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Escándalo en el penal. por amys0n

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Notas del fanfic:

"-Shintaro, ¿eh? Quién iba a pensar que el general más estricto de todos iba a tener de pupilo al novato. –Akashi seguía observándome.

-Ah-pu-pu-pues yo. Es así, estoy con él. –le dije nervioso, mis mejillas ardían. Sentía como me ponía rojo como un tomate. Solté la mentira.

-Pruébalo. –soltó, sin más Hyuga.

-¿Cómo? –dije.

-Follando con él, claro está, duh. –ahora era Kise el que intervino.

Oh madre santa, en que lio me he metido."

Notas del capitulo:

Prepárense para esta explosion mental.

Nota: Tiene mencion a algunos personajes de otros anime, leve. (SnK, Tokyo ghoul).

Los personajes de esta obra no me pertenecen, derecho a sus respectivos autores.

Parte I: El novato virgen.

-"Fraude" –respondí sin ganas, haciendo comillas con mis dedos, en la palabra fraude. Y esa era la verdad, que yo fuera culpable y estuviera aquí es como decir que el chico que está delante de mí, haciendo preguntas molestas, no es homosexual. Falso.

-Ah…fuerte. –dijo, mirándome interesado. Yo trataba de darle un bocado a la espesa masa grisácea que se ceñía en mi plato, haciendo el papel de comida. Era mierda. Podía pasar por todo pero menos por comida. –Y, ¿Cuánto tiempo? –me dijo, mostrando brillitos en sus ojos, como si realmente le interesara el hecho de porque podía estar yo aquí.

-Cinco años. Menos, si consigo mantener buena conducta, o probar que todo fue una trampa y soy inocente. Pero cualquiera de las dos opciones es más imposible que ocurra, que la otra. –trague agua, tratando de pasar el amargo y asqueroso sabor del intento fallido de comida que acababa de meterme en la boca.

-¿Por qué? –inquirió de nuevo, el rubio.

-Porque no tengo dinero para un buen abogado, que más. –le respondí, ya estaba comenzando a molestarme sus preguntas.

-Uhm, ya veo. Bueno espero poder llevarme muy bien con usted, Takao-san. –respondió, haciendo un movimiento de cabeza.

-Y tú, ¿Por qué estás aquí? –dije, tratando de cambiar un poco el tema. La verdad es que pude haberme ido y dejar al mocoso nuevo solo, pero prefiero estar con este tal Ryo… -Sakurai Ryo, se podía leer las letras negras en su braga naranja- a que con el imbécil de Miyaji, que estaba ahora en la mesa de Akashi y sus zorritas, ese bastardo creía que controlaba todo aquí, solo porque su padre era un oficial de alto rango. ¿Y a mí qué? Gire hasta verlo sentando sobre su mesa, mientras Reo y Kotaro se encontraban a sus respectivos lados, como siempre. Hay que ver como alguien más pequeño que yo, otro mocoso, podía tener tanto poder aquí. Me encontró mirándolo, y me regalo una sonrisa ladina. Asqueroso, inmundo. Le devolví la sonrisa y luego hice un gesto de que vomitaba. Ja.

-Takao. ¡Takao-san! –el nuevo me saco de mi trance. -¿Estás bien? –pregunto, mirándome al nervioso.

-Ah…ah, si. ¿Qué me decías?-me concentre de nuevo en el mocoso que estaba delante de mí.

-Trata de blancas. –dijo sin más. ¿Qué? ¡¿QUÉ!? Como semejante mocoso iba a estar involucrado en trata de blancas… lo mire estupefacto, escupí el agua que en ese momento estaba tomando.

-Eh, ah. No quería asustarlo. Lo siento, lo siento, ¡Lo siento!-comenzó a decir una sarta de disculpas.

-Ya, ya. Pero, ¿es en serio lo que me dijiste? –lo mire de nuevo, parecía una broma.

-No es el mejor trabajo del mundo, pero paga las cuentas. –me dijo, con una expresión seria en su rostro. Vaya engendro.

-Y bien, ¿Cuánto tiempo? –pregunte, curioso.

-Veinte años, o más si descubren el total de personas vendidas. –dijo, tomando un boca de masa grisácea que estaba en su plato, el impostor de comida.

-Joder, eso sí es fuerte, no lo mío. Mocoso.

-Sí, bueno, no es que este muy orgulloso de ello, pero aquí estoy. –subió de nuevo la mirada, la verdad es que me dio un poco de pena. Como alguien tan joven podía estar involucrado en aquel mundo. La gente podía ser cruel. Y que me lo digan, jure que cuando salga de aquí me encargaría con mis propias manos del bastardo que me cago la vida y me dejo pudriéndome aquí. Levi Ackerman, el que una vez fue mi amigo y jefe. Yo solo era un simple administrador y recadero, jamás iba a imaginar que las firmas que recolectaba eran para estafar a las otras empresas.

Ese gusano de cabellos negros y mirada dura, algún dia me las iba a pagar.

Un timbre sonó. Una, dos, tres veces.

-¿Qué significa ese timbre? –pregunto Ryo. Es nuevo, no sabía un carajo de esto.

-Quiere decir que se acabó el tiempo del almuerzo, ahora tenemos media hora en el patio trasero, vamos. –dije, levantándome de la mesa para llevar la bandeja gris y el resto del impostor de comida al basurero.

-Hi, hi. –se apresuró el rubio, siguiéndome el paso.


-Así que no quieres estar con los míos, ¿pero si con el mocos nuevo? –chasqueo su lengua, pasando su brazo por mis hombros, colocándome muy cerca de él. Este imbécil.

-No es tu problema con quien quiera estar o no. Imbécil. –le aparte de un manotazo, alejándome. Sakurai se había ido con uno de los guardias, ya que al parecer lo llamaban de la dirección. Mentiras, se quería tirar al nuevo. Era obvio con solo ver su cara de asco.

Una mano se pasó por la parte baja de mi espalda. Escalofríos. Me empujo contra la pared. Mi rostro chocando de plano con el frio muro. Dolor. Sangre.

