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Después de la guerra por Kohaku Elric

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Notas del fanfic:

¡Hola! Sé que ando perdida y todo eso, ejem… Pero no podía quedarme impávida ante el final del manga y ese cúmulo de sinsentidos en forma de parejitas felices (corre a vomitar). He escrito este relato en un ratito para aportar mi granito de arena a la causa, e imaginar cómo habría sido mi capítulo 700 ideal. He procurado ceñirme lo máximo a la trama original, así que espero que os guste. Estos días ando profunda y reflexiva, así que el humor se lo dejo a mi querida Naruko y yo os traigo un poco de drama xD

Disfrutadlo ^^

Notas del capitulo:

**AVISO: Contiene spoilers del (maravilloso xD) capítulo final**

- ¡¿Hokage-sama?! ¡¿Ha terminado ya el papeleo?! ¡Tendría que haberlo registrado hace una hora! ¡No me diga que otra vez ha estado comiendo ramen y se le ha volcado el bol en el escritorio, o que ha tenido que ir a buscar a Bolt para reñirle por otra de sus travesuras! ¡Su puesto es de importantísima responsabilidad, y no puede…!

 

Naruto frunció levemente el ceño, desconectando su cansado cerebro de las estridentes e innecesarias voces de su asistente personal. Había sido otro día duro y ajetreado (¿Y cuál no lo era siendo el séptimo Hokage?) y el impaciente ninja no veía la hora de volver por fin a su casa. Reprimiendo un sonoro bostezo que hubiese enfadado aún más a su asistente, Naruto miró disimuladamente el reloj. Era la hora en la que su esposa solía ir a visitar la tumba de su querido primo Neji, acompañada de la pequeña Himawari. Y, aunque odiaba darle la razón a aquella asistente que no tenía ningún reparo en regalarle continuos sermones a voz en grito, existían muchísimas probabilidades de que su hijo Bolt anduviese por la aldea haciendo de las suyas. En el fondo Naruto sabía que no debía culparse por el comportamiento casi delictivo del chico, pero sus nuevas ocupaciones como líder apenas le dejaban tiempo para prestarle la debida atención. Y nadie mejor que él conocía lo que significaba sentirse desplazado y solo.   

 

- ¡Hokage-sama! ¡¿Me está escuchando?!

 

Naruto cabeceó, distraído. En el último momento se mordió la lengua para no soltar un tedioso resoplido que hubiese resultado demasiado grosero, porque sabía que el respetado Hokage no debía hacer ese tipo de cosas.  

 

- Sí. Terminaré el papeleo antes de marcharme. Ah, y dile a Shikamaru que venga a verme, por favor.

 

- Sí, Hokage-sama.

 

Algo más tranquila, la asistente se retiró del despacho dejándole a solas. Exhalando un sincero suspiro de alivio, Naruto apoyó la cabeza en el respaldo de su silla y cerró los ojos.

 

Y allí estaba él.

 

Siempre él.

 

Apretó los puños y la barbilla le tembló imperceptiblemente, mezcla de anhelo y de una rabiosa impotencia, porque aunque lo había intentado con todas sus fuerzas sabía demasiado bien que jamás podría superar sus verdaderos sentimientos. ¿Cómo estaría? Hacía algún tiempo que no le veía por la aldea, aunque lo cierto es que el Uchiha tampoco podía describirse como un abnegado hombre de familia. Las largas temporadas que pasaba fuera de casa parecían no afectar a Sakura y, si lo hacían, ella realmente disimulaba muy bien. Incluso la pequeña Sarada estaba acostumbrada a los continuos viajes de su padre, y desde luego no podía decirse que fuese una niña con un comportamiento anormal. De hecho, era tan parecida a Sakura en ese aspecto que la mayoría de sus compañeros de la escuela le tenían miedo. Bolt decía que era una estirada, una sabihonda y una aburrida, pero… En fin, era Bolt. Cuando Naruto sacaba milagrosamente un poco de tiempo libre para ir a la escuela a recoger a sus hijos, siempre tenía unas palabras amables para la joven Uchiha. Bueno, quizás Bolt tenía razón y la niña era un poco arisca e introvertida, pero cuando le miraba con esos ojos negros e insondables tan propios de los miembros de su clan paterno, a Naruto le recorría un ligero escalofrío por la espina dorsal. Y, como si ella fuese capaz de leer su alma gracias al Sharingan, Naruto nunca se atrevía a preguntarle por su padre.

