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Estoy a tu lado por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

¡Feliz Año Nuevo, chicos! 

La verdad no tenía contemplado tardar tanto en actualizar, por lo que no les deseé felicies fiestas en el último capítulo :/ Pero pues ni modo, espero que se la hayan pasado muy bien y hayan comido mucho :3 

Ahora sí aquí les dejo la actualización. No me gusta el hecho de que cada vez me salgan los capítulos más cortos :( Pero tampoco quiero forzarlos para que sean más largos, por lo que mejor los dejo así, espero que les guste :D 

[Capítulo 4 ─ ¿Secretos o Mentiras? ¿Ambos?]

«Academia para Policías Grand Line ─ Campo de tiro»

Uno.

Dos.

Tres.

Las detonaciones de la pistola resonaban una tras otra, y Ace no se paraba ni dos segundos a verificar que hubiera dado en el blanco o si tenía que cambiar un poco su puntería, no, sólo seguía disparando sin cesar hasta que las balas se le acabaran y tuviera que recargar el arma. Aun así la mayoría de los tiros acertaban o se acercaban bastante al centro de la diana que se encontraba unos cuantos metros frente a él.

Las orejeras que se había colocado amortiguaban bastante el sonido de la detonación, y su cuerpo estaba tan tenso que apenas sentía una pequeña vibración recorrer sus brazos con cada disparo. Era una suerte que justo ese día tuvieran entrenamiento físico todo el día, tal vez con eso pudiera desahogar un poco toda la tensión que se había acumulado en él el día anterior.

Sintió un par de toquecitos en su hombro derecho y se giró de inmediato, aún en posición de ataque.

Wow, baja eso dijo el chico que se había acercado a él, levantando sus manos en son de paz y señalando con una de ellas la pistola con la que le apuntaba. Su cabello era castaño y ligeramente largo, de manera que le caía a los lados enmarcando su blanco rostro hasta un poco más abajo de la barbilla, y tenía un tatuaje debajo del ojo izquierdo que él había interpretado tiempo atrás como un gancho muy largo, aunque en realidad no le había preguntado qué era ni por qué se lo había hecho.

Ah, eres tú, Bascud comentó Ace bajando el arma y descolocándose las orejeras para poder escucharlo, puesto que no había oído lo que le dijera antes.

¿Puedo saber qué he hecho ahora para que intentes matarme? preguntó Bascud, con una media sonrisa en el rostro y bajando las manos al saberse fuera de peligro.

Oye, que ha sido tu culpa por llegarme por detrás. El pecoso hizo una mueca al darse cuenta de lo que acababa de decir, pues su amigo ya había formado una sonrisa pícara en sus labios. Agh, no me refería a eso, idiota.

Muy tarde, ya lo has dicho. Se lo diré a Marco.

Ace se encogió de hombros. Hazlo, después de todo será a ti a quien golpee.

Bascud abrió la boca como si fuera a decir algo, pero se lo pensó mejor por un par de segundos. Buen punto, creo que mejor me lo guardaré.

El pelinegro soltó una ligera risa y se acercó a la pequeña mesa auxiliar que estaba junto a él, donde estaban sus municiones correspondientes para un día de entrenamiento. Dejó la pistola y las orejeras en la superficie.

Entonces, ¿vas a decirme por qué estás disparando como desquiciado hacia la pobre diana? Te juro que nunca antes te había visto tan concentrado en esto dijo el castaño apoyando su peso en la pierna derecha y mirándolo con una sonrisa.

Cualquier otra persona pensaría que era sólo un comentario en broma, pero no Ace. Había conocido a Bascud desde el primer día en la Academia. De hecho, había sido el primero de sus compañeros al que conociera, y también el primero con el que casi terminaba en pelea, de no ser porque su abuelo estaba justo por ahí para evaluar a los nuevos reclutas. No tenía idea de cómo ni por qué sucedió, pero con el paso del tiempo se volvieron buenos amigos. En realidad, le agradaba mucho Bascud, era un tipo orgulloso, valiente, astuto y, en ocasiones, temerario, y había aprendido a conocerlo durante ese tiempo, así como a su vez el chico lo había conocido a él. Ace sabía que ese comentario era su manera de preguntarle si estaba bien o le pasaba algo.

