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Un pasional relato sobre carne por Terashima San

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Notas del fanfic:

jajajajaja La escuela esta terminado con mi vida, pero queria compartir con ustedes este one shot que tenia escrito ya.

:D

 

gracias por leer.

Notas del capitulo:

bueno es una historia poco convencional,pero espero que les guste... sin más nuevamente gracias por leer

Un pasional relato sobre carne

Suelto un suspiro cuando llego a la entrada de mi casa que últimamente me parece ridículamente grande y ridículamente lejana. He tenido que caminar por casi veinte minutos desde la escuela y a pesar del calor, el viento soplaba más fuerte que nunca.  Abro la puerta, me descalzo al instante, ni siquiera me molesto en anunciar mi llegada en voz alta, a esta hora de la tarde no hay nadie en casa.

Subo a mi habitación arrojo la mochila a algún lugar del cuarto y me tiro a la cama con pesadez. Sobre mi espalda contemplo el techo de la habitación. Es igual de blanco que siempre. En la mesita de luz, espera mi preciada lectura, llevo semanas queriendo leer mi cómic, se me han acumulado varios volúmenes ya, pero con el final de semestre encima no he podido dedicarle el tiempo que me gustaría.

Hoy he tenido un día de mierda; he reprobado el examen de cálculo y que me ha ido mal en la práctica de biología. Alguien debería decirle a nuestro imbécil profesor que a nadie le importa ni el piruvato, ni la glucosa ni el ciclo de Krebs y por eso, todos hemos suspendido.

 Busco la página donde me quede anoche, mientras pienso en ello. Si no me aplico seguramente reprobare y aquí, en casa con mi padre, estoy en números rojos. No puedo llevarme otra materia o tendré severos problemas. No entiendo a mi padre y su extraña obsesión por mis buenas notas, después de todo es su intención que herede la compañía. ¿Para qué necesita el director ejecutivo de una disquera saber el proceso de la respiración celular? No encuentro nada que suene más absurdo.

 Pero he pensado en eso suficiente por hoy, y el volumen 24 me espera. Después de un día difícil lo mejor es acostarse a leer. Me acomodo mejor y comienzo mi lectura o al menos esa es mi intención. Unos pasos apresurados en el pasillo llaman mi atención.

¿No se suponía que no debería haber nadie en casa?

 >>¡¡Se ha metido un ladrón!!<< Es lo primero que pienso y me lleno de miedo, soy sólo un chico de 20 años y mi complexión no es exactamente grande y fornida, por el contrario, es más bien pequeña y delgada, ¡pero eso no es lo importante!

¡Hay un ladrón en mi casa!

Antes de que pueda pensar en un plan de acción, la puerta se abre, dándome un susto de muerte.

—Kazu, ya llegaste de la escuela. Acompáñame al mercado. — Es mi madre, hablándome desde el marco de la puerta y a quien poco le importa que me casi me haya matado. 

—¡¡Mamá!!— Grito enojado. — ¿Qué no sabes tocar? ¡¡Me asustaste!!


—¡Ah!, eres muy pinche delicadito, pareces niña. — Dice antes de retroceder el paso que ha avanzado, emparejar la puerta y da un par de golpes antes de volver a hablarme — ¡Listo! ¿Contento? Acompáñame al mercado.


—Se supone que tienes que esperar a que te dé permiso para pasar — Le informo, porque tal parece que no lo sabe. — Y no, no quiero ir mercado contigo.


—Eres de lo peor Kazunari, parece que yo así soy contigo. — Me reprocha desde la puerta con una sonrisa socarrona a pesar de mi respuesta negativa.


—Pero estoy ocupado. ¿Por qué no fuiste antes?

—Estuve ocupada en la mañana, no seas cruel, también comes aquí ¿No es así?— Ella parece no querer darse por vencida y tampoco parece querer dar más detalles de lo que sea que la mantuvo tan ocupada aquella mañana. Suspiro con resignación no me dejara tranquilo hasta que vaya con ella.

—Pero mamá….

—Está bien, no vayas, yo voy sola.

—No, ya. Ya voy, dame un minuto —He caído en su chantaje emocional.

Para aquella hora de la tarde el viento se había ido y sobre nosotros solo brillaba inclemente el fuerte sol verano. >>Los odio a todos<<. Pensé.
Camino al mercado mi mamá parloteaba sin límites, sobre cualquier cosa que hubiese hecho durante el día, la verdad no estaba escuchando casi nada de lo que decía, pero seguramente contaría lo mismo un par de veces más a lo largo del día. No se había molestado en preguntarme como había estado mi día aunque sea por cortesía pero tampoco deseaba contarle, así que supongo que estamos a mano.

