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Estoy a tu lado por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

Hi hi chicos!! Ya he vuelto :3 Parece que estaban un poquito enojados conmigo... aunque no puedo culparlos por ello, sólo espero que se les pase pronto. Y bueno, creo que esta vez no me he tardado tanto en actualizar jijiji, pero las vacaciones están cerca de acabarse así que... ya veremos qué sucede. 

Sin más preámbulos los dejo para que lean el capítulo, nos vemos en las notas finales. 

[Capítulo 5 ─ El Momento de decir adiós]

Marco miró el reloj en su muñeca para comprobar la hora cuando escuchó que alguien tocaba en la puerta del departamento. Tal como había pensado, no iban ni 30 minutos desde que había hecho su pedido a domicilio ─no que acostumbrara pedir comida, de hecho prefería preparársela él mismo, pero con la cantidad de papeles que tenía que revisar esa tarde acerca de un caso no había querido perder tiempo y al final optó por pedir algo─ por lo que no podía ser el repartidor detrás de la puerta.

Se extrañó ante eso, puesto que no había esperado recibir alguna visita esa tarde; Ace le había llamado hacía rato, de bastante buen humor si cabe aclarar, para decirle que saldría a comer por ahí con Bascud, y Shanks y Thatch se habrían escabullido por algún lugar privado para pasar la tarde celebrando que llevaban otro mes más juntos. Así que, preguntándose quién podría ser, se levantó de la silla de su escritorio,  donde tenía la superficie abarrotada de documentos esparcidos aquí y allá, y salió de su habitación caminando con las manos en los bolsillos.

Nada lo habría preparado jamás para lo que le esperaba detrás de la puerta, no habría pensado en ningún momento que su vida cambiaría allí, justo cuando viera a la persona que estaba esperándolo del otro lado. Tal fue su sorpresa que su mente pareció haberse desconectado por unos segundos antes de poder reaccionar.

¿Qué haces tú aquí?

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

Ahh, ¡al fin terminamos! exclamó Sabo dejándose caer de espalda sobre su cama.

Killer, sentado a su lado, sonrió y se dispuso a guardar sus libros que habían utilizado para hacer la tarea, y al terminar dejó su mochila en el suelo junto a la cama. Es un gesto automático estiró el brazo y comenzó a acariciar el cabello de su novio mientras se paseaba con los ojos por la habitación.

El fin de semana no pude observar tu cuarto muy bien, con todo lo que pasó comentó, y Sabo recordó lo ajetreados que habían estado esos días, después de la noticia de la fuga. En cierta forma creo que es lo que me esperaba, ¿cómo decirlo…? Muy tú.

El menor rió y lo observó sosteniéndose con los antebrazos sobre la cama. ¿Cómo es eso?

Pues que es lo que alguien esperaría de ti, ¿no? Puede sentirse que es tu lugar, donde te sientes cómodo.

Sabo sonrió y lo tomó del brazo para jalarlo, tumbando al otro en la cama y colocándose sobre  él. ¿Desde cuándo eres tan reflexivo? Killer se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa, su fleco había quedado hacia un lado por la caída y sus ojos azules brillaban con intensidad cuando los observó directamente. “Que dios te ayude Sabo, te estás enamorando” le dijo una alegre voz en su cabeza. Creo que tienes razón susurró.

¿Qué?

El menor negó con la cabeza. No es nada, divagaciones mías.

Killer ladeó la cabeza, tal vez no muy convencido con su respuesta, pero después sonrió de lado y estiró su brazo hacia él, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. Se miraron a los ojos por unos momentos, sonriéndose mutuamente, hasta que el mayor pasó su mano a la nuca de su novio y lo acercó a él para poder besar sus labios.

