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Carta en Rojo por Jesica Black

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Carta en Rojo.

Parte III

 

                Mi tercer año será diferente, pues esta vez él entrará y con su presencia miles de aventuras que jamás olvidaría. Como todos los veranos, pasé el día con mi ‘madre’ y a más tardar con el padre de éste, que aún vivía en la casa en medio del bosque en la cual vivía Remus en su niñez.  Nadie sabía mi secreto oculto, aquel que el año pasado en mitad de Octubre había surgido como una mayéutica de luces y sombras. Lucrecia se había recuperado recién a principios de Enero en su casa y no me había vuelto a dirigir la palabra, supongo que aún le aturdía mirar mi físico oscuro entre las sombras, tenía un miedo indescriptible al saber lo que soy capaz de hacer.
Durante mi primer año practiqué bastante la magia oscura, aprendí varios encantamientos imperdonables y hasta, aun  frente a las súplicas de mi madre que no lo hiciera, me convertí en Animago ilegalmente. Era un perro/lobo, como un siberiano, de color plateado y ojos profundamente grises, mi madre decía que me parecía muchísimo a él mientras me preparaba los libros para el año siguiente.

Entonces llega Doddly, con una carta de Hogwarts para mí, me sorprende, dado que la invitación de McGonagall al igual que la lista de libros para ese mismo año había llegado la semana pasada, por lo cual Remus sacó su polvoriento baúl de chucherías para entregarme los libros que poseía. Tomé la carta y la leí:

 

                Estimado Señor Black.
Le debemos de informar que se necesita su colaboración este año para asuntos relacionados con el colegio, más allá de los exclusivamente legales de la escuela. Esperamos su presencia el mismo día de inicio de clases, a las 20:00 hr en el despacho del Director Albus Dumbledore.

                Le desea cordialmente un buen inicio de Clases.

Minerva McGonagall.
Subdirectora.

 

–¿Qué quiere decir eso? –me preguntó él, a lo que negué con la cabeza bastante sorprendido.

–No tengo la menor idea –susurré–. Aunque puede que esté relacionado con Harry –hago un bollo la nota y la tiro lejos, algo agobiado.

–Ah, Harry –sonríe, como nunca lo vi sonreír–. No puedo creer que ya tenga once años, como pasa el tiempo –caminó hacia la cocina que estaba a seis pasos de allí, tiró de la silla y se sentó en ella–. Tú cumples trece años, él once….el tiempo pasó tan rápido que no me he dado cuenta.

–No empieces.

–Lo siento, no puedo evitar sentirme así –susurró en voz tan baja que apenas pude oírlo–. Recuerdo cuando eras mi bebé en Hogwarts, eras el único.

–Me siento TAN especial –ironicé y miré para otro lado, observando mis manos; aún se sentían húmedas.

–Eres todo un orgullo para mí, Brighton, eres el niño más inteligente que he conocido –desde la cocina me hablaba, volteé para verle la cara entre sus manos, con los codos apoyados en la mesa y su mirada fija entre los libros puestos allí–. Este año visitarás Hogsmade.  Te he firmado la autorización, aunque tal vez no es necesaria, dado que tú puedes ir tranquilamente con los túneles secretos.

–No quiero meterme en más problemas este año –susurré, Remus sonrió tristemente, sabía que me parecía en eso a Sirius por lo que no dijo absolutamente nada para no cabrearme.

–No te preocupes amor, todo estará bien si te metes en una o dos travesuras, está en tus genes, hasta yo era travieso a tu edad.

–Eras prefecto, ¿cómo podías? –pero inmediatamente me contestó.

–Dumbledore me dio ese poder para ver si podía mantener a James y a tu padre a raya, pero obviamente no lo conseguía y siempre terminaba enredándome en sus bromas, me causaba gracia, es todo, pero no estuve nunca a favor de ello –se rascó el cabello castaño y lacio que llevaba siempre amarrado en una coleta–. ¿Sabes qué pasó un día? A tu padre no se le hizo mejor idea que decirle a Snape como ir a la casa de los gritos, donde yo iba cada mes.

–¿Y fue? –pregunté.