 

A veces, él mismo no podía evitar sentirse mal. Hinata era una mujer excelente, una madre ejemplar y la heredera de un prestigioso clan legendario. Lo había querido desde que eran niños, incluso había estado a punto de morir por él. Era la mejor compañera que podía haber pedido, la que le había dado a las dos personitas más importantes de su vida. Porque Naruto adoraba a sus hijos con verdadera pasión, y le gustaba pensar que también quería a Hinata. La apreciaba mucho, la respetaba y le estaba muy agradecido. Sentía un gran cariño por aquella chica dulce y tímida que lo amaba sin reservas.

 

Pero no se engañaba.

 

Hacía ya mucho tiempo que había decidido dejar de luchar contra sí mismo, que sus esfuerzos inútiles por transformar la realidad en una simple amistad verdadera lo habían dejado agotado más que convencerle de lo contrario. Porque él había visto lo mismo en los oscuros ojos de Sasuke muchas otras veces. Porque cuando su amigo le llamó usuratonkachi mientras ambos se desangraban tras haberse atacado mutuamente en su gran combate final, Naruto simplemente lo supo.

 

Aunque ninguno de los dos lo dijera.

 

- Naruto, ¿puedo entrar?      

 

El Hokage separó los párpados y pestañeó varias veces, acostumbrándose enseguida a la claridad que entraba por la ventana. Por suerte, su capitán odiaba los formalismos y no se empecinaba en utilizar su título, tratándolo de igual a igual. El séptimo Hokage de la aldea de Konoha sonrió.

 

- Adelante, Shikamaru.

 

 

 

 

oxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxo

 

 

 

 

«Ya es hora de volver».

 

Sí. Era hora. Aquella vez había estado viajando varios meses seguidos.

 

«Volver».

 

«A casa».

 

Aún se le hacía extraño. Nunca se había sentido especialmente apegado a ningún lugar, al menos desde la noche en la que su hermano asesinó a todo el clan Uchiha y rompió su hogar en pedazos. Oh, y hacía ya tantos años de eso… Quizás es que estaba haciéndose viejo. Algo a su derecha le llamó la atención y, raudo como su chakra de rayo, aferró la empuñadura de su espada y escudriñó la vegetación. No parecía haber nada.

 

«Habrá sido impresión mía».

 

Sasuke Uchiha siguió andando en dirección a Konoha, pensando en su hija Sarada y en los posibles reproches que la niña le haría por haberse marchado durante tanto tiempo esta vez. ¿Pero qué podía decirle? ¿Qué toda su maldita vida había estado huyendo? ¿Que ese idiota recién nombrado Hokage era capaz de derribar sus defensas utilizando tan sólo un gesto? ¿Que cada vez que le veía a lo lejos algo dolía en su interior? Ni ella ni Sakura se merecían eso. En su fuero interno, Sasuke sabía que estaba muy lejos de ser un buen compañero para la ex alumna de Tsunade, pero hacía lo que podía para intentar suavizar su fuerte carácter. A pesar de su pasado oscuro, él no era de piedra. A lo largo de los años había llegado a desarrollar un fuerte afecto por Sakura y un inmenso agradecimiento hacia ella por haberle aceptado tal cual, con muchos más defectos que virtudes. Pero… no. No era lo mismo. No con ella.

 

No.

 

Era inútil seguir negándolo. Nadie conseguiría nunca ocupar el lugar de Naruto. Media vida alejándose de él, haciéndole daño de forma consciente porque aborrecía la idea de que se convirtiera en su única debilidad. Porque si Naruto permanecía a su lado, Sasuke Uchiha sería incapaz de odiar. Y parecía que nada había cambiado demasiado, ya que seguía empeñado en poner distancia entre ellos para evitar pensar en locuras cada vez que le veía recorrer las calles con su orgulloso manto de Hokage.

 

Él no iba a negar que era alguien egoísta, que su alma estuvo sumida demasiado tiempo entre tinieblas y que algo de eso se le había quedado dentro en forma de advertencia residual. A veces deseaba haberle matado con sus propias manos y, ya que se había vengado de todos, haberse vengado también de él. Otras veces decidía que lo mejor hubiera sido que ambos hubiesen acabado muertos.    

 

Poco a poco, Sasuke comenzó a reconocer los contornos familiares del paisaje típico de los alrededores de la aldea, y lo embargó una sorprendente sensación de calma y calidez. Siempre iba por allí, para tratar de conservar los recuerdos del lugar donde había empezado todo. El Valle del Fin. Allí habían tenido su primera gran pelea. Sasuke aún podía ver con toda claridad el moreno rostro inconsciente y magullado, mojado por la lluvia, derrotado tras un fallido intento por retenerle junto a él. No le mató, a sabiendas de que no conseguiría el tan ansiado Mangekyô Sharingan. Y fue en ese preciso momento que Sasuke supo que, si era verdad que aún tenía corazón, no le quedaría otro remedio que enterrarlo.    

