Yifan suspiró nuevamente al asomarse por el marco de la puerta del comedor hacia la sala de estar.
Ahí estaba Kibum, Key, en medio de todo el espacio con un aro de hula en la cadera.
El movimiento que hacía con su cadera cada que la mecía para que el aro no dejara de girar era poesía pura. Un movimiento tan sublime que haría hipnotizar a cualquier persona. Y es que la forma en la que su vientre se movía lento, hacia adelante y atrás, suevamente sin acelerar el ritmo y sin perder el calmado compás que llevaba le hacía sólo querer mirarlo y desear que la vista sobre ese ser no lo deteriorara o cansara.
Kibum movía su cadera al compás de la música lenta que estaba escuchando.
Sus ojos cerrados y sus brazos moviéndose en armonía con el resto de su cuerpo sólo dejaban ver que estaba disfrutando lo que hacía. Lo que sentía.
Yifan detrás de la puerta miraba cada movimiento, cada empuje lento y perfecto que hacía con su vientre para que el aro no dejara de girar.
Pensó que Kibum lo había visto cuando dejó de mover su cadera, pero no fue esto sino que metió su brazo para elevar ese hula hacia su pecho y ahora el meneo de su cuerpo era más marcado, Yifan no perdía de vista los movimientos ajenos que hicieron que el hula saliera por su brazo derecho aun girándolo.
Casi estaba seguro de que tan lento y armonioso movimiento sólo era interpretado por el magnífico movimiento de las olas de mar. Que la manera en la que Kibum movía su cadera era similar al viento soplando sobre las copas de los arboles. ¿Por qué se sentía tan relajado con sólo mirarlo?
Quizá porque Kibum se estaba entregado a ese movimiento y a la música de fondo que escuchaba.
Quizás porque realmente estaba disfrutando lo que sentía.
Quizá porque había hecho todo un espectáculo cuando quiso comprar ese haro de hula hula.
Cualquiera de las razones que le trasmitieran la calma la agradecía.
Era poesía; ver cómo la cadera de Kibum se movía para atraer el hula hula, se sentía terriblemente hipnotizado por como el hula partía el viento para regresar y golpear levemente el vientre de su pareja para alejarse de nuevo.
Casi sentía que debería de interrumpir ese golpeteo leve en la piel de Kibum, pero este parecía no notarlo o no darle importancia.
Y es que para el arte siempre hay que sacrificarnos un poco, ¿no es así?
Yifan sólo sonrió tras suspirar al ver como el movimiento del hula se detenía y caía en las manos blancas y delicadas de Kibum, quien abrió los ojos.
-¿Desde cuándo está aquí?- preguntó apenado, ¿qué si lo había visto?
-No tiene mucho.- contestó Yifan acercándose a la sala de estar, y al entrar, tomó directamente el aro para comenzar a girarlo con su cadera.
Pero se veía tosco.
No sublime con lo proyectó Kibum.
-Eres arte.- dijo Yifan, sonriendo.