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Estoy a tu lado por Roronoa Misaki

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Notas del capitulo:

Hey chicos! Ya pasó el mes correspondiente de espera xD Ya en serio, estoy intentando tardar lo menos posible, así que espero me perdonen. Los dejo para que lean y nos vemos abajo ;). 

[Capítulo 7 ─ Toda rosa tiene espinas]

Vivi se acercó a la puerta para recibir a los clientes cuando escuchó la campanilla sonando, aunque mentiría si dijera que no se sorprendió un poco al ver a quien acababa de entrar en el restaurante—. ¡Law-san!

—Buenas tardes, Vivi-ya —saludó el moreno con cortesía.

—Oh, sí, buenas tardes —contestó ella, recomponiéndose de la sorpresa—. ¿Vas a querer una mesa?

—En realidad hoy sólo vengo por Luffy, su turno ya está por terminar, ¿no?

—Oh, eem... ¿él sabía que vendrías?

Law levantó una ceja ante el cuestionamiento—. Pues no, no era algo que tuviera planeado así que no le dije nada. ¿Por qué? ¿Hay algún problema? —preguntó, un poco extrañado por la actitud de la camarera.

—Verás, Luffy-san tuvo un pequeño accidente hace un rato y tuvo que ausentarse para ir a la clínica a revisarse.

—¿Accidente? ¿Él está bien?

—¡Oh sí,  por supuesto! —se apresuró a aclarar Vivi al notar el tono preocupado del moreno—. No fue nada demasiado grave, sólo se torció el tobillo y dudo que se lo haya roto,  pero le insistimos en que fuera con un médico para estar seguros de que todo está bien.

—¿Y fue él solo, con el tobillo lastimado?

—No, claro que no. Lo acompañó un chico que estaba aquí, un amigo suyo por lo que vi. Cómo era que se llamaba... ¡ah sí! Kid, lo llevó Kid.

"¿Eustass-ya?" pensó Law entornando los ojos con recelo, consciente de la razón  de esa punzada de fastidio instalada en su pecho. Bueno, ¿es que acaso ese chico se la pasaba siguiendo a su novio o qué? Comenzaba a creer que se lo encontraba hasta en la sopa.

—Vivi, te llaman en la cinco —le informó uno de los camareros a la chica de manera fugaz antes de desaparecer en la cocina.

—Disculpa, debo volver al trabajo.

—Espera Vivi-ya —la llamó el chico antes de que terminara de darse la vuelta, atrayendo su atención de nuevo—, ¿de casualidad sabes a qué clínica fueron?

La mesera pareció pensarlo por un par de segundos—. Bueno, Luffy-san no podía caminar mucho, así que deben de haber ido a la que está a unas calles de aquí,  ¿la conoces?

—Sí,  por supuesto. Gracias.

La peliceleste le sonrió en respuesta y se dio la vuelta, apresurándose a donde los clientes solicitaban su presencia.

Law salió del restaurante, enfundando las manos en los bolsillos de su pantalón, y se encaminó con paso rápido hacia la clínica que la chica le había indicado. Tenía un par de cosas que aclarar con cierto pelirrojo tan pronto lo tuviera en frente.

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—¿En qué rayos estabas pensando? —refunfuñó Kid desde su posición,  apoyado con la espalda en la pared y los brazos cruzados sobre el pecho, observando al chico de cabellos azabaches que estaba sentado en la camilla de la habitación.

—Sólo estaba un poco distraído —se excusó Luffy, formando un puchero con los labios.

—Ajá, y por distraído pudiste haberte roto el pie.

El menor abrió la boca con la intención de replicar, pero en ese momento el doctor que los había atendido volvió, interrumpiendo la conversación que los muchachos mantenían, con lo que parecían ser unas cuantas radiografías en mano.

—Bueno, chico, no ha sido nada grave, no te has roto el tobillo, por suerte —dijo el hombre de forma animada, dedicándole una cálida sonrisa. Luffy ya había decidido que ese doctor le caía bien, era más agradable que la mayoría de los médicos con los que se había topado en su corta vida, y sus ojos verdes denotaban un brillo amable que daba una sensación de seguridad. Le recordaba a su doctora, la mujer que lo había ayudado cuando niño.

