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Carta en Rojo por Jesica Black

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Carta en rojo.

Parte VIII

 

                Allí estaba, tres meses después de mi graduación, sentado detrás de un escritorio del ministerio de magia por orden de Remus, quien me había insistido en que tomase el cargo por razones que desconozco. Eso me hizo hasta cierto punto mejor, evitaba ver a Tonks (a quien no quería herir) y más que nada, pasaba tiempo con Erin Melvick, quien se había puesto a trabajar codo a codo conmigo. Pero en ese preciso momento, ese momento justo, él no estaba allí, por lo que pude regodearme tranquilamente en mi despacho mientras miraba el objeto en mis manos.
Suspiré y lo coloqué en una caja pequeña, me levanté de mi asiento y caminé hacia un caldero vacío a unos pocos metros de distancia, colocando la pequeña cajita allí y volviendo a mi lugar para seguir escribiendo en el pergamino.

Mi escritorio era increíblemente grande, pero siempre se encontraba repletos de libros, pergaminos y pilas de papeles para firmar, leer o re-leer. Odiaba este trabajo, pero según Remus me mantendría a salvo. Supuse por un instante que probablemente se debía a la reciente muerte de Sirius y que él se encontraba algo sensible, no podría soportar perder a un miembro más de la familia, pero yo no pensaba morirme próximamente.
Erin regresó a los veinte minutos, cargando su peso en libros seguramente, dejó un par en su propio escritorio a unos metros del mío y la otra mitad la dejó en el mío, corriendo algunos papeles que aún se encontraban hechos un bollo.

–Tienes que limpiar este lugar, ¡es un asco! –habló el joven y suspiró al notar que no le daba importancia–. Al menos podemos salir de vez en cuando, estoy harto de estas cuatro paredes beige.

–Sabes que tenemos trabajo –musité, sin siquiera apartar mi vista del pergamino–. ¿Puedes hacerme un favor?

–Claro –musitó–. Como si ya no te hiciera demasiados favores.

–Puedes traerme ese caldero negro de por allá –aun sin apartar mi vista del pergamino, hice un ademán con la mano en dirección al caldero. Pude escuchar un bufido que me hizo sonreír.

–¿No puedes hacerlo tú? Comienzo a pensar que eres medio inútil –habló y caminó hacia donde se encontraba el objeto. Yo le miré de reojo para ver como su expresión cambió al ver el contenido de dicho caldero, una caja, muy pequeña pero singular–. ¿Qué demonios es ésto? –susurró bajito y sacó de allí la cajita de terciopelo.

–No sé, ábrelo –susurré, casi sin darle importancia.

                Sabía perfectamente lo que era y al ver la expresión de Erin supuse que no se lo esperó jamás. Un anillo, un pequeño anillo dorado y brillante. Él comenzó a tambalearse y palideció, yo giré en mi lugar con la silla y le observé divertido, rascándome la barbilla con la pluma.

–¿Qué…..qué se supone que es ésto? –preguntó, se lo veía muy nervioso.

–¿Qué piensas que quiero decir con eso? –Pregunté, sonreí de costado y levantó por primera vez su vista del anillo para mirarme a los ojos–. ¿Quieres casarte conmigo?

–¿Me…..me lo estás diciendo en serio?

–Más serio que nunca –Erin cerró los ojos, pude ver una lágrima intrusa que se depositó en su boca mientras se colocaba el anillo en el dedo anular derecho.  No podía evitar sentir el regocijo ante su afirmación.

–¡Claro que acepto! –masculló y me levanté de la silla para besarle. Fue el beso más corto de mi vida pero no quería romper el encanto de las palabras que me acababa de pronunciar–. ¿Cuándo nos casaremos?

–En navidad….algo pequeño. No tengo mucha familia ahora –murmuré, Erin me abrazó fuerte pero se despegó de mí para verme a los ojos–. ¿Qué?

–¿Para tu cumpleaños número diecinueve? –preguntó, yo me reí.

–Quiero empezar bien el nuevo año….–me senté nuevamente en la silla, y mientras lo hacía, bajé mis manos de sus hombros a sus caderas–. ¿Qué te parece?

Me parece perfecto –me coloca las manos en mis hombros y me mira desde arriba–. ¿Estás ansioso?

–¡Dios, si! ¿Por qué no puede ser ya? –lo suelto y tiro mi cabeza hacia atrás.

