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Mi persona favorita por estheyaoista

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Verlos correr era su satisfacción, la felicidad era plena cuando podía estar a su lado, como en ese momento. Fijó su vista hacia el frente, precisamente a la persona que tenía en frente suyo, sus marcadas facciones de un adulto se empezaban a hacer cada vez más notorias, y aunque fueran unos meses en su mundo, en ese ya habían pasado exactamente siete, con una sonrisa recordó todos y cada uno de los días, semanas, meses y años que había pasado con él, su adoración.

No perdía su juventud y espíritu aventurero, le gustaba el hecho de que siguiera siendo el mismo y que el calor de una agitada vida no lo hubiera convertido en un malhumorado, muy por el contrario, había ablandado su corazón, y aun mucho más con la llegada de esos tres pequeños que corrían divertidamente por todo el jardín del castillo, que en algún momento, heredarían para así, seguir con el legado que su esposo había impuesto en sus tierras.

Tan solo recordar, siete años atrás, le hacía llenarse de júbilo, y sabía que si él lo recordara, la sonrisa le quedaría plasmada por el resto del día y sin exagerar, por toda la semana. Aferró el contacto de ambas manos en un intento de no perderlo, sin darse cuenta el miedo de que se fuera de su lado embargó sus pensamientos, pero prontamente, tras ver sus intensos ojos negros observándolo con amor, se esfumó.

-¿Sucede algo amor?

Lo miró detalladamente ¿Cómo iba a saber hace siete años que ese momento iba a llegar? Negó con la cabeza y regresó su vista hacia el frente, aun sin soltar la mano de su amado.

-No, solo recordaba el pasado. Exactamente hace siete años.

La dulce mirada que le dedicó, tristemente no fue vista por el soñador rubio, él también lo había estado recordando, agradecía cientos de veces esa idea descolocada que había tenido su suegra en ese tiempo, de casarlos en secreto, pero bueno, a ella le debía tanta felicidad. Aunque parecía ella la más feliz de los dos.

-Yo también lo hacía, bueno, todos los días lo recuerdo, después de todo, tenemos tres traviesos que nos hacen recordar esos sucesos.

Y no era para menos, tan solo recordarlo, recordarlo le provocaba un hormigueo en el estómago, la felicidad y la desesperación que sintió cuando supo de su llegada no se comparaba con nada más en ese mundo.

¿Y porque no recordarlo en ese momento?

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Documentos, documentos y libros por leer era lo que tenía encima de su escritorio, no podía ver el rostro de la persona que se encontraba en frente suyo por la simple razón que la pila enorme de libros y documentos obstaculizaban la visión. Pero eso sí, sabía que la sonrisa en aquella persona estaba más que tallada en su rostro, esa había sido la forma de castigarlo por todos los tres meses de luna de miel que había tenido, sin importarle ningún cargo del castillo que le correspondía resolver como rey que era. Pero el sabia, claro que lo sabía, que su ira no era por el desinterés de un rey, sino por el hecho de imaginarse lo que había estado haciendo en esos tres meses fuera de su vista. Pues se había casado, era ya un hombre casado, aunque tuviera apenas veinte años, lo había conseguido, ese rubio caprichoso había conseguido atarlo a su vida por siempre, y no era como si le desagradara la idea de cada mañana ver su hermoso y tranquilo rostro que por la noche se transformaba en uno lleno de lujuria, con sus blancas mejillas bañadas en un carmín y sus ojos verdes brillantes de deseo y desesperación. Ah, tan solo recordarlo le provocaba un hormigueo en su estómago y parte baja.

El golpe en el filo de su escritorio lo despertó de su ensimismamiento, lo había olvidado, estaba en frente suyo y a comparación suya, el si podía ver el rostro pervertido que tenía en ese momento al recordarlo.