El hombre dejó los resultados en su escritorio y se acercó al pequeño boticario que tenía en el consultorio, tomó un pequeño recipiente verde y un par de vendas y se acercó a su paciente—. Aun así ha sido una buena torcedura, te recomiendo que guardes reposo un par de días, no debes forzar tu tobillo, sólo eso y estarás como nuevo. Ahora voy a aplicarte esto para disminuir un poco el dolor y la inflamación, y a vendarte para limitar el movimiento y evitar que el daño sea más grave. —Se hincó frente a él, dejando las vendas sobre la camilla, y abrió el recipiente verde para tomar un poco de la sustancia transparente y un tanto viscosa del interior en un par de sus dedos y esparcirlo por el área afectada, Luffy tuvo que reprimir un suspiro de alivio al sentir la frescura de aquella sustancia en contacto directo con su piel. Pasados unos minutos el doctor había terminado de aplicarle la pomada y ajustarle el vendaje, por lo que hizo el intento de ponerse en pie, pero la voz de su amigo pelirrojo lo detuvo.

—Ahah, no. Nada de caminar.

—Pero...

—Ya escuchaste al doctor, debes reposar.

—Bueno, no creo que haga mucho daño si no apoya demasiado el pie izquierdo, sólo en lo que llega a casa —aportó el médico.

—Ah, pero es que usted no lo conoce bien, el muy idiota olvidará cualquier indicación que le haya dado y saldrá corriendo por ahí a la primera oportunidad —aseguró Kid, mirando al menor con reprobación. Aunque por dentro debía admitir que se divertía un poco con ello.

—¿Y entonces cómo se supone que vaya a casa? —preguntó el menor, cruzándose de brazos como si estuviera haciendo una rabieta.

Por toda respuesta Eustass se acercó a la camilla, colocándose de espaldas frente al chico, y se acuclilló a la altura de sus rodillas.

También en silencio Luffy se acomodó en la espalda de su amigo, rodeándole la cintura con las piernas y el cuello con los brazos. Kid ya lo había cargado de esa forma para llevarlo a la clínica, dado que el chico era demasiado alto como para intentar ayudarlo a caminar apoyándose en sus hombros, además de que esa forma le parecía más simple y rápida para sacarlos del problema.

El doctor le dio un par de indicaciones más para evitar mayores daños y ambos chicos salieron del consultorio y abandonaron la clínica, Kid sosteniendo al pequeño desde los muslos y cuidando de no mover mucho su pierna izquierda para evitar lastimarlo.

—Por cierto Kid, ¿dónde está tu motocicleta? Creí que ya habías terminado de repararla —preguntó Luffy con curiosidad, inclinándose por sobre el cabello rojo fuego para intentar ver al otro a la cara.

—Eh, no te muevas así, quédate quieto —advirtió Kid, reacomodándose al menor y haciendo que diera un pequeño salto en el acto—. La dejé en el taller, aún quiero hacerle algunos ajustes para perfeccionarla.

—Hmm, me habría gustado montar en ella otra vez —comentó acomodando la cabeza contra el hombro del mayor—, aunque esto también es divertido, shishishi.

—No te acostumbres. —Luffy sólo volvió a reír en respuesta y él no pudo evitar formar una pequeña sonrisa. De ahí ninguno volvió a hablar, lo que al mayor le pareció un tanto extraño tratándose del chico que llevaba en su espalda, pero en seguida se dio cuenta de que los brazos que le rodeaban el cuello habían dejado de apretarlo y ahora estaban algo flojos, al igual que la acompasada y silenciosa respiración del otro. Se había quedado dormido en tan sólo un par de minutos.

—Caray contigo. Que conste que si te caes no será mi culpa. —A pesar de sus palabras el mayor se aseguró de sujetarlo con más firmeza para evitar cualquier imprevisto. El tema de la distracción del chico aún hacía que le picara la espinita de la curiosidad, no comprendía qué rayos podría estar pasando por su cabeza como para apagar a ese enérgico chico de esa manera. Pero él no estaba preocupado, por supuesto que no, era mera curiosidad.

Todo estuvo tranquilo por un par de calles, hasta que dio vuelta en una esquina y se topó cara a cara con alguien que no parecía muy feliz de verlo—. Trafalgar.

—Eustass-ya —contestó el de ojos grises con aspereza, apretando los dientes al ver la posición en la que su pequeño Luffy se encontraba—. Te agradecería que bajaras a mi novio.  

