.En medio de un mundo devastador; la sangre y la muerte se mezclan con el fuego, se elevan y dispersan como vapores tóxicos que envenenan. En este mundo maldito, no es de extrañar que existan criaturas sacadas de lo más profundo del abismo.
“Solo tu sangre puede liberarme…solo tú puedes atarme”
No hay nada en el mundo en lo que creer. Intentas romper la maldición con la que vives Si vas a cambiar este destino, no dejes que la vida se te escape
El fuego lo consume todo pero, ni el dolor ni la muerte desaparecen. En frente de mis ojos, un campo de batalla. ¿Qué oportunidad tiene la humanidad frente a criaturas como esas?
-ninguna- respondes sin asomo de duda. Y me sigo preguntando como es que puedes responder a mis preguntas, sin que estas puedan salir de mis labios. Miles de veces te he preguntado si eres capaz de leer mi mente. No, es tu segura respuesta.
El camino es difícil, tortuoso. Subidas y bajadas, rodeados por infinidad de árboles, espinas y rosas. “Es como el camino de la vida” pienso, no lo digo.
-la vida es, en esencia, un sendero complicado…lleno de dolor y tristeza- siento que, como siempre, me estoy perdiendo de algo. Siempre habla de la misma manera, y no siempre estoy seguro que me esté hablando a mí. Mientras seguimos caminando, lo observo.
Akashi Seijuurou, su cabello carmín, su voz, su porte, sus orbes heterocromos… todo en conjunto te hiela la sangre… sangre, sin darme cuenta, mi mano se dirige a mi cuello, ahí en el pequeño hueco formado entre mis músculos, puedo sentir mi pulso.
Pum, pum canta el corazón y, la vena, como transmisor, envía la melodía a mis dedos. La melodía de la vida. La sinfonía sigue sonando en mi interior, aunque hace años que cerré mis oídos a ella. ¿A quién le importa seguir vivo en este mundo maldito?
-Kouki- de nuevo aquella voz, suave y peligrosa, me saco de la ensoñación. Sentí si frio tacto en la mano y, una fuerza descomunal me jalo hacia adelante. Termine estampándome en su pecho. Podía sentir su olor, una mezcla entre el aroma de las rosas y la sakura. Sentí que la sangre me subía al rostro, por su cercanía. Podía imaginarme la enorme sonrisa que adornaba su rostro, sin necesidad de levantar la vista. Tantas veces la había observado que, podía estar seguro, le encantaba hacerme ruborizar. - ¿Me estas provocando?-
¿Provocarle? Por Dios, si era lo menos que yo buscaba. Sabía las consecuencias.
-Es… es tu culpa- murmure, tembloroso.
-oh- sentí su cuerpo curvarse, su aliento rozando mi mejilla, su aire en mi oreja- ¿Mi culpa?-
Oh, Dios! “No te acerques así”. Quería gritarle, golpearlo, empujarlo pero todo eso se fue a la mierda cuando sentí su lengua sobre mi cuello. No pude evitar el gemido que escapo de mis labios. ¿Por qué el siempre hacia esas cosas? Cerré los ojos, esperando.
-Este es tu momento de pedirme que me detenga- susurro de nuevo, esperanzado. Suspire.
-Apresúrate- susurre, al tiempo que, ladeando la cabeza, exponía un poco más la piel de mi cuello. Sentí sus labios, sentí su sonrisa contra mi piel. El muy cabrón se burlaba de mí, de mi debilidad. Sin previo a aviso, sus colmillos perforaron mi piel como si de mantequilla se tratase. Succión, tras succión. Mi corazón se aceleraba, mi pulso aumentaba. Mil y un suspiros, gemidos reprimidos escapaban de entre mis labios. Sin control. Sin piedad. Porque Akashi Seijuurou es un vampiro. Un vampiro al que he terminado atándome, por propia voluntad.
“-Romperé el Sello”
La presión desapareció. Sentí el calor del líquido cayendo lentamente por mi hombro. Nuestras miradas se cruzaron. En sus ojos, me vi reflejado. La sangre aun caía por sus labios, entre sus colmillos. Sumergido en esos ojos lo comprendí, él era un cazador y yo… yo simplemente la presa.
Sin embargo… ¿alguien había visto a un cazador tan sexy? Con la poca fuerza que quedaba en mis brazos, estire las manos. Tome su rostro, sonreí divertido al ver su cara de sorpresa frente a mi reacción. Usualmente terminaba golpeándolo con la funda de la katana. Por una vez, por un momento, quería ser yo el que tuviera el control.
Dulce… el sabor de la sangre y la miel se mezclaban perfectamente en sus labios. Sentí el sabor de mi propia sangre en la lengua cuando, juguetonamente, la pase por sus labios. Ni lento ni perezoso, Akashi termino invadiendo mi cavidad con la suya. Era mi primer beso… el suyo, también.