–¿Por qué tanta prisa de repente? –preguntó, yo bufé ¿no era obvio?

–¿Por qué crees? Me lo estuve aguantando todo el año pasado, sé que puedo soportarlo pero estoy algo cansado de lo mismo –Erin parecía no entender muy bien a donde iba mi discurso–. Será legal tener sexo.

–¡Por amor de dios Brighton! Podemos tener sexo ahora si queremos…..–cruzo los brazos.

–Estaba esperando el casamiento para eso. No es que sea afín del celibato, pero no quiero que te cases conmigo por ese tema, quiero que te cases conmigo porque me amas y yo a ti –Erin sonríe, e inmediatamente me contesta:

–Tonto, me casaría contigo aunque tuviéramos mal sexo y tuvieras pene pequeño.

–¡Oye, eso es un insulto! –Se separa de mí mientras va directamente hacia la hilera de libros que se encontraba allí en su escritorio–. ¿Qué haces?

–Trato de despejar la mesa….–me acomodo detrás del escritorio para continuar escribiendo–. Tú deberías hacer lo mismo.

–Tengo mucho trabajo, malditos aurores, no saben hacer el papeleo correspondiente, encima tengo que soportar al estúpido de Percy Weasley hablar sobre lo genial que es el ministerio de magia y toda esa cosa, estamos en guerra por amor de dios –mi vista no se despegaba de los libros y no me fijaba que tan rápido Erin estaba trasportando los libros de su mesa a las estanterías.

–Es hora de un descanso Brighton –me comentó, levanté la cabeza para ver que su escritorio estaba completamente limpio.

–¿Cómo hiciste eso?

–¿Sabes?, no eres el único que pensó en sexo todo el año….–Erin se puso contra el escritorio y se subió, sentándose encima. Inmediatamente algo en mi cuerpo comenzó a sonar y las alarmas de mi integridad física me llamaban socorriendo. Saco mi varita de la túnica.

Colloportus –señalo con la varita la puerta que se cierra rápidamente, me levanto y me quito la corbata de forma repentina–. Soy nuevo en ésto, así que permíteme decirte que si soy malo, es culpa de la inexperiencia.

–¿Y cómo voy a saber si eres malo o bueno si yo tampoco lo he hecho antes? –preguntó, lo que me hizo sentir más aliviado.

                Me quité el saco y lo tiré a varios metros de allí para luego usar mis manos para tomar su rostro y besarle. Mis instintos me estaba llamando a que lo haga, cada fibra de mi piel, cada célula de mi cuerpo estaba en esos momentos concentrado en otra cosa. Jamás me había dejado llevar por mis sentimientos, emociones y siempre intenté controlarlas, pero hacía varios años que ya no podía decir lo mismo.
Mi lengua recorrió cada centímetro de su boca mientras mis manos apresuradas le subían la camisa adentro de los pantalones. Tal vez por inexperto o por apresurado, no me daba cuenta que muchas veces me golpeaba las piernas con la mesa, o que mordía los labios inferiores bruscamente, pero algo estaba seguro, Erin no se quejó en lo absoluto de nada de lo que yo pudiera ocasionarle o hacerle.
Mis manos rozaron su piel mientras las metía dentro de la camisa y acariciaba su vientre, su cintura, y subía hasta llegar a las axilas. Mi boca aún se mantenía ocupada, pero la separé un poco de si para usar mi lengua en sus labios y su mejilla.

–¿Black, estás aquí? – ¡y una mierda! Estúpido Weasley, me separé involuntariamente de Erin al escuchar la terrible voz de Percy, en momentos así deseaba estar en Grimmauld place, al menos allí solamente te interrumpían los retratos parlantes y si solías tener sexo, obviamente ellos no se metían en tu dormitorio.

–¡Mierda Percy! Estoy ocupado…–grité, Erin sacó la varita y le negué con la cabeza para que no la utilizara.

–¿Cerraste la puerta con magia? –preguntó el pelirrojo del otro lado, yo suspiré y me alejé completamente de Erin, éste se incorporó y acomodó su ropa.

Alohomora –susurré una vez que caminé junto a la puerta y la abrí–. ¿Qué mierda quieres, Percy?

                El observó, probablemente haya sido que no tenía chaqueta ni corbata, o tal vez el hecho que Erin se estaba acomodando su ropa, o probablemente que mi cabello estaba hecho un desastre por las caricias en aquella zona, o a lo sumo nuestras enrojecidas caras, pero de algo estaba seguro, Weasley sabía precisamente que no era exactamente papeles en los que ponía mis manos.

