El camino hacia sus aposentos parecía interminable, sentía sus fuerzas disminuir con cada paso que daba; la extraña sensación en su pecho le impedía respirar.
¿Por qué se tenía que volver a revivir el mismo sufrimiento?
Miro por una de las amplias ventanas como las nubes tapaban el sol. Esas nubes grises le recordaron los sucesos del pasado, de la agonía que había sufrido y que ahora regresaba a tocar su puerta como si nada.
Al llegar a las mazmorras, el frío profesor de pociones, miro el calendario que reposaba en su escritorio... faltaba poco para la luna roja... muy poco tiempo para él.
Agotado, tomo asiento tras su escritorio, con una mano sobre la frente...Esto era peor que cuando estaba al servicio de Lord Voldemort, pues no solo se trataba de los mestizos o los muggles, ahora todo el mundo estaba en riesgo, incluso los magos de sangre pura morirían.
El niño engendrado por el mismo demonio sería la destrucción misma en cuanto naciera o la salvación si era generado por el amor, definitivamente había algo mal en esas palabras... ¿y si eran ciertas?
Apoyo los codos en la sucia madera del escritorio, mientras pensaba en lo que pasaría de ahora en adelante...
Solo de algo estaba seguro, las cosas sufrirían cambios muy drásticos, empezando con Dumbledore, el anciano manipulador y amante de los dulces de limón, no dudaría en decir que buscasen al muchacho de quien hablaba la profecía.
El problema era que eran muy pocos los magos varones que eran fértiles, y eran muy difíciles de localizarlos. Es más si había magos fértiles en Hogwarts era imposible saber quienes eran.
-Los días serán más duros que en años anteriores.
De uno de los cajones de su escritorio saco un desgastado pergamino, con delicadeza para no romperlo, lo abrió y soplo el polvo que tena encima...
¿Cuanto tiempo llevaba esa cosa guardada?
Quizá demasiados años, fijo su vista en las palabras escritas con perfecta y delicada caligrafía. Suspiro al leer el texto.
Su piel se erizo al recordar las palabras de la profesora de adivinación, de sus sus palabras eran reales, si así era de tan solo pensar en el mal que se haría si se engendraba un niño con el poder más oscuro, le revolvia el estomago.
Pero...se suponía que Voldemort estaba muerto, ¿no?
Si eso era así, ¿por qué ahora se presentaba esta profecía?
Volvió a pensar en las palabras dichas por la profesora de adivinación, faltaban muchas lineas que no salieron de sus labios; lo que Sbyll había dicho estaba incompleto y mal o eso pensaba, tal vez estaba cansada y débil como para poder mantenerse despierta durante su trance.
Volvió a leer el pergamino deteniéndose en algo que no se había dado cuenta...las cosas empeoraban y muy rápido.
-¿Cuanto más debemos sufrir?- penso en voz alta, enrollando el pergamino y guardándolo bajo llave.
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La noche llego sin preámbulos, Harry se aventó a su cama, se sentía agotado. Había vivido tanto en su primer día de clases...
Aun no creía que de apenas tener un día en el colegio y un nuevo mal salía se daba a mostrar.
¿Qué demonios pasaba con la vida?
Apenas creía que había aceptado retomar el año perdido, a causa de la guerra,teniendo la mayoría de edad. Pero no tenía de otra si quería poder ingresar a la escuela de Aurores.
Ese año, había muy pocos ingresados, y las mesas estaban casi vacías... Demasiadas muertes, sangre inocente derramada y todo por él. Aunque Dumbledroe le había dicho hasta el cansancio que no había sido su culpa.
Pues que para obtener la victoria siempre había que hacer sacrificios... pero
¿Matar a unos simples niños que no tenían nada que ver?
Esos niños se habían arriesgado por él, habían soportado a Snape como su profesor cuando Albus había fingido su muerte... les debía tanto a muchos, pero...¿Cómo pagarles ahora?
¿Como agradecerles ahora que estaba muertos?
Dudas y más dudas crecían en su cabeza, y ninguna tenía una respuesta especifica para todas ellas.