Digamos que sólo estoy intentando liberar un poco de frustración contestó estirando los brazos hacia arriba, ahora los sentía un poco entumidos por haber pasado tanto tiempo en la misma posición, aunque no sabía con exactitud cuánto había sido, pero suponía que bastante.

¿Qué pasó? ¿Marco estaba demasiado ocupado para atenderte? preguntó esta vez con un tono burlón.

¡Ja! Ya quisieras. Para tu información Marco siempre encuentra tiempo para atenderme y lo hace muy, muy bien.

Bascud hizo una pequeña mueca. Oh, demasiada información para mí. No necesitaba esa imagen en mi cabeza, muchas gracias.

Tú comenzaste.

¿Qué parte de HE-TE-RO-SE-XUAL no has comprendido? De verdad, ahora no podré sacármelo de la cabeza dijo el castaño, estremeciéndose como si un escalofrío le recorriera la espalda.

Ace se soltó a reír y Bascud lo siguió al instante, ambos tapándose la boca con las manos para evitar hacer mucho escándalo, pues había que admitir que sus risas no eran lo que se decía muy discretas.

Muy bien, muchachos, reúnanse por aquí ordenó una mujer con el cabello rosa que le llegaba unos cuantos centímetros debajo de los hombros. Todos dejaron sus armas en sus lugares correspondientes y se acercaron, colocándose alrededor de su instructora. Bien. Hina quiere evaluar qué tanto han avanzado en su desempeño de lucha cuerpo a cuerpo Ace no comprendía por qué ella insistía en hablar de sí misma en tercera persona, pero no era algo que en realidad le importara, haremos unos pequeños encuentros. Portgas, Williams, serán los primeros. Ace y el tal Williams, un tipo unos cuantos centímetros más alto que él y con un poco más de masa muscular, asintieron en respuesta. Todos tienen diez minutos para calentar, Hina no quiere accidentes innecesarios.

Bascud y Ace se apartaron para iniciar su calentamiento, estirando piernas y brazos mientras hablaban un poco.

Siempre eres el primero cuando se trata de estas cosas comentó el castaño mientras estiraba sus brazos por detrás de su cabeza.

Lo sé. Creo que es cosa de mi abuelo, aunque no podría estar seguro. Ace se encogió de hombros. En realidad no me interesa mucho, simplemente lo hago antes que los demás, eso no afecta mi desempeño.

Oye tú.

El pelinegro se dio media vuelta. El tipo con el que se iba a enfrentar, Williams, se acercó a él, seguido de otros dos, con una mirada despectiva y una sonrisa ladeada que a Ace le provocaron unas buenas ganas de que comenzara la pelea.

¿Qué? preguntó escuetamente.

Sólo quería decirte que te asegures de no lloriquear demasiado cuando te dé una golpiza.

¿Qué dijiste?

Lo que escuchaste, marica. Williams y sus dos acompañantes se alejaron en medio de unas pequeñas risas.

Tsk, idiotas masculló Bascud con molestia. No era un secreto para nadie que Ace era el nieto de uno de los oficiales más importantes de alto rango de la ciudad, así como tampoco lo era el hecho de que estaba saliendo con un policía ya formado, y ambos casos llegaban a ser motivo de hostilidades entre algunos compañeros o, como el caso de Williams, burlas y subestimaciones.

Déjalos dijo Ace apartando la mirada de esos tipos y dedicándole una sonrisa ladeada a su compañero. Ahora ya tengo con qué desquitar mi frustración.

Bascud le regresó la sonrisa, cómplice. 

¡Portgas, Williams, al frente! ordenó la instructora Hina, los demás hicieron un círculo cerrado alrededor de ella, donde ambos se enfrentarían.

El castaño le dio una palmada a su amigo en el hombro. Rómpele una pierna.

