era su destino. Abrió la puerta de la habitación, siendo recibido en el interior por el fresco ambiente logrado gracias al aire acondicionado. Se apresuró a dar un paso adelante y volver a cerrar para que el aire frío no se escapara.

Acostado en la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, los ojos cerrados y vistiendo tan sólo un short, Zoro lo esperaba. Él podría parecer dormido, pero Sanji sabía que no lo estaba, a pesar de que no movió un músculo cuando entró y atravesó la habitación para llegar hasta la cómoda.

Mientras dejaba las prendas dobladas en la superficie se permitió a sí mismo esbozar una diminuta sonrisa. Desde que ambos habían decidido retomar la costumbre de que se pasara los fines de semana en casa de su novio, las cosas entre ellos parecían ir por buen camino. Quizá fuera verdad que Zoro no era detallista como en las películas, no le mostraba su arrepentimiento ni le pedía perdón regalándole flores, chocolates ni nada por el estilo, pero para Sanji eso no era necesario. No cuando el mayor estaba realmente a su lado.

Ya fuera para discutir por idioteces, para estudiar juntos, para salir o simplemente tener un tranquilo rato a solas, Zoro estaba ahí. Ya no cargaba esa actitud distante, reservada y despreocupada que había mostrado las últimas semanas de su relación, tampoco, y había dejado atrás sus excesivos celos. Como resultado de todos estos cambios, Sanji comenzaba a sentir que tenía un lugar en la vida de Zoro de nuevo. Eso era todo lo que había deseado antes y lo único que necesitaba ahora.

Distraído como estaba en sus pensamientos no se dio cuenta del chico que caminaba por la habitación, hasta que un par de fuertes y bronceados brazos le rodearon la cintura desde la espalda. Dio un ligero respingo debido a la sorpresa, pero su mente se tranquilizó enseguida y esbozó una suave sonrisa en el momento en que sintió el leve roce de cabello en el costado derecho de su quijada.

—¿Qué te hace demorar tanto? —preguntó Zoro en un murmullo que se vio levemente amortiguado contra la piel de su cuello, antes de que un pequeño calofrío lo recorriera al sentir un par de labios posándose sobre la misma.

—Eres un impaciente —contestó Sanji con un toque burlón, colocando sus manos sobre los brazos que cruzaban su abdomen—. Vuelve a recostarte, iré en un segundo.

—Yo creo que no. —Zoro se dirigió a besar el punto detrás de su lóbulo, esta vez de una forma tan lenta y suave, con su aliento rozándole la piel y erizándole los bellos de la nuca, que él casi pudo haber soltado un jadeo en ése momento—. La cama se siente vacía sin ti, y yo me he cansado de esperar que me acompañes en ella.

—Desesperado —murmuró el rubio, tomando una profunda respiración cuando un nuevo y ligero beso fue depositado en el punto de unión entre su cuello y su quijada. Zoro sabía a la perfección que ése era un punto sensible.

—Quizá lo sea, quizá no —con una sonrisa ladeada, Zoro hizo girar al chico entre sus brazos para tenerlo cara a cara. Sanji se sorprendió por el repentino movimiento, colocando las manos en los hombros del mayor en un acto reflejo. Antes de que pudiera abrir la boca para decir cualquier cosa, el de cabello verde volvió a hundir el rostro en el hueco de su cuello—, no me importa mucho en realidad. Sólo sé que quiero tenerte conmigo, como ahora, justo así.

El calor en sus mejillas sólo era un pequeño indicio del sonrojo que debía haberse apoderado de ellas tras aquella declaración. Estaba un poco avergonzado, pero al mismo tiempo no sabía cómo debía sentirse al respecto. Zoro no solía ser alguien de muchas palabras, por lo que el hecho de que se expresara de aquella forma era algo de por sí inesperado. Pero Sanji también sabía que era honesto hasta la médula, y que jamás diría algo que no pensara—. ¿Desde cuándo dices cosas como esa y por qué? Estás actuando un poco extraño, marimo.

El mayor desenterró la cabeza de su posición y la levantó con el fin de mirarlo a los ojos. No era la primera vez que Sanji se sorprendía pensando en que eran tan increíblemente profundos, que algún día terminarían tragándolo por completo. Claro, si acaso eso no había sucedido ya.

—Es sólo que me pareció que no te lo había hecho saber en un tiempo —contestó Zoro con un encogimiento de hombros.

El corazón de Sanji se saltó un latido. Zoro era un idiota, ¿acaso no se daba cuenta de las reacciones que ocasionaba en él? Tenía ganas de golpearlo y de besarlo, y en verdad no estaba seguro de cuál opción le parecía la más tentadora. Aunque cuando las toscas manos del mayor se deslizaron desde sus caderas a su espalda baja, volviendo a rodearlo con sus brazos y apretándolo contra su cuerpo de tal manera que casi podía sentir cada centímetro de él, le pareció que en realidad no necesitaba pensarlo demasiado.