La furia del General Gwendal von Voltaire era por la simple y llana razón de que se había casado con su querido y adorado hermano, el tesoro de su vida, y porque no decirlo, el tesoro de toda la familia. Su furia era por imaginarse las mil y una circunstancias en las que se hubiera podido encontrar ese ángel de descendencia demoniaca con los pensamientos más puros que una persona pudiera tener. Claro que eso era la expectativa que tenía el General con respecto a su hermano, si tan solo supiera quien había sido el que llevaba más alta la llama de pasión en toda su jordana de demostrarse amor. Volvió a sonreír traviesamente y el golpe repetitivo en el filo del escritorio lo devolvió, por segunda vez, a la realidad.

Llevaba tres horas sentado en esa mesa y parecía que no iba a terminar, miró con escrutinio el lugar, para saber si solo se encontraban los dos en esa sala, también para encontrar, por milagro, una forma de escaparse de las garras de un hermano furibundamente celoso. No notó a otra persona por esos lares, así que supuso les había pedido privacidad absoluta para que no se desconcentrara en lo que estaba haciendo. Dio un bostezo demostrando cansancio, también se le sumaba el hecho de que su estómago pedía a cada instante un poco de alimento, pues lo había llevado a ese lugar sin haber tan siquiera probado el almuerzo.  

Firmo lo más rápido que pudo aquellos papeles de peticiones y demandas, claro que los tenía que revisar meticulosamente, pero eso debería de ser a simples rasgos en ese momento, sabia como diferenciar un pedido de una demanda, también sabia como ver en qué momento una demanda no era de gravedad o si una petición no alcanzaban sus expectativas. Todo eso lo había aprendido de su consejero, quien le había dado algunos puntos clave para que el trabajo no se volviera pesado. Firmo, separó y observó todos ellos, los libros quedarían para después, eran libros de cuentas con respecto a los gastos del año. Una sonrisa nerviosa se formó en sus labios al saber que esos libros debería de analizarlos el secretario del castillo, pero también estaba el punto de que el secretario se encontraba furioso con él. Si, su enemigo natural, Gwendal von Voltaire llevaba la contabilidad del castillo, pero en ese momento, cualquier cosa, así sea la más pequeña, le era entregada a él como castigo.

Escuchó la puerta ser tocada, pidiendo permiso para entrar, el gruñido proveniente de su atacante le hizo darse cuenta que si era verdad la posible petición del General de no ser molestados. Sintió la puerta ser abierta, un frio inundó el lugar, al tener las ventanas y la puerta cerrada, el calor de los dos cuerpos había mantenido sofocado al pobre rey. Se le erizó la piel completamente por el cambio de ambiente y más aún, cuando escuchó la voz del causante de ese sufrimiento por encima de la pila de libros y documentos.

-Ah, hermano, buenas tardes. ¿Y Yuuri?

-Aquí, sentado en donde debió de estar tres meses atrás.

-Hermano ¿No crees que te has pasado con esto?

Si, esa era la dulce voz que ya extrañaba, la voz de su adoración pidiendo un poco de clemencia para él rey, su rey. Iba a hablar, pero la mirada furiosa del General lo devolvió a su puesto, con la cabeza gacha y los ojos firmemente puestos en el papel.

Pero pronto se rindió.

El aroma que por debajo de sus fosas nasales empezaba a ingresar le fue suficiente para perder la concentración de lo que estaba haciendo para levantarse de la mesa y poder ver al fin hacia el otro lado. La imagen que vio era de los mismos dioses.

Wolfram, su amado y radiante esposo tenía entre sus manos una charola de plata con su almuerzo, él había sido testigo del repentino secuestro que le había hecho su hermano justo a la hora de almorzar.

-Wolf, e-eso es…

-Tu almuerzo, como no comiste supuse que estarías muriendo de hambre.

Y así fue, como el rey de los demonios voló por sobre la mirada furiosa de su cuñado, atravesando los documentos y dirigiéndose directamente hacia su amado, abrazándolo con cuidado pero con efusividad.