–Claro que sí y hasta me vio. Nunca pude perdonárselo a Sirius, aunque me fue inevitable seguir enojado con él por más tiempo.

–Obvio, me tuviste a mí el año siguiente.

–Bueno, si….–rio aunque no entendí el motivo de su risa–. Sirius y yo comenzamos a salir aun antes que James y Lily. Supongo que por eso naciste tú tan rápidamente.

–Tú estabas en séptimo ¿no?

–Habíamos empezado séptimo ese mismo Septiembre. Había pasado el verano con mis padres en mi casa, estaba embarazado de unos cinco o seis meses en ese momento. Antes de salir de nuestro sexto año había recibido la noticia de Madame Pomfrey. ¡Estaba completamente aterrado, tenía diecisiete años!

–¿Y por qué no me abortaste? –dije casi sin sentimiento en la voz, mi padre me miró con esa expresión que tanto odiaba, entre tristeza y enojo.

–¡Por supuesto que no!, jamás lo hubiera hecho. Yo tenía miedo por mi lobo, me enteré justo una tarde, cuya noche era luna llena y temía lastimarte mientras me transformaba, pero como el lobo que soy sé cuidar de mi embarazo y mi bebé. Le dije a Sirius la semana continua, luego que me cercioré que estuvieras aun ahí.

–¿Y qué hizo?

–Estaba completamente emocionado, hasta James lo estaba. Comenzaba a planear montones de cosas con respecto a ti, a mí, al mundo que se nos abrió justo delante. Fue muy difícil llevarlo pero hermoso tenerlo. Te di a luz en plena fiesta de navidad, justo momentos después de las doce de la noche. Eras hermoso….–sonrió tristemente–. Tu hermoso rostro, tus cabellos dorados y ojos grises, eras tremendamente parecido a tu padre.

–Ya mamá, no recuerdes más, sé que te hace mal todo eso.

–No, no, no me hace mal, simplemente me pregunto ¿cuándo fue que pasó? ¿Cuándo se desplomó mi vida? ¿Cuándo mi marido dejó de ser mi marido para convertirse en un mortifago que engaña y destruye?

–Jamás lo sabremos.

 

                Entre como  todos los años a Hogwarts; había comprado una túnica de Gryffindor un poco más grande que las que solía usar durante mis primeros dos años. Al caminar hacia la plataforma  9 ¾ me detuve un momento, había allí un muchacho confundido entre la plataforma 9 y 10. Entrecerró los ojos para luego sentir que rápidamente los gemelos Weasley le pasaba por al lado, ante los gritos de su hermano mayor Percy, que había sido escogido prefecto de quinto año. Me detuve unos minutos y cuando les vi pasar a todos los Weasley, justo después de Harry, decidí hacerlo yo mismo.

 

–Ya hemos llegado –murmura Lupin a mi lado, yo me asusto un poco pero vuelvo mi vista a todos los pelirrojos de aquella familia–. Harry. Se parece tanto a James que por un momento creí que era un adolescente nuevamente.

–No lo sé, no recuerdo a James en esa época –dije con ironía, me abraza y besa mi frente.

–Eras un bebé cuando James estaba en Hogwarts, además nunca lo conociste a los once años. Lo que me lleva a pensar donde habré dejado aquellos albums de fotos que solíamos tener, nos gustaba verlo cuando éramos más jóvenes –suspiró–. Entre tantas mudanzas seguramente se ha perdido.

–No te preocupes por eso.

–Bueno, suerte hijo –nuevamente me saludó y entre al vagón del expreso a Hogwarts.

 

                El viaje como siempre fue aburrido, pasé todo el rato leyendo un libro de encantamiento del séptimo curso. Justo en la misma cabina se encontraba Rupert Lockhart, un Hufflepuff tranquilo y risueño que jugaba con su rana de chocolate, la cual escapo. Loren Frandsford, el mejor amigo de Erin Melvick, quien también se encontraba junto a él, pero enmudeció apenas y me vio. En la cabina contigua se encontraba Harry y Ron, más que no sabía sus nombres ni le interesaba, apenas se sabía el de los hermanos Weasley con los que compartía habitación desde hace dos años. El sol brillaba fuertemente, solo diez minutos faltaban y se escuchó un ruido extraño en los pasillos. Bufé molesto y cerré el libro para observar la puerta corrediza como una muchacha salía de la cabina contigua para irse a donde estaba.