Oh, le romperé más que eso murmuró mientras se acercaba al centro del círculo.

¿No irás a esconderte detrás de tu noviecito para que te proteja? preguntó Williams en tono burlón una vez que la instructora se había retirado del medio.

Créeme que no lo necesito. Ace sonrió y se abalanzó contra él.

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«Impel Down ─ Facultad de Psicología»

Sabo se derrumbó contra el respaldo de su silla, dejando caer la cabeza hacia atrás, y exhaló con pesadez.

Vaya, eso sí que fue un suspiro comentó su amiga sentándose a su lado, acercando un poco más el asiento, y mirándolo con curiosidad. ¿Se puede saber la razón?

En realidad no tengo muchas ganas de hablar sobre eso ahora, Perona.

Estás tumbado en tu silla como si estuvieras muriendo, suspirando dramáticamente durante el descanso en medio del salón de clases, ¿y esperas que yo no quiera interrogarte acerca de ello?

El chico dejó salir un pequeño gruñido y levantó la cabeza lo suficiente para ver a su acompañante. Prométeme que no se lo dirás a nadie, a ninguno de los chicos, mucho menos a Kid.

Vaya, esto se está poniendo interesante. Vamos, cuenta. Sabo le dedicó una mirada de advertencia. ¡Bien! Prometo que no le diré absolutamente a nadie.

De acuerdo. El rubio se pasó una mano por entre el cabello. ¿Sabes quién es Sacchi?

Perona colocó un dedo sobre su barbilla y miró hacia la nada por unos momentos, como si tratara de recordar algo. ¿Ese chico que siempre usa gafas de sol? ¿El de la biblioteca?

Sí, él es Sacchi.

Bueno, ¿y qué con él?

Pues verás, ayer cuando llegué a casa pasó… algo, y terminé viniendo de regreso, decidí ir a la biblioteca para ver si así podía calmarme un poco, ya sabes; el silencio y la soledad. Bueno, pues Sacchi estaba ahí. Comenzamos a platicar como tantas otras veces, de cualquier cosa. Creo que él se dio cuenta de que estaba distraído…

Sabo, ve al punto importante interrumpió Perona con impaciencia.

El rubio dejó salir lo que pareció un lamento de desesperación y se derrumbó con la cara sobre su mesa, con los brazos extendidos a los lados de su cabeza. Murmuró algo que la chica no alcanzó a distinguir bien.

¿Qué?

¡Me besó! exclamó sin levantar la cara de la madera, pues sentía el calor instalarse en sus mejillas y no quería que su amiga se percatara de su sonrojo.

Perona parpadeó un par de veces, incrédula. Espera, espera. ¿Te besó? O sea, ¿de besar, besar? ¿En la boca? Sabo asintió levemente. Wow, ¿y qué hiciste?

¿Y qué querías que hiciera? Ni siquiera me dio tiempo de reaccionar, ¿de acuerdo? Estábamos hablando de lo más tranquilos y para cuando me di cuenta ya tenía sus labios pegados a los míos. El rubio volvió a soltar un pequeño lamento y levantó la cabeza, apoyando el rostro en la palma de sus manos, que se sostenían con los codos sobre la mesa. Me quedé en shock, después él se separó de mí, me sonrió y se fue, no pude ni pronunciar palabra.

Vaya… y, ¿te gustó?

¡Perona! reclamó Sabo, levantando por fin la mirada hacia la chica.

¿Qué? Si estás tan alterado por todo esto debe ser por algo, ¿no? Tal vez te sientes culpable porque recibiste un beso de un chico que no es Killer, y además te gustó.

Agh, no es eso gruñó apoyando ahora la barbilla sobre sus manos. Sacchi es un buen amigo, o al menos eso creo. No quiero que eso se vea afectado ahora, gracias a esto.

No lo sé, Sabo, tal vez estás dramatizando. Digo, no todos le dan la misma importancia a un beso, hay quienes incluso lo consideran como un simple saludo. Tal vez para ese chico sea así.

