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Breve estío de florecimiento por Marbius

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10.- Epílogo. Verbena: “Cásate conmigo”

 

A pesar de ser la quinta boda entre las dos cuando apenas tenían cumplidos los veinticinco años, Bill encontró que en esta ocasión iba a tener un recién descubierto significado especial para ella.

Vestida con un smoking que disimulada a la perfección su cuerpo femenino, y el cabello peinado hacia atrás en un prolijo estilo de sobriedad, nadie se habría imaginado jamás que era una mujer, y tampoco que a quien había desposado era su hermana gemela.

De la fama ni hablar, porque el dinero no sólo se había encargado de hacer el evento lo más íntimo y privado posible, y nadie excepto ellas dos y Andreas había presenciado la ceremonia celebrada en una de las capillas más cursis de Las Vegas.

Tal como se lo había prometido Tom tantos años atrás, en su primer viaje a USA, y en particular en esa corta parada que habían hecho en la famosa ciudad del pecado, mejor conocida como Las Vegas, ésta la sorprendió al rentar para ellas dos un voluminoso vestido de novia y un traje de pantalón, chaleco y saco tres tallas más grande con el cual la llevó al altar y juntas firmaron un registro como Billie y Tomas Kolitz. Con dieciocho años recién cumplidos y el corazón rebosando de felicidad, Bill caminó al altar del brazo de Andreas, y besó a Tom frente a una concurrencia que se componía de tres hombres maduros disfrazados de Elvis, otras tres parejas que esperaban turno, y el gran mastín del juez que los atendió. Esa noche brindaron con champagne barato, y en el estupor alcohólico que éste le produjo, Bill no se guardó de inhibiciones al momento de consumar su luna de miel en la suite que habían rentado para la velada y que contaba con una ridícula cama en forma de corazón y forrada en terciopelo rojo igual al que se referían en series y películas de Hollywood.

Dos días después, Andreas voló de regreso a Alemania y lo mismo hicieron Tom y Bill, quienes a partir de ese momento, se juraron repetir la experiencia en un futuro a como diera lugar.

Para familiares y amigos, la mentira de mantenerse consagradas a la música y a la banda fue una prioridad, y cada tanto lo fue también el asegurarles que sí, seguían siendo lesbianas a pesar de la falta de novias a las que presentar en público a lo largo de toda su carrera.

Casi un año después de su boda (la primera), la grabación del nuevo álbum las llevó de vuelta a USA, esta vez a LA, y en un impulso del que jamás podrían arrepentirse, Bill convenció a Tom de rentar un automóvil y fugarse una vez más a Las Vegas. Esta vez la boda ocurrió mientras vestían jeans, y Tom fingía ser del sexo masculino ocultándose bajo una gorra que le cubría gran parte de la frente y los ojos. Firmaron su segundo contrato matrimonial como Billiam y Tomek, alegando ser gitanos de Europa en un viaje por América, y eso les hizo ganadoras de una botella de vino que les dio una monumental resaca por más de cuarenta y ocho horas insufribles.

La reprimenda que se ganaron con Jost, su manager, y con los G’s, fue una de la que jamás llegaron a recuperarse, pero que en su opinión, valió la pena con todo y sus desventajas.

La tercera boda (porque no hay tercio malo) ocurrió apenas seis meses después la anterior.

Indignado por no haber estado presente antes, Andreas exigió que esta vez le avisaran con antelación, y fiel a su palabra, voló desde Alemania a mitad de la semana, faltando en el proceso a un importantísimo examen y a una entrevista de trabajo, para asistir al tercer enlace entre Bill y Tom, y fue él nuevamente quien cumplió papeles de padrino al entregar un nuevo set de anillos a la feliz pareja.

A partir de ahí pasarían otra tanta cantidad de meses ocupadas, yendo y viniendo a lo largo del globo sin oportunidad de escaparse del trabajo. Lanzaron un nuevo disco (su tercero) y se presentaron en Sudamérica y Asia. Y entonces la bomba estalló… La fama las sobrepasó, y el robo a su casa fue la gota que derramó un vaso que ya estaba colmado hasta el borde. Bill propuso mudarse, y Tom lo aceptó, así que en un acuerdo tácito y sin necesidad de consultarlo prepararon sus maletas y se mudaron a LA por tiempo indefinido llevando consigo sólo lo que les era esencial.

De ahí que para la cuarta boda, fuera Tom quien impresionara a Bill organizando un viaje corto a Las Vegas, directo no a la capilla, sino a un estudio de tatuajes donde pronunciaron una vez más sus votos mientras las agujas marcaban en su piel la promesa del amor que se profesaban.

0620 y 0630, que provocó tanto en su madre como en Gordon ciertas sospechas.

—Amor es amor, ¿cierto? —Seguido de miradas cómplices.

—Así que, ¿ninguna chica tan especial como tu hermana? —Dicho por lo bajo en tono de confidencia.