De repente el blanco techo de su recamara apareció de nuevo sobre él cuando una melodía lo sacó de sus pensamientos. No había sido su intención ponerse a recordar momentos con su novio que ahora parecían muy distantes, pero no pudo evitarlo una vez que se dejó caer en su cama al llegar de la Universidad. Se talló el rostro con la palma de su mano izquierda para despejar un poco su mente al momento que estiraba la derecha hacia el buró, donde el culpable de haber regresado a la realidad seguía sonando. Cuando acercó el celular a su rostro y vio el contacto no pudo evitar sentarse de golpe y contestar de inmediato, sin molestarse en ocultar rastro alguno de ansiedad de su voz.

¿Killer?

Hola Sabo contestó una voz del otro lado después de un par de segundos. Al escucharlo su mano comenzó a temblar y su corazón a retumbar contra su pecho con una fuerza impresionante. Cómo había extrañado ése sonido, no era lo mismo a sólo escuchar un eco dentro de su cabeza que se aparecía en momentos de silencio.

¿Cómo has estado? fue lo primero que se le ocurrió preguntar a su abrumada mente cuando pudo reaccionar.

Bien, sólo un poco… ocupado. Su voz. Sonaba diferente, ¿o era su  imaginación?. Lamento no haber llamado antes.

No, en definitiva algo era distinto en la voz de Killer. No sabría cómo explicarlo bien, pero su tono estaba algo… apagado, débil, como si estuviera resguardando algo del resto del mundo, algo que no le dejaba salir libremente. ¿Sucede algo?

El pesado silencio que siguió a sus palabras le revolvió el pecho, como si su corazón estuviera perdido, corriendo a toda velocidad por un laberinto tratando de encontrar una salida. Y después, la voz de Killer volvió, tan apagada y débil como antes, pero ahora también era lenta y cuidadosa. No, por supuesto que no.

¿Seguro?

De verdad Sabo, no tienes de qué preocuparte. ¿Cómo van las cosas por allá?

Cambiando de tema de un momento a otro, huyendo. ¿Por qué? ¿Por qué la voz de Killer sonaba así? ¿Por qué el chico le mentía? ¿Qué estaba pasando? Tantas preguntas asaltando su mente, tantas teorías que sólo lograban que la inquietud creciera aún más. Tenía miedo, le daba miedo lo que fuera que causara el comportamiento del otro, lo que podría significar. Y, como todo un cobarde, tomó la oportunidad que le proporcionaban para escapar de aquello a lo que temía. Bien. ¿Vendrás durante las vacaciones?

No lo sé, no estoy muy seguro de poder hacerlo, tengo unas cosas que hacer aquí.

Oh, ya veo. Intentó no sonar muy desilusionado, pero no tuvo mucho éxito en lograrlo puesto que el chico acaba de destruir casi por completo la esperanza que había albergado de poder verlo pronto.

Lo siento de verdad, me habría gustado verte.

Supongo que si no se puede no hay nada que hacer contestó con voz amable y comprensiva, forzando una sonrisa a pesar de que Killer no era capaz de verlo. O tal vez la sonrisa era para tratar de convencerse a sí mismo de que estaba bien.

Sí. Bueno, yo… tengo que irme ya.

¿Qué? Se le cortó la respiración y sintió que la cabeza le daba vueltas, tal vez de haber estado parado y no sentado en la cama se habría ido de bruces al suelo. ¿Tan pronto?

Sí, sólo quería escuchar tu voz un momento, pero ahora debo colgar. Llamaré de nuevo cuando pueda, ¿sí? Cuídate, adiós.

¡Espera Killer! No aún, sólo un poco más, no quería despedirse así, sintiendo que nada se había resuelto, que seguía tan alejado de él como lo había estado todos estos días sin poder comunicarse, que aún ahora que podía escuchar su voz todo se sintiera tan vacilante, tambaleándose en la cuerda floja a punto de caer y destruirse.

¿Sí?

Te amo dijo con una pizca de anhelo en la voz, esperando escuchar la respuesta del otro.

Y… y yo a ti. Chao.

