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One Shot AoKaga. por PomperYaoi

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Notas del fanfic:

Pues espero les guste :v 

Lamento si es feo, feo como una blasfemia. Lo subí porque ahí lo tenía, y no tengo ni idea para el próximo capítulo de mi fanfic de Haikyuu (?)

Los personajes pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, el intento de historia es propiamente mío. :v 

Notas del capitulo:

Pues ya, ahí anda el capítulo. Disfruten si les gusta la pareja o no sino les agrada pos no. A mí me gusta la pareja *huye gaymente* 

Y pos nada, si no les agrada no pongan criticas ofensivas, reitero: ES UNO DE MIS PRIMEROS INTENTOS DE FANFIC, LO ESCRIBÍ CUÁNDO ERA MÁS NOOB... y sí, sí se puede ser más noob. XD

Igual los amo con pasión, pastelillos rellenos.  

 

Había terminado el último partido que tendría con Seirin, en cuanto comenzara el verano todos los clubs de la escuela se separarían dejando a nuestros kohais a cargo de ello. Fue  contra Yousen y afortunadamente volvimos a obtener la victoria contra uno de los prodigios de la generación milagrosa: Murasakibara Atsushi.

Salíamos  Kuroko y yo en camino hacía los vestidores, estaba deprimido, ahora Himuro me odiaba aún más y el peliceleste no tardó en ordenarme que saliera a dónde él.

 Ya afuera en vez de encontrarme con Tatsuya vi a Aomine sentado frente a la canasta  cerca al gimnasio viendo hacia el cielo, distraído como siempre.

Quise ignorar su presencia pero de golpe soltó mi nombre al aire.

—     Kagami, ven aquí. —Me dijo sin mirarme.

Me acerqué despacio evitando estar demasiado aproximado a él. Cuando estuve allí me miro, se puso de pie y posó su mano en mi hombro.

—     Cuida de Tetsu. Necesita una luz fuerte para poder hacer las cosas bien. — Se volteó y comenzó a caminar.

Vi su ancha espalda desaparecer en la oscuridad bajando los escalones dirigiéndose a la calle.

Él amaba el basquetbol tanto como yo, y me hacía feliz haber provocado que aquel indecible odio que adoptó a lo largo de sus victorias desapareciera. Yo también me hubiese deprimido si lo que más amo se convirtiera en una carga en la que no pudiese esforzarme, pero no porque así lo deseara sino porque era imposible. Comprendía su dolor en la máxima expresión.

En cuanto desapareció del escenario sentí como mi cara se volvía roja bajo mis mejillas. Volví el rostro hacía el suelo y despacio fui en busca de Himuro.

Él estaba en la entrada del estadio. Me acerqué.

—     ¿Vas a seguir odiándome hasta que muera? Me miró y soltó una pequeña risilla burlona.

Me tomó de la cintura apuñando sus manos aferradas a mi playera y me besó efímeramente. Bajó la mirada y cabizbajo regreso con su equipo caminando en esa dirección sin voltear atrás.

Me quedé pasmado durante unos segundos. Himuro no debía, no tenía por qué hacer ese tipo de acciones, ¿por qué lo había hecho? Me sentí tan incómodo que me fue imposible esconderlo. No tuve nada que decir y vi como una persona importante para mí se alejaba sin decir una palabra. Dolía. Fui regresado a la Tierra por la voz de Kuroko, que me llamaba a lo lejos para regresar a casa.

 

Durante la mañana del sábado salí a correr. Me topé con algunos conocidos y cumplí con varios mandados. Regresé luego de una hora y media, y mientras observaba por la ventana bebiendo una botella de agua vi una figura recogida detrás de un poste volteando sigilosamente hacía mi departamento, al parecer un tanto nerviosa de ser visto por mí. Intencionalmente me escondí tras las cortinas sin quitar un ojo de la ranura que me permitía verle. En cuanto se percató de mi “ausencia” salió de aquel angosto lugar seguramente nada cómodo para esconderse. Asomé mi cabeza y sin darme cuenta  estribaba mi cuerpo en la ventana  intentando ver su cara. Se percató de esto, escondió la cara tras su brazo y se alejó. Cuando estuvo afuera pude ver a lo lejos ese tosco caminado y la amplitud de su espalda. Le reconocí, por supuesto, era él.

Aomine había estado atrás de mí observando cada movimiento que hacía en esa soleada mañana. Me alejé de la ventana y fui a tomar un baño para descansar mis desgastados musculo por el arduo entrenamiento.

Luego de salir recibí una llamada de Kuroko invitándome a una cita que tenían planeada con los del equipo.

Salí rápido y me dirigí al lugar.

Cuando llegué me encontré con Kuroko, Kise, Mitobe, Hyuuga-senpai,  Kiyoshi-senpai y Aomine. ¿Aomine? ¿Qué hacían tres miembros de la generación milagrosa en una salida de Seirin? Y más importante aún ¿qué hacía él aquí?

Nuestras miradas se cruzaron durante una milésima de segundo y todo mi cuerpo se estremeció.