Soltó un leve resoplido de risa—. Marimo idiota.

Antes de que Zoro pudiera siquiera abrir la boca para reclamarle el insulto, Sanji colocó las manos en su cuello y tiró de él, aprovechando su escasa diferencia de estatura para lanzarse hacia sus labios. En ese momento Zoro olvidó sus réplicas, su indignación y cualquier otra cosa que pasara por su mente. Su novio reclamaba toda su atención, porque eso era lo mínimo que se merecía.

Sanji tenía una forma de besarlo que lo atraía como un imán hacia él. Sus labios eran algo lentos al moverse, como si lo hicieran con elegancia, pero no significaba que la intensidad en el acto disminuyera. Era como si esa misma lentitud lo jalara hacia su boca, incitándolo a responder de la mejor forma que tuviera. Al mismo tiempo, sus largos dedos se deslizaban entre su cabello, suaves caricias que casi podrían pasar desapercibidas, si no fuera porque él siempre se disponía a disfrutar de cada toque que Sanji pudiera ofrecerle.

Para él, el rubio cocinero era toda una máquina de seducción, que con cada movimiento lo atraía a su cuerpo como si lo manejara con hilos  invisibles. Sanji sólo iniciaba, y le daba el pie para que él continuara y liberara todo lo que le hacía sentir gracias a sus encantos.

Dio un paso al frente, como si quisiera acercarse todavía más a ese cuerpo que lo volvía loco ─cosa que en realidad parecía imposible─, y terminó presionando a su novio contra el mueble a su espalda. Sanji pasó de sostener su cuello a rodearlo con ambos brazos, y él deslizó una de sus manos hacia arriba por la longitud de su espalda, tan sólo deseando que existiera una forma de acercarse más y más, y nunca parar.

Sus labios bailaban. Se encontraban y entrelazaban con una suave sensualidad que le causaba un delicioso cosquilleo, fusionándose en uno mismo al ritmo de sus respiraciones mezclándose, para enseguida alejarse lo menos que fuera posible, y buscarse una vez más. Así era una y otra vez. Cada contacto y cada roce encendía una chispa sobre ellos y mandaba descargas a sus terminaciones nerviosas, volviéndolos adictos. Insaciables, también, pues no querían parar jamás.

Odiaron el momento en que su necesidad de oxígeno comenzó a molestarles, pero no dejaron que eso arruinara sus ánimos. Se separaron lentamente, aplazando el momento final el mayor tiempo posible, hasta que fuera inevitable. Un último contacto, un insistente roce lento y suave, antes de alejarse por completo y permitir que sus pulmones obtuvieran el aire que tanto demandaban.

Mientras se encargaban de normalizar sus respiraciones, Sanji apoyó la frente en el mentón de su novio, inclinándose hacia él. Sus dedos seguían deslizándose ocasionalmente entre las hebras verdes, proporcionando ligeras caricias sin siquiera pensar en ello, como una acción inconsciente. Una sutil sonrisa adornaba sus labios, mientras que su cerebro apenas terminaba de reconectar todos sus cables después de haberse ido de vacaciones durante los últimos minutos.

—Extrañaba estos besos —murmuró apenas, rompiendo con el casi silencio absoluto en la habitación.

Zoro no estuvo seguro de si lo había dicho para sí mismo o si iba dirigido hacia él, pero alcanzó a escucharlo y eso le bastó para sentirse el idiota más grande del mundo. Era verdad que él no podía recordar cuándo había sido la última vez que besara a Sanji de esta forma antes de que terminaran. Demonios, no podía recordar la última vez que lo había besado en absoluto. Y él en serio estaba sorprendido de la forma en que seguía descubriendo el gran dolor que debió haber causado en su novio sólo por ser un estúpido sin remedio. Arreglarlo era lo que debía hacer.

Deslizó una de sus manos por el cuello del menor hasta llegar a su nuca, sujetándole de una manera que le indicara que levantara la mirada hacia sus ojos una vez más. Sanji así lo hizo. Roronoa debía admitir que le encantaba mirar esas hermosas profundidades azules, pues sabía que mientras las tuviera frente a él podía decir con seguridad que había encontrado su propio cielo personal.

—No necesitas seguir pensando en eso —le aseguró al rubio, dedicándole una pequeña sonrisa ladeada—, estoy aquí ahora. Puedo darte tantos besos como desees, y hasta unos cuantos más.

Sanji tomó una ligera inhalación, dejando que su mirada viajara de los ojos a la boca de Zoro. Se mordió el labio inferior al sentir la anticipada emoción de un beso suyo—. ¿Seguro, marimo? ¿Estás listo para cumplir esa promesa justo ahora?