 

Sin las majestuosas estatuas de Madara y Hashirama flanqueando la enorme cascada el valle no parecía el mismo pero, a fin de cuentas, la culpa había sido de Naruto y de él. Durante su último enfrentamiento ambos las habían destruido, al igual que habían hecho con tantas otras cosas a lo largo de sus vidas.

 

Colocándose una mano sobre los ojos a modo de visera, Sasuke alzó la vista hacia el cielo para observar la cascada. Sí, Allí. Arriba del todo. El muy idiota seguía siendo un sentimental.

 

«Maldito usuratonkachi».

 

Una débil sonrisa se dibujó en sus labios.  

 

 

   

 

oxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxo

 

       

 

 

Naruto sintió aquel temible chakra mucho antes de escuchar a sus espaldas las suaves pisadas de su dueño, a pesar del fuerte rumor de la cascada. Su bien entrenado oído ninja no solía fallarle. Al llegar a su altura Sasuke se detuvo a pocos metros, pero no habló. No importaba. Naruto ya sabía por experiencia que dar el primer paso siempre le correspondía a él.      

 

- Sakura se va a cabrear mucho esta vez – comentó el rubio a modo de saludo, censurando su larga ausencia de la aldea.

 

- Ella ya me conocía cuando tomó su decisión – contestó el Uchiha con su característico timbre grave y pausado.

  

- ¿Y Sarada? Seguro que te echa de menos.

 

- Eso no te lo discuto. Tampoco dije que sería un buen padre.  

 

- Sólo creo que deberías pasar un poco más de tiempo con ella.

 

Sasuke se adelantó, de forma que su amplia capa negra de viaje le rozó el antebrazo a Naruto.

 

- ¿Y tus hijos? – se interesó.

 

- Por suerte, Himawari ha salido a su madre. Es dulce y cariñosa. Bolt… - Naruto sonrió casi de forma involuntaria y sacudió la cabeza -. Ese chico va a volverme loco. Pintó las estatuas de los kages, pero sólo lo hizo para llamar la atención.

 

- Creo que me recuerda a alguien, ¿a ti no?

 

La sonrisa de Naruto resplandeció, al mismo tiempo que se tumbaba despreocupadamente sobre la hierba.

 

- Yo era peor. Eh, esto… ¿No te sientas?

 

El Hokage titubeó al preguntar, y el ex ninja renegado lo hizo al acomodarse a su lado con aquellos fieros ojos negros perdidos en algún punto del horizonte.

 

- Me preguntaba si seguirías viniendo aquí.

 

- Es un sitio especial – contestó simplemente Naruto.

 

Sasuke asintió en silencio. Nunca había sido especialmente hablador, así que eso no tenía por qué ser diferente ahora. De todas formas, Naruto se sentía plenamente a gusto con él. Al contrario que le sucedía a la mayoría de la gente, aquellos frecuentes mutis no se le hacían incómodos.

 

- ¿Alguna novedad? – quiso saber el Uchiha tras unos minutos de reflexión.

 

- Nada. Estamos en tiempos de paz. Las alianzas entre aldeas son más fuertes que nunca.

 

- Al menos la maldita guerra sirvió para algo.

 

- Kakashi-sensei hizo un gran trabajo después. Me siento muy honrado de ser su sucesor.

 

- No te he dedicado una reverencia. ¿Yo también tengo que llamarte Hokage-sama?

 

Naruto puso los ojos en blanco.

 

- Te patearé tu estirado culo Uchiha si lo haces. 

 

- Puedes intentarlo. La última vez nos quedamos sin brazos.

 

De forma inconsciente, Naruto observó su mano derecha cubierta de vendas. El equipo médico había hecho un gran trabajo reconstruyendo con células Hashirama sus extremidades perdidas. Flexionó y estiró los dedos lentamente, como maravillándose por aquel perfecto movimiento. Finalmente, se removió sobre la hierba y cerró el puño, arrancando un puñado de frágiles tallos.

 

- No quería perderte otra vez – susurró con el rostro vuelto hacia el lado contrario -. E incluso estaba dispuesto a matarte para conseguirlo. No soportaba ver cómo te destruías a ti mismo.

 

 - Lo sé – concedió el moreno, sin alterarse ante aquella sorprendente confesión.

 

Los labios del Séptimo dibujaron una triste sonrisa.

 

- Supongo que siempre hemos sido unos idiotas.