La llamada se cortó y él se quedó ahí, con el celular pegado al oído y el mundo hecho añicos. ¿Acoso Killer…? ¿Él… había dudado al responderle? Sin siquiera darse cuenta todo en él comenzó a temblar: sus labios, sus ojos, su mano, su pecho; todos ellos llenos de inquietud e incertidumbre, de miedo y de inseguridad. Había tratado de huir, pero al final había tropezado, dándole la oportunidad a su verdugo de alcanzarlo.

Creyó en un principio que todo estaría bien, que ambos sabrían llevar todo este tema de la distancia, que no sería un inconveniente, pero ¿y si al final no funcionaba? ¿Y si Killer había comenzado a cansarse de eso? Tal vez el chico lo que tenía era que quería terminar con él, pero no sabía cómo decírselo.

Se llevó el celular hasta el pecho, sosteniéndolo firmemente con ambas manos. Recogió sus piernas tanto como pudo y pegó la frente a sus rodillas, encogiéndose en la oscuridad de su propia alma.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

«Skypea»

Observó el objeto en su mano, apretándolo con toda la fuerza de la que era capaz hasta que eso no fue suficiente y lo arrojó contra la pared contraria, provocando que estallara en pedazos. Gritó, desde el interior de su pecho gritó de frustración, de impotencia y dolor. Pateó la cama con toda su fuerza, importándole muy poco el dolor físico que esto le causara; derribó la silla de su escritorio; arrojó almohadas, libros, ropa y lo que fuera que encontrara a su paso. Necesitaba desahogarse, deshacerse de todo eso que llevaba dentro y que lo estaba consumiendo con rapidez, derribándolo, destrozándolo, acabando con su persona.

Era un cobarde, un maldito cobarde que estaba lastimando a la persona que amaba porque no podía enfrentarse a su propia realidad. Porque él lo sabía, en el fondo sabía que no estaba haciendo esto para proteger a Sabo, que no se lo estaba ocultando para evitarle problemas o preocupaciones. No, todo era por él mismo, egoísta y débilmente esperaba de esa forma que el dolor se fuera, salir de este lío en el que se había convertido su vida y refugiarse en un lugar donde nada de esto lo persiguiera. Pero su propia mentira lo estaba matando, escuchar la voz de su novio, desolada, preocupada, triste… era demasiado para él y de nueva cuenta quiso huir de eso, había sentido que se asfixiaba en la culpa con cada segundo que lo escuchaba.

Terminó golpeando la puerta con ambos puños, respirando con dificultad ante el esfuerzo, con la cabeza colgando hacia adelante. Su habitación había terminado siendo un desastre que representaba el embrollo de sentimientos que era su propio interior.

¿Qué demonios estoy haciendo? se preguntó con pesar.

Del otro lado de la puerta, recargado de espalda contra la pared, un hombre había escuchado todo lo que ocurriera en la habitación de su hijo, y con el corazón encogido se despegó de su lugar y caminó por el pasillo de regreso a su propia recámara.  

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

«Sabaody»

Coby suspiró mientras la puerta se cerraba tras él y se dirigió con paso cansado hacia los vestidores de empleados, masajeándose el cuello con una mano. Debía admitir que, cuando pidió el empleo, no pensó que el trabajo sería tan pesado y ajetreado, pero se había equivocado, al parecer el restaurante era lo suficientemente reconocido y popular como para que la mayor parte del tiempo tuviera mucha clientela. La paga no era mala, por supuesto, por lo que en su momento se preguntó por qué estarían tan cortos de personal, puesto que según a él le habían dicho que siempre estaban contratando meseros. Ahora lo entendía un poco mejor, algunos de los cocineros daban miedo de verdad, hasta parecían más criminales que cocineros, y no era extraño que se formara alguna pelea. Aun así la reputación del lugar no era mala. Pero bueno, apenas estaba comenzando su segunda semana trabajando, esperaba poder acostumbrarse rápido.