-¡Wolf! ¡Te amo! ¡Te amo!—Repartió besos por todo el rostro del rubio, por su nariz, sus mejillas y su frente, sin olvidarse de sus labios, los cuales fueron más acribillados de besos que ningún otro lugar.

-Y-Yuuri—El sonrojo en las mejillas de Wolfram no se hizo esperar—Y-yo también te amo, pero estas siendo un poco dramático.

-Es que, Wolf, he muerto de hambre por estas tres horas, no sabes lo difícil que es concentrarse con el estómago vacío.

-Me lo imaginaba.

-Majestad Yuuri, déjese de tonterías y siga con su trabajo, como rey, habrán días en los que no coma, días enteros, así que esto no debe de ser ni una broma para usted.

Yuuri miró con tristeza la comida, mientras era arrastrado de nuevo hacia la pila de papeles, pero sintió la mano de su esposo tomar la suya y halarlo mientras dejaba la comida en una mesita pequeña. Vio sus ojos y estos demostraban molestia con su hermano. Se sorprendió.

-Claro, como cierta persona comió antes de llevarse furtivamente a mi esposo para que haga su trabajo.

Yuuri miró mucho más sorprendido a Wolfram, lo defendió, lo defendió para que pudiera comer ¡Y ante su hermano! Día a día se iba enamorando más de su esposo.

-¿Viniste comiendo, Gwendal?

La mirada molesta se posó en el General, ahora se daba cuenta de que quizás y solo quizás, se había pasado un poco con el castigo impartido al rey de los demonios.

-B-bueno, quizás comer un poco le ayude a concentrarse más en su trabajo.

Pero esas palabras no eran necesarias, puesto que Yuuri ya se encontraba sentado degustando de su comida ante la tierna mirada de Wolfram, que le pasaba con tranquilidad un vaso con jugo de color rojo.

-¿Te has esforzado?

-Mucho.

-Debes de estar cansado, termina con tu comida para que así te puedas concentrar nuevamente en tu trabajo, termínalo y mañana tendremos el día para los dos ¿De acuerdo?

-¿Quieres un poco?

-No, gracias, no tengo hambre, me duele un poco el estómago.

-¿Te sientes bien?

-Sí, pero no te preocupes por mí, anda, come que tú eres el que debes recuperar energías para continuar con tu trabajo.

Wolfram le guiñó su brillante esmeralda mientras le acariciaba los cabellos, esos días se había comportado demasiado dulce con él como para dejarlo pasar por alto. Sintió un calor inundarle su corazón, eran los sentimientos de Wolfram que atravesaban su pecho hasta llegar directo a su corazón. Sonrió con ternura y llevo una cucharada de comida a la boca del rubio, este la aceptó gustoso, puesto que sabía que su esposo lo hacía por simple capricho de darle de comer en la boca.

El General había optado por retirarse mientras dejaba a esos dos en su “Momento romántico” también lo había hecho para darse un suspiro, estar rígido todo ese tiempo le había hecho entumecer los músculos de los brazos.

Yuuri miró a Wolfram tranquilamente, este estaba concentrado en la pila de hojas que habían en el escritorio, sabía que su hermano lo había hecho por la simple razón de castigarlo por llevarlo lejos de su vista por tres meses, todos habían pensado que era solo una semana, pero Yuuri les mencionó que tres meses era lo mínimo que debían de estar en una luna de miel allá en su mundo, y como no le había pedido matrimonio a Wolfram como era debido, quería cumplir esa parte.

Muy en desacuerdo, los hermanos y toda la corte real había terminado aceptando, pero su hermano le había guardado cierto rencor. Sonrió ante la forma en que lo había castigado a Yuuri, pronto se sintió observado y regresando su vista, se pudo encontrar con los ojos de Yuuri posados en su persona.

-¿Qué sucede?

-¿Te he dicho que en estos días te veo más hermoso que en otros?

-N-no.

-Pues ya lo he hecho, es verdad, no sé, tienes algo, que me hace sentir deseos de tenerte siempre a mi lado.