-Harry, es hora de cenar- le dijo su pelirrojo amigo tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse.
Su pelirrojo amigo era único, solo pensaba en comer.
Durante el camino, el trió dorado se encontraron con Draco, el muchacho estaba cambiado, su madre había muerto en la guerra y su padre estaba bajo libertad condicional, por lo que ya no era el mismo niño mimado y caprichoso, no...ahora tenía una gran amistad con Harry y sus amigos, prolongando un tratado de paz entre ambas casas.
-¿Te sientas con nosotros Draco?- pregunto Ron con una adorable sonrisa en su pecoso rostro.
El rubio asintió, mientras un ligero rubos se formaba en la blanca piel de sus mejillas, ya le era muy normal sentarse en la mesa de los Griffindors, es más ya las cuatro casas se dispersaban entre las cuatro grandes mesas, cosa que le agradaba a Albus, sus muchachos empezaban a llevarse bien entre ellos.
Durante la cena, Harry no pudo evitar mirar hacía la mesa de los profesores, deteniendo su verde mirada en el único personaje que portaba ropas totalmente oscuras y que creía haber odiado por mucho tiempo. Ese hombre que le había hecho la vida imposible en su tiempo en Howarts, estaba distraído, a pesar de las frías miradas que aparentaba lanzar se notaba un deje de angustia y desesperación.
"¿Qué le atormenta profesor?" se pregunto las ver que el hombre ni siquiera había probado bocado, solo jugaba con el alimento alzándolo con el tenedor, ante la preocupada mirada el director.
La hora de la cena termino y cada quien se fue para su sala común a descansar, solo Harry no se movió hasta que vio a su profesor de pociones retirarse del comedor.
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-Temo que la profecía que dijo Trawley se haga realidad- dijo Remus, quien se encontraba acostado en la cama esperando a su pareja.
-Moony, tranquilo- dijo Sirius tratando de calmarlo mientras se acercaba para darle un dulce beso y acostarse a su lado mientras le estrechaba entre sus brazos- nada malo va a pasar.
Lupin suspiro cansado, tenía tanto en mente pero por lo que más temía era por la pequeña criatura que se desarrollaba dentro de su cuerpo, un pequeño que no llevaba ni dos meses refugiado en su vientre. Por instinto acaricio la parte donde sabía que estaba su bebé, para después sentir el cálido toque de la mano de su esposo sobre la suya.
Ambos se miraron con una dulce sonrisa, antes de sumirse en un ensueño por el apasionado beso que llegó. Sirius dejo que Remus se recostara sobre su pecho y durmiera.
-Descansa, mi pequeño lobo...
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La molesta luz que lamia con sutileza las paredes del castillo, se asomo por la ventana de la habitación de Harry dándole en lleno a los ojos del moreno provocando que despertará de su sueño. Sin muchas ganas se levanto con delicadeza para no despertar a su compañero de cuarto, y fue a ducharse con agua fría y poder despertarse mejor.
Media hora más tarde, Hermoione los llamaba para que se apresuraran, Ron se había quedado dormido de nuevo y había sido un infierno el poder despertarlo. Como último recurso tuvo que tirarlo de la cama, sobresaltando al pobre pelirrojo.
Las risas no esperaron mucho para aparecer, mientras Ron aun tenía el corazón en la garganta por el susto.
-Ya te dije que eso no fue divertido- refunfuño Ronald mientras comían.
Draco trataba de no reírse por lo contado por sus amigos, pero sus intentos eran inútiles, pues con solo mirar al pelirrojo a los ojos de sus sonrosados labios salían ligeras risillas que no pasaban desapercibidas por el Weasley, quien le miraba embobado por la manera tan resplandeciente en que se veía el rubio con esa traviesa sonrisa.
Hermione carraspeo llamando la atención de su amigo, quien fingió hacerse el desentendido, no sin antes ver de reojo a Draco, quien muy animada mente hablaba con su hermana, esa imagen provoco que sintiera un ligero aguijonazo en el pecho y una molestia muy grande.
Malfoy era suyo y de nadie más...