Sujeto el bolso de tela que me ha dado a cargar y me limito a caminar a su lado, asintiendo con la cabeza o saltando una pregunta casual al aire de vez en cuando, para que piense que la escucho y no me regañe por mi falta de atención.


—¿Qué vas a comprar? — Pregunto cuando estamos en una de las entradas del mercado, no por genuino interés; saber que compraremos me permite calcular un tiempo que nos tomara hacerlo.

—Carne para estofado. — Responde ella con naturalidad, preparándose para mi reclamo.


—Yo no como carne de roja, ya lo sabes, porque no eres más considera y haces algo que me guste, eres de lo peor. — Digo, y ahora me permito sonreír, esa mujer es mi madre y quizás no mantenemos un relación como la que deberían tener una madre y un hijo. Pero es así como llevamos nuestra relación.


—Eres bien pinche odiosito Kazu, a ti te daré de tragar otra cosa. — Ella responde a mi reclamo y yo suelto una carcajada limpia, sin ninguna razón aparente, es sólo que me hace gracia la manera tan ruda en la que me habla con ese rostro tan dulce que tiene y ese tono infantil que usa.


Pasamos por el pasillo donde varios locales repletos de carne se predisponen en línea recta, caminamos hasta que mi madre de detiene frente al de su preferencia. Sube con cuidado a una tarima de madera y alza la vista para ver las piezas expuestas en el aparador de la carnicería.

—Buenas tardes, señora Takao. — Saluda un tipo que parece tener la edad de mi mamá, luce perfectamente como el japonés promedio y no parece tener nada en especial, ni quiera es muy alto pero tiene un sonrisa amable y una mirada gentil.

—Buenas tardes, Hoy quiero carne para estofado. — Dice mi madre con una sonrisa

 —Por supuesto.— el carnicero asiente con la cabeza, antes de agacharse por debajo del mostrador para buscar una pieza de carne dentro de la vitrina.—¿Cuánto le pongo?— Pregunta.

—Un kilo por favor.

—Es seguida, ¿Cómo ha estado?. — Pregunta el carnicero respetuosamente, ignorando por completo que estoy ahí.

—Mamá…. — La llamo, pero ella no se molesta en responder, sabe que lo que le diré, ella sabe lo mucho que me molesta que se quede a hablar con la gente en la calle.

—Bastante bien — Dice ella. Y yo ruedo lo ojos con molestia, sé que todo está perdido cuando ella comienza una plática casual con el carnicero, tal y como lo había previsto ella le cuenta la historia que venía contándome en el camino y el señor la escucha interesado cortando los trozos de la carne para estofado. Se me revuelve el estómago. Giro la cabeza para distraerme pero todo a mí alrededor es carne, estoy a punto de reclamarle a mi mamá de nuevo pero es ella quien interrumpe mis intenciones.

—¡¡Pero quien es este muchacho tan guapo!!. — Grita ella, giro la mirada con molestia.


—¡¡¡Mamá!!! — La reprendo por lo que he escuchado, levanto la vista para dirigirla al lugar donde ella mira tan interesada y me callo la boca. Delante de mí hay un adonis con el cuerpo de atlas.

Mis mejillas arden, lo siento y mi boca se reúsa a cerrarse, mientras miro a aquel chico. Es condenadamente alto, su piel blanca parece porcelana. Unas gotas de sudor bajan por sus mejillas y cuello con delicadeza; un par de mechones de su cabello verde se pegan a su frente y el resto de su cabello alborotando le da un aspecto aún más salvaje y sensual.

 Los dedos de su mano izquierda están cubiertos por vendas y unos lentes de montura gruesa cubren sus ojos verdes. Lleva las mangas de su blanca camisa dobladas por arriba de los codos y un mandil mugriento que combina con sus botas de trabajo.

Pero las manchas de sangre seca no le restan belleza.

—Es mi hijo señora Takao— Responde el carnicero con amabilidad.

—Ya termine en la bodega —Anuncia aquel chico tan guapo. Sin siquiera mirar a mi madre o a mí, sin inmutarse por el hecho de que ambos no lo comemos con la mirada. Su voz tan sensual hace gelatina mis piernas. Que creo que de un momento a otro se negaran a mantenerme en pie.

—Llama entonces para hacer el pedido de mañana. — Dice el carnicero, y el adonis se retira sin decir más.