-Mi pequeño Kazunari, cuando vas a aprender… Debes respetar a tus superiores, ¿entendido? –dijo, apretándome más contra la pared, podía sentir como trataba de acoplar su miembro contra mi trasero. –Tal vez no tenga tanto poder como Akashi, pero sabes que el segundo al mando aquí soy yo. Así que me bajas el tonito. –me susurro, en el oído. Podía sentir su respiración cerca, muy cerca. Asqueroso, lo que me faltaba, el imbécil de Hyuga acosándome de nuevo.

-Aléjate. –le dije secamente. Mala idea, me jalo por los cabellos, me giro para encararlo de frente, tomo mi cabeza y me miró fijamente. –Kazunari, sabes lo que te conviene. O estás conmigo o con Akashi, pero decide de una vez. Si te quedas fuera, no me hare responsable de lo que te pueda suceder. Si quieres que los negros destrocen ese culo virgen tuyo, allá tú. –me dio un beso rápido en los labios y se alejó. Escupí y trate de limpiarme los labios con la manga del overol naranja.

Lo odiaba.

Odiaba aquel lugar. Yo no debería estar aquí.

Respire pesadamente, estaba furioso y la sangre que caía por mi frente tampoco ayudaba.

Pudiera ir al baño a limpiarme, pero en estas situaciones ir solo al baño es lo último que me gustaría hacer, no sabes que imbécil estará esperando para asaltarte, más sutilmente y no decir violarte.

Me limpie frente con el dorso del overol, y seguí mi camino hasta el patio de descanso, lo que menos quería ahora es una bronca con algún guardia por no presentarme en la hora de descanso.

Seguí avanzando, hasta que llegue a las puertas traseras, un guardia me observo. Vio la sangre en mi frente

-Sin peleas, Kazunari. -me abrió la puerta.

Imbécil, no es como que si yo me las buscará. Me mordí la lengua antes de soltarle la sorda de palabras que expresaban lo que realmente era.

Luz. Tuve que entre cerrar mis ojos un momento, el radiante brillo del sol me pegaba en el rostro haciendo difícil ver bien. Respire.

Seguí avanzando hasta divisar a los que se encontraban en aquel recinto de concreto. Paredones grandes, con pilares imponentes que se alzaban en cada esquina, donde seguramente algún guardia debía encontrarse vigilando, con su arma preparada, para que nadie escapara de aquel lugar.

Seguí avanzando ignorando a aquella manada de idiotas. En una mesa deteriorada, probablemente por la cantidad de peleas que ha deber aguantado. Se encontraban Hyuga y su grupo de peones. Teppei, Izuki y Kawahara, logré divisarlos.

Hyuga con sus lentes y sonrisa de autosuficiencia, creyéndose la gran cosa. Según lo que he escuchado, el solo es el segundo al mando de su grupo, al parecer su jefe, un tal Imayoshi, se había metido en una fuerte pelea con otro de los peores de aquí, Hanamiya. Y ahora ambos se encontraban en confinamiento por un par de meses, al parecer porque hubo armas blancas involucradas.

No los conocía, ni me importaba, yo sólo quiero salir de este infierno.

Seguí avanzando, varios rostros conocidos y no les di importancia.

Un balón de básquet resonando contra el pavimento, Kagami y Aomine. Siempre hacían eso, de jugar el uno a uno. Era lo menos que se podía hacer en este lugar de mierda, para no morirse de aburrimiento o acabar siendo la zorra de otro.

Pude haber ido a jugar con ellos, pero alguien con suficientes neuronas sabía que era mejor no interrumpir a aquel par. Parecían ser buenas personas, pero cuando armaban una pelea entre ellos, no hay guardia que les pare. Ambos, tanto el moreno azulado, como el pelirrojo, pertenecían al grupo de Akashi.

Una puerta rechinante se abrió, me gire como curioso para ver de quien se trataba. Kise Ryouta, con un overol bajo, con una guarda camisa blanca desaliñada y el pelo desordenado. Sonreía con descaro, y lamía un chupetín rojo, cuan goloso como un niño, chupando. Asqueroso.

Detrás de él, venía como siempre, Kasamatsu Yukio, uno de los guardias más conocidos de aquí por su personalidad. Era mejor no meterse con el si no querías ganarte unos cuantos puños y patadas sin razón.

Trataba de arreglarse su gorra azul de policía y se acomodaba la camisa dentro del pantalón. Cualquiera sabía de que venían aquellos dos.

Rodé los ojos, o podías ser la zorra de un jefe, o seguir el ejemplo de Ryouta, y estar con un oficial. A mí me daba igual, no quería ser de ninguno de esos cerdos.

Divise a mi antiguo compañero de trabajo, Jean Kirschtein, él había sido secretario de la empresa y también había caído en esta mierda de farsa como yo. Y otros más, pero habían logrado salir libres con el suficiente dinero que habían robado, los que no teníamos los recursos, como Jean y yo, nos tocaba pudrirnos en lo bajo.

-Hey. -le dije, tomando asiento al lado de él, en el suelo.

-Que cuentas, Kazunari.

-No mucho, la comida es un asco, siendo acosado, lo usual. ¿Y tú? -le pregunte, no es que me interesara mucho su vida, pero era al único con un poco de moral y se podía hablar civilizadamente en este lugar.

-Estoy con Hyuga-san. -me dijo, bajando la mirada. Olviden todo lo que dije antes, es un completo imbécil.

-Pero que carajos, Jean. ¿Por qué hiciste eso? -quería irme de ahí, no soportaba el simple hecho de que cayera tan bajo como para irse con el grupo del cuatro ojos.

-Mira, Kazunari, no sabemos que pueda pasar en la siguiente semana, cuando termine el confinamiento, así que para estar seguro...

-Y una mierda, Jean. Nada va a suceder, simplemente saldrán unos tipos de donde estaban confinados. -lo mire, exasperado. No tenía que temer a lo que le dijeran los otros... O eso pensaba.