Con una sonrisita mayor a la anterior, Zoro volvió a acercarse a su rostro, apretando el brazo que aún conservaba en su espalda baja como si quisiera enfatizar la cercanía de sus cuerpos.

—Yo siempre estoy listo, cocinero.

Algo que Sanji debía reconocerle a su novio era que él no solía mentir. Quizá llegara a ocultar algunas cosas en ciertas ocasiones, pero por lo regular lo que decía directamente no era nada más que aquello que consideraba verdad. Esa vez no fue la excepción. Volvió a deslizarse sobre su boca con la habilidad de un depredador, apoderándose de sus labios como si de ellos pudiera conseguir su sustento para vivir. Besó, mordió, succionó y lamió con intensidad, con dulzura y necesidad mezclados en cada uno de sus movimientos, logrando que se le nublara la mente como si una blanca niebla la cubriera. No se detuvo incluso cuando lo sujetó de la parte posterior de los muslos, justo por debajo de sus nalgas, y al segundo siguiente lo levantó del suelo.

El nada masculino gritillo de sorpresa de Sanji murió en su garganta, pues la lengua de Zoro aprovechó la oportunidad para colarse dentro de su cavidad y apoderarse de ella. El rubio afianzó sus piernas a las caderas del mayor y enterró las manos entre sus mechones de cabello verde, aferrándose a ellos mientras su propia lengua salía al encuentro de la invasora, al instante enfrascándose ambas en una lucha por la supervivencia y el control. Para el momento en que sintió la mullida superficie del colchón hundirse bajo su espalda, Zoro había ganado el combate. Aunque la victoria no le duró mucho, pues tuvieron que volver a separarse cuando el aire escaseó para ambos.

Zoro no se alejó demasiado del rubio después de romper el beso, por lo que sus agitadas respiraciones chocaban una contra otra. Sanji cerró los ojos mientras intentaba calmar la suya propia, que iba a la par con los acelerados latidos de su corazón. No era una tarea fácil, al menos desde que la mano del mayor se mantenía en su cadera, de una forma que sus dedos entraban en contacto con su piel expuesta gracias a su ropa desarreglada por el movimiento. Y no parecía justo que con ése simple roce pudiera causarle calosfríos, aclarando que no eran de los desagradables.

Volvió a abrir los ojos cuando sintió la otra mano de su novio acariciándole el cabello, una vez que ya no era urgente conseguir oxígeno. Zoro parecía estarle acomodando algunos mechones rubios hacia atrás, y en el proceso le dedicaba una mirada que el menor no supo catalogar; en cierta forma parecía triste o melancólica, quizá arrepentida, pero no podría estar seguro de ello. De lo que sí estaba seguro era que no le gustaba verla en los oscuros ojos de su novio. Entonces el mayor se inclinó y plantó un suave beso en su frente, y a él se le cerró la garganta.

—¿Marimo? —El aludido volvió a conectar sus miradas, pero no contestó a su muda pregunta—. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

Zoro esbozó una sonrisa en la comisura izquierda de sus labios—. Todo está bien —contestó, de nuevo acariciándole el cabello, desviando los ojos hacia ese movimiento.

—¿Entonces? ¿Por qué esa mirada?

—Sólo estaba pensando.

—¿En qué? —insistió el rubio.

El movimiento entre su cabello se detuvo, y esos orbes oscuros volvieron a enfocarse en él—. En lo mucho que no quiero perderte de nuevo.

Sanji frunció el ceño—. ¿Por qué estás pensando en eso? —preguntó con confusión.

El de cabello verde se encogió de hombros—. No lo sé. Es sólo que a veces siento que no estoy haciendo suficiente para demostrarte lo importante que eres para mí, pero a la vez no sé qué más puedo hacer. Me preocupa porque no sé qué es lo que tú esperas de mí.

Una mirada de entendimiento se abrió paso en los ojos azules. Con una sonrisa comprensiva, Sanji deslizó una de sus manos hasta la mejilla de su novio—. No necesitas preocuparte por eso ahora, Zoro. Sé que no lo hice antes, pero te prometo que ésta vez te diré si es que llego a percibir que algo va mal entre nosotros. Y no estoy esperando algo en específico, en realidad, lo único que necesito es tener la certeza de que tú en verdad quieres tenerme a tu lado.

—Por supuesto que lo hago —saltó Zoro.

El rubio sonrió—. Lo sé, porque ahora puedo sentirlo así. Eso es todo lo que tienes que hacer. Bueno, eso y besarme un rato más. Lo prometiste, ¿no?

Roronoa no pudo evitar soltar una risa. Se veía más tranquilo, y le dedicó una sonrisa ladeada al momento en que su mano se cerraba sobre su cintura—. Lo he prometido, sí.