-Kouki- murmuro cuando nos separamos. Su mirada peligrosa, me atrapó. Me congelo y derritió, todo al mismo tiempo. Todo con la misma intensidad- Deberías conocer tu lugar…-
-Lo conozco… pero no quiere decir que me guste- respondí – además, tú necesitas mi sangre ¿no es así?- “al menos hasta que rompa el sello”.
-¿Te has dado cuenta, que una vez que me liberes… podría matarte?-
-Puedes hacerlo- respondí seguro. Su mirada se endureció ante mis palabras. Miedo, si el miedo volvió a hacer aparición en mi cuerpo. Me jalo, me empujo. Me cargo como un costal de papas. Irrumpiendo en la pequeña habitación de la enorme mansión, con gracia, sin pena. Termino arrojándome a la cama. Atrapado, entre la cama y su cuerpo.
-Morir no debería ser una opción para ti, Kouki- su mano viajo a mi cuello, sentí la presión de sus frios dedos. Pero, mi mirada no cambio.
-si es por tu mano… no me importaría morir-
-entonces…- murmuro perdido a la oscuridad. Sin cuidado, sin tapujos deslizo la playera fuera de mi cuerpo. Mordiendo aquí, mordiendo allá. Hiriendo, marcando. Cuello, hombros, pecho… toda mi parte superior. Entre las tinieblas del cuarto, no eran visibles los riachuelos de sangre que brotaban de los cortes abiertos. Seguro que las blancas sabanas terminarían manchadas.
Se alejó lento, sensual. ¡Dios! Si ese era un demonio, que le apartaran un lugar en el infierno. La sangre escurriendo por las comisuras de sus labios, a la luz de la luna, le provoco un escalofrió en la espina. ¿Miedo? No, era otro sentimiento distinto. Suave, lento. Nuestros labios volvieron a juntarse. Nuestras lenguas comenzaron una danza mucho más intensa. Era una batalla campal. De cavidad a cavidad sangre, deseo y placer viajaban
Si, definitivamente. Podría volverme adicto a la sangre… y la miel de sus labios.
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La luz entró por la ventana, atravesando mis parpados y obligándome a despertar. Mire a mí alrededor. Ni rastro alguno del “Chupasangre” sensual que había reposado conmigo en la noche. Seguro de que había ido a tomar su propio sueño, me levanté. Las blancas sabanas, como había predicho, poseían ligeras manchas color carmín.
Al salir del cuarto, miradas de reproche perforaban mi cuerpo, como miles de cuchillas. Filosas y envenenadas. Sonreí con desdén, al menos algo bueno le había aprendido. Sabía de sobra las razones de ellas. La parte superior de mi cuello, convenientemente expuesta, estaba llena de marcas de mordidas y, podía casi jurar, que aún quedaban rastros de sangre seca sobre mi blanca piel.
-Furihata-sama- uno de los hombres que siempre acompañaba a mi madre me dio alcance. Suspire, al fin había alcanzado mi objetivo y… este me interrumpía- El consejo lo busca…-
-ok- respondí sin mucho entusiasmo. Dejándolo guiarme por el camino, a pesar que lo conocía tan bien.
-Quizá sea mejor que se cubra más el cuello…- Simplemente lo ignore, poco me importaba lo que podrían decir ellos sobre mi cuello. Después de todo, yo no era más que una herramienta, nada importante. Nada irrelevante.
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A pesar de todo lo que había dicho, a pesar de todo lo que había pensado; la realidad me golpeo de una manera demasiado brutal. Demasiado fuera de la realidad.
Y corrí, corrí tan lejos como mis pies me lo permitieron. Caminando, corriendo hacia el destino envuelto en llamas, en oscuridad, en dolor.
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Sin cuidado, sin miedo. Sabiendo el sendero por el que tendría que caminar, lo deje morder. De nuevo, una vez, otra vez… Que me vaciara, que se saciara…
-¿Qué te preocupa?- preguntó. Lo mire desde el piso, agotado. Su mirada era fría y, aun así, sentí el calor derritiéndome el interior. Ese calor que solo esa mirada de sangre y oro podía producir.
-¿Por qué preguntas?- respondí de vuelta, ruborizándome, desviando la mirada.
-Al beber tu sangre, terminamos entrelazados- respondió- no es como si pudiera leer tu mente- lo sentí sonreír. Ese idiota, siempre respondiendo a mis silenciosas preguntas. - pero puedo sentir que algo te preocupa- suspire. Respire. Llene mis pulmones de aire y cerré los ojos. Las ganas de llorar eran demasiado fuertes pero, tenía que controlarme. –Kouki…- comenzó, sabía lo que diría, y no quería escucharlo. Tampoco quería decirle nada. Preferí callar, encerrar el dolor por mí mismo.
Me lance a él, si era cierto que podría entender mis sentimientos… en ese momento solo uno surcaba mi mente:
“Devorame” Saca la sangre, el dolor… la angustia y la desesperación. Déjame formar parte de ti, por siempre…