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Alas Rotas por Iori Yagami CCH

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Capitulo 2: Bajo el cerezo
Cuenta la leyenda que un viejo soldado murió solo en una vieja casa de madera mientras sonreía, en sus labios susurraba un “al fin” y apretaba un listón rojo en su mano, aquella mañana de su muerte había sido durante la primera lluvia de pétalos de cerezo del aquel año.
¿Quién es este viejo? He aquí su triste historia:

Una mañana, aquel hombre de ojos aguamarina decidió ir a ver a su mejor amigo para comer un poco de tenpura con té verde, era verano y a pesar de que había habido problemas con los americanos, este soldado de la marina los pasó por alto. No creía que fuese importante.
Cuando entró a la casa la hermana menor de su mejor amigo lo recibió con una dulce sonrisa, acostumbraba a ir en kimono a pesar de estar en casa, hizo una ligera reverencia y luego corrió a uno de los salones voceando a su hermano mayor.
-Sousuke, haz venido-. Habló el joven saliendo del salón con una sonrisa, su nombre era Matsuoka Rin.
El antes mencionado asintió ligeramente con una sonrisa y después dijo:
-Nunca rechazaría una oferta como esta.-
Y con el canto de las cigarras de verano ambos jóvenes se sentaron a comer tenpura y té verde, las hojas de los árboles se mecían y las nubes blancas se movían tranquilas, al parecer era un día perfecto, pero las pisadas apresuradas rompieron el confort de aquel medio día, y sin avisar Aiichiro Nitori entró a la casa de los Matsuoka, y se inclinó un poco para tocarse las rodillas en un esfuerzo para poder recuperar la respiración.
-Yamazaki-san… lo he estado buscando por todos lados-admitió el joven de cabellos grises mientras extendía una hoja doblada por la mitad al de cabellos negros- es del capitán, lo necesita lo más pronto posible-.
Sousuke miró a Rin, el cual asintió afirmando que estaba bien que fuera, después de todo era su deber como soldado de la marina.
Sousuke se fue junto a Nitori, Rin les miró alejarse. A veces pensaba en su vida en el ejército, del cual, había decidido salir a la muerte de su madre para cuidar de su hermana como era debido, pues aún era demasiado joven como para dejarla sola. Y a medida que pensaba en ello, el atardecer cubrió el lugar.
**
-¿Japón… está en guerra?-. Habló Sousuke, a lo cual recibió una afirmación. Partirían en tres días.

