Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mariposa 蝶 por grupo tamashii

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Reino Unido, Inglaterra.

Siento un dolor punzante en la cabeza. La luz es abrumadora, no logro enfocar mi vista, el dolor se acentúa de apoco. No logro entender lo que me rodea.

El panorama es extraordinariamente distinto al que recordaba hace minutos. El grito acababa de oírse: claro, penetrante. La voz de mi padre anunciando algo... Anunciando el ataque.

Abro los ojos ante la sorpresa y el dolor aumenta. La imagen, completamente distinta e inigualable, me desconcierta.

Un chico observa una fila de lápidas ante mi. Está en pleno silencio bajo la fría lluvia de una ciudad fantasma compuesta de altares, estatuas y tumbas.

Está sentado en el suelo dándome la espalda. Su postura es recta y su cabello rubio. Lleva una camisa blanca manchada con tierra.

Levanta su mano suavemente. Chasquea los dedos y una barrera verde se forma a su alrededor. Tres piedras impactan sobre ella y caen inútilmente sobre el suelo.

Una risa suave y estrepitosa se escucha a continuación.

Volteo. No logro comprender la situación, y al parecer el joven tampoco. Observa al atacante, y parece asustado o sorprendido.

—Vine a jugar un rato —comenta el otro. Es un muchacho rubio de ojos celestes y anteojos. Sonríe con una extraña mezcla de inocencia y perversión. Lleva una galera pasada de moda, unos pantalones a cuadros, bastantes ajustados y una campera de cuero negro.

—Mal momento, gordo —dice el chico que está delante mío. Su voz es grave y demuestra furia.

Comienzo a sentirme inquieto. Ninguno de los dos me observan, tal vez estén esperando a que el otro me ataque.

Ellos se miran fijamente el uno al otro, metidos en un mundo pequeño que consiste en los metros que los separan. Y ahí es cuando lo entiendo y todo cobra sentido. Estoy en una visión.

Ellos no me observan ni se preocupan por mi presencia, porque realmente no estoy ahí. Físicamente sigo en casa, debo estar en el suelo o sobre la cama, y mi hermano, Feliciano, debe de estar a mi lado, llorando para que despierte.

Uno de los muchachos rompe el contacto visual y suelta un suspiro.

—Arthur Kirkland, ¿no? Oí decir que eras todo un caballero...

La sorpresa invade mi mente. Kirkland, Kirkland. La gran familia inglesa. Amigos de mis abuelos, de mis padres, de generaciones enteras de mi familia. Y como dicen los reportes, ahí está Arthur, el último.

Él suspira y se levanta con pereza y lentitud. Su rostro parece afligido. Sus ojos verdes reflejan consternación y sus gruesas cejas están fruncidas con enojo.

—Repito, mal momento... Gordo.

Vuelve a chasquear los dedos y un conjunto de líneas negras y verdes se expanden cruzándose entre ellas ante sus pies. Forman un pentagrama.

Sé poco de ellos. Es magia antigua y secreta. Pero puedo decir que este, en particular, es uno complejo y poderoso. Las líneas son gruesas y firmes, pero delicadas al mismo tiempo.

El otro chico suelta una carcajada.

Y desaparece ante mis ojos. Siento un suspiro a mi lado, ahí está, compartiendo conmigo la misma banca.

Arthur parece enojado.

—Oye, gran gordo, ¿por qué no peleas de frente? Sucio asqueroso.

—Si eso quieres.

Ya no está. Se encuentra a cinco pasos, muy cerca de Kirkland. Va a seguir avanzando pero se detiene.

Mejor dicho, algo lo hace. Las firmes líneas del pentagrama suben por sus tobillos, lo sujetan y lo voltean. El chico cuelga a un metro del suelo. Subestimó demasiado a su oponente.

—Sir. Kirkland... Lamento la molestia, pero debemos irnos.

Conozco esa voz. Volteo y ahí están. El tipo que apareció en el monasterio, de ojos violetas y cabello blanco, y el hombre que nos visitó hace unos meses, el de gafas finas y cabello negro.

—Señor Roderich, ¿podría explicar esto? —la voz de Arthur es un chillido. Con un movimiento suave de sus muñecas el pentagrama desaparece y el chico gordo cae con un gran estrépito.

Los ojos violetas del Gran Ivan Braginski se clavan en mí. El terror invade mi cuerpo.

Que no se acerque, que no me ataque.

Sonríe en mi dirección. No se acerca a mi ni me dice nada. Supongo que no me ve realmente.

—Alfred, es un poco triste que un truco tan tonto te haya derrotado —dice Ivan. Observa con una sonrisa al chico que se levanta lastimosamente del suelo. Éste suspira. Desaparece de su lugar y reaparece al lado de Braginski.

—Fue divertido.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Italia, Génova.

Tengo miedo. El calor es cada vez mayor y la temperatura aumenta a cada segundo. Intento retroceder, alejarme lo más posible del fuego, escapar de una muerte segura, pero es imposible, la barrera impide que huya.

De la nada el mundo se apaga. Siento una mano extenderse sobre mis ojos.

—Ve a través del fuego: observa la fuente, el mecanismo que la impulsa, no a la cascada de agua.

Antonio ríe suavemente, siento las vibraciones de su pecho sobre mi espalda, retira su mano y me abraza. Me mira a los ojos fijamente.

—Tranquilo... No pasará nada —dice mi hermana—. Es sólo una ilusión. Observa bien...