–Debemos estar cerca –dijo Rupert mientras se levantaba del pequeño sillón, yo desvié la vista y nuevamente observé la ventana para ver como la locomotora se acercaba más al castillo.

–Iré a ver a mi hermano que está en la cabina de los prefectos ¿quieres venir? –preguntó Loren, Erin negó con la cabeza y volvió a lo que estaba haciendo, intentando abrir una caja mágica de chocolates–. De acuerdo.

–Yo traeré más tortitas de calabaza, me he quedado con las ganas –susurró Rupert y ambos abrieron las puertas para salir y cerrarlas.

–¿Planeas matar a alguien este semestre o puedo caminar tranquilo por los pasillos? –la voz de Melvick me hizo levantar la mirada, y sus hermosos ojos verdes se cruzaron con la plata.

–Lucrecia no ha muerto.

–Aun, a menos que quieras darle una segunda maldición imperdonable, ¿cuál será? ¿Avada Kedavra? –fruncí el ceño y me acomodé mejor en el asiento para verlo directamente a los ojos.

–Sé muchos hechizos imperdonables ¿sabes? No solo esos tres. Aquí –señalé un libro que tenía justo a mi lado–. Hay una enorme cantidad de conjuros oscuros que podrían hacer temblar hasta a tu madre.

–Eres un psicópata y un homicida, Black –escupió en sus palabras–. No sé cómo te dejan entrar en Hogwarts, si fuera por mí, estarías en Azkaban haciéndole compañía a tu padre en una celda.

–Pero no lo estoy, Melvick –dije fugazmente mientras me levantaba y acomodaba mi túnica, él también hizo lo mismo quedando uno frente al otro–. Podría pisarte aquí mismo como una sucia cucaracha, como lo son todos los Melvick desde tu tatara-abuelo.

–No me subestimes Black, soy tan o más inteligente que tú.

–Lo dudo –me di la vuelta dispuesto a salir, pero su mano me impidió correr la puerta hacia la izquierda–. ¿Qué haces?

–He dicho que no me subestimes Black, soy descendiente de la noble familia Rusa de los Melvick, todos magos oscuros, no creas que por tener una sangre espesa como la de los Black te hará más intimidante que yo –me di la vuelta y con un zarpazo le quité su mano de encima de mí.

 Caminé hasta la ventana, llevándolo conmigo en cada paso. Yo daba un paso hacia adelante y él un paso hacia atrás hasta acabar estrellándose con la ventana. Coloqué una de mis manos en el vidrio y me agaché lo suficiente para que mis ojos y sus ojos estuvieran alineados.

–Nadie es peor que yo en este maldito mundo, Melvick.

                No estoy muy seguro que pasó, pero su mirada cambió repentinamente y palideció como un cadáver. Me empujó hacia atrás y salió corriendo de allí echando a un lado a varios de los alumnos que intentaban salir de sus cabinas.  Respiré, seguramente lo habré asustado un montón, tengo la sangre lupina de mi padre en mis venas, por lo que era casi común que el ‘lobo’ saliese espabilando a cualquiera.
La celebración comenzó como todos los días, Albus empezó a hablar sobre los peligros del Bosque prohibido y del tercer piso, suspiré, durante mis años aquí jamás hubo un peligro, pero estaba casi seguro que pronto comenzaría la verdadera diversión.
Luego que los muchachos fueron seleccionados, obviamente Harry Potter fue mandado a Gryffindor como su padre y su madre, al igual que el joven Weasley y una muchacha de cabello castaño y dientes excesivamente grandes llamada Hermione.
No tardé un minuto después de comer en retirarme para encontrarme con Albus Dumbledore a la hora prevista. Me senté en la silla mirando el hermoso fénix que tenía de mascota, unos segundos después apareció el viejo.

