Soñé despierto una noche
que los cielos se caían
y las estrellas me arrastraban
hacia un horizonte sin tierra.
Y sentía el pesar en mi corazón
al saber que tú no seguías mis pasos.
Quería besarte los labios,
tan intensos como rosas,
pero no era capaz de acercarme a tu boca
por mucho que lo intentase.
Sonreía por las noches
mientras las estrellas me llevaban.
Flotando distante entre las nubes
vivía aflorado en el espacio
y recorría tu hermosa figura
sin saber que tu ternura
me llevaría lejos de la cordura,
que tanto tiempo conservé,
por besar todo tu cuerpo
y acariciarte la piel.
Conseguía, sin embargo, hacerte disfrutar,
cada beso que te daba
hacía tu corazón temblar,
pero un día me dijiste para
y me rompiste los esquemas,
quería que me besases otra vez
sin importarme tus deseos
pero te fuiste de la habitación
y cerraste la puerta de un golpe.
Al día siguiente no estabas
en ningún lado de la casa.
Tus llaves desaparecidas
y las lágrimas en mis mejillas.
Soñé otra vez contigo
pensando que regresarías
pero lo único que me quedaba de ti
era la tristeza vacía
que dejaste sobre la mesa
junto a mi felicidad
haciendo que esta se esfumase
y no volviese a posarse
sobre la vieja madera.
Y los días que pasaban,
daba igual si llovía
o hiciera un sol que deslumbrara.
Todos eran grises y fríos
sin tu calor ni tu amor.
Te fuiste sin decirme nada
y me abandonaste a traición.
Yo que tanto te quería
no supe si fue mi culpa
pero yo quise creer
que no me supiste apreciar
todo lo que yo hice por ti
y todo lo que no llegué a realizar.
Me parecía muy ingrato por tu parte
no decirme tu destino
y dejarme solo frente al mundo
con las manos temblorosas
y los labios tan hambrientos.
Bésame, pensaba, una y otra vez.
No te lleves todos los besos que mi boca anhela
es lo único que te pedía
para poder vivir.
Pero mi súplica no me ayudó en nada,
seguía solo frente a la ventana
observando la gente caminando
por las calles en primavera,
por las calles en invierno,
por las calles todos los días.
El pesar de mi corazón crecía
y se alimentaba de soledad.
No era capaz de resignarme
a que me faltara un pedazo de mi vida.
No era capaz de decir
que te habías marchado para no volver.
Y una noche de otoño,
con las luces sobre mi cabeza
escudriñé la oscuridad con mis ojos
y te vi bailando entre los árboles.
Parecías tan nítido y a la vez tan irreal
que no supe si mi mirada me tomaba por un tonto.
Me acerqué un poco más
para poder verte mejor
pero entonces tu silueta
se desvaneció.
Echado de rodillas en el suelo
intenté mantenerme y no llorar
pero era tan cruel el momento
que no lo pude evitar.
Me llevé las manos al rostro
y sollocé como un muchacho
que pierde, por estúpido, su juguete favorito.
Yo te había perdido a ti
y todo lo que ello significa.
Perdí lo que una vez amé
y nada lo justifica.
Quise hacerte volar por el cielo
y lo único que conseguí
fue enterrar tu felicidad
bajo una lápida en el suelo.
Quise que te quedases conmigo
y lo único que se quedó
fue la soledad y la insatisfacción.
Y nunca supe realmente
qué fue aquello que falló.
¿Qué me alejó de ti?
quisiera saber desesperado,
pero nunca he hallado
la respuesta a mis preguntas,
y por ello vivo callado
esperando a que algún día
si las estrellas solo pudieran
devolverme a tu lado,
dejarme de nuevo entre tus brazos
y que me besaras una última vez.
Tan solo quisiera despedirme,
no haberte dejado ir
al vacío de la muerte
sin antes poder haberte dicho
las muchas veces que te amé
y las muchas veces que te he querido.