-Yo siempre tuve ese sentimiento, por eso ahora me he vuelto algo caprichoso con respecto a tocarte en cada momento que pueda.

-Y te doy la razón, fue mucho el tiempo que luchaste porque yo te correspondiera—Yuuri alzó ambos brazos y Wolfram lo miró confundido—Anda, tócame todo lo que quieras, pagaré la fianza que me has impuesto por desobedecer a la advertencia de amor.

Wolfram sonrió divertido, le gustaba cuando Yuuri le hablaba de esa forma, eso no lo podía ni negar. Pronto se encontró a él mismo haciéndole caso a la petición que le había hecho Yuuri. Se tiró a los brazos del rey y besó sus labios con amor, sintiendo en el contacto, el sentimiento más puro que pudo haber existido.

Yuuri bajó sus brazos y los deposito encima de su cintura, mientras Wolfram los enrollaba en su cuello y acercaba más sus bocas para un contacto mucho más profundo. Al separarse por falta de oxígeno, se mantuvieron juntos a través de sus frentes, sonriéndose como dos tontos enamorados.

-Tienes unos ojos muy bonitos, el verde que poseen es único, así digan que es el mismo color que el de Chery-sama, yo podría refutar eso enseguida.

Wolfram acarició pro detrás de su cabeza y sonrió complacido con lo que decía.

-Tú tienes unos ojos intensos, me gusta cuando llega la noche, porque así no te pueda ver, te tengo presente al ver el cielo, tus ojos son tan negros que siento el brillo de tu alma en ellos.

Se volvieron a besar, pero el repentino recuerdo de los documentos los hizo desistir a sus caricias, incluyendo el hecho de que enseguida llegaría su hermano y podría sufrir otro ataque de documentos que no quería ni ver. Se levantó acariciando la mejilla de su esposo y sonrió con dulzura.

-Gracias por traerme el almuerzo, ahora me siento con más energía.

-No fue nada, ahora termina tu trabajo para así cumplir con lo que te dije para mañana.

-Enseguida.

Y se dirigió a los documentos, miró por la ventana y se dio cuenta que el sol estaba aún en lo alto, si le daba empeño, incluso podrían adelantar un poco de lo que tenían planeado hacer el día de mañana en esa noche. Sonrió y tomando la pluma entre sus manos, se dispuso a continuar.

Wolfram lo observaba de reojo mientras recogía los platos y los depositaba en la charola, sí que le había dado un incentivo para que continuase con su trabajo, ahora si Conrad le podría contar lo que quería saber hace un buen tiempo.

Salió del despacho del rey con cuidado de no hacer ruido, topándose en el camino con su hermano mayor.

-¿Yuuri está trabajando?

-Sí, lo está haciendo y con muchas energías—Lo miró con un gesto de molestia mientras hacia un puchero con sus labios—Fue cruel de tu parte hacerlo trabajar con el estómago vacío.

-Bueno eso…

-Aunque tampoco tenía la intención de traerle la comida, es decir, sabía que me podías reprender y ponerme a hacer trabajo forzado.

-Ya sabía yo que no te habías enterado tu solo de que había almorzado antes de irlo a ver.

-No, Conrad me lo mencionó, me dijo que venga a dejarle la comida a Yuuri y me contó que tu habías venido comiendo, en ese momento me entraron ganas de traerle la comida.

-¿Conrad? Pero ¿Con que fin hizo esto?

-Él sabía que Yuuri se iba a encontrar con hambre, y que por eso no iba a trabajar como era debido, así que me dijo que le trajera la comida y que le diera unas palabras de aliento para que haga con más empeño.

-Entonces no lo hiciste por voluntad propia ¿Verdad?

-Bueno, en cierta parte sí, me molesto el hecho de que Yuuri trabaje sin comer, también quería venir a verlo, pero me preocupaba que me envíes trabajo extra. Así que Conrad me dio la fuerza para hacer lo que quería. Eso sí, le hice prometer decirme algo que solo él sabe de Yuuri.