–No quise interrumpirlos pero….–habló, yo lo interrumpí a él.

Lo hiciste, prosigue…. –Erin se encaminó hacia donde estaba yo y comenzó a acomodarme el cabello.

–Tienes que firmar ésto. ¡Ah! Y te llegó una lechuza de Lupin –extendió una carta, yo la tomé con desagrado.

–¿Algo más? –pregunté bastante enojado e impaciente.

–Con vista que puedo hacerte enojar más….–tragó de su propia saliva–. No se permite tener sexo en el despacho.

–Ya, es incómodo –abrí completamente la puerta, Erin se dio cuenta que ya no podríamos divertirnos, al menos en ese lugar no.

–Los dejo solos –se retira.

–¡Gracias Percy, eres taaaan amable! –pateé suavemente la puerta y volví a mi escritorio.

–¿Remus te mandó una carta? –preguntó, yo afirmé con la cabeza.

–Desde que murió papá se ha vuelto mi sombra. Me manda lechuzas para ver si duermo, si comí bien, si tengo mis ocho horas de sueño…..–abro la carta–. Dios, me cree un niño.

–Eres lo único que le queda.

Ojala pudiera conseguir a alguien a quien seguir molestando, es decir, amo a mi padre, pero quiero ser responsable por una vez y que no se sienta mal sino contesto o si no llamo todos los días. Tengo una terrible-………–me detuve al leer las primeras líneas de la carta.

–¿Qué sucede?

–Malas noticias…..–caminé hacia la ventana ya que tenía poco luz allí–. Parece que las cosas no andan bien en la órden del fénix.

–¿Crees que deberíamos ir? –preguntó.

–Sí, es lo mejor. Le diré a Percy que nos iremos temprano…..–dejo la carta en el escritorio y busco el resto de mi ropa que quedó tirada en el piso–. Vamos.

 

                Los chicos ya se encontraban en Hogwarts y la orden del fénix estaba cada día más pobre. Desde el momento en que Harry entró nuevamente  a la escuela conociendo así al profesor de pociones, el Profesor Horace Slughorn, quien tenía un increíble talento docente. Harry solía enviarme cartas desde Hogwarts mientras yo trabajaba aquí,  en la casa de los Melvick, donde me habían hecho un lugar en el enorme cuarto de su hijo. Esa tarde había recibido dos lechuzas, la primera fue Hedwig, la lechuza de Harry Potter, pero la otra era Doddly, la mía propia, cuya carta nuevamente era de mi padre.

                Querido Brighton:

Hace unos días encontré un extraño libro, no sé de hace cuanto sea pero las anotaciones en sus bordes son extremadamente precisas. Al principio pensé que era el tuyo, pues reconocí tu letra en una de las hojas, pero el resto no. Solamente decía “Propiedad del príncipe mestizo”, me gustaría saber cuál es tu relación con él, pues como te dije en algunas anotaciones reconocí tu letra.

Este año es increíblemente aterrador en Hogwarts, siento que Dumbledore me oculta algo y comienzo a sospechar que Draco Malfoy trama algo. Te mantendré informado. Gracias por todo, eres un hermano para mí.

Harry Potter.

 

                Querido hijo.

Actualmente estoy pasando unos días en casa de los Tonks, te extrañan mucho y Andrómeda quiere que lo vayas a visitar. Volver a la antigua casa me hace recordar mucho a Sirius y estoy terriblemente cansado de eso. Siempre que me pasa algo así y pienso ‘debo recordar lo que me dijo’ y eso me hace sentir mejor.
N. Tonks parece deprimida, quiero hablar con ella al respecto y a veces parece que ella también conmigo, pero me rehúye, ¿le hiciste algo?
¡Felicidades por tu compromiso! Espero pronto la tarjeta de invitación….

Te quiero mucho, hijo. No abandones a este pobre viejo.

Remus J. Lupin.

 

                Querido Harry.

No sé quién sea el príncipe mestizo, pero sí sé que gracias a él pude sacar excelentes notas en pociones. Mis anotaciones son mínimas a comparación de su grandeza. Intenté investigar y parece que fue al colegio en la época de mi padre o un poco antes o después.
Es todo lo que puedo decirte. Con respecto a Draco, tengo información imprecisa sobre ello, te mantendré informado.
Gracias por escribir. Por cierto ¡Me voy a casar! Anexado te mando la invitación, será el 25 de diciembre, a las doce en punto. Espero que estés aquí para festejarlo con nosotros.