Y es verdad. Ambos tienen razón. El fuego desaparece y ahí está mi padre con los ojos cerrados y las palmas juntas.

Mi hermana suspira y se sienta en el suelo del salón.

—Va a ser una batalla larga. Hay que disfrutar los asientos de primera clase.

El fuego finaliza cuando mi padre abre los ojos y comienza a toser, perdiendo todo rastro de concentración que poseía.

—Estás perdiendo el toque, cariño —dice mi madre. Papá ríe. Es la primera vez que los veo tan animados.

La bestia que era retenida por las fuertes llamas queda libre de su prisión ilusoria, ataca. Con furia, con brutalidad, con ira. Mi madre y mi padre logran apartarse justo a tiempo. El animal se enfurece, pero cambia de presa.

Mi tío ríe con emoción ante eso. Está sentado ante el piano en llamas. Posiciona las manos, y sus dedos comienzan a danzar creando una melodía demasiado suave. Las llamas se intensifican, la música también, la ira de la bestia aumenta.

Mi padre comienza a gritar. "Alejate, alejate"... Pero mi tío no escucha. Sigue metido en las notas, ignorando el peligro que representan tanto el animal como el fuego que envuelve el piano.

Y la bestia ataca con un rugido, se abalanza con fiereza al piano llevándose todo a su paso. Mi tío no es rápido, no logra esquivarlo a tiempo.

Mi padre palidece, se queda estático ante la escena que observan sus ojos.

Los restos en llamas del piano cubiertos con sangre y la bestia, despedazando todo rastro de carne que encuentra a su paso, siendo consumida por el fuego voraz.

Antonio cae de rodillas,observa al suelo fijamente, y las lágrimas comienzan a caer.

La bestia voltea. Parece fijar su vista en mi padre, quien sigue completamente estático, presa fácil del shock.

—¡Maria! —grita mi madre. Su voz suena angustiada, pero firme.

Y ahí es donde lo oigo; el sonido más desgarrador que escuché hasta ahora.

Parece un pitido, entremezclado con un suave canto, o un soplido delicado y constante a una flauta dulce...

La bestia se paraliza ante el sonido. Mi madre cae de rodillas, y una silueta comienza a crecer desde su pecho, alzándose imponente, majestuosa ante ella. Es la forma de una mujer hermosa, de rasgos finos. Lleva una túnica que cubre su cuerpo y cabello.

Maria —vuelve a decir mi madre, esta vez en un susurro—. Aiutami a proteggere tutto ciò che amo.

Mamá habla en italiano, entiendo claramente lo que pide: "Ayúdame a proteger todo lo que amo".

—¿Qué dijo? —pregunta Antonio. Mi hermana responde y mi primo palidece.

El sonido se intensifica, la figura sonríe. Y se desvanece. Cae en picada hacia el suelo. Mi madre extiende su mano derecha, parece intentar frenar la caída feroz que sufriría la mujer.

Pero nada de eso sucede. La dama ya no está ahí, en su lugar hay una fina y delicada espada plateada.

Mi madre sonríe y avanza hacia mi padre. Parece recuperar toda su ferocidad. Sostiene el arma con firmeza.

—Cariño, vamos —dice.

Mi padre la abraza y tira de ella en dirección al suelo.

El ventanal estalla en miles de pedazos, y ahí la veo, otra fiera de igual tamaño que la otra.

—Diablos, reparar las puertas y los cristales será carísimo.

Mis padres se levantan y comienzan a atacar. Son ágiles. Pero no lo suficiente. Logran reducir a una de las bestias, la que ya estaba herida. Pero la otra se les aproxima.

Mi hermana comienza a chocar contra el muro invisible.

Debemos escapar.

Y rápido.

La bestia ataca, y la barrera que nos detenía desaparece.

—No... No, no, no —susurra mi hermana. Cae de rodillas y comienza a llorar.

Y ahí lo comprendo: mi padre se ha ido.

Mamá se posiciona delante de nosotros.

—Ahora son visibles, intenten escapar —susurra.

Lo veo todo. Veo los pasos lentos de la fiera, uno tras otro acercándose a nosotros, veo a mi madre levantar su espada, veo el vapor blanquecino que emana su arma, la sangre que gotea del animal, y el ataque... Escucho el rugido sordo del animal, el sonido hueco que provoca el choque entre el arma de mamá y de la carne putrefacta de la bestia, el crujido del metal cediendo ante la dureza de la fiera, el grito desgarrador del espíritu de Maria escurriéndose de su contenedor físico y el gemido de dolor que escapa de mi madre.

Mi hermana grita algo a mi lado, y siento la mano de Antonio tirando de la mía. Pero nada importa. La escena frente a mí me deja absorto. No siento la fuerza suficiente para moverme, siquiera para dejar de mirar.

Sigo escuchando los gritos de mi hermana, los de Antonio y los sonidos que produce la bestia al desgarrar al cuerpo sin vida que se extiende ante sí.

Creo estar gritando, pero no lo escuchó, no lo siento. Sé que tengo el rostro cubierto por lágrimas y cenizas. Siento mis rodillas chocar contra el suelo mugroso que está ante mí, siento dolor... Dolor por la muerte de mis padres. Y miedo. Terror porque aún no ha terminado y porque aquel monstruo comienza a acercarse lentamente a mí. Paso tras paso, segundo a segundo.

 

Notas finales:

*Aiutami a proteggere tutto ciò che amo: Ayudame a proteger todo lo que amo.

 


Espero que hayan disfrutado el capítulo.

 

Cass!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).