Suspiró y abrió la puerta del vestidor sin molestarse en tocar, pues Vivi no trabajaba los martes y ella era la única chica en todo el personal. Cuando levantó la vista, a dos pasos de haber entrado y aún con la mano en el picaporte, se detuvo. Cambiándose frente a uno de los casilleros, casi en medio de la habitación, se encontraba un chico pelinegro, quien al parecer no se había percatado de su presencia. Llevaba ya puesto el pantalón negro de trabajo y los zapatos, y acababa de quitarse su camiseta roja, por lo que tenía el torso desnudo. Antes de que el chico se colocara su camisa blanca Coby tuvo el tiempo suficiente para apreciar las extrañas marcas que surcaban su espalda, la mayoría de ellas eran gruesas y largas y se concentraban en el área de los omoplatos, pero había otras tantas diferentes, eran mucho más delgadas y, a diferencia de las demás, cruzaban por distintos lugares sobre su piel, algunas perdiéndose por los costados o los hombros.

Para cuando el chico se dio la vuelta y se percató de la presencia del peli rosa ya había terminado de abotonarse la camisa y comenzaba a colocarse el chaleco negro. Hey, Coby lo saludó con una sonrisa alegre y un movimiento de mano, cerrando la puerta de su casillero. Hoy hay mucha gente, ¿no? ¿Ya es hora de tu descanso?

Luffy-san… esas cicatrices… El nombrado se quedó con la mirada gacha y la mano en el aire, pues la había estirado para tomar uno de los delantales blancos que estaban acomodados en una canasta junto a la fila de casilleros, y al momento colocó su otra mano sobre su pecho.

¿Las viste?

En ese momento Coby pensó que debió haber mantenido su bocota cerrada y no hacer comentarios, y estaba a punto de comenzar a pedir disculpas cuando Luffy levantó la mirada de nuevo y le dedicó una sonrisa tranquila.

No te preocupes por ellas, Coby, son algo del pasado, de hace mucho tiempo. ¿Ves? dijo dándose unos golpecitos en el pecho con la mano en la que ahora sostenía un delantal Ya estoy bien, no duelen.

El menor dudó por un momento, pensando que tal vez el chico sólo estuviera tratando de evitar que se sintiera culpable por preguntar, pero la sonrisa en su rostro parecía ser realmente sincera, y a los segundos él también sonrió, convencido de que su amigo estaba más que bien.

Ahora debo ir allá afuera, antes de que alguien se vuelva loco comentó Luffy riendo un poco y acercándose a la puerta. Nos vemos después se despidió al pasar por su lado y recorrió el pasillo mientras se ataba el delantal por detrás de la cintura.

Lo primero que vio al cruzar por la puerta fue a un par de chicos que se reían a mandíbula abierta, sentados en una de las mesas del fondo del lugar. Bueno, en realidad no debieron haber sido lo primero que viera, pero sus carcajadas llamaron su atención haciendo que volteara a mirarlos antes que cualquier otra cosa. Una amplia sonrisa iluminó su rostro al darse cuenta que uno de los chicos era su hermano mayor. Estuvo a punto de correr a saludarlo cuando la campanilla de la puerta se hizo escuchar y no tuvo más remedio que ir a atender a los clientes que acababan de llegar.

Por su parte, Ace estaba pasándoselo más que bien hablando con su amigo acerca de cómo había hecho que el tal Williams se tragara sus palabras durante el encuentro.

Pero en serio, lo mejor de todo fue su expresión la primera vez que lo tiraste al suelo, ¿viste la cara que puso? ¡Pagaría por ver eso de nuevo! comentó Bascud en medio de risas, colocando las manos sobre su estómago que ya comenzaba a doler.

Estaba tan confundido, parecía como si no supiera qué lo golpeó dijo Ace, que para ese momento decir que se estaba destartalando de risa era poco, casi podía esperarse que se cayera para atrás junto con su silla. Tardó tanto en reaccionar, el pobre, como si hubiera visto un fantasma.

Y se veía tan molesto cuando la instructora Hina dio por terminado el encuentro, ¡sobre todo cuando lo mandó a la enfermería!

¡Y tuvo que pedirle a alguien que lo acompañara porque no estaba segura de que pudiera caminar hasta allí!