Aún después del tiempo que llevaban juntos (contándolo desde antes de su ruptura), Sanji seguía sorprendiéndose de la forma en que su novio podía robarle el aliento con sólo sus labios.

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Mientras Sabo se encargaba de lavar los trastes que habían utilizado en la cena, Ace se acercó a su mochila ─que había quedado abandonada al pie de la escalera desde que llegara en la tarde─ y sacó de la bolsa exterior el pequeño bote de analgésicos que le proporcionaron en el hospital. Regresó a la cocina y dejó el frasco en la encimera en lo que se servía un vaso de agua. Era un puto dolor en el trasero llevar un brazo a cabestrillo, por si a alguien le interesaba.

El rubio lo observó de reojo cuando se echó una de las pastillas a la boca, para acto seguido tomar un trago de agua—. ¿Cómo te sientes? —preguntó al verlo guardar el medicamento en el cajón designado para ello.

Ace suspiró y se recargó en la superficie detrás de él—. Bien, supongo. Estoy algo cansado, pero al menos no siento el cuerpo tan adolorido.

—¿Seguro que no quieres irte a descansar?

El mayor rodó los ojos—. Sabo, créeme, he estado acostado el suficiente tiempo para todo un maldito año. No me obligues a volver a la cama tan pronto.

El rubio rió y volvió a concentrarse en su tarea—. ¿Sabes? Reposo absoluto significa justamente eso, hermano.

—No estoy haciendo nada, ni siquiera me muevo. Sólo estoy observando cómo lavas los platos. Acéptalo, deja de preocuparte y sé feliz.

Sabo sacudió su cabeza en negación, un tanto divertido—. Bien, como quieras. Terco.

—Sobreprotector —replicó Ace—. En serio, ya tengo suficiente de eso con Marco, no necesito que tú también te obsesiones por si no estoy descansando lo suficiente.

El rubio esbozó una sonrisa—. Oh, Marco cuida tu salud. Qué tierno.

—Cierra la boca, idiota —gruñó el azabache.

Una risa risueña escapó de labios de Sabo—. Vale, dejaré de molestarte. Pero, en realidad me alegra que volvieran, se te ve mejor ahora. A ambos, de hecho.

—Oh, emm… la verdad, hermano, nosotros no hemos vuelto a estar juntos.

Sabo sintió cómo el plato estuvo a punto de resbalarse de sus manos. Lo dejó en el fregadero y se giró hacia su hermano, con una expresión confundida—. ¿Qué? Pero si parecían estar muy bien durante la fiesta. —Al menos a juzgar porque se la pasaron casi todo el tiempo juntos, en su mayoría abrazados, y dándose uno que otro beso.

—Lo sé. Aun así… —Ace hizo una mueca con los labios y se rascó la nuca con el brazo sano, como si estuviera tratando de encontrar una manera de explicarse—. Hablamos, y arreglamos algunas cosas, pero… no es lo mismo que antes. La confianza no puede restaurarse tan fácilmente. Y aún hay cosas de las que debemos hablar, asuntos que aclarar… pero lo estamos intentando.

—Ya, ¿y tú estás bien con eso?

Ace se encogió de hombros—. No es malo, y de alguna forma tenemos que dar el primer paso, ¿no? Además, no me estoy rindiendo con él, sólo queremos hacer las cosas de la mejor manera posible.

—Entiendo… —De hecho, si lo comparaba con su propia situación con Killer, para Sabo era bastante sencillo darle sentido a la decisión de su hermano. Después de todo, y si bien él no había terminado con su novio, ellos también se encontraban en un punto de su relación un tanto delicado.

—¿Sabo?

El aludido salió de sus pensamientos, pues al parecer se había perdido en su mente por un momento, para volver a mirar a su hermano—. ¿Sí?

—¿Está todo bien? Pareces preocupado —dijo Ace, mirándolo con los ojos entrecerrados.

—Ah… sí, todo está bien —contestó el rubio, apartando los ojos del rostro del mayor y dándose la vuelta para terminar con los últimos trastes que aún lo esperaban.

—¿Estás seguro hermano? —insistió el pecoso, no muy convencido con sus respuestas.

—Por supuesto.

Ace apretó la mandíbula y frunció el ceño, observando al rubio mover su brazo al ritmo de la esponja. Si él no conociera a Sabo tan bien como lo hacía, podría haberse creído que no pasaba nada con su actitud. Pero claro, él lo conocía muy bien, quizá más de lo que al rubio le gustaría.

—Sabo.

—¿Sí?

—Tú en verdad me ayudaste mucho con Marco. Si necesitas algo, sabes que intentaré hacer lo mismo por ti.

