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Infanta es un país donde nadie muere por blueous

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Notas del fanfic:

 Basado en el síndrome de Peter Pan, pueden buscarlo pero no es más que el complejo de hombres mayores queriendo seguir siendo niños, esta extremizado(?), pero se me ocurrió hace tiempo y... sí

 Sucede que la primera vez que sus ojos se encuentran ambos ya lo esperan, por su lado Himchan puede culpar de ello a su instinto latente que se ha desarrollado desde una edad temprana y es que esa misma mañana el calefón no había querido prender y (quizá él piensa mucho las cosas, pero) eso había predicho el encuentro.

 La primera vez que los dos chicos se quedaron viendo por entre la gente que pasaba en medio JongUp había sonreído, con tanto brillo que el sol pareció opaco a sus espaldas, evocaba la imagen ideal de un ángel pequeño, sentado en uno de los bancos amarillos de la plaza, los pies le colgaban desde lo alto del asiento y el pelo castaño y lacio bailaba una danza incomprensible con el viento. En su pecho, más exactamente en el costado izquierdo, la insignia del colegio de Himchan se mostraba elegante, bastando ese minúsculo detalle para darle el empujoncito que faltaban a sus ánimos de querer acercarse y extender la mano en un cortés saludo.

—Buen día, mi nombre es Kim Himchan, ¿estás perdido?

 El pequeño no respondió entonces. Su padre la había advertido alguna vez sobre gente malvada que se acerca a los niños cómo él. Había optado por extinguir su sonrisa a una mueca diagonal y correr la mirada. Sin embargo el niño regordete que se mantenía de pie frente a él era insistente y estiró el brazo un poco más con su sonrisa amigable. El más bajito, que no estaba perdido y en realidad sólo esperaba por su abuelo y los bocadillos que este había ido a comprar, se sintió encantado y acabó por rendirse mientras (aun algo arisco) le miraba fijamente.

 Lograron entablar una conversación antes que Jongup se levantara de golpe al avistar a lo lejos como su abuelo se acercaba con paso cansado. Himchan lo miró, después divisó al hombre cruzando la calle y sonrió al pequeño que ya comenzaba a alejar.

—¿O sea que no estabas perdido?

—No, pero sabía que hoy iba a encontrar a Wendy.

 Las palabras que, en ese entonces, Himchan encontró sin sentido fueron las cadenas que los ataron luego.

 Desde entonces Himchan comenzó a buscar al pequeño ángel durante los recesos, quería volver a hablar sobre películas de Disney y amigos invisibles sin importar que su edad ya superara los dos dígitos. Sin embargo falló. El pequeño ángel que había conocido una tarde cualquiera en un parque cualquiera no volvió a aparecer ante él en todo lo que quedó de año escolar.

Y varios siguientes.

Acabó frustrado, porque sin razón aparente aquella corta escena ocupó sus pensamientos por mucho tiempo; los ojos alegres del muchacho le daban vueltas incesablemente, quiso culpar a muchas cosas por ello, aunque más tarde decidió que el responsable sería el lado maternal que fue desarrollado ampliamente por su propia familia sobreprotectora.

 Pasados los años, quizás demasiado tarde, se dio cuenta que era más factible aceptar que el chico fue su primera (y ligera) obsesión.

 La imagen vaga del pequeño ángel que entre los recuerdos de Himchan se divinizó, volvió con todas sus fuerzas otro día en que la ducha matutina fue una guerra a librar porque el gas se había acabado, ese lunes Himchan llegó al colegio con el cabello húmedo y de mal humor, sin embargo cuando el director del establecimiento pasó con un pequeño justo por su lado, él mismo se sintió brillar. La segunda vez fue un chispazo que le hizo saber que el chiquillo del recuerdo sería, quizá, algo importante en su vida.

La suerte jugaba a su favor, pues el salón del pequeño quedó justo en una de las esquinas del cuadrado que ocupaban los dos únicos pares de salones en el primer piso. Y al igual que la primera vez, eso era suficiente para que Himchan se propusiera aprovechar el semestre que le quedaba por delante en la institución, calculaba que el chico era unos tres o cuatro años menor, porque ese era la sala de un sexto grado.

Cinco.