-No es sólo eso, estaban en confinamiento porque pelearon, con armas, mataron personas Kazunari. ¿No entiendes lo que es eso? Y antes de que esas bestias vengan por nosotros los nuevos y acaben conmigo, prefiero estar resguardado en un grupo. -me miro nervioso, estaba en una posición difícil.

-Y estas en todo lo que eso conlleva, las cosas que te harán en el grupo... Estas jodido, Jean.

-No, no estoy jodido Kazunari. Aún. Pero prefiero que sea uno de ellos y no que me destrocen los peores de este lugar. -estaba temblando por un momento, mientras pensaba en lo que pudiera pasar aquí, me dio un poco de lástima.

-Pero, ¿sabes lo que eso conlleva? Jean. -lo miré serio, esperando una respuesta y lo que dijo me dejó fuera de lugar.

-Si tengo que acostarme con un hombre para que me proteja, entonces que así sea. No pienso morir y menos dejar que otros me violen. -me dijo, sosteniendo la mirada.

-¡Que enfermo! ¿Si quieras eres consciente de lo que dices? No seas tan mierda Jean, ten dignidad. -le grite, no podía ver cómo caía tan bajo.

-Kazunari, madura. Estas en la puta cárcel, y esto no es un juego, es serio lo que te dijo. -se puso de pie. -Y te lo digo como consejo, o te buscas un grupo o prepárate para lo peor. -me miro asqueado y se fue del lugar.

Bastardo, no tiene que decirme lo que puedo o no hacer, y lo más seguro de todo es que no me iré con ninguno de estos.

Me puse de pie, frustrado y me fui del lugar. Entre de nuevo, iba por el pasillo rumbo a mi celda y me encontré con la oficial Mikasa, era una no de las pocas mujeres que residían en aquel lugar.


-Takao, ¿por qué no estás en el patio? -me pregunto.

-No tengo ganas, oficial. Prefiero ir a recostarme. -le dije sin ganas.

-Sabes que te puedes meter en problemas si te encuentran vagando dentro del recinto, aun quedan unos diez minutos antes de que acabe el descanso. Regresa el patio. -me dijo, seriamente.

-¡No quiero! Estoy cansado de esa cuerda de imbéciles, quiero ir a la celda. -le grite... Mierda, le grite a un oficial. Me miró enfadada.

-¡Lo siento, lo siento! No fue mi intención gritarle, oficial Mikasa. -me incline y me disculpe rápidamente. Ella suspiro y me vio de mala gana.

-Está bien, te la dejare pasar Takao. Pero estas perdiendo los puntos conmigo. -subí la cabeza y la mire de nuevo. Realmente era una mujer fría y metida en su trabajo, pero es comprensible. Sonreí.

-Gracias, ¡gracias! -estaba por abrazarla pero me empujo.

-Esto no será gratis, te tengo un trabajo. -me dijo, de nuevo con su mirada helada.

-¿El qué? -pregunté, algo preocupado por lo que sea que me pudiera mandar a hacer, en este lugar.

-Ten. -me dijo, extendiendo un sobre que llevaba en su mano. -Aún no he almorzado y necesito un descanso, así que cubre esto por mí. Llévala a la oficina ciento ocho, es del general Midorima. -me dijo. Era una tarea sencilla, sólo llevar un recado. Suspire aliviado. Tome la carta y le dije:

-Como mande generala. -le dije, haciendo un saludo militar en broma.

-¡Kazunari! Respeto. -me grito, y antes de irse de nuevo me dijo: -Y ni se te ocurra abrir esa carta, si no quieres que te castren, y que te den tus bolas en el almuerzo, más te vale no abrirla. -me dio una mirada de mala muerte y siguió con su camino.

Y ahí me quede yo, en el pasillo con una carta en la mano.

Decidí ponerme en marcha, aunque no sabía exactamente donde estaba dicha oficina. Recuerdo haber estado en la oficina cien -una vez, cuando llegue y me estaban explicando el funcionamiento y las normas del lugar, y me dieron aquel horrible overol naranja que llevaban todos los reclusos- así que supuse que estarían en el mismo pasillo. Suba unas escaleras y seguí mi camino, pasando por algunas celdas vacías, otras llena y saludando a los oficiales. En otros tuve que explicar por qué no estaba en el patio y seguí avanzando.

Recordé lo que me dijo la oficial Mikasa y me causó gracia. Apuesto a que mis bolas sabrían mejor que la masa grisácea que hacía pasar por comida.

Mientras avanzaba, observe el sobre que llevaba en mis manos.

"Dirigido a Midorima Shintarō, Mayor General de la brigada 2.

Asunto: recluso N° 774."

¿Midorima Shintarō? Se me hacía familiar aquel nombre, pero no podía recordar de donde. No le di más importancia y seguí avanzando. Cuando llegue al despacho número cien, vi a los lados y el siguiente era el ciento dos, seguí por el pasillo hasta dar con el ciento ocho.

Puerta negra cromada, se abrió antes de que llegara y pude divisar a los que estaban saliendo.

Uno era un muchacho de cabellos blancos, llevaba un overol azul, lo que quería decir que pertenecía a otro pabellón. Llevaba una máscara negra, que cubría su boca. Esta cerrada por una especie de cierre. Divise el nombre timbrado en negro en las letras de su overol. "Kaneki..."

No pude terminar de leer el nombre, porque el muchacho me vio observándolo, frunció el ceño y me dedicó una mirada asesina.

Esa mirada, sumada con el hecho de que llevaba una máscara -que le colocan a los reclusos rebeldes, que por lo general se meten en peleas y suelen morder a las personas - no era nada reconfortante. Trague saliva fuerte. Estaba temblando.

Me señalo con el dedo, y con quien estaba hablando antes me miro. Era un señor alto, de tez blanca, cabello verde y llevaba unos lentes rectangulares. Un traje militar impecable, de hombreras con tres estrellas doradas en cada hombro. Me miró y arqueo una ceja. Preguntadose como, ¿quién es este?