Brighton J. Black Lupin.

 

                Querido Papá.

No le he hecho nada a N. Tonks, si puedes hablar con ella hazlo, está deprimida, no sé el por qué. Mándale mis saludos a Andrómeda, su pastel de manzana siempre me gustó.
Te extraño todos los días de mi vida. Espero que te haya llegado la invitación a mi boda, cualquier cosa avísame, te mandé a Doddly hace una semana con ella, ¡maldito pajarraco!
Te quiero mucho.

Tu hijo,
Brighton J. Black Lupin.

 

                Las primeras relaciones sexuales no son las mejores o al menos eso creo yo (Tal vez para sentirme mejor conmigo mismo), dado que mi mejor performance fue unas noches después de ella cuando lo volvimos a intentar. Supongo que era normal para mí, pero me era imposible pensar que alguien tan listo como yo pudiera ser tan estúpido a la hora de comenzar el cortejo o algo así.
Suena extraño relatar un encuentro sexual que a la primera fue un desastre, pero que se logró el objetivo o al menos en términos científicos, una vez que dejé de lado las sensaciones de vergüenza y el pudor, pude disfrutar mejor.
Tenía casi diecinueve años, no faltaba mucho para el casamiento, por lo que era necesario poder dejar los estereotipos de la noche de bodas en plena guerra y poner manos a la obra.
Definitivamente el sexo es una maravilla cuando lo haces con quien amas, el calor que te invade en las entrepiernas y como sientes que te aprieta, la sensación al liberarse y sentir la lengua pasando por toda tu extremidad. Mi cabeza tirando hacia atrás mientras con mi mano presiono más su cabeza contra mi cuerpo.
Creo que fue la cuarta o quinta noche cuando decidió probar algo nuevo, para eso Erin era creativo y me pidió permiso para chupar mi miembro, al principio me negué, era anti-higiénico, pero no pude contenerme cuando su mano pasó por encima del miembro duro rozándolo apenas. Gemí fuerte y tiré aún más mi cabeza hacia atrás.
Erin Melvick había cambiado en los últimos meses, justo después del compromiso y que todos se enteraran de ello, su cabello comenzó a crecer más llegando hasta los hombros, rubio; sus ojos se volvieron más verdes, su lengua más áspera pero lo suficientemente cautivadora para estremecer mi cuerpo.
                En ese momento me sentí un completo inútil, él iba avanzando más que yo en la práctica a pesar de no ser la primera vez, yo me encontraba estancado y no demostraba todo el erotismo que podría demostrar. Me sentía un párvulo a su lado, pero era un Black. Mi padre se reiría de mí de donde sea que esté si estuviera viendo esa escena, como Erin parecía dominarme en aquella práctica.
Probablemente dentro de mí, comencé a sentir una picazón que quería más y logré invertir los roles, esta vez mandaría yo. Mi lengua se deslizó por gran parte de su cuerpo, logrando estremecerlo, y mis manos acariciaron sus costados pasando de piernas, caderas y cintura. Volví mi mano al frasquito de lubricante.

–Aaaah…..Bri….Brighton….tu no-nombre no es nada sexy –gimoteó Erin, a lo que arqué una ceja.

–No es algo que una persona espere escuchar mientras tiene sexo ¿sabes? –sonreí y continué.

                No tardé mucho en introducir mis dedos en él, ya con el lubricante embardunado en ellos, y abrir un poco más aquella estrecha entrada. Comenzaba a hacerme un experto en ello. Me acomodé e ingresé en él, apretando mis dientes y mis ojos fuertemente mientras me movía con ligereza. El alarido de Erin se escuchó a  varios metros de distancia y suplicaba que sus padres no estuvieran cerca.
Comencé a moverme de forma lenta hasta continuar frenéticamente. Escuchaba sus gemidos, sus quejidos, el movimiento de su cuerpo. Nadie podría experimentar eso de nuevo, no al menos con él, pues en pocos días yo sería su dueño, y él sería el mío.

