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Encuentros Casuales por Kazumi Andy

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Notas del capitulo:

Y llegamos al final de este fanfic, en serio gracias, nunca me imaginé llegar hasta aquí. A parte de ciertas complicaciones que tuve en un inicio; pero nada que no pudiera solucionarse <3 Gracias por seguir el fic hasta aquí, todo su apoyo siempre fue el mejor :') Es mi primer AkaFuri y me siento bien por ello, pronto actualizaré lo demás <3 Lo prometo~ 

 

De igual forma por sus lindos reviews, follows y a esos lectores fantasmas que se animaron a leerlo~ muchas gracias de verdad <3 Se les quiere mucho >u< 

 

Espero les guste el cap~ <3 

 

¡Preparense que aún nos falta el epílogo x3!

 

-          ¿Cómo te sientes? – preguntó un pelinegro acercándose hasta donde estaba Kouki. Había pasado cerca de dos semanas y aún no conseguían información del menor.

 

Saito conocía a su hermano, lo suficiente como para saber lo que podía estar sintiendo. El castaño no era tan difícil de descifrar, como un libro abierto; pero en este caso, había cambiado, desde aquel accidente hasta en ese momento. Lo vio tensarse al escucharlo; mas no se inmutó, parecía perdido y centrado más que nada en sus pensamientos. Desde que recibió esa llamada, sabía que algo malo pudo haber pasado; pero nunca se esperó que fuera el secuestro de su sobrino. Junto con el accidente de Jason, todo se complicaba de muchas maneras, una emboscada, todo un plan bien armado que ninguno pudo predecir.

 

Tras varios informes y con lo que vio el peliplata, su resultado fue que los secuestradores eran los mismos que habían atacado a Kouki tiempo atrás; sin embargo, al pesar de todo ese transcurso, no habían dado muestra alguna, ningún pedido que quisieran hacer. Nada. Tanto Seijuuro como él seguían con las investigaciones del caso.

 

-          No losé, el no tenerlo conmigo… se me hace difícil de creer. – Contestó el castaño dándose la vuelta, no había llorado. Para Saito, le sorprendió tratándose de su hermano. – Quiero hacer algo; pero no tengo ninguna pista, ningún dato ¡Me voy a volver loco!

 

-          Tranquilo. – le dio unas palmadas en la espalda para relajarlo. – Seguimos con las pistas; solo no cometas ninguna locura Kouki ¿Lo prometes?

 

Kouki sonrió con un poco de ironía.

 

-          Lo dices como si me fuera a matar o algo parecido. –

 

-          Es mejor prevenir que lamentar. – No notó la tensión que se había formado dentro del castaño. – En fin, tengo que irme, no te preocupes más ¿De acuerdo?

 

Asintió como última respuesta. Kouki esperó a que la puerta se cerrara para abrir uno de los cajones del estante que tenía en su habitación. Aquel sobre, había llegado cinco días atrás. Estaba escondiendo eso de Saito, Jason, Seijuuro… de todos en general; pero tenía miedo, lo menos que quería era perder a su hijo; por eso no dijo nada y el plazo que estaba dentro del sobre se cumpliría en una semana, tenía por lo menos tres días para elaborar un plan. Tal vez era imprudente de su parte o muy irresponsable; pero quería matar con sus propias manos a ese hombre que tenía encerrado a su hijo. Y lo que estaban pidiendo estaba fuera del alcanza de sus manos, las empresas que poseía su madre a nombre del padre de Seijuuro, era imposible y sabía a la perfección que el pelirrojo no permitiría eso, mucho menos él.

 

Leyó la carta nuevamente, apunto unos datos en su teléfono y la guardó. No tenían que saberlo, no si era su problema. Ahora bien, su principal problema sería hallar la manera de irse sin levantar muchas sospechas. Su auto podía ser de ayuda.

 

-          ¿Hola? – Contestó al escuchar su celular. - ¿Kuroko? ¿Qué sucede?

 

-          Parece que han obtenido algo, ven rápido a la estación donde trabaja Aomine-kun. –

 

Furihata le confirmó que llegaría de inmediato. Si habían obtenido algo de información entonces disminuiría los problemas que estaba teniendo. Condujo hasta llegar a dicho lugar, encontró a Seijuuro conversando con su padre, Aomine junto a otro policía y a Kuroko de un lado mientras hablaba con Marienette.