-¿Solo él? ¿Tú no lo sabes aunque eres su esposo?

-No, y eso es lo que me molesta un poco. No puedo creer que aun confié más en Conrad que en mí.

-¿Y prometió decírtelo?

-Si, dijo que luego de dejarle la comida a Yuuri vaya a los establos, que ahí se encontraría.

-¿Debería decirle a su Majestad que se vaya lo más lejos posible?

-Mantenlo cautivo en su despacho hasta que yo sepa la verdad.

La mirada asesina que enviaba Wolfram no dejaba ni tan siquiera a la imaginación aquel dulce esposo que había sido hace unos minutos, y es que por Yuuri, podía hacer cualquier cosa, así en el acto involucrara asesinarlo por mentiroso.

 Caminó a paso apurado hasta las caballerizas para encontrarse con su hermano Conrad, quería saber de una buena vez que era lo que su enclenque esposo le estaba ocultando para así saber: Si se quedaba viudo o seguía feliz con su matrimonio.

Al llegar, pudo visualizar a su hermano hablando tranquilamente con Yozak, parecían entablar una amena conversación porque ambos se encontraban sonrientes y alegres, no le importó si arruinaba momentos de amigos, pero debía de saber de una vez por todas ese bendito secreto que su esposo no le había dicho.

-Conrad, ya estoy aquí.

-Oh, Wolfram ¿Hiciste que su Majestad trabaje con mayor efectividad?

-Sí, le llevé la comida y le dije que se ponga a trabajar como era debido. ahora tú debes decirme algo importante.

Conrad miró a Yozak y este asintió mientras salía de los establos y cruzaba miradas con el rubio, al cual notó un poco sonrojado.

-Majestad, debería de dejar de pensar un poco en el chavalín, sus pensamientos son casi visibles—Señaló sus mejillas y el rubio comprendió, las sentía un poco calientes, quizás e inconscientemente estaba recordando lo que había pasado en la oficina real.

-No sé de qué me habla, Yozak.

-Sí, claro.

El espía salió de las caballerizas y dejó a los dos hermanos en un silencio no inquietante.

-¿Ahora si me vas a decir que le sucede a Yuuri?

-Wolfram, tranquilo que no es nada malo, solo quería que lo sepas para que te des cuenta cuanto te ama nuestro rey.

-Y-ya deja de decir cosas innecesarias y dime de una vez lo que sabes.

El castaño suspiro y pasó la mirada al caballo que anteriormente se encontraba acariciando, le sobó la palma de su mano por las orejas y dio una leve mirada a su hermano.

-¿Recuerdas que te ibas a casar con Marco?

-Si, por obra y gracia de mi madre ¿Cómo olvidarme?

-¿Y recuerdas que tu compromiso debía pasar por la aprobación de su Majestad?

-Que sí, el muy tonto la aceptó tranquilamente, sin ningún resentimiento ni tristeza.

-Ni tanto—Repuso el capitán mientras miraba fijamente a su hermano que se encontraba confundido—Su Majestad aceptó tu compromiso con Marco porque pensó que lo querías.

-Eso si lo sabía.

-¿Y sabías que por la noche, su Majestad lloró al imaginarte en los brazos de Marco von Wincott?

-¿Qué?

-Así como lo escuchas, Wolfram, cuando Yuuri se enteró de tu boda con Marco, esa misma noche lo fui a visitar a su habitación, pero como lo escuché sollozando y reconfortándose con palabras como “Es lo mejor para él” “Así podrá ser feliz” y también algo como “Si lo amo, debo dejarlo ir” para luego gritar “¡Espera! N-no es como si lo amara de verdad, e-es solo que busco su felicidad ¡Agh! Que desesperación” y cosas como esas, tuve que irme.

Wolfram rio divertido tras lo dicho por su hermano, ciertamente eran palabras que podía estar diciendo su amado esposo, se sintió por un momento culpable de haber siquiera imaginado que era alguna clase de infidelidad que le había ocultado por ese momento.