 

–El pequeño Black –gruñí, no era ningún pequeño–. Tanto tiempo que no te he visto, aunque has sido seleccionado a Gryffindor hace ya tres años, me da mucho gusto verte.

–Bien…. ¿qué es lo que quiere? –tenaz como solía serlo, no dejaba nada en el tintero, mis ojos se encontraron con los de Dumbledore.

–Eres realmente perspicaz joven Black –suspiró y se sentó–. Me recuerda tanto a su padre.

–¿Remus?

–No, no….su otro padre. Sirius –bufé, él notó mi fastidio pero continuó–. Ellos pudieron hacer lo que yo hubiera deseado. Estar con la persona amada.

–¿Viene a darme clases de sentimentalismos o me llamó por algo importante? –el rio suavemente y se levantó de la silla donde momentos antes se había sentado.

–Joven Black, usted saber que Harry Potter ha entrado a su casa hace unos pocos minutos ¿verdad? Sé que no debería decirlo, usted sabe a lo que nos enfrentamos. Hace unos pocos días me sentí perdido y extrañado por algunas cuestiones que seguramente usted también lo habrá hecho.

–No entiendo a quien se refiere.

–El señor tenebroso –abrí los ojos, hace tiempo que no le escuchaba nombrar–. Usted sabe entonces que es posible que algo de él haya quedado en Harry Potter ¿verdad?

–¿Y todo ésto a que se debe, señor?

–La piedra filosofal –sacó de su bolsillo una piedra roja muy brillante–. Hagrid me la ha traído hace unos momentos, y justo ahora iremos a guardarla, pero por favor necesito que usted haga ésto por mí –la puerta se abre y pasa un enorme sujeto de ropas rotas y sucias, además de una imponente barba–. Rubius Hagrid, te presento a Brighton Black, el hijo de Lupin.

–Ah, es el pequeño Brighton –dijo como si me conociera, inmediatamente intentó abrazarme, yo me negué a tal muestra de afecto tratando de ser lo más amigable posible, aunque el mastodonte frunció el ceño–. Conocí a tu padre.

–Lo sé, todo el mundo en esta maldita escuela lo conoció, ahora díganme ¿por qué me mandaron llamar?

–Tranquilo joven Black, no hay por qué exasperarnos –musitó acercándose a él y tomando de su mesa una vasija pequeña llena de dulces de limón–. ¿Desea probar uno?

–¡No!

–Bueno –suspiró–. Quiero que vigile a Harry Potter, usted es el único que puede hacerlo, no confió en nadie más.

–Hay muchos alumnos más confiables que yo en Hogwarts, ¿por qué a mí? –pregunté, él sonrió con esa mirada arrugada.

–Por qué confió en usted, por eso mismo. Es usted uno de los estudiantes más destacados para su joven edad, quien podría sacar a Harry de cualquier problema sin la necesidad de traer un libro a cuestas –no dije más, miré de reojo a Hagrid y luego me retiré dando un azote a la enorme puerta.

 

                No pasó mucho tiempo antes que Harry viniera a mí, fue durante una noche oscura, creo que tenía miedo por algo o le resultaba realmente interesante ese espejo que durante mi primer año encontré en los sótanos  de Hogwarts, que supuestamente demostraba los deseos más profundos de quien miraba a través de él. ¡No lo sé! Pero aquel frío día de invierno bajó por las escaleras de las habitaciones masculinas y se sentó en el mismo sillón de terciopelo rojo en el que me encontraba, mirando chispear el fuego en la chimenea.

 

–¿Eres Brighton Black,  no? –preguntó, yo le miré con recelo y asentí–. Me han dicho que eres el más inteligente de todo Hogwarts.

–Habladurías.

–¿No te crees inteligente? –preguntó, dejé lo que hacía (juguetear con mi varita) y le miré detenidamente, tenían razón, aun se encontraba allí esa cicatriz en forma de rayo.

–No me creo el más de todo Hogwarts –comentó–. Dumbledore es más inteligente, aunque supongo que es porque tiene más años que las piedras.

–Jajaja –rio suavemente para luego mirar la chimenea–. Muchos creían que entrarías a Ravenclaw, o eso me dicen.