No, no lo creo. Lo conozco desde que empezó el semestre y nunca había intentado besarme, hasta ayer. Tampoco lo he visto besar a alguien más. No sé qué debería hacer ahora.

Ay, y luego dicen que las problemáticas somos nosotras dijo Perona, rodando los ojos con exasperación. Sólo tienes que hablar con él y explicarle tu situación, pídele que no vuelva a hacerlo. Si no quiere entender, pues será muy su problema.

Sabo suspiró. Supongo que es lo mejor.

Perona asintió y miró a su amigo con atención, dudando por un segundo de las siguientes palabras que pronunciaría. ¿Se lo dirás a Killer?

El chico se mordió el labio inferior. No lo sé contestó después de unos momentos, no sé cuándo pueda hablar con él, y no tendría caso que lo preocupara con algo como eso.

Un chico está intentando quitarle el novio mientras él no está, ¿te parece poco?

Bueno, si lo pones así… pero de todas formas, él está demasiado ocupado como para preocuparse de ello, ¿no?

Perona pudo notar cierto tono resentido en la voz de su amigo, pero antes de que pudiera seguir con la conversación el profesor de la próxima clase entró en el aula mandando el silencio. Miró a Sabo por una última vez, vacilante, antes irse a su lugar.

Tendría que seguir hablando con él después, y también hablaría con Kid, algo estaba pasando con la desaparición tan repentina de Killer y no podía ser nada bueno, y ya no quería seguir viendo aquel semblante deprimido y dolido en el rostro de su amigo.

El resto de las clases Sabo la pasó reduciendo su concentración a lo que los profesores decían, pues no le apetecía mucho seguir pensando en la conversación que había mantenido con la peli rosa, en ninguno de los puntos que ella había tocado. Últimamente estaba demasiado sensible, y si debía ser sincero tenía miedo de acabar llegando a su límite de lo que podía soportar y que terminara derrumbándose en cualquier momento.

Le costó algo de tiempo, pero para el final del día logró recomponer su máscara de «estoy completamente bien, ningún pensamiento negativo o preocupación está pasando por mi mente». Agradeció que Perona no volviera a tocar el tema cuando se acercó a él, aunque sabía que la cosa no había acabado, pues la chica no dejaría el tema ahí, pero por el momento un poco de tranquilidad no venía mal. Y como quería tranquilidad decidió que ese día pasaría de su trabajo en la biblioteca, pues seguramente allí estaría Sacchi, y no quería tener que lidiar con ese asunto aún, así que se dirigió junto con la peli rosa hacia el estacionamiento, con algo de temor al saber que cuando llegara a casa estaría solo, y entonces no podría evitar que sus pensamientos lo asaltaran para atormentarlo.

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«Instituto Impel Down ─ Clase 2-A»

Zoro miró, fastidiado, cómo el rubio había pasado por completo de él para dirigirse a un par de chicas que se le habían acercado a su chico unos minutos atrás con la excusa de que no comprendían muy bien un tema y querían ver si él podría explicárselos. Sanji no había dudado ni un segundo en aceptar, obviamente.

Gruñó e intentó concentrarse en su propio libro de texto, pero la verdad era que estaba por completo distraído. Ya habían pasado dos semanas. Él se sentó tranquilamente, sin decir ni reprochar nada, a la espera de que su novio se lo contara, que le contara aquello que se suponía que él no sabía. Y seguía esperando, pero el chico no mostraba señal alguna de querer contarle cómo había recibido una carta de amor de una chica de otra clase, cómo había acudido a la cita detrás del gimnasio que ella le había pedido. ¿Cómo era que él lo sabía? Fácil, al rubio se le había caído dicha carta de uno de sus libros y él la recogió, viendo por casualidad su contenido, para después regresarla al lugar que le correspondía sin que Sanji se diera cuenta.