-Kaneki, y recuerda no liártela más. Ya es suficiente con haberle arrancado la oreja a dos reclusos este mes. Si vuelves a actuar bruscamente serás llevado a confinamiento.-dijo el peliverde. El tal Kaneki dudo por un momento y asintió.

-Ahora ve a la oficina del comandante Arima, te está esperando. -dijo el peliverde. Kaneki asintió de nuevo y se fue del lugar. No sin antes volver a dedicarme una mirada mordaz. "Qué lindo", pensé. Rodé mis ojos y salí detrás de la pared de donde, sin darme, me estaba escondiendo.

-Identifícate. -dijo el oficial peliverde, con una voz gruesa. Me dio una mirada de pies a cabeza.

Que nervios.

-Ta-Ta- ¡Takao Kazunari! Señor, recluso 402. -tartamudeé. Seguía con la mirada fija en mí.

-Recluso cuatro, cero, dos. ¿Necesita algo? -preguntó.

-Eh...eh... ¡Si! La oficial Mikasa me envió a entregarle esta carta. -le dije mostrando, el sobre blanco que llevaba en mis manos.

-Ya veo. -me dijo, se acomodó los lentes y se giró, dándome la espalda. -Entra, ahora. -ordenó, mientras se iba adentrando a la oficina, y me dejaba petrificado como una estatua.

Mierda, su nombre antes se me hacía familiar. Yo lo conocía, lo conozco.

Midorima Shintarō, General y dueño de empresas farmacéuticas Midorima.

Una de sus empresas que había ido a la quiebra.

Por culpa del idiota de Ackerman.

Él lo sabía. Y yo era el que estaba pagando por ese supuesto crimen.

Mierda, tierra trágame ahora.

Dude un segundo antes de dar marcha atrás. Si salía corriendo ahora e ignoraba una orden de un oficial de alto rango, seguro la sanción no sería nada agradable, preferí ahorrarme más problemas así, nervioso como el infierno, decidí entrar a la oficina.

-Cierra la puerta. -me dijo, mientras se sentaba en la silla, detrás del escritorio.

Estaba muy asustado, sentía como mis piernas temblaban, no sabía muy bien como era el resto de la oficina, ya que me concentre en un único punto en el suelo, como si fuera la cosa más importante de este mundo.

-Takao. -pronunció mi nombre.

Se que debo estar siendo un maleducado por ignorarle, pero no quería mirarlo. Podía sentir como su mirada me calaba, atravesando mi overol, mi camisa blanca. Penetrando hasta mis huesos.

-Takao. -pronuncio de nuevo. No subí la mirada.

-Cuatro, cero, dos. -dijo. Esta vez usando un tono de voz más profundo, lo estaba cabreando.

Subí la mirada. Tenía los codos apoyados en el escritorio. Negro caoba. Tenía la barbilla apoyada en sus manos, el ceño fruncido.

-S-s-¡Si! señor. -dije, joder. Joder. Estoy asustado.

-No respondes cuanto te llamo por tu nombre, ¿pero si cuando te llaman por un numero? -soltó secamente. -Ya veo que has acostumbrado rápido a tu nueva vida, bien. -sus palabras se sentían como ácido. Dolían.

-Con todo respeto señor, no es cierto. -Me llene de valor para poder responderle.

-¿Como que no? Cuatro, cero, dos. -dijo de nuevo, arrastrando las palabras.

-No, señor.

-Toma asiento. -me dijo, señalando una de las sillas que se encontraban en frente del escritorio.

Me senté y tome consciencia sobre la habitación en donde me encontraba. Las paredes laterales eran blancas y la que estaba detrás de el era un color azul marino profundo. Algunos marcos con medallas, títulos, placas de reconocimiento. Una estantería negra, con una diversia variedad de libros. Divise una impresora, un reproductor de sonido, una repisa, con protector de vidrio, la cual dejaba a la vista variedad de armas ordenas por tamaño, como de presentación. Me centré de nuevo en la persona delante de mí, seguía mirándome fijamente.

-¿Señor? -llame su atención.

-¿Cómo te trata la prisión? -arqueo una ceja, descarado.

-Como la mierda, señor. -Sonreí, mostrándole mis dientes. Yo también podía jugar este juego.

-Esa boca, Takao. -me miro serio, aunque en su mirada se podía divisar un toque de diversión.

-¿Que boca? ¿Esta? -señale mi boca, y saque la lengua.

-Déjese de payasadas, Takao. -me dijo, era obvio que estaba tratando de ocultar la risa detrás de su manos.

-Está bien, señor.

-¿Ya te acoplaste al lugar? -preguntó.

-Nunca. -le dije. -Jamás podría acostumbrarme aquí, no es mi lugar. Yo no merezco estar aquí. -le respondí. Tratando de dar a entender algo que era verdad, yo no merezco estar aquí.

-¿Por qué lo dices? -hablo de nuevo.

-Porque es la verdad. -puntualice.

-Si fuera verdad, no estarías aquí.

-¡Pero lo es! -me defendí. Mierda... Lo hice otra vez, le alce la voz a un oficial... Querida madre, espérame allá en el paraíso. Trague fuerte.

-Takao. -dijo, con una mirada filosa.

-Lo siento... Señor. -dije, mire de nuevo hacia abajo. Quiero salir de aquí.

-No me vuelvas a alzar la voz, si sabes lo que te conviene.

-Si, señor.

-Bien. Y sé que es la verdad. -me dijo, subí la mirada. Me sorprendió escuchar eso.

-¿Cómo? Señor. -le pregunté, intrigado.

-Sé que tienes razón, no podrías estafar a una empresa. Esa cara de idiota te delata. -me miró, una sonrisa ladina se deslizo por su boca.

¡¿Qué?! No sé si estar contento porque sabe que es verdad, o si cabrearme porque me dijo idiota. Lo mire estupefacto.

-Señor...-no dije más. Midorima se dispuso a encender la notebook que estaba en el escritorio. Mientras esperaba, abrió el sobre que le había dado antes.