 En realidad el pequeño Jongup resultó cinco años menor, Himchan entró rápidamente en su vida como una figura de hermano mayor, pues él mismo veía a Jongup como un pariente más pequeño. De todas formas era asombroso para el mayor cómo podía Jongup conservar el aura de quien aún no abandona infanta.

 Moon estaba por ese entonces un grado retrasado pues sus abuelos habían muerto y debió marchar hasta Estados Unidos para vivir con sus padres el mismo año que habló por primera vez con Himchan, hubiese quedado a vivir allá sino fuera porque ambos progenitores estaban demasiado ocupados y apenas encontraron una forma de llevarlo nuevamente a Corea con unos tíos lo hicieron. En el otro continente el pequeño JongUp había aprendido inglés fluido y mucho de natación, pero se había transformado en un chico retraído también. Al volver no dejó ese lado de sí que, al contrario, intensifico. Era una persona pura en el más amplio sentido de la palabra, sonriente  y siempre atrapado en la niñez, de forma inconsciente se estancaba en las cosas cotidianas y aunque aprendía cómo el resto de los chicos de su edad era cómo si en su corazón mantuviera los seis años siempre frescos. Se espantaba fácilmente ante la idea de crecer y sutilmente acababa siempre por salirse con la suya.

 Fueron varios años más tarde; cuando era Jongup quien se encontraba a un año de abandonar el colegio, que Himchan se dio cuenta que esa infantilidad, por más encantadora que él la pudiese encontrar, iba más allá de lo normal. Él chico no sólo tenía berrinches cuando algo no salía a su forma o inventaba cosas sin sentido de la nada para olvidarlas luego, se sumaban algunas necesidades infantiles (cómo atención constante), miedos y creencias típicas de niño que comenzaron a causarle algunos problemas más temprano que tarde.

#

 Lo que Moon llamaba «hogar» era un departamento que sus padres pagaban, quedaba cerca del colegio (pues sus tíos no habían podido con un tercer crío cuando esperaban a un chico ya entrado en la adolescencia). Cuando el menor había llegado allí por primera vez se había sentido tan solo que debió correr entre lágrimas hasta la casa de Himchan; quien al verlo así en su puerta solo atinó a preguntar qué iba mal. Como toda contestación había recibido los brazos del su amigo en el cuello y la humedad de llanto en la camisa, luego con voz temblorosa la voz del más pequeño emergió desde el pecho de su amigo.

—¿Y si me come un monstruo?

 Por esa época ambos ya se conocían desde poco más de un año, pero fue la primera vez que durmieron juntos.

 Primera, porque Himchan decidió que no podía ver a un Jongup triste o asustado, se tomó algunas tardes hasta decorar el lugar y dejarlo acogedor, compró muebles por internet, ya que Jongup entregó la tarjeta de crédito dorada que sus padres le habían facilitado tan rápidamente como Himchan le dijo que debían hacer algo por la casa. Él no tenía ningún tipo de interés en manejar esas cosas. Durante un fin de semana entero se dedicaron a pintar las dos habitaciones y el comedor, aunque Jongup pataleó por colores vivaces y eléctricos, el mayor acabó por subyugarlo ante las tonalidades pastel (de todas formas dibujaron estrellas y planetas en el techo delos cuartos). Fue por cosas cómo esas que  Himchan tuvo la  libertad de hablar de «nuestra casa» cuando los padre de Jongup acabaron de pagar y comunicaron que podían hacer todas las remodelaciones que habían mencionado al inicio; no hicieron ninguna. JongUp temía demasiado a los cambios bruscos y estaba ya acostumbrado a las cosas como estaban.

 

 Himchan se mudó al departamento de manera oficial durante el primer año universitario del menor, él por su parte había acabado la carrera y consiguió un trabajo en el mismo lugar que uso para la práctica profesional como profesor de música, el pago no era mucho, pero tampoco era como si necesitara una gran fuente de ingresos si convivía con su pequeño ángel.

 Pero todo lo que sube tiene que bajar.

 Como sus vidas habían ido no más que cuesta arriba, desafiando los pequeños problemas externos y algunas discusiones de ambos, cuando las primeras dificultades de peso llegaron el golpe fue fuerte.