Al principio no le había dado importancia, total, sólo una era una carta. El chico la habría recibido esa misma mañana y por eso aún la traería en la mochila, eso era todo. Pero a la hora de ir a casa, cuando Sanji le había dicho que no podía irse con él porque tenía otra cosa que hacer, Zoro no pudo evitar seguirlo hasta donde aquella chica lo esperaba. Los observó de lejos por varios momentos, parecía que sólo estaban hablando tranquilamente, hasta que la chica tomó al rubio por el cuello de su camisa y se colocó de puntas para poder besarlo. Y Sanji no la había apartado. No, él esperó a que ella se hubiera quitado, bastantes segundos después, para dar un paso hacia atrás, tomar su mochila e irse. A Zoro apenas le había dado tiempo de ocultarse para que no lo atrapara espiando. Cuando volvió a su lugar la chica ya se había ido también.

Sabía que la versión oficial era que el rubio la había rechazado, pues ella no se había aparecido por los alrededores en esas dos semanas, y tampoco se le veía cerca del chico durante horas escolares. En realidad, él no la había vuelto a ver desde ese día, más que algunas veces que se cruzaban al entrar y salir del instituto. Pero… aquella escena no era lo que parecería un rechazo. Después de todo, ¿las chicas que no lloraban y se ponían súper dramáticas cuando las rechazaban? Entonces, ¿por qué aquella no? ¿Qué había hecho Sanji para que ella no reaccionara de esa forma? Y, lo más importante en todo este asunto, ¿por qué no le había mencionado a él, su novio, nada acerca de ello? ¿Acaso tenía algo que ocultar?

Zoro quería confiar en él, en que no pasaba nada fuera de lo normal, pero la verdad no le era tan fácil. Después de todo, ¿no era el mismo Sanji quien aseguraba amar a las damas por sobre todas las cosas? ¿No era él quien se la pasaba detrás de cada chica que veía, dispuesto a hacer cualquier cosa que le pidieran?   

Aún recordaba que esa había sido una de las principales razones para que él no le dijera a Sanji nada con respecto a sus sentimientos en primer lugar, puesto que el chico alegaba tanto de amar la belleza de las mujeres que no creyó en ningún momento la posibilidad de que se sintiera atraído por un hombre. No hasta que el mismo rubio le confesara sus sentimientos en el almacén donde el profesor Crocodile los había dejado castigados. Y aun cuando comenzaron su relación Sanji no cambió en nada su trato hacia las mujeres. Bueno, sí había desistido de intentar conquistar a cuanta chica se le ponía enfrente, pero seguía ahí para cumplir con lo que ellas mandaran. Y a Zoro eso no le molestaba, no iba él a venir e intentar cambiar la personalidad del rubio, después de todo, era esta misma la que le había gustado de él, ¿no? Le era suficiente con saber que el chico no estaba sólo buscando la oportunidad para engañarlo, confiaba en él. Pero ahora…

La verdad era que no sabía qué pensar. Además ya tenía bastantes preocupaciones; estaba comenzando el último parcial del semestre y realmente necesitaba sacar buenas notas en algunas materias para no reprobar, y unos pocos días antes de los exámenes finales él tendría la que venía siendo su competencia de Kendo más importante del ciclo, la cual sin duda debía ganar, y ni hablar de ponerse a pensar en la inminente charla que tendría con su padre cuando vinieran a casa por las vacaciones, aquella en la que tendría que contarle acerca de su relación con un chico.

Bueno, el punto era que ya tenía demasiadas cosas en la cabeza como para también venir a preocuparse ahora por si su novio estaba teniendo algún resbalón con una linda tipa a la que en realidad no había rechazado. Estrujo el libro que tenía en manos ante las cavilaciones de su mente. ¿Y si en realidad era eso lo que pasaba? ¿Qué si Sanji había decidido que, después de todos esos meses que llevaban juntos, lo suyo en realidad eran las mujeres? ¿Y si estaba experimentando para ver qué le gustaba más?

