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Ángeles sin mañana por Hirra

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Notas del capitulo:

Buenas la tengan y mejor las pasen amigos mios jajajaja

¿Cómo estan? Yo ya estoy mucho mejor jejeje Me habia esguinsado el tobillo por andar en un árbol y traia muletas y toda la cosa pero ahora por fin puedo caminar (aunque nadie me preguntó pero que más da) jajajaja

Agradecimientos especiales a todas esas personitas que leen y sobretodo comentan mis historia, saludos especiales a Michella-chan, Black-Whitekun y Fine Girl. -Gracias por dejar siempre sus reviews, me hacen muy feliz.-

En fin, este capitulo disfrute mucho escribiendolo, espero que ustedes lo disfruten leyendolo jjeje

 

 

TERCERA LLAMADA, TERCERA LLAMADA...COMENZAMOS XD

Episodio 7

 

¿Puedo confiar en tus palabras?

 

 

 


La mañana siguiente llegó, el sol se colaba por la ventana trayendo luz a su paso, el ligero rocío se acomodaba grácilmente sobre la hierba humedecida, diminutas gotas resbalaban por los cristales de la habitación; poco a poco el día iba llegando. En una habitación lejana, bajo el manto de un par de sábanas; una pareja descansaba solemnemente abrazados, el tiempo se detenía en ese instante; lentamente uno de ellos despertó dejando a la vista sus orbes azuladas, bajó la vista encontrándose con aquella melena abundante perteneciente al ser capaz de robarle el aliento. Con la única mano libre que descansaba sobre la cintura ajena, acarició suavemente las mejillas rosadas del castaño, dedicándole un gesto noble y puro; Hiccup fue despertando sintiendo como una suave piel chocaba contra la suya.

 

-Buenos días- habló Jack siendo esas sus primeras palabras -¿Cómo te sientes?

 

-Muy bien, gracias ¿Y tú? -cuestionó frotando sus ojos e irguiéndose de la cama.

 

-De maravilla... -sonrió - E...espera, ¿A dónde vas? -vociferó observando la manera en la que Hiccup se dirigía a la puerta indiferente.

 

-A mi habitación, tú tienes que arreglarte para ir a la escuela ¿no es así? - terminó saliendo del cuarto, no sin antes.

 

-Pequitas, espera -agregó- Sobre lo de esta noche yo...

 

-Hablaremos después ¿Esta bien? -su voz sonaba fría, sin emociones o parecido. Un ligero estremecimiento surgió en el pecho del albino, trayendo consigo una burda idea; rápidamente se levantó de la cama y caminó hacia el menor sujetando fuerte y desesperado su mano.

 

-Prométeme que estarás aquí para cuando regresé, que no te iras ¿ok? -tembló ante la idea de perderlo -Prométemelo.

 

Hiccup miró a Jack con la vista fija sus ojos, asintió con la cabeza y habló -Esta bien, ahora déjame ir, por favor.

 

-Pequitas yo...

 

Sus palabras se vieron ahogadas ante la interrupción de su padre quien entraba por la puerta.

 

 -Jack, hijo, ya es hora de que vayas al colegio, si no te apresuras llegarás tar...-calló unos segundos observando sorprendido al par de adolescentes - ¿Qué haces aquí, Hiccup?

 

-Nada -agregó- Ya me iba -sin decir nada más, salió presuroso dejando solos a padre e hijo quienes permanecían en completo silencio aún después de unos segundos.

 

-¿Qué sucede aquí, Jack? –habló Norte rompiendo el silencio.

 

-La verdad viejo, ni yo lo sé –en su mente aún rondaba aquel sentimiento triste y confuso. Salió de la habitación ya arreglado camino a la escuela.

 

 

 

El timbre de la segunda hora sonó, el tiempo se le hacia tan largo y lento a la vez, sentía los segundos convertirse en minutos y estos en horas eternas; recargó su torso en el respaldo de la silla  inclinando la cabeza hacia atrás,  dejó que los rayos de sol tocaran su rostro encandilándolo ligeramente. Un suspiro salió de sus labios sin aparente motivo, rodó los ojos hacia un lado observando como sus dos amigas se acercan a su pupitre.

 

-¿Qué sucede, muchachas? –cuestionó aún con la cabeza colgando hacia atrás.

 

-Hola, Jack ¿Cómo estas? Oh yo también estoy muy bien, gracias por preguntar –se mofó Mérida con evidente sarcasmo.

 

-¿Qué quieres? –agregó –No estoy de buen humor.