“¡Estúpido Black! ¿Sabes por qué no tiene amigos, Loren?” escuché en mi cabeza esas suaves palabras y la primera vez que vi los ojos de Melvick, como solía llamarlo. Mientras sentía como me corría dentro de él y mis ojos se volvían completamente blancos, cayendo sobre su cuerpo y respirando lentamente.

                Llegó entonces el día de mi boda, 24 de diciembre y todos estábamos listos en la espera de las doce. Harry lo prometió y llegó junto a sus amigos y los Weasley a celebrarlo. Mi padre acompañó a los Tonks, Ojoloco Moody y Kingsley, Dumbledore también se encontraba allí, sonriendo de costado con la mirada completamente luminosa.

–Me alegra tanto que estemos aquí reunidos –susurró el hombre anciano mientras me tomaba de las manos–. Espero seas muy feliz, Brighton. Recuerdo cuando entraste en Hogwarts, eras un niño bastante listo pero tan lleno de oscuridad en tu corazón.

–Mi luz se la debo a mi padre –miro el cielo, buscando en él la estrella de más brillante en la constelación del perro–. Sirius, sé que él está aquí conmigo.

–Siempre, hijo. Siempre –susurró.

                Esa noche sentí su presencia, él estaba aquí, en mi corazón, y seguirá siempre en él. Miré a mi esposo, ahora definitivamente mi esposo, y lo tomé en brazos cuando intercambiamos sortijas. Diecinueve años (Y él, dieciocho), y ya me he casado. Mis ojos se cerraron y lo estreche debajo de la luz de la luna menguar.

Dentro de nosotros sabíamos que el fin se acercaba, el mismo Dumbledore lo suponía, por lo que me envió una lechuza explicándome sobre los Horrocruxes, y lo que Harry aun no sabía con respecto a ellos.  Voldemort había colocado fragmentos de su alma en objetos para evitar morir, uno de ellos había sido el diario que Harry encontró hace unos cuantos años atrás, pero lo que no sabía era posiblemente lo que me encontraría más adelante.

–Tengo aquí algo sobre los Horrocruxes, busque en el pensadero que tenemos en la azotea también, pero no hay nada sobre ellos en la mente de Erick –afirmó Delyan mientras dejó un libro de artes oscuras–. Erin me contó sobre Barty Crouch Jr hace unos años, pero recién ahora estamos solos como para que te explique sobre él.

–¿Lo conociste? –pregunté con incertidumbre.

–Claro que sí, él estaba completamente loco.  Él solo tenía un año más que yo, éramos vecinos con los Crouch. Su madre, una hermosa mujer y su padre muy estricto con él. Solíamos caminar juntos todos los días hacia el parque, él no paraba de mirarme y decirme que tenía hermosos ojos. Hasta que tuve a mi bebé supe lo que era tener a alguien acosándote continuamente.

–¿Y qué pasó con él? ¿Por qué terminó del lado oscuro?

–Jamás lo sabré, él era muy dulce conmigo y hasta llegué a creer que me amaba, pero una noche, creo que fue la última vez que lo vi –cerró sus ojos tratando de recordar–. Él tenía un aspecto realmente enrojecido, me tomó de forma brusca e intentó…..bah, no sé siquiera lo que intentó hacer, pero estaba loco. Erick lo detuvo antes de eso, luego quiso llevarse a mi hijo y lo detuvimos también, supongo que para esa época ya se encontraba ido…..completamente.

–Pero él trabajo en el ministerio ¿cómo pudo pasar?

Constantine, mi hermano, tenía razón –susurró–. Él tenía una doble cara, él mostraba una apariencia recta ante todos, pero muy pocos sabíamos lo que era. Entre ellos, yo. Me alegra saber que nunca le tocó un pelo a Erin, él dijo antes de “morir” que le recordaba a mí de joven. ¡Qué horror! Saber que mi hijo se encontraba con él en el mismo lugar.

–¿Antes de morir? ¿Qué pasó con Crouch Jr? ¡Cierto! Lo habían mandado a Azkaban –recordé.

–El beso del dementor, en realidad, su cuerpo sigue ahí, pero….vacío completamente, está muerto en vida –bufa–. Lo vi hace un par de días, parecía un niño, me desgarró el alma.

–¿No dijiste que….?