–Muchos.

–¿Y por qué no entraste allí? –le fruncí el ceño algo molesto, él entendió perfectamente y se arrepintió de la pregunta.

–Mis padres eran Gryffindor y supongo que internamente mi valentía es más poderosa que mi inteligencia.

–¿Tienes padres?

–Todos tenemos padres, a menos que seas de esas criaturas mágicas que nacen de los repollos o en las polvorientas cortinas de mi casa –mi vista se volvió a clavar en el fuego.

–No, digo, si…..es una pregunta estúpida, pero no me refería a eso. Solo quería tener un tema de conversación, supongo. Mis padres murieron cuando era un bebé.

–Lo sé.

–¿Lo sabes? –su mirada cambió y me di cuenta que tenía que escapar rápido del interrogatorio.

–Quiero decir, es una noticia popular por estos lares, que en el mundo muggle no hubo trascendencia no significa que aquí no la haya tampoco; tus padres fueron realmente importantes en su época –susurré–. Yo solo vivo con mi ‘madre’.

–Oh, ¿tu padre también murió?

–Hm, digamos que algo así –se levanta–. Iré a dormir, lo mejor será que tú también lo hagas, Harry.

 

                Vigilé a Harry durante todo el primer trimestre de clases, tercer año no era nada para mi a comparación de todo lo que aprendía en casa; sin ir más lejos, resultaba que mi ‘madre’ era el mejor maestro de DCAO en el mundo, también sabía mucho de pociones y transformaciones.
Tal vez no lo sepas, nadie lo sabe, pero hace exactamente un año y medio me convertí en un animado ilegal. No soporté, con once años, en lo absoluto ver que mi padre no podía ser acompañado durante sus transformaciones, por lo que desde muy temprana edad estuve buscando información sobre ello y me tomó varios meses. Él se sorprendió bastante cuando le enseñé mi forma animaga, era un cachorro de lobo, dado a mi edad aun no podía ser adulto, pero al mismo tiempo no era solamente lobo, mi padre me había heredado su esencia canina desde aun antes de ser un animago y la mezcla era similar a la de un siberiano.
Dado a esto, me fue muy fácil escaparme y merodear por los alrededores de Hogwarts mientras Harry creyó estar solo. Inmediatamente alerté a Dumbledore de cada paso que hacía el único hijo de James Potter, pero pareciera que el director sabía precisamente como iba a accionar mi joven compañero. Por un momento creí que era una mera ilusión, ver al profesor de DCAO allí, con ese maldito espectro que se iba regenerando en su piel y necesitaba, velaba por la piedra filosofal.
                No debía entrometerme, observé como Harry lo hacía solo desde mi rincón vacío, aunque muchas veces quise ayudarle, pero esa parte de mí que solo vigilaba e informaba surgió, tal vez era el propio deber quien me gobernaba y no solamente las pasiones.

                Y así terminó, mi tercer año, entre Hogsmade y vigilar a Harry se pasó volando. La despedida no se hizo rogar,  y Gryffindor ganó la copa de la casa un año más. Tomé mi valija y la arrastré hasta los vagones del expreso de Hogwarts. Nuevamente me tocó compartir vagón con Erin Melvick, quien solo me miraba de solayo, seguramente a sabiendas que vigilaba a mí ‘primo’ y que Harry Potter había traído la complicación consigo mismo, lo que probablemente no sabía era que esperaba muchísimas más aventuras a partir de hoy.

 

Continuará.

Notas finales:

Lamento mucho que esta tercera parte sea tan corta y poco explicativa, pero no tuve tiempo de ver la película  pero ya la segunda y la tercera me las sé perfectamente y podré escribir mucho más sobre Brighton allí.
Antes que nada les quiero avisar que como dije allá arriba, Brighton es ANIMAGO y su transformación es lo más cercano a un perro-lobo, un siberiano, además sus ojos claros son aún más llamativos. Y dado que aún es un ‘cachorro’ se transforma en bebé y no puede ayudar a Remus con sus trasformaciones, pero a partir de su 15th cumpleaños ya puede transformarse en un animal mayor de tamaño.


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