 El profesor Kim había renunciado por un empleo con más reconocimiento cómo era componer para grupos del masivo y creciente pop coreano, el nuevo trabajo daba tanto mayores ingresos como flexibilidad de horario, lo que Himchan aprovechó para volver a salir más a fiestas sin miedo a ser encontrado por algún alumno, frecuentaba el café de enfrente y se encontraba con viejos amigos, incluso existió la noche en que una chica debió llevarlo a rastras por las escaleras y disculparse con Jongup por el estado de su amigo, que medio ebrio aún cantaba su última canción compuesta.

—No lo pudimos detener, ¿cuídalo, sí?

 El chico asintió mientras sonreía, mas cuando la puerta se cerró delante de su cara, dejó al mayor botado en el piso y corrió a encerrarse en el baño, estaba molesto. Lo estuvo la semana entera. Desde allí las cosas empezaron a ponerse complicadas, Jongup se iba transformando en alguien cada vez más manipulador, necesitaba más atención y el miedo a madurar se comenzó a mostrar en actitudes cada vez más caprichosas.

—ChanChan... Uhm, quiero comer.

—¿Quieres almuerzo?

—No —Jongup se sentó en la barra divisoria entre la cocina y el comedor para comenzar a balancear los pies al tiempo que movía la cabeza —Quiero... Uppie quiere carne.

—Pero Chan está ocupado —Ante el silencio, al mayor no le quedó otra opción más que levantar la vista de los papeles que revisaba.

—Entonces ¿moriré de hambre?

—No seas así, ¿y si te enseño a cocinar?

 El menor aguanto la respiración sonoramente antes de empezar a negar con fuerza.

—Eso es algo que hacen los adultos.

—¿Pero no eres tú tam...

 El grito que salió de repente de los labios del más bajito sirvió como punto final de la conversación.

 Himchan dejó los papeles a un lado, abrió su bolso y le entregó al chico unos billetes con la instrucción de ir por su arroz favorito al negocio de enfrente.

#

 Para ser sinceros, Himchan nunca supo qué le atrajo tanto de ese chico, qué factores lo tenían todavía viviendo allí cuando los días se habían tornado en desgastantes, menos conocía los porqués de esa entrega que desarrollaba hacia Jongup cuando este no parecía apreciarlo, ni siquiera notarlo. Eran varios misterios por los que se había desvelado en bastantes noches llegando siempre a resultados parecidos; era su sonrisa, era su halo de abandono que lo llamaba cada día,  eran sus facciones y sus formas de despertarlo por las mañanas, era cuando se pasaba a su cama porque oía cosas en el pasillo, era Jongup.

  Pero ¿por qué era JongUp?

 Eso lo llevaba más allá, a preguntarse además porqué cuando gustas de alguien lo haces, Himchan ha desarrollado para eso una teoría: todo tiene que ver con la primera impresión o, en su defecto, a ciertas características predominantes que captan la atención mientras la relación comienza a formarse, después deriva en la costumbre. Con Jongup se cumplía todo eso y más.

 Aún rescataba la primera vez que se vieron, los ojos pequeños que recorrieron la plaza como si buscara a alguien (como si lo buscara a él), lo reacio de sus primeras oraciones y la desenvoltura de después: Jongup era como un cachorro callejero al que le habían tirado muchas piedras. Himchan puede decir que también tiene que ver la desaparición del menor luego del primer encuentro, quizá si se hubieran visto los días siguientes él no habría desarrollado la pequeña obsesión por cada cosa que se relacionara con Moon Jongup, la que permanece intacta incluso hasta ahora, incluso después de todo.

 Cuando uno no sabe que es lo que de verdad te gusta de otra persona, porque hasta lo más desagradable es encantador dentro de ese alguien, es porque lo que tienes es amor.

 Himchan lo había entendido demasiado tarde.

#

 Era un día normal, Himchan se despertó y la claridad le golpeó en el rostro sin importar que en su recuerdo de la última noche hubiera cerrado las cortinas. Cuando quiso voltear para correr los pedazos de tela nuevamente encontró a Jongup con los codos apoyados en el marco de la ventana, su perfil perfectamente definido por la luminosidad externa obligaron al mayor a tragar saliva de forma sonora, la cabeza yacía apoyada en sus palmas abiertas y parecía dormido. Un bello durmiente, bromeo consigo mismo el mayor antes de animarse a hablar.