 

-Tú nunca estas de buen humor –respondió rápidamente al comentario del albino –En fin, no vengo a pelear…o por lo menos no ahora, lo que te queríamos decir Rapunzel y yo es…

 

-Nosotras queríamos saber cuando vas a traer de nuevo a Pequitas, es decir, queremos conocerlo mejor, es muy lindo y adorable y además…- habló la rubia silenciando a su amiga.

 

-No le llames Pequitas –calló a la mujer con tono recelo –Sólo yo puedo llamarlo Pequi...

 

-¿Eh? –comentó desconcertada.

 

-No, nada –bramó recuperando su compostura ¿Qué había sido eso? ¿Acaso habían sido celos? ¿Celos de que alguien más aparte de él le hablará a Hiccup por el apodo de “Pequitas”?  -Olvídalo, por favor, no es nada.

 

-¿Muy bien? –respondió extrañada –Bueno, en fin, como te decía, ¿Cuándo volverás a traer a Pequi…a Hiccup?

 

-No lo sé, Rap…algún día.

 

-Pero…-el sonido de la voz del maestro fue la salvación de Jack. Ambas mujeres se alejaron del lugar dispuestas a ir a sus respectivos asientos. Nuevamente un suspiro surcó los labios del albino.

 

En un intento por mantener la concentración puesta en la clase, el cansancio predomino llevándolo a un trágico y fatídico recuerdo.

 

 

 

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El grito desesperado de la mujer les hizo virar sus cabezas hacia arriba, justo sobre ellos sonreía la maniática dama de oreja a oreja. Saltó de nada desde tres metros de altura cayendo a pocos, casi nada, metros de los niños. Un gemido ahogado en sus gargantas fue lo único que pudieron proliferar a causa del miedo.

 

Poco a poco, la mujer iba acercándose a ellos, sus piernas temblaban y la carne cercenada se iba cayendo a pedazos sobre el suelo, sus pupilas se movían de un lado a otro sin poder enfocarse en nada. Un pánico sobrenatural dominaba en Jack y en Baxtel, sus cuerpos ya estaban lo suficientemente cansados como para seguir corriendo.

 

Las paredes a su alrededor temblaban constantemente a causa del pesado tanque que se avecinaba, una explosión tras otra retumbaba con fuerza contra sus oídos, el tiempo pasaba lento, casi inexistente; ambos sabían que tenían que actuar, y rápido, pero ya no lograban mover sus músculos; sus extremidades palpitaban con fuerza por el corrida anterior.

 

La bestia seguía avanzando más y más, su sonrisa era cada vez más grande y sus garras poco a poco se alargaban en busca de su presa.

 

Jack miraba rápidamente a su alrededor, debía haber algo, lo que fuera, que los ayudara a salir de esta. Su vista vagó por todo el terreno hasta que finalmente encontró a sólo metro y medio de distancia, una rama a medio incendiar; viró nuevamente su vista a la mujer y sin dudarlo ni un segundo se abalanzó sobre la rama ardiente sujetándola y arrogándola al rostro macabro de la persona. Tomó con fuerza el brazo de su amigo y sacando energía desde lo más remoto de su interior, levantó su cuerpo y el de Baxtel.

 

Comenzaron a correr tan rápido como se les era posible, sus piernas le dolían a morir, sentían que en cualquier momento se les destrozarían. A lo lejos se escuchaban los alaridos de la mujer, eran tan perturbadores, parecían el bramido de un animal salvaje. Sus corazones latían al mil por hora, sabían que no podían detenerse.

 

Dieron media vuelta en la esquina de un edificio, anduvieron derecho cuatro cuadras más; Baxtel le rogaba a Jack porque se detuvieran pero este no escuchaba, su prioridad era correr, correr lo suficientemente lejos para que esa bestia no los encontrara. Nuevamente giraron en una esquina. Se detuvieron de repente, frenando sus cuerpos sin más nada.

 

El aire les fue robado de sus pulmones en un instante, su corazón se detuvo por varios segundos, no podían asimilar lo que veían. En frente, justo enfrente de sus ojos. Un grupo de personas se avecinaba tambaleante, otra vez la misma escena. Cuerpos a medio cercenar, ropas harapientas y mugrosas, extremidades de personas en el piso, rostros deformados y en todos esos “humanos”, la misma caótica, horripilante y destrozada sonrisa.

 

El alma se les fue en un soplido, definitivamente ya no tenían fuerza, ni una sola.  ¿Cuántas personas eran? ¿10? ¿15? ¿Más?

