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Castillos en el aire por Kunay_dlz

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Notas del capitulo:

Aquí el décimo segundo capítulo... maña, el final.

 

 

Castillos en el aire

 

XII     

 

Mi rey era un monstruo de piedra

 

Con el corazón de piedra

 

 

 

Los tres días que dura el viaje de un reino a otro, el castañito no hacía más que llorar. En las veces que Takahiro pedía que le contara la pena que le aquejaba, Misaki negaba y se negaba a soltar el firme agarre que tenía sobre él, sobre su hermano, sobre la única persona que jamás le lastimaría ni le mentiría.

 

Takahiro llegó a llorar de la impotencia, el estado en que su pequeño hermano estaba no tenía manera de cambiarlo, primero pensaba que lloraba por la osadía de Akihiko por golpearle pero, la actitud de Misaki mostraba un dolor aún más grande. Luego esperaba que al momento de calmarse un poco, el castañito pudiera contarle lo sucedido más esperar la serenidad en el castaño era como esperar que nevara en esa época del año.

 

Llegaron al fin, al reino Takahashi, los nobles que se hospedaban en el castillo y la esposa del rey Takahiro, atónitos miraron bajar del carruaje a dos personas. La alegría de volver al antiguo príncipe se esfumó al observar a los dos descendientes Takahashi con los ojos hinchados, lágrimas secas en las mejillas sonrojadas y todos desaliñados. Se escucharon diferentes reacciones al reconocer el rastro de golpes en el bello rostro del príncipe.

 

Los presentes salieron de su aturdimiento cuando Takahiro ordenó que prepararan la antigua habitación de Misaki, que fueran por el sanador y que no le interrumpieran hasta nuevo aviso, dejando así alguien más a cargo del reino. Manami no podría, su estado delicado no le permitiría soportar tanta presión, al estar uno de los fieles aliados del reino Takahashi, el rey no dudó en poner los asuntos reales a él, Ijuuin Kyo, heredero del reino Ijuuin. No hubo objeciones, lo que más importaba por el momento era el príncipe Misaki.

 

Mientras en el reino Takahashi se preocupaban por el príncipe, en otro lugar, un rey se encontraba sumido en la amargura. Frente a una chimenea sin fuego y sin calor, el rey Usami saboreaba el amargo licor de la cuarta botella junto a él.

 

Desde la partida del castaño, pasado el shock, entró al castillo en busca de su consejero. Pensó en salir con una tropa tras el carruaje en camino a tierras Takahashi y traer de vuelta a Misaki, su Misaki. Abandonó la búsqueda de su amigo, quedó paralizado en el tiempo, ignoró lo que le rodeaba y se puso a pensar.

 

Había algunos asuntos que necesitaba desentrañar.

 

A paso lento se encaminó a su despacho. Se sentó frente a la chimenea apagada, tomó las bebidas que estaban por ahí para las visitas, saboreaba la soledad en la que se encontraba, saboreaba el dolor de la partida de los Takahashi... saboreaba el dolor de la ausencia de… ¿Takahiro?... Jamás lo tuvo a su lado, entonces por qué extrañarlo… ¿Extrañaba al castaño?... si sólo era un sustituto… Así pasó la primera noche y el primer día de la partida de los Takahashi.

 

En el caso que extrañara a Misaki… ¿Por qué?... Sólo le hizo daño, era necesario, era un daño colateral. ¿Extrañar su presencia? Desde que le encontró inconsciente en la puerta del despacho se alejó, durante más de medio año le negó ver esos ojos esmeralda, esos ojos que solo veían lo bueno y que brillaban cuando descubrían un nuevo detalle. No. Imposible. Se burló de su infinita ingenuidad, haciéndose pasar por un jardinero le tuvo a su lado por las noches… noches donde hablaban de cosas insignificantes que le mostraron lo sensible que era el castaño, noches donde reía con él, noches donde aprendió más de su esposo que en todos esos años llenos de un falso amor… Así pasó la segunda noche y el segundo día de la partida de los Takahashi.

 

En verdad era muy lindo, lleno de inocencia, lleno amor… Pero, sus ojos cambiaron, su actitud cambió, se alejó de él. Simplemente se apagó, desde que escuchó esa plática con Hiroki, el castañito le negó sus miradas, le negó escuchar su voz melodiosa, le negó eso que tanto le mostraba… ¿Por qué tuvo que escuchar esa maldita conversación? ¿Por qué no siguió en su papel de esposo ejemplar? ¿Por qué tuvo que desobedecer y acercarse al despacho?... ¿Por qué no tocó? ¿Por qué no dio señal que estaba escuchando? ¿Por qué no hizo oídos sordos? ¿Por qué todo tuvo que cambiar?... Así pasó la tercera noche y parte del tercer día de la partida de Misaki.