Ambos siguieron riendo y comentando acerca de la gran derrota de Williams por un buen rato. Ace no solía regodearse de ganarle una pelea a sus compañeros, pero haberle dado una paliza a ese tipo lo hacía sentirse tan bien y orgulloso por haberle cerrado la boca, además de que había logrado despejarse un poco descargando su furia en alguien de quien no se sentiría culpable que la recibiera.

Hubo un momento en que sus risas se volvieron tan estridentes que Luffy ─quien era el único mesero que se atrevía a acercarse a ellos─ tuvo que pedirles que dejaran de ser tan ruidosos, pues molestaban a algunos clientes. Aquello terminó con el pequeño sentado junto a Bascud y escuchando atentamente, emocionado, la historia de su hermano, hasta que Zeff le llamó la atención y tuvo que regresar al trabajo, con un puchero adornando su rostro. 

Después de eso y pasada un poco la euforia que sentían ambos (Ace por haberle partido la cara al tipo que había osado subestimarlo y Bascud por el orgullo que sentía hacia su amigo) comieron tranquilamente, lo que en el mundo del pecoso se traducía a atacar todos los platos de comida que tuviera en frente tan rápido que pareciera como si alguien estuviera tratando de robárselos, y hablaron un tanto más de cualquier cosa que se les viniera a la mente. Ace intentó avergonzar un poco a su amigo sacando el tema de una chica con la que había estado saliendo la última semana, pero Bascud lo descartó de inmediato con un comentario de «la verdad no quiero hablar de ella» y el pelinegro no volvió a tocar ese punto en toda la tarde, tratando de remediar su imprudencia con cualquier cosa que hiciera reír a su amigo. A veces no comprendía por qué el castaño no tenía una linda novia, sabía que no era porque él no quisiera pues las escasas veces en que llegaba a contarle de alguna chica con la que «podría tener suerte» se le notaba el brillo de entusiasmo en la mirada, pero la tipa en cuestión siempre terminaba yéndose después de poco tiempo. ¿De verdad las mujeres con las que Bascud salía eras tan estúpidas como para despreciarlo? Por lo menos con lo que a él respectaba el chico era un buen partido, así que esas chicas debían de ser realmente idiotas. Pero mejor dejó de pensar en eso y se dispuso a seguir divirtiéndose en compañía del otro.  

Saliendo del restaurante vaguearon un poco por las tranquilas calles de la ciudad, lo bueno de la época era el clima, no hacía frío pero tampoco calor, por lo que una caminata sentaba bastante bien con la ligera brisa revoloteando alrededor. Se despidieron en un parque y cada quien tomó rumbo hacia su casa. Mientras atravesaba el lugar para tomar camino hacia su hogar se topó con la escena de una pareja jugueteando por entre los árboles, sonrientes y felices, y le entraron ganas de llamarle a su propio novio.

Pero Marco no le contestó el teléfono. Al principio se preocupó un poco, no era algo normal que el rubio no tomara una llamada, pero después recordó que el mayor le había comentado, cuando él mismo le llamara para avisarle que saldría a comer con Bascud, que tenía mucho trabajo y probablemente se llevaría toda la tarde metido en ello, así que eso debía ser. Sí, seguro Marco estaba trabajando y no había escuchado el teléfono, o se le había descargado o algo así, no había de qué preocuparse. Guardó el celular y retomó su camino con ése pensamiento en mente, ignorando el pequeño, pero existente, nudo que se le había formado en la boca del estómago.

Cuando por fin llegó a casa le extrañó encontrar todo en completo silencio. Se dirigió a la cocina y también estaba vacía. Dejó su mochila en una de las sillas del comedor y fue a servirse un vaso de agua. A pesar de que Luffy no estuviera en casa le parecía bastante raro el silencio sepulcral instalado en ella. No se escuchaba nada, como si en realidad estuviera vacía.

Dejó el vaso en la encimera y salió de la cocina directamente hacia la escalera, con rumbo a la habitación de su hermano. Se paró frente a la puerta de madera a la espera de algún sonido proveniente del interior, pero no escuchó nada. Sin preocuparse por tocar abrió la puerta y dio un paso dentro del cuarto.