Kid suspiró para sus adentros. Perfecto, simplemente perfecto, lo que le faltaba—. Tiene el tobillo lastimado y está dormido, por si no lo habías notado —ironizó el pelirrojo— no creo que pueda mantenerse en pie.

—Entonces dámelo —indicó estirando los brazos, su mirada no había dejado de ser gélida en ningún momento y no daba lugar a replicas ni excusas. Él quería que Kid le devolviera a su novio, y lo quería ya.

Eustass decidió que no tenía ganas de discutir con el moreno, así que resignándose dio un par de pasos al frente y, a como pudo, le entregó al menor tratando de no despertarlo.

En cuanto Law tuvo al pequeño en sus brazos, con la cabeza apoyada en su hombro mientras seguía durmiendo apacible, lo apretó contra su cuerpo con firmeza y se dio la vuelta, dispuesto a retirarse sin agregar nada más a la conversación.

—Trafalgar. —Su plan se desvaneció en el aire cuando el mayor le llamó de nuevo.

—No sé cuál sea tu interés en Luffy, Eustass-ya, pero no voy a dejar que me lo arrebates tan fácilmente —dijo el de ojos grises, apenas girándose lo suficiente hacia el otro como para poder verlo.

A Kid aquello le sonaba a declaración de guerra, sólo que él no tenía una guerra que librar puesto que no estaba tratando nada indecoroso con el pequeño monito, algo que Trafalgar no parecía ser capaz de entender. Además, ¿qué pasaba con ese tono posesivo suyo?

—Es un chico, no un objeto, ¿sabías?

—Me parece irónico que tú lo digas.

Touché.

Kid se pasó una mano por entre el cabello, conteniendo un gruñido de exasperación—. Escucha, Trafalgar, de verdad no tengo intenciones de volver a entrometerme entre ustedes, no soy tan estúpido como para intentarlo siquiera.

—Mantente alejado de Luffy y tal vez te crea. —Law le dedicó una última mirada aprehensiva antes de volver a dar la vuelta y alejarse del pelirrojo, con su pequeño novio aún dormido y sin enterarse de nada de lo que pasaba.

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Mihawk sabía que algo estaba mal. Podía notarlo en la forma en que Roronoa había estado comportándose en los entrenamientos durante los últimos días. No era que estuviera distraído o decayendo en su rendimiento, para nada, más bien era su estilo lo que había cambiado. El chico siempre había dado todo de sí, él lo sabía, había notado su talento desde el primer día en que había puesto un pie en el dojo de la escuela, cuando a pesar de ser un recién ingresado de primer año había logrado vencer a unos cuantos veteranos del club. Pero de unos días para acá parecía un tanto diferente, sus movimientos eran aún más rudos y agresivos, su rostro siempre con el ceño fruncido y su mirada asustaba a algunos otros miembros más de lo normal, y cada vez que se enfrentaba a alguien parecía estar tratando de descargar toda su frustración en su contrincante, e incluso en los entrenamientos individuales había causado mucho daño en los muñecos de prueba. Todo su lenguaje corporal gritaba que algo le sucedía, algo que al pobre adolescente le sacaba de sus casillas.

Por ello, cuando el entrenamiento de esa tarde terminó, Mihawk salió a los lavaderos que se encontraban frente al dojo, donde encontró a Roronoa mojándose el rostro manteniendo la cabeza bajo el chorro de agua de una de las llaves. Se acercó a él.

—Roronoa, ¿podría hablar conmigo un momento?

El nombrado cerró el grifo y se incorporó secándose el rostro con la toalla que llevaba sobre los hombros, para después hacer un asentimiento en dirección al mayor.

El profesor le indicó que lo siguiera y comenzó a caminar hacia el interior del instituto, con el chico unos cuantos pasos detrás de él, recorriendo los pasillos que a esa hora se encontraban desiertos, a excepción de algún maestro que aún se encontrara vagando por ahí, hasta que llegaron a la sala de profesores. Zoro se contuvo de hacer una mueca; cuando un profesor te citaba a la sala de profesores quería decir que te habías metido en un buen lío. Él no había visitado ese lugar en un tiempo pero aún recordaba que no era una experiencia especialmente agradable.