 

Ahí seguía, frente a un fuego imaginario en la chimenea. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el chirrido de la puerta, no hacía falta volverse para saber quién se aventuraba al despacho.

 

--Hiroki, creí que ya estarías lejos… con tu querido Kusama. –expresó el rey.

 

--Akihiko… en realidad, sí me fui… pero me encontraron, me dijeron que no has salido de este lugar desde… hace tres días… no has comido nada y sólo bebes licor. –dijo con preocupación el consejero.

 

--¿Por qué volviste? ¿Por qué te trajeron de vuelta? –inquirió el rey cuando el consejero se sentó frente a él.

 

--Porque eres mi amigo después de todo… y, aunque eres un tanto… “especial”… tus súbditos te son leales, sólo en tu reinado ha habido tanta paz y prosperidad en el reino. –dijo Hiroki.

 

--Yo no hice nada, yo sólo hago daño y alejo a las personas. –reconoció el rey.

 

--Eso es sólo estupidez, todo lo relacionado a ti tiendes a alejarlo por varios motivos pero, eres un idiota afortunado, no tú como puedes ver, es más… tú traes suerte… la verdad no sé cómo explicarte. Lo que sí puedo asegurar es que el reino te necesita. Levántate, sal de este lugar donde te atormentas y has algo, cualquier cosa. Tu sola presencia dará fuerza y esperanza al reino. –explicaba el consejero.

 

--Hiroki, tú y yo sabemos que yo jamás he hecho nada.

 

--Lo sé. Vamos, hay que arreglarte un… bastante y debes presentarte en el salón del trono, que te vean los nobles y que todo vuelva a funcionar. –decía el consejero mientras levantaba al rey.

 

--¿Hay algo que deba saber? –preguntó el rey al mirar a su consejero a los ojos.

 

--Sí, en realidad sí. Yo, y Nowaki, seremos padres. –anunció Hiroki –También, Takatsuki y Miyagi por lo que me contaron.

 

No hubo contestación del rey, se recargó en su fiel amigo y suspiró.

 

--Eres afortunado. Todos ustedes lo son. Lo que hice… lo que le hice a Misaki no tiene perdón. –dijo el rey.

 

--… Actúas extraño, ¿Acaso… tú… ya te diste cuenta de lo que sientes por él? –se aventuró decir el consejero.

 

--Sí. –fue la escueta respuesta del Usami.

 

--Y… ¿Qué harás ahora? –titubeó el consejero.

 

--Hiroki, tú me conoces mejor que nadie. Sabes lo que haré. –dijo el rey para separarse de su amigo y salir del despacho.

 

--Akihiko… me pregunto si lo conseguirás. –susurró el consejero.  

 

 

 

De vuelta en el reino Takahashi, el rey Takahiro y su reina se hacían cargo del destrozado príncipe. El castañito no permitía a nadie más acercarse que su hermano y a su cuñada. Pasaron unos días y las cosas no mejoraban, Misaki desconfiaba de cualquiera que se acercase a él, le transfirieron a una pequeña casita que construyeron especialmente para él muy cerca del castillo, donde él mismo preparaba su comida y sus bebidas, donde nadie más que Takahiro y que Manami podían entrar.

 

El príncipe Takahashi no era ni la sombra de lo que una vez fue, todos se preguntaban lo que pudo haberle hacho que cambiara pero solo eran especulaciones, pues el castañito no ha dicho nada. No es que Misaki no quiera contarles, simplemente no quiere recordar… “Nii-chan, no quiero causarte preocupaciones, pero parece que mi deseo de no recordar sólo te hace preocuparte más… nii-chan, te lo diré, te diré todo… si estoy contigo nada malo me pasará, me protegerás ¿Verdad nii-chan?... te lo diré, para que ya no te preocupes… te lo diré, para que me ayudes a olvidar…

 

En tanto el castañito tomaba la decisión de hablar con su hermano, una tropa se aproximaba al reino Takahashi, una tropa del reino Usami.

 

 

 

 

 

>>Continuará...

Notas finales:

Gracias por leer.


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