-Espero no lo hayas leído. Sabes que es un delito el leer archivos federales no autorizados, ¿no? -inquirió de nuevo. "Imbécil", quería decirte, pero me contuve.

-No señor, por supuesto que no la he leído. -Sonreí amargamente.

Tocaron la puerta. -Adelante. -dijo Midorima.

-Permiso~ -entró un oficial pelinegro, llevaba unas carpetas. Tenía un corte de cabello particular, solo dejaba a la vista un ojo. "Emo a la vista".

-Shin-chan, te traje los reportes del caso que me pediste. -se adentró en la oficina, cerrando la puerta. "¿Shin-chan?"

-Y que no me llames así, Himuro. -Bramo, enojado Midorima. El tal Himuro río, sabía que ese apodo hacía molestar a su superior. Este oficial me cae bien.

-Oh, ¿y este mocoso? -dijo, por lo visto refiriéndose a mí, mientras me palmeo la cabeza como si fuera un niño pequeño.

-No soy un mocoso. -le dije, haciendo un mohín. Ya no me cae bien.

-Con esa expresión te ves más mocoso todavía, ¿no es adorable, Shin-chan? -le dijo.

-Maldito... -susurro el aludido por lo bajo. Himuro se carcajeo de nuevo, yo no pude contener la risa y lo acompañe con gracia, ante la actitud del coronel.

-¡Que se callen! -regaño. Realmente se estaba enojando.

-Lo siento, Shin-chan~ -dije, imitando la voz de Himuro.

-Cuatro, cero, dos. -me dio una mirada reprobatoria.

-Aprende rápido el novato. -comentó Himuro divertido. -Esta tarde no puedo atormentarte Midorima, tengo trabajo que hacer. -dijo, mientras dejaba las carpetas sobre el escritorio.

-Gracias a Dios. -murmuró por lo bajo Shin-chan.

-Bueno, te dejo con tu nuevo pupilo. -me guiño un ojo. -Nos vemos, Shin-chan~ -se despidió, mientras cerraba la puerta.

-¡HIMURO! -le grito molesto. Pero ya el policía emo se había ido, así que en su lugar, yo tuve que aguantarme la sarta de insultos dedicada a él.

-Shin-chan, no se moleste. Le saldrán arrugas tan joven. -le dije.

-Mocoso, no te des la libertad de llamarme así. Él es un compañero de trabajo tú... -haciendo énfasis en el tu- eres nada más que un simple reo del pabellón, conoce tu lugar. -se acomodó los lentes, y siguió con su trabajo en la notebook.

-Lo siento, señor. -me disculpe de nuevo. Era difícil de admitir, pero esas palabras dolieron.

Pasaron unos minutos de silencio, sólo se escuchaba el tecleo en la notebook y nuestras respiraciones. Suspire.

-Señ- me interrumpió.

-Lo siento, Takao. -me dijo sin más. -Gracias por traer el sobre, puedes retirarte. -me levante de la silla, lo miré aliviado.

-Gracias, señor. -me apresure a decir mientras me dirigía a la puerta. Estaba a punto de abrirla cuando llamó de nuevo.

-Takao. -dijo. -Anda con cuidado.

-¿Por qué lo dice? Señor. -me gire de nuevo para mirarlo, curioso por las palabras que me dijo.

-Muy bien sabes de lo que te estoy hablando. Solo trata de no meterte en problemas, en serio. -se acomodó sus lentes, seguía fijo en la pantalla de la notebook.

-Realmente no entiendo lo que trata de decir, pero gracias por el consejo, señor.

-Takao, no tienes ni un mes aquí y no he escuchado nada sobre ti involucrado en peleas, y espero siga así. Pero tienes rastro de sangre seca en la frente y en el cabello. -ahora si me estaba mirando.

-Ah... ¿esto? No estoy causando problemas, señor. Nada de qué preocuparse, je...je. -trate de sonreír, nervioso. No quiero que me tilden de una mala conducta aquí, lo menos que quiero es alagar mi sentencia.

-¿Cómo te hiciste eso? -preguntó de nuevo.

-Sólo fue un accidente, señor. -me apresure a contestar.

-¿Te están acosando?

-Yo... No...-baje la mirada, joder. Lo menos que quería era ser como una niñita soplona y decir que me estaban acosando, esto es la cárcel, no un patio de recreo.

No vi cómo ni en qué momento se puso de pie. Solo sé que ahora estaba sobre mí, me tomó por el cuello del overol y me miro seriamente.

-Se-se-¡¿señor?! -estoy asustado.

-Déjate de niñerías y date cuenta donde estas. Ahora responde. -una mirada filosa. -¿Te están acosando?

-Si... Señor...-fue lo único que pude decir. Me soltó el overol y me dejo caer al suelo.

-¿Quién? -preguntó, mientras me miraba desde arriba, era unos centímetros más alto que yo.

-No lo diré, señor. -le sostuve la mirada.

Suspiró. -Cuatro, cero, dos. No te metas en esas mierdas raras de las bandas, ¿bien? -se alejó, mientras iba de nuevo a su asiento.

-Entendido, señor. Primero muerto, antes de que me conviertan en su zorra. -le dije.

-Cuidado con lo que dices. -ya no me miro.

Ahora sí, me dirigí a abrir la puerta.

-Takao, si sucede algo, puedes contar conmigo. Ahora, ¡largo de aquí! -grito.

-¡Si señor! -y me apresure a salir de la oficina. Mientras caminaba de nuevo hacia mi celda.

Pensé en lo último que dijo:

"Si sucede algo, puedes contar conmigo."

¿Acaso se preocupada por mi o algo así?

Me reí. Na, de ninguna manera el general Midorima Shintarō se preocuparía por cuatro, cero, dos.


Mientras vagaba por los pasillos, estaba algo silencioso. Generalmente para aquellas horas –eran alrededor de las 3 de la tarde, cuando vi la última vez en el reloj de pared que estaba en la oficina- ya deberían estar todos en sus celdas, y algunas seguían vacías.