-Este enclenque, no va a cambiar por más que pase el tiempo.

Sintiéndose a gusto con la nueva información que le había sido infiltrada, se despidió de su hermano y salió con dirección a su habitación, la cual ya compartía oficialmente desde hace unos meses con su esposo. Llegó con aquella sonrisa típica de él y se recostó en la cama, pensando en todas las situaciones por las que podía hacerlo pasar al pelinegro rey el día de mañana, debía de hacerlo sentir el hombre más feliz del mundo. Se levantó estrepitosamente de su cama y empezó a buscar entre su ropa, alguna prenda que recuerde haber hecho a Yuuri sonreír.

-Maldición, no la encuentro.

Miró por todos lados y no la encontraba, seguramente se debió confundir con su antigua ropa y debía de estar en su antiguo cuarto, así que decidió salir en dirección a la habitación que antes ocupaba.

Al salir se encontró con Lasagne, quien lo saludó como era costumbre.

-Buenas tardes, Majestad Wolfram—Cielos, Majestad era algo ya grande como para Wolfram, ahora sabía lo que sentía Yuuri cada vez que lo llamaban así.

-Buenos días, Lasagne ¿Has visto entre mi ropa una camisa verde claro con botones dorados que me regaló Yuuri hace un tiempo?

-¿Esa camisa? Pues no, no la he visto, pero creo que puede estar en su antiguo cuarto ¿Le ayudo a buscar?

-Si por favor.

-De acuerdo.

Ambos se dirigieron al cuarto desocupado que le pertenecía a Wolfram y empezaron a buscar, en medio de las sabanas guardadas o los muebles tapados, nada, no estaba.

-Estoy seguro que no la lleve donde mi tío. Dijo que no le gustaba aunque a mí me importa muy poco.

-¿Seguro que no la dejó en casa de su hermano von Voltaire?

-No creo, aunque puede ser—Wolfram tosió un poco, tapando su boca con una mano para no ser tan escandaloso, al quitar su mano la sirvienta pudo ver un fuerte sonrojo en las mejillas del rubio.

-Majestad, está muy rojo ¿Acaso tiene fiebre?

-¿Fiebre? No puede ser.

Lasagne asentó su mano en la frente del consorte del rey y pudo corroborar que era fiebre lo que tenía aquel rubio.

-Tiene fiebre demasiado alta, será mejor que llamemos a Gisela-san.

-No es necesario, me siento bien—Dijo Wolfram levantándose para salir de su habitación.

-¡Majestad!

La joven sirvienta gritó tras ver como su rey caía de golpe en el suelo, no sabía qué hacer, corrió a donde se encontraba y lo intentó reanimar, pero estaba inconsciente. Como pudo lo levantó y lo acostó en la cama para luego salir a buscar a la médico del castillo.

-Su fiebre es muy fuerte—Dijo Gisela al momento de llegar y tocar su frente—Parece un resfrío, con todo deberé analizarlo correctamente.

-Por favor, Gisela-san.

-No te preocupes, Lasagne, ve a avisarle a su Majestad Yuuri para que esté aquí en cuanto salga y tenga respuestas.

-Enseguida.

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Yuuri terminaba de firmar los últimos documentos que habían encima del escritorio, tras la aprobatoria mirada de su cuñado dejó aún lado el último libro de cuentas que debía revisar.

-Al fin he terminado.

Dio un bostezo mientras miraba el cielo aún claro con sus tonalidades naranjas, se levantó de su asiento y despidiéndose correctamente de Gwendal, salió con rumbo a su habitación.

Caminó tranquilamente hasta los jardines del castillo, vio alguna de las sirvientas correr por el mismo con algunas tinas con agua pero imaginó que se estaban apurando a terminar su trabajo. Se agachó con cuidado para tomar una flor, aquella hermosa flor que llevaba el nombre de su esposo “Hermoso Wolfram” la tomó entre sus manos y aspiró su aroma, quería que esa noche sea hermosa, que sea perfecta y especial.