El chico se tensó, deteniendo el movimiento de la esponja. Casi pudo sentir un nudo formándose en el interior de su garganta, como si estuviera retorciéndole las vías respiratorias. Estaba a punto de insistirle a su hermano que todo estaba bien, que simplemente se encontraba estresado por los exámenes, pero algo se lo impidió. Ése mismo algo que le había orillado a encarar a Ace cuando tenía sus propios problemas con Marco, sabiendo que no era sano que el pecoso simplemente se tragara todo eso que se revolvía en su pecho. Él también necesitaba alguien con quien pudiera hablar respecto al tema.

Se obligó a tragar saliva—. ¿Alguna vez…? —comenzó a hablar en voz baja, aún sin girarse de cara al mayor. Se mordió el labio inferior y tomó una profunda respiración para deshacer el nudo en su garganta y poder continuar—. ¿Alguna vez has tenido relaciones con… alguien a quien no querías? Ya sabes, por… mera atracción física.

Ace elevó una ceja. Aquella pregunta le pareció un tanto repentina, pero el nerviosismo en la voz de su hermano le hizo pensar que en realidad su respuesta podría ser bastante importante para él—. Pues, sí, algunas veces antes de que viniéramos aquí.

—Y… ¿siempre se siente tan… incorrecto? ¿Tan vacío?

El pecoso frunció el ceño. Había algo en la titubeante voz del rubio que estaba comenzando a preocuparle—. Sabo, tú… ¿engañaste a Killer?

—¡No! —exclamó al momento de girarse hacia su acompañante, con una expresión casi horrorizada, como si la simple idea de hacerlo le remordiera la conciencia—. No es eso, yo… en realidad me refería a Killer.

—No entiendo.

Sabo suspiró—. Nosotros… tampoco estamos tan bien como pueda parecer. Tenemos problemas. Sé que es normal en una relación, pero… nos hemos distanciado por todo lo que ha sucedido y… tengo miedo de que sea demasiado.

—¿Por qué piensas que lo es? —preguntó el mayor, acercándose para colocarse a su lado, como si estuviera tratando de reconfortarlo.

El chico hizo una mueca. Aunque en realidad no había planeado contarle a alguien todo lo que había sucedido, suponía que debía hacerlo si quería conseguir algún tipo de consejo proveniente de su hermano. O por lo menos que esto le sirviera para desahogarse. Soltó un suspiro, y después de tomar un poco de aire le contó a Ace la verdad. Toda. La razón por la que Killer se fue, porqué ahora estaba de vuelta, la realidad detrás de sus problemas de pareja, su gran discusión, la intervención de Shachi y su consecuente plática. Por supuesto, no omitió la parte del apresurado encuentro en su habitación.

Cuando el relato finalizó, Ace estaba algo más que sólo un poco sorprendido—. Bueno, eso es algo de información para asimilar.

—Lo sé —coincidió el rubio, tallando su nuca con nerviosismo.

—Entonces —dijo Ace, tratando de recuperarse de su impresión inicial para poder regresar al tema que estaban tratando— tu pregunta de antes, ¿te referías a lo de esta tarde?

Sabo desvió la mirada hacia el suelo. Un poco cohibido, mordió su labio inferior y asintió—. No puedo dejar de pensar que… no se sintió como antes. Fue como si no hubiera sentimientos involucrados. Aunque físicamente hablando todo parecía normal, al mismo tiempo no lo era. No me gusta la sensación que quedó de ello.

Ace lo observó con comprensión. Dejó salir el aire y colocó su mano derecha en el hombro de su hermano—. No recuerdo haberme sentido así alguna vez, supongo que es porque tú y yo somos diferentes. La verdad es que antes no le daba mucha importancia a los sentimientos, al menos no hasta que llegó Marco. No voy a decirte que lo amé desde la primera vez, porque no sería verdad, pero sí es el primero con quien puedo decir que el sexo significa algo más que sólo eso. Creo que tú encontraste ese sentimiento con Killer desde el principio.

Sabo esbozó una débil sonrisa—. Creo que tienes razón. Me refiero a que, tampoco puedo decir que lo amaba antes de decidir que quería hacerlo con él, pero sé que sentía algo. Algo que antes no conocía, y que fue lo que me hizo desear la intimidad entre nosotros. Quizá desde ése momento imaginé lo mucho que podía llegar a amarlo.

—Bueno, siempre me ha parecido que tienes ese extraño toque de vidente —bromeó Ace, rodeando los hombros del otro y sacudiéndole levemente.

El rubio soltó una risa, negando con la cabeza por las ocurrencias de su hermano—. Y yo siempre he dicho que tú estás loco —comentó, apoyando la cabeza en el hombro del otro.

—Quizá lo esté un poco, pero eso lo hace divertido —replicó el pecoso, acomodando su cabeza junto a la del menor. Sabo soltó un resoplido de risa. Ace levantó las comisuras de sus labios en un diminuto gesto que algunas personas podrían considerar una leve sonrisa, y comenzó a deslizar su mano por el brazo del otro—. ¿Qué es lo que sientes con exactitud, hermano?