¿Sera que sucedió algo?

Al segundo siguiente, estaba tirado en el suelo. Choque con algo y no sabía qué o quién era.

-¿Estas bien? -me preguntó una sombra. ¿Una sombra?

-¡AHH! -dio un grito ahogado. Me ayudó a ponerme de pie. -Mierda, Kuroko, ¡deja de aparecer así de la nada!-le grite, al peliceleste con el que había chocado. Era más bajo que yo y con menos presencia que una hormiga.

-Pero si llevo rato parado aquí, Takao-kun. -dijo, sin expresión alguna.

-Idiota. ¿Qué haces ahí parado?

-Esperando para entrar a la reunión. -agrego sin más.

-¿Reunión? ¿Qué reunión? –pregunte intrigado. Era muy difícil que los presos nos reuniéramos en horas corridas en un salón, solo si nos convocaba un oficial. A menos que la reunión sea de…

-La de Akashi. –me afirmo Kuroko. Claro, era el único bastardo con tanto poder como para reunir a varios reos en un solo lugar. Rodé los ojos.

-¿Y de qué va esa "reunión"? –no sabía si realmente era una, la otra opción de que podían hacer varios reos juntos en un salón era… era algo muy asqueroso. Me dio nauseas el solo pensarlo.

-Al parecer es algo sobre nuevos miembros, y creo que los de Hyuga también vendrían. Tal vez deberías entrar, Takao-kun. Es importante que decidas de una vez en que bando estar. –me dijo la sombra.

-Na… eso no me va Kuroko. –Una puerta gris se abrió ante nosotros. Mostrando a un tipo alto, bien alto, de cabellos morado. Llevaba una bolsa de caramelos en la mano. ¿De dónde carajo sacan dulces en esta pocilga? Algo más decente que la masa gris, impostora de comida, eso es seguro.

-Kuro-chin, Aka-chin dijo que ya podías entrar. –Se comió un caramelo. – ¿El enano de negro quién es? –me miro de reojo. Debía medir como unos dos metros este tipo, que miedo. Nota mental: nunca buscarle pelea al come caramelos.

-Ah, él es Takao-kun, le preguntare a Akashi-kun si puede entrar, creo que estaría muy complacido. –dijo el peliceleste. ¿Eh?

-No, yo no iré. –le dije al vacío que estaba a mi lado, y así era. Un vacío, porque Kuroko ya no estaba a mi lado, me sorprende lo desapercibido que puede pasar.

-Atsushi. –dijeron detrás de mí.

-¡Muro-chin! ¿Ya te desocupaste? –el gigante morado se alejó de la puerta, empujándome a un lado mientras iba hacia el tal "Muro-chin", cuando gire a ver quién era, mayor fue mi sorpresa al encontrarme al…

-Policía emo. –susurré.

-¿Dijiste algo, mocoso? –me miro expectante, el pelinegro.

-Nada, nada. Oficial Himuro-san, señor.

-Eh, ¿Muro-chin conoce al nuevo? ¿También le dará dulces a el? ¡No quiero! –dijo el gigante, haciendo un mohín. Vaya grandote, haciendo de niño.

-Tranquilo, Atsushi. –rio Himuro. –Solo a ti te daré dulces, no creo que Takao esté interesado en que le den, ¿o sí? –me miro divertido.

Y ni en un millón de años dejare que me den. –No gracias, soy diabético. -Mentí.

-¿En serio? No recuerdo haber leído eso en tu historial. –me miró fijamente. Cabron.

-Sí, bueno. Se equivocaron, soy diabético y no quiero que el oficial Himuro me de caramelos. –respondí. Eso de ponerle tanto énfasis en el dar, como acento sexual, me estaba poniendo los pelos de punta.

-Mejor así, yo seré el único al que Muro-chin le de caramelos. –dijo el gigante. ¿Tan desesperado estaba por el miembro viril del oficial emo? En serio, creo que vomitare la masa gris.

Himuro rio de nuevo. –Está bien Atsushi, ¿nos vamos? –pregunto el oficial, mientras me daba la espalda.

-Tenía una reunión, pero quiero con Muro-chin~, vamos. El nuevo puede ocupar mi lugar. –dijo Atsushi.

-¿Qué? ¡Yo no….! –alguien me jalo por el brazo.

-Takao, ¿Qué coño haces ahí parado? ¡Entra de una vez! – creo que escuche la voz de Miayaji decir. Y así me jalaban a las profundidades del infierno.

-Que te diviertas, Kazunari. –el oficial emo dijo esto último, y me guiño un ojo. Él sabía lo que me podían hacer. ¡Hijo de puta!

Un salón oscuro se abrió paso ante mí, o mejor dicho, mientras me arrastraban a él. Algunas silla ocupadas, las demás estaban rotas, esparcidas por lo que parecía ser una abandonada aula de clase. Un escritorio, detrás de este se encontraba una pizarra, con muchas obsesionadas y próstatas dibujadas. Infantiles.

Sobre el escritorio se encontraba sentado nada más y nada menos que, Akashi Seijuro. Siempre con su aura de autoridad absoluta.

Miyaji me llevo al extremo opuesto del aula, y se colocó a mi lado recostado en la pared. Pude ver a varios de los presentes, estaban Kuroko junto con Kagami y Aomine.

Del otro lado estaba Hyuga, haciendo acto de presencia junto con los de su banda. Además pude ver a Jean hablando animadamente con un chico, si mal no recuerdo es Marco. Fue mi compañero de celda por alrededor de dos días y por alguna extraña razón, lo cambiaron. Para entonces, yo no estaba compartiendo celda con nadie.

Marco y Jean reían a gusto. Marco tuvo el descaro de pasar el brazo por la espalda de Jean, acercándolo más hacia él, y por lo visto al otro no le incómodo para nada. Rodé los ojos. Me llamo la atención ver a Kise en aquella reunión, si tengo entendido, no estaba involucrado directamente en algún bando, siendo la zorra del policía que lo protege, no era necesario.