 

Sasuke esbozó otra leve sonrisa, acomodándose mejor sobre el grueso colchón de hierba. Si alguien le hubiese preguntado habría afirmado sin lugar a dudas que no había sido su intención, pero el caso es que sus dedos rozaron tímidamente los de Naruto provocándole un agradable cosquilleo. Tampoco estaba en sus genes aquello de disculparse, pero como su Hokage de pronto se había quedado rígido el Uchiha optó por quitarle importancia al asunto considerándolo un simple roce accidental. Lo que jamás esperó fue la reacción de Naruto, tardía aunque irrevocable, cuando sus dedos se enredaron en los suyos y sus manos unidas se alzaron entre ellos. Los ojos azules parecían estar ardiendo, recordándole vagamente aquellas ocasiones en las que el inmenso poder del Kyuubi los había tornado rojizos y despiadados.

 

- Naruto…

 

Sus manos se presionaban con desgarradora ansiedad, insuflándose aquel intermitente dolor mutuo que siempre les había mantenido unidos.   

 

«No sé muy bien cómo explicarlo, pero… Puedo sentir ese dolor que tú sientes».

 

Un fuerte nudo hecho de recuerdos le cerró la garganta, dificultándole el poder respirar.

 

Y sí.

 

Debería habérselo dicho entonces.

 

Sintió cómo Naruto tiraba de él, atrayéndole demasiado cerca. No se resistió. Su cálido aliento despedía un vago olorcillo a ramen, insana costumbre que jamás había cambiado en el magnífico hombre que tenía delante. 

 

«Yo también, Naruto… Yo también».

 

Le hubiese gustado decírselo en voz alta, pero de pronto los labios de Naruto estuvieron a escasos milímetros de los suyos, acorralándole a traición. El corazón empezó a latirle con desmesurada fuerza, paralizándole sin apenas poder respirar. Los dos sabían que tenían familias, que ostentaban una posición. Sobre todo Naruto. Un descuido podría salirles muy caro. Al bajar de las nubes y ser consciente de ello, Sasuke se empujó hacia atrás.

 

- No – gruñó Naruto apresándole por la muñeca -. No te irás otra vez.

 

- No quiero ponerte en peligro, Naruto – le rebatió, forcejeando -. Podrías perderlo todo. Tus hijos…

 

- ¿Qué pasa con ellos? No voy a dejar de quererlos por quererte a ti.

 

- ¡No seas cabezota! – Sasuke dejó escapar un resoplido de impaciencia y agarró a su Hokage por la cabeza, colocándole ambas manos entre el cuello y la mandíbula -. Ya está bien de arriesgarte por mí. No lo merezco. Si hubiésemos hecho esto antes, quizás habríamos podido irnos de Konoha. Ahora ya es demasiado tarde.

 

- Ya perdí a mis padres, teme – Naruto frunció las cejas con enfado antes de exhalar un suspiro y apoyar su frente contra la de él -. Pero esto no, Sasuke, esto no. Así que no me lo pidas.

 

- ¡No sabes lo que estás diciendo, maldito insensato!

 

- ¡¿Ah, no?! – ofuscado, Naruto dio un ágil salto y se puso en pie, inclinándose sobre el moreno de forma amenazadora. Sasuke se apresuró a imitarle, porque intuía otra pelea y no quería estar en inferioridad de condiciones -. ¡Siempre has sido un jodido idiota engreído y egoísta! ¡Y para una sola jodida cosa que he deseado en toda mi vida, te juro por todo tu clan que la tendré!

 

La airada protesta del Uchiha quedó en un vano intento cuando Naruto le selló los labios con los suyos y cualquier pensamiento coherente desapareció de su cabeza. El moreno lo aferró con desesperación por su magnífica capa de Hokage, como si su cuerpo hubiese perdido el equilibrio y le necesitara para no caer. Sólo ese beso atolondrado y auténtico hizo que le temblaran las piernas de puro deseo, mientras su voluntad se rendía a la de Naruto con pasmosa rapidez. Devorándose el uno al otro llegaron al límite, apurando uno a uno los segundos hasta que tuvieron que separarse para volver a respirar. Nada más importaba en aquellos momentos. Ambos ninjas se miraron incrédulos, casi asustados por lo que acababa de ocurrir.

 

Y no porque estuviera mal, sino porque habían tardado demasiado en hacerlo. 

 

Claro que había cosas que no podrían cambiar. Claro que tendrían que atender sus respectivas responsabilidades. No era el final de cuento que podrían haber pedido, pero al menos estaban juntos.

 

Jadeando contra su boca, Naruto dejó escapar una carcajada de auténtica felicidad.  

Notas finales:

Pues ahí va eso, jejeje. Lamento no poner más fics, pero estoy bastante ocupada y cuando saco tiempo es para dedicarlo a las novelas. Aún así, puede ser que algun día vuelva por aquí. 

¿Qué os pareció? Gracias por leer.

HAKU.


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