Sabo lo pensó un momento antes de contestar—. No estoy seguro. Quiero decir, tampoco voy a rendirme ahora, no pienso renunciar sin dar pelea, y sé que Killer piensa de la misma forma. Es sólo que… creo que tengo miedo. Fue un gran golpe darme cuenta de lo distanciados que estamos en verdad, y simplemente… me asusta pensar que aunque lo intentemos, que sin importar lo que hagamos para arreglar todo entre nosotros, al final no sirva de nada. Me asusta terriblemente imaginar que lo nuestro no pueda salvarse.

El rubio se ahogó un poco al final y Ace lo apretó más cerca de sí. En cierta forma podía comprender cómo se sentía su hermano, él también había estado demasiado confundido y angustiado por su situación con Marco. Seguía un poco preocupado por eso, para ser sinceros, aunque quería confiar en que todo llegaría a buen término. Pero Sabo siempre había sido un tanto más emocional que él mismo.

—¿Sabes, hermano? El que te sientas así ahora puede significar algo bueno.

El chico sorbió su nariz—. ¿Te parece? —preguntó, inseguro.

Ace asintió—. Creo que te hará ver las cosas desde una nueva perspectiva, tanto a ti mismo como a tu relación, incluso después de que todo se resuelva. Y se resolverá, porque mientras aún te preocupe que lo suyo funcione, mientras no te sea indiferente ni a Killer tampoco, entonces quiere decir que no todo está perdido. Te conozco Sabo, y sé que no dejarás que las cosas se derrumben si es que puedes evitarlo. Créeme, no me he encontrado con alguien que sea tan jodidamente obstinado como  tú en todo mi vida. Cuando te lo propones, ni siquiera Luffy puede superarte, y mira que eso ya es mucho decir.

Sabo volvió a reír, aunque esta vez un poco más animado que antes. Levantó la cabeza de su posición para poder ver al azabache a la cara—. ¿De verdad crees que sea así?

Ace sonrió, no sin notar que la expresión del rubio se veía un tanto más tranquila que al principio de la conversación—. Lo sé.

El menor le regresó la sonrisa—. Gracias hermano.

—No es nada —dijo, revolviéndole el rubio cabello—. Por otro lado, lo de esta tarde…

Sabo hizo una mueca—. ¿Tenemos que hablar de eso? Aunque yo lo mencioné primero, ahora me parece un poco incómodo.

El azabache no pudo evitar soltarse a reír—. ¿En serio, hermano? ¿Después de lo que yo te he contado, a ti te da pena hablar de eso?

El menor se sonrojó—. Es sólo que… para mí no es tan fácil hablarlo… no sé, es raro.

Ace negó con la cabeza—. Tú eres raro. Pero está bien, te lo concedo por esta vez. Sólo te diré una cosa, es importante, ¿vale?

—Vale, dilo —accedió el rubio con un pequeño suspiro.

—No permitas que se repita lo de hoy. —Sabo levantó la mirada hacia los ojos de su acompañante, y se sorprendió un poco al notar la seriedad en sus pupilas—. La intimidad con tu novio es algo que debes disfrutar, se supone que te haga sentir bien y seguro. Si te va a dejar una sensación tan amarga, entonces no lo hagas. Espera hasta que estés listo otra vez.

Sabo apretó los labios, pero después de un momento asintió en acuerdo—. Lo haré, lo prometo.

Ace sonrió—. Bien. —Le dio una palmada a su hermano en el hombro y después estiró el brazo hacia el techo, dejando salir un leve gruñido—. Siendo así supongo que no necesito ir a darle una golpiza al imbécil de tu novio.

El rubio soltó una carcajada—. Oh, por favor no. Perona ya se encargó de eso, incluso si ella no está enterada de toda la historia.

—Está bien, lo dejaré en paz. Por ahora —dijo, dedicándole a su hermano una sonrisa ladeada.

Sabo rodó los ojos—. ¿Quién es el sobreprotector ahora, eh?

—Yo tengo derecho, soy el hermano mayor.

—Por tres meses, Ace.

—Pero lo soy —replicó con una sonrisita de superioridad.

—Por supuesto, a pesar de que seas un niño por dentro.

Ace frunció el ceño, y entonces Sabo se soltó a reír a carcajadas.

Una vez que los trastes estuvieron todos limpios y puestos a secar, ambos subieron las escaleras hacia el segundo piso. Sabo acompañó a su hermano hasta su cuarto ─y aquí era cuando Ace confirmaba que su hermano era un sobreprotector de primera─ antes de ir a su propia habitación.