Mihawk se sentó en su escritorio, haciendo un ademán al chico para que hiciera lo propio frente a él. El peli verde obedeció sin dejar de lado el semblante inexpresivo que había adoptado desde que el mayor se dirigiera a él después del entrenamiento.

—Verá, Roronoa, me gustaría hablar sobre su comportamiento durante los últimos días.

—¿He hecho algo indebido, señor? —preguntó el joven con respeto, asegurándose primero de no haberlo interrumpido al hablar.

—No, no ha hecho nada que pueda causar algún problema. Al menos no que yo esté enterado.

—¿Mi rendimiento en los entrenamientos lo ha decepcionado, acaso?

—No, Roronoa, esto no es acerca de su rendimiento físico.

—Disculpe, señor, pero entonces no comprendo qué hago aquí.

Ojos de halcón entrelazó los dedos de sus manos y los colocó sobre la superficie del escritorio, adoptando una pose aún más seria que antes—. Como usted comprenderá nuestro deber como educadores no se limita a transmitirle a los jóvenes los conocimientos académicos requeridos, también nos preocupamos por  su bienestar y los posibles problemas por los que puedan atravesar durante su desarrollo como adolescentes.

—Ajá… —comentó Zoro un tanto perdido, no comprendía a dónde quería llegar el mayor con esta plática.

—Roronoa, ha llamado mi atención que últimamente ha estado más alterado de lo habitual, hasta me atrevería a pensar que un poco iracundo, y entiendo que como estudiante y dado el rendimiento académico requerido para poder continuar con sus actividades extracurriculares debe encontrarse bajo mucho estrés, pero aun así tengo mis razones para suponer que hay algo más que podría estar inquietándolo, ¿me equivoco?

El chico se tensó al escuchar esa observación, pero trató de ocultar cualquier signo que pudiera demostrarlo—. Usted lo ha dicho, he estado algo estresado por las materias, ¿qué le hace pensar que hay algo más?

Mihawk, al darse cuenta de que el chico no parecía muy dispuesto a cooperar, decidió tratar de abordar el tema con el mayor tacto posible—. Como debe saber yo, al igual que la mayoría de los profesores de esta institución, estoy enterado del… tipo de relación que hasta hace poco mantenía con el joven Kuroashi. Conozco esos términos, y conozco a su padre, Roronoa, he tenido la oportunidad de tratar con él durante varios años y entiendo que hay ciertos temas que son difíciles de tratar con él, que podrían ocasionar alguna disputa o un enfrentamiento no deseado…

—No quisiera sonar grosero, señor —interrumpió el estudiante, tratando de mantener el tono respetuoso en su voz— pero mi vida personal es… privada, y no me gusta mucho discutir acerca de ella.

El mayor dejó salir un poco de aire y rompió su posición, volviendo a sentarse derecho contra el respaldo de su silla—. Lo comprendo perfectamente y me disculpo si he llegado a incomodarlo. Sólo quiero recordarle, Roronoa, que todos tenemos problemas, pero interiorizarlos sólo lograra que estos se vuelvan aún más dañinos.

—Le agradezco su intención, señor, pero no debe preocuparse por mí. Si le hace sentir más tranquilo, el problema con mi padre… ya no tiene importancia. Si me disculpa, me retiro. —El chico se levantó de su asiento y se despidió con un asentimiento antes de salir de la sala de profesores.

Mihawk suspiró para sus adentros, ese chico era tan orgulloso. De cierta forma le recordaba un poco a él mismo. 

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Cuando Luffy despertó, tomándose un par de segundos para despejar de sus ojos la ensoñación que aún le quedara, se percató de que ya no se encontraba en la espalda de Kid, y mucho menos en su compañía. Estaba recostado en el largo sofá de la estancia de la casa de su novio, con su pie izquierdo descansando en alto en el reposabrazos y una almohada bajo su cabeza.

—Oh, ya despertaste. —Reconocería esa voz en cualquier parte. Casi de inmediato su chico de ojos grises entró en su campo de visión, colocándose detrás del sofá.

—Hola Law. —El menor sonrió levemente, aún se encontraba un poco adormilado, pero se pasó una mano por los ojos para intentar disipar esa sensación.

Luffy se incorporó sentado y Law rodeó el sofá para sentarse junto a su novio en el espacio que acababa de dejar libre, tomando la almohada para colocarla en su regazo y dejando que el menor se recostara contra su cuerpo y así poder mantener su pie en el reposabrazos.