Cerró su libro de golpe y pegó la frente a su mesa, decidiendo que debía dejar todas sus especulaciones de lado si no quería que su mente terminara explotando en ese instante. Pasó el resto de las clases tratando de prestar atención a los profesores sólo para distraer un poco a su cabeza, de vez en cuando mirando de reojo al chico sentado a su lado, apreciando cómo su mano se movía con ligereza al escribir y su flequillo caía con suavidad sobre su rostro. La verdad nunca había comprendido bien por qué insistía en cubrir uno de sus hermosos ojos con su cabello, pero tampoco era que se le viera mal, al contrario, le daba cierto toque de misterio que era muy atrayente.

Cuando las clases terminaron se dirigió junto con sus amigos a la salida del edificio, caminando en silencio a un lado de su novio como ya se había hecho costumbre. Él no se había dado cuenta de que, a los ojos de los demás, pareciera que estuviera caminando junto a un desconocido, dado que ni siquiera se dirigían la palabra y parecían más interesados en entablar conversación con cualquiera de los otros integrantes del grupo. Tampoco se había percatado del destello sombrío en los ojos de Sanji cada vez que esto pasaba.

Al llegar a la puerta del instituto se toparon con la última persona en el mundo que él tenía ganas de ver: aquella chica castaña que se había atrevido a besar a su novio detrás del gimnasio. Ella también los vio, y cuando pasaron cerca saludó al rubio con una gran y agradable sonrisa, la cual Sanji le regresó junto con un asentimiento. Zoro apretó los puños dentro de los bolsillos de su pantalón. Definitivamente ese no parecía el trato de una chica hacia alguien que la había rechazado.

Se separaron de sus amigos y comenzaron a caminar hacia la casa del peli verde, y Sanji no tardó en darse cuenta de que su novio estaba aún más extraño de lo que había estado durante el último mes. Sobre todo cuando llegaron a su destino y Zoro pasó por la puerta arrojando las llaves en el mueble junto la escalera y la mochila a un lado, para después adentrarse en la cocina, sin dar más señal de recordar que estaba acompañado que el haber dejado la puerta abierta. El rubio la cerró al pasar y se dirigió a la sala para dejar su mochila sobre el sofá.

Observó por unos vacilantes segundos al chico que se movía de un lado a otro en la cocina antes de armarse del valor necesario y acercarse. Nami le había dicho que debería intentar hablar con él respecto a su comportamiento, y aunque tenía un poco de miedo de descubrir la verdad detrás de ello, él necesitaba saber qué diablos le pasaba a su pareja, y lo necesitaba ya.

Oye, marimo, ¿qué es lo que te…? No terminó de hablar cuando, justo al entrar en la cocina, Zoro lo acorraló golpeando con las palmas de sus manos la pared a los lados de su cabeza. Tal fue su sorpresa que se quedó paralizado ahí, sin reaccionar.

¿Qué demonios te traes con esa tipa? gruñó el mayor sin hacer el mínimo intento de ocultar su enojo.

¿Qué? ¿De qué hablas? preguntó Sanji frunciendo el entrecejo, confundido.

Sabes perfectamente de qué hablo. ¿La chica que te saludó a la salida del Instituto?

El rubio tardó un par de segundos en comprender lo que su novio le decía, para después colocar una expresión incrédula en su rostro y soltar un suspiro que era mezcla de exasperación e indignación, conteniendo el impulso de golpearse la frente con la palma de su mano. Por dios Zoro, sólo fue un saludo. ¿Ahora no puedo saludar a alguien? Te aseguro que no tengo nada con esa señorita.

¿Ah, no? ¿Y qué hay de la carta? ¿Y la cita detrás del gimnasio? De haber podido, el mayor habría rasguñado el concreto de la pared debajo de sus manos al ver la expresión de sorpresa en el rostro de su novio, su único ojo visible, abierto hasta el límite, temblaba ligeramente ante la idea de verse descubierto.

¿Co-cómo sabes eso?

¿Qué importancia tiene eso ahora? El punto es que lo sé. Los vi.