Comenzamos a caminar  hacía el cine más cercano;  Kuroko estaba ocupado conversando con Kise y yo iba detrás de aquella pequeña aglomeración de personas, solo. Aomine se acercó a mí y en reacción salí huyendo donde Kiyoshi-sempai. Pude sentir la burla que hacía a mi espalda y me sonrojé.

La noche llegó muy pronto y como solíamos hacerlo, por último lugar pasamos a mi departamento. Hicimos de cenar y se retiraron, salvo los 3 de la generación milagrosa que se quedarían a dormir.

Kise y Kuroko quedarían en una de las habitaciones mientras que Aomine y yo dormiríamos en mi habitación.

Arreglé lo necesario para que todos pudiésemos tener un buen sueño y luego de una amena plática nos repartimos en ambas habitaciones,

Yo no quería dormir en el suelo y no se diga de Aomine quién estuvo discutiendo como un niño por el futón en el piso que esperaba por él. Ambos molestos nos acostamos en la misma cama, él volteando hacía la pared y yo en el otro extremo, de espaldas a su cuerpo.

La incomodidad no me permitía dormir y con esperanza a que el sueño me tumbara olvidando tanto lío terminé por estarme quieto sin siquiera poder respirar fluidamente. Toda esa vergüenza en mi interior, efectivamente no cesó.

Estiré la mano y vi la hora en el reloj de mesa, 1:32 am. Aún no lograba pegar un ojo y harto de aquella rígida posición me levanté silencioso y despacio evitando despertar al visitante.

Salí en puntitas y entrecerré la puerta.

Me dirigí a la sala de estar y me recargué, con un vaso con agua entre mis manos, a un lado de la venta. A esas horas la noche era realmente oscura. De vez en cuando se veía la luz de algún lugar parpadear y las estrellas eran tan pocas que podía contarlas con mis dedos.

Solté un exagerado suspiro y cerré los ojos al mismo tiempo que recargaba mi cabeza en la pared. El único sonido que había escuchado en varios minutos había sido el del vaso que abandoné en la mesa luego de terminar el líquido que contenía. El cansancio comenzaba a  apoderarse de mí y mis parpados se sentían más pesados cada vez, fui al sillón y hundí mi cuerpo en una cómoda posición.

Cuando estaba, por fin, conciliando el suelo sentí una tibia mano posarse en mi cabeza y seguido de aquello hizo un movimiento un poco brusco, casi parecido a una caricia.

Abrí los ojos ya acostumbrados a la oscuridad y volví la mirada hacia arriba. Vi a Aomine parado detrás de mí. No dijo nada. El sentimiento de incomodidad regresó en un instante y traté de esconder mi sorprendido rostro.

—     Deberías dormir, Kagami, es de mala educación abandonar a tus invitados— Dijo mientras se ponía cómodo junto a mí.

Intentando huir me paré y dirigí al baño con la intención de evitarle pero él me siguió. Cerró la puerta luego de entrar y me prohibió prender la luz tomándome ambas manos. Jalé hacía mi pecho los brazos y me recargue en el lavamanos pero inmediatamente atrajo con sus largos dedos mi hombro hacía él.

Voltee al espejo.

Dejó pasar unos segundos entre cada acción y acercó su cuerpo unos cuantos milímetros alejado del mío con sus cálidos brazos rodeando mi cintura.  Esta vez me quedé paralizado. Recargó su cabeza en la curva de mi cuello y estuvo allí un momento en respuesta recargué la mejilla en su lacio cabello.

—     ¿Cuánto tiempo vas a seguir negando que te gusto? Estoy harto de esperar por ti… me gustas tanto.

Dijo y besó mi cuello.

Sentía su respiración en aquel pedazo de piel, mi corazón se agito tanto que temía llegase a escucharlo “Bum, Bum” era en lo único que podía concentrarme. Estaba rojo hasta las orejas y sentía que mi rostro se quemaría. Sus labios volvían a besar aquel lugar de vez en vez y pequeños toquecitos recorrían mi pecho hasta el miembro debilitando mis  rodillas.  

Reprimí la notoria y agitada respiración que salía de mis fosas, sin embargo fue en vano, lo notó. Entre sus palmas puso mi cadera y me giró frente a él.

 Se pegó a mi cuerpo tanto que podía sentir su masculinidad chocando la mía con la ropa de intermedio, su aliento entraba en mi boca con cada rocé de labios.

 Desesperado por probar éstos me acerqué y permití que me besase, en reacción a ello de su garganta salió una burla e hizo un mohín con sus labios pegados a los míos. Succionaba levemente mi labio inferior y lo mordisqueaba de vez en cuando. Era cálido y muy suave.

—     T-Te quiero… — Me separé de aquel delicioso beso.

—     Lo sé. —Respondió tan seguro de sí mismo.

—     Aomine… idiota, no seas tan creíd…

Regresó a su lugar antes de poder terminar la oración. Ese beso pasó de algo dulce a otra cosa más apasionada, ahora tenía que mantener mi boca abierta para ceder paso a su larga y habilidosa lengua que recorría la mía en todos sus alrededores. Mis respiraciones pasaron de ser agitadas a ruidosos y acuosos gemidos que intentaba silenciar.