—Lamento haber dejado que durmieras aquí, pero no quise llevarte arriba por lo de tu tobillo —dijo el de ojos grises, acariciando el cabello azabache de su pareja.

—No importa, dormí bien —contestó con una sonrisa risueña, colocando una mano en el cuello del mayor y acercándose lo suficiente para plantarle un suave y dulce beso en los labios—. Oye, ¿cómo terminé aquí? Kid dijo que me llevaría a casa.

—Oh, eso… pues, nos encontramos por casualidad y le dije que yo me encargaría de cuidarte, supongo que él regresó a su departamento después de eso.

—Ah, ya veo. —Sonrió con tranquilidad y se acomodó mejor contra el pecho de su novio, jugueteando un poco con la muñequera que el mayor llevaba en el brazo derecho, con el cual le había rodeado la cintura.

—Luffy, me gustaría que habláramos un poco sobre tu amistad con Eustass-ya.

—¿Hm? ¿Qué pasa con Kid? —preguntó el chico, un poco confundido.

—Es sólo que creo… que no deberías pasar tanto tiempo con él —explicó el mayor, con el rostro y la voz serios—, tal vez le tienes demasiada confianza.

—¿Por qué? Es mi amigo, se supone que confíe en él.

—Sí pero, esa… cercanía entre ustedes me parece demasiada, creo que su relación es más estrecha de lo que debería.

Luffy frunció ligeramente el ceño y se incorporó, bajando con cuidado el pie hacia el suelo y sentándose para ver a su novio de frente—. ¿Estás celoso? —Law apretó sus labios en una fina línea ante la acusación—. ¿Es eso?

—¿Y acaso no tengo derecho a estarlo? —contestó el moreno con molestia—. Él parece estar todo el tiempo detrás de ti, y tú tampoco tienes ningún problema con eso.

—Kid es mi amigo y lo trato como tal.

—Yo también era tu amigo —bufó Law, poniéndose de pie dado que no se sentía capaz de seguir con esa conversación mientras estuviera en esa posición, necesitaba dejar salir la ansiedad de su cuerpo así que caminó hasta la mesa del comedor con los brazos cruzados sobre el pecho, tamborileando con los dedos sobre su brazo.

Luffy interpretó sus acciones como un intento de alejarse de él y eso lo hizo sentir aún más desencajado que antes—. Eso es diferente Law, y lo sabes. Yo no trato a Kid como lo hacía contigo, no te he dado razones para que desconfíes de mí.

—El problema no eres tú Luffy, es que no confío en las intenciones que él tenga contigo —replicó el de ojos grises, tratando de guardar un poco de paciencia para no perder el control pues su novio no parecía estar entendiendo lo que él trataba de decirle—. Tan sólo mantén las distancias con él, ¿quieres?

—Pero es que no le veo el caso a hacerlo —contestó el menor, levantándose para poder ver al moreno a la cara sin tener que estar volteando medio cuerpo desde su asiento en el sofá—. Confío en Kid, y si él estuviera intentando algo más que una amistad conmigo yo me daría cuenta. Y aun así, él no haría nada que yo no permitiera y yo no voy a permitir que haga algo…

—¡Aún no!

Luffy se quedó sin habla, con los ojos bien abiertos y observando con incredulidad a su acompañante. No podía terminar de creer lo que acababa de escuchar salir de su boca.

En cuanto Law se percató de lo que había dicho se arrepintió de ello. Desvió la mirada pasándose una mano por el cabello y respiró un par de veces para tranquilizarse antes de intentar hablar de nuevo, no quería volver a decir algo impulsivo—. Lu…

—Será mejor que me vaya —interrumpió el chico a lo que sea que el otro quisiera decir y no esperó mucho antes de comenzar a dirigirse a la salida, demasiado afectado por aquellas palabras como para soportar seguir con el tema en ese momento.

—Espera, no puedes caminar —dijo Law en un intento por detenerlo, apresurándose a ir tras él.

—Estoy bien, no te preocupes por mí —contestó fríamente al momento de abrir la puerta.

—¡Luffy! —Trafalgar lo tomó de la muñeca evitando que saliera de la casa, pero aun así el menor no se volteó a mirarlo y se limitó a mantener la cabeza gacha—. No quise decir eso.