—Shintarou ha crecido mucho, ni siquiera lo he reconocido, ¿Porque está trabajando aquí? ¿No estaba estudiando medicina? — Ignoro el hecho de que mi mamá parece conocerlo, porque ahora se su nombre y más importante aún, parece que hoy mismo sabré si podré volver a verlo.

—Sí, pero es un chico rebelde, por eso me ayuda después de la escuela — Explica el carnicero— Sólo tiene que extender la mano y sabe que tendrá lo que necesite, es bueno enseñarle a los hijos el valor del trabajo duro.

—Eso es cierto, creo que también traeré a Kazunari a trabajar aquí. — Dice mi madre, y ella y el carnicero ríen, y a mí de pronto un castigo como ese no me parece tan mala idea.

Aquella noche apenas puedo dormir, no puedo dejar de pensar en aquel sujeto tan apuesto. Incluso me he comido el estofado sin replicar, todo al pensar que él ha tocado esa carne con sus manos. No puedo evitar fantasear, preguntarme que más puede tocar con esas manos enormes que tiene.

Por la tarde, al siguiente día mi madre me espera en la sala, como si supiera mis intenciones, no tiene que pedirme dos veces que la acompañe, sin replica alguna, casi salgo corriendo de la casa, para ir con ella al mercado y aquello se repite todos los días durante el mes siguiente, vamos al mercado, nos detenemos en la carnicería (porque ahora como carne roja todos los días), miro al adonis un instante y sonrío como idiota el resto del día.

Pero no es lo único que ha cambiado. Ahora la clase de biología no me parece tan horrible, el profesor no me parece tan imbécil, mis compañeros me parecen menos estúpidos, mis amigos son más divertidos y las buenas notas resaltan a la vista en mi boleta de calificaciones.

Mi madre ahora me amenaza con castigarme diciendo que no me esperara para ir al mercado, yo me sonrojo y ella ríe. Muy seguramente sabe mi secreto. Las cosas con ella han cambiado también, ahora creo que lo hace en el día es muy interesante y ella piensa lo mismo de las cosas que le digo.
Tal pareciera que ahora estoy envuelto en una nube, una nube de felicidad, Shintarou Midorima y carne roja.

Pero todo cambia un día, donde mi mamá decide que ya soy lo suficientemente grande para ir de compras y me manda al mercado solo. Ni siquiera puedo recordar que carne tengo que comprar, ni cuanto, sólo recuerdo la manera en la que me guiñó el ojo antes de que saliera de casa.

 Mi mala suerte empeora cuando veo que en la carnicería de los Midorima sólo está el adonis, leyendo con tranquilidad un enorme tomo de anatomía frente al mostrador. No hay rastros de su padre y yo debo comprar el encargo de mi mamá; podría ir a otro lado, pero ese no es el propósito ¿Verdad?, aun así, no me siento capaz de hablarle. Pero en un momento de locura me armo de valor, subo a la tarina y le dedico mis primeras palabras.

—Buenas tardes— Agradezco que mi voz no se haya cortado, me muero de la vergüenza y mis mejillas arden sin que yo pueda hacer algo al respecto.


El chico despega la mirada de su libro, su mirada verde profunda se clava en mis ojos a través de los gruesos cristales de sus lentes, siento que un relámpago me ha atravesado cuando una descarga eléctrica corre desde mi nuca hasta mi espalda baja. Mi parte baja responde al instante. Me siento un ridículo por excitarme tanto por una simple mirada.


—No hay nadie que pueda atenderte en este momento.— Me sorprendo por sus palabras, es la segunda vez que lo escucho hablar, su voz es jodidamente sensual. Me está mirando esperando una respuesta, pero mi cerebro es estúpido y se reúsa a pensar en algo que decirle.

—¿Qué hay de ti?. Puedes pesarme un trozo de carne de lo que sea que tengas y cobrarme. — Eso suena más mal de lo que creí y mis mejillas se pintan de carmín cuando él tuerce una sonrisa de medio lado. Es obvio que entendió el doble sentido de lo que digo. >>Soy un descarado<< Pienso antes de salir corriendo a toda velocidad.

Mi llegada es deprimente, mi mamá se ríe a carcajadas cuando le cuento lo sucedido y ella parece más preocupada por escuchar cada detalle de mi vergonzoso acercamiento que por el hecho de tener un hijo gay.


—Seguro ni se acuerda de tu cara, eres bastante simple. — Dice ella, tratando de animarme, pero sólo logra hacerme sentir peor. A pesar de lo ocurrido por la tarde, su imagen me calienta las ideas esa noche; como lo ha hecho todas las noches del último mes.