 

-          Llegaste rápido Furihata. – mencionó la pelinegra con una pequeña sonrisa. – Aomine-san y Akashi-san han encontrado unos reportes antiguos. – Ella también trabajaba como un agente encubierto por lo que tenía acceso a toda información.

 

Llevó a Kouki hasta un escritorio donde empezó a buscar unos archivos. El castaño  solo quería saber que era lo que habían obtenido.

 

-          Verás, Jason volvió al lugar donde tú fuiste retenido hace cuatro años, el almacén sigue igual de destruido. Cambiaron de base, era de esperarse; pero recientemente ha habido mucho movimiento por Yonosuka, nuestros oficiales coinciden que deben de estar ahí escondidos; sin embargo, hay otros datos que no coinciden con eso.

 

-          ¿Cuál es el otro lugar? – preguntó creyendo ya saber la respuesta por los pocos datos que le habían enviado junto con los que estaba visualizando.

 

 

-          Sado, una pequeña isla al norte de Tokyo; pero sus coordenadas son tan imprevista que me cuesta creer que realmente están ahí.

 

-          Entiendo. – Suspiró, ahora sí que tenía las cosas en su contra. Dejó a la pelinegra y fue directamente con Seijuuro.

 

El pelirrojo se sorprendió por ver a Kouki más serio de lo normal. Además de que fue llevado a fuera de la estación sin ningún aviso. Algo sucedía y no podía deducir que era con exactitud. Mientras que Kouki trataba de ver la mejor manera de explicarle la situación al mayor, entendería si se molestaba; él también estaría molesto si le escondieran esa información. El cambio de decisión fue al verlos a todos ahí, no era su batalla, no estaba solo, debía confiar en sus amigos y, principalmente en Akashi, por eso debía todo al respecto de la carta.

 

-          ¿Dónde la tienes? Kouki esto es un retraso ¿Por qué no dijiste nada? – Estaba enfadado, era de esperarse.

 

-          Está en casa;  sé que una disculpa no te ayudará; pero estaba molesto conmigo mismo… siento que no supe proteger bien a Seiji, lo único que estaba pensando era ver muerto al desgraciado de Kenshou. – Soltó todo de golpe.

 

Sintió rápidamente los brazos de Akashi envolviéndolo en un abrazo. Sonrió con nostalgia.

 

-          Comprendo que estés molesto; pero debiste informarlo de inmediato, por el momento… muéstrame la carta y pensaremos en un plan. – Levantó un poco la barbilla del castaño y lo besó. – Tendremos pronto a nuestro niño.

 

Kouki asintió y dejó que Akashi volviera a dentro, fue hasta su auto y prendió el motor; de seguro regresaría para ir directo hasta su casa e ir por la carta. Sabía bien que era una tontería el hecho de haberla guardado; pero ahora más que nunca esperaba llegar hasta donde estuviera escondido Kenshou. Quería a su hijo y ya pronto lo tendría de vuelta. Solo era cuestión de ser un poco más listo y ganarle al secuestrador en su propio juego.

 

////////////////////////////////////////

 

-          Come de una vez, terminarás muriendo al final de todo esto. – La risa de ese hombre era tenebrosa. Tenía miedo, quería a sus padres con él.

 

Seiji no sabía cuánto tiempo había pasado desde que estuvo con su papá, era extraño, que un niño de cinco años tuviera la idea de querer morir era algo muy extraño; pero era lo único que se podía hacer en su condición. Extrañaba a su padre, a su abuela, a todos, quería verlos y sentir que estaba a salvo. Cuando despertó en un cuarto extraño sin Jason, quería correr y esconderse de esos extraños. Hubiera obedecido; pero no conocía a esos señores, su padre siempre le había enseñado a no confiar en personas desconocidas. Ahora lo entendía.

 

Lo encerraron dentro de ese lugar hasta que “aprendiera a comportarse”; pero estaba haciendo lo que su padre siempre le había enseñado ¿Acaso eso estaba mal? No comía lo que le daban desde  hace dos días, para su condición ya debería estar muerto o algo parecido. Su única compañía eran unas ratas que siempre veía. No les tenía miedo, era como las mascotas que su padre no le dejaba tener. Una era negra y otra gris. La razón por la que ya no comía fue a causa de la tercera rata que murió al ingerir uno de esos panes, era color marrón, la más linda a su parecer. Lástima que ya estaba muerta. Seiji no era idiota, para sus cinco años era hábil y un poco más observador que el resto de niños. También tenía sus problemas como en matemática o historia; pero eso era lo de menos. Tenía que irse y volver con sus padres, ya estarían preocupados.

