Castillos en el aire
I
Hubo una vez un país de miel Con tejados color bermellón
Esta es la historia de un lindo príncipe llamado Misaki Takahashi, era un lindo castaño con un par de esmeraldas como ojos, tan verdes, tan puras… la inocencia personificada; era un joven de dieciséis años recién cumplidos, la edad idónea para casarse.
Su hermano mayor Takahiro Takahashi, como responsable del lindo joven, creyó conveniente realizar un baile para que los nobles de otras tierras conocieran a tan preciada joya del reino Takahashi.
Takahiro como heredero del reino tenía su futuro establecido en esas tierras, en cambio su pequeño hermano, si bien quedaba prendado por uno de los nobles aunque se le rompiera el corazón dejaría que Misaki hiciera su vida en otro lugar pero, si Misaki no mostrara interés en alguno de los nobles, entonces el futuro aseguraba que lo tendría a su lado para siempre. Aunque Misaki llegara a casarse con algún habitante del reino no saldría del castillo y lo tendría cerca. Pese a negarlo, Takahiro rezaba en su interior que lo último sucediera.
En la noche del baile, ante la sorpresa de Takahiro, entre los nobles que intentaban cortejar a Misaki también se encontraba su amigo de infancia, el rey Akihiko Usami. El reino Usami era el más grande que se hubiera conocido, una fantasía para muchos, respetado por todos. Takahiro y Akihiko estuvieron en la misma academia militar donde instruían a los herederos de cada reino, se hicieron amigos y continuaron siéndolo cuando la preparación concluyó. Se visitaron en varias ocasiones y terminaron distanciándose cuando Takahiro contrajo matrimonio con una doncella y fue nombrado rey, eso hace casi diez años, diez años sin verse y ahora no soltaba a su pequeño hermano.
Pasada la sorpresa Takahiro sonrió, si tuviera que elegir a un noble para encomendarle a Misaki… ese sería Akihiko. Los años no pudieron haber cambiado el corazón amable y noble de un hombre, mucho menos de aquel hombre de cabellos plateados e himnotizantes ojos magenta.
Para felicidad de Takahiro, dicha de Misaki y decepción de los otros nobles, el rey Akihiko Usami conquistó la joya del reino Takahashi.
Pasaron los días y las cartas que el lindo Misaki recibía regocijaban su inocente corazón, suspiraba por los jardines, cantaba en cada oportunidad, contagiaba con su alegría a los habitantes del reino Takahashi… tres meses después de haberse conocido e intercambiado cartas, se volvieron a ver.
--Usami-san, espero que el viaje no haya sido muy pesado. –decía un lindo castaño con un ligero rubor en sus mejillas “¿Cómo debo actuar después de haber leído esas bellas palabras?... Mi corazón no se calma, espero que Usami-san no pueda escucharlo, no aún.” Pensaba.
--Misaki… ¿Puedo llamarte por tu nombre? Es por las cartas que me acostumbré a decir tu nombre. –pedía con la cordialidad digna de un caballero el rey.
--Por supuesto, Usami-san. –intentaba no tartamudear el lindo príncipe un poco más ruborizado.
--¡Hola Akihiko! –saludaba Takahiro –Me alegra el volver a verte, Misaki ¿No has ofrecido nada a nuestro invitado?
--Lamento mi descortesía Usami-san, vallamos al jardín. Se ha dispuesto de una mesa para tomar té mientras el almuerzo está listo –decía apenado el príncipe “Rayos, ojalá Usami-san no crea que no seré un buen esposo.”.
Ya en el jardín, antes de ser interrumpidos para el almuerzo, el rey Usami se arrodilló frente a un atónito castaño.
--Misaki, sé que es un poco apresurado y que antes de proponerlo mandaría escribir tu nombre en el cielo con las estrellas en él, haría que brillaran incluso en el día para que veas de lo que soy capaz… pero el hacerlo llevaría tiempo y tiempo es lo que no quiero dejar pasar sin que estés a mi lado. –tomó con delicadeza la mano izquierda del lindo castaño –Misaki, por un lado me siento mal con tu hermano por atreverme a llevarte lejos, más me consuela que él ya te tuvo todo este tiempo y que él acepta el que ahora puedas ser mío. –tomó un anillo de oro blanco y lo colocó en dedo correspondiente –Misaki ¿Me harías el honor de casarte conmigo? Si dices que sí, me harías el hombre más feliz que el sol pudiera ver, si dices que no, que preparen una tumba ahora mismo que podría morir.
Las esmeraldas del lindo príncipe jamás lucieron tan brillantes y llenas de vida como en ese instante y como el día de su boda.
Las campanas de la iglesia resonaban en todo el reino Takahashi, sus habitantes se alegraban por el príncipe aunque se entristecían por su partida pues los monarcas eran apreciados por su pueblo, pero el más querido era el castaño incluso por el mismo rey Takahiro; felicitaciones y buenos deseos para los novios vestidos de blanco que abordaban un carruaje que no pararía hasta llegar al castillo Usami.
Takahiro y Misaki se observaron por última vez, en una muda despedida se prometían volver a verse ¿Cómo dejar en el olvido a un familiar? Menos a uno que estuvo pendiente de ti al quedar huérfanos de padre y madre… eran tan unidos que no pudieron evitar un ligero llanto. La carrosa se puso en marcha hacia el nuevo hogar del castaño.
Después de tres días y medio, Misaki pudo ver aún a distancia el gran castillo Usami que sobresalía con creces de las modestas casas que el pueblo había. Parecía un sueño. Un reino flanqueado por montañas de hielo y amplios campos verdes, ahí medio escondido, sobresalía un lago cristalino. El reino Usami parecía fuera de este mundo.
Con un suspiro ante la nueva vida, Misaki se volvió hacia su esposo y le regaló una sonrisa. Su vida como esposo recién iniciaba.
>>Continuará...