— ¿No te vas a resfriar?

—No —Respondió el aludido de forma mecánica, un poco sin alma.

—¿Estás bien?

 Jongup se volteó y, dejándose caer a un costado de su compañero, hizo de sí mismo un ovillo. Himchan giró su cuerpo para quedar cara-a-cara con el menor y le acarició el rostro, lo tenía helado, quizá por cuánto tiempo estuvo allí mirando por la ventana, esperando para que despertara.

—¿No tienes hambre?

 El más bajo se pegó al cuerpo contrario y allí hundió la nariz en el pecho de Himchan haciéndole cosquilla al negar.

 A Kim Himchan el corazón se le detuvo por menos de un segundo para alborotarse con furia después, paso los brazos al rededor del cuerpo que, entrometido ya en su espacio personal, le comenzaba a robar un poco de calor.

 El pequeño Jongup era así, por las mañanas un joven de casi dos décadas cumplidas que actuaba como un niño tímido de seis, con cariños y mimos, sin embargo más tarde se convierte en el crío mimado que quiere comer carne y no salchichas (y golpea con el tenedor la mesa hasta que Himchan pierde los estribos y le dice que si no come lo que hay no comerá nada, Jongup obedece entonces aún con grandes señas de disconformidad), finalmente el pequeño ángel cambia totalmente, mientras toma su bolso con el único cuaderno que necesita para la única materia a la que debe asistir los  miércoles, porque cuando sale por la puerta se transforma en un Jongup galán, uno que usa su jovialidad para coquetear con las vecinas y la chica del negocio de abajo hasta llegar a la universidad, donde no se detiene. Himchan conoce esa faceta de su compañero, porque en sus rabietas Jongup le comenta de sus muchas conquistas para demostrarle que en realidad no lo necesita, aunque ambos saben que eso es mentira. De todas formas Himchan siempre termina por tragarse sus gritos y se retira. Jongup cree entonces que se ha excedido y va a disculparse. Himchan lo perdonará y hará cómo si nunca hubiese oído las palabras del menor, aunque ya las ha almacenado en el fondo de su cerebro.

#

 Es extraño para el mismo Jongup cómo es Himchan el único que conoce su lado más molesto, porque con el resto del mundo puede hacer pasar desapercibido el infantilismo tras una simple forma de vivir la vida al cien, casi un Carpe Diem y eso le resulta a la gente simpático, e incluso si se molestan no importa. Puede desecharlos de su vida, porque es un niño y los niños tienen mucho por vivir, mucha gente por conocer.

 Eso es lo que se dice cada vez que alguien quiere arruinarle un poco de su día en la universidad.

 La carrera de artes escénicas fue elegida por Jongup cuando aún era un niño, uno de verdad (no la imitación de infante que es ahora), porque siempre había amado las películas de Disney y sus primeros intereses fueron descubiertos mientras observaba, sentado en las piernas de su abuelo, el musical de Peter Pan. En esos tiempos Moon quería crecer, crecer y ser parte de una fantasía tan maravillosa como esa.

 Creció, pero solo su cuerpo, aunque eso no lo excusaba para dejar de hacer lo que las personas de su edad decían, incluso si no quería. Fue por esto que, a pesar de sacar un buen puntaje en las pruebas de selección y poder acceder a la carrera de derecho o medicina que tanto deseaban para él sus padre, decidió que prefería seguir con la fantasía, quizá más adelante producir alguna obra, más adelante.

 Cuando creciera.

Aunque sabía que eso sería quizá jamás.

 Nunca jamás.

 En la universidad era conocido el coqueto, de pocas palabras e independiente Jongup (rara mezcla, ¿cierto?), era sabido que vivía en su departamento propio con un amigo desde antes de finales de preparatoria, nadie le conocía una relación seria, sin embargo era sabido que había tenido en su vida a muchas chicas e incluso algunos hombres, pero ninguno por más de unos meses, casi como si cuando las cosas se fueran a poner formales el encontrara una excusa para terminarlo todo. De todos modos quien se liaba con él era consciente también de como al chico de angelical sonrisa le gustaba terminar como amigo de sus ex-parejas y por lo general aceptaban, Jongup era siempre al final alguien a quién se terminaba por querer proteger.