Pero lo que más me llamo la atención fue ver al chico que había visto antes saliendo de la oficina de Midorima, Kaneki. Ahora llevaba un overol naranja como todos los presentes en la sala, pero a diferencia de que el llevaba su máscara. Perfecto, como si no era suficiente de tener que lidiar con los abusos de los que me acosan, ahora debo tener cuidado con que me arranque las orejas él come gente, maravilloso. Me mantendré alejado de él.

Un chico castaño, un poco más bajo que yo, se acero a mí. Estaba muuuuy cerca, no podía dar paso atrás porque estaba pegado a la pared. Me miro fijamente, se acercó más y parecía estar a punto de besarme, gire el rostro asqueado.

Me jalo el cabello. –Oi, ¡idiota! ¿Qué crees que estás haciendo? –me solté rápido y lo empuje, apartándolo de mí.

-Más te vale no acercarte demasiado a Akashi-sama, conoce tu lugar, poca cosa. –me miro asqueado. ¿Qué carajos le pasaba a este enano?

-Kouki, deja al nuevo. –dijo Akashi. –Vuelve a tu lugar. –Y así, sin antes darme una última mirada de advertencia, se alejó de mí. Su lugar consistía en el regazo de Akashi, mientras este lo abrazaba, Reo lo miraba de mala gana.

Perfecto, otra zorra más.

-Akashi, deja tus calenturas y comienza de una vez la reunión. –dijo Aomine.

-Este tonito. –Advirtió Akashi.

-¡No le hables de esa manera a Sei-chan! Negro de- Kotaro corto a Reo.

-No le provoques Reo, dejemos que esto comience de una vez.

-Bien, comencemos. Hyuga, ¿cuantos nuevos en tu grupo? –dijo Akashi.

-Cinco son. –dijo el de anteojos.

-Bien, para cuando el reclutamiento termine, tendré más de doce. –dijo Akashi, sonando orgulloso. Muchos de los presos prefieren estar con alguien que tiene poder aquí, otros prefieren estar con el bando más fuerte –aparentemente el de Imayoshi- yo no prefiero ninguno.

-Puras nenas sin fuerza. –inquirió Hyuga.

-Lo que digas, pero no me hagas mandarte a Aomine y Murasakibara, ya veremos quién será el que termine roto. –le dedico una última mirada, y siguió acariciando al castaño que tenía en el regazo.

-Lo que digas, nenita. –se bufó Hyuga.

-Bien. Lo importante es cómo tratar al bando de Makoto. Después de todo, ellos iniciaron toda la mierda y toda su gente fue llevada a confinamiento, esos imbéciles y sus intento de armas, por eso nos meten en problemas a todos. –hablo ahora Teppei.

Así que esa era lo que había sucedido antes de que llegara, una lucha entre el bando de Imayoshi y el de Hanamiya –al parecer el segundo, usaron armas- y debido a que dos personas fallecieron, fueron llevados a confinamiento durante unos meses. Pero para que todo el bando de Hanamiya fuera llevado… definitivamente son unas bestias.

Un escalofrió me recorrió el cuerpo. Kaneki me estaba mirando. ¿Y este que se trae conmigo?

-Takao… ¿aún no decides a cual bando unirte? Mira amigo, no quiere verte mal, pero- le corte.

-No quiero estar con ninguno, Miyaji. Entiéndelo y ya. –No tenía ánimos para discutir del tema.

-¿Y eres consciente de lo que te va a suceder si quedas fuera? –pregunto, creo en serio sonaba preocupado.

-Lo se Miyaji, pero puedes estar tranquilo, se defenderme. –el bastardo se echó a reír a mi lado.

-Eso es mentira, tú y yo lo sabemos. –me dijo.

-No seas imbécil. –lo mire de mala gana. En parte no era tan mentira, no era el mejor de todos en lo que se refiere a pelea, pero algo sabia… ¿a quién engaño? Me van a machacar.

-No será, ¿Qué Takao es un pupilo? –fue Kise el que habló esta vez.

-¿Un qué? –pregunte.

-Ignorante. –se burló el rubio, de mí. –Un pupilo, de un oficial. Mientras más alto el rango, mas privilegios. Suéltalo novato, ¿a quién se la chupas? –me miro expectante, esperando mi respuesta.

-¡A tu padre! Cabrón. –le solté, me molesto ese imbécil. –Por supuesto que a nadie. Yo no soy como tú.

-Como yo, ¿ardiente y apasionado? Imposible. –se burló de mí, de nuevo. –No me llegas ni a la mugre de las uñas.

Ahora se las iba a ver conmigo. -¡Marica! ¡Puta! ¡Calienta pollas! –me dirigía a meterle el puño que se merecía, pero alguien me detuvo, y esta vez no era Miyaji. Me congele. Era Kaneki el que me sostenía fuertemente del brazo, me llevo de nuevo hacia la pared, y con el dedo me hizo un gesto de que guardara silencio. Respire hondo. A este sí que le tenía que hacer caso.

-Gracias, Ken. –dijo Akashi, puso a Furihata a su lado y se puso de pie. –Así que un pupilo, ¿eh? La verdad no lo había pensado, y si tan reacio esta con la idea de unirse a un bando, entonces debe ser porque este con algún oficial. Además no tienes la fuerza ni el poder defenderte solo. –me miró fijamente, estudiándome. Me señalo con su dedo índice.

-Y bien, ¿Quién es el oficial? Habla. Ahora. –me ordeno. –Y pobre de ti si no estás con alguno, hemos sido muy condescendientes contigo, nuevo. Pero ya va siendo hora de que alguien te estrene…

Mierda, ¡MIERDA! Esto no me podía estar pasando a mí. No, no y no. Absolutamente no. No podía dejar que uno de estos me tocara o algo peor, me violara. Me rehusó, me niego. Estaba temblando, sudando frio. Algo tenía que hacer… "Si sucede algo, puedes contar conmigo."

Imposible, ni en un millón de años.

