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Castillos en el aire por Kunay_dlz

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Notas del capitulo:

Aquí el octavo capítulo.

 

 

 

Castillos en el aire

 

VIII

 

Pagó por mi amor con piedras

 

Rompió mi ilusión con piedras

 

 

 

El reino Usami, un bello espejismo para el antiguo príncipe Takahashi, se vio envuelto por la obscuridad que trae la noche… una noche sin luna y curiosamente sin estrellas. Un castañito de ojos esmeralda dejó de ver la luz, las lágrimas que derramó borró su capacidad para ver lo bueno… en algo o alguien más que no fuera su nii-chan y el sanador que hasta ahora le ha prestado su regazo para menguar su dolor.

 

El consejero y el rey se percataron de la tardanza de las noticias del sanador con respecto al castaño. La mirada del consejero intentaba ocultar inseguridad y preocupación, el sanador era alguien especial para él. El rey, en uno de sus actos irreflexivos, se encaminó a la habitación en busca de respuestas siendo seguido de cerca por un ansioso consejero.

 

Al abrir las puertas sólo sollozos recibieron al par de amigos, al ver la escena de un castaño sumergido en el regazo del sanador, la indignación se apoderó del rey. Con largos pasos se acercó a la cama, tomó del brazo a Nowaki, con brusquedad le apartó del castaño y espetó:

 

--¡Kusama! ¿Qué crees que haces con mi esposo?

 

--Majestad… –susurró el sanador.

 

--Nowaki… –decía el consejero con una mirada llena de incredulidad.

 

--¡Contéstame! Se supone que debes encontrar lo que le aqueja no tenerlo entre tus brazos. –decía entre dientes el rey, veía con furia los azules ojos del sanador.

 

El castaño tembló al reconocer la voz del rey, los recuerdos volvieron y la calma que el sanador le había transmitido se desvaneció.

 

Inició con un temblor que recorrió toda su espalda.

 

--No, no, no… –susurraba el castañito al recordar las palabras del rey en el despacho.

 

Un nudo se instaló en su garganta, la capacidad de respirar expiró de la nada.

 

--Calla, calla… no digas más. –decía bajito el castaño.

 

Los ojos le ardieron, lágrimas que creía extintas salieron sin permiso.

 

--No, no quiero… no quiero escuchar más. –la temblorosa voz fue escuchándose en la habitación.

 

El primero en notar el esfuerzo del castañito por hablar fue el consejero.

 

--Akihiko, espera… Misaki va a decir algo. –decía al momento de detener al rey puesto que estaba a punto de golpear al sanador.

 

El rey dejó a Nowaki, se acercó a la cama y se puso a la altura del castaño de ojos esmeralda.

 

--Misaki… –intentó tocar su rostro más un manotazo lo impidió.

 

--No, no me toque. –dijo con pesar.

 

--¿Misaki?... ¿Por qué no? –decía el rey mientras pensaba “¿Qué fue lo que escuchaste?

 

--No quiero, no quiero… no quiero que me compare. –soltó un sollozo.

 

--Mi bello rey ¿A qué te refieres? –preguntaba con preocupación en su voz “¿Qué tanto escuchaste?

 

--Basta, no diga más… no diga nada que no sea dirigido a mí. –volvía a sollozar el castañito “Deje de jugar conmigo

 

--Mi rey, mi esposo… todo lo que digo es por y para ti, sólo para ti. Dime, ¿Por qué estás actuando extraño? ¿Quién es el responsable? ¿Cómo terminaste en este estado? –la aflicción en la voz del rey hizo dudar al consejero. “Dilo, di lo que escuchaste a hora que el incidente está en la memoria de todos… así, sin ninguna prueba, nadie creerá lo que digas.

 

--¡Ya basta! ¡No siga! No siga… le escuché… escuché todo… absolutamente todo. Lo de mi hermano, lo que soporta al tenerme cerca, el obsesivo amor que guarda… ya… ya no…

 

--¡Majestad! –decía el sanador al acercarse a Misaki. –Despierte, despierte majestad…

 

El sanador trataba de hacer que el castaño volviera en sí nuevamente. Akihiko permanecía con la mirada gacha, observaba lo que hacía Nowaki, las palabras del castaño confirmaron sus sospechas “¿Qué harás ahora Misaki? ¿Qué harás ahora que sabes la verdad?... Muéstrame ¿Qué eres capaz de hacer? ”.

 

--Has solamente tu trabajo Kusama, no te involucres más allá con mi esposo. –decía el rey mientras se ponía de pie quedando a la par del sanador para susurrar –Recuerda, puedo mandarte tan lejos de Hiroki que lo destruirá con lentitud. Lo sé todo, lo sé y por ello permito sus encuentros a hurtadillas.

 

Ante un atónito sanador, el rey salió de la habitación siendo seguido, como siempre, de su consejero. En el umbral de la puerta, Hiroki se dio tiempo de volver la mirada y encontrarse con la mirada anhelante de un ojiazul… tanto amor reprimido les hará mal.

 

Una semana ha pasado desde el incidente del rey consorte, una semana donde nadie le ha visto en el castillo, los deberes que eran responsabilidad de él fueron relevados, los rumores no tardaron en esparcirse, la lucidez del antiguo príncipe Takahashi estaba en tela de juicio… ¿La causa? Un posible aborto. La fragilidad del rey consorte era algo que todos tenían en cuenta.

 

--¿Qué sucede Hiroki? –preguntaba un rey en el salón del trono.

 

--Majestad, el séquito del joven rey dice que él sigue sin ingerir sus bebidas y pan es lo único que come. –anunciaba el consejero con respeto en su voz.

 

--¿Hay algo más?

 

--El séquito ha dicho que el joven no habla con nadie, se dedica a llorar y adormir, incluso a llorar mientras duerme… aseguran que, si el sanador hablara con él, le haría bien a su salud.

 

--Di todo de una vez Hiroki. –ordenaba el rey.

 

--El joven rey ha intentado enviar estas cartas –decía mientras extendía cinco cartas al rey –y, además ha intentado escapar del castillo más de cuatro veces. El soldado Shinobu Takatsuki le ha detenido, por el momento resguarda la habitación real.

 

--¿Cómo se comporta con Takatsuki?

 

--Le dirige la palabra si es a lo que se refiere, creo que han llegado a pelear… peleas de niños, por hacer una comparación.

 

--Le tiene confianza… manda llamar a Kusama y a Takatsuki. Que vallan a mi despacho. –ordenó el rey para encaminarse al lugar.

 

Después de un tiempo, el sanador y el soldado salieron del despacho del rey. A partir de ese momento estarían al cuidado del joven rey. Akihiko y Hiroki seguían dentro, cada uno metido en sus pensamientos, uno con sus planes y el otro con sus temores.

 

 

 

>>Continuará...

Notas finales:

Gracias por leer.


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