Y quema, y cansa. ¡Y como arde! ¡Por Merlín, se quiere deshacer! Sufre inmensamente. También lo goza, es masoquista pero no tanto como James. Entonces esas manos hacen lo suyo, le deshacen, le revientan, le hacen tener más calor y Remus desea gritar. Lo haría si no supiera que Peter y James están cada uno al lado de su cama. Quizá un metro y medio de distancia. Remus desvía su vista hacia el sur, ahí debajo de todas esas mantas color vino, debajo de la sabana crema y entre sus piernas se remueve ¡Está ahí! Jura que no sintió subir a Sirius, que no dio un salto cuando unas manos le acariciaron las cicatrices del pecho y más abajo.
Remus no sabía mentir, al menos no de madrugada y con cierto can entre sus piernas dándole atenciones a algo más que la cicatriz que se perdía en la línea de su ombligo cada vez más abajo. 'Quiero algo dulce, Remus'- le dijo cuando ya la había sacado de sus pantalones y tomaba su polla dormida entre la fineza de esos dedos de pintor, largos, finos ¡Fríos! Pero esa lengua tan malditamente caliente que besaba, daba lamidas y chupetones.
Mierda, ¡Muérdeme, carajo, muérdeme!
Sirius le observó, el can negro que tenía debajo de esa sonrisa. Detrás de esos caninos perla en su boca. Estaba pasándola mejor que bien entre sus piernas, en su cama, con las cortinas cerradas. Rezaba que James estuviera lo suficientemente borracho para no oír sus pujidos, sus jadeos, su voz excitada que gemía "Sirius. Justo ahí, ahí... ¡Ahh!"
Por primera vez odio al perro pulgoso, lo detesto por obligarlo a callar de a fuerza en vez de sacudirlo un poco y llevarlo a un lugar más privado. No era la primera vez que le daba una sorpresita nocturna o se colaba en su cama y cerraba la cortina para tocarse un poco a causa de la falta de sueño o, el simple hecho de desear una fogosa caricia nocturna.
- Canuto - se mordió la lengua para ahogar un gemido. Esa boca, esa maldita boca era una arpía que tan caliente envolvía su polla. Demonios, estaba tan húmedo, tan caliente tan malditamente excitante. Remus se reprendió, estaba volviéndose un perverso al lado de Black y como adoraba sus perversiones pese a que se oponía - o se enteraba de las oscuras intenciones demasiado tarde- Dos de tres o 7 de 15.
Remus se retorció, repto con sus manos a la cabeza pelinegra, hundió sus dedos en la oscuridad cálida. Se retorció, se quemó y al sucumbir a un alengua hambrienta. Sus caderas se alzaron y descargó de manera plácida, fuerte.
En su boca. Observó de nuevo bajo las mantas, con sopor en el rostro y un perro obediente lamiendo hasta quedar intacto. Este se removió, se acercó a su rostro. Un rostro sudado, caliente, aromático. Remus supo que Black le besaba hasta sacarle el alma cuando succionó su lengua y por vez primera probó el sabor de su esencia. Así se dejo atrapar, excitar de nuevo.
- Sirius - llamó
- ...- él no respondió. Se limito a besar, tocar y... dejar marca en un territorio que considera suyo.
Al menos hasta la noche siguiente.