Sabo estaba tumbado boca abajo en la cama, con la cara enterrada en la almohada y el celular en la mano. A juzgar por el ligero movimiento de su cuerpo al respirar, estaba dormido.

Ace se acercó a la cama, decidiendo si debía despertarlo o no. Últimamente su hermano no había estado durmiendo muy bien, y sabía que el estrés por la Universidad era sólo la mitad de la razón, por lo que no le parecía mal dejarlo dormir un rato. Pero, por otro lado, la cocina había estado completamente limpia y vacía: Sabo no había comido nada en todo el día, y aquello tampoco era sano.

Estiró el brazo para tocar el hombro de su hermano y lo sacudió levemente—. Hey, Sabo.

El rubio no despertó y Ace se hincó en el suelo junto a la cama. Miró el aparato en mano de su hermano por un par de segundos y lo tomó. En cuanto presionó una tecla la pantalla se encendió, revelando una imagen de Sabo y Killer juntos en un parque, besándose.

Ace mordió el interior de su mejilla y miró a su hermano de nuevo. Estaba preocupado por él y por cómo estaba afectándole toda esa situación con su novio. Dejó el celular del chico en el buró y, con cuidado de no hacer mucho movimiento, se recostó en el espacio libre que había en la cama y abrazó al rubio con suavidad. Pero Sabo siempre había sido sensible al movimiento, y como ya había intentado despertarlo con antelación acostarse a su lado fue suficiente para que despertara sobresaltado.

—¿Ace?

Los ojos de Sabo estaban rojos y un poco hinchados, y Ace supo que había estado llorando hacía poco. Probablemente se había quedado dormido mientras derramaba lágrimas.

—¿Qué sucedió? —preguntó apartando un mechón rubio de la frente del otro.

Sabo lo miró con ojos acuosos y lo abrazó con fuerza, escondiendo el rostro en el hueco de su cuello. El pelinegro acarició con suavidad y lentitud la espalda de su hermano, y esperó paciente hasta que quisiera hablar.

—¿Cómo te sentirías si Marco tuviera que irse lejos de ti?

Ace respiró profundamente ante la pregunta que el rubio había hecho con voz ahogada y quebrada.

—Probablemente igual que tú.

Sabo se encogió entre los brazos de su hermano, pero no derramó más lágrimas: ya se le habían acabado todas.

—Lo extraño, Ace. Lo extraño mucho.

—Lo sé, hermano. Lo sé.

Ambos se quedaron callados después de eso. Ace dejó que el rubio se tranquilizara y despejara un poco, mientras él seguía con las ligeras caricias en su espalda. Un rato después Sabo ya estaba más tranquilo y rompió el abrazo con el pecoso para poder verlo a la cara.

—Gracias por esto, Ace, de verdad.

Ace le sonrió lo mejor que pudo y acarició su rostro antes de plantar un suave beso en su frente—. Toma una ducha, te hará bien. Mientras, yo prepararé algo para que comas. —Sabo asintió y él se levantó de la cama para dirigirse a la salida, pero sus pensamientos hicieron que se detuviera en el marco de la puerta y se giró lo suficiente para ver a su hermano de nuevo—. Sabo… sé que amas a Killer, pero a veces las cosas no salen como nosotros quisiéramos o simplemente no funcionan. Y, tal vez… sea el momento de decir adiós.

Los ojos del rubio se inundaron de tristeza antes de que bajara el rostro, con la vista clavada en sus manos, que estaban posicionadas sobre su regazo.

Preguntándose si había hecho lo correcto, Ace volvió a girarse y esta vez salió de la habitación, ahora con un único pensamiento en mente: Sabo no le había dado la razón a su último comentario, pero tampoco se la había negado.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

Se llevó una mano al rostro, justo donde sentía el dolor punzante del impacto.

Él lo había hecho, lo había golpeado.

Un puñetazo.

Sanji le había dado un puñetazo en la mandíbula.