Y entonces Sanji comprendió lo que pasaba, comprendió de qué era ese brillo dentro de los ojos de su novio, así que aflojó un poco su rostro e intentó utilizar un tono de voz tranquilo y calmado. Escucha Zoro, no sé qué es lo que hayas visto allí pero te aseguro que no es lo que piensas. Fui ahí para explicarle a Claris-chan por qué no podía salir con ella, no es de caballeros ignorar el llamado de una dama, mucho menos mentirles, por eso fui a verla.

Ya. ¿Y se supone que tengo que tragarme ese cuento de que la rechazaste, cuando ella te trata tan amablemente cada vez que te mira?

El rubio frunció el ceño, ofendido. Que Claris-chan sea amable y educada conmigo no quiere decir que tengamos algún tipo de relación a escondidas, no todo el mundo tiene intenciones ocultas detrás de su comportamiento, ¿sabías? Le dedicó una mirada desconcertada por unos segundos antes de seguir hablando. Ella no esperaba que le correspondiera. Sabía desde el principio que tú y yo tenemos una relación; toda la escuela lo sabe Zoro, no es un secreto para nadie. Sólo quería decirme cómo se sentía, eso es todo.

Zoro apretó los dientes, tragándose un gruñido. ¿Y qué me dices del beso, eh? ¿Qué explicación tienes para eso?

Sanji volvió a cambiar su expresión, ahora con una sombra de culpa cubriendo su semblante, su ojo azul oscurecido antes de agachar la mirada, pero en ése momento Zoro estaba demasiado molesto como para reparar en esos detalles o preocuparse de ellos. Fue lo único que me pidió, un beso y me dejaría en paz.

Y tú obviamente se lo concediste, ¿no? Ni siquiera te paraste a pensar un segundo en lo que yo sentiría al respecto, ¿cierto? Claro que no lo hiciste, después de todo no había forma de que yo me enterara de ello, ¿verdad?

¡No lo hice con la intención de lastimarte Zoro, lo lamento! exclamó el rubio levantando la mirada de nuevo, mirándolo con arrepentimiento. Sé que fue un error, que debí habértelo dicho y que merezco que estés enojado conmigo pero comprende que no era que estuviera tratando de ocultarte algo. Y no creas que no me siento culpable, sí lo hago porque no estoy tratando de engañarte ni esperando que la oportunidad se presente, no es eso lo que quiero.

Pero lo hiciste insistió el mayor, no dispuesto a doblegarse. Para él, todo lo que Sanji le había dicho hasta ahora eran sólo simples excusas para su comportamiento y su infidelidad. Tuviste mucho tiempo para decírmelo si en verdad hubieras querido, pero mira, al final tuve que encararte yo.

El menor apretó los puños, se sentía bastante alterado por el ambiente de la situación, además de herido por el hecho de que su pareja no pereciera dispuesto a creerle y confiar en él, y en un impulso empujó a Zoro en el pecho lo suficiente para hacerlo retroceder unos pasos, pues sentía que estaba llegando a asfixiarse con esa cercanía que habían mantenido hasta el momento. ¡Si tú no estuvieras tan alejado de mí no tendría inconveniente en contarte este tipo de cosas!

Ah no, no quieras venir a echarme la culpa de esto a mí.

¡No te estoy echando la culpa de nada, con un carajo! Sanji se retiró el fleco de la cara, que había pasado a taparle los dos ojos, y se encaminó a la salida de la cocina mascullando: Era justamente esto lo que quería evitar, otra maldita pelea.

¿A dónde crees que vas? No huyas de esto. Zoro se apresuró a tomar al otro por la muñeca, tal vez con más brusquedad de la que habría querido, pero aun así no aflojó el agarre.

Suéltame Zoro, no tengo ganas de seguir discutiendo contigo, no otra vez dijo el rubio entre dientes, no queriendo mirar a su acompañante a la cara.  

Pues lo lamento pero no hemos terminado aquí.