Sus manos se movieron, dejándola sobre mis glúteos presionándolos tanto como podía. Eso sólo aumentaba mi congoja hacía mi parte baja, con una ya notable erección que seguramente él podía sentir haciendo presión contra su miembro, aunque erecto lograba distraerme culpándome a mí.

Bajé la guardia por un segundo y aprovechó para bajar los shorts que usaba. Con su mano derecha abrió un poco mis piernas; no me resistí, y comenzó a masajearme pasando suavemente las yemas de sus dedos en mis muslos provocándome ligeras contracciones.

Mi personalidad  era tan tosca como la de él pero en esta situación, al parecer, él llevaba las riendas.

Mordió mi labio y al mismo tiempo jaló fuertemente mi masculinidad. Ciertamente lo hizo para callar el gemido que ya estaba predestinado a salir de mis labios, aunque eso no evitó que éste rebotase en el eco de la habitación.

—     No hagas ruido, pueden irnos.

Dijo jadeante.

Callé mis reacciones con la palma de mi mano. Sacó mi playera y acercó su rostro a mi pecho, observó mis pezones erectos por los continuos estremecimientos que había estado experimentando y los puso entre sus delgados labios.  Movía aquellos arriba y abajo sin hacer presión alguna, y la humedad de su boca lo volvía más placentero. Lamió uno de ellos dando un lengüetazo y después lo mordisqueó. Gemí de dolor pero ignoró mis quejas.

Bajó lentamente a mi hombría y la metió en su boca. No me lo esperaba. Besó la punta y luego humedeció sus dedos con saliva. Le miré extrañado, un tanto inocente y en cambio me dedicó una mirada lasciva.

Metió aquel largo dedo en mi entrada acariciándola un poco, aún con mi pene en su boca.

La saliva hacía sonidos indecentes.

—     Ao… no… ahh...

Intenté reprimirle pero no cedió.

Agregó un segundo dedo metiendo y sacando para expandir el estrecho orificio.

—     Ah… ahí… ahí… nfhh.

Repetí impaciente.

Había tocado un buen punto, la próstata, y al mismo tiempo contradije mis súplicas para que se detuviese.

—     Se ha hinchado… ¿se siente bien?

Solamente lo miré y continué gozando de aquella satisfactoria experiencia.

—     ¡Sólo hazlo!

Exigí.
Mi cuerpo ardía y si iba a penetrarme se estaba tardando mucho, no nací con tanta paciencia.

Se levantó y me obligo a poner las manos sobre el lavamanos, agachó mi cadera a una altura conveniente y puso la punta  de su miembro en el dichoso lugar. Sin previo aviso empujó fuerte separando mis glúteos con sus palmas. De mi garganta salió un fuerte gemido y unas cuantas lágrimas de mis ojos. Mi interior ardía y con suerte no se había desgarrado nada.

Fue aumentando el ritmo y volviendo sus embestidas más altas, rozando más duro aquel lugar.

Todas la sensaciones hacían presencia con mi voz y salía de la inadecuada habitación. El ardor iba desapareciendo, siendo cubierto por mi goce. Mi instrumento estaba a punto de estallar.

—     D-Detente.

Demandé exasperado.

Un escuchó y se aferró a mis caderas. Su respiración se tornó más exagerada.  Al perecer sólo lo incité más. Estaba concentrado en no ensuciar lo que se encontraba frente a mí, cuando escuché un sonido en la puerta. El picaporte se movía y un rayo de luz comenzaba a entrar. Me quedé paralizado y el idiota de Aomine ni siquiera se dio cuenta. Una mano delgada entraba por la rendija.
Encendió la luz y nos miró fijamente, serio, sin expresión en su rostro.

—     Kuroko, idiota.

Grite sacando todo el aire en mis pulmones y luego desvié la mirada.

—     Lo siento.

Dijo tan impasible como siempre y salió de la habitación.

Al peli azul no pareció importarle, continuó embistiendo hasta correrse en mi interior. Yo no pude soportar e hice lo mismo, sin olvidar la vergüenza que había pasado.

Mi respiración agitada ahora se estaba tranquilizando, dando largas bocanadas de aire. Aomine sólo se subió el pantalón y sin dar más que un beso en mi cuello salió del lugar.

Regresé a la habitación luego de un rato, y creyendo que dormía me acosté a su lado, despacio para no despertarle. En cuanto cerré los ojos se acercó y me abrazó sujetando fuertemente mi abdomen.

A la mañana siguiente, para cuando desperté el idiota ya no estaba a mi lado, así que salí de la habitación. Los tres estaban en la cocina, sirviendo el desayuno, entré tratando de aparentar que nada pasaba pero Kuroko me vio, soltó una risilla junto a Kise y al unísono hablaron.

“Por Dios, todos sabíamos que entre ustedes había tensión sexual”

Notas finales:

Lamento si por ahí hay faltas ortograficas o gramaticales, no me tomé la molestia de aditar texto (?)

PD: Con todo el amor de su kokoro: La fanficker Agnus <3


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