–Escucha Brighton, por un momento yo creí que él era mi salvación de Erick Melvick, pues cuando nació mi hijo me di cuenta que no estaba enamorado de él, era como si estuviera envenenado….con la poción de amor, fue instantáneo como dejé de quererlo. Barty se enteró del ‘abuso’ o lo que fuera que sea y quiso ayudarme con eso, le estaré agradecido, aunque lo que vino después fue terrible, él siempre me ha tratado bien y me ha amado como nadie más lo ha hecho.

–¡Pero estaba demente, quiso violarte! –él asistió.

–Sí lo estaba y si quiso, pero no puedo….dejarlo.

–¿Usted está enamorado de él? –pregunté, Delyan no dijo nada y salió de allí sin contestar, aunque me lo dijo todo con ello. Erin ingresó más tarde al cuarto.

–¿Pasa algo?

–No, no…. –susurró–. Lo mejor será que regrese a casa de mi padre, quiero trabajar con él a partir de ahora, la orden necesita acomodarse y aun me inquieta Dumbledore. ¿Has recibido alguna nota de él? ¿O alguna señal de los Horrocruxes?

–No.

Si supiera….si…. –mi rostro se iluminó–. ¡Erin! Tu padre me dijo algo sobre un pensadero ¿cierto?

–Claro, está en la azotea ¿lo quieres? –Preguntó, yo le afirmé y él fue corriendo hacia arriba por las escaleras para regresar con el objeto minutos más tarde–. ¿Para qué te servirá? Papá buscó en su cabeza y en la de mi otro padre, pero no encontró…

–No es la cabeza de ellos que me interesa, es la mía –Erin arquea una ceja–. ¡Mi tío Regulus!, recién me acuerdo que mi padre me comentó hace unos años, que antes de morir mi tío, me había ido a ver, quiero saber precisamente que pasó esa noche, él era un mortifago.

–Pero Brighton, tú eras un niño en ese entonces, un bebé, ¿cómo le diría algo a un bebé? Sobre todo, algo de los Horrocruxes….–con la varita sacó aquella información que buscaba y la coloco en el pensadero.

–¿Quieres venir? –el niega, por lo que meto mi cabeza.

 

Allí comienza mi hazaña, montones de recuerdos se vinieron a mi mente pasando como páginas de un libro antiguo. Veo a mis padres juntos nuevamente, la primera vez que conocí a Erin, mi experiencia cuidando a Harry Potter, algunas conversaciones extras con Severus Snape, de las cuales jamás relaté en mis cartas. Así, todo aquello que me agobiaba pasó tan rápido que no pude detenerme, solo lo hice en una escena.
Apenas era un bebé, me encontraba en la cuna con los ojos abiertos cuando la puerta se abre repentinamente. Mi tío, Regulus Black entra allí, su aspecto pálido y tembloroso que me hizo temer lo peor, su cabello negro y largo, idéntico a mi padre y sus ojos grises completamente profundos y melancólicos. Él era joven, extremadamente joven, casi de mi edad; tal vez dentro de su cabeza, sabía que en un par de días padecería.

Brighton, pequeño Brighton –dijo acariciándome la cabeza, yo podía verlo como una escena apartada de mí–. Horrocruxes, piénsalo –sacó su varita y me tocó la cabeza con ella–. Cuando oigas más sobre los Horrocruxes, sonará la alerta, debes ir al pensadero más cercano, cualquiera que esté a tu alcance, y debes ver precisamente ésto que te diré, mi querido y amado sobrino. El guardapelo de Slytherin, ese es un Horrocruxes, se encontrará en una cueva. Por favor, no cuentes más de ésto, pues seguramente no tendré el suficiente coraje y moriré, pero necesito que ellos sepan cual es el primero…..Brighton, te quiero tanto. Ojala….Sirius me perdone algún día, “Grimmauld Place doc”e –inmediatamente se aleja, aun con la mirada pálida.

Mis pensamientos terminan drásticamente al levantar mi cabeza del pensadero.

–¿Y? –preguntó Erin, aún me encontraba mojado y completamente agitado–. ¿Viste algo?

–Debo mandarle el mensaje a Dumbledore –me tomo la cabeza–. Mi tío me dejo la pista sobre uno de los horrocruxes, pero solamente una parte de ella…..hay algo que me hace pensar que no es el verdadero horrocrux, pero que él quiere que ellos sepan la historia….además dijo la dirección de la casa de papá, no entendí eso.

–¿De qué demonios hablas? –inmediatamente caminé hacia la puerta y salí de allí.