Sanji sintió su muñeca punzando ligeramente bajo el agarre del mayor, al tiempo que sus manos temblaban por tantas emociones mezcladas que ya no podría identificarlas. Su cabeza daba vueltas, el suelo comenzaba a sentirse demasiado alejado de sus pies. Zoro seguía hablando, o gritando, quién sabe, él ya no lo escuchaba, su voz estaba amortiguada bajo el zumbido que se había instalado en sus oídos. Estaba demasiado abrumado por demasiadas cosas: la atmósfera tensa que se había formado, los pensamientos de su mente que pasaban a la velocidad de la luz, todo el último mes cayó sobre él con un peso demasiado fuerte que ya no quería seguir cargando y que amenazaba con enterrarlo varios metros bajo tierra, en un hoyo oscuro y profundo en el que no podría encontrar salida. Entonces explotó.

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«Skypea»

Killer se recargó en la puerta de su habitación después de cerrarla, sin molestarse en estirar el brazo hacia el interruptor para encender la luz. Dirigió su mano hacia el bolsillo de su pantalón con una lentitud pasmosa, como si tuviera miedo de lo que sea que hubiera en el interior de éste, que resultó ser su celular. Cuando presionó una tecla causando que la pantalla se encendiera no tuvo la determinación para continuar con lo que se suponía que estaba haciendo, así que sólo se quedó allí, sumido en la oscuridad del cuarto donde la única luz provenía de la pequeña pantalla del aparato en su mano, el cual parecía que se estaba burlando de él y su debilidad, repitiéndole una y otra vez lo cobarde que era.

Iba ir a guardarlo de nuevo cuando la imagen de un sonriente, feliz y cariñoso chico rubio apareció en su cabeza, mirándolo con ese brillo amoroso en los ojos que había presenciado en persona tiempo atrás, y que ahora parecía una tortura. Habían pasado más de 24 horas desde la llamada de su mejor amigo, y todo ese tiempo había estado tratando de reunir el valor necesario para este momento, tenía que hacerlo, no podía seguir manteniendo a su novio en esa maldita incertidumbre cuando él no tenía la culpa de nada, si ni siquiera sabía lo que pasaba.

Tragó saliva, y apretando el teléfono en su mano buscó entre los contactos hasta hallar el suyo, y antes de que pudiera arrepentirse o el valor se le fuera de la mano, presionó la tecla para llamar. 

Continuará...

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Aún no tienen ganas de asesinarme? Tranquilos, si aún no las tienen las tendrán pronto :D 

Dejaré por aquí las respuestas de la trivia pasada, y también cómo van las puntuaciones :3 

5.- ¿Qué matería imparte en la Facultad de Psicología la Doctora Kureha? Neurociencias
6.- ¿Dónde estaban Zoro y Sanji cuando Sanji le confesó sus sentimientos, y por qué estaban ahí? En el almacen del instituto, castigados por Crocodile.
7.- ¿Cuál fue la primera pareja en formarse? MarAce
8.- ¿Qué le regala Law a Luffy cuando están en la feria? Una muñequera

Puntuaciones: 

1.-portgasace117 - 7 puntos
1.-Ariel-chan - 7 puntos
2.-anala312000 - 4 puntos
3.-Neko Kawaii - 2 puntos

Recuerden que hoy es la última ronda así que la próxima vez ya habrá un ganador :3 

Eso es todo por hoy chicos, muchas gracias a todos por leer y no olviden darse un tiempecito para dejar su opinión acerca de la historia, saben que se acepta de todo con agradecimiento :D 

Muchas gracias a todos por leer, cuídense mucho. 

Misa-chan

PD: Los reviews los contestaré en la mañana (de nuevo) Perdóóóón

*.*.*.*.*

9.- ¿Quiénes estaban en la habitación de Hospital de Marco cuando despertó la mañana después de su operación?
10.- Menciona a tres presos que hayan escapado en el ataque al vehículo de transferencia.
11.- ¿Qué era lo que hacían Killer y Sabo en la azotea del Instituto, el último día de clases?
12.- ¿Por qué Chopper no podía regresar a su casa el día que se quedó a dormir con Tsubaki?

5:27 a.m. (Hora México)


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