Él, que tanto alegaba que sus manos eran el utensilio más importante a la hora de cocinar. Él, que solía darle de patadas a todo el mundo, pero que se negaba a usar sus manos para luchar, en cualquier caso. Pero lo había hecho. Había utilizado su mano para golpearlo, sin importarle que pudiera lastimarse. 

Volteó hacia el cocinero, pero no con una mirada furiosa como cualquiera se habría esperado, sino con una de incredulidad. Su sorpresa era tanta que ni siquiera podía ser reemplazada por el enojo que momentos atrás lo había dejado ciego, y que ahora lo había abandonado.

Sanji no lo miró, tenía la cabeza gacha y el rostro cubierto por su flequillo que caía frente a él. El cuerpo le temblaba ligeramente, pero lo suficiente para que Zoro pudiera darse cuenta de ello.

—Ya no me hagas esto, Zoro —pidió Sanji, con la voz temblorosa y baja, y Zoro podría haber jurado escuchar un sollozo salir también de sus labios.

—Sanji…

—Ya no más. —El cocinero levantó la mirada, mostrándole su único ojo visible con lágrimas agolpadas en él, acompañadas de la más profunda tristeza—. No quiero seguir así. No necesito ver cómo lo que teníamos va marchitándose poco a poco, que nuestra relación se aleje cada vez más de lo que se supone que es.

—¿Por qué dices eso?

—Es la verdad, Zoro. Míranos, estamos todo el tiempo peleando, y no es como nuestros piques de antes, ambos lo sabemos. Ya ni siquiera me abrazas ni me besas, no como antes, y ya no puedo soportarlo.

—¿Estás… estás terminando conmigo?

Sanji lo miró y tuvo que tragarse el nudo que se había formado en su garganta desde que había comenzado a hablar—. Sí. Es mejor que lo dejemos ahora, a que las cosas sigan este curso y lleguemos al tiempo en que no podamos soportar siquiera vernos. —Respiró profundamente e hizo el amago de darse la vuelta para salir de ahí, pero la mano de Zoro en su brazo lo detuvo.

—Sanji, no es…

—No nos hagamos más daño, Zoro. Ya ha sido demasiado.

Zoro lo observó, buscando en su mirada algo que le dijera que todo eso no era real, que sólo estaba teniendo una horrible pesadilla de la cual despertaría en cualquier momento. Pero lo único que encontró fueron lágrimas contenidas y súplicas silenciosas. Súplicas de que lo dejara ir, de que ya no lo hiriera más.

Lentamente su mano se aflojó, hasta que terminó por soltarlo. Y cuando lo hizo, sintió que algo más se soltaba en su interior, como si se rompiera una parte importante de él. Una muy importante, dejando una herida profunda y dolorosa.

Sanji apartó la mirada y se encaminó hacia el sofá, donde tomó su mochila y se la colgó al hombro. Mientras más se acercaba a la puerta de salida sus pasos se volvían más pesados, la carga en su pecho lo asfixiaba más, sus ojos ardían a tal grado de no soportar mantenerlos abiertos.

“Es lo mejor, Sanji, es lo mejor”. Se repitió esas palabras una y otra vez mientras caminaba, pensando que así podría terminar creyendo en ellas. No estaba teniendo mucho éxito.

En su mente comenzó a repetirse la imagen de él dando la vuelta y lanzándose a los brazos del chico peli verde, diciéndole que no quería irse, que lo amaba y no iba a dejarlo. Pero no podía hacerlo. Las cosas sólo empeorarían, y al final todos los buenos momentos quedarían enterrados bajo una avalancha de sufrimiento, ira, rencor y desamor. Prefería resguardar esos hermosos recuerdos en su corazón, antes que despreciarlos y tirarlos a la basura. Porque el tiempo que había pasado con Zoro no sería un desperdicio, sería una de las etapas de su vida más valiosas y preciadas que podría llegar a tener.

