Sus afilados dientes hicieron presencia, y el pecho de Sousuke se sintió más pesado.
Odiaba las despedidas, hacían de él alguien que no era, inseguro, débil, nostálgico. No quería abandonar a Rin, ni ahora, ni nunca. Porque el Yamazaki le amaba con cada parte de su desecho corazón, amaba todo de él, amaba lo que sentía por el pelirrosa, cómo su pecho se contraía ante su presencia; los sonidos indecentes que profanaban sus labios al hacer el amor, sus mejillas sonrosadas, y su boca sucia. La fuerza de voluntad que poseía para absolutamente todo, le amaba con tal fuerza que se deshacía en el proceso... y ahora, por segunda vez en toda su vida, tenía que decirle adiós.
—¿Sousuke? — Cuestionó bajito Rin. Sus ojos se encontraron intensamente, y detalló las oscuras ojeras que adornaban su rostro, al igual que sus párpados rojizos por el llanto.
—No te vayas — pensó, pero incapaz de articular palabra, calló. Incluso cuando aquella amargura le hería por dentro, decidió suprimir dicho pensamiento, y sonreír a cambio.
—¿Sucede algo? — preguntó fingiendo molestia. Diablos, lo conocía tan bien. Lloraría, si él decía lo que realmente quería, Rin lloraría, y Sousuke detestaba verle sollozar, más que cualquier otra cosa en el universo.
—Te observo, eso es todo.
—¿E-eh? ¡Me asustas cuando actúas así, si quieres decir algo, escúpelo de inmediato!
Su semblante cambió de repente — No pasa nada. Solo me gusta detallarte. De esa forma, cada vez que cierre mis ojos, recordaré cuánto me encanta tu rostro, tus labios, tu cabello, tu irritante voz.
Los ojos del menor se desviaron inquietos, y se arrepintió inmediatamente de su ataque de sinceridad; dios, era tan estúpido.
—No es un adiós definitivo. No lo olvides. Nos veremos de nuevo, siempre regresaré a ti, ¿recuerdas?
Sonrió sombrío y asintió, con cansancio.
—Realmente detesto esta parte tuya, idiota.
—Lo sé, Rin, lo sé.
Los primero rastros de llanto hicieron presencia — Estúpido.
Y Sousuke calló, como siempre. Ignorando con pesadez todo sentimiento que le impidiera apoyar a su mejor amigo.
Se mantuvieron en silencio, con las manos entrelazadas entre sí, sin observarse, o ejercer algún movimiento, deseando permanecer tanto como pudiesen de esa forma, solo los dos, y nadie más. Sin embargo esto no duró mucho, y antes de lo deseado, el vuelo de Rin fue llamado a sala.
Sousuke dejó ir la mano del otro.
—Rin.
—¿Hm?
—Te amo.
El Matsuoka sonrió, sin responderle absolutamente nada, alejándose de él, y perdiéndose en la multitud.
Sousuke se odio inmensamente. Se odio por no poderle detener, -otra vez-. Por no ser capaz de pedirle que lo escogiese a él.
“Hasta luego, Rin".
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Sus afilados dientes hicieron presencia, y el pecho de Sousuke se sintió más pesado.
Odiaba las despedidas, hacían de él alguien que no era, inseguro, débil, nostálgico. No quería abandonar a Rin, ni ahora, ni nunca. Porque el Yamazaki le amaba con cada parte de su desecho corazón, amaba todo de él, amaba lo que sentía por el pelirrosa, cómo su pecho se contraía ante su presencia; los sonidos indecentes que profanaban sus labios al hacer el amor, sus mejillas sonrosadas, y su boca sucia. La fuerza de voluntad que poseía para absolutamente todo, le amaba con tal fuerza que se deshacía en el proceso... y ahora, por segunda vez en toda su vida, tenía que decirle adiós.
—¿Sousuke? — Cuestionó bajito Rin. Sus ojos se encontraron intensamente, y detalló las oscuras ojeras que adornaban su rostro, al igual que sus párpados rojizos por el llanto.
—No te vayas — pensó, pero incapaz de articular palabra, calló. Incluso cuando aquella amargura le hería por dentro, decidió suprimir dicho pensamiento, y sonreír a cambio.
—¿Sucede algo? — preguntó fingiendo molestia. Diablos, lo conocía tan bien. Lloraría, si él decía lo que realmente quería, Rin lloraría, y Sousuke detestaba verle sollozar, más que cualquier otra cosa en el universo.
—Te observo, eso es todo.
—¿E-eh? ¡Me asustas cuando actúas así, si quieres decir algo, escúpelo de inmediato!
Su semblante cambió de repente — No pasa nada. Solo me gusta detallarte. De esa forma, cada vez que cierre mis ojos, recordaré cuánto me encanta tu rostro, tus labios, tu cabello, tu irritante voz.
Los ojos del menor se desviaron inquietos, y se arrepintió inmediatamente de su ataque de sinceridad; dios, era tan estúpido.
—No es un adiós definitivo. No lo olvides. Nos veremos de nuevo, siempre regresaré a ti, ¿recuerdas?
Sonrió sombrío y asintió, con cansancio.
—Realmente detesto esta parte tuya, idiota.
—Lo sé, Rin, lo sé.
Los primero rastros de llanto hicieron presencia — Estúpido.
Y Sousuke calló, como siempre. Ignorando con pesadez todo sentimiento que le impidiera apoyar a su mejor amigo.
Se mantuvieron en silencio, con las manos entrelazadas entre sí, sin observarse, o ejercer algún movimiento, deseando permanecer tanto como pudiesen de esa forma, solo los dos, y nadie más. Sin embargo esto no duró mucho, y antes de lo deseado, el vuelo de Rin fue llamado a sala.
Sousuke dejó ir la mano del otro.
—Rin.
—¿Hm?
—Te amo.
El Matsuoka sonrió, sin responderle absolutamente nada, alejándose de él, y perdiéndose en la multitud.
Sousuke se odio inmensamente. Se odio por no poderle detener, -otra vez-. Por no ser capaz de pedirle que lo escogiese a él.
“Hasta luego, Rin".
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