—Pero lo hiciste —contestó enfrentando sus ojos una vez más y zafándose del agarre sin brusquedad, el mayor no lo había apretado mucho así que no fue necesario usar demasiada fuerza para liberarse—. No confías en mí Law, y eso… eso es… —Luffy no completó su oración y apartó la mirada con rapidez—. Te veo después.    

Lo último que el mayor pudo observar antes de que Luffy cruzara el umbral de la entrada y la puerta se cerrara tras él fue una mirada de tristeza ensombreciendo el siempre alegre rostro de su adorado novio. Y él había causado esa mirada, él y sus estúpidas inseguridades.

—¡Maldita sea! —Golpeó la madera de la puerta con un puño, sin prestarle atención al dolor en sus nudillos por la acción, y se dio la vuelta para subir las escaleras hacia su habitación, sin poder sacarse esa tortuosa mirada apagada de su cabeza. Para cuando entró  a su cuarto se veía abatido y se sentía la peor persona del mundo. Se arrojó a su cama sin molestarse en siquiera quitarse los zapatos, esperando que las sabanas le hicieran un favor y se lo tragaran vivo.

Por su parte Luffy caminaba con la cabeza caída hacia el frente, y cuando un par de traicioneras lágrimas escaparon de sus ojos las limpió de inmediato. Tal vez lo normal sería que estuviera enfurruñado, o lanzando improperios a todo ser viviente en el mundo y en especial a cierto chico de ojos grises, pero lo único que pasaba por su cabeza eran las palabras que Law le había dicho. No lograba comprenderlo, ¿por qué no confiaba en él? ¿Qué había hecho para hacerle pensar que sería capaz de engañarlo? Por más que le daba vueltas al asunto no lograba encontrar algo que lo ayudara, y sólo terminaba por deprimirse más.

Detuvo su andar después de un par de minutos al darse cuenta de que ni siquiera se había fijado hacia dónde estaba caminando, lo único que había querido era salir lo más rápido posible de ese lugar y no pensó en el rumbo que debía tomar. Tan sumido en sus pensamientos y angustias que también había olvidado por completo el dolor en su tobillo, pero ahora que se había detenido a pensar por dónde tenía que ir para llegar a casa volvió a sentir el molesto dolor que no le permitía apoyar en el pie izquierdo, dolor que por cierto se había incrementado gracias a la brusca caminata que acababa de dar por casi salir corriendo de esa casa.

Intentó seguir caminando, pero después de unos cuantos pasos desistió al darse cuenta de que el dolor no iba a disminuir y tal vez sólo lograra empeorar las cosas. Resignado se sentó en la acera, con la pierna izquierda estirada en una posición que no fuera incómodo y pensó en lo que podía hacer. No tenía dinero como para llamar a un taxi, y la verdad no tenía muchas ganas de llamar a sus hermanos y mucho menos a su abuelo. Y no iba a volver a la casa de Law. Aunque quisiera (que no quería) tendría que caminar para ello, así que quedaba descartado. Tampoco iba a llamarle para que lo llevara a casa, no en ese momento. Eso sólo dejaba una opción.  Sacó el celular del bolsillo de su pantalón y pulsó el número 4 en marcación rápida.

—Hola… sí, sólo que… ¿podrías ayudarme en algo?

*.*.*.*.*

—¿Y bien?

—¿Y bien… qué? —preguntó Luffy tratando de hacerse el desentendido, mirando hacia cualquier lado menos al chico del que en ese momento iba montado en su espalda—. Es hacia el otro lado, Zoro.

El nombrado gruñó por lo bajo, pero sí corrigió la dirección por la que iba—. No intentes cambiarme el tema, ¿qué fue lo que pasó?

—Pues… ya sabes, estaba distraído y me caí…

—No me refiero a eso.

—¿Ah, no?

Zoro se tomó un par de segundos para detenerse, girar el rostro y dedicarle al menor una mirada significativa—. Me refiero a por qué tuviste que llamarme para que viniera a recogerte si la casa de Law estaba a tan sólo unos cuantos metros de distancia de donde te encontré. —Luffy se mordió el labio y desvió sus ojos hacia algún punto debajo del hombro de su amigo.