Si pudiera conseguir un poco de tu carne… sería irremediablemente feliz. >>Soy un vulgar<< me repito cuando mi orgasmo culmina en mis manos. Antes de que el sueño se apodere de mí como debería hacerlo el chico de los ojos verdes su sonrisa viene a mi mente, sus labios deben saber mejor de lo que parece.

Sin saber cómo o porque razón, mi madre me ha convencido de regresar al mercado. Mi rostro ha estado sonrojado desde que salimos de casa. No estoy seguro si, podre contener la vergüenza pero aun así deseo verlo.

Pero el encuentro no sucede; cuando mi mamá pregunta porque Shin chan no está, el carnicero se limita a informar que él ha terminado su mes de castigo y que ya no ira más a ayudarlo. Algo dentro de mí se rompe, es una sensación incomoda y dolorosa. Nunca había perdido nada en mi vida y menos aquello que ni siquiera había logrado conseguir. Extiendo la mano, no quiero dar ahí una escena, soy un hombre japonés después de todo.

—¿Me das dinero para una paleta? — Pregunto en un murmullo, mi mamá no dice nada y me tiende unas monedas que sostengo un momento antes de agradecerle y salir a paso apresurado de ahí.

Camino entre los pasillos y de pronto choco de lleno con algo o más bien un alguien. Estoy por reclamar hasta que noto quien es. Esto está más dramático que una de las telenovelas que mira mi mamá. Cuando me miras no pareces disgustado porque haya chocado contigo, pareces estar incluso divertido.

—Tu madre ha dicho que puedes llegar a media noche. — Dices en mi oído y yo me pierdo en tus palabras.

Cuando intento tomar el hilo de la realidad que vivo mi cuerpo ya descansa sobre el suave colchón de una cama en la que nunca he estado, en una habitación que no reconozco. No tuve tiempo de preguntar si en verdad mi mamá me había dado permiso de irme contigo, yo sólo espero que no llame a la policía y te denuncie; suspiro con fuerza cuando tus manos se cuelan por debajo de mi camisa de la escuela.

—Sabias que la arrachera que tu mamá compra es el diafragma de las reses….uno de los músculos de la respiración.

Yo abro los ojos, tu voz está más grave por lo visiblemente excitado que te encuentras pero el comentario tan fuera de lugar me saca una sonora carcajada. Tú no pareces especialmente molesto por la burla y me dejas reír hasta que me falta el aire.

Yo también quería decir algo, pero apenas me he dado cuenta que te acomodaste entre mis piernas y has terminado de desvestirme mientras rio a carcajadas. Mis ojos se abren por la sorpresa al sentir como has rozado tu miembro con mi entrada. Mi voz queda apagada al instante, en tu mirada casi sádica veo la satisfacción que tienes al ver mi mirada aterrada.

Ahora sé que tu estúpido comentario ha sido para distraerme, has notado que soy un simple. Bastardo desgraciado.

—Espera….espera por favor…. — Suplico aferrado a tus brazos, quieres entrar. Meter tu inmensa arrachera o lo que sea en mi virgen trasero, y yo, yo quiero gritarte que eres un pendejo desconsiderado y pedirte que por lo que más quieras en este mundo no te detengas.

Tu sonrisa me nubla la vista, es un crimen deslumbrar tanto, lo sé. Tus manos son expertas. Saben dónde tocar y cómo hacerlo. Casi he quedado afónico por gemir tanto; la gente al otro lado de las cuatro paredes debe saber tu nombre de memoria; ojala yo pudiera recordar algo más que eso.

No eres más que un aldeano carnicero, pero te has portado como un caballero. Como los príncipes en los cuentos que son siempre tan románticos y delicados. Tú lo has sido conmigo. Y de lo que pudo ser un doloroso encuentro solo queda el rastro suave de tu virilidad llenando mi espacio.

No llevo el conteo de los besos y caricias que nos hemos repartido, tu espalda lleva las marcas de mis dedos, de mis uñas, de mi pasión, en mi cadera se marca el ritmo de tu constante vaivén. Entrar con fuerza, salir despacio.
No tienes inconvenientes en atender mi propia urgencia, el contacto de tus manos y su movimiento es preciso. Ya sin fuerzas y sin voluntad termino con mi propio asunto. La presión en mi interior cambia, dejas en mi interior algo cálido, no hay en el mundo una sensación más dulce.

Y entonces lo sé.

Yo estoy enamorado de tu carne.

 

 

 

Notas finales:

Muchas gracias a los que leyeron hasta el final, si les ha gustado comenten ^^


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