 

Estaba en un cuarto con muchas cajas, algunas vacías y otras llenas de quien sabe qué. Sus muñecas estaban atadas con una soga y sus tobillos de igual forma. Ya había estado intentando caminar; pero siempre terminaba cayendo en el tercer salto. Ese día no tenía ánimos de practicar. Cerró los ojos; era extraño, sentía la necesidad de querer dormir y no despertar. Pensar que al abrirlos, su papá le sonreiría como siempre lo hacía o que Akashi lo llevaría a la escuela.

 

Antes de seguir con sus pensamientos; la puerta se abrió repentinamente. Esta vez no era el mismo hombre que siempre le dejaba la comida; era un joven castaño de ojos negros. Era alto y tenía una mirada preocupada y un tanto serena. Seiji ya lo había visto antes por ahí, ese chico siempre le llevaba una muda de ropa diferente cada semana. A veces le contaba historias, era como un hermano mayor.

 

-          Seiji ¿Cómo estás? – preguntó. El menor no respondió. – Hoy será diferente ¿Sabes? Esta vez, cumpliré mi promesa.

 

-          ¿De verdad? – Los ojitos del menor volvían a iluminarse; por un momento había perdido esperanza alguna. 

 

 

-          Sí; pero tengo que ser muy rápido con esto. – Cortó las sogas que tenía el menor, después de tanto tiempo el pelirrojo sonreía por ya no tener sus manos sujetas.

 

El mayor solo se lamentaba por ver las marcas en el cuerpo del pequeño, tardarían mucho en sanar; pero nada que un tratamiento no sanara. Él sabía que su padre siempre había sido así, frio, calculador; sin medir las consecuencias de sus actos. Y lo odiaba, lo odiaba por su sufrimiento, por utilizarlo y por la muerte de su madre. Ella no tenía nada que ver en sus planes, era tan diferente y aun así murió por todas las deudas que su padre debía a quien sabe quién. Por eso se estaba arriesgando; para que ese niño sufriera. Porque sabía quién era, el sobrino de aquella niña que alguna vez le gusto. No era tonto, había estado muy enamorado de Yumi Akashi en toda su relación; pero cuando se dio cuenta, ya era tarde. Comprendió que nuevamente había sido utilizado.

 

Le dijo al niño que guardara silencio. Se acercó hasta una torre de cajas y las fue bajando una a una. Bingo, había encontrado una ventana. No estaba abierta; pero sí muy oxidada por los costados. Con mucha dificultad levantó la ventana, se hizo un corte en la mano; pero ya lo vería luego. Cuando por fin lo logró, se sintió más animado. Seiji era pequeño y estaba más delgado por el hecho de no comer lo suficiente para su edad. Suspiró, venía la parte difícil. Era un primer piso; sin embargo, la vigilancia constante sería complicada de superar.

 

-          ¿Listo para salir? – Seiji asintió. Se sentía listo para cualquier cosa. El mayor lo cargó y lo fue sacando con cuidado de la ventana. Procurando que su cuerpo no rosara con la parte oxidada. Lo soltó y vio que había caído con bien.

 

Lo había logrado. Le dio señal de que esperara y puso todo en orden nuevamente. La única diferencia era que donde debía estar el niño; ya no había nada. Estaba orgulloso. Abrió la puerta y salió con disimulo. No había nadie en ese momento por suerte. Miró su reloj, tenía una hora antes de que fueran a ver al niño. Una hora para alejarse completamente de ese lugar. Guardó la llave dentro de su pantalón y empezó a caminar como si nada hubiera pasado. Su padre seguro estaba en su estudio personal; además, los cómplices de su padre tampoco le prestaban mucha atención en realidad. Sonrió, todo iba bien.

 

Salió de ese almacén y fue hasta donde estaba Seiji. Abrazó al niño sin querer, ya había empezado a llorar. Comprendía, era un niño con un trauma en su interior, ahora era libre. Lo cubrió con su polera y empezó a correr. No tenía edad para conducir y aquel plan no le había dicho a nadie, absolutamente a nadie. Estaban en medio de un bosque, si no se equivocaba, a veinte minutos encontraría un pueblo, lo malo era que en Yokosuka el aeropuerto estaba muy lejos de donde se encontraba. Tenía que comunicarse con la policía de inmediato.