-¡Majestad! ¡Majestad! ¡Aquí, Majestad!

Yuuri volteó tras las constantes llamadas hacia su persona, pudo ver a Lasagne correr hasta donde él se encontraba y con agitada respiración, tomó su mano y corrió por donde había cruzado.

-¿Lasagne? ¿Qué sucede? ¿A dónde me llevas?

-Majestad…cuarto…calor…desesperación.

Yuuri no comprendía lo que la linda empleada quería decirle, solo se dejó guiar hasta donde ella quería llegar. Al verse después de unos minutos en frente de la ex habitación de Wolfram, se soltó de su agarre.

-¿Lasagne, que significa esto?

-Yo…cuarto…cama…calor…

-¡Lasagne! ¡¿Estas proponiendo que sea infiel a mi esposo?!

-¡¿Qué?! ¡No!—Yuuri sintió pavor y Lasagne por un momento quiso matar a su rey por tal vergüenza—Su majestad Wolfram se desmayó y se encuentra en este cuarto recostado en su cama, tiene mucha fiebre y el calor de su cuerpo lo hizo quedar inconsciente, ahora Gisela está con él, debe venir enseguida.

-¡Wolfram!

Abrió la puerta y pudo ver a la médico del castillo con una leve sonrisa mientras baja la camisa de su esposo, rápidamente estuvo a su lado y acarició su mejilla, la cual estaba levemente sonrojada. Pudo ver un leve brillo en los ojos de su esposo despierto, sintió un poco de alivio al verlo sonreír.

-Yuuri.

-Wolf, mi amor ¿Qué te sucedió?

-No es nada grave, Majestad, solo un leve desmayo a causa de la fiebre. Le di las recomendaciones necesarias para que se cuide, el resto, le dejo que le explique su Majestad Wolfram.

Gisela salió junto con las demás empleadas y una Lasagne que no comprendía lo que sucedía.

-¿Qué pasó?

-Ya, tranquila Lasagne, ya te contamos afuera—Calmó una de sus amigas mientras salían de la habitación con una sonrisa.

Al quedar Wolfram y Yuuri solos, el rubio tomó la mano de su esposo y se sentó en el filo de la cama, sonriendo siempre ante sus movimientos. Acarició sus dedos y pasó la otra mano a la mejilla, delineando sus labios con delicadeza, dejando que Yuuri cierre los ojos ante tales contactos tan hermosos.

-¿Sabes? Me enteré hace poco que Marco y su esposa esperan un hijo, al parecer tiene un mes de embarazo.

-¿Enserio? Esa es una gran noticia, debe de sentirse feliz.

-Tu qué crees ¿Cómo te pondrías tu si supieras que vas a ser papá?

Yuuri lo pensó detalladamente, debía de imaginarse en la situación de Marco y entonces hablar como si lo estuviera viviendo en carne propia.

-Me alegraría y gritaría a todo el mundo la buena noticia, te abrazaría y te besaría mientras te agradezco por hacerme completamente feliz, ah y luego declararía fiesta en todo el castillo.

Wolfram rio ante todo lo dicho por su esposo, sí que era un dramático de primera y eso no había quien lo cambie, quitó sus manos de la mejilla de Yuuri y dio un suspiro mientras miraba por la ventana.

-¿Crees que se encuentren desocupadas las sirvientas? Aunque creo que solas no pueden con todo, deben de ponerse a cocinar para todos los invitados, creo que sería factible si les decimos a los soldados que las ayuden con la decoración, también mi madre querrá ayudar y…

-Espera ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué esos preparativos? ¿Acaso le vas a hacer una fiesta a Marco por su felicidad?

-Yuuri…creo que tú también tienes la felicidad que te mereces, y creo que deberías de abrazarme y besarme mientras me agradeces por haberte hecho completamente feliz.

Yuuri abrió los ojos sorprendidos, su mandíbula llegaba hasta los suelos y tartamudeando pudo decir:

-Ya vengo.