 Himchan lo aceptaba también, pero le había puesto la condición de no llevar jamás a alguna de sus conquistas al departamento (sería demasiado cruel). Cuando el menor estuvo de acuerdo no lo decía en serio, aceptaba para no comenzar alguna disputa, sin embargo con el paso del tiempo se dio cuenta que cumplía al pie de la letra, si apenas le confesaba al mayor que tenía tardes cuando tenía explosiones  de ira o berrinches. Además de eso hacía  como si su vida universitaria se llevara paralela a la que tenía en el departamento; allí era el niño de seis años que tanto absorbía a Himchan.

#

 El maestro hablaba sobre varias cosas técnicas que a Jongup no le importaban de verdad, así que apenas el celular comenzó a vibrar en su bolsillo, él se levanta con sutileza y sale a contestar sin dudarlo, de todas formas no iba a aprender todo eso ahora, lo sabía.

—¿Alo?

—¿Uppie?

—ChanChan, ¿dónde estás?

—En el trabajo aún, pero hoy se suspendió la reunión, ¿a qué hora sales?

—Ahora, ¿ven a buscarme?

 Himchan accedió con un sonido desde el otro lado de la línea y ambos cortaron. Jongup tendría que dejar sola a Nayeon, pero no importaba, no era nada serio. Nada de lo que él tenía era serio en realidad.

 Apenas el profesor dio la lección por finalizada Jongup tomó la mochila y le pidió a su amigo Junhong, que entregara las disculpas pertinentes a la chica con la que iba a tener una cita más tarde. Cuando llegó a la entrada Himchan ya estaba allí, con el bolso cruzado en la mitad del pecho y ¡Oh! el pelo rubio.

—Estás rubio —Apuntó el menor.

—Lo sé, me sienta bien, ¿cierto?

 Ambos rieron mientras comenzaban el camino hasta el cine para ver una película que el menor quería ver. Jongup volvía a ser el chico berrinchudo y tímido que no quería alejarse más de lo necesario de su mayor.

Había varios momentos en que Jongup parecía llegar al límite de lo molesto, pero con el tiempo pareció que Himchan aprendía a vivir con aquel joven que era desde siempre un niño, había superado el extremismo al que Jongup había llegado últimamente y ya le parecía hasta cotidiano.

 Pero todo tiene un límite.

 A finales de Septiembre varios artistas han planeado su regreso, por lo que necesitan canciones; muchas, y el rubio ya posee una excelente reputación, su nombre figura en muchos primeros lugares de ranking musicales, entonces el trabajo se multiplica en un abrir y cerrar de ojos. Himchan, que siempre tiene inspiración, comienza a trabajar a mediados de Agosto, con baladas, canciones bailables y ritmos complicados, lo que le absorbe en su silla de escritorio y la laptop. Cuando tiene algo de tiempo libre Jongup está en la universidad (por aquellas estaciones al menor le pasaba la cuenta la actitud inmadura con la que se tomaba la educación universitaria y estaba casi todo el día encerrado en la biblioteca), los momentos libres, por lo mismo, y porque Himchan necesita airearse un poco, los pasa en la casa de otro compositor que trabajaba con él, cuando vuelve a ver al menor por las noches no tiene ganas de cocinar o de seguir riéndose pues con Yongguk ya lo hacía en suficiencia. Aunque Jongup no sabe entender de ninguna manera y no deja de pedir día a día un poco de atención.

 Fue a principios de Septiembre, cuando el mayor producía en el comedor una Intro para el álbum nuevo de un grupo novato llamado B.A.P, que las cosas explotaron, cuando la atención se le niega a Jongup y este no escatima en recursos y acaba por tirar el cable del portátil que utilizaba Himchan, el aparato se apaga y el dueño parece sufrir un cortocircuito también. Toma la mesita en que todo está organizado y pasa por el lado del pequeño que, en pánico, se queda inmóvil. Himchan le empuja con el hombro y antes de cerrar la puerta tras el habla con lo único que sabe afectará al chico de verdad.

— ¿No crees que ya es tiempo que dejes de actuar como un niño?

Notas finales:

I AM A GOOD GIRL (8)


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