El mayor sintió cómo su mundo comenzó a derrumbarse a su alrededor mientras Sanji tomaba la perilla de la puerta. Él había causado esto, había dañado a la persona que amaba y ni siquiera se había dado cuenta. Ojalá pudiera decir que era culpa del cocinero, pero sería una mentira, una vil y cobarde mentira, él había estado todo ese tiempo tan sumido en sus propios problemas y preocupaciones que había dejado a su pareja de lado, alejándolo de él. Era su culpa y sólo su culpa que las cosas terminaran de esta manera.

Sanji abrió la puerta, pero antes de salir de la casa del mayor levantó la mirada hacia el frente, sin voltear en ningún momento hacia atrás.

—Yo aún te amo, Zoro, como no tienes idea. Pero… a veces, eso ya no es suficiente.

Y salió de ahí, cerrando la puerta sin volver a mirarlo.

Zoro se quedó ahí, plantado frente a la cocina, observando la puerta de su casa como quien observa al jurado que acaba de dictar su sentencia de muerte. La cabeza le daba vueltas, o tal vez era el suelo bajo sus pies, no lo sabía ni le importaba, sólo sabía que Sanji, su Sanji se había ido. “Ya no es tuyo” le recordó una maliciosa voz en su cabeza.

No… dijo al aire al momento en que apoyaba la espalda en la pared, deslizándose inconscientemente hasta el suelo, ya no lo es.

“No nos hagamos más daño, Zoro. Ya ha sido demasiado”.

—¿Cuánto te hice sufrir?

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—Sanji-kun…

Nami observó sorprendida a su amigo parado del otro lado de la puerta de su casa. No era extraño que Sanji la visitara en casa, en realidad últimamente lo hacía con más frecuencia. Pero esa vez era diferente, su rostro lucía tan distante a lo de siempre, era una completa expresión de agonía. Cuando Sanji la miró directamente toda su fortaleza, aquella que había creado justo antes de comenzar a soltarle todo a Zoro, se derrumbó por completo, y ya no pudo retener por más tiempo las lágrimas.

Se lanzó a los brazos de su amiga, llorando sobre su hombro mientras ella le acariciaba la espalda.

Lo había hecho. Lo había dejado definitivamente. Ya no habría más nosotros, ahora sólo era él. Sabía que era lo mejor, pero no por eso sería menos doloroso alejarse de la persona que amaba más que a su propia vida.

Lloraría y dejaría que todo su ser liberara sus sentimientos, que todo saliera de él. Porque al día siguiente tenía que enfrentar su nueva realidad. Una realidad en la que Zoro ya no sería más una parte de su vida.  

Continuará...

Notas finales:

Y ese fue el capítulo de hoy, espero que les haya gustado. Ya que andan aquí pueden tomarse un par de minutos para enviar un review, ¿no? Que ya saben que acepto de todo, mientras sea con cortesía :3 

Y bueno lo que todos estaban esperando(?) Las respuestas de la última ronda de preguntas y los ganadores:

9.- ¿Quiénes estaban en la habitación de Hospital de Marco cuando despertó la mañana después de su operación? Thatch y Shanks

10.- Menciona a tres presos que hayan escapado en el ataque al vehículo de transferencia. Doflamingo/Kurohige/Buggy/Don Krieg/Gekko Moria

11.- ¿Qué era lo que hacían Killer y Sabo en la azotea del Instituto, el último día de clases? Mirar nubes invisibles/inexistentes

12.- ¿Por qué Chopper no podía regresar a su casa el día que se quedó a dormir con Tsubaki? Porque había una tormenta

Y los ganadores son portgasace117 Ariel-chan con 11 puntos cada uno. El premio es, como había prometido, un one-shot para cada uno de la pareja de su preferencia. Pueden avisarme de la pareja y cualquier especificación que quieran que la historia contenga en un review o por facebook. El premio no tiene fecha límite, así que pueden tomarse el tiempo que quieran para pensarlo ^-^.

Y eso es todo por hoy chicos, muchas gracias a todos por leer, cuídense mucho y nos vemos la próxima. 

Misa-chan


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