El mayor en realidad ya podía darse una pequeña idea de lo que ocurría, pero no era algo normal que el chico estuviera tan decaído, aun cuando los últimos días se le veía algo afectado por el asunto con sus amigos, pero ahora era diferente, ahora no había ni un pequeño intento de sonrisa en su rostro. Zoro volvió su vista al frente y retomó el camino hacia la casa del menor.

—Escucha, no tienes que decirme si no quieres hacerlo, lo comprendo.

El pequeño escondió la cara contra el hueco en el cuello del otro, abrazándose con un poco más de fuerza a él—. Discutimos. Fue… algo fuerte, creo. No habíamos discutido así antes.

—Ya veo. Y, ¿por qué fue que discutieron?

—No confía en mí, Zoro —contestó Luffy, con su voz apagada—. Piensa que en algún momento terminaré engañándolo con Kid, y eso… eso duele.

Zoro suspiró al comprender el asunto—. Claro, ya entiendo.

—No sé qué hice para hacerle pensar eso.

—Tú no tienes la culpa, Luffy, al menos no del todo.

—¿Entonces?

El peli verde lo pensó un poco antes de contestar—. Mira, recuerda que Law solía ser un chico solitario antes de que tú llegaras, no se relacionaba con los demás, al menos no de una forma que implicara sentimientos de por medio. No está acostumbrado a recibir o dar muestras de afecto de índole romántico. Tú, por el contrario, eres un chico muy afectivo, siempre estás demostrándole a los demás lo que significan para ti, saltando encima de todo aquél al que le tengas afecto, y defendiendo a capa y espada a todos los que son importantes para ti. En eso, ustedes dos son totalmente diferentes.

—Bueno, sí, pero aun no comprendo qué tiene que ver eso con Kid —dijo Luffy, confundido.

—Él y Law tuvieron sus problemas hace tiempo, tú lo sabes, y ahora Kid es tu amigo y tú no tienes problema en demostrar que le aprecias. De cierta forma, eso hace que Law pierda un poco el piso. No estoy tratando de justificarlo, Luffy; la confianza es un factor indispensable en una relación, pero ten en cuenta que los celos nacen del miedo que tienen las personas de perder a quienes aman, y en ocasiones nos hacen cometer errores, graves errores.

El menor se quedó en silencio por un momento, ahora con la barbilla apoyada en el hombro de su amigo—. ¿Eso fue lo que sucedió entre Sanji y tú?

Zoro se quedó paralizado al escuchar el cuestionamiento—. ¿Di-disculpa?

—Pensaba en ustedes, ¿sabes? Por eso estaba distraído —comentó el chico—. Es sólo que… no entiendo, ¿por qué terminaron?

El mayor respiró profundo y, una vez más, retomó el camino, sólo que en ésta ocasión se encontraba tenso de la cabeza a los pies. No era un tema del que quisiera hablar en realidad, y estaba comenzando a sentir cierta opresión que ya podía reconocer instalándose en su pecho. Bueno, de todas formas tendrían que hablarlo tarde o temprano, ¿no?

—Mira, las cosas se pusieron… complicadas entre nosotros.

—¿Cómo así? —preguntó Luffy con el ceño fruncido en un gesto de confusión.

—Pues, nos hacíamos más mal que bien. O al menos, yo se lo hacía a él —contestó con una amarga expresión.

—¿Y por qué lo hacías?

“Porque soy idiota, imbécil y estúpido, por eso” dijo para sus adentros—. Me centré en mí mismo y comencé a descuidar nuestra relación, y cuando me di cuenta de ello quise culpar a otros de mis propios errores. Al final los celos me sobrepasaron. Tenía tanto miedo de perderlo, que yo mismo lo alejé de mí.

Luffy se sintió aún más deprimido al notar el semblante de Zoro, aunque se esforzaba por permanecer inexpresivo, algo que tal vez funcionaria si él no lo conociera tan bien y supiera descubrir sus métodos para ocultar su tristeza o cualquier otro sentimiento. Quiso ayudarlo, pero no tenía idea de lo que podía hacer para ello.

—¿Por qué no intentas volver con él?

—Oh Luffy, vamos —contestó Zoro, como si ésa idea le pareciera por completo ridícula.

—¿Qué? Si sabes en qué te equivocaste, ¿por qué no intentar remediarlo? ¿Por qué no darse una segunda oportunidad?

—No es tan simple.

—¿Por qué? ¿Acaso ya no se aman?