 

Los estallidos de las bombas continuaban resonando a su alrededor, las bestias estaban a tan sólo un par de cuadras de distancia, dos cuando mucho. No podían regresar, era imposible.

 

Baxtel cayó derrotado al piso, sus rodillas flaquearon llevándolo directamente al suelo, pequeñas lágrimas cayeron por sus mejillas amargamente. Jack trató de levantarlo pero su amigo no reaccionaba. Tan sólo una cuadra era lo que ahora los dividía del grupo de individuos. Ya no quedaba nada.

 

Cerró sus ojos con fuerza esperando su final, abrazó el cuerpo de menor por encima de la cabeza. Esperó el sonido de los pasos cada vez más cerca, esperó oír los alaridos de las personas balbuceando frases sin sentido, no obstante, estos nunca llegaron. En cambio el sonido de una nueva explosión muy cerca de ellos fue lo que les hizo abrir los ojos.

 

Miraron hacia atrás encontrándose con un tanque de guerra a dos metros de distancia, las llamas estaban consumiendo al grupo desesperado de dementes. De pronto, la salida del tanque se abrió, los niños observaban fijamente la compuerta de dicha arma hasta que finalmente salió. Un hombre de cabellera blanca y barba abundante, con tatuajes en ambos brazos les extendió la mano.

 

-Vamos, suban, no queda mucho tiempo…un nuevo grupo se esta acercando.

 

 

 

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La voz de un compañero llamándole hizo que Jack regresara de ese inhóspito sueño, una fina capa de sudor cubría su frente mientras que el resto de su cuerpo sudaba fría. Su respiración era ligeramente agitaba, se levantó abruptamente de su asiento y sin importarle los gritos del maestro, salió presuroso del salón, las miradas de sus compañeros se vieron fijas en él hasta el momento en el que desapareció detrás de la puerta.

 

Corrió rápidamente a su casa, su respiración era cada vez más y más irregular, una fuerte presión en su pecho lo aprisionaba; la temperatura de su cuerpo comenzó a descender rápidamente, la cabeza le daba mil vueltas, todo a su alrededor se veía difuso.

 

-No otra vez –pensó mientras corría desesperado calle arriba, sus parpados se hacían más y más pesados, su piel se enfriaba más y más.

 

Finalmente llegó al negocio de su padre, cerró la puerta detrás de él y se tiró al piso, las fuerzas lo abandonaron por completo. Cada vez se le era más difícil respirar, todo se nublaba.

 

-Jack…Jack…¡Jack! –una voz lo llamaba constantemente, perdía poco a poco sus sentidos, sintió desvanecerse si no fuera por unos brazos que lo sujetaron a tiempo.

 

Jack podía escuchar el latir del corazón ajeno retumbando en su oído, le proporcionó calma; el calor ajeno lo tranquilizó de sobremanera. Lentamente comenzó a recuperar los sentidos. Por extraño que parezca su temperatura corporal comenzó a subir gradualmente volviendo a su rostro ese tono humano que le correspondía, sus inhalaciones eran más constantes y la vista nublosa iniciaba a aclararse. Fue si no, hasta que todo en su interior volvió a la normalidad cuando levantó la vista en busca del rostro de aquel que lo abrazaba tan delicadamente.

 

-Pe…Pequitas… ¿Qué sucede? –cuestionó con dificultad.

 

-¿Qué qué sucede? –exclamó exaltado –Eso debería de preguntártelo yo ¿Qué demonios te paso?

 

-No te preocupes, Pequitas, no es nada ¿ok? -aclaró dulcemente tratando de restarle importancia al asunto. Los brazos de Hiccup aún lo sujetaban fervientemente.

 

-Eso no es nada, Jack. Casi te desmayas de nuevo, mírate, tu piel sigue siendo pálida...

 

-Cálmate, Pequitas-habló mientras sujeta con ambas manos el rostro del menor -Mírame, estoy bien...todo esta bien ahora...-terminó diciendo mientras colocaba una de las manos de Hiccup sobre su pecho; los latidos de Jack vibraban intensamente en su palma, un sentimiento reconfortante invadió al castaño al sentir el pulso regulado de su salvador -¿Ya vistes? Estoy bien.

 

-No vuelvas a asustarme de esa forma -reclamó mientras se recargaba en el pecho ajeno, los latidos constantes del mayor lo arrullaban cálidamente invitándolo a descansar cobijado por su melodía. Largo rato permanecieron en silencio sentados en el suelo del establecimiento, el lugar estaba vacío de arriba a bajo; las mesas del restaurante aún no habían sido acomodadas y las cortinas metílicas seguían abajo.

