Suspiro un poco mientras esperaba su pedido en la cafetería que quedaba solo a unas cuantas cuadras de la universidad donde cursaba la carrera de derecho ¿Por qué, entre la inmensidad de carreras profesionales que podría haber escogido, había elegido la más aburrida y monótona? No lo sabía y tampoco tenía intenciones de cuestionarlo. No con el sueño que le sobraba y la paciencia que le faltaba.
Se estaba muriendo de sueño y sabía que eso se debía solo a dos factores: su maldito ensayo acerca de los derechos civiles- arriba los malditos derechos civiles, señor- y también por el amargado, antisocial y resentido de su hermano menor que lo había estado obligando a mantenerse despierto a altas horas de la madrugada pues este no se dignaba a regresar a la casa. Ya hablaría con el cuándo terminaran las clases, se tomara una ducha y tal vez una siesta que restableciera sus sentidos. Sonaba bien, siempre y cuando las cosas salieran bien. Y él quería que las cosas salieran así.
Le dieron el café y salió de la cafetería emprendiendo el camino a la facultad donde como todos los días se sentaría en el fondo, se acomodaría en uno de los rincones y escucharía aburrido la clase hasta entregar el trabajo y después seguir con las clases, en distintos salones sin ser molestado por ningún ser humano y luego se iría a su casa.
Llego a aquel gran y moderno edificio donde la palabra sofisticación sino fuera por las personas que la ocupaban y que formaban un gran escándalo. Tomo un sorbo de su café haciendo una mueca por lo caliente en que se encontraba. Se lo tomaría después.
Entro en aquel recinto yendo al segundo piso, en el salón 103 donde le tocaba su primera clase. El salón se encontraba casi lleno pues no faltaba mucho para que empezara. Varios de sus compañeros platicaban amenamente haciendo caso omiso a su presencia a lo cual agradecía. Busco con la mirada un asiento vacío, encontrándolo en el fondo izquierdo del salón, junto a la ventana que ofrecía una fabulosa vista al campus; se veía tan hermoso como un oasis en medio del más cruel desierto de África.
Se fue a sentar rápido en aquel rincón del cielo poniendo su mochila negra en el suelo y su café en su pupitre. Solo en el rincón, quería tener espacio para poderse recargarse ahí…y dormir un poco quizás.
El ruido ceso en unos momentos y todos fueron a sus lugares. Por dios, ya eran adultos, estaban en la universidad ¿Por qué seguían con esa clase de modismos de chicos de preparatoria? Razonaba su mente con flojera soltando un bostezo. Estaba seguro que eso solo indicaba que el nuevo profesor había llegado.
Alzo la mirada y de pronto el mundo se quedó congelado. Era él, su primo Madara.
Tenía 28 años y era alguien que a cualquier distancia causaba un gran impacto. Poseía el cabello largo hasta la cintura, alborotado que se antojaba tocarlo. Sus facciones eran masculinas y sus ojos negros anunciaban peligro. Su cuerpo era perfecto lo cual provocaba un gran número de murmullos por parte de las mujeres que se quedaron encantadas por aquel hombre. ¿Qué demonios estaba haciendo él ahí? Estaba haciendo una teoría acerca de eso y no le gustaba para nada.
Aquel hombre se puso en el escritorio donde por lo general los profesores ponían sus cosas cuando impartían clases, naturalmente. Oh no, él no sería…
-Buenos días- pronuncio con una voz que causo aún más escándalo en la población femenina – Soy Uchiha Madara y seré su profesor suplente en lo que resta del semestre.
¡¡Que?! ¿Había escuchado bien? No, eso no podía ser posible, se trataba de engañar a él mismo. De seguro solo era una broma pesada. Porque su molesto primo gustaba se hacer bromas pesada y de seguro sabía que estaba por ahí y quería solo ser pesado con él. Pero no lo lograría. Él era muy maduro como para caer en esas jugarretas de crio.
Le miro y se dio cuenta que no estaba ni consiente de su presencia o por lo menos por ahora. No estaba jugando. Suspiro un poco. Vamos, no era tan grave, se animaba de manera muy poco alentadora. Solo sería lo que terminaría el semestre, además las vacaciones, los fines de semana, las faltas por x razón acortaban el tiempo.
-Por cierto- se adelantó el mayor llamando su atención nuevamente- estoy al tanto de un trabajo que tenían que hacer. Ni me lo entreguen, no estoy interesado en eso- determino recibiendo alguna quejar de inconformidad.
Itachi no dijo nada porque no quería que supiera que estuviera ahí, pero si fuera por él le aventaría el café que estaba tan caliente como el infierno sobre su rostro. Se había matado por el maldito ensayo solo para que él con su gran poder y autoridad como profesor suplente. Eso no podría salir bien, pensó sin saber que esto solo era el comienzo.
Continuara.