 

La lluvia ya había comenzado para cuando divisó la entrada del pueblo. Seiji estaba en su espalda, siendo cubierto por su polera, lo último que quería era verlo enfermo. Miró su reloj, a ese punto ya habrían descubierto que el niño no estaba y él tampoco. Era un poblado tranquilo, la lluvia caía sobre la mayoría de jardines que se observaban. Lo mejor era llegar hasta la estación más cercana.

 

-          Ya pronto estarás con tus padres Seiji. – Dijo y sintió que el menor se aferraba más a su cuello. - ¿Cómo estás?

 

-          Muchas gracias. – Contestó. - Se mi hermano mayor.

 

Rio por la inocencia del pequeño. – Sería lindo; pero ahora es mejor que siga-…¡Ahh! – Lanzó un grito cuando algo golpeó su pierna. Volteó y pudo ver dos siluetas a lo lejos. Eran los hombres de su padre. Su pierna estaba sangrando a causa de la bala. Se arrastró hasta llegar a un callejón, bajó al menor y lo dejó de tras de unos contenedores de basura.

 

-          No te muevas, por nada del mundo mires Seiji… quédate aquí. – Movió otras bolsas y le dejó la polera al pelirrojo.

 

-          ¿Dónde está? – preguntó uno de los hombres mientras lo golpeaba en el estómago. Ahogó un grito por la falta de aire, cayendo al suelo al instante. – Dije ¿Dónde está?

 

 

-          No sé de qué diablos me están hablando. – Contestó levantándose. – Si se les perdió algo por su incompetencia, yo no lo tengo.

 

Otro golpe llegó  hasta su cabeza lo que hizo que cayera nuevamente. Su pierna le dolía como mierda; pero debía seguir fuerte. No permitiría que se volvieran a llevar al niño.

 

-          ¿Por qué estás aquí? – preguntó el otro.

 

-          …Iba a buscar a la policía. – Dijo indiferente; el segundo golpe fue contra su lado derecho.

 

 

-          Con que ibas a contar nuestros planes, maldito bastardo. – Sintió como la pistola estaba en su frente, el gatillo se encontraba tan cerca y tan lejos a la vez.

 

-          El niño está con él, este idiota debió perderlo antes de llegar. – bufó resignado. Su jefe los iba a matar. – Al menos compensaremos al jefe cuando sepa que la rata murió.

 

Tragó fuerte, sabía de lo que eran capaces; había deseado tanto morir; pero en ese momento no, tenía que cuidar del niño.

 

Seiji se asomó con algo de miedo. Los gritos eran más fuertes, volvía a sentir miedo; cuando Jason lo dejó dentro de ese lugar en su auto, ahora estaba pasando de nuevo. No quería, no quería que volviera a pasar. Cuando sus ojos lograron divisar la calle, vio el momento exacto en que una bala se incrustaba en el pecho de su hermano mayor, como había nombrado al chico. No sabía que pasaba realmente.

-          Vámonos, lanzaremos el cuerpo en ese lago que vimos hace un rato. – Lo lanzaron dentro del auto y dieron media vuelta sin darse cuenta de la pequeña cabellera roja que salía del callejón.

 

Seiji se aferró con fuerza a la polera que estaba sobre sus hombros. No sabía dónde estaba, tenía frío, hambre, estaba solo. Quería morir lo más pronto posible.

 

///////////////////////////////////////////

 

Cuando llegó hasta ese lugar, se sorprendió. Otro bosque, como la primera vez que pasó todo eso. Se lamentaba internamente aquello que estuviera pasando. No era momento de lamentarse, no cuando su hijo estaba en peligro.

 

-          Vaya Kouki, es bueno tenerte aquí de nuevo. – La voz de Kenshou era tan repugnante como recordaba.  Frente a él, el hombre que merecía más que la muerte.

 

-          Vine, tengo los papeles, dame a mi hijo. –

 

 

-          Tan serio, ya te pareces mucho a Seijuuro. – Los demás rieron. Kenshou solo se acercó para quitarle el sobre con los papeles. Comprobaba si eran legítimos mientras continuaba observando. Perfecto. – Estás muy desesperado por un simple mocoso.