 

-¿Y mi padre? -preguntó Jack al darse cuenta de la ausencia del mencionado.

 

-Salió –fue lo único que contestó mientras permanecía en sus brazos.

 

-Ya veo -su vista vagaba de un lado a otro; el constante e incesante ruido del agua cayendo gota a gota de la llave, era lo único que se podía escuchar de fondo. Nadie decía nada, sólo permanecían así acurrucados uno junto al otro disfrutando del silencio. -Hiccup, sobre lo de anoche yo...

 

-Jack -susurró irguiéndose y observando fijamente su rostro; su voz era suave, casi melodiosa, llenaba los oídos de Jack en un tenue compás -¿Puedo creer en tus palabras?

 

El albino lo miró algo extrañado -¿A qué te refieres?

 

-¿Es verdad? ¿Puedo quedarme contigo? ¿Para siempre?

 

-¿Escuchaste lo qué dije anoche?

 

-¿No puedo? -su mirada era triste, sus cejas estaban ligeramente arqueadas y sus ojos dudosos.

 

-No es eso -respondió dulcemente embonando una sonrisa amorosa -Quédate...pero sólo a mi lado ¿ok?

 

El semblante del menor fue inmediatamente cambiado por uno ameno, una sonrisa se extendía por todo su rostro dándole un toque tierno e infantil. Jack no pudo soportarlo más y en un arrebato ocasional, sujetó con ambas manos el rostro del castaño uniendo sus labios en un profundo beso. Los ojos de Hiccup se abrieron en sorpresa, sin embargo, no lo detuvo, simplemente se quedó ahí quieto recibiendo tan apasionado gesto.

 

El mayor, al darse cuenta de que el castaño no respondía el beso, se separó de él dudoso; las mejillas del oji-verde ardían con fuerza, bajó su cabeza completamente avergonzado, unos mechones cobrizos cubrían su rostro ocultando sus facciones, levantó la mirada tratando de ver a los ojos a su protector, no obstante, su cabello opacaba su visión impidiéndole ver lo que deseaba.

 

-¡Jajajaja! –rió Jack ante tan divertida imagen rompiendo así aquel silencio medianamente incomodo que se había instalado en el ambiente -¡Pareces el tío cosa, Pequitas!

 

-¡Oye! ¡No te burles! –rápidamente la vergüenza había pasado al escuchar la risa ajena -¡Maldito cabello! –vociferó mientras trataba de acomodar los desorganizados mechones.

 

-¿Y por qué no lo cortas? –agregó –Ya no necesitas traerlo largo, ya nadie va a venir por ti. Ahora estas a salvo.

 

 

 

 

 

 

-Hiccup, ya llegue –bramaba el viejo oso mientras entraba a la casa -¿Todavía no ha llegado Jack?

 

-Hola vejete –respondió el adolescente acercándose a la entrada.

 

-No cambias ¿cierto? –agregó -¿Cuántas veces tengo que decirte que me llames “padre”?

 

-Nunca las necesarias –se mofó con una risa en sus labios.

 

-Llegaste antes ¿Paso algo? No es común que estés en casa a esta hora.

 

Un suspiro de parte del cuestionado alertó a Norte de que algo malo había pasado –Tuve un ataque nuevamente…cada vez son más frecuentes –un silencio se apoderó del ambiente –En fin, mira… ¡Hiccup, ven! –llamó al castaño, quien entró cohibido al lugar.

 

-Genial, pequeño, te ves bien –exclamó honesto el viejo al ver la nueva apariencia de su inquilino. El cabello de Hiccup había sido cortado a la altura de las orejas con un flequillo de lado, si bien su apariencia se había vuelto más “masculina” seguía siendo igual de adorable y hermoso como siempre.

 

-¿Verdad que sí? Yo mismo lo corte –hablaba orgulloso Jack observando su trabajo –A decir verdad fue bastante fácil, yo…- sus palabras fueron interrumpidas a causa de un terrible dolor de cabeza que lo atacó de pronto, una presión en su pecho le impidió respirar y ocasionó su caída al piso – ¡Mierda! -fue lo último que bramó en lo bajo antes de que un nuevo mareo sacudiera su mente y su cuerpo llevándolo a la inconsciencia total, todo desapareció en una bruma negra.

 

 

 

Notas finales:

Eso es todo por hoy !!!

Nos vemos a la proxima

Se cuidan!

Byeeeeee

-No se caigan de los árboles como su servidora! -jajajaja :D


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