-¿Y bien? –dijo de nuevo Akashi, se acercaba lentamente a mí, con una mirada filosa en sus ojos. Como una tijera, podía sentir como cortaba a través de mí.

No podía pensarlo más.

Lo siento madre, nos vemos pronto.

-Mi…Mi….Midorima Shintaro. –le solté. Silencio en la sala, ojos abiertos como platos. Me miraban expectantes. Y ahora risas. Toda la sala había estallado en risas. Imbéciles, suspire un poco aliviado.

-Shintaro, ¿eh? Quien iba a pensar que el general más estricto de todos iba a tener de pupilo al novato. –Akashi seguía observándome.

-Ah-pu-pu-pues yo. Es así, estoy con él. –le dije nervioso, mis mejillas ardían. Sentía como me ponía rojo como un tomate.

-Pruébalo. –soltó, sin más Hyuga.

-¿Cómo? –dije.

-Follando con él, claro está, duh. –ahora era Kise el que intervino.

-Pe-pe-pero a él no le gusta que… que nos vean, es muy reservado. –me atreví a decir. Mentira tras mentira, y la mirada filosa de Kaneki y de Akashi, no ayudaban en nada a calmarme.

-Eso no es problema, solo dinos cuando y Kuroko se encargara de traer las pruebas, ¿No, Kuroko?

-Por supuesto, Akashi-kun. ¿Cuándo? –ahora el peliceleste que tenía su mirada fija en mí.

-Es bueno contar con las sombras. Ahora, Kazunari. ¿Cuándo? –pregunto Akashi.

-¡No lo sé! Cuando Shin-chan este de ganas. –les dije alterado.

-¿Y no sabes cuando tu jefe tiene ganas? Vaya pupilo más inútil, y después me dices a mi calienta pollas. –escupió Kise. Ese malnacido, ya después me las voy a cobrar.

-¿Puedes preguntarle cuando estarán juntos de nuevo? No es necesario que le digas nada de nosotros, solo es para cerciorarnos. –dijo el pelirrojo.

-Está bien… yo, se los hare saber.

-Bien, me alegra que nos entendamos, Kazunari. Y espero no estés mintiendo, o sabes lo que te espera. –me dio una mirada absoluta.

-Lo que sea, ya les diré. –me aleje de donde estaba, dejando a un lado a Akashi. Iba a salir de aquella aula cuando el pelirrojo dijo por ultimo:

-Solo tienes dos días Kazunari, ni más ni menos. Es tu problema como lo vas a provocar, pero si no tenemos pruebas en cuarenta y ocho horas, alguien se encargara de ti.

Salí de aquella sala, dando un portazo. Madre santa, en la que me he metido.

¿Cómo iba a hacer para tener relaciones con un hombre? Y de paso un General. Y para rematar, mi antiguo jefe había llevado a la quiebra a una de sus empresas.

Perfecto, simplemente perfecto. Kazunari Takao, date por muerto. ¿Tal vez podía intentar el ahorcarme con las sabanas de mi cama? Na, no podría hacer eso.

Me empujaron contra una pared. Dolor. Mierda, no de nuevo, ya no sé cuántas veces me han empujado contra la pared hoy. Este fue un poco más brusco que el de esta mañana, así que supuse que no era Hyuga el me apretaba. No decía nada, solo estaba ahí, presionándome. Trate de zafarme, di unas patadas, pero me empujo más fuerte. Sentí que podía hacerme uno con la pared. Hasta que finalmente me dio la vuelta, quedando frente a frente.

-No… tu…- lo mire. No dijo nada.

-¿Qué quieres de mí?-le pregunte. Aunque no sé cómo carajos me iba a responder, debido a la máscara que tapaba su boca. Me sostuvo contra la pared con una mano, y con la otra rompió el candado que llevaba a un costado la máscara, abrió el cierro.

-¡No me comas, por favor! ¡Tengo mal sabor! ¡Soy peor que la comida del comedor! –le grite, agitado.

-Nada sabe peor que la comida de mierda que nos dan aquí. –me dijo, era la primera vez que escuchaba su voz. Me reí ante su comentario, era cierto, nada sabe peor que esa mierda. De nuevo me hizo un gesto de que guardara silencio, con su dedo.

-Escúchame, estoy hablando. –guardo silencio por un momento. Sus ojos negros me miraban fijamente. –No sé quién eres nuevo, o que intentas a hacer, pero si tratas de meter en problemas al general Midorima… te las veras conmigo, ¿entendiste? –soltó un poco su agarre, aun con sus ojos clavados en mí. No sabía que decirle, yo solo no quería tener problemas con nadie, y menos con este psicópata.

-¡KANEKI! ¡¿Qué coño estás haciendo?! –grito alguien, lo único que vi fue como un puño impacto con el chico que estaba en frente de mí. Ahora estaba tirado en el suelo, probablemente inconsciente.

-¿Estas bien? –su mano me tomo por el hombro, sus ojos detonaban preocupación.

-Yo…yo….

-¿Estas bien, Takao? –pregunto de nuevo, sin soltarme. Tuve que subir mi cabeza para poder verlo bien.

-Estoy bien, Shin-chan. –respondí.

Notas finales:

Explicare algunas cosas: Si pertenecen a cierta banda o grupo, tienes algo así como cierta inmunidad ante otros salvajes, ya que si te metes con uno de grupo, te metes con todo.

Es una carcel, asi que obviamente hay esas situaciones homosexuales, por el simple hecho de que hay muchos hombres. (Pobre Michozita, es la unica niña.(?)

Si estas follando con un oficial... ¿Quién se va a meter con vos? Nadie quiere una bronca con un oficial.

Uso la palabra "reo" que también aplica para preso o prisionero, tienen significado similar. Si hablo de Mibuchi Reo, utilizo mayusculas para el nombre.

Gracias por leer está invencion de mi locura. Si quieren que suba la segunda parte (que tendrá lemon), haganmelo saber~

¿Cómo? Con una review.

Besos, nos leemos, xx.


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