Se vistió con ropa cómoda para dormir y se arrojó a su cama. Estuvo un rato dando vueltas por toda la superficie del colchón antes de conseguir una buena posición y acurrucarse, abrazando la almohada como si fuera un oso de peluche. Se sorprendió un poco al notar que aún podía aspirar la esencia de Killer en ella. Su corazón dio un vuelco. Parecía haber pasado mucho tiempo desde la última vez que durmió rodeado del aroma de su novio, incluso si éste no le acompañaba en la cama.  Sonrió y dio una profunda respiración.

Quizá las circunstancias no eran las mejores, y su relación estaba tambaleándose un poco, pero si dejaba por un momento todos los problemas a un lado, él no podía negar que estaba increíblemente feliz de tener a Killer devuelta. Ace tenía razón en una cosa: mientras fuera plenamente consciente de ese sentimiento, entonces nada sería irreparable.

Sabo había sido sincero antes, con Killer y con su hermano; no estaba dispuesto a rendirse ahora. Él no había perdido la batalla cuando escapó de casa hacia las calles, tampoco cuando Ace y él estuvieron inmiscuidos en varias situaciones difíciles y peligrosas siendo unos mocosos, no se rindió cuando tuvieron que lidiar con el secuestro de Luffy, ni posteriormente con las consecuencias de ello. Maldito fuera si ahora permitiera que un poco de daño al corazón se interpusiera entre él y el chico que amaba.

A fin de cuentas, esta no era más que otra prueba de que las cosas que en verdad vale la pena conservar en la vida nunca son fáciles.

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«Lunes, Junio 9»

Law bajó las escaleras y dejó su mochila en el último peldaño, apoyada contra la pared. Caminó hacia la cocina pensando en qué podría preparar para desayunar, y se sorprendió un poco al encontrar a Vergo sentado en la mesa del comedor, leyendo el periódico y con una taza de café frente a él. Por lo regular el hombre salía de casa antes siquiera de que los muchachos despertaran ─al menos los días en que llegaba a dormir─ por lo que mantenía un mínimo contacto directo con sus hijos. Law lo prefería de esa manera, aunque no podía dejar de lado esa espinita molesta que le picaba cada vez que se preguntaba en dónde diablos pasaba tanto tiempo.

Le dedicó una mirada recelosa al mayor en su camino hacia el frigorífico, aunque Vergo no se dio por enterado. Sacó huevos y jamón antes de cerrar la puerta, aprovechando para darle un vistazo al reloj colocado en la pared. Aún era temprano, con suerte Chopper no bajaría de su habitación hasta dentro de 15 o 20 minutos, esperaba que Vergo se fuera para entonces. Le echó un último vistazo de reojo antes de dedicarse al desayuno. Por un rato el silencio sólo fue roto por el ocasional sonido de Vergo pasando las hojas de papel, y los ruidos que Law provocaba al cocinar o abrir gavetas. A pesar de que el muchacho estaba concentrado en su tarea, no dejaba de estar plenamente consciente de la presencia del hombre a sólo unos cuantos metros.

El jamón friéndose en la sartén dejó de chispear cuando Law vertió sobre él el huevo batido con antelación—. Intenté llamar a madre ayer —dijo, como si sólo se tratara de un comentario casual en una típica conversación familiar. Vergo se mantuvo callado—. La operadora decía que es un número desconectado. ¿Sabes algo al respecto?

—A tu madre le robaron el teléfono así que canceló el número. Por el momento tiene uno provisional, sólo para emergencias. Lo que sea que quieras decirle, puedo hacérselo saber.

El menor le observó con sospecha. El hombre ni siquiera se había girado a mirarlo, seguía leyendo su maldito periódico como si él en realidad no estuviera ahí. Frunció el ceño y volvió a concentrarse en lo que hacía.

—No será necesario. No era nada demasiado importante, de todas formas. Sólo quería saludarla. —Además, como si él fuese a confiar en Vergo para pasarle un mensaje a su madre. Estaba seguro de que el hombre también sabía que nunca lo haría y sólo se lo había ofrecido para crisparle los nervios—. ¿Ella planea venir pronto?

—No está previsto, tiene demasiado trabajo, por eso estoy yo aquí.

—Hmm… —Law no se tragaba esa explicación. Su madre sabía muy bien los riesgos de dejarlos al cuidado de Vergo, y aunque ella quizá no era la mejor en su papel de familia, él sabía que sí se preocupaba por el bienestar de sus hijos. Por ello era que a Law sólo se le ocurría que Vergo la obligara a quedarse donde sea que estuviera, sin ser capaz de comunicarse con ellos. Su mayor inquietud se enfocaba en, ¿por qué el hombre tendría la necesidad de hacerlo? Su madre nunca había logrado oponerse a los mandatos y maltratos del mayor, así que él simplemente no entendía cuál era el punto en mantenerla lejos. A menos claro, que ella de alguna manera pudiera representar un obstáculo para lo que fuera que el hombre pretendiera lograr en Sabaody.