 

Kouki se tensó. La gota que derramó el vaso.

 

-          Llama a mi hijo así nuevamente y tendré que matarte. – Volvieron a reír. Kouki era todo un bromista. –

 

 

-          Eres tan divertido Kouki ¿Sabes? Tal vez ya esté muerto y yo no lo sepa, quien sabe, las ratas se molestan sino las alimen-

 

Antes de notarlo, el castaño lo había tacleado de modo que chocaran ambos contra el suelo. A pesar de su apariencia, si tenía fuerza. Cuando uno de ellos iba a disparar, sintió que era herido en su brazo derecho. Las puertas se abrieron con un grupo de oficiales armados. Todos soltaron sus armas inmediatamente. Se había acabado el juego. Kouki seguí encima de Kenshou, una mano apretaba su cuello y con la otra apuntaba una pistola directo en su corazón. Sabía que el otro debía de tener un chaleco anti balas; pero dispararía las veces que fuera necesario.

 

-          Más te vale soltar esas hojas antes de que yo te mate. – Kenshou lo hizo. Kouki levantó las hojas y las rompió rápidamente. Volvió contra su presa antes de si quiera descuidarse.

 

Los policías empezaron a llevarse a los demás, Jason y Saito estaban en la entrada vigilando por cualquier movimiento extraño; mientras que Akashi se acercaba hasta donde estaban ellos. Tenía que impedir que Kouki realmente matara a ese hombre aunque se lo mereciera. Kouki se levantó; pero siguió apuntando. Tan cerca de disparar el gatillo.

 

-          Basta. – Seijuuro le quitó el arma. – No merece la pena. – El castaño asintió y esperó a que los demás terminaran de registrar los cuartos de ese almacén.

 

-          Akashi… el niño no está. – Anunció Aomine con el ceño fruncido mientras se acercaba a ellos. – Ninguno de mis hombres lo encuentra.

 

Si Akashi no le hubiera quitado el arma, realmente dispararía en ese momento.

 

-          ¿Dónde está mi hijo? – Preguntó de manera seria viendo fijamente a Kenshou. Este no respondió. – Creí haberte hecho una pregunta. – La mirada heterocromática del pelirrojo le puso los pelos de punta, no esperaba que tuviera ese efecto.

 

-          U-una semana… - murmuró. – Lo perdimos hace una semana por culpa de mi hijo… él se lo llevó a un pueblo; pero mis hombres no lo encontraron.

 

 

-          Y así continuaron con sus amenazas, espero que te guste lo poco que te queda de libertad; cuando entres a la cárcel sabrás que lo que es vivir en el infierno o tal vez algo peor. – Esa sonrisa tétrica, lo estaba matando lentamente. – Daiki, no perdamos tiempo, debemos registrar toda Yokosuka, iré con Kouki, nos adelantaremos.

 

El moreno asintió y fue con aquel tipo hasta la salida. No pasó mucho cuando Jason ya lo había empezado a golpear. Aomine lo detuvo antes de que lo matara y le explicó la situación. El peliplata asintió. Mientras que Seijuuro veía como Kouki estaba un poco más tranquilo. Tenían que ir por su hijo, al menos sabían que tal vez yo no estaba corriendo ningún peligro.

 

-          ¿Cómo te sientes hoy? – Aquella señora que lo llevó hasta su casa entraba a su cuarto con una bandeja. – Tienes que comer un poco más.

 

El pelirrojo no respondió, no había dicho nada desde que fue encontrado en una de las calles deambulando en medio de esa lluvia. La mujer, una señora adulta, lo acogió al verlo tan pálido y a punto de morir. Ningún niño se merecía estar en esas condiciones. Sin embargo, le preocupa la salud del menor, estaba muy deplorable cuando lo encontró y siempre murmuraba en sueños “papá”. Lo debía de extrañar.

 

-          Hoy te llevaré con unos oficiales, tal vez puedan ver si hay un registro tuyo. – Dijo tratando de animar al pequeño. - ¿Qué dices? – No hubo respuesta de nuevo.