—No tiene que ver con eso, Luffy —dijo Zoro con algo de impaciencia en la voz.

—¡Tiene todo que ver! —insistió el azabache, exasperado por no estar consiguiendo que su amigo entrara en razón—. Si lo amas, ¿cómo puedes soportar estar alejado de él y no hacer nada por intentar recuperarlo?

—¡Él me terminó, Luffy! —explotó el mayor, sin poder seguir manteniendo la inexpresividad en su rostro. Respiró para tranquilizarse aunque fuera un poco y dejó salir el aire en un suspiro derrotado—. Él decidió que ya no quería tener nada que ver conmigo, que no podía seguir así. Las cosas están mejor de esta forma, no quiero seguir haciéndole daño.

—Entonces no lo hagas —dijo el menor, con el tono de voz algo decaído—. Tú puedes elegir no hacerlo. Además, ¿no se supone que si amas algo, debes luchar por ello?

Zoro tardó unos segundos en responder—. Cuando amas a alguien, lo único que quieres es que esa persona sea feliz. A veces hay que aceptar que esa felicidad no la conseguirá a tu lado.

—Pero él era feliz contigo —aseguró Luffy. Él aún podía recordar cómo era Sanji hasta un par de meses atrás, la sonrisa que casi siempre llevaba pintada en los labios, ese ligero brillo especial que se lograba apreciar en el ojo que se dejaba a la vista y esa actitud alegre que solía cargar. Había sido así desde que comenzaran su relación, si las cosas habían cambiado de forma desafortunada no quería decir que en realidad no habían logrado ser felices al lado del otro.

—Era, Luffy, palabra clave.

—Podría volver a ser así, ¿no?

—No veo el cómo.

Luffy perdió la paciencia y le soltó a su amigo un golpe en la cabeza, algo arriesgado considerando que Zoro pudo haberlo soltado para que cayera al suelo—. ¡Pues búscalo, idiota! ¿Vas a rendirte ahora sólo porque las cosas no salieron bien la primera vez? Sanji te ama y estoy seguro de que lo sabes, y hasta donde yo sé lo único que puede mantener alejadas a dos personas que se aman es el miedo.

—Luffy, ¿pero qué rayos estás diciendo ahora? —preguntó el peli verde, más sorprendido que molesto por la repentina pérdida de control del chico.

—Zoro, tienes miedo —declaró el menor con voz seria—. Temes seguir lastimándolo, tienes miedo de hacerle daño de nuevo, pero eso no tiene por qué pasar. No necesariamente debes equivocarte de esa forma otra vez. Sólo tienes que esforzarte más ésta vez, pídele perdón y vuelve a intentarlo. Tal vez en esta ocasión las cosas salgan mejor.

Zoro volteó la cara hacia el frente, aunque en realidad tenía la mirada pérdida. *”Yo aún te amo, Zoro, como no tienes idea”*—. No lo sé, Luffy, no lo sé.

El resto del camino lo hicieron en completo silencio. Luffy desistió de intentar algo más, ya le había dicho a su amigo todo lo que tenía que decirle, lo que él decidiera hacer ahora era sólo cosa suya. Él lo único que quería era que las cosas entre todos volvieran a ser como lo eran antes, ¿acaso eso era demasiado pedir?

Continuará...

Notas finales:

Sííí, sé que todo el mundo quería saber lo que pasó con Ace y Marco, iba a ponerlo en éste cap pero luego me di cuenta de que me saldría muy extenso y lo dejé hasta aquí, así que creo que tendrán que esperar un capítulo más. Las amenazas de muerte también se aceptan en los reviews :3. 

Así que eso es todo por hoy con respecto a la historia, espero que les haya gustado ;). 

Un pequeño aviso, para quienes leían a portgasace117 o alguna de sus historias ("dulce, dulce universidad" o "una navidad de chocolate") me ha pedido les informe que tiene ciertos problemas en su cuenta que le imposibilitan ingresar en ella, esto sumado a algunos otros problemillas personales derivan en que no podrá seguir publicando, al menos por un tiempo, y les manda una disculpa. 

Les recuerdo que ya pueden pasar a leer el one-shot que publiqué para Ariel-chan por ganar la trivia HTH, que es un LawLu. 

Muchas gracias a todos por seguir leyendo, cuídense mucho y nos vemos la próxima. 

Misa-chan


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