 

                Aun aturdido por todo lo que había pasado recientemente y por el simple hecho de no haber podido hacer nada en esos meses, me enteré por carta de mi padre que Dumbledore había sido asesinado en la torre de astronomía y la batalla campal que se armó al ocurrir este hecho. Una de las secuelas fue una terrible herida a mi amigo Bill Weasley, con quien había comenzado a tener una relación de co-fraternidad una vez que me reuní con él para la cena de navidad junto a su familia, en Grimmauld place el año pasado. También recordaba que quería casarse con Fleur Delacour, cosa que no me sorprendió en lo absoluto, harían una encantadora pareja.
Nos dirigimos al hospital ST Mundo, donde la mayoría de mis compañeros se encontraban allí. Quiero pelear, queríamos pelear. Ya no obedecería las órdenes de mi padre, ni siquiera la del ministro de magia, ésto fue lo último que podría soportar, por lo que entré a la habitación de Bill Weasley.

–Bill, amigo –susurré mientras me acerqué a él, y miré su cara desfigurada debido al arañazo de Ferrir Greyback–. ¿Estás bien?

–Brighton, lamento no haberte llamado –dijo como pudo, desde la cama, mientras Molly le acariciaba el cabello–. Remus me lo pidió….no quiso…

–¡Me importa una mierda mi padre! Pude haber ayudado en ALGO, ahora me siento fatal –susurré y le tomé de las manos–. Me encargaré yo mismo de matar a ese hijo de puta, ya le causó demasiado daño a mi familia como para seguir con eso.

–Bill…..tú….–Erin intentó hablar con él, pero el pelirrojo lo silenció tomándole la mano también y sonriéndole.

–Me alegro verlos aquí, juntos –susurró.

–¿Dónde está mi padre? –pregunté.

–Al lado, pero no vayas ahora…. ¡Brighton! –gritó la señora Weasley, pero fue demasiado tarde, solo escuché la voz de mi padre hablar apenas abrí la puerta:

¡Soy demasiado viejo, demasiado pobre y demasiado peligroso para ti! –dijo  Remus y giró la cabeza para verme directamente a los ojos. Moví un poco mi rostro para observar a Tonks allí parada, con su cabello oscuro o gris, sus ojos opacos, me recordaba a Sirius, mi padre.

–¿Qué está pasando aquí? –Erin me tomó de la mano pero se la aparté bruscamente–. ¡QUE MIERDA ESTA PASANDO AQUÍ!  –grité.

–Hijo….–los ojos de mi padre se humedecieron, suponía que no duraría mucho esta situación.

Vete a la mierda Lupin –grité y salí corriendo, escuchando un suave llanto a mi espalda.

 

                Desde ese momento, no hable con mi padre y solamente me metí en mis pensamientos. Fui al funeral de Dumbledore, un abuelo para mí, y pude ver como la mano de Tonks se entrelazaba con la de mi padre. Ella me miró de reojo mientras yo la ignoraba. No aceptaría ésto jamás ¡Por amor de dios! Mi padre había fallecido hacía un año.

No pasó mucho tiempo cuando Erin se acercó a mí, creo que fueron unos pocos días o unas semanas, me tomó de la mano y me habló muy lentamente:

–Vamos a tener un hijo –susurró.

                En plena guerra sería padre, lo que no esperaba es la noticia que muy pronto llegaría a mis oídos.

 

Continuará.

Notas finales:

Aclaración: Una cosa que quería informar es que, a diferencia de Brighton y Erin, los cuales se casaron en lo que sería el sexto libro (Cuando Brighton tiene 19 y Erin 18). Remus y Sirius jamás se han casado en este fic, nunca lo aclaré, pero ellos tuvieron a Brighton estando en Hogwarts en 1977 (Unos meses antes de graduarse) luego Lily y James se casaron y tuvieron a Harry pero como Sirius y Remus trabajaban mucho (además que el matrimonio igualitario no estaba vigente tampoco en el mundo mágico) no pudieron casarse nunca. Luego que Sirius escapara de Azkaban las cosas entre ellos estaban algo caldeadas, aunque había amor pero no confianza. Ya verán en el próximo capítulo una escena de ellos, por ésto y otras cosas más no se casaron luego.

Otra cosa, el GRIMMAULD PLACE DOCE que le dijo Regulus a Brighton es donde se encontrará el verdadero horrocrux, que obviamente fue robado, pero hasta ahí, Brighton no sabe nada de eso.


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