 

Seiji solo se limitó a comer lo que tenía en frente, era un poco de sopa de tofu con arroz blanco y pescado. Estaba deliciosa, tanto como la que cocinaba su abuela, los extrañaba; pero tenía miedo, miedo de que si volvía salir, la señora podía morir o algo peor. Porque siempre ocurría eso cuando alguien estaba cerca suyo. Cuando terminó de comer, la mayor llevó la bandeja a la cocina y volvió por el niño. Encontraría a sus padres para ayudarlo. Lo cargó dispuesta a sacarlo.

 

El menor se aferró a su cuello y negó al sentir la luz de ese día, no le gustaba la calle, sentía que cosa malas podían pasar. La señora suspiró intranquila, esa no era buena señal. Tal vez debió quedar un efecto traumático para reaccionar así. Suspiró.

 

-          ¡Deja de hacer eso idiota! – Escuchó ese grito en la puerta de enfrente. Un peliazul y un pelinegro estaban discutiendo. – La idea no es asustar a estas personas.

 

Sintió al menor revolviéndose en sus brazos. Miró en frente y los reconoció. Estaba a punto de llorar; pero lo primero que hizo fue soltarse del agarre y correr hasta las piernas de aquel pelinegro. Saito casi grita de tan solo verlo.

 

-          ¡Seiji! ¡Estás bien! Oh… cielos… - abrazó al pequeño, su sobrino estaba a salvo, tal vez tendría leves heridas; pero que se podrían curar en un buen hospital. – Tu papá se pondrá feliz al verte, no sabes cuánto te hemos extrañado.

 

La señora por su parte sonrió enternecida con la escena. Le explicó todo a Aomine cuando este fue a preguntarle el porqué de tener al niño. Sobre como lo encontró una noche de tormenta y lo ayudó a que se recuperara un poco, el niño no había hablado en toda esa semana por lo que no tuvo muchas respuestas.

 

-          Muchas gracias, no sabe como se pondrán sus padres al tenerlo de vuelta. –

 

-          No se preocupe, me alegro de que ya esté bien. – Vio que ya se iban a la patrulla del moreno. Extrañaría a ese pequeño. Pero antes de perderlo de vista, vio como el pequeño se despedía con la mano y con una sonrisa le decía “gracias”.

 

 

////////////////////////////////////////////////

 

-          ¿Por qué tuvimos que regresar Seijuuro? – cuestionó Kouki dentro de su casa.

 

-          Porque no has dormido bien por lo menos dos días, tienes que relajarte un poco Kouki. – El pelirrojo se acercó hasta él para hacerle entender. –

 

Antes de continuar, la puerta de la entrada se abrió. Saito entró con una sonrisa, detrás de él un pequeño pelirrojo se asomaba lentamente. No esperó mucho hasta correr a los brazos del castaño. Kouki lo recibió de inmediato apenas notó a su hijo. Lo abrazó como nunca antes y lloró todo lo que había contenido. Por fin lo tenía de vuelta, después de casi dos meses de haberlo perdido.

 

-          Seiji, mi vida… estás bien… ¿No te hicieron nada? – No podía contener todo lo que sentía. Miró a su hijo, estaba algo pálido y más delgado. Unas heridas en sus manos; pero por lo demás, lucía muy bien. Lo volvió a abrazar.

 

-          Muchas gracias Saito. – dijo Akashi sonriendo.

 

-          Una señora lo encontró en un poblado, fue bueno que estuviéramos cerca en ese momento. – sonrió levemente. – Gracias por cuidar de Kouki, Seijuuro.

 

Asintió, era bueno ver que ya no tendrían más problemas. Volvió su mirada hasta donde estaba su prometido y su hijo.  También se acercó a abrazarlos, más que nada por el hecho de que en cualquier momento Kouki podría desmayarse por tantas emociones. Los tenía juntos, su familia. Por fin todo había terminado.

 

Notas finales:

¿les gustó? ¿Lo odiaron? ¿Meresco review? xD

De nuevo, gracias, creo que el final quedó algo corto; pero quiero explicar lo demás en el epilogo~ <3 Después de tantos momentos trágicos, el epílogo estará lleno de miel y flores para ustedes *lanza brillito muy gays* 

Me despido hasta otra actualización en mis fics~ Os espero encontrar tambián allí >u< <3 

Y también me siento feliz porque hoy se cumple un año desde que empecé a escribir adssaads que rápido *más corazones gays* 

En fin, gracias por leer, comentar y seguirnos hasta el final >u</

¡Saludos! 

¡Los amo! 

Kaz.


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