Y sí, Law estaba muy seguro de que Vergo pretendía algo, puesto que desde su llegada, seis meses atrás, las cosas eran un tanto extrañas. La tensa atmósfera no era ninguna novedad, pero su comportamiento distaba mucho de lo acostumbrado; casi no permanecía en casa, y cuando llegaba a estarlo no se molestaba en dirigirles la palabra a sus hijos en el noventa y ocho por ciento de las veces; no hacía demandas ni los reprendía por lo que ─Law estaba seguro─ consideraba “conductas inapropiadas” (como su relación con Luffy, de lo que no había mencionado ni media palabra); tampoco se mostraba interesado en intentar moldearles la vida, como había hecho desde que el muchacho tenía memoria.

En fin, que era como si Vergo en realidad no se encontrara ahí. Chopper parecía estar más tranquilo con ello, pero él no podía evitar desconfiar de la aparente despreocupación del hombre. Su sexto sentido le decía que había una razón detrás de su calmada presencia, una que no debía ser buena en absoluto. Era como una maldita sombra al acecho. Law no quería quedarse quieto y esperar ver qué sucedía cuando decidiera lanzarse al ataque. Ya había perdido mucho tiempo, entre que intentaba convencerse a sí mismo de que el hombre en algún momento sólo volvería a irse como siempre hacía, y todo lo que había sucedido en las últimas semanas. No podía seguir siendo sólo un espectador de los hechos.

Tenía que descubrir cuáles eran los planes de Vergo.

Continuará...

Notas finales:

Bueno chicos, hasta ahí el capítulo de hoy. Lo sé, es muy corto comparado con los capítulos anteriores, pero así como me prometí a mí misma que no cortaría los sucesos de un capítulo, también dije que no lo forazaría a ser largo. Así que esto es lo que salió, lamento si no es suficiente para ustedes :/

Les comenté que entraría a la universidad, ¿recuerdan? Bueno, resulta que es un tanto más pesada de lo que creí xD En serio, no mienten cuando dicen que no te queda tiempo para nada, aunque no creí que fuera así desde el primer momento -.-' En fin, corrí la pésima suerte de que, un par de días después de entrar a clases mi compu murió. Así, de la nada, sólo ya no quiso prender. Estuve un par de semanas sin compu hasta que regresé a casa y pudieron arreglarmela, pero volvió a morir porque sólo era algo temporal. El caso, estuve sin compu un tiempo hasta que un hermoso amigo mío me prestó una

Todo eso suena a excusa, lo sé, pero sólo quería que lo supieran :|

Y ahora, ¿saben qué día es hoy? ¿No? ¡Es el segundo aniversario de EATL!

Liz: Dos años y aún no has terminado la historia, ¿cómo es que estás feliz por eso?

Misa: Cállate, déjame ser positiva.

Liz: Ok.

Entonces, parece que las cosas se acomodaron para que hubiera actualizacón el día del aniversario xD Esta es una parte de la celebración. La otra es la siguiente:

Me dijeron que la idea de las curiosidades les parecía bien, pero como aún no hay nadie que mande una pregunta o duda en concreto, comenzaré yo dándoles una curiosidad que se me ocurrió confesarles :D Ustedes ya pueden mandar sus preguntas ;)

¡Por cierto! Hay una chica que intentó contactar conmigo. No sé si esta chica lo sepa, pero la opción en AY de "contactar autor" lo que hace es enviarme un mensaje a mi correo electrónico, y al momento de yo contestar ese mensaje, la respuesta llega al correo electrónico de la otra persona. Lo aclaro porque no he vuelto a saber de esta chica desde su primer mensaje (el cual fue hace meses), y dado que dijo que se trataba de algo urgente referente a la historia me quedé un poquito preocupada. Si esta chica aún se encuentra por aquí, que no dude en volver a contactarme :).

Eso es todo por hoy chicos, espero que el capítulo haya sido de su agrado. Si lo fue o no, no duden en comentarlo dentro de un review, ya saben que acepto de todo mientras sea con buena intención :D Nos vemos en el próximo capítulo, cuídense ;)

Misa-chan~

o~o

#Curiosidades HTH y EATL

1.- Bueno, para ser sincera, no planeé gran parte de la historia antes de comenzar a escribirla xD. Prácticamente lo único que tenía en esencia era el pasado de los hermanos D., y algunos otros pequeños detalles o escenas, pero igual no estaban completamente planeadas (y qué parejas principales habría, por supuesto :D). Me sigue sorprendiendo lo mucho que se ha alargado todo xD. Claro que, a estas alturas ya tengo todo más estructurado, ahora sólo plasmo las ideas :3


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