Sin revelar nada más de lo que ellos mismos podrían ser capaces de asimilar, Bill y Tom siguieron en el suyo y dejaron bien en claro que lo único que necesitaban en el mundo era a la otra. Tan simple como eso.

El tiempo prosiguió con su paso, y en lo que daba la impresión de ser un parpadeo, Bill se vio de pronto marcando en el calendario el tercer año de su nueva vida en LA. Con un disco en puerta y un nuevo tour que iba a consumir cada minuto libre por los próximos doce meses, convocó a Andreas para una visita, y juntos planearon una escapada a Las Vegas, cuidándose bien de mantenerlo secreto para Tom, quien no sospechó nada hasta que Bill la hizo partícipe de sus planes al colocar sobre la cama de ambas un delicado vestido blanco y un velo a juego, que en su sencillez de cortes y costuras, encerraban la simpleza que para las dos era amarse como lo hacían.

—Para ti —murmuró—, porque es mi turno de ser Bill y tú mi Tomie.

Tom aceptó el cambio de roles, y la quinta ceremonia se celebró con más emoción y sentimiento que las cuatro anteriores juntas. De recepción Andreas propuso el buffet de uno de los casinos cercanos, y hasta pasadas las dos de la mañana, brindaron por todo lo alto hasta que su rubio amigo anunció que un chico lindo en la esquina del bar le hacía guiños y que iba a ir a comprobar si de cerca era tan atractivo como de lejos.

Bill y Tom dieron por sentado que sí, ya que el cabo de media hora los atraparon besándose, y después de un rato más, Andreas se despidió de ellas porque iba a conocer con Chris si era cierto o no que las tinas de hidromasaje del hotel en verdad quitaban la tensión de la espalda.

—¡Diviértete mucho! —Le deseó Tom.

—¡Y cuídate usando ya-sabes-qué! —Agregó Bill por si acaso.

Porque era incierto cuándo volverían a tener oportunidad de repetir su ritual nupcial, Tom propuso seguir bebiendo, y Bill aceptó gustosa hasta que el reloj les dejó saber que eran casi las cinco de la mañana y que el sol no tardaría en despuntar en el cielo.

Despojándose de los zapatos color perla y los guantes satinados que le llegaban hasta medio brazo, Tom consintió en montar el ascensor, y con el tocado torcido sobre la cabeza, recibió de Bill varios besos que las dejaron a ambas sin aliento.

A la puerta de su suite nupcial (una por la que habían pagado diez veces más que en cualquier otra de sus bodas), Bill insistió en cruzar el umbral con Tom en brazos, y ésta aceptó, arrepintiéndose en el momento exacto en que Bill maniobró mal y le dio en la cabeza contra el marco.

—No sé dónde leí por ahí que es de buena suerte, así que anda, ponte esto —le tendió Bill un puñado de hielos envueltos en un pañuelo, y Tom obedeció, no sin antes dedicarle un par de palabrotas dichas entre siseos de dolor.

Recuperada del golpe y un tanto más sobria que antes, Tom se vio de pronto tendida de espaldas, con la parte de abajo del vestido arremolinado en torno a su cintura, y Bill en medio de sus piernas respirando sobre sus bragas de encaje y listones que iban a juego con el resto del conjunto.

El orgasmo que le siguió, y los subsecuentes tres que le acompañaron, dieron pauta para que la ropa volara por toda la habitación y aquella se pudiera considerar como una luna de miel en toda regla.

—¿Sabes? —Dijo Tom, cerca de las diez de la mañana y revisando el menú mientras decidían que pedir para desayunar—. Las Vegas tienen su encanto y todo eso, pero…

—¿Pero? —Le instó Bill a proseguir, recostada a su lado y luchando contra el sueño que le volvía pesados los párpados.

—Me gustaría un poco de variedad en estas bodas nuestras. Bueno, ¿confías en mí? Porque quiero que sea una gran sorpresa.

Consciente de que esas mismas palabras habían sido el detonante de la situación en la que se encontraban, Bill sonrió. —Me encantan tus sorpresas.

—Entonces espera y verás… Prometo que valdrá la pena.

—¿Y no ha sido así siempre? —La retó Bill a contradecirla.

Como respuesta, Tom mandó el menú al diablo y se lanzó sobre Bill hasta tenerla de frente y con las piernas enredadas entre las suyas.

—Tú sabes que sí.

—¿Sí?

—Ajá.

—Ok.

Y uniendo sus bocas en otro beso más, llegó Bill a la conclusión que fuera o no una gran sorpresa tal como Tom lo había vaticinado, a ella le daba igual si a cambio el destino les permitía continuar disfrutando del eterno verano que existía para las dos desde tantos años atrás.

Se amaban, y al final de cada día, con cinco, veinte, o ningún matrimonio sobre sus espaldas, la certeza de que desde nacimiento estaban destinadas a permanecer juntas, prevalecía.

Breve (o no) estío en el que su amor por la otra continuaba en florecimiento.

 

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Notas finales:

El final. Graxie por leer y espero este fic haya sido de su agrado.


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