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“Hay ocasiones en que la realidad nos rebasa y debemos enfrentarla a todo costo.”
-Severus Snape
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Adiós
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Lo había perdido.
Su corazón latía furioso, tanto que su pecho dolía. El rápido bombeo de la sangre lo presentaba en forma ruidosa, impidiéndole escuchar nada más que ese palpito constante. Aislándolo de todo, volviéndolo lejano, ajeno a lo que sucedía a pocos metros de él.
Sus ojos picaban con el típico escozor al retener las lágrimas. Porque no debía llorar, no allí frente a la celebración de todos, su equipo y el contrario. No podía arruinarles el momento, no debía ser así de egoísta ¿verdad?
El aire se resistía a bombear sus pulmones con regularidad, dificultándole el respirar, boqueaba como pes fuera del agua. Seguramente presentaba una escena muy particular. Patética. Pero tan propia de él que no llamaría mucho la atención.
Habían ganado, sí, claro que lo hicieron. Todos fueron tan excepcionales, hasta podía decir que él contribuyó a la victoria. El chihuahua haciéndole frente al gran león. Impresionante.
Se sentía tan egoísta en ese momento, con un leve atisbo de culpa por estar pensando aquello. Dios, cuanto deseaba ahora la derrota. Quería que se lo devolvieran, lo quería devuelta, ¿acaso era mucho pedir?
Algo parecido a un gimoteo salió de su boca y con algo de rabia mordió sus labios para retener el próximo. Reuniendo toda fuerza en su interior, aspiró, con manos temblorosas oprimió sus ojos reteniendo el llanto, porque no lloraría. Sacudió su cabeza, tratando de despejarse, al sentir su presencia acercándose.
—Buen juego, Furihata—. Lo miró a los ojos y sintió un vacío en el estómago porque esa mirada que había llegado a amar ya no estaba. —Juguemos de nuevo y la próxima vez muéstrame cuanto has mejorado—. Furihata asintió torpemente, puesto que no sabía que decir, cómo hacerle frente a ese Akashi extraño para él.
Y lo ojos del emperador parecieron brillar un instante, con viejo fulgor, uno que conocía muy bien. Un momento donde la heterocromía regresó. Y el dorado destello. Solo un instante como una corta despedida.
Su corazón latió un pálpito con un espasmo de dolor. Uno irregular, también se despedía, porque sabía que ya no habría más, la emoción de ver a la persona amada ya no haría saltar más su corazón, no de la misma forma, de aquella manera errática con la que bombeaba cuando lo miraba fijamente; En rojo y dorado. Ya no más.
—¡Sei-chan! Es hora de irnos—. Escuchó apenas.
—Nos vemos, Furihata —con una ligera curvatura de labios como último adiós. Contestada con apenas una reverencia de su parte.
Y así el capitán de Rakuzan dio media vuelta dirigiendo sus pasos al equipo que le esperaba.
Un camino de lágrimas apareció en su rostro. Aquellos sentimientos que tanto trató de suprimir se desbordaron. Con la mirada baja y los puños apretando la tela de su pantalón, aceptó la realidad.
—Adiós, "Akashi"-kun.
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Gracias por leer.
Relleno, para el cupo de palabras.
Según Word: 468.
Pasen a las notas finales, por favor.