-¿A dónde vas?

-Voy a declarar fiesta en todo el castillo.

Wolfram rio divertido y tomó desesperadamente las manos de su esposo mientras este le depositaba ansiosamente besos en todo su rostro.

-¡Mi amor! ¡Mi amor! ¡Mi amor! ¡Me has hecho el hombre más feliz del mundo!

-Espera—Reía a todo pulmón mientras dejaba que lo bese—¿No dijiste…que Marco…sería el hombre más feliz del mundo?

-Al diablo con Marco, no me puede ganar ahora a mí, que soy el que más felicidad alberga en su corazón ¡Voy a ser padre! ¡Vamos a ser papás!

-Sí, Yuuri, vamos a ser papás, mi cielo.

-Qué alegría, que emoción, me siento dichoso, te amo, te amo , te amo.

-Yo también te amo, Yuuri.

-¡Viva!—Se escuchó desde afuera a las cuatro empleadas más la doctora, Yuuri y Wolfram rieron contentos por tanta algarabía.

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-¿Para qué me llamaron?

-Chery-sama, solo queremos darle un obsequio—Dijo Yuuri sonriéndole para luego pasar la mirada a su esposo y besarlo suavemente.

-¿Un regalo? ¿Por qué?

-Porque sabemos que este regalo lo ha querido desde siempre.

-Y ahora te lo vamos a entregar, Madre.

Wolfram le entregó a su madre que se encontraba sentada en frente de ellos, con una taza de té en sus manos en aquél balcón que quedaba cerca del jardín, una cajita adornada elegantemente por cintas y lazo de colores.

Cecile la tomó entre sus manos y la abrió delicadamente, esperando no dañar el decorado, al abrirla encontró un pequeño guantecito de tela color blanco, doblado a la perfección. Lo sacó con sus manos temblorosas y lo puso en toda su palma, mirando sorprendidos a ambos esposos.

-E-esto es…esto significa que...—Miró detenidamente el guantecito, en él estaba bordado con hilo dorado unas cuantas palabras que fueron más que suficientes para hacerla gritar—¡Voy a ser abuela! Oh, mi Wolffy que felicidad.

Abrazó, apachurró y besó a ambos chicos como más pudo, sintiéndose feliz y emocionada por la noticia.

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Ahora que lo recordaba con tanta claridad había vuelto a sentir esa alegría de saber que iban a ser padres, todos lo tomaron con bien. Al momento de saber que su felicidad iba multiplicada por tres no pudieron dejar de llorar.

-Alexis, mi niña, ven que es hora de tomar un baño—Dijo Wolfram llamando a la mayor de los trillizos.

-Ryu, Makoto, hijos, ustedes también vengan, no crean que se van a escapar de su baño—Sentenció Yuuri mientras se levantaba e imitaba las acciones de su esposo.

-¡No queremos! ¡Queremos seguir jugando!

-Niños, es tardes, tenemos que bañarlos.

-Yo quiero seguir jugando—Dispuso Alexis con un lindo puchero en sus labios, sus ojos verdes brillaban en un intento de persuadir a sus padres mientras su cabello largo y negro brillaba en el color naranja del atardecer.

-Yo quiero quedarme con mi hermana—Ryu, el pequeño niño dejaba que sus lindos ojos negros demostraran firmeza ante lo dicho, era el segundo hijo de los tres y mostraba un cabello rubio como la mantequilla.

-Y-yo no quiero irme sin Ryu o Alexis—Temeroso el tercero de los tres hermanos miró a sus padres, sus puros e inocentes ojos celestes se posaron en sus padres, el brillo de sus rubios cabellos al igual que su hermano Ryu era hermoso al atardecer.

Sus dos padres los miraron, ese puchero, la determinación y la inocencia en sus hijos era su punto débil.

Se miraron continuamente hasta rendirse y tirarse al suelo entre risas junto a sus hijos, disfrutando de volver a su juventud, a su niñez.

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Fin.


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