Cuando salió del cuartel, miró a Rin que le esperaba en la entrada, ¿cómo debía decirle que se iba a la guerra? Y sobre todo, una guerra contra Estados Unidos, ¿Cómo decirle que Japón entraba a la Segunda Guerra Mundial también?
Una noche antes de partir, fue a casa de los Matsuoka, para su sorpresa Rin no estaba pues había salido a comprar algunas cosas para pintar algo, así que se topó con la pequeña Gou Matsuoka, la hermana menor de Rin Matsuoka, aunque no era muy pequeña, ya era una adolescente. Sousuke decidió esperar a Rin por tanto Gou se dio a la tarea de servirle un poco de té para hacer más placentera su espera.
-Sousuke-kun…-susurró la chica mientras dejaba el vaso de porcelana en la mesa para que Sousuke lo tomara- ¿Puedo decirte algo?-.
El joven la miró y asintió ligeramente llevando el borde del vaso a sus labios, la chica se sentó frente a él y colocó sus manos sobre el kimono rosa que llevaba.
-Yo sé que tú eres una persona muy importante para mi hermano mayor, por ello…-hizo una pausa antes de continuar- por ello… no me parece correcto que te vayas al frente sin decirle nada.
Sousuke abrió los ojos de par en par al escucharla, ¿cómo es que sabía eso?, Gou era una chica muy inteligente e intuitiva. Por ello, sabía que el ataque al Pearl Harbor no se quedaría así y menos a sabiendas que Estados Unidos era el país más poderoso del mundo, y tras la búsqueda con tata insistencia del capitán era más que obvio.
-¿Te irás a la guerra, Sousuke?-.
Esa voz era la de Rin que había estado escuchando todo a través de la puerta, Gou volteó asustada, lo que menos deseaba es que su hermano supiera de la partida de Sousuke por ella; Sousuke se levantó con rapidez al verlo entrar de aquella manera, iba a articular algo, alguna palabra, pero no pudo pues Rin le miró molesto y se dio la media vuelta marchándose, Sousuke fue tras él y Gou se quedó parada en la puerta mirándolos alejarse en la noche oscura y, quizá la última silenciosa y tranquila en mucho tiempo.
-¡Rin, espera!-.
Y Rin se detuvo bajó un cerezo girándose molesto para encararle.
-¿¡Por qué no ibas a decirme que te ibas?!-.
-Iba a hacerlo, pero no sabía cómo-. Se defendió Sousuke.
-¡Mañana partirás, Sousuke!-. Replicó Rin con lágrimas en los ojos agachando su rostro para que Sousuke no las viese salir. Había perdido a su padre una guerra antes y su madre murió después de eso. No podría perder a otra persona importante en manos de la guerra, simplemente no podía.
Sousuke le tomó del rostro y limpió con su dedo pulgar las lágrimas tibias de su amigo y sonrió ligeramente.
-Nunca me iría sin despedirme-. Concluyó Sousuke y acto seguido dio un suave beso en los labios del pelirrojo, al principio, el pelirrojo se opuso, pero después se dejó llevar, era un beso de despedida, ¿verdad?
-Te esperaré todos los días en este mismo árbol, hasta que regreses.- Habló Rin tratando de tragarse el llanto, le miró con lágrimas en los ojos y se recargó en el pecho de su amigo, “Prometo volver” le dijo Sousuke y después de eso se separó despacio del pelirrojo dándole la espalda y perdiéndose en la oscuridad de la noche, dejando a un joven pelirrojo con un nudo en la garganta, avanzó un par de pasos para después dejarse caer al pasto húmedo de rocío y llorar en silencio.
¿Por qué le dolía aquella partida?
Tal vez, porque sin decirlo, aquel beso había sido una declaración de amor correspondida.
**
Seis años después la Guerra acabó, y con ello llegó la rendición incondicional de Japón.
Un año más tarde, en 1946 Sousuke volvió al sendero a aquel lugar en donde Rin prometió esperarle, pero cuando llegó Rin no estaba ahí. Durante varios días y noches esperó, pero Rin no volvía. Lo único que había en aquel árbol era un listón rojo atado a una de las ramas.
Sousuke envejeció, y cuando menos se dio cuenta habían pasado ya diez años desde que esperaba debajo de aquel cerezo, una noche se quedó dormido a la sombra de aquel árbol y lo soñó; soñó a Rin, él estaba delante suyo con una sonrisa y una dulce mirada, “haz vuelto” le dijo, y Sousuke asintió varias veces, sin embargo cuando iba a abrazarlo, Rin desapareció, buscó con la mirada topándoselo de pie a unos metros.
-Nos veremos en 30 años, Sousuke…-.
Y dicho esto Rin comenzó a caminar, cuando Sousuke se levantó para alcanzarlo despertó y miró a una mujer de cabellos rojos llegar al pie del árbol y comenzar a rezar, Sousuke se acercó pero no interrumpió por respeto. Se quedó al otro lado del árbol para no ser visto ni por ella ni por el hombre que la acompañaba.
Cuando la chica terminó de rezar miró el listón rojo en la rama y sonrió levantándose.
-Hoy hacen 11 años desde que mi hermano murió bajo este árbol…- Sousuke abrió los ojos de par en par al escuchar aquello… no se trataba de Rin ¿o sí?...
-Gou, nunca me has contado como debe ser esa historia. Estoy seguro que debe haber una razón…- habló el muchacho con el entrecejo ligeramente fruncido.
La chica asintió acomodándose los rojos cabellos detrás de su oreja y miró el viejo árbol de cerezo.
-Mi hermano esperaba a alguien muy importante durante la Segunda Guerra Mundial, debajo de este árbol. En el 44 mi hermano enfermó, sin embargo seguía viniendo a este árbol a esperar a esa persona, el año en el que la guerra acabó el médico del refugio le prohibió estrictamente a mi hermano que continuará con esa espera, pero mi hermano lo ignoró. Siguió yendo a pesar de que eso hacía que su salud empeorará. Y durante el primer día que los cerezos comenzaban a caer, mi hermano empeoró, cuando fui por sus medicinas él ya se había ido, cuando lo encontré estaba aquí, atando ese listón rojo, balbuceó algo sobre “no puedo esperar más” –la chica limpió sus ojos que comenzaban a llenarse de lágrimas y después sonrió- sé que mi hermano esperó a Yamazaki-san hasta el final, por ello se me hizo cruel llevarlo a casa, mi hermano quería esperarlo hasta el final, y lo hizo.- Concluyó la chica.
-Debió ser alguien muy especial-. Murmuró el muchacho comenzando a caminar seguido por la chica de los cabellos rojos.
Sousuke soltó un suave suspiro y cerró los ojos con fuerza, intentó no llorar pero le fue imposible. Las lágrimas se desbordaron solas, pensando en lo mucho que había tardado, en lo mucho que Rin había sufrido con tal de seguir yendo a esperarle todos los días.

Durante una mañana por la década de los 80’s, un viejo hombre solo moría en el futon, apretó el listón rojo que tenía contra su pecho y sonrió “al fin…” murmuró con los ojos cerrados.
-Volví, Sousuke.- Le escuchó con aquella voz ta característica suya, se giró y le miró a lado suyo.
-Sí, al fin.-
Capítulo 3: Bajo los escombros

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